Introducción
Desde la década de los sesenta se tomó conciencia de la fragilidad del planeta Tierra y de la necesidad de intervenir esta problemática con el inicio de campañas y el surgimiento de ONGs encaminadas a la denuncia de acciones nocivas y a la protección del ambiente. Estos esfuerzos lograron ralentizar algunos procesos de degradación ecosistémica, y fueron el comienzo de discusiones y debates sobre los avances y retrocesos de los acuerdos y proyecciones en conferencias, foros, cumbres ambientales, entre los cuales se destaca la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992 en la que se enfatiza el tema de la educación ambiental con una mirada desde lo físico-natural y lo ecológico. Sin embargo, y a pesar de esto, aún son necesarios análisis ambientales desde otras disciplinas como la filosofía, la política, la geografía y la historia para que por medio de la educación se permeen los diferentes contextos cotidianos.
En los últimos treinta años, comenzó un movimiento más integral en la lucha por la conservación desde todos los ámbitos de la vida de los seres humanos para moldear su relación con el entorno. Se comienza a constituir la “Ecofilosofía”, una “cuasi-nueva” disciplina filosófica cuyo campo de estudio responde a los problemas ambientales actuales, y tiene sus raíces en las tradiciones filosóficas de la humanidad (Ciner, 2002, p. 135). La ecosofía pretende desentrañar estas raíces y poner en práctica una alfabetización ambiental, conducente a una relación sabia del ser humano con “su mundo subjetivo, social y medioambiental” (Conde, 2011, p. 5). La mayoría de los problemas ambientales responde a una crisis del paradigma de la civilización moderna, la cual se piensa y actúa como si fuera superior a las demás especies del planeta, y se vale de la naturaleza para suplir sus necesidades y / o necedades de progreso. La metodología propone un ejercicio hermenéutico, de lectura, interpretación y escritura que aborda textos de Ángel Maya (1995, 1997, 2002), Alexander Martínez Rivillas (2012), Edgar Morin (1996), Immanuel Kant (1988) entre otros, para una comprensión más integral y contextualizada.
El origen desde las ciencias naturales: la ecología
Cuando en 1866, Ernst Haeckel, naturalista, filósofo alemán y seguidor de la teoría evolucionista de Charles Darwin, establece el término “ecología” definido como “interacción de sistemas vivientes con sus entornos ambientales” (Martínez, 2012, p. 283), inaugura una tradición de trabajos en torno a este concepto para diferentes disciplinas del conocimiento. Posteriormente, se da paso a la “edad de oro de la ecología”, con un enfoque orientado al “estudio determinista de las poblaciones en entornos naturales determinados” (p. 283). En 1935, A. G. Tansley, botánico inglés pionero de la ecología, propone el concepto de “ecosistema”, que integra variables físicas dentro de la dimensión ecológica, articulando las ciencias físicas con las biológicas. Al igual que el concepto de ecología, el de ecosistema comienza una época de investigaciones que se orientan hacia un enfoque holístico, contribuyendo “al nacimiento de las disciplinas de la ‘complejidad’, cuyo principio de investigación más simple fue ‘explicar todo en función de sus partes’” (p. 283), entre estos se destacan los estudios realizados en 1960, por ecólogos e investigadores forestales americanos en el Bosque Experimental de Hubbard Brook, bosque vivo utilizado como laboratorio experimental por más de 50 años situado en las Montañas Blancas de New Hampshire, es uno de los paisajes más intensamente estudiados en la tierra (Holmes & Likens, 2016). Por esta misma época se desarrollan otras investigaciones que abren el campo del conocimiento a la “ecología social” con el “bio-regionalismo” de Lewis Mumford (Martínez, 2012, p. 284). En estas mismas décadas de los cuarenta y cincuenta aparecen graves problemas ambientales, como el fenómeno de la lluvia ácida en Europa del Norte, derrames de petróleo en el mar y afectaciones de la salud humana ocasionadas por los agroquímicos como el DDT; estos problemas motivaron numerosas investigaciones con un enfoque ecológico integral y multidisciplinario aplicando “el sistema de las ciencias del hombre al drama ambiental” (p. 284), en donde la filosofía tuvo un escaso desempeño; se publican importantes estudios, como los de Rachel Carson (1964); el entomólogo estadounidense Paul R. Ehrlich publicado en 1968 (Martínez, p. 284) y el profesor de historia medieval Lynn White (2007, p. 81), entre otros.
Específicamente, la reflexión sobre el pensamiento ambientalista surge en Ángel Maya con los ecos que vienen de Europa de la reunión del Club de Roma con The Limits to Growth (Meadows, Meadows, Randers & Behrens, 1972): “Este fue el primer informe ambiental que Augusto tuvo en sus manos” (Noguera, 2009, p. 3). El pensamiento ambiental se hace evidente en el contexto de la Conferencia Mundial del Club de Roma (1968) donde comenzó a surgir una especie de advertencia que cuestionaba el ‘confort’ de las clases altas y medias, europeas y norteamericanas; este confort “era una ilusión si se continuaba con un desarrollo sin límites” en estas sociedades cuyo crecimiento tecnológico, industrial y económico no estaba considerando “los límites de los ecosistemas” (p. 1). Otras publicaciones también incidieron en el desarrollo de investigaciones interdisciplinarias, como Las doctrinas de derecho ambiental, del norteamericano Christopher Stone (1972); La ley de la entropía y el proceso económico (1971) de Georgescu-Roegen (economista y matemático); los trabajos sobre los vínculos entre economía y ecología de Barry Commoner, Edward Goldsmith y Howard Odum; este último fue el gran ordenador conceptual de la doctrina ecológica (Martínez, 2012, p. 284). El concepto de autonomía, acuñado en la época de la Ilustración y en el siglo XX con el neoliberalismo, es objeto de debate, pues es por este ideal de autonomía que se refuerzan las fronteras y se profundizan las desigualdades entre naciones.
Inicios de la filosofía ambiental
Se identifican algunas corrientes que aportaron de manera significativa en el naciente debate de la filosofía ambiental como el Movimiento de Ecología Profunda, creado por Arne Næss, Sigmund Kvaløy y Nils Faarlund (1973) (Martínez, 2012, p. 285). Næss (2007) contrapone la ecología superficial y la ecología profunda, la primera “combate la contaminación y el agotamiento de los recursos naturales” siendo su objetivo central “la salud y la vida opulenta de los habitantes de los países desarrollados” (p. 98); al contrario, la segunda tiene como principios el rechazo de la imagen del hombre-en-el-medio ambiente en favor de la imagen relacional, de campo-total; la igualdad biosférica; el principio de diversidad y de simbiosis, la postura anticlasista; el combate de la contaminación y el agotamiento de los recursos naturales; la complejidad, no complicación; la autonomía local y descentralización (pp. 98-101). El movimiento “Ética de la Tierra”, iniciando por Aldo Leopold (1949), combina la historia natural, la descripción del paisaje y la filosofía (The Aldo Leopold Foundation, 2017).
Otras corrientes tratan de los deberes que todos nosotros tenemos hacia el lugar que es el mundo natural y de los valores que allí están presentes: Richard Routley (1973) promueve la environmental ethics, y Holmes Rolston diferencia el valor instrumental del valor intrínseco, distinguiendo un tercer valor, el sistémico, que designa la creatividad que opera en el interior de la naturaleza en el contexto de un sistema complejo, donde nada es dejado al azar y donde todo tiene una función (Nonfiction, 10 de junio del 2008). El ecofeminismo, cuya principal representante es Sheila Collins (1974), sostiene que la causa de la destrucción ecológica se debe principalmente, a “la cultura patriarcal que extiende el dominio de lo femenino al dominio de lo natural por una simple asociación simbólica” (Martínez, 2012, p. 285).
El “nuevo animismo”, inspirado en la deep ecology y de más reciente fundación (p. 285), surge del fenómeno del desencantamiento producido por los avances tecnológicos y científicos que hacen ver a la naturaleza exenta de su misterio: ella deviene controlable, predecible, manipulable (Brenan & Lo, 2008). Este fenómeno fundamenta una posición filosófica en el contexto del arte y la poesía europeas, en el cual se instala cierta desazón, que manifestaba el hastío y la náusea del desencantamiento producido “por la ruptura que la Ilustración había hecho con los dioses” y por la tecnología que había logrado armas cada vez más eficaces (Noguera, 2009, p. 2). Esta posición filosófica aplicada al medio ambiente ha dado lugar al surgimiento de un campo llamado “eco crítica” (Brenan & Lo, 2008). El argumento del nuevo animismo se basa en la idea de considerar una montaña o un árbol equivalente a una persona, relacionarse con el mundo desde este punto de vista, podrá servir de base para una actitud de respeto hacia la naturaleza; si el desencanto es una fuente de problemas medioambientales, el nuevo animismo se puede considerar como un intento de reencantar y ayudar a salvar la naturaleza (Brenan & Lo, 2008). Es de resaltar que estas corrientes tuvieron influencia en el pensamiento de Ángel Maya: “en la década de 1970, tendencias del pensamiento europeo hicieron resonancia con tendencias del pensamiento latinoamericano que en Colombia floreció con el filósofo, historiador y poeta Carlos Augusto Ángel Maya” (Noguera, 2009, p. 2).
El surgimiento de la teoría del caos o de la complejidad es motivado por “la ruptura en el sistema de las ciencias” (Martínez, 2012, pp. 285-288); su principal representante es el pensador Edgar Morín quien afirma que el pensamiento ecologizado debe romper con el paradigma dominante en la cultura occidental que desune el sujeto del objeto, y asumir el paradigma complejo definido como aquel donde “la autonomía de lo viviente, concebido como ser auto-eco-organizador, es inseparable de su dependencia” (Morin, 1996, p. 3). El problema del antropocentrismo en el mundo occidental se expresa con una paradoja “difícil de resolver en ética ambiental”, a partir de la pregunta: “¿Para superar la crisis ambiental, el mundo de la especie humana, de los entes vivientes no humanos y de los seres inanimados, deberían gozar de los mismos derechos y respetos morales, no obstante la pluralidad cultural y religiosa que contradice dicho igualitarismo biosférico?” (Martínez, 2012, p. 289). La posición utilitarista es fundamentada por Kant, y acepta cualquier intervención en la naturaleza con el pretexto de contribuir al bienestar humano, sin que se pueda prohibir las prácticas que le causan daños graves y permanentes (Kant, 1988, p. 192). La segunda postura es la del movimiento de la ecología profunda y del pensamiento complejo, basada en una moral que determina valores de respeto dirigidos a los entes naturales. Esta postura tiene puntos de encuentro con el pensamiento de Ángel Maya quien le da al ser humano una posición descentrada en la naturaleza. La solución a esta paradoja puede encontrarse en la afirmación según la cual cada uno está en el mundo no para cumplir una función, sino dentro de una trama de relaciones que lo determinan: “El hombre en su totalidad está sometido a la naturaleza” (Ángel, 2002, p. 183).
Conclusión
La ecosofía, al igual que la ecología y la educación ambiental, tiene sus raíces en la crisis ambiental; sin embargo, las trasciende, dado que mira al ser humano en todas sus dimensiones e intenta lograr una vida integral en armonía con su entorno lejano e inmediato en los diferentes ámbitos en los que interactúa, orientando su reflexión hacia lo ambiental en la construcción de una trayectoria histórica que descubra las causas del deterioro planetario. La ecología y su noción de ecosistema encuentran que las acciones de los hombres no pueden encasillarse únicamente dentro de la trama alimentaria, a diferencia de otras especies, porque existen otras dimensiones, como la filosófica, que promueven la reflexión social, ética, educativa. Se genera una crítica a las tendencias antropocéntricas, a fin de replantear la relación de usufructo hombre-naturaleza con estudios que interroguen el crecimiento tecnológico, industrial y económico de los países desarrollados, los mayores responsables del deterioro actual de los ecosistemas. La conformación simultánea de movimientos ecológicos y ambientalistas promueve diferentes corrientes de la filosofía ambiental las que, por demás, han recibido numerosas críticas de enfoques que consideran el valor del hombre por encima de la naturaleza, y a esta como abastecedora sin límite de las generaciones presentes y futuras del ser humano. La filosofía ambiental cuestiona la manera en que el hombre de todos los tiempos ha tomado la naturaleza como un bien que muchas veces enajena y depreda, pero que otras veces respeta y escucha.