Introducción
Colombia ha atravesado una historia de violencia política y social que se remonta al siglo XX, con el Frente Nacional, la Era de la Violencia, el narcotráfico y el conflicto armado, los cuales, durante más de sesenta años, sumergieron al país en un sinnúmero de atrocidades caracterizadas por la sevicia de los actores armados contra la inerme población civil (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2016).
La violencia ha permeado a tal punto la cotidianidad de las personas a nivel personal e interpersonal que, paradójicamente, logra pasar desapercibida como un hecho natural, aún cuando es un hecho que altera el orden social y genera desconfianza entre las personas y de estas con el Estado. Tanta sevicia de la guerra ha contribuido a la fractura del tejido social, entendiendo este como “la configuración de vínculos sociales e institucionales que favorecen la cohesión y la reproducción de la vida social” (Alonso, 2016, p. 146).
Sumado a lo anterior, Colombia es actualmente el séptimo país más desigual del mundo y el segundo en Latinoamérica (Banco Mundial, 2018). Para el 2019, 17.5 millones de colombianos vivían en condición de pobreza y 4.7 millones en pobreza extrema (Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas [DANE], 2020).
Estas son algunas de las características de un país al que, en marzo del 2020, llega la pandemia del SARS-CoV-2 (COVID-19). Frente a ello, el confinamiento fue la medida de contención y prevención del virus más implementada por los gobiernos de los países afectados, y aunque disminuyó la velocidad de contagios, también puso en evidencia que no todos cuentan con las posibilidades para sobrellevarlo. En el caso del país tercermundista, incrementó la fuerte brecha económica y social, dejando así consecuencias económicas, sociales, físicas y psicológicas.
Esta coyuntura ha sido de tal magnitud, que resulta indispensable atender los comportamientos del día a día de la sociedad civil como mecanismos para ayudar y cuidarse en comunidad, ya que promueven la movilización y la transformación de la realidad de los demás a partir de acciones de colaboración entre los individuos. Es por esto que resulta importante indagar desde la psicología por las razones, motivaciones y factores asociados al ayudar que surgen en un momento de crisis como lo ha sido la pandemia del COVID-19 en Bogotá. Esto con el fin de aportar en la comprensión y construcción del bienestar colectivo, sirviendo, además, de insumo para futuras investigaciones sobre la reconstrucción del tejido social. Por lo tanto, se revisarán de forma breve algunas teorías relacionadas con la solidaridad.
La solidaridad es definida por Prainsack y Buyx (2011) como prácticas compartidas que reflejan un compromiso colectivo de asumir costos (financieros, sociales, emocionales o de otro tipo) para ayudar a otros. Las mismas autoras plantean que la solidaridad se suele manifestar cuando se reconoce una situación de vulnerabilidad en la que se ha estado o se podría estar. Esta conciencia de estar asociado ‒por elección o por destino u otras circunstancias‒ a otros es lo que las autoras definen como similitud (Prainsack y Buyx, 2011).
En complemento, Feito (2007) plantea que existen dos formas de entender la vulnerabilidad. La primera, la vulnerabilidad antropológica, se trata del reconocimiento de una condición inherente de fragilidad en el ser humano por el simple hecho de serlo, es decir, estar siempre bajo la amenaza o posibilidad de sufrir dolencias físicas, emocionales y de morir. La segunda, la vulnerabilidad social, se entiende como el reconocimiento de la vulnerabilidad en personas o poblaciones específicas, en una posición más propensa al daño y al sufrimiento por sus condiciones sociales, económicas, políticas, culturales o ambientales.
Otro factor que interviene al momento de llevar a cabo una ayuda es la teoría del efecto espectador, planteada por Barreto et al. (2015) en el libro Psicología Social. Este postula que mientras más visible y explícita es una necesidad, hay mayor probabilidad de que un espectador esté dispuesto a actuar o a prestar una ayuda. No obstante, cuando hay varias personas ayudando, se disminuye la percepción de responsabilidad ante la situación y es menos probable que el espectador ayude.
Ante catástrofes donde es inminente la necesidad de ayuda, Quintas (1998) propone que los medios de comunicación sirven para desarrollar una conciencia colectiva de ayuda a otras personas, ya que “aquello que sucede lejos de nuestras vidas, se hace presente en un instante” (p. 190). De este modo, los medios de comunicación continuamente muestran hechos que reclaman ayuda y apoyo social, y al llegar a todos los rincones y hogares, son uno de los cauces más apropiados para la difusión de una cultura de la solidaridad (Quintas, 1998).
Metodología
Diseño
La presente investigación fue un estudio cualitativo con alcance exploratorio por abordar un tema poco estudiado en Colombia. El diseño metodológico empleado fue la teoría fundamentada. Así, por medio del software Atlas.ti, los datos recopilados se agruparon en categorías, conceptos o constructos para identificar semejanzas y diferencias en la información dada por los participantes.
Participantes
Los criterios de selección de la muestra fueron el género, el nivel socioeconómico y la edad. Esto, con el fin de tener una muestra balanceada, con una cantidad similar de mujeres y hombres, de diferentes niveles socioeconómicos y de diferentes edades. La consolidación de la muestra se realizó por medio de muestreo no probabilístico, primero por conveniencia y luego por bola de nieve. El total de participantes fueron 20 personas residentes de la ciudad de Bogotá, que participaron de forma voluntaria. De estos, 12 eran mujeres y 8 eran hombres entre los 18 y 63 años, y de niveles socioeconómicos bajo, medio y alto.
Instrumento
Se adaptó la guía de la entrevista semiestructurada de la Universidad de Viena para la investigación “Solidarity in times of pandemic: ¿what do people do, and why?” (s.f.),en la que también participaron investigadores de países latinoamericanos, que realizaron una primera traducción al castellano. Después, se ajustó la entrevista al contexto colombiano, y se agregaron preguntas relevantes para estudiar la solidaridad desde el campo de la psicología. Se realizaron dos pruebas piloto tras haber sido validadas las modificaciones por doctores investigadores en psicología social de la Universidad Javeriana de Bogotá y Cali.
Procedimiento
La recopilación de datos se realizó entre agosto y octubre del 2020. Primero, se contactó a algunos posibles participantes para informarles de qué se trataba la investigación y agendar una entrevista en caso de estar interesados. Las entrevistas se realizaron por la plataforma Google Meets o llamada telefónica. Al inicio de la entrevista, se informaron nuevamente los objetivos del estudio, se leyó el consentimiento informado y se continuó solo con su aceptación, la cual autorizaba el uso académico y la grabación de la información. Posteriormente, se les pidió a los participantes que se dieran un pseudónimo con el fin de salvaguardar su identidad. Las entrevistas fueron transcritas textualmente, y se codificaron y analizaron en el software Atlas.ti, en el cual se codificó la información consignada en torno a las meso categorías acordadas y micro categorías que surgieron de los discursos, al igual que las redes semánticas que permitieron interrelacionar los datos.
Consideraciones éticas
Teniendo en cuenta que la entrevista podía abordar temas sensibles, se preparó un documento de atención en crisis con números de centros de atención psicológica en la ciudad, y estrategias para el manejo y la estabilización de una crisis emocional. En cuanto a la protección de datos e identidad, se recurrió al uso de pseudónimos, también se generó un consentimiento informado verbal, se hizo explícita la posibilidad de abandonar el estudio en cualquier momento y se solicitó permiso para grabar la entrevista.
Resultados
Tras codificar las entrevistas, surgieron tres macro categorías: a) medidas, b) percepción y c) solidaridad, que dan cuenta de las concepciones y prácticas de ayuda surgidas durante la pandemia. A continuación, se presentan los contenidos de cada macro categoría, a partir de redes semánticas que recopilan las categorías meso y micro de análisis y muestran su enraizamiento; es decir, la frecuencia de aparición en el discurso (número superior derecho de cada categoría indicado con una E) y su densidad; es decir, la vinculación con otras categorías (número inferior derecho de cada categoría indicado con una D).
Medidas
Como se observa en la primera red semántica (figura 1), las medidas de prevención frente al coronavirus fueron la desinfección, la protección física, el distanciamiento social y el confinamiento. Los participantes afirmaron no solo tomarlas para protegerse a sí mismos o para evitar una sanción, sino también para proteger a los demás, especialmente a sus familias.
Percepción
Como se muestra en la red semántica, esta macro categoría evidencia las percepciones de los adultos asociadas a la coyuntura generada por el COVID-19. (figura 2)
Emociones
La ansiedad y la preocupación, las emociones más recurrentes en los discursos, estuvieron relacionadas con el temor al contagio propio y de la familia, la disminución de los ingresos, la incertidumbre económica y del futuro, y el confinamiento prolongado. La rabia y frustración la asociaron a la impotencia frente a la coyuntura, algunas respuestas de la sociedad y el gobierno, y la convivencia. Por último, la tristeza surgió a raíz de la crisis que está atravesando el país, y los cambios abruptos en la vida diaria que han limitado las relaciones familiares y sociales: “He sentido mucha tristeza de ver tanta gente que ha sufrido, que ha perdido a sus familiares, de ver tantas injusticias” (María, comunicación personal, 13, febrero, 2021).
Sociedad
Frente a las respuestas de la sociedad a la coyuntura, la percepción de egoísmo predominó en los discursos. Estos sostenían, primero, que cada quien pensaba en salvarse a sí mismo y no a los demás y, segundo, que las personas no dimensionaban cómo sus actos afectan a los otros. “Todo el mundo hace lo que se le da la gana, y no pensamos en los demás porque si uno se quiere morir pues se muere y ya, pero uno puede llevarse por delante a los demás” (Alberto, comunicación personal, 20, febrero, 2021). La segunda percepción más recurrente fue la de la pobreza asociada con la necesidad que tenían muchos habitantes del país, exacerbada con la pandemia. “Uno se da cuenta que fue más evidente ver la pobreza y la desigualdad en esta ciudad y en todo el país” (Sebastián, comunicación personal, 9, febrero, 2021).
Frente al contexto manifestado anteriormente, otra micro categoría emergente fue humanitarismo, en tanto muchos percibieron cómo la gente tomaba acción frente a la necesidad, el hambre y la pobreza de otros, lo cual generó un panorama esperanzador al encontrar personas “bondadosas”, “conscientes”, “colaboradoras” y “caritativas”.
A pesar de percibir buenos actos e intenciones, los participantes también mencionaron desconfiar de la población civil, puesto que no tenían certeza sobre el uso que se les darían a las ayudas que prestaban, “Hay mucha gente que le dan el dinero y lo utiliza para otras cosas que no van a beneficiar a los miembros de la casa” (María, comunicación personal, 13, febrero, 2021).
Gobierno
Esta meso categoría refleja las opiniones negativas y positivas que tenían los participantes frente a las respuestas del gobierno local y nacional durante la pandemia. La mayoría afirmó desconfiar del Estado por casos de corrupción y mal manejo de los recursos, “La corrupción fue terrible. Hacían seguimiento a los mercados y no les habían llegado a la gente o los dejaron dañar, o se aprovecharon pa’ cobrar más” (María José, comunicación personal, 19, febrero, 2021). Sumado a esto, se encontró la percepción de insuficiente ayuda a la población por parte del Estado durante la crisis. En contraposición, la opinión favorable hacia el gobierno estuvo relacionada con la rapidez con que tomó medidas para atenuar la curva de contagios en el país, “En ese momento fueron medidas rápidas para proteger la población y para que no hubiera tantos infectados ni muertos” (Andrés, comunicación personal, 11, febrero, 2021).
Solidaridad
Esta macro categoría refleja las prácticas solidarias llevadas a cabo por adultos de Bogotá durante la pandemia por el COVID -19 (figura 3).
Acciones de solidaridad propias
La acción de ayuda más recurrente fue apoyar a la familia: “para lo que necesite mi familia, mi tiempo y mi apoyo siempre, pues sería como mi granito de arena para ellos que son lo primero” (Manuela, comunicación personal, 13, febrero, 2021). De manera que resaltaron que era indispensable que su familia estuviera bien de salud y económicamente, antes de brindar ayuda a terceros.
En segundo lugar, las ayudas estuvieron dirigidas a personas conocidas, con acciones como continuar pagando el salario a la empleada doméstica sin que fuera a prestar el servicio; ayudar a los vecinos de la tercera edad; recaudar y donar dinero, recursos y mercados para conocidos que lo necesitaban. “Muchas familias del barrio que necesitaban ayuda, colocaban el trapito rojo y entre todos los vecinos, que teníamos la posibilidad de poder ayudar, armábamos mercados” (Sofía, comunicación personal, 26, febrero, 2021).
En tercer lugar, estuvieron las acciones solidarias brindadas a personas desconocidas. Dentro de esta, la más común fue apoyar al trabajo informal, comprando a vendedores ambulantes. La segunda más común fue ayudar a familias y personas que pedían colaboración por las calles; luego, unirse a la iniciativa ‘colombiano compra colombiano’ y, por último, apoyar y difundir pequeños emprendimientos.
Finalmente, emergió la micro categoría protegerse a sí mismo para proteger a los demás. Con esto, solían afirmar que tomar las medidas de bioseguridad era una forma de cuidar a las personas alrededor, especialmente la familia: “Yo las medidas de bioseguridad las he tomado todas. Más allá de porque sean obligatorias, porque aunque es poco probable que le dé duro el virus, es porque puedo contagiar a un familiar” (Juan, comunicación personal, 26, febrero, 2021).
Acciones externas
Esta meso categoría busca establecer las acciones solidarias que los entrevistados refieren conocer o haber oído durante la pandemia La primera micro categoría emergente fue la de acciones de la población civil, quienes recaudaron recursos para los más necesitados, por medio de iniciativas colectivas o individuales. La segunda fue la de acciones solidarias del gobierno, que entregó subsidios económicos, mercados e incentivó la compra directa a los campesinos de cada zona. Por último, resaltaron iniciativas de las empresas privadas, como mantener el salario de sus empleados a pesar de no poder seguir trabajando.
Motivaciones
En esta meso categoría se presentan las razones o motivaciones que llevaron a cada persona a ayudar a otros. La más recurrente fue la empatía, que asociaban con “ponerse en los zapatos del otro”, cuando reconocían que una persona estaba viviendo una situación que ya ellos mismos habían experimentado o que podían llegar a vivir en el futuro. Otra motivación manifestada fue percibir necesidad. Al respecto, que falte la comida y el hogar, que alguien no tenga con qué sostenerse, que dependa de la mendicidad, son algunas de las expresiones que dan cuenta de lo que algunos de los participantes expresaron.
Percibir vulnerabilidad e indefensión en otros fue otra motivación mencionada. En este sentido, algunos participantes expresaron ayudar a niños y adultos mayores por no tener las mismas capacidades o recursos para salir adelante y muchas veces depender de los demás. También hubo quienes hablaron de preferir proteger a poblaciones más propensas al daño, como los habitantes de calle, los indígenas emberá y las trabajadoras sexuales.
Por último, a la mayoría los motivaba ayudar a su familia antes que pensar en ayudar a otras personas. Según ellos, la familia era su prioridad más grande: “Me parece que las primeras iniciativas y las más válidas son apoyar a tu familia” (Manuela, comunicación personal, 24, febrero, 2021).
Promotores de la solidaridad
La mayoría de los entrevistados utilizaron los medios de comunicación ‒ principalmente las redes sociales, luego los canales de noticias tradicionales y, por último, la radio y el periódico‒ para hacer más visibles a aquellas personas que estaban pasando por situaciones críticas; para compartir, multiplicar, realizar y conocer iniciativas solidarias; y para difundir emprendimientos. “Había una señora que estaba pasando por una situación terrible por el Covid, y a través del WhatsApp conseguimos recursos y le pudimos colaborar para dos meses de arriendo y mercadito” (María José, comunicación personal, 19, febrero, 2021), “Las redes sociales han sido la palanca para que los trabajadores independientes puedan seguir flotando en su negocio” (Sarita, comunicación personal, 23, febrero, 2021).
Discusión
En medio de la coyuntura, las personas, bien sea individualmente o en colectivos, se movilizaron para ayudar en la medida de sus posibilidades a familiares, desconocidos y conocidos. Es así que con el fin de promover estos actos en el futuro, primero es importante comprender desde la psicología por qué la gente ayuda.
Según Barreto et. al (2015), en la teoría del efecto espectador, cuando un observador está viendo a una persona en una emergencia o necesidad, pero no está recibiendo ayuda, la probabilidad de que el espectador intervenga en la situación aumenta, dado que no hay difusión de la responsabilidad. Teniendo en cuenta que los participantes resaltaron que las ayudas del gobierno durante la pandemia fueron insuficientes, es posible que algunos participantes se sintieran más responsables de ayudar a otros, al percibirse como la única o una de las pocas opciones para aliviar las necesidades que no habían sido suplidas.
Más allá de lo anterior, la motivación principal para ayudar a otros fue la empatía o el ponerse en el lugar del otro, como los particiapntes lo llamaban. Hay quienes afirmaron conectarse y ayudar a otro porque vivieron en el pasado dificultades económicas, hambre o necesidades similares. Esto es lo que Prainsack y Buyx (2011) llaman similitud, que hace referencia a sentirse vinculado o identificado con otra persona por el hecho de haber vivido, o llegar a vivir en el futuro, una situación similar. De esta forma, la similitud se evidenció como un camino o facilitador para la empatía.
Por otro lado, al ponerse en el lugar del otro se reconoce en la humanidad de ese ser algo compartido: la condición inherente de fragilidad y la posibilidad de sufrir. A pesar de esto, la gran diferencia es la desigualdad de condiciones. De ahí que algunos participantes preferían solidarizarse con habitantes de la calle, adultos mayores, niños, vendedores ambulantes y minorías ‒entre ellas, la población indígena emberá y las trabajadoras sexuales‒, por percibirlas en condiciones económicas, sociales, políticas y culturales más propensas al daño y al sufrimiento (Feito, 2007).
Relacionado con la vulnerabilidad social, resulta pertinente traer a colación el término sindemia, que se refiere a una
... situación en la que dos o más enfermedades interactúan de forma tal que causan un daño mayor que la mera suma de estas dos enfermedades. El impacto de esta interacción está facilitado por condiciones sociales y ambientales que juntan a estas dos enfermedades o hacen que la población sea más vulnerable a su impacto. (Covid- 19: qué es una sindemia, 2020)
En Colombia, un país con 17.5 millones de personas en pobreza, el virus no solo llega a ser un problema de salud sino también social, al atacar desproporcionadamente a las poblaciones más pobres, sobre todo, porque el acceso a una dieta saludable y a condiciones de salubridad dignas siguen sin ser garantizadas y hacen más propenso el desarrollo de enfermedades. De ahí la necesidad en el país de hacer frente también a las necesidades del contexto social, en vez de centrarse en el virus como una enfermedad aislada (Covid-19: qué es una sindemia, 2020).
La sociedad no es ajena a esta realidad, así que con el fin de apaciguar las consecuencias de la pandemia surgieron numerosas iniciativas solidarias. Muestra de esto es que todos los participantes brindaron una ayuda y reconocieron tanto en otras personas como en entes públicos y privados acciones de apoyo. En estas manifestaciones solidarias, los medios de comunicación se convirtieron en el principal recurso para enterarse y divulgar formas en las que se podía ayudar a otros, y para difundir y poner en evidencia las situaciones de necesidad de las personas. Según Quintas (1998), en catástrofes, los medios permiten desarrollar una conciencia colectiva de ayuda a otras personas, pues lo que sucede en el mundo exterior ‒en este caso, las necesidades‒ se hacen visibles y próximas. De lo anterior da cuenta que durante la pandemia, los medios han permitido e impulsado a la sociedad a empatizar con otras realidades y actuar en pro del bienestar común sin salir de casa, sin ponerse en riesgo ellos ni a sus familiares. En otras palabras, los medios de comunicación se convirtieron en facilitadores y promotores de las prácticas solidarias.
El evitar poner en riesgo a la familia no es en vano, el discurso de los participantes fue repetitivo en primar el bienestar de los integrantes de dicho núcleo antes de ayudar a un tercero. Este planteamiento tiene sentido, entendiendo el papel que juega la familia en los países latinoamericanos, en donde por la limitada cobertura que presentan algunos a nivel social, laboral, en salud y seguridad social, la familia se convierte en la más importante y, en ocasiones, la única institución de protección social y apoyo frente a eventos traumáticos (Arriagada, 2009). Con lo anterior toma aún más relevancia la repetición en el discurso sobre tomar las medidas de bioseguridad como una forma de velar por el bienestar de la familia, más que por protegerse a sí mismos.
Precisamente por esta razón, se mostraban indignados ante quienes no acataban las medidas de bioseguridad. Para los participantes, parte de la sociedad era egoísta y no dimensionaba hasta qué punto las acciones individuales podían afectar a los otros. Según el Observatorio de coyuntura económica y social del Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico – CEDE de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes (2020), a medida que avanzaba el aislamiento, la confianza de las personas que acataban las medidas de bioseguridad frente a las que no lo hacían bajó del 30 % al 12 % de marzo a mayo del 2020. Este nivel de confianza de por sí bajo, según la anterior investigación, es característica de las sociedades latinoamericanas (Güemes, 2013). Lo anterior influye en la interacción entre los individuos pues “no se sabe qué esperar de los otros y se sospecha que los demás son deshonestos u oportunistas” (p. 1). De ahí que durante la pandemia, la entrega y compra de mercados primó ante ayudas económicas sobre las que poco o nada podían prever los participantes del uso que se les daría.
Estos razonamientos no son en vano, al contrario, se enmarcan en una sociedad golpeada por años de guerra interna, una sociedad que se acostumbró a vivir en medio de la violencia, a tal punto que ha normalizado, incluso, la muerte. En las calles de Bogotá, la capital del país “cada día de 2019, dos personas fueron asesinadas para robarles” (López Morales, 2020). En este sentido, el panorama de Colombia que antecede a todo lo relatado anteriormente da cuenta de un tejido social fracturado. Sin embargo, hoy Colombia, incluso tras haber firmado el acuerdo de paz entre el gobierno y las FARC-EP, sigue buscando cómo construir la paz.
Por lo anterior, surge la pregunta: ¿Qué sucede con la solidaridad cuando una situación de crisis, que pone en peligro la vida de todos, llega a un país marcado por la violencia, la desigualdad y la desconfianza?
La respuesta es paradójica. Si bien los hilos del tejido social están debilitados, durante esta crisis humanitaria que amenaza la vida de todos de diferentes formas se ha generado ‒al menos en esta muestra de participantes‒ una gran ola de solidaridad. La particularidad de este fenómeno es que a pesar de las percepciones negativas de la sociedad y del gobierno, se ha logrado extender una mano de ayuda al otro, lo que resulta insólito, pero, más aún, esperanzador.
Todo lo anterior lleva a reflexionar, en primer lugar, que reparar la confianza fortalecería la capacidad de comprometerse con esfuerzos colectivos en busca de un bien común; y, en segundo lugar, la solidaridad como una apuesta para la reconstrucción del tejido social y, asimismo, la paz.
Aun así, lo anterior no es lo único, pues las condiciones de inequidad y la pobreza también deben ser trabajadas; sin embargo, la construcción de paz no se hace esperar. Las respuestas solidarias de los participantes dan cuenta de una forma en que se puede construir un bien común desde la posición en la que cada uno se encuentra. Las respuestas solidarias son, entonces, una base para trabajar por la cohesión social en el día a día, es lo que une a unos con otros en medio de las dificultades, es un compromiso con el tejido social fracturado.
Limitaciones
El tamaño de la muestra puede ser una limitación, ya que, si bien el objetivo del estudio no es la generalización de los hallazgos, con una muestra más grande se podría indagar sobre más perspectivas de la solidaridad en Colombia, lo que generaría, a su vez, resultados más representativos. Por otra parte, la virtualidad limitó que se pudieran observar los comportamientos no verbales.
La investigación sobre la solidaridad en la pandemia del COVID-19 sigue su curso desde el consorcio SOLPAN de la Universidad de Viena en Austria, con el fin de ahondar en los comportamientos solidarios de forma longitudinal y atendiendo a los avances que ha tenido la coyuntura, como la vacunación. De esta forma, para continuar con la misma línea de investigación se recomienda aumentar el tamaño de la muestra, tener como categoría de análisis el nivel socioeconómico e incluir a otras regiones del país. Finalmente, se espera que esta investigación sea un insumo de próximos estudios que ahonden en la comprensión de cómo aporta y cómo implementar la solidaridad en la reestructuración del tejido social colombiano y la paz.