Entre el conocimiento técnico y la visión estratégica, el libro de Luis González Reyes y Adrián Almazán nos sitúa ante la actualidad de los hechos y ante la virtualidad de las alternativas. Un estudio actualizado y atrevido en muchas de sus propuestas cardinales. Una descripción tanto del estado de la crisis planetaria como de los principales sectores del metabolismo económico español. Un libro que se puede leer en la intersección de obras como El metabolismo de la economía española: recursos naturales y huella ecológica (1955-2000), de Óscar Carpintero, los dos volúmenes de La espiral de la energía (2014), de González Reyes y Fernández Durán, y el compendio de trabajos coordinado por Adrián Almazán e Iñaki Bárcena, Nuevos comunalismos (2022). Su apuesta es cristalina: el decrecimiento democrático y justo impulsado por los movimientos sociales para la construcción de comunalismos en defensa de la vida frente y desde el colapso del capitalismo industrial. Y esta es una de las claves del libro: la tesis de que el capitalismo industrial ya está colapsando, aunque este colapso no se parezca tanto a un infarto al corazón como a una enfermedad degenerativa del metabolismo capitalista (2023, pp. 37-41).
¿Qué entienden los autores por colapso del orden social? En sus palabras:
Un desmoronamiento del orden político, económico y cultural que da paso a una situación abierta en la que surgen múltiples órdenes nuevos". Y añaden: "el colapso del capitalismo global no tiene que implicar el fin del Estado, pero sí una transformación profunda de este para adaptarse a nuevos órdenes. (2023, p. 38)
Lo antedicho explicaría el subtítulo del libro: propuestas para el Estado español. Entre las múltiples cristalizaciones que pueden emerger de entre las grietas del capitalismo industrial, defienden que el orden llamado "decrecimiento democrático" no es solo el más feliz, sino también el menos violento, el más justo y viable de los escenarios ecosociales a los que podemos aspirar. Este es el núcleo del libro. La tesis para la cual todas las demás páginas son justificaciones. Y continúa con una advertencia: "La tecnología no permitirá esquivar el colapso" (2023, p. 43).
La metáfora es confusa: si ya estamos colapsando, más que esquivar, lo que no podría la tecnología sería revertir o escapar a su propia inercia degenerativa sin modificarse sustancialmente. La idea central es que la tecnología subsumida por el capital no puede modificar su tendencia ecocida, algo que cristaliza en un argumento muy claro en contra del capitalismo verde y del prometeísmo tecnooptimista: "ni la ciencia ni la tecnología van a ser capaces de resolver los problemas ecológicos y sociales porque son políticos, no tecnológicos" (2023, p. 48). El argumento se extiende al ámbito de las energías renovables, las cuales, en tanto que "renovables hipertecnológicas", son calificadas como "una extensión de los fósiles" (2023, p. 72) y, como tales, no pueden constituir a juicio de los autores el arca tecnológica que nos salve del diluvio.
Este rechazo frontal a la oferta tecnológica del capitalismo verde se sustenta en la petrodependencia de la producción de sus infraestructuras, en la colonialidad genética de sus materias primas, en su escaso tiempo de vida, el control jerárquico de estas tecnologías, su orientación mercantil-especulativa y, en el caso del Estado español, el comprenderse dentro de un sector fuertemente controlado por el oligopolio energético, que controla el 90 % del mercado eléctrico a través de cinco compañías: Endesa, Iberdrola, Naturgy, EDP España y Viesgo. Con todo, la lectura atenta de la obra (2023, pp. 79-81) sugiere, más bien, un modelo híbrido en que las renovables hipertecnológicas aparecen como apoyos secundarios en espacios localmente sustentados por lo que llaman, como veremos más adelante, energías realmente renovables.
En efecto, el libro de González Reyes y Adrián Almazán no significa una declaración de guerra a todo lo que sean energías renovables. Una lectura semejante contradice directamente su voluntad propositiva, no dogmática y abierta. Su objetivo es iluminar la senda que no lo apuesta todo a su implementación masiva sin cuestionar ni modificar la forma en que producimos y consumimos mercancías. Según las palabras subrayadas por Yayo Herrero en el prólogo, el libro no revela "certezas absolutas, sino más bien ideas para un debate colectivo que nunca debe concluir" (2023, p. 13). Y precisamente para alimentar ese debate colectivo, el libro ofrece dos secciones que considero indudablemente oportunas y valiosas para el público interesado en la apuesta por el decrecimiento: un compendio en siete páginas de "Ideas fuerza del decrecimiento" (2023, pp. 57-62) y una extensa respuesta a la pregunta ¿Cómo sería una economía productiva decrecentista en el Estado español? (2023, pp. 65-184).
Entre las ideas fuerza del decrecimiento, encontramos ideas clásicas del pensamiento decrecentista contemporáneo: la reducción del consumo material y energético para el ajuste entre los metabolismos sociales y el metabolismo planetario, la relocalización y la diversificación de la economía, la reintegración de las esferas de la producción y la reproducción, la redistribución de la riqueza y el aumento de la autonomía económica de las personas. La segunda sección del libro, por su parte, se divide en tantos capítulos como sectores económicos necesitados de un decrecimiento urgente: 1. Energía; 2. Economía circular -residuos; 3. Silvicultura, resiliencia climática y restauración ecológica; 4. Agricultura, pesca y ganadería; 5. Minería; 6. Transporte; 7. Industria; 8. Rehabilitación de edificios-construcción; 9. Turismo; 10. Finanzas. Para cada sector diferenciado, un análisis actualizado y un abanico de medidas concretas. A modo de muestra, y por su capacidad representativa, merece la pena destacar las siguientes:
Energía: desarrollo acelerado de energías renovables realmente renovables (R3E) que, a diferencia de las renovables hipertecnológicas, dependen de materiales renovables, por lo que son inmunes a sus costes geopolíticos y libres de sus impactos extractivos. A estas renovables se le suma la defensa del aprovechamiento de la energía somática humana y animal bajo formas de trabajo comunitario no alienado (2023, p. 75), y formas de vida "dignas, pero austeras" (2023, p. 78).
Economía circular - residuos: cerrar las fracturas metabólicas del capital mediante la selección de materiales biodegradables lentamente producidos, para que no excedan la capacidad de reciclaje de los ecosistemas. Esta economía en espiral (pues la circularidad es termodinámicamente imposible) se opone a la fabricación de productos tóxicos y bioacumulativos (2023, p. 91) y al diseño industrial que no facilita la separación de los componentes minerales una vez finaliza la vida útil de un producto, lo cual imposibilita tasas de recuperación material sostenibles.
Agricultura, pesca y ganadería. Frente a la petrodependencia general de nuestro sistema alimentario y al avance de modelos intensivos e inadecuados al territorio (e.g. el abandono de cultivos de secano por el cultivo intensivo de frutas y hortalizas), los autores apuestan por la agroecología -la aplicación de los procesos ecológicos a los sistemas de producción agrícola que facilitan la regeneración del suelo, la retención del agua o la regeneración de la defensa de la biodiversidad (2023, p. 111)- y el retorno al uso de la energía somática humana y animal para acabar con el desempleo y con el trabajo alienado o desvinculado de las necesidades comunitarias.
Este sector es el decisivo de la propuesta, y las páginas dedicadas a este (2023, pp. 103-118) nos dan la clave del modelo de metabolismo campesino que defienden los autores frente al metabolismo del capitalismo fósil:
Las transformaciones en este sector son quizá el corazón de una sociedad decrecentista. Y es que esta, al verse obligada por diferentes motivos a desarticular y reducir contundentemente su dependencia fósil, tendrá que sostenerse en un metabolismo campesino que requeriría precisamente este tiempo de transformación en el territorio y su aprovechamiento. (2023, p. 113)
Ahora bien, "estas transformaciones no deben entenderse únicamente como una suerte de recuperación del pasado. La construcción de este metabolismo campesino (... ) se beneficiaría enormemente de una investigación que se centrara (... ) en el desarrollo de agricultura, ganadería, pesca y silvicultura agroecológicas" (2023, p. 114). Todo ello (y es importante subrayar que esta propuesta se comprende en el horizonte de la emergencia climática) aumentaría la capacidad de absorción de CO2 al tiempo que aumentaría la resiliencia de los cultivos frente a los fenómenos meteorológicos extremos y a la descomposición de la vida comunitaria. En la medida en que este modelo de sociedad choca directamente contra los intereses de la Política Agraria Común de la UE, "en el centro del proceso debe situarse la expropiación colectiva de la tierra y la autogestión de la producción" (2023, pp. 113-114).
La inclusión de la necesidad de expropiar tierras para la producción de alimento (2023, p. 114) y de convertir gran parte de la flota de vehículos motorizados en vehículos comunitarios (2023, p. 132) entre las medidas propuestas para el Estado español obligan al lector a preguntarse si ha leído bien el subtítulo del libro. ¿No sería más adecuado (dada la relación del Estado con la defensa de la propiedad privada) presentar estas medidas como medidas contra el Estado español? ¿O existe en el libro la esperanza de que el Estado lleve a cabo estas medidas por su propio beneficio? Las dudas comienzan a despejarse en el tránsito de la segunda a la tercera sección: III. De aquí hasta allá. Estrategias para una transición decrecentista desde los movimientos sociales, en la definición del Estado como "fosilización de sociedades jerárquicas" (2023, p. 260) y, más concretamente, en el apartado titulado El estado no es tan poderoso, donde los autores defienden una dirección estratégica confrontativa noviolenta con el Estado para la producción de comunes, marcando una clara diferencia respecto de las posturas que defienden la necesidad de disputar el Estado para la construcción de hegemonías (2023, pp. 260-266). En este sentido, cabe considerar que un subtítulo más adecuado hubiese sido Propuestas entre las grietas del Estado español, habida cuenta que su hipótesis estratégica (2023, pp. 223-225) comprende que dichas grietas no pueden hacer más que agrandarse bajo la presión de la enfermedad degenerativa a la que los autores se refieren como el colapso del capitalismo industrial.
Y entre esas grietas, ¿qué es lo que se aspira a construir? Respuesta: comunalismos. Comunalismos en condiciones de garantizar la soberanía energética y alimentaria de las personas; comunalismos dispuestos a obstruir y cortocircuitar el capital dificultando o bloqueando sus medios de reproducción (2023, p .238); comunalismos que construyan "marcos culturales y satisfactores de necesidades ecosociales" para evitar que el fascismo se nutra de la desesperación ante las necesidades insatisfechas (2023, p. 242); comunalismos, ante todo, que si bien están muy lejos de poder "responder a las necesidades de las mayorías sociales ahora mismo", por ejemplo, en relación a la sanidad, podrían ser un medio para construir "sistemas sanitarios bajo control común" (2023, p. 272). Pero es precisamente el reconocimiento de este problema el que alumbra una dificultad reseñable en la propuesta de González Reyes y Adrián Almazán. Nos referimos al problema de la escala de los medios necesarios para la satisfacción de las necesidades ecosociales.
En efecto, si, como señalan los autores, a) la contención del fascismo exige la satisfacción de necesidades ecosociales; pero, b) los comunalismos solo podrán construir un sistema sanitario (o desprenderse del sistema energético actual) en el largo plazo; o bien c) el proyecto emancipatorio es dependiente de los órganos estatales que permiten la satisfacción de necesidades; o bien d) el proyecto emancipatorio deberá prescindir durante un tiempo indeterminado de las instituciones públicas ligadas al Estado. Si C, la estrategia no puede ser tan confrontativa con el Estado, pues debe cuidar las instituciones públicas y disputarlas. Si D, la capacidad del proyecto emancipatorio para frenar el auge del fascismo es muy limitada, y más teniendo en cuenta que la respuesta inmunológica fascista se activa con mayor virulencia cuando la propiedad privada está siendo activada, tal y como refleja el auge del fenómeno Desocupa ante el aumento de la alarma mediática en torno al "okupa" definido como enemigo social.
Se trata de un problema parcialmente considerado por los propios autores: en las últimas páginas del libro, se alude a la construcción de comunalismos que saquen del mercado cada vez más actividades y permitan "desalarizar" progresivamente a la población", unir producción y reproducción en una misma entidad e integrar: "los cuidados infantiles dentro del funcionamiento habitual de las cooperativas" (2023, p. 274). Todo ello podría comenzar, afirman, desde proyectos con un foco asistencialista como comedores sociales que muestran las limitaciones del Estado y del mercado para satisfacer necesidades y, en contraposición, visibilicen la importancia de la articulación social cooperativa (2023, p. 275). En paralelo, argumentan los autores, habría que: "Controlar y desmontar los cuerpos armados desde fuera", porque la toma del Estado no garantiza el control del ejército y su uso coercitivo (en el caso de que el ejército pudiera ser controlado) atentaría directamente contra el deseo de transformación que el decrecimiento quiere estimular (2023, p. 267). Por tales razones, los autores subrayan la necesidad de concebir al Ejército como parte de la sociedad civil con la esperanza (en este apartado los autores no ofrecen mayores garantías, y quizás no las haya) de que el brazo militar se adhiera voluntariamente a la voluntad de la población. Pero esto no refuta, sino que verifica el problema señalado: en el tránsito del metabolismo capitalista al archipiélago de metabolismos campesinos comunales, la transición dependerá de su relación con aquellas funciones público-estatales o privadas que la propia dinámica emancipatoria no esté en condiciones de sustituir (como el sistema sanitario) ni neutralizar (como el Ejército).
Ahondemos en este punto recapitulando lo dicho hasta aquí. En el contexto del polirrítimico colapso del capitalismo industrial, de crisis climática, de biodiversidad y humanitaria, Decrecimiento: del qué al cómo propone la construcción de un archipiélago co-munalista que podría actuar como una red económico-solidaria capaz de dar respuesta asistencial y vivencial para quienes, por voluntad o deseo, acepten vivir de otra manera en los márgenes internos del metabolismo capitalista. Como ejemplos o referentes, los autores argumentan que el cooperativismo en el territorio ya cuenta con numerosas experiencias: las mismas que son señaladas como ejemplos prometedores en la sección dos del libro: en energía, Som energía, Goiner, La Corriente o Energética (2023, p. 79); en reutilización, la experiencia de Traperos de Emaús en Pamplona (2023, p. 94); en restauración ecológica, las iniciativas impulsadas por la administración en Devesa del Saler y en la Albufera de Valencia (2023, p. 102); en alimentación, la Red de Supermercados Cooperativos (2023, p. 118) y los grupos de consumo surgidos en torno a la cooperativa Garúa, de la que ambos autores forman parte. El horizonte de esta propuesta política es que el cooperativismo barra del mapa la competencia capitalista mientras pone los recursos necesarios para la subsistencia al servicio del bien común.
Toda propuesta de transición justa se enfrentará a grandes obstáculos, pero para esta, en concreto, cabe ahondar en los tres siguientes:
En primer lugar, como anticipé, si la capacidad de satisfacción de necesidades ecosociales en las sociedades complejas e hipertecnológicas actuales depende, en gran medida, del buen funcionamiento de las instituciones público-privadas (aquellas que están jurídica y físicamente defendidas por los cuerpos de seguridad del Estado y por la sociedad que depende de estas), entonces, la lenta construcción de los comunalismos necesitará del apoyo externo de aquellas instituciones públicas o privadas que satisfagan las necesidades ecosociales que los comunalismos todavía no estén en condiciones de satisfacer. Precisamente, porque la máxima decrecentista de vivir mejor con menos se vuelve equívoca cuando esa reducción implica la pérdida de servicios elementales. Y si el argumento es que dichos servicios seguirían siendo prestados por instituciones público-privadas mientras crecen los comunalismos y degenera el capitalismo industrial, entonces se echa en falta una dialéctica más definida entre los comunalismos y el poder de las instituciones estatales.
En segundo lugar, y relacionado con lo anterior, mientras que la pinza público-privada y asistencial del Estado siga fijando población salarizada (y personas dependientes de esos salarios) a los circuitos de la revalorización del capital, la capacidad de absorción de estos comunalismos dependería exclusivamente de la voluntad de las personas de vivir de otra manera, lo cual exigiría una profunda transformación de la estructura del deseo mediada por la sociedad de consumo. O también: mientras el Estado siga conservando el monopolio de la violencia legítima, el avance de las expropiaciones necesarias para la expansión de los comunalismos, o bien se da bajo el marco jurídico de la propiedad capitalista (lo cual no es emancipatorio en los términos que describe el libro), o bien choca con el sistema inmunológico del capital (lo cual es una calle cortada). En este sentido, cabría decir que el libro está condicionado por una fobia al Estado y una indiferencia estratégica a las instituciones que resulta dudosamente compatible con la lenta maduración de los comunalismos. La apuesta de "ir más allá de las lógicas presentistas o electoralistas" (2023, p. 223) no resuelve la necesidad de evitar que el poder institucional caiga en partidos políticos que se fortalecerían utilizando a la Policía frente a cualquier intento de expropiación colectivista. Recordemos, por ejemplo, la importancia que tuvo para la construcción de liderazgo de Franco la represión de la Revolución de Asturias en 1934 durante el Gobierno de Lerroux en la Segunda República.
En tercer lugar, que las propuestas para el metabolismo económico español elaboradas por Reyes y Almazán no se apoyen en los resultados de las Asambleas Ciudadanas por el Clima, ni hagan mención a este tipo de instrumentos como herramientas decisivas en la dialéctica de los comunalismos con las instituciones, constituye otro silencio sintomático de esta misma limitación. Pues cabe considerar que los instrumentos de participación ciudadana pueden ser poderosos aliados en la tarea de facilitar la expansión y la comprensión de los postulados científicos que avalan la propuesta decrecentista, mientras que un movimiento exclusivamente basado en los movimientos sociales difícilmente podrá contrarrestar la fuerza coercitiva y mediática del capitalismo corporativo. Y el hecho de que un partido político como Podemos (dejando de lado otros muchos factores) fuese neutralizado por la alianza entre los poderes fácticos, mediáticos, judiciales y policiales, significa que la batalla se perdió, no que fuese la batalla inadecuada.
Sintetizando las tres dificultades, el problema no es la propuesta, sino su soledad estratégica. Resulta muy difícil de imaginar el avance de comunalismos que no tengan poderosos aliados dentro de las instituciones y los medios de comunicación, para lo cual es imprescindible que existan partidos políticos sensibles a las múltiples dimensiones de la crisis ecológica que le disputen el poder institucional a los partidos negacionistas o retardistas que defienden los intereses del capital.
En suma, Decrecimiento: del qué al cómo, de Luis González Reyes y Adrián Almazán, es un libro iluminador para comprender una de las patas más importantes de la que debe llegar a ser la araña del decrecimiento. A saber, aquella que apela directamente a la capacidad organizativa desde abajo. Sin embargo, como pata que debe ser articulada en un movimiento mayor, el libro podría enriquecerse con un análisis más detallado sobre el avance del proyecto comunalista con relación a un potencial y justificable deterioro del poder del Estado capitalista, más allá de la voluntad de aprovechar todas las oportunidades que salgan a nuestro encuentro. Sin esta facilidad, el rol que está llamado a desempeñar la Policía, el Ejército, la administración, la comunidad científica, el funcionariado, los partidos políticos o el grueso de las instituciones públicas en el lento colapso del capitalismo industrial queda, salvo excepciones, en el aire, pero esto es algo que la teoría del decrecimiento necesita aterrizar. En todo caso, y en la medida en que el libro de Luis González Reyes y Adrián Almazán defiende la necesidad de un debate que nunca debe concluir, esta reseña no puede sino valorar muy positivamente la aparición de este trabajo en un contexto en el que la construcción de estrategias basadas en imaginarios alternativos es más necesaria que nunca. Porque nunca ha sido más necesario que ahora visualizar nuevas formas de vida desligadas del metabolismo capitalista, este libro constituye un paso adelante en esa dirección mucho más relevante que la suma de sus carencias.