1. Introducción
"Yo di un salto de Inglaterra a España y conmigo saltó también mi honor".
Robert Hodgson
Este artículo trata sobre las noticias reservadas que llegaron sobre el inglés Robert Hodgson desde la bahía de Bluefields, territorio disputado por Inglaterra, España y los indios Miskitos a finales del siglo XVIII. Acercándonos a las cartas reservadas que dejaron espías y el mismo Hodgson, se pretende entender las tensiones geopolíticas de la monarquía española y la inglesa a partir de los itinerarios de vida de un mediador cultural (O'Phelan y Salazar-Soler, 2005) o sujeto liminal, como han sido identificados por Diana Roselly Pérez en su estudio sobre las relaciones fronterizas entre franceses, portugueses y tupinambás en Brasil (Pérez Gerardo, 2021, pp. 211-240). En ambos casos, los intercambios, las alianzas matrimoniales, políticas o simbólicas le otorgan una experiencia única a las personas que se mueven por un territorio común que es escenario de disputas imperiales.
Hay una reducción de escala que busca comprender las conexiones entre el individuo y la sociedad, teniendo en cuenta las opiniones generadas desde los ámbitos institucionales y literarios hasta los testimonios particulares que quedaron de conversaciones, cartas e informes de virreyes, gobernadores, marineros y los espías que trataron de dar cuenta de las ideas y la vida cotidiana de hombres de reciente fidelidad al monarca español (Ruiz Ibáñez, 2022). A pesar de que Robert Hodgson insistió en sus cartas en que quería vengarse de su antigua nación, de que era el "más fiel servidor" de la Corona española y que el salto que había dado entre Inglaterra y España era ante todo para salvar su honor, la duda no dejó de asaltar a gobernadores y virreyes que recibían constantemente sus noticias. No se trataba de una situación particular, la construcción del mérito y los servicios al rey pasaban por un intrincado mundo de obtención de información en el que prevalecía la duda sobre las certezas. En las ciudades, los forasteros pasaban años contribuyendo al vecindario y buscando ocupar un lugar destacado en festividades y en cargos honorables para alcanzar la vecindad (Herzog, 2006). Con mayor prevención, los testimonios sobre los indios aliados estaban cargados de ambivalencias y de una constante zozobra entre la fidelidad y la traición. Sin embargo, a pesar del temor y la desconfianza hacia los nuevos vasallos del rey, prevalecía el valor de la información y la experiencia que estos aportaban al Gobierno y a la expansión de la monarquía hispánica en el ámbito global (Ruiz Ibáñez, 2022).
La historiografía se ha ocupado del coronel Robert Hodgson como un mediador cultural que ayudó en la colonización del territorio centroamericano. Los expedientes producidos por la familia Hodgson y de los contemporáneos que se ocuparon de seguir sus itinerarios de vida han permitido analizar con profundidad los procesos de colonización y de comercio, especialmente de contrabando (Polanco y Sánchez, 1991, pp. 171-184). Uno de los episodios fundamentales para la historiografía americana han sido las guerras, alianzas entre españoles, ingleses e indios mosquitos durante los siglos XVII y XVIII (García, 1999, pp. 95-121). De este ámbito mencionado de negociaciones el contrabando es el que más ha llamado la atención, mostrando una pluralidad social de vidas renegadas y de prácticas lícitas e ilícitas propias de un espacio de frontera (Gómez, 2018, p. 215). A pesar de que se trata de itinerarios de vidas "marginales", al filo de la traición y del distanciamiento de la cultura legal, muestran una gran capacidad de movilidad social y espacial, al tiempo que una cultura política alejada de la idea de un dominio directo entre el rey y sus vasallos (Ruiz Ibáñez, 1995).
Aunque los casos de estudio en estos territorios conterritorializadas difusas hacían más evidentes los conflictos, el afán por la supervivencia y la adaptación a las circunstancias de la vida hacía emerger en las ciudades un crisol de situaciones de conspiración, de rumores y de miedos que desvelaban prácticas políticas ilícitas y extremas. En los aspectos ambivalentes e itinerantes de la vida de Robert Hodgson, mediador cultural y contrabandista entre las colonias españolas e inglesas, puede intuirse un cierto desapego por la pertenencia a un grupo u otro, a pesar de que en sus cartas todo el tiempo abogara por ser escuchado en las altas cortes. Al igual que otras personas, siempre procuró defender sus intereses más inmediatos y su natural, es decir, su lugar de nacimiento, actuando en diferentes bandos de acuerdo con las circunstancias políticas, sociales y económicas que le imponía el contexto. De ahí que el peso de los testimonios de hombres que se movían entre Europa y América, de puerto en puerto, contrabandeando y negociando con distintos grupos y Gobiernos sean excepcionales. Tal es el caso de la familia Hodgson, quienes durante más de una centuria acumularon una experiencia profunda sobre los negocios y la política en un vasto territorio del litoral Caribe, en especial, entre la bahía de Honduras y las provincias de Costa Rica (Gómez, 2018, p. 215). Es necesario entonces hacer énfasis en la producción y circulación de información no solo desde los lugares centrales de las monarquías sino desde sus confines y, especialmente, desde las vecindades. Al respecto, la familia Hodgson, mientras trataba de mantenerse al margen del control inglés y español, negociaba y atraía a los indios miskitos. Lo que pareciera un proceso caótico y elusivo, en realidad tenía un complejo sistema de obtención y recepción de información (González, 2021, pp. 567-596). Tras la negociación y aceptación de un nuevo aliado empezaba una pesquisa exhaustiva sobre el actuar o los efectos esperados con los nuevos aliados, situación en la que intervenían espías, visitadores, gobernadores, virreyes, hasta el Consejo de Indias (Brendecke, 2012). De esta experiencia y escalas locales y globales se entrelazaba una comunicación constante que era fundamental para mantener o hacer retroceder las intenciones de dominio de uno u otro imperio sobre un territorio en disputa.
Por lo tanto, a partir de las cartas, relaciones y otros expedientes que llegaron hasta la Secretaría de Guerra de la Corona española, y que reposa en el Archivo General de Simancas, es posible comprender la circulación de información entre bandos en disputa y negociación. En este caso, nos interesa el modo en que se destaca la familia Hodgson en los intrincados negocios comerciales y de negociación en la Costa de Mosquitos, las tensiones imperiales que se fueron suscitando en los ámbitos locales debido al conflicto global entre España e Inglaterra y, finalmente, poder seguir los testimonios de Robert Hodgson y de los espías que lo vigilaban como una manera de comprender las modalidades de afiliación y contraposición a los Gobiernos monárquicos.
2. La familia Pitt-Hodgson en la Costa de Mosquitos
La llegada de colonos ingleses a la Costa de Mosquitos fue propiciada por el fracaso del poblamiento hispánico en los bosques húmedos y tierras bajas americanas. Los españoles no habían logrado colonizar desde el siglo XVI los territorios dominados por los indígenas miskitos y los cimarrones que se habían establecido en el territorio selvático. Para cuando la Corona se interesó por fortalecer el comercio por los litorales centroamericanos y la tierra adentro, encontró una gran oposición en los zambos y naturales aliados con los ingleses. Es decir, estos últimos se adelantaron a establecer un comercio lucrativo al tiempo que ganaban aliados contra los españoles. A principios del siglo XVII, apenas algunos mercaderes transportaban tintes, maderas y "otras mercadurías" (Ibarra Rojas, 2011, p. 80). La situación generó tanta preocupación en las décadas siguientes que, en 1785, el virrey del Nuevo Reino de Granada, Antonio Caballero y Góngora, llegó a enviar hasta el istmo de Panamá y el Darién hasta 1000 hombres, "entre regulares y milicianos", que se encargaran de controlar el contrabando y bloquear el comercio entre los indios y las naciones extranjeras (Kuethe, 1993, p. 285). El poblamiento que antes estaba en manos de capitanes y órdenes religiosas ahora pasaba a manos de militares con órdenes centrales del Gobierno que debían defender la jurisdicción de la Corona.
Desde 1630 hasta 1690, los ingleses pasaron de considerar sus incursiones en Centroamérica y el Caribe como simples arremetidas contra los territorios olvidados por los españoles a un proyecto de colonización y poblamiento más sistemático. La Compañía Providencia, fundada por puritanos, planeó y estableció nuevas directrices para que en los lugares donde se estaban llevando a cabo relaciones comerciales entre ingleses y naturales se establecieran plantaciones agrícolas (Newton, 1985, pp. 11-12). Se trataba de uno de los primeros pasos para fortalecer vínculos culturales más fuertes con la población que se asentaba en las fronteras de la monarquía hispánica. La intención posterior era establecer un Gobierno secular y eclesiástico en pequeños enclaves. A esta política de ocupación del territorio se sumaron las incursiones de piratería las cuales tenían como centro la isla de Jamaica -desde mediados del siglo XVII-, un lugar central en el Caribe para establecer o bloquear rutas náuticas a favor y en contra de los enemigos (Gómez, 2018, p. 218). La reacción de la Corona española no se hizo esperar, pero entrado el siglo XVIII, estos nuevos procesos de poblamiento de los ingleses fortalecieron la hispanofobia de indios y zambos bien establecidos en el territorio.
Para 1631, los ingleses habían comenzado a colonizar San Andrés y Providencia. Sussex Cammock, quien había sido de los primeros hombres en incursionar en las islas antillanas tierra adentro, continuó poblando en nombre del rey Charles I (1625-1649) estableciendo el asentamiento de Gracias a Dios, localizado en la Costa de Mosquitos. Las áreas costeras de la provincia de Yucatán también recibieron miembros de la compañía puritana, quienes instauraron poblaciones como la de Belice desde 1638. Al finalizar el siglo, las poblaciones inglesas llegaban hasta el Darién, un territorio fronterizo entre las ciudades de Nombre de Dios y Panamá y la gobernación del Chocó en el Nuevo Reino de Granada. Allí establecieron la Nueva Calidonia, desde donde pudieron incursionar y comerciar con los indios cunas por medio de la ruta del río Atrato. Esta última fundación aumentó la preocupación de las autoridades locales de Cartagena por el dominio territorial y de la población natural, realizando jornadas y relaciones más frecuentes para entorpecer la avanzada británica (Gómez, 2008, p. 154).
A finales del siglo XVIII, según el censo de población de la Costa de Mosquitos, convivían aproximadamente 10 000 zambos y "moscos" con unos 400 ingleses (Sánchez, 1967, p. 1207). La población natural y zamba había adoptado el inglés y establecido trato comercial con la Corona británica, con lo cual habían legitimado la posesión del territorio habitado desde el siglo XVII. Toda esta población, dividida y controlada por cacicazgos, permitió el establecimiento de superintendentes ingleses que eran enviados desde Jamaica y que cumplían el papel de mediadores entre los colonos y los naturales. Se trataba de hombres de gran experiencia en el comercio y conocimiento del territorio o, cuando menos, dispuestos a permanecer allí hasta lograrla.
Uno de los primeros pobladores de la Costa de Mosquitos con este título fue William Pitt. Había pasado desde la isla de Bermuda, donde su abuelo era gobernador, para instalarse en Honduras y posteriormente en la Costa de Mosquitos en la década de 1730. Al igual que otros residentes ingleses, inició la explotación y comercio de maderas como la caoba y cosechas de zarzaparrilla desde Black River hasta el cabo Gracias a Dios, con lo que logró amasar una gran fortuna (Vidal y Román, 2022, p. 49). En uno de sus acercamientos a los territorios indios logró traer consigo a una mujer española que estaba cautiva, con quien se casó y tuvo cuatro hijos, entre ellos Elizabeth futura esposa de Robert Hodgson el Viejo (Sánchez Pedrote, 1967, p. 1215).
Aunque en las fuentes consultadas, tanto primarias como secundarias, no se especifica por qué los indios accedieron a entregarle esta mujer a William Pitt, muy seguramente se trató de un gesto de amistad y de afianzamiento de las relaciones políticas y comerciales, como lo practicaban diversas sociedades prehispánicas antes de la llegada de los españoles en el siglo XVI. De lo que no cabe duda es de que el superintendente logró mantener una relación estable y pacífica con la población de la Costa de Mosquitos hasta su muerte, cuando se sublevaron los cacicazgos que habían quedado a cargo de Robert Hodgson.
Para el momento en el que Hodgson el Viejo asumió la superintendencia por el nombramiento que hizo el gobernador William Trelawney desde Jamaica, el rey miskito Edward I también lo reconocía como su comandante (Gómez, 2018, pp. 224-225). Sin embargo, la tensiones entre ambas monarquías llevaron a que la familia reclamara la procedencia de la madre de Elizabeth Pitt. La familia entonces se pudo establecer en las islas de Santa Catalina, jurisdicción hispánica, cuando fue necesario. Así las cosas, la capacidad de movilidad espacial de la familia traslapaba jurisdicciones, conflictos y Gobiernos, y en cada uno de ellos se podía acudir a una tradición de negociaciones, pero, más aún, a linajes encontrados por situaciones fronterizas como las que se propiciaban en la Costa de Mosquitos. En este contexto, del matrimonio entre Elizabeth Pitt y Robert Hodgson el Viejo, nacieron cuatro hijos en la Costa de Mosquitos, uno de ellos Robert Hodgson el Mozo.
El nombramiento de Hodgson como superintendente de la Costa de Mosquitos se debió al tratado de Versalles firmado entre España e Inglaterra. Este había traído consecuencias para la familia, pues se habían tenido que desplazar hasta las islas de Santa Catalina de dominio español, donde Elizabeth Pitt solicitó asilo por su descendencia española por parte de su madre. ¿Influyó esta circunstancia para que posteriormente Robert Hodgson el Mozo se pasara al bando español?
Robert Hodgson nació en la Costa de Mosquitos en 1715 y posteriormente viajó a Inglaterra donde se educó, entre 1746 y 1749, en la Academia Militar de Woolwich (Gómez, 2010, p. 213). Cuando regresó a Centroamérica, su padre se encontraba como superintendente de la Costa de Mosquitos, lo cual le permitió unir las experiencias académicas europeas con las administrativas de su padre en América. El privilegio de poder formarse en academias europeas fue común entre la élite de ambos imperios, pero con una firme conciencia criolla; una situación que daría fundamento a diversos proyectos ilustrados que iban desde la concepción de obras geográficas hasta la formulación de nuevas historias humanas en las que el papel de los americanos ocupaba cada vez más un lugar central. ¿Acaso la educación en Europa le dio a Robert Hodgson una visión más amplia sobre el territorio americano que le permitiría tener una visión más global de los conflictos y la pertenencia a una determinada comunidad monárquica?
Robert Hodgson el Mozo mantuvo los negocios y relaciones que había heredado de su padre. La red comercial en el Caribe y Europa comprendía un mercado que incluía ciudades como Filadelfia, Nueva York, Boston, Kingston, Londres; y de manera clandestina ciudades españolas como Guatemala, Mérida, La Habana, Santo Domingo, Portobelo y Cartagena (Gómez, 2010, pp. 213-214). Parafraseando a Anthony Pagden: era un señor de todo el mundo (Pagden, 1997), aspecto que supo apreciar muy bien el virrey del Nuevo Reino de Granada don Antonio Caballero y Góngora. Aunque, si se piensa en las estrategias personales de supervivencia, puede decirse que defendió sus intereses a partir del poder que había tejido en el Caribe y en la Tierra Firme. A finales del siglo XVIII, posiblemente solo quería permanecer en su casa de Bluefields comerciando y explotando los productos de la tierra. Entonces, a las preguntas anteriores hay que sumar otra: ¿el coronel Robert Hodgson antepuso siempre los intereses de su patria natural a los de ambas Coronas?
Entre 1767 y 1775 Robert Hodgson estuvo a cargo de la Superintendencia de la Costa de Mosquitos (Floyd, 1967, p. 214). Conoció muy bien el territorio del cual hizo una relación geográfica que envió a Londres en 1757, anotando una gran cantidad de árboles, tintes, resinas y otros recursos que él mismo explotaba (Gurdián, 2014, pp. 85-105). En cuanto a su relación con el rey zambo George I, se sabe que fue uno de los motivos principales por los cuales el virrey Caballero y Góngora decidió encargarle la población y el mantenimiento de la población de Bluefields a finales del siglo XVIII. Por lo tanto, todo superintendente de la Costa de Mosquitos logró mantenerse en el territorio gracias a la alianza de vieja data con los reyes zambos. Para tener una idea de esta experiencia familiar, vale la pena citar el oficio con el que Bernardo Troncoso notificó al presidente de la Audiencia de los Confines la muerte de Robert Hodgson, acaecida el 6 de junio de 1791. Troncoso inició lamentándose de que este no había dado respuesta a sus cartas y preguntando sobre la bahía de Bluefields, situación que también quedó señalada por el presidente de la audiencia al margen con la anotación de "principal"2. Con la muerte de uno de estos baqueanos podían iniciar conflictos con aliados o perderse rutas comerciales y conocimientos prácticos necesarios para incursionar en nuevas fronteras del territorio.
De ahí entonces que la circulación y control de la información tuvieran un lugar destacado en cualquier circunstancia de la vida de las personas en el antiguo régimen. Estos papeles con todo tipo de noticias y formatos podían ser el salvoconducto para pasar de una frontera a otra, o condenar la vida de una persona al instante. Al respecto, vale la pena detenernos y ocuparnos de los documentos que le fueron incautados en enero de 1783 al Robert Hodgson el Mozo, quien fue llevado preso al puerto de Cartagena bajo la sospecha de espionaje. Llevaba consigo una extensa documentación sobre la costa de los Mosquitos, incluyendo una docena de mapas referentes a los puertos, ríos, recursos naturales, entre otros aspectos tocantes a la geografía y situación del territorio. Al igual que su padre, este hombre era bastante conocido en el Caribe por su vasta experiencia en el trato con la población india y conocía muy bien las rutas comerciales tierra adentro, mar en fuera.
Una vez llegó la noticia al virrey del Nuevo Reino de Granada, don Antonio Caballero y Góngora ordenó que inmediatamente se tradujera toda la información recopilada, incluidas las notas cartográficas, para poder establecer las intenciones de este comerciante y baqueano inglés. Entre los papeles se halló un plan de ataque a los puertos del Caribe dominados por la Corona española, el cual prendió las alarmas sobre nuevos intentos por quitarle territorio al monarca español. En el informe puede inferirse que este comerciante no solo se había dedicado al contrabando y a mantener estables las relaciones con la población indígena en la Costa de Mosquitos sino que a lo largo de los años había conseguido "en estos reinados muchas memorias, papeles, mapa, etc., relativos a las más considerables plazas de las posesiones españolas en las Indias Occidentales" (Gómez, 2010, p. 215). Toda esta información, al momento de su captura, ya se encontraba en el "Ministerio" según informó el mismo Hodgson.
Es seguro que no fue el único inglés que merodeó con estos propósitos por el Caribe, y tampoco fue el único capturado. Sin embargo, es importante llamar la atención sobre la experiencia que este hombre había ganado no solo con el comercio sino en sus tratos con los indios mosquitos en territorio centroamericano. Ingleses, escoceses y franceses lograron entablar relaciones comerciales y políticas con grupos que desde el siglo XVI se oponían al dominio español. Por lo que no debe ser paradójico que el virrey Antonio Caballero y Góngora decidiera otorgarle la expedición y organización de una población en la bahía de Bluefields, desde la cual se encargaría de colonizar y explotar la tierra que era controlada por los indios miskitos, en este caso, a favor de la Corona española.
La situación adversa de la captura bajo la sospecha de espionaje, reforzada por la cantidad de documentos que traía consigo, llevaron a Robert Hodgson a aceptar cambiar de bando. Al parecer, el inglés tuvo la capacidad para demostrar que podía servir a la Corona española como lo había hecho con la inglesa, siempre y cuando se le permitiera permanecer en Bluefields. Así que fue enviado con derechos y privilegios sobre los colonos españoles, indígenas e ingleses que aún permanecían en el puerto. Pasó entonces de servir al imperio británico a ser el más fiel servidor del monarca español. Sin embargo, el seguimiento realizado por sus acompañantes, describiendo sus acciones y manteniendo al tanto al virrey por vía reservada, abre un abanico de posibilidades para comprender los propósitos del virrey. Podría intuirse de manera general que los esfuerzos del oficial estaban encaminados a descubrir las conspiraciones de los ingleses por medio de Robert Hodgson, primero utilizando la información recopilada para fortalecer los puertos americanos y, segundo, aprovechando su experiencia en la costa de los Mosquitos en beneficio de la Corona española como lo había hecho igualmente Inglaterra. En otras palabras, pareciera que se buscaba aprovechar todo el conocimiento e información que este había recopilado en detrimento de los españoles, pero ahora podría utilizarse para fortalecerse y defenderse de un nuevo posible ataque a las costas españolas.
3. Opiniones diversas entre las tensiones imperiales del Caribe americano
En 1778, don Francisco Álvarez anotó en el discurso preliminar de su libro Noticia del establecimiento y población de las colonias inglesas en la América septentrional.., que las "curiosidades y deseos de instrucción" sobre las colonias de Inglaterra en América era "casi general en todos" los súbditos españoles. El autor se refería a un ambiente de opinión generalizado por las tensiones que los dos imperios atlánticos mantenían. De las guerras a los tratados y del contrabando a la apertura comercial, las aguas del Atlántico se agitaban en diversas direcciones de acuerdo con las relaciones que establecían los dos imperios europeos.
En los archivos históricos de España y América se escuchan algunas voces de marineros y comerciantes que, en las plazas de Panamá o Portobelo durante las ferias, confrontaban en sus conversaciones el actuar de los Gobiernos. Posiblemente también hablaban sobre la religión y, especialmente, opinaban sobre las bondades y desventajas del comercio entre la Corona española y la de Inglaterra. Aún los oficiales de la Corona participaban de estas preocupaciones y las llevaron a los escritorios del rey. Desde el virreinato del Nuevo Reino de Granada, el fiscal don Francisco Moreno y Escandón fue uno de aquellos oficiales que decidieron opinar y dar noticia al monarca de sus pareceres sobre los ingleses. Este, después de exponer las bondades que ofrecía la geografía de las nuevas colonias, la vitalidad y tamaño de sus puertos, indicaba que "como una espina que va creciendo y que traspasará a su tiempo el corazón y partes vitales del comercio de México..." y los demás puertos españoles, las fragatas inglesas se enriquecían más de sus provincias que los españoles de las suyas (Colmenares, 1989, t. 1, p. 175). El oficial no solo hacía referencia al comercio legal e ilegal que practicaban los norteamericanos en el Atlántico, su mayor preocupación era el número de colonias establecidas en las Antillas y la tierra firme, donde tenía puertos fortificados como San Juan, Bluefields, Puerto de Perlas, cabo Gracias a Dios, Trujillo y otros. Todas eran colonias que habían iniciado como pequeños puertos clandestinos en la década de 1630 y que en menos de un siglo habían ganado la suficiente fama como para que "toda Europa" tuviera "puestos los ojos" en Inglaterra en el siglo XVIII (Álvarez, 1778, p.175). Tan solo la cantidad de mapas elaborados por Robert Hodgson el Mozo nos da a entender que el Caribe se había convertido en un botín muy preciado. Así lo exponía Antonio Álvarez en 1778:
Todos los papeles públicos, y avisos particulares no tratan mas particularmente de otro asunto; los nombres de sus principales Ciudades, de sus Puertos, Rios y Territorios se oyen y leen a cada paso, haciéndose comunes á todos, quando antes eran solamente conocidos de los Sabios; las noticias de aquel Continente se esperan con ansia, y se escuchan con admiración... (Álvarez, 1778, p. 3)
La misma variedad de noticias se recibía en Londres y las colonias norteamericanas. La principal preocupación eran posiblemente las medidas que iba adoptando la monarquía hispánica para frenar el comercio y relación ilícita que mantenían los ingleses con los zambos, indios miskitos y españoles. En 1750, por ejemplo, la noticia de que en España se preparaban armamentos para ser enviados a América y atacar los establecimientos de los indios con el propósito de frenar el comercio ilícito de los ingleses circuló de manera pública entre los comerciantes que tenían intereses al otro lado del Atlántico. La noticia que se dio a conocer por un comerciante londinense que recibió una carta en la que se indicaba "que el gobernador había despachado un cabo con cincuenta hombres para avisar a dichos indios" llegó a mover papeles entre los altos oficiales del rey, los cuales pidieron que se realizaran "actos de buena voluntad", en este caso liberando a unos españoles cautivos para apaciguar las tensiones entre España e Inglaterra (Feliciano, 1990, p. 140).
Este último caso permite entender cómo con el ambiente de opinión se creaban miedos y rumores que rápidamente podían llegar a afectar la política y la relación establecida entre la Corona española y la de Inglaterra. Podría decirse que la obra de don Antonio de Alcedo y Herrera titulada Piraterías y agresiones de los ingleses y de otros pueblos de Europa en la América Española, en la que de manera casi irónica el autor recuerda cómo Guillermo Blackstone, "concreto y sobrio como buen sajón", definía la piratería como "una ofensa á las más sagradas leyes de la sociedad" mientras su gobierno se favorecía y se beneficiaba de las acciones de estos en las Antillas (De Alcedo y Herrera, 1883, pp. 1-2; Pérez Morales, 2012, pp. 45-76).
La afirmación de Alcedo y Herrera estaba fundamentada en los continuos ataques que sufrieron los puertos de la América Española desde el siglo XVI por ingleses, franceses y holandeses. La disputa por la defensa de los puertos había pasado en el siglo XVIII a la tierra firme, en donde se ubicaron colonias que rápidamente entablaron negociaciones políticas y comerciales con poblaciones fronterizas y "alzadas" como el caso de los zambos e indígenas miskitos de Centroamérica. El fortalecimiento de estos nuevos enclaves se hizo cada vez más evidente cuando los indígenas comenzaron a arcabucear mercaderes y misioneros españoles que tenían la tarea de expandir la frontera de la monarquía. Cuando llegó la noticia de que los indígenas estaban cada vez más en contra de la colonización española y hablaban más inglés que castellano, los navíos ingleses tocaban puerto en La Habana para tomar la ciudad. En este contexto, deben apreciarse la fuerza de sus palabras al tratar de explicar la ambigüedad con la que los ingleses venían tomando control del Caribe.
Tanto la propuesta de Antonio Álvarez como la de Dionisio de Alcedo trataron de responder a las inquietudes que vivían día a día los oficiales reales y la población americana en un siglo movido por las disputas territoriales y comerciales entre las principales potencias europeas. Sin embargo, las barreras puestas por los tratados y las leyes expedidas por ambos Gobiernos no representaron las diferentes condiciones y experiencias de los americanos en el siglo XVIII. Como ya se ha mencionado, el comercio y el contrabando entre españoles e ingleses era corriente, aunque fuera prohibido. Más aún, la lealtad y los bandos cambiaban de acuerdo con las circunstancias que se ofrecieran, es decir, en un periodo en que, de una provincia a otra, de puerto en puerto y de isla en isla las banderas cambiaban, asimismo ingleses y españoles actuaban en diferentes bandos para sobrevivir y mantener sus intereses.
Un ejercicio microhistórico sobre la vida del coronel Robert Hodgson puede ayudarnos a comprender las modalidades por medio de las cuales las personas reaccionaban y se enfrentaban a las circunstancias políticas de su época. Sus inserciones en la vida económica de los imperios poniendo en frente sus "intereses" en el comercio y la colonización ofrecen una mirada alterna a la que la historiografía ha planteado con la información oficial producida por las guerras y los posteriores tratados (véase Pearce, 2007). De esta manera, al llamar la atención sobre la letra menuda que reposa en una epístola, una relación de viaje o un documento oficial, cargado de términos que refieren duda, rumor, miedo, permiten entender mejor las representaciones que una sociedad hacía del grupo que consideraba como su marginado (Elias, 1998, pp. 81-82).
Esta propuesta no busca hacer dicotomías intransigentes; por el contrario, busca conectar mejor las redes de información que circulaban entre ambos imperios desde diferentes escalas sociopolíticas. Por esta razón, algunos aspectos de la vida de Robert Hodgson merecen una observación profunda. Entre las razones principales se encuentra su participación a favor de ambas coronas en periodos diferentes, pero en un mismo momento histórico. Del mismo modo su proceder, más que ser cuestionado totalmente, fue más bien utilizado en beneficio de los ingleses y españoles. Los primeros, asegurando el poblamiento que tenían sobre la Costa de Mosquitos y los segundos, aprovechando la experiencia que este hombre y su familia había ganado en la frontera. Finalmente, la incertidumbre y la desconfianza que nunca se dejó de lado al tratar con individuos como Hodgson ofrecen algunos indicios sobre el tema de las conspiraciones y el espionaje como una práctica que respondía a una comunicación cada vez más fluida y porosa entre las diferentes culturas que hacían parte del "teatro de operaciones" del siglo XVIII americano.
4. Noticias reservadas del coronel inglés Robert Hodgson entre los españoles
La captura del coronel Robert Hodgson en 1783 y su posterior jura de fidelidad al rey católico sucedió entonces en un clima de opinión y tensiones extremo, circunstancia que ofrece información valiosa sobre la vida de los hombres y mujeres de los confines de los imperios atlánticos. La actuación del virrey Antonio Caballero y Góngora indica un gran interés por parte de los oficiales reales de proveerse de hombres de experiencia que los mantuvieran un paso delante de las decisiones de su competencia en el comercio y en la posesión de nuevos territorios. Por otra parte, los argumentos del presidente de la audiencia de Guatemala por comunicación vía reservada con el virrey y con el rey permiten entender las cautelas y recelos que se tenían contra estas personas que hacían cada vez más porosas las fronteras imaginadas por las monarquías. Es decir, la mayor parte de la documentación consultada demuestra que la Corona española tuvo una política abierta de la que buscó fortalecerse ante un enemigo más fuerte y en expansión, pero guardando cautelas y dudando todo el tiempo del actuar de hombres como Robert Hodgson el Mozo, quien había pasado de informar a la Corona británica sobre la América española -noticias como el plan de ataque a los puertos españoles en el Atlántico- a ser el más fiel servidor de su majestad católica.
Una vez que Caballero y Góngora liberó a Robert Hodgson y lo envió de nuevo a la bahía de Bluefields con un destacamento de españoles para restablecerlo en nombre de la Corona española, comenzó a tener correspondencia reservada con el presidente Josef de Estacheria, quien envió un espía para que estuviera entregando noticias del nuevo vasallo. La persona escogida para dicha tarea fue el coronel Juan Nepomuceno de Quesada. En mayo de 1787, le describió al presidente de Guatemala la primera impresión que le dio el coronel Hodgson en los siguientes términos: "En lo poco que lo traté concevi que es hombre de mucha trastienda, pero no me atreveré á decir que de igual buena fe"3.
Juan Nepomuceno de Quesada fue enviado hasta Bluefields para que siguiera de cerca las actuaciones del coronel, ahora al servicio del rey español. El tono con el que dio las noticias muestra una desconfianza permanente, especialmente en lo concerniente a la información que esperaban obtener los oficiales reales sobre el comercio ilícito y las estrategias para establecer buenas relaciones con los indígenas y zambos de la Costa de Mosquitos. Al llegar por sorpresa, el espía del presidente encontró dos "tinglados ó Barracones entre piraguas de todos tamaños, canoas, y pipantes", de estos últimos menciona unos 27. Los hombres que mantenía Hodgson a su disposición y servicio pasaban el centenar entre criados españoles, mestizos agregados y negros esclavos, que sumaban unos 1204. Con esto, Juan Nepomuceno de Quesada buscaba indicar que el coronel aprovechaba las ventajas que el virrey le había dado para mantener un monopolio sobre el comercio y las relaciones con ingleses e indígenas desde Bluefields.
Pero la razón principal del viaje, según explicó el mismo espía era poder acercarse a las verdaderas intenciones que tenía Hodgson para cambiar de bando. Por esto, en una de las conversaciones que documentó para el presidente, y que eran copiadas al virrey Atonio Caballero y Góngora, lo describió como un hombre muy llevado de sus intereses y a la vez misterioso e inquieto por la presencia del visitante inesperado en Bluefields. Así que la desconfianza era mutua, a tal punto que pareciera que Hodgson prefería vivir aislado en su lucrativo negocio y comunicar apenas lo conveniente para mantener los intereses de las audiencias y virreinatos a una distancia prudente. Así describe Quesada este comportamiento del coronel:
En las conversaciones que tuve con él me dixo claramente que no me esperaba, ni que hubiese otro comisionado en la costa que él, con especialidad desde el Cabo de Gracias para el S. [Sur] que en esta inteligencia, y la de que a buelta de correo havia de tener el grado de Brigadier, y el Gobierno de toda ella independiente había quedado á el servicio de España, y empesado ya por el Consejo del señor virrey a escribir en derechura a el excelentísimo señor Marques de Sonora; que su animo es servir solo cinco años a nuestro Soberano // en los que espera hacerse poderoso, pues queda solo cortando maderas, las que oy tienen poco valor en Ynglaterra, y guardándolas hasta que se consuman las muchas que aora van, al cavo de dicho tiempo con el permiso que tiene amplio para tratar con ambas naciones, conseguirá el indicado fin.5
La cita anterior es un claro ejemplo de cómo a partir de las noticias se empezaba a crear la idea del conspirador (Kaiser y Linton, 2007, pp. 127-149). En este caso, se considera que hay varios aspectos que deben tenerse en cuenta para entender las intenciones de su autor. La carta indica que las opiniones consignadas son producto de una conversación, con lo cual el espía buscaba eximirse ideológicamente y darle un trasfondo neutral al contenido en el cual él apenas es un receptor de información. Cuando alude a expresiones como "me dijo claramente" pretende dar la mayor veracidad posible a los testimonios mediados por él para el presidente y el virrey. Finalmente, la certeza con que cierra el testimonio indicando la fragilidad de las relaciones entabladas entre Hodgson y la Corona española, cuando indica que solo iba a servir al rey durante cinco años; y, asimismo, la alusión a la autonomía de que gozaba para comerciar permite considerar que Robert Hodgson no era un hombre bienvenido en las provincias de Guatemala entre la población española.
Posiblemente la información tenga veracidad con respecto a las intenciones del coronel, dando una idea de que era un hombre desprendido de las políticas de cada corona y de ahí que pasara fácilmente de un bando a otro. Pero aun así no puede negarse que la conversación y posiblemente las preguntas que la guiaron estaban encaminadas a descubrir a un traidor o espía que se había ganado la merced del virrey para seguir actuando a favor de los ingleses. En los días en que Juan Nepomuceno de Quesada permaneció en el puerto de Bluefields reforzó la idea de que el nuevo vasallo de la Corona guardaba secretos y perseguía intereses ajenos al servicio del rey. En la misma carta a Josef de Estacheria insistió en que a Robert Hodgson "no había forma de persuadirle a que escribiese a V.S." y que los documentos que tenía en su poder apenas se los enseñó a "retazos". Durante su estancia, el coronel buscó mantenerlo al margen de las personas de más confianza a su servicio, pues este "tenía allí dos capitanes de Barcos, uno catalán, y otro americano, que él me ocultaba, y preguntándole por ellos, dijo los tenía fuera, y no me los dejó ver ni á su mujer"6. La situación se tornó más tensa en la medida en que Hodgson comenzó a tratar a su invitado sin las distinciones indicadas, en este caso a la hora de la mesa, donde pareciera que el espía criticara la falta de costumbres españolas al servirle platos propios de la tierra. Así lo describe Quesada:
Observé que no tenía pan, le hice a la mañana traer alguno fresco de la Goleta, con unos garrafones de vino, y una frasquera de licor, mas sin embargo, y tener innumerable acopio de // todas aves y ganados, me dio de comer tortuga y plátano asado.7
Aunque podría tratarse de una afrenta contra las costumbres españolas, como lo interpreta Juan Nepomuceno de Quesada, en realidad era una manera de mostrar la vida cotidiana de las familias que se encontraban en el territorio.
A pesar de todas estas noticias dudosas el coronel espía cerró su informe aludiendo a la importancia que tenía Robert Hodgson para hacer que los zambos e indios de la Costa de Mosquitos quedaran en servicio del monarca español. Desde el río Tinto, el 30 de junio de 1787, la noticia "reservadísima" confirmaba las decisiones del virrey de liberar y permitir que el antiguo superintendente de Bluefields siguiera tratando con los miskitos. Juan Nepomuceno de Quesada terminó también por convencerse, a pesar de los tratos e intrigas que le había generado, de que "sin embargo // de todo en el día lo considero útil, porque tiene dominio sobre los yndios, y desea vengarse de los yngleses pero es menester vivir con mucho cuidado con él, pues se considera un pequeño Rey de su insula varataria"8.
Según el informe de las conversaciones del espía del presidente de Guatemala con Robert Hodgson, se trataba de un hombre de carácter frío y calculador al que solo le interesaba su propio beneficio, fuera a costa de la monarquía británica o de la española. En su afán por demostrar su ambición y el lucrativo comercio del que se servía anota que era hasta "capaz de vender a su padre"9. Sin embargo, parece que la ambición y la conciencia de pertenencia al grupo de los hombres establecidos que ejercía Quesada sobre el nuevo vasallo del rey católico permiten incluir dentro de la conversación aspectos culturales, económicos y geopolíticos que posiblemente guiaban las apreciaciones de este tipo de oficiales. Me refiero principalmente a los aspectos socioculturales que implican enfrentar a dos personas que habían estado envueltos en las rencillas imperiales entre España e Inglaterra a lo largo del siglo XVIII. En este caso, la conciencia de pertenencia por las costumbres, la religión o el lenguaje se agudizaban con los enfrentamientos políticos. En una escala menor, la autonomía de la élite local en todos los virreinatos siempre motivó las desavenencias con los recién llegados, ya fueran visitadores, intendentes o cualquier oficial que pudiera entorpecer los fueros y privilegios de los vecinos más antiguos.
Lo más probable es que el coronel Juan Nepomuceno de Quesada actuara incitado por todos estos aspectos, igual que lo hicieron otros españoles. Por ejemplo, un año después (1788) de que este visitara Bluefields, una de las embarcaciones de Robert Hodgson fue interceptada por varios oficiales reales de Portobelo. Se trataba de una pequeña vela llamada Our lady of Conception de la cual fueron incautados varios documentos, incluido el diario de abordo en el que se podía seguir el itinerario de los tripulantes. Durante la interrogación al capitán que iba a cargo, William Colley, indagó sobre la procedencia y destino de la embarcación, sobre las rencillas entre ingleses y españoles y, más particularmente, la opinión que se tenía en el Caribe sobre las actuaciones del coronel Hodgson. La conclusión era que sus intereses no eran favorables a ninguno de los bandos de ingleses y de españoles. Por ejemplo, en Jamaica, una gaceta había sacado a la luz la noticia sobre la jura de fidelidad de Hodgson al rey de España, noticia que entre los marineros y oficiales portuarios dejaba muchas dudas y, al parecer, hasta resentimientos. En el caso citado de Portobelo, cuando Colley trató de defender sus intereses indicando que Robert Hodgson tenía el permiso real para comerciar en el Atlántico, por ser vasallo del rey español, los oficiales portuarios exclamaron que, aunque este había jurado fidelidad, no podían perderlo de vista, "sin que sea temeridad discurrir con desconfianza de quien ha renunciado su domicilio y a su Rey, por sus intereses" (Gómez, 2008, p. 153). Una consideración parecida tuvo Juan Nepomuceno de Quesada en la conversación sostenida en casa del coronel -antes citada- cuando trató de advertirle al virrey de que lo que Hodgson le había hecho a los británicos se lo haría a los españoles en procura de sus intereses10.
Las intenciones del presidente de Guatemala no se quedaron solo con el informe enviado en diferentes cartas al virrey del Nuevo Reino de Granada. En diciembre de 1787 envió a otro espía a Bluefields, llamado don Luis Tife, "con el fin de penetrar las ideas del coronel" en la Costa de Mosquitos11. El espía debía averiguar si las intenciones de este eran a favor de la Corona o de sus intereses, por lo que debía prestar atención a la "conducta, negociaciones y grangerias" que tenía con ingleses y naturales de la tierra.
Don Luis Tife, al parecer, era un hombre baqueano en la vida de mar. Era el capitán de uno de los buques reales que custodiaban la Costa de Mosquitos, así que podía no solo espiar la vida de Hodgson sino también confrontar los testimonios que este estaba dando a la Corona sobre las posibilidades para mejorar y establecer una colonia española en Bluefields con colonos de Canarias, Galicia y Asturias, como lo había propuesto el virrey desde la ciudad de Santafé.
El capitán Tife elaboró un documento con las observaciones particulares que realizó en Bluefields. Aunque era conocida su llegada, al parecer actuó con mucha cautela en el reconocimiento del puerto. Por ejemplo, cuando arribó al puerto encontró fondeada una fragata mercante inglesa dirigida por un capitán de apellido Raw. Es interesante cómo, acudiendo a su experiencia como marinero, logró desplazarse hasta la fragata "suponiendo iba a la pesca". El capitán lo hizo subir al barco con quien entabló conversación. Supo que la fragata se dirigía a Europa y que la mitad de los productos del barco eran de Robert Hodgson. El espía no dudo en anotar al respecto que "tenía a su bordo quinientos trozos de casbano, y muchas duelas para barriles, cien trozos de zedro, mucha porción de zarza, resina de palo guapinol que ellos llaman copal (cuia muestra traigo) todos efectos de los anexos a dicho bluefilds"12.
Las sospechas del presidente de Guatemala tenían entonces buenos fundamentos, pues el coronel se seguía ocupando en el comercio con los ingleses, a los que ahora amparaba con documentos españoles que le concedían vía libre a las fragatas que iban a su nombre, por "ser fiel vasallo del rey". El capitán Tife ratificó sus observaciones, indicando que en un intervalo de una semana aproximadamente llegaban fragatas y goletas a Bluefields. En una que arribó el 23 de septiembre comandada por el capitán Prat, el espía pudo observar que "venía con muchas cartas de ingleses, dirigidas al coronel Hodgson". Las embarcaciones que llegaron durante el tiempo que permaneció don Luis Tife procedían de las Islas Caimanes y desde Jamaica, principalmente13.
De todas las embarcaciones que llegaron al puerto custodiado por Robert Hodgson, entre el 18 y el 25 de septiembre, llegaron 10 piraguas desde la Costa de Mosquitos. Se trataba de indios que eran enviados para recibir regalos y hacer intercambios con el coronel. Lo que indica que, a pesar de ya no ser el superintendente, este aún mantenía buenas relaciones con la población indígena, aunque en algunas cartas le dijo al rey que los indios y los zambos se habían puesto en su contra. En el informe de Luis Tife está anotado que:
Unos y otros llegaban a venderle al comandante ó su hijo Carey, Zarza, trozos de madera, y copal, a cambio de Ropas, Aguardiente, y herramientas, aunque de todos estos efectos noté tenía muy pocos en Blufils, a menos que tenga algún almacen separado de este sitio, que no pude saber por mas que procuré con cautela.14
Don Luis Tife reconoció los 25 ranchos de paja que servían de vivienda para los trabajadores que se ocupaban en el corte de madera, el cuidado de platanares y la pesca. También describió el puerto, testimonio en el que advierte que durante sus reconocimientos procuraba pasar inadvertido haciendo las veces de pescador:
Suponiendo yba a pescar (lo mismo que hize para reconocer la fragata) examiné muy a mi satisfacción todo el puerto, y hallé que su boca tiene de ancho como dos tiros de fusil, enella se compone una canal que forman dos bancos de arena // con el ancho de un tiro de pistola, y el fondo de dos brazas y una quarta, por donde han de pasar, precisamente los buques de mas porte que una piragua, pero llegado al fondeadero se hallan quatro brazas, y media de agua.15
Los testimonios dejados por los espías Juan Nepomuceno de Quesada y el capitán don Luis Tife comprueban que Robert Hodgson nunca quiso renunciar al comercio ilícito que le ofrecía la frontera. Su familia había gozado de privilegios estratégicos en el territorio que superaban los intereses de las monarquías española e inglesa. Podría decirse que cuando buscó cambiar de bando, pretendía "morir en su ley", es decir, en la costa de los Mosquitos contrabandeando con españoles, ingleses, jefes zambos, etc. Aunque constantemente los oficiales reales se quejaron de que sus cartas no ofrecían mayor utilidad en las descripciones e informaciones, además de que las escribía en inglés cuando manejaba a la "perfección" el español. Todos estos aspectos no le quitan peso al propósito que tuvo el virrey de aprovechar su experiencia en la colonización y el establecimiento de poblaciones en la Costa de Mosquitos, pues teniendo de aliado a Robert Hodgson se enteró de las noticias sobre las alianzas de los indios y los ingleses, y sirvió de mediador entre los españoles que buscaron tener contacto con los reyes zambos de los cacicazgos.
5. Consideraciones finales
Hasta el día de su muerte, Robert Hodgson fue perseguido por los oficiales de la Corona española, que buscaban justificar sus miedos en un hombre que había traicionado a su rey y al pueblo inglés. No obstante, parece que esto no afectó mucho a los comerciantes de Jamaica y otras colonias británicas que buscaron en él la protección para seguirse moviendo con relativa facilidad en el mar Caribe.
Para los españoles que vieron arrebatada la jurisdicción de sus territorios o fueron apartados de los proyectos de colonización que se realizaban en Centroamérica desde el siglo XVI, el coronel Hodgson representó una amenaza que ellos quisieron transmitir al imperio por medio de noticias que, si bien tenían algunas certezas, era claro que los términos que aludían a la traición, la ambición y ante todo a la conspiración eran en gran parte invenciones que trataban de diferenciar entre los establecidos y los marginados.
Los itinerarios de vida, como el expuesto aquí de Robert Hodgson, permiten desvelar una historia de las prácticas políticas que han sido descuidadas por la historiografía sobre los territorios americanos disputados por los imperios europeos. Las relaciones entre los diferentes individuos que se movían entre Europa y América o entre el Caribe y el pacífico demuestran fenómenos de interrelación que sobrepasan el ámbito institucional para dar cabida al mundo de las representaciones y las circunstancias. Aquí la experiencia, las estrategias políticas, el manejo de las opiniones de determinados grupos sociales y la invención de miedos y conspiraciones hacen parte de un análisis más denso de la sociedad.
La producción y circulación de información era clave para entender los grados de lealtad de los vasallos hacia el monarca. La insistencia en la ausencia de cartas a las autoridades de las audiencias y los virreinatos era un claro indicio de que una persona se podía estar alejando del dominio de su rey. Sin embargo, este distancia-miento también era aprovechado para recabar nueva información sobre las vecindades enemigas. Por esta razón, los cautivos, los renegados, los contrabandistas y otros malhechores no eran juzgados de buenas a primeras con la muerte o el destierro, no sin antes indagar sobre qué beneficios se podían aportar a la expansión de la Monarquía.