Introducción
El ensayo Orientalism, de Said (1978), fue clave en cuestionar las representaciones eurocéntricas de todo aquello más allá de las costas al oriente del Mediterráneo; no obstante, las nociones West y Global North, en un planeta esférico, se asoman como constructos complacientes que idealizan una autoimagen que, a la vez, caricaturiza a todos los otros (Spivak, 1988), los no occidentales, aunque estemos al occidente del Mediterráneo, el resto del mundo (Pratt, 1992), en el Sur Global (Oglesby, 1969). En el libro The Latin American Ecocultural Reader,French y Heffes (2021: 8), siguiendo a Avelar (2014), proponen que América Latina es el lugar desde donde los europeos, por primera vez, se concibieron a sí mismos como la Western modernity, al compararse con las culturas amerindias. Estas distinciones sientan las bases para el proceso de colonización y dominación europea hacia otras latitudes que perduran en el imaginario, aun cuando desde la academia intentemos descolonizarlas1.
Por su parte, Mignolo (2008: 258), tomando el término de Andalzúa, sugiere que las zonas del mundo que experimentan la herida colonial son "todos los países del planeta, que a excepción de Europa Occidental y Estados Unidos (...) lidia[n] con la invasión, diplomática o guerrera, beneficiosa o desastrosa, de Europa Occidental y Estados Unidos", ampliando así el alcance del concepto de modernidad occidental. Si bien la nomenclatura Sur Global/Norte Global, propuesta por Oglesby (1969), parece menos peyorativa que países subdesarrollados o en vías de desarrollo, primer y tercer mundo, sospecho de las simplificaciones caricaturescas y estereotipos que producen estas categorías respecto a la diversidad cultural de quienes vivimos al sur o al norte del Ecuador. No obstante, por efectos prácticos, a lo largo de este ensayo utilizaré esta nomenclatura.
En un ensayo anterior, en un esfuerzo por identificar la contribución de creadores e intelectuales chilenos a la discusión sobre el rol de las humanidades en tiempos de incertidumbre ecológica, enfaticé que "la escritura ecológica en América Latina constituye activismo que denuncia la injusticia ambiental, destaca en el primer plano a las culturas indígenas (...) y propone una reescritura de la historia oficial" (Casals-Hill, 2016: 163, traducción propia). Intelectuales como Paulo Freire, Eduardo Galeano, Leonardo Boff y Exequiel Ezcurra han sido testigos de la injusticia ambiental, y han nutrido el pensamiento ecologista y poscolonial de América mestiza, desarrollándolo en un período previo y posterior al colapso del comunismo, que obligó a la reorganización de los estudios culturales en las Américas, como destacan Cabrera y McKee (2010).
En este artículo, quisiera destacar, particularmente, las ideas propuestas por Galeano (1971/2006) en Las venas abiertas de América Latina2 y la Pedagogía de la esperanza3, de Freire (s.f.). Desde sus miradas críticas y comprometidas, analizaré una novela distópica popular, escrita por la autora estadounidense Suzanne Collins (2008), The Hunger Games, en contrapunto con su precuela, The Ballad of Songbirds and Snakes (Collins, 2020). La relación entre este corpus literario y el teórico parecerá dispar; sin embargo, así como tantas producciones latinoamericanas han sido analizadas desde aparatos teóricos desarrollados en otras latitudes, aquí propongo devolver la mirada, analizando un texto del Norte desde teorías desarrolladas en el Sur Global, entendiendo que este gesto empodera al lector del Sur. Siguiendo a Pratt (1992), esta operación debilitaría el control sobre la imaginación y el conocimiento que ejerce el neoimperialismo, incluso desde las buenas intenciones de los departamentos de estudios latinoamericanos en la academia anglo y, particularmente, norteamericana, que emerge en plena Guerra Fría4.
La mirada crítica desde el Sur
Galeano (2006) denuncia la producción de pobreza en América Latina, y argumenta que esta va en paralelo con la explotación y devastación de la Tierra. Es decir, no solo acusa la reducción del ser humano por la condena e injusticia que el sistema capitalista global impone, sino también el usufructo usurero y saqueo de los recursos naturales de la región, desde la conquista europea, hace 500 años, y sin tregua hasta el día de hoy. En ese sentido, sostiene que América Latina
continúa existiendo al servicio de necesidades ajenas, como fuente y reserva del petróleo y el hierro, el cobre y la carne, las frutas y el café, las materias primas y los alimentos con destino a los países ricos que ganan, consumiéndolos, mucho más de lo que América Latina gana produciéndolos... (Galeano, 2006: 15)
Y agrega:
el atraso y la miseria de América Latina no son otra cosa que el resultado de su fracaso. Perdimos; otros ganaron. Pero ocurre que quienes ganaron, ganaron gracias a que nosotros perdimos: la historia del subdesarrollo de América Latina integra (...) la historia del desarrollo del capitalismo mundial. (Galeano, 2006: 16)
El fraseo de Galeano es redundante y circular, lo que sirve para enfatizar la relación abusiva, donde la prosperidad económica del Norte es inversamente proporcional a la miseria provocada en el Sur, a la vez que proporcional a la huella ecológica endosada al mismo Sur. Esta mirada es aguda y pesimista, insistiendo en que el subdesarrollo de unos es producto del desarrollo de otros, "el subdesarrollo latinoamericano es una consecuencia del desarrollo ajeno" (Galeano, 2006: 341).
Siguiendo al catalán Martínez-Alier, French y Heffes (2021: 8) coinciden con Galeano:
La "abundancia" de recursos naturales que los colonizadores europeos encontraron en el Nuevo Mundo creó las condiciones de posibilidad para una economía basada en la explotación de los seres humanos y la naturaleza no humana a través de la extracción de la riqueza mineral, los monocultivos, esclavitud negra, y el sistema de encomiendas. Esta economía persiste hasta el presente a pesar de las transformaciones tecnológicas, económicas y políticas a nivel local, regional y geopolítico. En este sentido, la explotación ilimitada de recursos naturales ha sido la constante en la historia económica de América Latina. (Traducción propia)
Desde su amplia perspectiva histórica, Galeano argumenta que, para mantener la dominación económica, una vez independizada América Latina de las coronas española y portuguesa, la producción de las antiguas colonias se volcó al comercio exterior, a través de los puertos propios que volvieron sus miradas, individualmente, hacia afuera, en vez de buscar la fuerza de la unidad (como sí los hicieron las primeras 13 colonias en América del Norte, una vez conquistada la independencia de la Corona británica). Así, las nuevas repúblicas en América del Sur se convirtieron en competencia mutua, descartando el sueño bolivariano y la posibilidad de un mercado común. Para Galeano, este proceso no fue casual, sino que respondía a los intereses económicos del imperio informal5, al servicio de la expansión comercial británica más allá de sus colonias.
Desde los estudios poscoloniales, en una revisión de la producción de intelectuales indígenas de Bolivia, Ecuador y Chile, Zapata (2016: 349) argumenta que las independencias de estos países no dieron fin a los procesos de colonización, en tanto estos perduran en las nuevas repúblicas aun después de 200 años, así como las relaciones de dominación propias del período colonial, momento en que las élites mestizas y blancas se posicionaron como superiores a los indígenas, quienes permanecen en el lugar del colonizado. Zapata (2016: 349) cita las palabras de José Martí respecto a que "la colonia continuó viviendo en la república", enfatizando que Martí es un "pionero en una línea de argumentación que, con altos y bajos, estará presente durante todo el siglo XX [entre los intelectuales latinoamericanos], hasta hoy" (Zapata, 2016: 349). En esta misma línea, presenta a Marimán (2006, como se citó en Zapata, 2016: 340), quien "pone atención en el desarrollo de la cultura [mapuche] posterior al hecho colonial". En este punto, y siguiendo a Marimán, Zapata (2016: 340) muestra nítida la injusticia ambiental: "la reducción territorial luego del despojo, que generó la pobreza y afectó las posibilidades culturales e identitarias a tal punto (...) que muchos han llegado a vincular cultura Mapuche con pobreza" al interior de nuestro propio país (Chile); no obstante, esa misma asociación puede ser aplicada a la mayoría de la población morena de nuestro continente mestizo.
Ezcurra (1992: 128-137) habla del fin del siglo XX como los tiempos "del cólera", y sostiene que ese tiempo del triunfalismo de la economía global sin restricciones es también el tiempo de fin de mundo para América Latina; asegura que este triunfalismo -de mentalidad colonial, agrego yo- incluye grandes problemas colaterales vinculados al medioambiente y la pobreza. Luego de enumerar los problemas ambientales más apremiantes, Ezcurra (1992: 134) señala que "la distribución interna de los recursos ha sufrido un deterioro significativo. Al anteponer crecimiento sobre justicia distributiva" y agrega que el problema de "la pobreza está íntimamente asociado al de la degradación ambiental".
Informado por los estudios poscoloniales, y la lectura de Guha y Martínez-Alier (2006), quienes elaboran la noción de ambientalismo de los pobres (como señalan French y Heffes, 2021)6, Nixon (2013) agrega a la relación entre pobreza y medioambiente -depredado, deteriorado, tóxico, contaminado, riesgoso- que ese empobrecimiento paralelo al que aluden Galeano y Ezcurra es un proceso invisibilizado, justamente, por la gradualidad del mismo, que tiene una suerte de efecto retardado y disperso que, en muchos casos, dificulta reconocer las causas directas y sus consecuencias nocivas. A ello, Nixon lo llama violencia lenta, y argumenta que este tipo de violencia suele no ser reconocida como tal. Sin negar el aporte que han hecho reconocidos ecocríticos y estudiosas de las humanidades ambientales desde la academia estadounidense, Nixon critica que la investigación de estos tiene un punto ciego respecto de las prácticas imperialistas contemporáneas de la política exterior de los EE. UU., al apoyar a sus grandes transnacionales, las que son hoy, en gran medida, responsables del empobrecimiento humano y ecológico en estas latitudes. En su libro, Nixon hace un llamado a los intelectuales en las humanidades ambientales del Norte Global a reconocer esta responsabilidad. Mignolo (2008: 246), por su parte, se pregunta por "los pozos negros que oculta[n la] retórica (...) capitalista" y la ideología de la modernidad.
Es justamente en esta línea de argumentación que propongo releer las novelas distópicas populares de Suzanne Collins, The Hunger Games y The Ballad ofSongbirds and Snakes. Si bien la primera -y la versión cinematográfica de la saga- recurren al espectáculo de la violencia que critica Nixon, planteo que, si leemos el texto como una alegoría de las relaciones ecológicas y económicas del mundo globalizado contemporáneo, el mapa del territorio donde transcurre la novela deja de ser EE. UU. después del apocalipsis climático en un futuro impreciso, y se convierte en el mapa de las relaciones Sur/Norte. En este sentido, elaboro, sobre la propuesta de Burke (2015: 559): "en vez de una mera distopía o una investigación sobre la semblanza de los EE. UU. después del apocalipsis, Los juegos del hambre investiga los resultados finales de políticas corruptas; la realidad que vivemos actualmente" (traducción propia). Es decir, leo la novela no como narración con moraleja sobre lo que puede suceder si los países ricos -como los llama Galeano- siguen con el mismo ritmo destructivo del así llamado desarrollo, causante del cambio climático, sino como una denuncia a ese punto ciego que reclama Nixon, que impide ver las responsabilidades actuales, las inequidades y devastación que genera el sistema económico internacional que se sostiene en el crecimiento sin límite, que a la vez depende del estilo de vida consumista de la muy moderna Western society.
La saga de Collins expone una densidad simbólica que se revela a través del análisis textual atento. Desde los nombres de sus protagonistas a los espacios donde la acción se desenvuelve, las pistas parecen estar dadas para el ejercicio de lectura alegórica que propongo. Katniss, por ejemplo, es una planta acuática nativa del continente americano, cuyo nombre científico es Sagittaria -por su hoja en forma de cabeza de flecha- y de raíces comestibles. En diferentes sistemas de significado, estas características coinciden con el personaje que lleva su nombre: en el primero, en línea con la historia de antigua Roma a la que alude la novela como base de la civilización occidental, Katniss es la "sagitaria" que apunta su arco y flecha de manera certera. En el segundo, en línea con el saber ancestral de los pueblos americanos, Katniss también es la recolectora de alimentos que sabe cuáles raíces, hongos y bayas son comestibles y cuáles no; desde ese saber, ella ejerce soberanía alimentaria7 y subversión ante un Estado que manipula a sus ciudadanos por medio del hambre.
Si bien la lectura alegórica que propongo se apoya en estos mismos símbolos que dan significado a la novela, más allá del devenir de los personajes, al ampliar la cartografía de la narrativa al contexto global actual, la lectura alegórica subvierte estructuralmente las relaciones que el texto original propone, revelando la complejidad estructural de las relaciones de poder Sur/Norte del presente, donde las aparentes víctimas de la novela, en su dimensión de moraleja proyectada al futuro de los EE. UU., se convierten en cómplices complacientes de la deuda ecológica y social provocada por el extractivismo corporativo internacional, dependiente del crecimiento sin fin que pretende promover el desarrollo, mientras se nutre del consumismo de los individuos desarrollados. En este marco, la lectura alegórica será la fuerza estructurante que nos permita resignificar la novela, haciéndola relevante para una audiencia Otra, y, a la vez, revelar el punto ciego de su audiencia primaria.
En Los juegos del hambre (LJH), el territorio se divide entre el Capitolio y 12 distritos que están cuidadosamente controlados por la fuerza militar del Capitolio -irónicamente llamada agentes de paz-, y estratégicamente separados física y socialmente para evitar cualquier esfuerzo común de rebelión contra el poder central. Como señala Galeano (2006: 335), "esta estructura de la fragmentación", tan diferente al sueño bolivariano, que impidió cualquier "comunidad económica" (Galeano, 2006: 334), entre los países de América, posterior a las respectivas independencias de España y Portugal, se presenta como una herramienta de dominación política en la novela. En LJH, la protagonista, Katniss, es consciente de esta división: "al Capitolio le viene bien que estemos divididos" (Collins, 2011: 23), y agrega que así el Capitolio se asegura de que nunca confíen unos en otros; ni entre distritos ni unos y otros al interior de cada distrito.
Para quienes no conocen la novela, ofrezco aquí un breve resumen. Como herramienta de coerción, todos los años después de la rebelión que surgió tras la fundación del Estado autoritario de Panem, desde su capital, el Capitolio, se organizan los Juegos del Hambre (en adelante, los Juegos), donde un chico y una chica de cada distrito son sorteados para competir a muerte en este moderno circo romano televisado. Para los habitantes de los distritos, quienes observan con horror, es obligatorio ver la transmisión de los Juegos. Desde el Capitolio, los Juegos son seguidos con la adicción a las apuestas, cuidadosamente diseñados para cautivar a la audiencia consumidora de espectáculos y entretención. La protagonista es Katniss Everdeen, una joven del Distrito 12 que se ofrece voluntariamente como tributo para ir a los Juegos en lugar de su hermana menor, quien resulta elegida en el sorteo. La narración sigue los eventos en primera persona desde la perspectiva de Katniss, y el uso del presente le da un tono de urgencia a su relato de sobrevivencia. Las herramientas de las que Katniss dispone son, a primera vista, el arco y flecha, pero también cuenta con su conocimiento de la naturaleza, gracias a su experiencia como cazadora y recolectora clandestina, y, más sutilmente, su capacidad para fomentar equipos de colaboración y cuidado mutuo, así como su ética del cuidado.
Propongo concebir los 12 distritos de Panem como los países "al servicio de necesidades ajenas" que suministran materias primas, alimento y algo de manufactura barata, mientras que el Capitolio es "los países ricos que ganan" (Galeano, 2006: 15). Se trata de un sistema que se sostiene en una ideología colonial, como señala Zapata (2016). Katniss vive en el distrito más pobre de Panem, y en el sector más pobre de su distrito, junto a las minas de carbón. Allí, aunque las personas tienen carbón bajo las uñas, no poseen lo suficiente para tener calefacción, ya que la producción de los distritos va al Capitolio, donde las personas viven en opulencia y despilfarro.
Tal como ilustra Galeano (2006: 356), sobre la producción de alimentos en América Latina que se exportaban en 1978: "[e]l forraje que comen las vacas en México contiene más proteínas que la dieta de los campesinos que se ocupan de ellas. La carne de esas vacas se destina a unas pocas bocas privilegiadas dentro del país y sobre todo al mercado internacional", y agrega que en "las zonas rurales solamente uno de cada cinco niños mexicanos tiene peso y estatura normales". En otro ejemplo, sostiene que en Guatemala de cada 10 familias "que trabajan en el cultivo y la cosecha del café, principal fuente de divisas del país, apenas una se alimenta según los niveles mínimos adecuados" (Galeano, 2006: 356)8. Katniss reflexiona que "[m] orirse de hambre no era algo infrecuente en el Distrito 12" (Collins, 2011: 38). Esa muerte es lenta y silenciada, y, definitivamente, está fuera de la vista de los habitantes del Capitolio. "¿Quién no ha visto a las víctimas?", se pregunta Katniss antes de dar algunos ejemplos y describir el lento proceso de la muerte por hambre; aunque termina revelando que luego de que los agentes de la paz retiran los cadáveres "[e]l hambre nunca es la causa oficial de la muerte..." (Collins, 2011: 38). Katniss muestra conciencia de la manipulación política de la que son sujetos, y, como advierte Galeano (2006: 341), "la primera condición para cambiar la realidad consiste en conocerla".
Conforme avanza la novela, entendemos que los distritos geográficamente más cercanos al Capitolio, ordenados del 1 al 12, además de proveer al Capitolio de productos algo elaborados, gozan de ciertos privilegios; por ejemplo, el Distrito 2 elabora municiones para el Capitolio, mientras que el 11 cultiva trigo que no puede consumir. Algo similar a lo que Galeano (2006: 342) señala en tono sarcástico:
La organización mundial de la desigualdad no se altera por el hecho de que (...) Brasil exporte, por ejemplo, automóviles Volkswagen a otros países sudamericanos (...). Al fin y al cabo, (...) son brasileños los bajos costos de producción, los brazos baratos y son alemanas las altas ganancias.
A pesar de los pocos privilegios que tienen los distritos más cercanos al Capitolio, estos también deben entregar tributos para competir a muerte en los Juegos anuales, tal como los países latinoamericanos compiten entre sí por mejores tratos comerciales, al ser dependientes económicamente del Norte Global.
La competencia que menciona Galeano es pan y circo en Panem -y justamente su nombre viene de la propia expresión latina- y la exhibición televisada de los Juegos anuales intensifica el sufrimiento permanente de unos (los habitantes de los distritos), mientras que frivoliza el hambre y la pobreza en el imaginario de los ciudadanos de primera clase en el Capitolio, quienes observan la barbaridad adormecidos en sus privilegios. Collins ha manifestado en diversas entrevistas que tuvo la idea de la novela cuando veía la transmisión en vivo de la guerra de Irak, y pensó que la alta calidad de la transmisión dejaba a la audiencia anestesiada ante lo que verdaderamente estaba sucediendo, como si vieran una producción cinematográfica de la industria de la entretención. En 2015, el primer papa latinoamericano, advertía:
no suele haber conciencia clara de los problemas que afectan particularmente a los excluidos. Ellos son la mayor parte del planeta, miles de millones de personas. Hoy están presentes en los debates políticos y económicos internacionales, pero frecuentemente parece que sus problemas se plantean como un apéndice, como una cuestión que se añade casi por obligación o de manera periférica, si es que no se los considera un mero daño colateral [del desarrollo]. De hecho, a la hora de la actuación concreta, quedan frecuentemente en el último lugar. Ello se debe en parte a que muchos profesionales, formadores de opinión, medios de comunicación y centros de poder están ubicados lejos de ellos, en áreas urbanas aisladas, sin tomar contacto directo con sus problemas. (Papa Francisco I, 2015: 38-39)
Si bien aquellos profesionales, políticos y agentes económicos, cuya conciencia estaría "cauterizada" (Papa Francisco I, 2015: 39), no son equivalentes a los ciudadanos ridículos y derrochadores del Capitolio que describe Katniss; en esta analogía, la distancia física entre el Capitolio y los distritos alimenta también los sesgos y prejuicios, una cuestión que se hace más evidente en la precuela de la saga, The Ballad of Songbirds and Snakes (BSS). Esa distancia geográfica, vivencial, cultural y hasta afectiva es también causante del punto ciego entre los ecologistas de panza llena, como los llaman Guha y Martínez-Alier (2006). La conciencia, sin embargo, para quitarse las anteojeras del privilegiado o imaginar que las condiciones pueden ser diferentes -y mejores- para todos, es el punto de partida de la esperanza crítica.
Esta conciencia se encuentra en la investigación de Rice y Wrabel (2014) sobre los diversos niveles de audiencia que se funden en LJH. Las investigadoras exponen las conclusiones a las que llegaron jóvenes estudiantes de pedagogía en EE. UU. -quienes por su edad fueron la audiencia primaria de la trilogía-, a quienes se les preguntó justamente por el rol que juegan las audiencias en los libros. Citan a Clara Volz, una estudiante: "Collins nos insta a no olvidar que otros están sufriendo mientras nosotros vivimos nuestras vidas de extravagancia y exceso" (Rice; Wrabel, 2014: 191, traducción propia), demostrando que ella se identifica con los auditores consumidores del Capitolio. Como punto de partida del pensamiento utópico, el testimonio de Volz evidencia el rol que puede tener una pedagogía crítica para imaginar un futuro mejor, y también para examinar el presente y las propias complicidades de manera crítica.
La (des)esperanza aprendida
En América Latina, Freire (s.f.: 25) defiende el derecho a la esperanza crítica, considerando que es "necesario educarla". Desde la conciencia de la realidad y las capacidades propias de la comunidad, la esperanza crítica permitiría imaginar que las circunstancias de desigualdad y opresión pueden ser diferentes. A través del diálogo horizontal y cuestionador, la pedagogía de la esperanza de Freire empodera a las comunidades y las invita a tener esperanza; una que emerge de observar, con atención y en comunidad, el contexto propio, para mapear una ruta que permita mejorar en conjunto la propia calidad de vida y alcanzar unidos ese mejor futuro que han imaginado, un "'buen vivir' para todos, más que un 'vivir mejor (que otros)'", escribe Mignolo (2008: 280), parafraseando a Evo Morales. No se trata de una esperanza irracional; la esperanza crítica radica en el sentido de realidad, la conciencia del presente y la identificación por parte de la comunidad de sus propias capacidades y agencia. Henry Giroux (2017: xi), estudioso de la propuesta crítica de Freire, resume la pedagogía de este como aquella que permite al estudiante tener conciencia de su libertad y reconocer las tendencias autoritarias; promueve la imaginación; conecta el conocimiento con la verdad y el poder, y contribuye a aprender a leer el mundo en el marco de la lucha por la justicia, la democracia y el empoderamiento.
En una elaboración filosófica, Ricoeur (1986) relaciona la esperanza con el pensamiento utópico, el cual no puede ser separado de la ideología. Para Ricoeur, la utopía cuestiona y resiste la ideología de las autoridades (la que podemos entender como statu quo); entonces, la esperanza emerge al producirse el cuestionamiento y, luego, la resistencia; es decir, solamente es posible reconsiderar el pacto social cuando se cuestionan las estructuras de poder. Para Ricoeur, la utopía es el poder que alimenta la imaginación que prefigura futuros posibles, futuros diferentes al presente9. Entiendo estas exploraciones de lo posible como esperanza crítica, la que constituye una herramienta clave para resistir circunstancias políticas y socioecológicas adversas.
En articulaciones recientes, desde el pensamiento poshumanista, Braidotti (2018: 222a-b) sugiere que una ética del gozo requiere "una práctica activa de transformación colectiva [donde] la cooperación significa una labor activa hacia una comprensión adecuada de las condiciones [actuales,] produciendo una cartografía adecuada de las condiciones presentes a fin de identificar puntos de resistencia" (traducción propia). Me interesa esa insistencia en lo cooperativo y colectivo, y también el énfasis de Braidotti (2018: 22ia-b) en que la relación de poder debe ser reconocida, pero de una manera propositiva con "una postura afirmativa [que destaque] las relaciones de poder que empoderan [las cuales se distinguen] de aquellas que entrampan" (traducción propia).
En este sentido, si bien Braidotti propone una mirada crítica de las relaciones de poder, la ética del gozo llevaría a enfocarse no en las relaciones destructivas, sino en aquellas que nos empoderan. O, como sugirió Williams (1989: loc. 4086), "debemos retomar, cambiar y extender nuestros esfuerzos, promoviendo una esperanza práctica en vez de una desesperación convincente" (traducción propia). Entonces, el acto de lectura que propongo es subversivo y consiste en leer el mundo -y las novelas distópicas- desde la esperanza crítica, con pensamiento utópico, desde la ética del gozo, o la esperanza práctica. El desafío que subyace en este ensayo es modelar una lectura que permita resignificar distopías juveniles que circulan en el imaginario popular como relatos de fin de mundo y violencia espectacular -que contagian desesperanza convincentemente- para empoderar a sus lectores a través de lecturas regenerativas de las mismas y así practicar la esperanza en el tiempo presente.
Al elaborar sobre la esperanza crítica de Freire, Mercon (2009) explica que este pensamiento se nutre tanto de la dialéctica hegeliana y el legado teórico de Marx, como de la teología de la liberación. No es difícil hacer una lectura marxista de la novela LJH, donde el Capitolio es el opresor que controla el capital y los distritos son los obreros. Esta lectura, limitada a la caricatura de la relación oprimido/opresor, corre el riesgo de dejar al lector en la misma parálisis y desesperanza que experimentan los propios habitantes de los distritos al inicio de la novela, o con la conciencia anestesiada por el espectáculo de la violencia de los mismos Juegos, como sucede con los ciudadanos del Capitolio. Sin embargo, se requiere de una lectura algo más atenta a las relaciones que empoderan a la comunidad, como dice Braidotti (2018), para percibir el proceso sutil de concientización y liberación que experimenta Katniss, que, a la vez, contagia y moviliza a los pobladores de los distritos a imaginar que pueden tener la fuerza para rebelarse. Sin dejar de lado la lectura del Capitolio como los países de panza llena, y los distritos como aquellos de panza vacía (Guha; Martínez-Alier, 2006), en esta sección propongo que LJH también puede ser leída como una distopía crítica (Moylan, 2018), si entendemos el proceso de despertar de conciencia de Katniss desde la esperanza crítica (Freire, s/f).
En la superficie, LJH explora "las economías humanas y ecosistemas" (Trexel, 2015: loc. 123, traducción propia) de la reorganización político-social posterior al fin de mundo -o al menos al fin de los EE. UU. como los conocemos-, aunque las causas subyacentes a ese apocalipsis son mencionadas solo una vez en la obra. De hecho, la novela no se centra en las causas antropogénicas del cambio climático y no se refiere a sus efectos de manera explícita, por lo que es fácil obviar la relación entre cambio climático por causas antropogénicas y el presente distópico del tiempo de enunciación del relato. Durante el sorteo de tributos para los Juegos (la cosecha), Katniss se refiere a las causas que llevaron al colapso y la distopía en que vive, aun cuando estas causas son recordadas apenas como un mito lejano. La protagonista cuenta que el alcalde Undersee -nombre que alude a la discapacidad para ver, pero también a las inundaciones de los bordes costeros por cambio climático- todos los años enumera una lista de desastres: "las sequías, las tormentas, los incendios, los mares que subieron y se tragaron gran parte de la tierra, y la brutal guerra por hacerse con los pocos recursos que quedaron" (Collins, 2011: 21) y, sin embargo, señala, nadie parece estar prestando mucha atención al discurso de la convincente desesperanza.
Me detengo en la aparente desafección de la narración misma con la crisis climática, para destacar cómo esta cuasi omisión favorece los pozos negros a los que alude Mignolo (2008), tanto de los lectores de la novela como de los Estados ricos, como también de los habitantes del Capitolio, principal audiencia de los Juegos, consumidores del espectáculo, adormecidos ante el sufrimiento del Otro, ciegos a su propia responsabilidad como consumistas despilfarradores -como los describe Katniss-, que perpetúan los mismos hábitos que los llevarían a la crisis inicial, la guerra por los recursos que quedaron y luego la rebelión.
Así como Gómez-Barris (2017) cuestiona su propia capacidad como investigadora para poder ver qué hay debajo del mundo visible en las zonas de extracción, en LJH, los mineros deben internarse riesgosamente a las profundidades de la veta, ya que esta ha sido excavada por años10. Destaco que, en la reorganización del mapa de los EE. UU. en el tiempo de la novela, el Distrito 12 se ubica en los Apalaches, región vinculada tradicionalmente a la extracción de carbón, petróleo y gas natural. Así, la novela hace un guiño a este tiempo geológico profundo y a los alcances de las transformaciones antropogénicas en la era del Antropoceno. Este detalle refuerza la relación entre sistemas de desarrollo extractivista, dependientes del consumo de combustibles fósiles, y relaciona el exuberante estilo de vida del Capitolio, a expensas de la explotación de la Tierra y de los mineros en el Distrito 12.
Si bien Collins puede estar estimulando la reflexión sobre la clase de mundo que estamos construyendo -o destruyendo-, al invitarnos a ver más allá del mundo visible, como se pregunta Gómez-Barris, vuelvo a la lectura alegórica de la novela, ya no como una advertencia respecto de la posible reorganización de los EE. UU. tras una crisis ambiental en un tiempo remoto y ficticio, sino a la figuración de la novela como el presente nuestro, donde el extractivismo ejercido sobre América Latina desde la colonia hasta el presente representa una deuda ecológica que crece y crece, y desangra Las venas abiertas de América Latina. Cuando relaciona la deuda ecológica causada por el extractivismo en el Sur, y la deuda externa del Sur Global, en el libro homónimo, Martínez-Alier (2021) se pregunta ¿Quién debe a quién?, y advierte sobre la correlación entre la pérdida de diversidad ecológica y la pérdida de autonomía económica. Al respecto, Azamar-Alonso y Carrillo-González (2017: 400) afirman:
el incremento en los flujos de inversión extranjera directa (IED), dirigida hacia proyectos de explotación ambiental han tenido un impacto negativo en relación con el endeudamiento de la región [América Latina]. Es decir, al mismo tiempo que la IED aumentó para las actividades extractivas, también creció la deuda externa de la región. (...) [L]a deuda externa actual y la primarización del comercio latinoamericano coinciden con lo que ha sucedido históricamente en la región, respecto a sus relaciones comerciales con el mundo. Esta interacción ha generado un empobrecimiento constante para las naciones de América Latina debido a que priorizan la explotación y el comercio de sus recursos naturales por encima de otras actividades productivas.
Como Martínez-Alier, las autoras están hablando de un presente, de los últimos 30 años, actualizando la crítica de Galeano. Mi lectura alegórica parte desde esta concepción de presente, pero poniendo acento en la perspectiva esperanzadora, la que se puede observar en la figura de Katniss. Entre los muchos análisis sobre la obra de Collins, Burke (2015: 545) sugiere que LJH "es una novela progresista para el siglo XXI en términos de justicia ambiental" (traducción propia), elaborando sobre la representación de la compasión y cómo esta se convierte en un acto subversivo que incita la rebelión. Con anterioridad, Boff (2009: 1), en su discurso ante las Naciones Unidas para el Día de la Tierra, sugería la ética del cuidado y la compasión como única ruta para la superación de la crisis ambiental:
si cambiamos nuestro patrón de relacionamiento con referencias con la Madre Tierra y nuestra cultura consumista; y si vivimos la ética del cuidado esencial, la ética de la responsabilidad ilimitada, la ética del respeto de cara al valor intrínseco de cada ser, y, no en último lugar, la ética de la compasión por todos los que sufren en la humanidad y en la naturaleza.
Si concebimos la compasión de Katniss como un acto subversivo, la novela puede ser entendida como una distopía crítica, según los criterios de Moylan (2018: 199), es decir, aquella que, de manera obstinada, insiste en la utopía, aunque avance lentamente hacia ese mundo mejor: "[la distopía crítica] persiste en el terror del presente enunciado aun cuando muestra qué se necesita para transformarlo" (traducción propia). Esa lentitud con que se figura la utopía es justamente el motivo por el cual es fácil pasar por alto el sustrato esperanzador de la novela. El espectáculo de la violencia y crueldad en los Juegos que entretienen a los espectadores del Capitolio, también distraen al lector de la novela. Nixon (2013: 2) propone: "necesitamos (...) visibilizar una violencia diferente, esa violencia que no es ni espectacular ni espontánea (...) también debemos comprometernos con los desafíos de representación, narración y estratégicos que plantea la relativa invisibilidad de la violencia lenta" (traducción propia). Es decir, necesitamos entrenarnos para aprender a percibir la violencia lenta, pero también es necesario aprender a percibir la sutileza de la ética del cuidado que mencionan Boff (2009) y Burke (2015). A lo largo de la novela, los gestos de compasión de Katniss van mostrando qué se necesita para transformar el oscuro presente en que se desarrolla la novela.
La cualidad subversiva y crítica de la novela cristaliza al compararla con su pre-cuela BSS. Sostengo que, en la primera novela de la saga (LJH), hay espacio para la esperanza crítica, pues la narración está abierta a un futuro que, si bien es incierto, sus protagonistas pueden alterar a pesar de la autoridad opresiva que los domina.
Esto se observa en la lectura que hace, particularmente, Katniss de sus propias capacidades y las de la comunidad a la que pertenece y la sostiene, como si siguiera el método de Freire (s/f); en cambio, la precuela (BSS) es profundamente distópica, pues su protagonista busca activamente ajustarse a la ideología de las autoridades, contribuyendo a mantener el contrato social que han impuesto, lo que impide cualquier asomo de pensamiento utópico (Ricoeur, 1986).
Collins ubica BSS en la celebración de los décimos Juegos, 64 años antes de que Katniss Everdeen se ofrezca como tributo en lugar de su hermana Prim. Podemos entender BSS como una novela de formación, donde el lector está expuesto al proceso de madurez de Coriolanus Snow, en el período posterior a la guerra civil que llevó a la reorganización de Panem y su división en 12 distritos productivos y el Capitolio como centro de poder. Marcando una diferencia dramática con LJH, BSS está escrita en tercera persona; voz narrativa que genera distancia con el lector, aun cuando se focaliza siempre en su protagonista, Coryo. El diálogo interior permite al lector comprender su visión de mundo, y, como lectores, estamos constantemente expuestos a los fríos cálculos de cada una de sus jugadas. A diferencia de la peligrosa generosidad de Katniss (Burke, 2015), Collins presenta a Coryo como un joven controlador e incapaz de sentir compasión, mientras forja su camino para reconquistar la posición de privilegio que su familia perdió por la guerra. En este proceso, Coryo contribuye a diseñar los Juegos con la sofisticación y manipulación que conocerá la generación de Katniss, mientras se va construyendo como un adulto pragmático e hiperracional.
En el escenario de posguerra, la experiencia personal de Coryo está marcada por la escasez y la pérdida. En este sentido, él encarna las naciones del Norte que, tras las dos grandes guerras de inicios del siglo XX, se reconstruyen y reubican en el atlas del poder. Mignolo (2008: 250) entiende la Guerra Fría como el momento del "liderazgo ascendente de Estados Unidos" (que sería concurrente con el tercer momento del surgimiento del pensamiento de-colonial, no solo en América Latina, sino también en Asia y África); imágenes que reafirman la lectura alegórica de estas novelas.
El proceso de Coryo también está marcado por su relación con el tributo que debe patrocinar en los Juegos. Si bien he destacado que la matriz simbólica que utiliza Collins se basa en la antigua Roma, siendo el mismo Coriolanus Snow análogo a Cayo Marcio Coriolano11, parece disonante el nombre de su tributo: Lucy Gray. La antagonista de BSS lleva el nombre del poema homónimo de William Wordsworth publicado en Lyrical Ballads (2012, originalmente publicado en 1799), que describe la muerte de una joven que salió en medio de una tormenta de nieve, y cuyo cuerpo nunca fue hallado. Con ello, Collins invita a otro nivel de lectura, donde Lucy representa el ideal romántico que, desde el corazón del imperio británico, se revela contra la mercantilización y deshumanización que provoca la Revolución Industrial, así como la hiperracionalidad y la pérdida del vínculo con la naturaleza, heredadas de la Ilustración. En esta comparación, al optar por la muerte de Lucy, Coryo simboliza ese momento en la historia de la cultura europea donde se produce lo que algunos intelectuales han identificado como el punto de quiebre e inicio del Capitaloceno12.
La novela expone preguntas sobre la libertad para tomar las propias decisiones, elegir o simplemente dejar que las circunstancias nos formen. Hacerse estas preguntas es coherente con la pedagogía crítica que propone Freire, al entender la propia historia como oportunidad y no como algo predeterminado, pero, debido a que esta novela se proyecta hacia el futuro distópico y opresivo en el cual Katniss habita, en BSS no parece haber espacio para el pensamiento utópico. Las preguntas sobre la responsabilidad por las injusticias que Coryo alcanza a atisbar siempre terminan con la misma respuesta: éramos muy pequeños, no teníamos cómo saber, no participamos en la guerra, e incluso "aún somos niños": "Mi prima dice que recuerde que esto no es nuestra fabricación. Que nosotros todavía somos niños también" (Collins, 2020: 175, traducción propia); es decir, sus conclusiones normalizan el abuso de manera complaciente y conveniente, aceptando sus privilegios como destino. A pesar de que alega inocencia, Coryo participa activamente como mentor en los décimos Juegos y contribuye creativamente en su proceso de sofisticación. Visto desde la analogía que he propuesto, al igual que el extractivismo de capitales extranjeros en América Latina pretende obviar el daño socioecológico que causa, Coryo se siente libre de culpa. Como plantea Gómez-Barris (2017: XVII), "Extractivismo, como se le llama al capitalismo extractivo en América Latina, indica un sistema económico que involucra robo, préstamos y desplazamiento forzoso, reorganizando la vida social y el territorio de manera violenta, hurtando recursos de los territorios de las comunidades indígenas y afrodescendientes", y agrega: "la 'zona extractiva' nombra la violencia que el capitalismo ejerce para reducir, constreñir, y convertir la vida en mercancía" (Gómez-Barris, 2017: XIX, traducción propia).
En los Juegos que Coryo contribuye a diseñar, los tributos devienen en commodities, objetos sobre los cuales se apuesta como si fueran carreras de galgos. La siniestra Dra. Gaul pregunta: "Supongamos que le permitimos a la audiencia enviarles alimento a los tributos en la arena. Alimentarlos (...). ¿Se sentiría más involucrada la audiencia?" (Collins, 2020: 84, traducción propia), y un compañero de la Academia le responde: "Yo sí, siempre y cuando pudiese apostar al tributo que estuviera alimentando. Justamente esta mañana Coriolanus dijo que deberíamos dar ventajas a los tributos" (Collins, 2020: 84, traducción propia). Coryo está dispuesto a todo, salvo cuestionar la ideología que sustenta el sistema de poder del cual él quiere ser parte, manteniendo esta narrativa en el eje de la distopía acrítica, justamente por la falta de cuestionamiento. Retomando la gran metáfora que he propuesto, el Capitolio intenta aumentar el atractivo de los Juegos para capturar a su audiencia. Mignolo (2008: 256) observa irónicamente que se espera que "esos millones de personas que cuadriplican o quintuplican la población de Europa atlántica y América del Norte (...) se rindan a [sus] pies entretenidos por una industria televisiva y musical sin parangón". Por su parte, Dader (2017: 5) señala que EE. UU. es la fuerza dominante en la industria del entretenimiento, e influye sobre más de 90 % de la población mundial, principalmente por medio del cine y la música. Es decir, el control y desequilibrio están tan presentes en la saga como en el planeta.
Por el contrario, LJH se proyectan hacia un futuro que, si bien aún no ha sido imaginado, se va prefigurando por la fuerza generativa de la ética del cuidado que mueve a Katniss: "protejo a Prim de todas las formas que me es posible" (Collins, 2011: 24). En efecto, en las páginas iniciales de la novela abundan imágenes de protección. Cuando Katniss despierta la mañana de la cosecha ve a su hermana acurrucada y protegida junto a su madre, y el gato feo está sentado sobre sus rodillas también para "protegerla"; en la mesa hay un queso de cabra protegido de los roedores y gatos hambrientos bajo un cuenco de madera, lo que destaca también la escasez alimentaria en la que viven.
Asimismo, Katniss demuestra su ética del cuidado en la relación que establece con Rue durante los Juegos, donde, no obstante, deja espacio para que ella también despliegue su propia agencia. Es justamente a través del diálogo horizontal que emerge, junto con la confianza mutua -"Rue ha decidido confiar en mí sin reservas. Lo sé porque (...) se acurruca a mi lado y se queda dormida" (Collins, 2011: 223)-, que Katniss ayuda a Rue a ver que ella tiene el poder de alimentarse porque sabe recolectar frutos en el bosque, lo que constituye su fortaleza. En respuesta, Rue le muestra a Katniss que los otros tributos amotinados no tienen hambre, ya que están bien abastecidos. Esta observación de Rue le permite a Katniss idear un plan que solo se podrá llevar a cabo mediante la colaboración. Debido a su alianza con Rue, que desafía al Capitolio, el otro tributo del Distrito 11 le perdonará la vida a Katniss -otra transgresión a los Juegos- y también los campesinos del ese distrito, pobres pero unidos, le enviarán a Katniss un pan. Este regalo es un lujo para los habitantes de los distritos, pero simboliza su gratitud por no permitir que Rue muera sola, y por darle una breve, pero digna despedida. La unión de los campesinos para lograr el envío del regalo constituye otra subversión a las reglas de los Juegos. De tal forma, la protagonista construye una alianza que, pese a lo efímera, cuestiona las normas del Capitolio. La ética del cuidado de Katniss se convierte en una imagen que despierta en los distritos la esperanza de que las cosas pueden ser diferentes, y, por lo tanto, va figurando el sueño de un orden social distinto.
En otras palabras, es imposible el pensamiento utópico en BSS, en tanto sus lectores sabemos que se proyecta hacia una sociedad abusiva y autoritaria que Collins construye consistentemente en la precuela; mientras que en LJH, una vez que Katniss ha ponderado sus posibilidades, de acuerdo con sus capacidades, y actúa en consecuencia, surge la esperanza crítica. Mientras que Coryo se acomoda al mandato del Capitolio y cumple sus expectativas, Katniss es crítica de la autoridad y su ideología. Debido a que en BSS es necesario exhibir la trayectoria que cimentó el mundo distópico que Katniss conoce, Collins recurre a la sutil manipulación de la construcción del Otro que se ha analizado desde los estudios culturales y poscoloniales.
En la precuela, desde la perspectiva del Capitolio, simbolizada en Coryo (equivalente al Norte Global), los habitantes de los distritos (el resto del mundo) son percibidos como inferiores, bárbaros e incivilizados, pero también como una amenaza que puede poner en riesgo sus privilegios. A los tributos los traen desde los distritos al Capitolio en convoyes donde se traslada ganado, los dejan encerrados en el zoológico sin alimento, y cuando se necesita de atención médica antes del inicio de los Juegos, les envían un buen veterinario. El episodio remite a las exhibiciones humanas que se realizaron en Europa desde fines del siglo XIX a comienzos del siglo XX, conocidas hoy en día como "zoológicos humanos" y asociadas a los reality shows modernos (Bancel; Blanchard; Boetsch; Deroo; Lemaire, 2002), reforzando la alegoría que propongo, donde el Capitolio funciona como ese centro de poder autorreferente y autocomplaciente en el Norte, que ve a los distritos, al Sur, como un bárbaro a su servicio. En el Capitolio se refieren a los habitantes de los distritos como district: "It says, 'Please don't feed the animal'. 'They're not animals, though', said Sejanus. 'They're kids, like you and me'. 'They're not like me!', the little girl protested. 'They're district. That's why they belong in a cage!'" (Collins, 2020: 5960). Es decir, los distrito son "vidas humanas desechables" (Mignolo, 2008: 263).
Mercon (2009), siguiendo a Freire (en una edición de 1993), sostiene que cualquier acto educativo es de carácter político y, por tanto, susceptible a la manipulación ideológica; que, sin ejercicio del pensamiento crítico, la educación es solamente directiva y autoritaria. Justamente así se presenta la educación que recibe Coryo. Él es inteligente y creativo, y capaz de pensar críticamente, pero opta por emplear sus capacidades al servicio de sus fines personales. Por el contrario, para Freire, tanto el diálogo como el amor profundo por el mundo y su gente son centrales en la pedagogía liberadora (Dader, 2017: 80). En la novela, Coryo está consciente del contrato social impuesto por el Capitolio sobre los distritos, y su mentora, la Dra. Gaul, le ha mostrado que es preciso mantener el contrato para que aquellos que están por encima controlen la vida de los distritos o, de lo contrario, volvería el caos de la guerra. En el proceso formativo, la Dra. Gaul impone una ideología antes que permitir el diálogo, lo que demuestra también su poder sobre el mismo Coryo, quien, a pesar de reflexionar sobre el asunto, calcula fríamente y opta por cumplir con las expectativas de ella. Por ejemplo, al ser cuestionado por su inesperada aparición en la estación para recibir a su tributo, Coryo responde:
"A mí me dijeron que debíamos enganchar a la audiencia. Esa es mi tarea. Hacer que las personas vean. Entonces, me pregunté, ¿Cómo puedo afectar a la audiencia? Voy donde están las cámaras." La Dra. Gaul asintió. "Sí. En efecto, no hay Juegos del Hambre sin una audiencia". (Collins, 2020: 56, traducción propia)
De esta manera, confirma la estrategia de complacer a sus maestros, y evidencia la educación directiva y autoritaria que critica Freire. Dentro del proceso de formación de los jóvenes que serán la primera generación de mentores del Capitolio para los tributos de los distritos, el diálogo estéril que acusa Freire se demuestra cuando el profesor de historia insiste: "Show me I haven't been wasting my time with you for four years (...). If history teaches you anything, it's how to make the unwilling comply" (Collins, 2020: 73); a lo que el único muchacho abiertamente crítico de los Juegos cuestiona: "Before we talk about making people watch, shouldn't we begin with the question of whether or not watching is the right thing to do?". Su pregunta es descartada con la siguiente advertencia del profesor: "Let's stay on topic, please" (Collins, 2020: 74), quien insiste en la pregunta: ¿cómo hacemos que la audiencia vea los Juegos?
Para Katniss, en cambio, la verdadera escuela fueron sus expediciones a la pradera y al bosque. Desde allí, desde la observación y la experiencia, ella aprende a leer el mundo. Ese aprendizaje la empodera y le permite alimentar a su familia: "dentro de los bosques (…) hay comida, si sabes cómo encontrarla" (Collins, 2011: 13), lo que le permite desafiar el control que ejerce el Capitolio a través del alimento. A diferencia de Coryo, Katniss entiende la construcción del Otro como algo impuesto por la autoridad, y cómo al Capitolio le conviene poner a unos contra otros, incluso entre y dentro de los mismos distritos. Con Gale han reflexionado: "las teselas (...) no son más que otro instrumento para fomentar la miseria en nuestro distrito, una forma de sembrar odio entre los trabajadores hambrientos y así asegurar que nunca confiemos los unos en los otros" (Collins, 2011: 23).
Ambos, Katniss y Coryo, son personajes resilientes. Mientras la resiliencia del joven Snow se mide por el impulso por volver al estado anterior de privilegio, la de Katniss se manifiesta en la capacidad de aprendizaje y transformación de su mundo. El lema familiar de Coryo es "la nieve cae encima" (Snow falls on top), sugiriendo que un Snow siempre está por encima de los demás. El apego a dicha posición, simbolizada en el hábito de repetir el lema, impide aceptar las transformaciones y oportunidades que emergen de las crisis, como sucede con los grupos privilegiados que tienden a la conservación de las tradiciones que los han mantenido en dicha posición. Siguiendo a Galeano (2006: 340), podemos observar que Coryo funciona como las derechas conservadoras que "elige[n] el pasado (...). Los poderosos, que legitiman sus privilegios por la herencia, cultivan la nostalgia".
Al contrario, el símbolo de la resistencia de Katniss es una flor rústica y resiliente, el diente de león; un símbolo que la empodera al reconocer en la flor su propia capacidad para encontrar alimento. Su proceso se inicia con el compromiso de cuidado de su familia, de proveer de alimentos de recolección, caza o trueque; y luego, desde su ética del cuidado, modela un acto de valentía y generosidad que despierta del letargo de la opresión a su comunidad al ofrecerse como tributo. En ese momento, los habitantes del Distrito 12 "expresan su desacuerdo [con la injusticia de los Juegos] de la forma más valiente que saben: el silencio", y luego, inesperadamente para Katniss, "llevan los tres dedos centrales de su mano izquierda a los labios y después me señalan con ellos. Es un gesto antiguo (.) que se ve en los funerales, es un gesto de dar gracias, de admiración, de despedida de un ser querido"13 (Collins, 2011: 34). Con sus acciones espontáneas y compasivas, Katniss ejerce subversión, tanto al desobedecer al Capitolio saliendo del distrito para ejercer soberanía alimentaria (Burke, 2015), asociándose en estas expediciones con Gale, así como al aliarse con Rue y, finalmente, con Peeta durante los Juegos.
En sus expediciones al bosque, Katniss ha aprendido a leer la naturaleza, y es allí donde se siente más libre: "los bosques se convirtieron en mi salvación, y cada día me adentraba más en sus brazos" (Collins, 2011: 61). Su conocimiento de la naturaleza y la confianza en ella misma le brindan a Katniss una gran ventaja sobre los otros tributos en los Juegos, incluso en la artificialidad de la arena donde estos se desarrollan. Por ejemplo, ella es capaz de reconocer la humedad de la tierra debajo de su cuerpo cuando se deshidrata, percibe el aroma de las flores acuáticas, y así sabe que el agua está cerca. Su conocimiento de botánica -simbolizado en el diente de león que a la vez reivindica el conocimiento vernáculo sobre el valor alimenticio y medicinal de las plantas silvestres- le permite salvar a su familia de la hambruna, y en los Juegos le permite derrotar a Foxface, quien sí se come las bayas venenosas que Peeta había recolectado. Estas mismas bayas serán el arma que, finalmente, le permite doblegar a los controladores de los Juegos.
Pero la estrategia de desafiar a esos controladores mediante la amenaza de comerse las bayas -con lo que los juegos quedarían sin vencedor- funciona no solo porque Katniss reconoce que son bayas venenosas, sino porque en el transcurso de los Juegos ella ha aprendido a manipular a la audiencia y, a través de ella, a los controladores, pero también porque ella ha sido capaz de construir una relación de cuidado y confianza con Peeta, aun cuando ella esté confundida sobre sus sentimientos respecto de él; su ética del cuidado no le permitiría dejarlo morir y regresar sola a su distrito como la vencedora: "si muere, en realidad nunca volveré a casa, me pasaré el resto de mi vida [enloquecida] en este campo de batalla, intentando encontrar la salida" (Collins, 2008: 365).
Peeta, por su parte, le ha confiado a Katniss su expectativa de que, si va a morir en los Juegos, al menos morirá siendo auténtico y no convertido en la bestia espectacular que se espera de los tributos en la arena. Él también es crítico del control que ejerce el Capitolio a través de los Juegos e, inicialmente, espera desafiarlos con un buen morir, desprendiéndose así de las reglas del juego único (Mignolo, 2008: 275). Finalmente, Peeta confía en la estrategia de Katniss: que ambos regresen victoriosos a su distrito o mueran juntos resistiendo la tiranía del Capitolio. La puesta en escena de la tragedia de los amantes desafortunados conmueve a los consumidores de espectáculos en Panem -y a los lectores adormecidos de LJH-, al punto que los mismos organizadores de los Juegos ceden a la manipulación que Katniss les devuelve. Ella ha logrado reconocer las estructuras de poder que están en juego, resistirlas y torcerlas a su favor.
Conclusiones
En este ensayo, en vez de leer las narrativas latinoamericanas con aparatos críticos elaborados en el Norte, he leído dos novelas del Norte con aparatos desarrollados principalmente por investigadores latinoamericanos. Para esta subversión, he realizado una lectura alegórica de novelas cargadas con sus propios sistemas simbólicos, desplazando en el tiempo y el espacio la cartografía del poder que proponen, resignificándolas (Borges, 1952/1995) al utilizar la alegoría como herramienta crítica. La interpretación alegórica de LJH desde la mirada de intelectuales latinoamericanos subvierte la función pedagógica de las novelas como cautionary tale para la audiencia estadounidense juvenil, que las entienden como una advertencia, al imaginar el posible reordenamiento autoritario y abusivo del mapa de los EE. UU., en un futuro impreciso, tras una potencial pero remota crisis climática, señalando la injusticia socioambiental actual.
Esta propuesta de tomar aparatajes teóricos latinoamericanos y sus perspectivas renovadoras, para llevarlos a la comprensión del mundo, se levanta sobre algunas propuestas específicas, construyendo sobre la función cognitiva de la metáfora y su capacidad de señalar o enseñar a ver (Eco; Paci, 1983: 233-234). En primer lugar, este ejercicio de lectura alegórica ha buscado ampliar la advertencia que hace Collins a su propia sociedad, al proponer que refleja el ordenamiento del poder global y las relaciones Sur/Norte ya no en un futuro ficticio y remoto, sino en el presente, mostrando la complejidad estructural de las redes sutiles del poder en las cartografías del Capitaloceno, y revelando cuál es la deuda en juego. Así, la novela se hace significativa para un público amplio, desplazado temporal y geográficamente de la audiencia original; a la vez que permite reconocer los puntos ciegos de la misma audiencia a la que está destinada la novela.
En segundo lugar, he armado la matriz de lectura desde el pensamiento de Eduardo Galeano y su perspectiva de la historia latinoamericana, identificando las naciones del Sur con los distritos, y del Norte, con el Capitolio; es decir, en vez de aceptar la visión que el Norte ha impuesto hacia el resto del mundo, he utilizado un ordenamiento propio latinoamericano para analizar críticamente los textos.
En tercer lugar, profundizar en esta matriz, entendiendo los distritos personificados en Katniss, y al Capitolio, en Coryo, me ha permitido rastrear en la novela elementos afines a la pedagogía de la esperanza de Paulo Freire, empoderando a los lectores del Sur a través de esta apropiación de la novela. Identificar hilos de esperanza en LJH es un ejercicio que contrarresta la crítica rotunda de Galeano y la convincente desesperanza de las narrativas posapocalípticas. Por último, sostengo que esta lectura crítica y renovada es capaz de empoderar a sus lectores al detener la atención en aquellos gestos que señalan qué se necesita para construir un futuro más justo, en vez de obsesionarnos con la cortina de humo de la espectacularidad de la violencia.