Introducción
La migración en forma “ordenada”, “legal” y “segura”, que pregonan los acuerdos intergubernamentales1, se presenta como la única manera política y legítima en que se “debe” ingresar a un país que no es nuestro. Pero existe otro tipo de migración: la migración irregularizada en tránsito que desafía la mirada gubernamental impuesta para ingresar a una frontera. Véase aquí una forma diferencial de transitar. La migración “ordenada” “segura” “legal” incluida dentro de los marcos de reconocimiento legales y gubernamentales y las que existen afuera de estos: las migraciones indocumentadas que devienen de las expulsiones2.
Los tránsitos migratorios irregularizados cuestionan el sentido en que se han pensado las migraciones “calificadas”, estas son la de los turistas y los viajeros, cuya movilidad comúnmente se traza de forma lineal en tres momentos: de salida, de tránsito, de llegada. Empero, la movilidad que deviene de la migración forzada, la que es característica de los refugiados, expulsados e indocumentados, más que tratarse de procesos lineales, ininterrumpidos y definidos, son espontáneos, interrumpidos e inciertos en tanto invención. Si bien es cierto, los pactos intergubernamentales buscan cerrar una lógica de movilidad única, jerárquica y central, al mismo tiempo, abren otras posibilidades de fuga, aunque instauradas desde un afuera, rizomáticas, plurales, acéntricas e indefinidas.
En este sentido, el objetivo de este escrito pretende partir de tres cuestionamientos: ¿Cómo podemos leer los movimientos que van trazando los migrantes indocumentados en tránsito? ¿Con qué conexiones hacen pasar o no intensidades que les permiten desplazarse? ¿Cuál es el devenir político de este tipo de desplazamiento? Se pretende reflexionar sobre una categoría analítica que proviene del pensamiento de Gilles Deleuze y Félix Guattari (2004): El rizoma. Se propone vincular esta categoría con el campo de estudio de las migraciones, específicamente para reflexionar los tránsitos de los migrantes que se desplazan de manera irregularizada por México. Se utiliza el rizoma como figuración3 metodológica para explorar los caminos, los caminares y los caminantes trazados en el devenir de los tránsitos migrantes, siendo estos abiertos, menos perceptibles, generadores de nuevas direcciones, conexiones, rupturas, brotes de resistencias materializados en procesos de subjetivación y nuevas territorialidades. Lo anterior, nos ha acercado a cartografiar resistencias colectivas y experiencias singulares que emergen de estos desplazamientos.
La tesis de trabajo sostiene que la migración irregularizada en tránsito va articulando un proceso en devenir, al resistirse a los aparatos de captura4 (lugares codificados-estatales); los migrantes en esta situación se encuentran entrando y saliendo de las parcelas institucionales, instaurando flujos que van actualizando lo político. En este sentido, la categoría analítica del rizoma se piensa como alternativa teórica y política para pensar en la afloración de brotes de resistencia que devienen de estos desplazamientos irregularizados. Para argumentar lo anterior, se fijan tres ejes centrales que se propone sean la ruta de este escrito.
El primer eje hace referencia a los protagonistas y coproductores de este escrito: los cuerpos migrantes en fuga en búsqueda de un lugar donde llevar la vida. En el segundo eje, a partir del pensamiento de Gilles Deleuze y Félix Guattari (2004), se pretende vincular su categoría analítica del rizoma con el campo de estudio de las migraciones, con el fin de analizar el alcance político de los movimientos que van trazando los migrantes indocumentados en tránsito por fronteras prohibidas, específicamente las fronteras mexicanas. El rizoma lo entendemos aquí como una figuración que remite a una potencia vital, desde esta movilidad rizomática del migrante se busca situar los puntos de conexión, multiplicidad conectiva, cambiante y asignificante desde donde se identifica la producción de otros espacios, los que se constituyen por fuera de la estatalidad. En el tercer y último eje se analizan las formas de movimiento migrante en constante devenir5, movimientos que inauguran y reactualizan lo político, articulando intensidades y flujos en resistencia.
1. Sujeto de estudio y metodología: ¿Quiénes son? ¿Dónde se encuentran?
Ser expulsado de un país de origen, ser un inmigrante que no ostenta la documentación legal requerida o tener la condición de refugiado es llevar consigo una historia marcada en el cuerpo, la de un cuerpo en tránsito perpetuo, como lo refiere Fernández (2017). El escrito que a continuación se presenta busca reflexionar sobre la potencia de la vida migrante en movimiento. Específicamente de las vidas humanas que, si bien, estructural y políticamente han sido aprisionadas hasta la asfixia, se sobreponen a ella al reclamar su existencia sacando a relucir una fuerza irreductible que les mueve e impulsa, la búsqueda incansable de una vida mejor, o más bien, como subraya Varela (2015), la búsqueda de una vida más vivible que reduzca el riesgo real de la muerte inminente.
Bajo la sospecha de que, en cualquier momento, estas vidas desvalorizadas y deshumanizadas por un sistema económico puedan desaparecer o eliminarse, la fuga masiva de estos cuerpos resulta una posibilidad que les permite imaginar otra vida posible para seguir existiendo. Para aquellos cuyas vidas están suspendidas en los márgenes, seguir viviendo significa salir de su país de origen. Vivir es estar en movimiento, es buscar una vida más respirable y, al mismo tiempo, abandonar una vida que ya no garantiza las condiciones mínimas de sobrevivencia y existencia. La pulsión de seguir viviendo los moviliza. Son cuerpos precarizados en fuga en busca de un lugar donde llevar la vida donde esté puesta a salvo. En esta búsqueda, van desplegando toda la artillería disponible que les permita no solo seguir sosteniendo su vida, sino reafirmar una existencia política.
El migrante del que hablaremos es un cuerpo precarizado en movimiento. Innegablemente es un cuerpo expulsado, lesionado e interpelado dolorosamente. Muchos han perdido sus tierras, sus casas, sus familias, sus trabajos, sus medios de sobrevivencia mínimos. Objetivamente, al no tener más que perder, son movidos por su pulsión de vida y subjetivamente por su fe y esperanza. En primera cuenta pareciera ser que esa condición es suficiente para situarlos académicamente en un lugar de desposesión absoluta. Pero, si esto es así, ¿Qué nos dicen la movilización de caravanas de migrantes en tránsito que están movidos desde su extrema vulnerabilidad? ¿Qué nos dicen los migrantes que irrumpen las fronteras y trasgreden la “legalidad”? ¿Qué nos dicen las migraciones gota a gota que, desde antes y después de las caravanas, no dejan de fugarse?
Si bien, siguiendo el pensamiento de Agamben (2010), las nudas vidas se construyen políticamente como carentes de valor y de cualidad política, las vidas que transitan por la búsqueda de una vida más vivible no se resignan a una muerte políticamente inducida; con su presencia, la manera en que irrumpen fronteras, la forma en que recorren y van habitando sus tránsitos, así como sus luchas y resistencias, nos muestran formas de acción y de (re)existencias políticas.
Específicamente, los éxodos masivos de migrantes provenientes de Centroamérica y que transitan por México, con su movilización y su lucha nos muestran que son algo más que vidas nudas. Son vidas desposeídas6 que, desde este lugar, movilizan su vulnerabilidad, buscando otras posibilidades vitales y otras posibilidades de reconocimiento o, más bien, de autorreconocimiento. En este caso, la desposesión, en tanto condición estructural creada y modulada por el sistema político-económico, según Butler (2018) y Butler y Athanasiau (2017), se encarna en el homo sacer (Agamben, 2010) en tanto figura originada apresada por el bando soberano que configura la nuda vida que remite a un ejercicio tanatopolítico donde se decide cuál es la vida que debe ser abandonada, sacrificable, ilegalizada y expulsada; es decir, donde se decide qué sujetos están expuestos a procesos estructurales de precarización/desposesión, en tanto expulsados de la protección y de la ley.
Para aquellos cuyas vidas están suspendidas en los márgenes, seguir viviendo significa salir de su país de origen. Vivir es estar en movimiento, es buscar una vida más respirable y, al mismo tiempo, abandonar una vida que ya no garantiza las condiciones mínimas de sobrevivencia y existencia. Migrar, aunque en condición irregularizada, es una forma de habitar el mundo y desde este lugar se resisten a la muerte. Entonces, como afirma Deleuze (2016) la resistencia no es otra cosa que el poder de la vida misma. Desde esta lectura, la vida no solo resiste al poder, la vida resiste a la muerte. Finalmente, si la vida estuviera vacía de potencia, quienes son expulsados se resignarían a su muerte políticamente inducida. La existencia, persistencia y las formas de aparición de estas vidas migrantes son, por sí mismas, sus formas de resistir.
Desde la perspectiva de Deleuze y Parnet (1980), decimos que migrar es producir una huida, pero esta huida no debe entenderse estrictamente como escaparse del mundo o como una especie de cobardía, sino como una alternativa de aumentar una posibilidad vital. “Partir, evadirse, es trazar una línea, una línea de fuga de desterritorialización” (p. 45). Desde esta lógica, la migración, en tanto huida, deviene activa, productiva, inventiva y politizante. Pensar la migración como huida es “producir lo real, crear vida” (p. 58). En este caso, la huida es una afirmación de movimiento. Los migrantes que transitan de manera irregularizada buscan maneras para perforar muros, franquear las fronteras. No se cansan de recomenzar viajes interrumpidos y, al mismo tiempo, hacer surgir nuevos espacios por fuera del control estatal. Los movimientos migrantes provocan fugas “como cuando revienta una cañería o se abre un absceso” (Deleuze, 1995, p. 17), crean movimientos por debajo de los códigos que pretenden cortarles el paso.
Después de todo, la desposesión es una muerte políticamente inducida y la migración que deviene de la expulsión es una huida que busca una afirmación de la vida. En todo caso, la huida de los migrantes irregularizados es pulsión de vida y no de muerte. Los migrantes expulsados o los desplazados forzados son buscadores incansables de una vida vivible.
Metodológicamente el camino a serpenteado en la perspectiva de la investigación cualitativa. Utilizando la etnografía multisituada y auxiliándose de técnicas como la observación y entrevistas a profundidad se hace seguimiento a la movilidad del migrante irregularizado. Con el fin de situar las cartografías de las resistencias colectivas y experiencias singulares de los migrantes que transitan en condición irregularizada, se retoman algunos resultados derivados del seguimiento de la caravana migrante que atravesó la frontera sur de México a finales de 2018 y llegó a Tijuana, la frontera norte. Se documentan las experiencias, los movimientos, andares y desplazamientos migrantes con el fin de resaltar el alcance político de estas formas de movimiento que ha llevado a estas subjetividades a resistir creativa, singular y colectivamente.
El método utilizado es la etnografía multisituada donde su estrategia metodológica consiste en seguir a los informantes, sus tramas, sus conexiones y sus interacciones en distintos lugares para construir y mapear una interpretación del fenómeno de estudio. El trabajo de campo ha sido en movimiento o en viaje. Ha sido de esta manera porque todas las personas que se entrevistaron se encuentran en transitoriedad. Seguir los itinerarios de los migrantes en tránsito, escuchar sus experiencias y documentar sus testimonios fueron la clave inicial para nutrir el trabajo de campo.
Desde este punto, se puso en el centro de la investigación rescatar la pedagogía de los movimientos migrantes, que lleva implícita su subjetividad, sus conocimientos para recorrer rutas migratorias, así como las múltiples fugas que se escabullen de los controles. La pedagogía migrante, en tanto categoría trabajada por la perspectiva teórica de la autonomía de la migración (Mezzadra y Nelson, 2013), hace referencia a los sujetos en movimiento que, lejos de ser concebidos como víctimas, son reconocidos como sujetos políticos con capacidad de agencia, así como sujetos de saber, conocimiento y protagonistas de su propia experiencia histórica migrante. Pensar la migración desde este lugar permite explorar el mundo de la migración desde dentro, rescatando saberes, experiencias y resistencias que, al no ser estáticas, se van construyendo en el acto mismo de migrar. A partir de entrevistas a profundidad, observación, información etnográfica, así como notas de diario de campo, se analizan las experiencias de migrantes centroamericanos en tránsito por México.
El análisis de estas experiencias pone énfasis, sin pasar por alto las violencias que encarnan durante sus tránsitos, en los procesos donde los migrantes irregularizados son protagonistas de su propio devenir migratorio, subjetivo, corporal, colectivo y politizante. Para ir hilvanando lo anterior, se sitúan tres modos experienciales concretos que constituyen procesos de politización: 1) Una migración rizoma como nodo de resistencias;2) Constitución de subjetividad migrante politizada: activistas y caravaneros; 3) Nuevas territorialidades de invención en tránsito.
2. Categorías teóricas y su articulación con los resultados del trabajo de campo
Gota a gota7 o en caravana, los migrantes irregularizados avanzan por el territorio mexicano y articulan sus andares, muchas veces en movimientos tácticos o estratégicos. El pensamiento de Deleuze y Guattari (2004) ya ha dado pistas para pensar en dos tipos de organización: la organización jerárquica arborescente y la organización rizomática, esta última contraria a la organización jerárquica arborescente, a las estructuras fijas, a los órdenes establecidos y a las lógicas binarias. La organización rizomática es la antítesis del modelo jerárquico. A diferencia de la raíz de un árbol, los rizomas se extienden de forma horizontal, acéntrica, en lo subterráneo emergen nuevos bulbos en fuga. Su esencia es mutante. El rizoma para Deleuze y Guattari es:
como tallo subterráneo se distingue radicalmente de las raíces y de las raicillas. Los bulbos, los tubérculos son rizomas [...] En sí mismo, el rizoma tiene formas muy diversas, desde su conexión superficial, ramificada en todos los sentidos hasta sus concreciones en bulbos y tubérculos (p. 12).
¡No haced raíz, haced rizoma!, es el imperativo teórico y político que propone la filosofía de los autores, pues se trata de una filosofía de la libertad. Pensar la migración irregularizada en perspectiva rizomática permite conducirse desde afuera de las cuadriculas de poder y permite situar las múltiples posibilidades de movimientos, la apropiación de espacios, las acciones y prácticas que perforan los estratos, los múltiples itinerarios planeados, las nuevas direcciones que, aunque interrumpidas en cualquier parte, en cualquier momento, pueden surgir nuevas. Es similar a la organización de las hormigas que “forman un rizoma animal, [que] aunque se destruya en su mayor parte, no cesa en reconstruirse” (Deleuze y Guattari, 2004, p. 16).
Aquí defendemos que el tránsito migrante irregularizado deviene como un rizoma: no hay una ruta prestablecida, sino rumbos y velocidades diferentes, dispersas, heterogéneas y conectadas. De manera general, los movimientos que van produciendo los migrantes indocumentados en tránsito son variados, espontáneos, inciertos, perceptibles e imperceptibles, se conectan y se bifurcan en varias direcciones, pero, sobre todo, son creativos. Se van trazando en el acto de caminar y en la vivencia misma de migrar, pues no hay caminos establecidos a priori. Entonces, podemos decir que la migración irregularizada en tránsito se desplaza como un rizoma, desciende como hoja y se expande como bulbo desde donde se produce la resistencia. La experiencia de migrar se construye en el caminar. Durante los tránsitos, los migrantes imaginan, viven, construyen, son protagonistas de sus propios trayectos, buscan inalcanzablemente intersticios que les abren otras posibilidades para transitar, habitar y no ser capturados.
Algunos tránsitos devienen imperceptibles a los ojos del poder. Así teje su tránsito Jerson, migrante oriundo de San Pedro Sula, Honduras, así como otros migrantes que transitan solos o en grupos pequeños. Jerson estaba sentado en las vías esperando el tren en Atitalaquia, Hidalgo, México, muy cerca del albergue “La Casa del Migrante: El samaritano”. Cuando se le preguntó sobre la manera en que transita su ruta, sobre sus planes, sobre los lugares por donde va a caminar o donde va a descansar, él describió que no importa que tan planeada esté la ruta, pues siempre durante el camino se modifica. Léase su testimonio:
Uno como migrante siempre trae su propia ruta en la cabeza o la va pensando conforme va preguntando [...] Cuando no resulta, hay que cambiar, cambiar así de repente, por lo mismo de la persecución. Hay veces que la garita de control está en un lugar, hay veces que está más adelante o está más atrás, entonces, es en esos momentos que tú tienes que cambiar tu viaje. Uno hay que ir cambiando de rumbo [...] Tú puedes traer una estrategia en mente, en mano, pero esa va cambiando en tu andar (Jerson, entrevista a profundidad, Hidalgo, México, 22 de noviembre 2018).
Pero estos tránsitos necesitan del afuera, de las conexiones para tomar provisiones, para reafirmar fuerzas, los migrantes acuden a los albergues o, en tiempos de caravana, buscan converger en un punto de asamblea para negociar sus entradas a las fronteras. Deleuze y Guattari (2004) en el primer y segundo principio del rizoma al que denominan conexión y heterogeneidad advierten que en este modelo un punto puede ser conectado con cualquier otro, sin jerarquías de conexión. Un punto “a” puede conectarse con un punto “z”, incluso estos puntos pueden conectarse con otros elementos, aunque sean heterogéneos. En un rizoma siempre hay conexiones, no importa con qué o de qué manera, pero no deja de estar conectado. Al respecto dicen los autores:
En un rizoma [...] cada rasgo no remite necesariamente a un rasgo lingüístico: eslabones semióticos de cualquier naturaleza se conectan en él con formas de codificación muy diversas, eslabones biológicos, políticos, económicos, etc., poniendo en juego no sólo regímenes de signos distintos, sino también estatutos de estados de cosas (p. 13).
Durante los tránsitos, los migrantes establecen múltiples conexiones, no solamente entre compañeros, sino con otros actores y lugares. Las conexiones que pueden lograr son interminables. Un punto los lleva a otro punto y, este último, a muchos sitios más. Los migrantes en tránsito siempre a la expectativa de aprovechar cualquier oportunidad, continuamente están hilando conexiones que logren conectarlos con todo aquello que les pueda beneficiar: lo humanitario, lo jurídico, lo político, lo social, lo económico, etcétera.
Es común que un migrante irregular en tránsito por México en cualquier punto busque hacer intersección, ya sea con el aparato estatal e instituciones para negociar su entrada (sobre todo en modalidad caravana), o para solicitar algún trámite migratorio. También convergen en aquellos puntos de tránsito que les brindan ayuda humanitaria: los albergues u otras organizaciones de ayuda. Como lo sugiere el testimonio de Wilber, un migrante hondureño en tránsito por México:
Estoy de paso en esta casa del migrante (refiere al albergue de Apizaco, Tlaxcala). Estoy cansado y uno necesita agarrar fuerzas y descansar para poder continuar. Hoy me agarró la noche, mañana agarro el tren que me lleve a Lechería (Wilber, entrevista a profundidad, Tlaxcala, México, 19 de abril de 2019).
En el territorio mexicano han surgido asociaciones, organizaciones y grupos de apoyo dedicados a promover la asistencia y auxilio de migrantes centroamericanos en tránsito. Suscribiendo con Parrini et al. (2021), estos aparatos de ayuda humanitaria forman parte importante del soporte para los desplazamientos migrantes, pero como en toda situación hay matices. Si bien existe una amplia heterogeneidad de albergues, no todos poseen la misma capacidad o el mismo alcance. Médicos Sin Fronteras (2018) realizó una cartografía y contabiliza 71 centros de ayuda integrados por albergues, comedores, centros de día, organizaciones distribuidas en todo el territorio mexicano. En el trabajo de campo realizado para esta investigación se pudieron observar diferenciaciones materiales, simbólicas, de alianzas gubernamentales, etcétera, de unos centros de ayuda respecto a otros. Por ejemplo, hay albergues que se sostienen con donaciones internacionales que apoyan con cuantiosas cantidades económicas, mientras otros, los más precarios, se sostienen solo con donaciones de la sociedad o de organizaciones religiosas. Hay albergues que solo son de paso, mientras otros, además de eso, apoyan y dan seguimiento a los trámites migratorios. De igual forma, hay albergues más politizados que otros pues, además de brindar ayuda humanitaria y legal, tienen un papel activo para demandar al estado injusticias y violaciones de derechos humanos hacia migrantes que transitan por México sin la documentación legal requerida.
En general, los centros de asistencia migrante funcionan como un Dispositivo positivo-humanitario (Morales y Moreno, 2022), que sirven al migrante para recuperar fuerzas, tomar lo vital, esperar a otros compañeros de viaje, agruparse, realizar trámites migratorios, trazar próximas rutas o simplemente descansar en tanto emprenden una búsqueda para localizar centros de ayuda humanitaria. Cuando llegan a un albergue, los migrantes después de comer, asearse, llamar a sus familiares, comienzan a buscar enlaces de cualquier tipo para poder continuar su viaje. Durante el tránsito, muchos migrantes saben que en cualquier punto su articulación alcanzada puede llegar a su descomposición, aunque en este instante de incertidumbre también es cierto que se logran otros modos de articulación. Douglas, migrante hondureño, nos relata cómo fue su tránsito migratorio en la caravana que salió de Honduras y llegó hasta Tijuana, frontera norte de México. En su testimonio, el migrante nos remembra los puntos, las desconexiones, interpelaciones con el Estado y los puntos donde la caravana tuvo éxito, pues encontró intersticios que le permitieron avanzar hasta la frontera norte de México:
Yo soy de la segunda caravana de migrantes. La caravana que salió el 12 de octubre de Honduras fue la que se mantuvo firme en el puente y lograron pasar. Pero la segunda caravana de migrantes, en la que yo iba, fue diferente, esa no se conoció como la caravana hondureña, sino como la centroamericana porque ahí nos unimos todos: nicaragüenses, guatemaltecos, hondureños —que éramos la mayoría— y salvadoreños. Lo que en el primer momento iba a ser un grupo bastante reducido de migrantes, quizá 160 personas, creció a 3.000. Cuando salí de Honduras, mi idea era alcanzar a la primera caravana, porque todos decían que, a diferencia de la nuestra, esta iba bien organizada. Mi idea era alcanzar la primera caravana como fuera y unirme a ella […] Cuando yo salí, la primera caravana estaba llegando a Veracruz, México y yo estaba todavía en Tecún Umán, Guatemala. El 24 de octubre ya estaba saltando México, pero ese día nos deportaron para Honduras, el mismo día nos deportaron casi a todos los de la segunda caravana. Entonces ese mismo día dije “No, yo no me voy a Tegucigalpa, yo me vuelvo a regresar, yo necesito alcanzar a la primera caravana”. Y me regresé de nuevo, esta vez, lo hice solo, caminé por otros caminos y así fue como alcancé a la primera caravana. A esta caravana la apoyaron muchas organizaciones, hasta derechos humanos nos acompañaba. Se podría decir que ejercieron presión con nosotros. Era tanta la presión que cuando atravesábamos las garitas, vimos cómo las patrullas iban atrás de nosotros, nunca estuvieron enfrente de nosotros, hubo lugares como que nos escoltaron. No tenían de otra, no había forma de frenarnos, no pudieron detenernos (Douglas, entrevista a profundidad, Tijuana, México, 04 de diciembre de 2020).
Según el relato anterior, se puede decir que los movimientos migratorios confluyen unos con otros. Hay lugares donde se desarticulan, aunque hay puntos donde vuelven a conectarse, algunas veces buscan unirse a acuerpamientos8 más sólidos o mejor organizados. Los tránsitos migrantes están en constante conexión con otros actores o lugares. Estas conexiones van surgiendo en el devenir del tránsito mismo. Durante el tránsito del migrante hay puntos de concentración, hay puntos de bloqueo por la autoridad, puntos de largas esperas, pero también hay líneas de fuga y movimientos de desterritorialización. En el testimonio anterior, podemos situar cómo después de que Douglas fue deportado a Honduras, junto con otros miembros de la segunda caravana, él decide abandonar al grupo y recomenzar su tránsito desde lo individual, aunque el interés central era volver a reconectar con el primer grupo de la caravana, con el fin de realizar su trayecto en colectivo.
La primera caravana de 2018 hizo tambalear a un régimen de control mientras se desplazaba. No solo interpeló abiertamente al aparato gubernamental, sino que también reconfiguró todos los espacios por donde transitaba. Muchos albergues, por ejemplo, se vieron abarrotados, además de hacerse evidente, a decir con Miranda y Hernández (2022), una gestión desbordada en las solicitudes de asilo en México y en Estados Unidos. Lo destacable aquí, no solo es el número de personas que caminaban en esta modalidad de tránsito en caravana, sino las conexiones y las intensidades que provocaban. Aquí enlazamos otro de los principios rizomáticos: la multiplicidad.
El principio de multiplicidad se constituye como un principio rizomático que va más allá de entenderlo desde la cantidad o variedad de elementos; por multiplicidad debe entenderse la forma en que se producen intensidades y los efectos que estas producen. Como lo aduce el testimonio de Douglas, los migrantes de la primera caravana en su recorrido buscaban conectar con todos aquellos elementos que les pudieran beneficiar, desde organizaciones no gubernamentales, medios de comunicación, derechos humanos, instituciones, autoridades burocráticas, etcétera. Al punto que en la caravana no era un solo migrante el que caminaba, sino una romería que armonizaba y afirmaba sus pasos con un solo objetivo: llegar a la frontera norte de México y entrar a Estados Unidos.
“Que se sienta el pie del migrante cruzar fronteras” es un fragmento rescatado de la entrevista con Douglas Oviedo, caravanero y activista. El significante político de este fragmento reafirma el principio rizomático de la multiplicidad que, más allá de reducir dicho principio al número de caravaneros (as), refiere a la forma en cómo las conexiones fueron constituyendo diferentes alcances de intensidad, que permitió recorrer todo el territorio mexicano, desde la frontera sur hasta la frontera norte. Para Deleuze y Guattari (2004):
una multiplicidad no tiene ni sujeto ni objeto, sino únicamente determinaciones, tamaños, dimensiones que no pueden aumentar sin que ella cambie de naturaleza […] En un rizoma no hay puntos o posiciones, como ocurre en una estructura, un árbol, una raíz. En un rizoma sólo hay líneas (p. 14).
En el trayecto migratorio, los migrantes irregularizados están en perpetuo movimiento. En momentos concretos se encuentran, en determinados puntos se separan. Ningún movimiento migrante conserva todo el tiempo una misma posición, dirección o una relación estática, y esto les permite fugarse permanentemente de los aparatos de captura. Si bien para los tránsitos migratorios es importante establecer conexiones, estas van variando según la posibilidad. He aquí la característica principal del principio de multiplicidad: la capacidad de generar interconexiones entre elementos heterogéneos, así como de establecer intensidades.
Cuando en un tránsito se aumentan las conexiones y se logran intensidades se produce un agenciamiento, pues convergen al mismo tiempo líneas de segmentariedad, estratificación, territorialidad, así como líneas de fuga. El agenciamiento es una forma de construir territorio que, de la misma forma, al tratarse de una migración en tránsito, se van desterritorializando: claramente la articulación de las caravanas migrantes alude a un tipo de agenciamiento. Dice Deleuze y Guattari (2004) que “los árboles tienen raíces rizomáticas y el rizoma puntos de arborescencia” (p. 40). En este sentido, los desplazamientos no se generan en el vacío, estos no existen sin la relación o la conexión con otros elementos; si bien, algunos de estos contienen o frenan los flujos, otros elementos los empujan, los ayudan, los acuerpan y los hacen fluir. En este caso, cualquier elemento puede afectar o incidir en otro, en otros o en todos los demás. La multiplicidad permite trazar diversas posibilidades de movimientos, así como las líneas de fuga. La migración irregularizada en tránsito hace bulbo, se mueve por flujos subterráneos, creando intersticios y líneas de fuga que le va permitiendo moverse de una manera más liberada frente a los dispositivos de captura.
Los migrantes no cesan en desplazarse, y cuando no logran dicha articulación, muchas veces su movilidad responde a formas tácticas, efímeras, de ocasión o de circunstancia. Michel de Certeau (2010) llama movilidades maniobreras a este tipo de caminares. Se trata de las resistencias cotidianas e infrapolíticas que despliegan los migrantes indocumentados, si bien a simple vista podemos considerarlas de pura sobrevivencia, estas prácticas tienen una potencialidad creativa pues, a decir con Certeau (2010), se tejen en una trama de antidisciplina y se reinventan diariamente con el fin de eludir o sortear los espacios de control, en este caso el control migratorio. Desde las artes de hacer que propone Michel de Certeau (2010) y con lo que James Scott (2000) llama infrapolítica, aquí enunciamos aquellas resistencias dispersas, fugitivas, silenciosas, fragmentarias, rizomáticas, cotidianas y artesanales que se construyen desde lo cotidiano y en el devenir de los tránsitos migratorios. Aquí hablamos de las acciones creadas y generadas desde la extrema vulnerabilidad de los sujetos y que tienen por objetivo no solo la sobrevivencia, sino posibilitar modos de acción que alcanzan un significado político. En este sentido, podemos observar que los migrantes durante su trayecto despliegan acciones producidas desde su extrema vulnerabilidad. En este sentido, podemos observar que los migrantes durante su trayecto tienen la capacidad de apropiarse sigilosamente de espacios que les han sido negados y reutilizarlos a su favor, por ejemplo, La Bestia9, o bien, revierten prácticas que a simple vista están imbricadas de pasividad y consumo, aunque resultan ser acciones donde los migrantes despliegan algún tipo de producción, por ejemplo, cuando ponen en juego una economía política de la caridad, llamada por ellos mismos como la práctica del charoleo10.
Ante esto, podemos decir que la migración irregularizada en tránsito va creando un tipo de rizoma. Durante el camino, los migrantes trazan sus propias rutas, establecen relaciones multidireccionales, asimétricas, así como encuentros solidarios. Se trata de trayectos que constantemente se están reconectando y reanudando en su paso.
Lo anterior, nos sitúa en los últimos principios rizomáticos: la ruptura asignificante y la cartografía. Respecto al principio rizomático de ruptura, Deleuze y Guattari (2004) dicen:
Un rizoma puede ser roto, interrumpido en cualquier parte, pero siempre recomienza según esta o aquella de sus líneas, y según otras. Todo rizoma comprende líneas de segmentaridad según las cuales está estratificado, territorializado, organizado, significado, atribuido, etc.; pero también líneas de desterritorialización según las cuales se escapa sin cesar. Hay ruptura en el rizoma cada vez que de las líneas segmentarias surge bruscamente una línea de fuga, que también forma parte del rizoma. Esas líneas remiten constantemente unas a otras […] Se produce una ruptura, se traza una línea de fuga, pero siempre existe el riesgo de que reaparezcan en ella organizaciones que reestratifican el conjunto, formaciones que devuelven el poder a un significante […] Continuar siempre el rizoma por ruptura, alargar, prolongar, alternar la línea de fuga, variarla hasta producir la línea más abstracta y más tortuosa de N dimensiones, de direcciones quebradas. Conjugar los flujos desterritorializados […] Escribir, hacer rizoma, ampliar nuestro territorio por desterritorialización, extender la línea de fuga (pp. 16-17).
En momentos indeterminados, los tránsitos migratorios se interrumpen de manera forzada. Debido al constante hostigamiento, persecución y criminalización de migrantes indocumentados por parte del aparato gubernamental; los migrantes son detenidos, deportados o encarcelados, lo que repercute de manera significativa la continuidad, el ritmo y la forma de sus tránsitos. En los tránsitos se construyen territorializaciones que les permiten afirmarse y desterritorializaciones que les permiten deslocalizarse. Todo el tiempo, ya sea en espera o en movimiento los tránsitos están activos, generan acciones, articulaciones, desarticulaciones, así como reagrupaciones.
El aparato gubernamental ha buscado capturar a migrantes y desarticular sus caravanas, pero estas fuerzas no aterrizan en un cuerpo migrante vacío, pues después de todo, pese a los bloqueos gubernamentales que impiden los tránsitos, los migrantes, aunque con muchos riesgos, siguen llegando al norte de México. El cuerpo migrante en lo singular o en lo colectivo despliega acciones para enfrentar los embates estatales. La migración irregularizada en tránsito no responde a ningún modelo estructural establecido que emerge de los acuerdos intergubernamentales, más bien se despliega sobre la experiencia en sí, ya que los migrantes imaginan, viven y construyen sus propios trayectos. En este devenir migratorio, van creando otros espacios, dibujando una especie de contramapeo11. Es momento de cerrar este apartado abordando el último principio rizomático: la cartografía. Sobre esto, dice Deleuze y Guattari (2004):
Un rizoma no responde a ningún modelo estructural o generativo [...] La lógica del árbol es una lógica del calco y de la reproducción [...] Consiste, pues, en calcar algo que se da por hecho, a partir de una estructura que sobrecodifica o de un eje que soporta. El árbol articula y jerarquiza calcos. Muy distinto es el rizoma, mapa y no calco. Hacer mapa y no calco [...] Si el mapa se opone al calco es precisamente porque está totalmente orientado hacia una experimentación que actúa sobre lo real. El mapa no reproduce un inconsciente cerrado sobre sí mismo, lo construye [...] El mapa es abierto, conectable en todas sus dimensiones, desmontable, alterable, susceptible de recibir constantemente modificaciones. Puede ser roto, alterado, adaptarse a distintos montajes, iniciado por un individuo, un grupo, una formación social [...] Una de las características más importantes del rizoma quizá sea la de tener siempre múltiples entradas [...] Contrariamente al calco, que siempre vuelve “a lo mismo”, un mapa tiene múltiples entradas [...] El calco sólo reproduce los puntos muertos, los bloqueos, los embriones del pivote o los puntos de estructuración del rizoma (pp. 17-18).
A estas alturas ha quedado claro que la idea del rizoma remite a una forma mucho más descentrada y, por lo tanto, más libre. Los migrantes que transitan de manera irregularizada por México, viven experiencias migratorias distintas. Hay migrantes que, por primera vez, deciden emprender el trayecto migratorio. También, hay migrantes “con experiencia” que, una y otra vez, han transitado por el territorio mexicano con el fin de llegar a Estados Unidos. Cada viaje constituye una experiencia. Los trayectos nos son objeto de reproducción, sino sujetos a producción. Cada migrante protagoniza su propio trayecto, movimiento e inaugura formas de lo político en devenir.
Parrini y Flores (2018) hablan de la producción de mapas orales que se producen en el tránsito, entendidos como “representaciones de viaje a partir de saberes colectivos y experiencias individuales” (p. 75), y estos mapas se ponen en marcha por los migrantes con el fin de orientarse durante el viaje, orientar a otros u orientarse entre ellos. En este caso, decimos que los mapas orales devienen de una producción subjetiva-migrante. Durante el tránsito algunos migrantes, dada su experiencia de haber migrado más de una vez o las referencias orales compartidas por otros migrantes, saben los lugares posibles donde llegar e incluso, según relatos testimoniales, tienen familiares o una persona de referencia que los esperan en el país de destino (Estados Unidos). A este tipo de producción podemos agregar otro tipo de experiencias, trayectorias, conexiones que se producen durante los tránsitos.
Cada migrante produce su mapa de viaje, a través de orientaciones orales, de conexiones con otros lugares, organizaciones u otros migrantes que se encuentran o reconocen durante el camino. Ellos construyen sus itinerarios de tránsito cotidiano, producen su autoorganización como los campamentos improvisados en la frontera norte o las caravanas, sus alianzas, sus negociaciones, sus propias formas de contestación, sean abiertas o subrepticias, y de igual forma protagonizan sus propios movimientos, cruces y devenires. El tránsito migratorio va variando según las circunstancias, contingencias y adaptaciones a medida que avanza el viaje. Durante estos tránsitos, los migrantes van produciendo contramapeos desde donde emergen itinerarios, mapas subjetivos, redes y cartografías de resistencia que se producen con el fin de desafiar la cartografía dominante materializada en los puntos de control migratorio y, de esta manera, instaurar una forma de libertad de movimiento. La producción del contramapeo migrante deviene de la producción de nuevas relaciones, itinerarios, creación de otros movimientos. Aquí subrayamos que los contramapeos producidos por los migrantes son móviles y abiertos. En tanto, los migrantes producen cartografías otras. Mapear, en este caso, es una práctica, es una resistencia y no una representación estática, un calco o una ruta prestablecida.
El contramapeo tiene que ver con lo que Deleuze y Guattari (2004) llaman espacio agujerado. Los migrantes durante sus tránsitos y movimientos agujeran la frontera y los puntos de control, utilizan las sombrías cavidades, arribando muros, franqueando fronteras. Es decir, los migrantes agujeran los puntos de control del Estado y las fronteras y, al mismo tiempo, crean libertad de movimiento, fugas o contramapeos. Si las fronteras se externalizan e interpelan al migrante en cualquier parte, los migrantes, en el mismo sentido, producen espacios agujerados, contramapeos en cualquier parte.
En tiempos de caravana, valdría la pena situar la producción de una cartografía de una multitud conectada mediante la utilización del espacio digital como espacio de convocatoria y organización. Los migrantes que han integrado las caravanas migrantes han desarrollado estrategias de organización o movilización a partir de la comunicación masiva a través de la internet, utilizando las plataformas digitales como WhatsApp donde a partir de la constitución de grupos específicos comparten, en tiempo real, la ubicación y el avance de las caravanas, se comunican algunas recomendaciones sobre el clima y el equipaje, se difunden algunas entrevistas, fotografías, videos, testimonios y experiencias vividas, además de que se comparten los puntos rojos de peligro o los puntos de mayor optimización o de encuentros para seguir transitando.
3. ¡Que se escuche el pie del migrante cruzar fronteras!
Migrar sin la documentación legal requerida, en sí mismo, es un acto político. Siguiendo a Krosravi (2021), pensamos que cruzar las fronteras sin autorización, franquear abierta o subrepticiamente el régimen fronterizo, transitar y enfrentar un orden establecido son actos políticos, pues evidencia la politización de un cuerpo precarizado en movimiento, un acto de rebeldía, subjetividades en permanente constitución y el despliegue de resistencias que, subrepticia o abiertamente, transgreden un orden establecido, en este caso, el régimen de control y de fronteras.
Rancière (2004) dice que lo político se sitúa siempre en algún borde. Recurriendo a su lectura podemos decir que migrar en y desde la irregularidad ha inaugurado una nueva visibilidad a partir de un daño. Este daño lo podemos enmarcar desde la asignación estructural y posteriormente, cuando un migrante es expulsado de cualquier parte, este sujeto, al ser interpelado desde esta condición, con su migración busca formas de revertir esta determinación. A partir de la migración masiva en modalidad caravana, los migrantes buscan situarse en una nueva plataforma de enunciación que pone en cuestión el orden establecido y, a partir de aquí, iniciar un proceso de constitución de subjetividad política que des-identifica y des-clasifica lo hasta ahora determinado estructuralmente. Las caravanas migrantes son ejemplo de una articulación colectiva que los une: el descontento, al que refiere Rancière (1996), y su irrupción a la frontera es el tipo de subjetivación política donde se constituye un sujeto político que es operador de un dispositivo de subjetivación del litigio.
Estos modos de subjetivación política se instauran como líneas de fuga que, desde un lugar de excedencia, se identifican como una identidad imposible ahora politizada y, al mismo tiempo, se des-identifican de una identidad estructuralmente asignada: ser migrante irregularizado-expulsado-deportado-ilegalizado, como lo dice el testimonio colectivo de la caravana 2020:
Muy bien dicho “su gobierno”, porque el nuestro no lo es. ¿Sabe quién es nuestro gobierno? Nuestro gobierno es el pueblo, la gente, los niños, el enfermo, la madre soltera, el hombre que no deja de pensar qué llevará a su casa para que coman sus hijos, el desempleado. Ese es nuestro gobierno, porque ahora somos una caravana [...] Así que disculpe, pero si no nos dejan pasar, entraremos de otra manera [...] ¡Apártense porque vamos a cruzar! (Testimonio extraído del libro Caravaneros, Oviedo, 2020).
El proceso de subjetivación política de los caravaneros ha iniciado con la desidentificación de un gobierno instituido desde un orden policial de fronteras que los fijaba como una existencia sin nombre, sin logos. Ahora, ellos se identifican con nombre propio: los caravaneros que han fundado su propio autogobierno que es el que mueve y dirige su propio caminar insurrecto. Entre ellos se reconocieron desde una misma condición compartida —abyecta, no reconocida, invisibilizada—. Desconocidos y negados por los marcos de reconocimiento y, al mismo tiempo, reconociéndose entre ellos mismos. Desde este autorreconocimiento, los migrantes desbordan las fronteras vociferando: “¡Todos somos migrantes! ¡Migrar no es un delito! ¡Que se sienta el pie del migrante cruzar fronteras!”. Como lo alude el siguiente testimonio:
Nuestros pasos eran pasos de esperanza, pasos de fe. Mientras migrábamos queríamos que se sintiera el paso del migrante por todo México, que supieran que la caravana iba a llegar a la frontera, que por primera éramos contados, nos contaron, éramos miles y pasando se iban sumando (Douglas, migrante y activista, entrevista a profundidad, Tijuana, México, 04 de diciembre de 2020).
Todos los que conforman las caravanas se acuerpan en y desde una misma condición: ser migrantes, ser precarios, transitar sin documentación legal requerida. Rancière (2004) nos hace pensar en esta comunidad de excluidos como un lugar donde se organiza la subjetivación política, y el autor va a pensar esta última como formas de construir comunidad política en y desde la exclusión y, en este caso, desde una vulnerabilidad extrema. En todo caso, los colectivos migrantes responden a lo que Rancière (2006) conceptualiza como la lucha de los sin-parte, pues con esta lucha migrante buscan reivindicar el derecho a una vida digna, pedir el reconocimiento de su trabajo, el derecho a migrar, etcétera. Se trata de la formación de un sujeto político que abre campo a la política desde donde deviene un nuevo esquema de comunidad que lucha por ser tomados en cuenta, por formar parte.
Las caravanas migrantes nos han mostrado una forma creativa e inventiva de mover la vulnerabilidad y, al mismo tiempo, buscar su propio reconocimiento: ser sujetos con capacidad política de reclamar el derecho al libre tránsito o reclamar su derecho de protección internacional y afirmándose como vidas que importan con posibilidad de buscar una vida vivible. En todo caso, como subraya Deleuze (1995), “si nos hemos interesado tanto por los nómadas es porque son un devenir y no forman parte de la historia: excluidos de ella, se metamorfosean para reaparecer de otro modo, bajo formas inesperadas, en las líneas de fuga del campo social” (p. 131). Y es que si la historia los desecha, una y otra vez, es claro que no puede borrar por completo sus huellas, sus luchas, sus resistencias y su capacidad de trazar sus propias (re) existencias.
Los movimientos migrantes se encuentran revirtiendo y resistiendo a los puntos de captura totalizante y codificante. En tanto, aquí subrayamos que la subjetividad migrante al cruzar/franquear fronteras se constituye como una existencia itinerante, activa o productiva y, desde esta condición, está más allá de ellas. En su tránsito, los migrantes van activando un repertorio político de tácticas y resistencias que les permite enfrentar un régimen de control migratorio. Al estar en constante movimiento, son sujetos itinerantes, pues sus vidas están en un constante volver a empezar y sus interacciones se vuelven fugaces. Frente a esta situación móvil y cambiante se posibilitan flujos, conexiones e interacciones móviles, acciones más libres y trazos indefinidos.
Durante los tránsitos, los migrantes han creado, de manera insospechada e impensable, conexiones, encuentros, espacios y prácticas que, en otra condición, difícilmente pudieron haberse hecho posibles; por ejemplo, la creación de espacios como albergues construidos por los mismos migrantes, la constitución de un tipo de subjetividad que ha fluctuado entre ser un migrante a un activista o todas aquellas prácticas o experiencias que han tensionado el orden de control establecido. El migrante en esta condición de transitoriedad siempre busca un lugar con mayor posibilidad vital. Emprende un viaje ligero, carga con lo indispensable, siempre desbordando incluso su capacidad de previsión.
El significado de resistir/devenir creativamente es inventar movimientos, líneas de fuga, posibilidades de lo abierto, procesos de desubjetivación, devenires. Los migrantes durante sus tránsitos tienen la capacidad no solo de enfrentar y subvertir, vía resistencias, un orden establecido, sino con sus múltiples acciones tienen la capacidad de desplegar acciones donde se afectan a sí mismos. Este nivel de afectación se abre como posibilidad para crear espacios de vitalidad para migrantes en transitoriedad. Entonces, estos procesos de subjetivación, en tanto resistencias, se constituyen como líneas de fuga.
Deleuze (2015) habla del significado de franquear la línea, es decir, de lo que se encuentra más allá o lo exterior al poder, recuperando así la categoría de pliegue para subrayar que este es un modo de subjetivación. En este proceso, el sujeto migrante se reconoce como tal y desde esta condición, mediante prácticas de autorreconocimiento o autoafirmación, despliega prácticas para representarse a sí mismo, hablar sobre sí y presentarse ante los otros. Pero la subjetivación “no solo es un saber sobre sí, es un actuar sobre sí para constituirse como sujetos de su propia existencia” (Anzaldúa, 2020, p. 144). En este proceso el sujeto se reconoce sobre sí mismo y construye su experiencia “como una mirada de verdad sobre sí, sobre lo que le acontece y lo transforma” (p. 151).
Retomando estas ideas y recuperando algunas experiencias migrantes recopiladas en el trabajo de campo, situamos una experiencia de subjetivación migrante que se despliega en lo colectivo: la constitución de una subjetividad migrante-activista. El migrante que se constituye como activista en el devenir de su tránsito se enmarca en un tipo de subjetividad agente, pues su apuesta está encaminada a interactuar y desplegar acción política con otros migrantes que comparten intereses por la lucha para la reivindicación de sus derechos, como el libre tránsito o el debido proceso de sus trámites migratorios y, al mismo tiempo, a través de estas interacciones, comienzan a reconfigurar otros modos de habitar sus tránsitos y de construir espacios propios. A continuación, situamos el testimonio de Douglas, que se reconoce, además de migrante, como un activista.
La lucha ha sido muy grande, muy tremenda desde que estábamos en la frontera, allá entre Chiapas y Guatemala. A Tijuana llegamos con la caravana en el mes de noviembre de 2018. Todo ese proceso se convirtió en una pelea de culturas, una pelea de territorios porque no te quieren dejar pasar por que eres migrante, porque eres moreno, porque eres centroamericano, porque entras a México sin documentos. Cuando comenzaron las caravanas migrantes yo tenía un propósito, no solo transitar por transitar, yo ya había enido a Estados Unidos una vez, ya había hecho una migración. Ahora quería dejar huella, convertirme en un líder. Yo soy un migrante, pero también soy un activista. Ser activista no solo es de palabra, es de acción, es de hacer cosas no para ti, sino para los que comparten tu misma situación. Cuando eres activista superas tus deseos y proyecciones individuales. Es estar en constante actividad. Todo el tiempo tocando puertas, no eres indiferente, te mueve el dolor de los demás, luchas por tus derechos que no solo son tuyos, sino que son de todos los que estamos en la misma situación, es cierto, migramos sin papeles, pero migrar no es un delito, pero te tratan como si fueras un delincuente. Migrar me cambió la vida, me convertí en un líder de la caravana, en un activista (Douglas, entrevista a profundidad, Tijuana, México, 04 de diciembre de 2020).
En este sentido, podemos decir que el activismo es un proceso de afirmación subjetiva. En este caso, con el testimonio se puede evidenciar una transición de subjetividad, de ser un migrante que se desplaza como cuerpo desnudo en extrema vulnerabilidad, a ser un migrante activista, defensor de derechos humanos, adscrito a las luchas migrantes, incluso después de haber cruzado la frontera e instalarse en Estados Unidos. Es claro que este tipo de acción trasciende la dimensión disruptiva, insurreccional y contestataria, al punto que van emergiendo procesos de subjetivación política migrante que aquí los entenderemos como otra dimensión de la resistencia. Desde este lugar, emergen subjetividades políticas que, además de enfrentar un orden fronterizo establecido, construyen espacios por fuera de la estatalidad, configurando un tipo de subjetividad politizada que se constituye desde su propia vulnerabilización.
4. Consideraciones finales
A lo largo del escrito se ha pretendido analizar los movimientos que van trazando los migrantes indocumentados en tránsito, en tanto flujos que desterritorializan o descodifican los espacios estriados estatales, los bordes y las fronteras. Utilizando la categoría rizoma como figuración metodológica, proveniente del pensamiento de Gilles Deleuze y Félix Guattari (2004), se sitúan los brotes de resistencia como mapas vivos desde donde se trazan otros caminos y caminares migrantes. La migración irregularizada se despliega como un flujo rizomático donde el migrante que transita, aunque en vulnerabilidad extrema, va creando puntos de conexión, multiplicidad conectiva, cambiante y asignificante que le permite producir espacios por fuera de la estatalidad, así como procesos subjetivantes y politizantes.
Situados en el análisis de Deleuze y Guattari, se piensa en dos tipos de pensamiento: el arborescente y el rizomático. Para el caso concreto de este escrito, el pensamiento arborescente nos situaría en esa forma “única”, “legítima”, “ordenada” y “segura” que un Estado nación impone para cruzar sus fronteras. Se trata de un discurso que emana de los órdenes dominantes establecidos con el fin de controlar, regular o vigilar el ingreso y los movimientos de las personas; este pensamiento representa a las fronteras como muros inquebrantables e incuestionables. Por otro lado, la idea del rizoma se concreta en la forma en cómo los tránsitos irregularizados transgreden ese “orden”: en tal caso, atravesar fronteras en esa condición es un modo de ejercer resistencia al desbordar las fronteras y una política gubernamental impositiva de un modelo único de migración “legal”-dominante. De esta forma, migrar de manera irregularizada se presenta como alternativa, aunque muy riesgosa, para moverse en territorios prohibidos.
El rizoma lo entendemos como una figuración que remite a una potencia vital. Se ha propuesto leer la migración indocumentada en tránsito desde una perspectiva porque creemos que en este tipo de movilidad encontramos los cinco principios rizomáticos: conexión, heterogeneidad, multiplicidad, ruptura asignificante y cartografía. Por la potencialidad de cada principio podemos decir que nos remite a un lugar donde emergen resistencias creativas, continuas, cambiantes, de invención, impredecibles, perceptibles y cuyo contenido político es indeterminado. Además de que emergen subjetividades políticas que, además de enfrentar un orden fronterizo establecido, construyen espacios por fuera de la estatalidad y se configuran como un tipo de subjetividad politizada: ser un activista migrante.
En esta lógica, hemos situado resistencias que se fundan como modos de creación subjetivo, colectivo, así como nuevas formas de (re) existencia que brotan al límite del régimen policial de fronteras. En esta lógica hemos situado algunas experiencias singulares y politizadas como: 1) La invención de una política del encuentro materializada en la caravana migrante que se edificó incluso desde una vulnerabilidad extrema y en transitoriedad; 2) Procesos constitutivos de subjetividad que han pivotado en un proceso entre “ser un migrante que transita en extrema vulnerabilidad” a “constituirse como un sujeto político, ahora caravanaro”; 3) Constituir nuevas territorialidades en tránsito.
Los movimientos migrantes liberan la vida desplegando creación. Durante sus desplazamientos, los migrantes irrumpen fronteras y despliegan tácticas de vida, resistencias, hacen rizoma y tensionan una política fronteriza fincada en el régimen policial de fronteras que despolitiza sistemáticamente, al mismo tiempo, desde una condición de vulnerabilidad extrema, edifican procesos de subjetivación política. Después de todo, la migración irregularizada en tránsito por México va creando rizoma y no raíz.