Introducción
Puerto Rico es la isla más oriental y la de menor extensión de las Antillas Mayores. Se encuentra situada al este de la República fe Dominicana, originalmente conocida como la isla de La Española. Tiene forma cuadrangular y cuenta con una superficie de 9 104 km2, incluyendo la isla de mayor tamaño conocida con el topónimo indígena de Borinquén, actual Puerto Rico, y otras más pequeñas situadas a poca distancia de ella: Vieques y Culebra al este, Caja de Muertos y Cardona al sur, Mona y Desecho al oeste y la isla de Cabras frente a la bahía de San Juan. Fue descubierta por Cristóbal Colón en noviembre de 1493 durante su segundo viaje al continente americano. Desde mediados del siglo XVI se convirtió en una de las posesiones españolas más importantes del Caribe, debido a las ventajas que ofrecía la bahía y el puerto de San Juan, capital de la isla, características que la convirtieron en escala de la Carrera de Indias y en una plaza de gran valor estratégico en el Caribe (Zapatero, "San Juan de Puerto Rico" 39).
El dominio de las Indias Occidentales convirtió a la Corona española en una de las monarquías más poderosas de Europa durante la Edad Moderna, lo que despertó el interés y la codicia de las principales potencias europeas. Ello obligó a invertir grandes recursos en la construcción de un complejo sistema defensivo en los principales puertos de ultramar. La ciudad de San Juan comenzó a fortificarse a mediados del siglo XVI mediante la construcción de varias obras defensivas, siguiendo el modelo de la arquitectura militar renacentista italiana, fundamentada en la edificación de construcciones armónicas, equilibradas, funcionales, monumentales y de trazado geométrico, cuyas obras fueron financiadas por los situados procedentes del Virreinato de Nueva España (Cruz de Arrigoitia 35; Marchena 261-310).
La primera obra defensiva levantada en Puerto Rico fue una casa-fuerte construida por el primer gobernador de la isla, Juan Ponce de León, a comienzos del año 1509 en la villa de Caparra, cuyas obras se prolongaron durante un periodo de cinco o seis meses, con el objetivo de proteger a las tropas españolas de posibles ataques enemigos y almacenar en ella todas las armas y municiones de guerra. A partir de ese momento se construyeron varias obras defensivas: Casa Blanca, para alojar en ella a la familia de Juan Ponce de León tras abandonar la villa de Caparra; la fortaleza de Santa Catalina, destinada a evitar posibles desembarcos en la bahía de San Juan; los puentes de San Antonio y Martín Peña sobre los caños del mismo nombre, para facilitar el paso de caballos y el acarreo de materiales para la construcción de las nuevas defensas de la ciudad, y en 1540 se levantó una torre almenada de manipostería de planta circular en el promontorio del Morro, con el fin de completar y mejorar el sistema de defensas construido hasta el momento en la capital.
Este primitivo torreón se convirtió en el castillo de San Felipe del Morro con la llegada a la isla del maestre de campo Juan de Tejada y el ingeniero italiano Bautista Antonelli en 1589 (Hinarejos, El sistema de defensas 51 ss.). La defensa de la ciudad de San Juan quedó reforzada mediante la construcción de varias baterías costeras como el fuerte del Boquerón, situado a unos 15 km de la capital, y la batería del Escambrón, cuya finalidad era evitar el paso de posibles lanchas enemigas a la laguna de Condado y a las inmediaciones del puente de San Antonio.
En el siglo XVII se levantó el fuerte de San Juan de la Cruz, más conocido como El Cañuelo, en la isla de Cabras, para evitar posibles desembarcos en la bahía y el puerto de San Juan. Se construyó una muralla terraplenada, realizada en mampostería, piedra arenisca y caliza, revistada con un mortero de arena y cal, con muros de 7,5 m de alto, reforzada con troneras de unos 7 m de espesor en la parte más alta y más de una docena de baluartes defendidos con artillería, con el objetivo de defender todos sus flancos mediante la obtención de un fuego cruzado, siguiendo las máximas de la arquitectura militar abaluartada. De manera paralela a la construcción del recinto amurallado, se edificó el fuerte de San Cristóbal, un pequeño reducto hecho en manipostería con parapetos a barbeta, levantado sobre un promontorio situado a unos 50 m sobre el nivel del mar, para defender el frente de tierra de la ciudad de posibles ataques.
A mediados de aquella centuria se reforzó la defensa del lado norte de la ciudad mediante la construcción de la batería de La Perla, una fortificación mencionada tan solo de pasada por algunos autores que trataron el tema. Varias fuentes gráficas y documentales custodiadas en diferentes archivos españoles muestran que fue una fortificación erigida sobre una punta escarpada de difícil acceso, situada a casi 1 km de distancia del castillo de San Cristóbal. Tenía forma de baluarte cerrado por su gola, estaba defendida por una sencilla muralla en forma de hornabeque con parapetos a barbeta, dotada de un cuerpo de guardia capaz de alojar hasta ocho soldados, un pequeño aljibe y varias piezas de artillería (Hinarejos, "La batería de La Perla" 39-78).
La historiografía que trata la historia de Puerto Rico y el sistema de defensas construido por la Corona española en la isla para defenderla de posibles ataques, es muy amplia. Las primeras noticias que se conocen sobre Puerto Rico provienen de los cronistas de los siglos XVI y XVII, entre los que destacaron Francisco López de Gomara, Gonzalo Fernández de Oviedo, John Layfiel, Juan López de Velasco y John Laet, entre otros. La información aportada por estos cronistas fue completada por varios autores del Siglo de las Luces como Abbad y Lasierra, cuya obra es considerada la más importante de aquel momento porque permite conocer el estado en el que se encontraba la isla tras un reconocimiento realizado por este monje benedictino en el año 1772.
Las descripciones y los documentos analizados por los cronistas del siglo XVI al XVIII fueron fundamentales para la labor realizada por los historiadores posteriores, entre los que destacaron Pedro Tomás de Córdova, Cayetano Coll y Toste e historiadores del arte de reconocido prestigio como Diego Angulo Íñiguez, entre otros, aunque, sin duda, los estudios más importantes sobre el sistema defensivo de Puerto Rico fueron llevados a cabo por Adolfo de Hostos y Juan Manuel Zapatero. Ambos historiadores fueron coetáneos, tuvieron una formación en Historia y ejercieron la carrera militar.
La labor de investigación hecha por los numerosos historiadores que trataron el sistema de defensas construido por la monarquía hispana en Puerto Rico muestra que estas construcciones no se ciñeron a un plan previo de fortificación. El complejo sistema defensivo proyectado en la isla quedó concluido tras un periodo de casi cuatro siglos, durante los cuales se construyeron nuevas obras defensivas y se reformaron las existentes, como consecuencia del mal estado en el que se encontraban, los desperfectos ocasionados por el clima y las fuertes lluvias del Caribe, los asedios sufridos en la isla y la evolución experimentada en la artillería. A estos factores se unieron la falta de recursos económicos, mano de obra especializada e ingenieros formados, que obligaron a la Corona a invertir importantes recursos económicos, lo cual ocasionó la prolongación en el tiempo de estas construcciones.
El objeto de este artículo es contribuir a la aportación de una información detallada acerca de la batería de San Francisco de Paula, fortificación erigida en el lado sureste de la ciudad de San Juan, capital de la isla, para evitar posibles desembarcos enemigos y reforzar la defensa de este sector de la ciudad, la cual, ha pasado inadvertida para la mayoría de los expertos en la materia. Muy pocos autores mencionan esta obra defensiva y desconocemos el momento exacto de su construcción, pero diferentes fuentes gráficas y documentales, localizadas en varios archivos españoles, analizadas para este estudio permiten datar su construcción a finales del siglo XVIII y constatan que fue diseñada por el ingeniero militar Juan Francisco Mestre, con el fin de reforzar el sistema de defensas diseñado por el mariscal de campo Alejandro O'Reilly, cuyas obras fueron dirigidas por el ingeniero irlandés Tomás O'Daly, con el objetivo de convertir la ciudad de San Juan en una plaza inexpugnable.
Varios planos localizados en el Archivo General Militar de Madrid, desconocidos hasta la fecha, y los informes elaborados por varios ingenieros militares que trabajaron en la construcción del sistema defensivo de la isla, contribuyen al conocimiento de la obra. Esta documentación permite analizar el proceso constructivo de la fortificación, conocer las características arquitectónicas de su fábrica y las obras de mejora y reparación realizadas en el siglo XIX.
El sistema defensivo de Puerto Rico en el siglo XVIII
En el siglo XVIII se construyeron nuevas fortificaciones y se reformaron las existentes, como consecuencia de la evolución experimentada en la artillería, lo cual tuvo como resultado lo que Juan Manuel Zapatero denominó el "periodo de mayor esplendor de las fortificaciones puertorriqueñas", ya que las tensiones mantenidas con Francia, Inglaterra y Holanda obligaron a construir un complejo sistema defensivo en la isla ante la posibilidad de sufrir nuevos ataques (Zapatero, "El periodo de esplendor"; Zapatero, "La plaza porticada"; Zapatero, "Las fortificaciones históricas"). En ese momento se desarrolló la arquitectura militar abaluartada, un modelo defensivo aplicado en las fortificaciones españolas, francesas, holandesas, italianas y suecas, basado en la construcción de fortificaciones geométricas, regulares, simétricas, uniformes y bien proporcionadas en todas sus partes1.
Estas nuevas obras defensivas fueron erigidas con muros de sillería en forma de talud y de menor altura que las construcciones realizadas durante la etapa anterior, ya que el objetivo era minimizar en ellas los impactos de la artillería, y su defensa se reforzó mediante la apertura de cañoneras y troneras defendidas por varias piezas de artillería y numerosas defensas exteriores destinadas a dificultar los ataques enemigos.
Tras la toma de Portobelo (Panamá) en 1739, el asedio a Cartagena de Indias en 1741 y la toma de La Habana por los ingleses en agosto de 1762, Carlos III vio la imperiosa necesidad de reforzar y modernizar los sistemas defensivos de todos los territorios de ultramar. Entre otras muchas acciones programadas para la América hispana, el monarca envió a las Antillas Mayores y en concreto a la isla de Puerto Rico, a casi un centenar de ingenieros militares durante el siglo XVIII, para supervisar, proyectar, construir nuevas obras defensivas y reparar algunas de las existentes que se encontraban en estado ruinoso.
En relación con esta situación y el papel que debieron asumir los ingenieros de la Corona, en 1761 el monarca envió a la isla al ingeniero irlandés Tomás O'Daly para conocer el estado en el que se encontraba la ciudad de San Juan2, proyectar y dirigir la construcción de nuevas obras defensivas (Hinarejos, "El ingeniero Tomás O'Daly"; Hinarejos, "Estado de las defensas"). El 8 de abril de 1765 desembarcó en la isla el mariscal de campo Alejandro O'Reilly, acompañado de tres sargentos mayores, ocho ayudantes y un teniente, que habían trabajado con él en La Habana, con el fin de realizar un nuevo reconocimiento de la capital y proyectar la construcción de nuevas obras defensivas.
Durante el mes que permaneció en la isla, elaboró un informe acerca del sistema económico, político y social de Puerto Rico y redactó un estudio táctico-estratégico de la capital con el fin de convertir a la ciudad de San Juan en una plaza inexpugnable, como consecuencia de su importancia estratégica en el Caribe. La construcción de las primeras defensas proyectadas por O'Reilly comenzó el 1.° de enero de 1766, bajo la dirección del ingeniero jefe de las Reales Obras de Fortificación, Tomás O'Daly. Junto a él destacó la presencia de Juan Francisco Mestre3, ingeniero de origen español, que trabajó bajo su mando en la construcción del sistema defensivo de la isla, convirtiéndose en su sucesor tras su fallecimiento, ocurrido el 19 de enero de 1781 (Hinarejos, "La intervención del ingeniero").
Durante los casi treinta años que Juan Francisco Mestre permaneció en la isla, realizó una gran labor como ingeniero tracista y el 13 de septiembre de 1783 elaboró un proyecto defensivo basado en la idea de retrasar un posible ataque en la capital, cuyos costes ascendieron a 26 392 pesos, 5 reales y 27 maravedís (AGI, 2510), e informó de la necesidad de limpiar el puerto para evitar bancos de arena en la bahía y el puerto de San Juan. Asimismo, realizó varias obras de mejora en la fortaleza de Santa Catalina e hizo varias reparaciones en el fuerte de San Juan de la Cruz, más conocido como El Cañuelo, valoradas en 3 229,4 pesos y 29 maravedís (AGI, Santo_Domingo, 2310)4.
Mestre también propuso construir diferentes baterías provisionales en las inmediaciones del castillo de San Jerónimo del Boquerón5; proyectó la construcción de doce apostaderos erigidos sobre un terreno sólido de barro gredoso, situado entre el canal de San Jorge y el puente de San Antonio, para evitar posibles desembarcos, cuya defensa reforzó mediante la construcción de tres líneas defensivas formadas por cortinas de mampostería y sillería con sus correspondientes fosos; construyó varias defensas exteriores en el castillo de San Cristóbal6, conocidas como los fuertes del Abanico, La Princesa y Santa Teresa, con el fin de neutralizar un posible desembarco en el lado norte de la ciudad, entre otras muchas obras (Hinarejos, "El sistema de defensas" 107-136).
La batería de San Francisco de Paula: características arquitectónicas
Esta fortificación ha sido mencionada, tan solo de pasada, por autores como Pedro Tomás de Córdova, Adolfo de Hostos, Bibiano Torres Ramírez, María de los Ángeles Castro, Milagros Flores Román y Héctor Andrés Negroni, algunos de los cuales dataron su construcción en el año 1796. La mayoría de ellos afirma que fue construida por el gobernador Ramón de Castro y sus obras se prolongaron hasta el gobierno de Toribio de Montes, con el objetivo de reforzar la defensa del lado sur de la ciudad, aumentar la efectividad de la artillería emplazada en el fuerte de San Jerónimo del Boquerón mediante la obtención de un fuego cruzado, siguiendo las máximas de la arquitectura militar abaluartada, y cerrar el camino que comunicaba la puerta de San Justo con el área de Puerta de Tierra -situado en el lado oriental de la ciudad, a las afueras del recinto amurallado-, ante la posibilidad de sufrir un inminente ataque británico (Córdova 71; Hostos 193).
Los autores que mencionan esta obra no se refieren a ella con la misma tipología arquitectónica, ya que suele aparecer citada como batería o fuerte de San Francisco de Paula, pero si tenemos en cuenta que ambas construcciones son defensas exteriores, defendidas por artillería, cuya finalidad era proteger un lienzo de muralla o la cortina de un fuerte, cualquiera de estos términos podría ser utilizado para referirse a ella7.
Un documento localizado en el Archivo General Militar de Madrid, desconocido hasta la fecha, permite constatar que el 5 de marzo de 1793 el gobernador y capitán general de la isla, Francisco Torralbo, organizó una reunión en la fortaleza de Santa Catalina, a la que acudieron los hombres más ilustres de la ciudad: el coronel de infantería, teniente coronel y comandante del Regimiento Fijo de la plaza, Agustín Lasssala, el coronel y comandante de las Milicias Disciplinadas, Luis Labussiere, el comandante del Real Cuerpo de Artillería, Eleuterio de Murga, el coronel y sargento mayor Gabriel Pérez, el auditor de guerra Juan Francisco Creagh, el secretario Alonso de Cangas Llanos y el ingeniero militar de origen argelino Felipe Ramírez, sucesor de Juan Francisco Mestre al abandonar este la isla el 28 de febrero de 1793 (AGMM, archidoc, 5606.8).
El objeto de esta reunión era informar al monarca y a la Junta Consultiva de Fortificación y Defensa de Indias del estado en el que se encontraba el sistema defensivo de la capital. En esta reunión se diseñó un complejo proyecto destinado a reforzar la defensa de la plaza, que fue aprobado por una real orden del 21 de abril de ese mismo año. En dicho proyecto se planteó la necesidad de construir ocho lanchas defendidas por un cañón de 24 cm, dos chatas con cuatro cañones del calibre 8 cada una, cuatro lanchas parapetas con otros dos cañones del mismo calibre, seis obuses del calibre 24, seis del calibre 6 y cuatro bombarderas con un mortero del calibre 12, además de reforzar la defensa de la bahía y el puerto con un navío de guerra, dos fragatas y dos bergantines.
Se recomendó habilitar los buques mayores y menores del puerto armándolos con artillería y seis goletas de comercio, armadas con uno o dos cañones cada una; reforzar la guarnición de la plaza, que en ese momento solamente contaba con i 056 hombres, y realizar varias obras de mejora en algunas defensas como las baterías de Santa Bárbara y el Carmen en el castillo de San Felipe del Morro y el fuerte de La Princesa del castillo de San Cristóbal, tras un reconocimiento llevado a cabo por Felipe Ramírez a todas las defensas de la ciudad (AGMM, archidoc, 5606.8; AGS, SGU, leg. 7148,48). Sin embargo, la aportación más relevante de este documento es que permite constatar que la batería de San Francisco de Paula ya existía en ese momento y se encontraba en muy mal estado de conservación.
Por tanto, la fecha de construcción conocida hasta ahora no es la correcta. No se ha podido localizar hasta el momento ninguna fuente gráfica ni documental que permita fijar la fecha exacta de su edificación, aunque un plano trazado por el ingeniero jefe de las Reales Obras de Fortificación, Juan Francisco Mestre, fechado el 13 de septiembre de 1783, muestra que el fuerte ya existía en ese momento (figura 1). Por ello, es posible pensar que esta batería fuera ejecutada en torno al año 1783, momento en el que Mestre reforzó el sistema defensivo de la ciudad y propuso construir varias baterías provisionales en las inmediaciones del fuerte de San Jerónimo del Boquerón.
Otras fuentes gráficas y documentales del Archivo General de Indias y del Archivo General Militar de Madrid certifican que fue una batería provisional de tierra y fajina erigida entre los baluartes de San Pedro y Santiago (figura 2), cuya finalidad era reforzar la defensa de la costa sureste de la ciudad, evitar el envite de las olas en el recinto amurallado de este sector y dificultar el acceso de posibles lanchas enemigas a la laguna de Condado y al caño de San Antonio, defendido por el fuerte de San Jerónimo del Boquerón, y a las inmediaciones de la isla de Miraflores (AGI, Santo_Domingo, 2315).
Un informe elaborado por el ingeniero Felipe Ramírez describe la batería de San Francisco de Paula como un espigón de tierra y fajina, y plantea la necesidad de convertir esta fortificación en una defensa permanente, para evitar el continuo envite del mar en las cortinas del lado sur de la capital (AGMM, archidoc, 5606.8). Además, varios documentos firmados por este ingeniero militar, localizados en el Archivo General de Indias, desconocidos hasta la fecha, muestran que esta batería fue reparada en varias ocasiones entre 1795 y 1796 (AGI, Santo_Domingo, 2315). Felipe Ramírez propuso construir un malecón y reforzar la defensa de esta fortificación mediante la construcción de un foso y la ampliación de varias piezas de artillería, cuyos costes ascendieron, a finales de junio de 1796, a un importe de 5 823 pesos, 5 reales y 19 maravedís.
Estas no fueron las únicas modificaciones realizadas en su fábrica, puesto que, según consta en varios presupuestos, durante los meses de julio y agosto se hicieron nuevas reparaciones valoradas en 184 pesos y 7 reales, aunque se desconoce en qué consistieron dichas obras, debido a que no aparecen mencionadas en ninguno de los documentos analizados para este estudio (AGI, Santo_Domingo, 2315). Según consta en la Revista de España, de Indias y del Extranjero, en el mes de noviembre de 1796, el gobernador Ramón de Castro dispuso el aumento de la guarnición de esta batería y una buena dotación de artillería, por considerar que esta fortificación era un punto fundamental para la defensa de la ciudad de San Juan (Gonzalo y Carbonell 295).
En la obra Lealtad y heroísmo de la isla de Puerto Rico 1797-1897, publicada en 1897, se afirma que el teniente coronel Federico García de Saint Just, natural de la ciudad de Aviñón (Francia), trabajó al servicio de la Corona española en la isla durante tres años y cinco meses y fue el encargado de defender esta fortificación durante el ataque británico ocurrido en 1797, al mando del general sir Ralph Abercombry, aunque no se ha podido encontrar ningún documento que permita constatar esta información (Lealtad 142).
Obras de mejora y reparación realizadas en la batería durante el siglo decimonónico
Algunos planos trazados durante las dos últimas décadas del siglo XVIII por el ingeniero Juan Francisco Mestre, así como varias cartas náuticas levantadas por el capitán de navío de la Real Armada Cosme Damián Churruca, permiten analizar con el detenimiento que su importancia requiere, la construcción de las defensas y la importante labor de ingeniería llevada a cabo por el Real Cuerpo de Ingenieros en la isla durante el periodo colonial, aunque ninguna de estas fuentes gráficas muestra las características arquitectónicas de dicha obra defensiva. Sin embargo, un plano firmado por el comandante de ingenieros Rafael Aguirre el 4 de marzo de 1893, supervisado y aprobado por el ingeniero general Manuel Cortés y Agulló, hasta el momento desconocido, permite constatar que la batería de San Francisco de Paula fue una fortificación muy similar al fuerte de San Jerónimo del Boquerón (figura 3).
Fue una construcción de mampostería con cubierta de azotea y planta irregular erigida dentro del mar, cuyas dimensiones eran: aproximadamente 39 m de largo en el parapeto oeste, 47 m el muro paralelo, 32,63 m la cortina que unía el fuerte con el muelle, mediante un puente de mampostería de dos arcos que facilitaba el acceso a esta fortificación, y unos 33 metros de largo en la diagonal sur. Su defensa se reforzó con la construcción de un camino cubierto, una garita de planta circular y cuatro troneras dotadas de varias piezas de artillería que dificultaban un posible asalto e impedían la llegada de lanchas enemigas a las cortinas del sector sureste de la ciudad.
Las características arquitectónicas de esta batería presentan gran similitud con el fuerte de San Jerónimo del Boquerón (figura 4), un pequeño fortín de madera de planta cuadrada erigido sobre un peñasco de roca arenisca en la punta de Cangrejos, a unos 15 km al este de la capital, cuya finalidad era evitar el paso de posibles lanchas enemigas a la laguna de Condado y a las inmediaciones del caño y el puente de San Antonio. La mayoría de los expertos que mencionan esta fortificación datan su construcción hacia el año 1587 y consideran que debió de tener capacidad para alojar hasta ocho piezas de artillería, aunque no se ha podido localizar hasta el momento ninguna fuente gráfica ni documental que permita corroborar esta información, o bien conocer la guarnición encargada de su defensa (Alegría 173; Negroni 179).
Este fortín fue de vital importancia durante el ataque sufrido en la isla en 1595 por el pirata sir Francis Drake, ya que el objetivo de las tropas británicas era desembarcar en la punta de Cangrejos y avanzar hacia la capital, lo cual hizo que el fuerte quedara prácticamente arruinado tras el combate y fuera reconstruido en piedra a comienzos del siglo XVII, momento en el que se convirtió en el castillo de San Jerónimo del Boquerón (figura 5)8.
A comienzos del siglo XIX se llevaron a cabo varias obras de mejora en las inmediaciones de la batería de San Francisco de Paula, puesto que el gobernador y capitán general de la isla, Toribio de Montes, vio la necesidad de invertir importantes recursos en la construcción de nuevas obras públicas y el trazado de caminos y carreteras, para facilitar la conexión de la capital con el resto de la isla. En enero de 1836 se planteó la necesidad de reemplazar el primitivo muelle como consecuencia de su mal estado de conservación y se proyectaron varias obras de mejora en los puentes de San Antonio y Martín Peña valoradas en 1 000 pesos, que fueron costeadas con un arancel impuesto el 31 de julio de 1835 sobre la producción de aguardiente (AGMM, archidoc, 5633.1).
Estas reparaciones las dirigió el comandante de ingenieros Santiago Cortijo, quien informó a la Junta de Comercio y Fomento de la isla de que la construcción del nuevo muelle se prolongaría durante un plazo aproximado de dieciocho a veinticuatro meses. El ingeniero solicitó un sueldo de 100 pesos mensuales y una recompensa económica tras la adquisición del material y la maquinaria empleada en su construcción, y entre 1840 y 1841 realizó nuevas obras de ampliación, debido a que el muelle original solamente tenía capacidad para dos buques.
Tres décadas después, concretamente en noviembre de 1871, se hicieron nuevas obras de mejora destinadas a prolongar el muelle desde el edificio de la Aduana hasta la batería de San Francisco de Paula, con el objetivo de desarrollar el comercio de la isla y facilitar la adquisición de locales que más tarde fueron convertidos en almacenes y depósitos de mercancías. Ello obligó a construir varios edificios de madera y mampostería cubiertos con teja o azotea, y la Junta de Fortificaciones y Defensa de Indias determinó la imposibilidad de que dichas construcciones excedieran los 5,5 m de altura, para que no impidieran la normal utilización y eficacia de la artillería (AHN, ultramar, 355).
Este proyecto fue acompañado de un plano firmado por el ingeniero de Obras Públicas Evaristo Churruca el 19 de octubre de 1871, en el que aparecen representados todos los solares y las propiedades del muelle, los cuales tenían diversas proporciones que variaban desde los 2 333 m de la casa Latimer hasta los 101 m de alguna casa particular. Esta fuente gráfica certifica, además, que la forma de este sector de la ciudad impedía llevar a cabo una distribución regular de las calles y los solares, teniendo en cuenta que estos últimos daban al muelle y fueron trazados de forma paralela hasta el almacén de la Aduana. La vía principal medía unos 12 m de ancho, ya que el objetivo principal era facilitar el tránsito del público y el acarreo de las carretas que llegaban al muelle para cargar los convoyes de azúcar.
Estas características obligaron a Churruca a proponer una ampliación de las dimensiones de la Aduana; consideró la necesidad de dejar para el tránsito público el barracón de madera utilizado como depósito de duelas y otros materiales de tonelería de D. Ramón Fernández y adquirir el solar del Sr. Peralti, situado junto a los de la familia Latimer, Arana y Caracena, para facilitar el tránsito de las carretas que entraban al muelle desde el tinglado cubierto y el almacén del Sr. Peralti, ya que este era el único paso que llegaba a la Aduana. Proyectó un segundo paso público entre los solares de Arana y Caracena, por ser este último el que daba frente al muelle, ya que tras él había un gran número de almacenes y casas particulares de madera, cuyos solares confrontaban con el mar. Estos aparecen limitados en el plano con una línea quebrada trazada a una pequeña distancia del mar, pues en esta parte desembocaban dos de las principales alcantarillas de la ciudad.
El ingeniero propuso además abrir una puerta en la calle Tanca para facilitar la comunicación intramuros de San Juan, por considerar que la puerta de San Juan no era suficiente. Además, varios documentos localizados en el Archivo Histórico Nacional de Madrid certifican que en una sesión celebrada el 28 de junio de 1893, el gobernador y capitán general de la isla, Antonio Dabán y Ramírez de Arellano, autorizó la venta de los terrenos comprendidos entre el extremo oriental del muelle este y la batería de San Francisco de Paula, como también la venta de solares del barrio de La Carbonera, adyacente a esta fortificación, tras el dragado en el que se le ganaron 2 000 m2 al mar en este sector (AHN, ultramar, 407) (figura 6).
Tras un reconocimiento realizado a las defensas de la ciudad el 27 de febrero de 1859, Santiago Cortijo informó de la necesidad de realizar varias obras de mejora en la batería de San Francisco de Paula, debido al mal estado de conservación en el que se encontraban sus cimientos como consecuencia del continuo envite del oleaje. El ingeniero propuso reforzar la defensa de la batería con un revestimiento de mortero hidráulico y planteó la necesidad de reparar el pavimento del patio y todas las estancias del fuerte; reedificar los alojamientos de la tropa y reemplazar los traveses de la batería (AGMM, Colección General de Documentos, 4-1-8-5).
Otro documento localizado en el Archivo General de Puerto Rico permite constatar que el 29 de agosto de 1879 se propuso derribar una de sus troneras, así como parte del parapeto oriental de la batería, para recalzar el terreno inmediato a esta fortificación, con el fin de evitar posibles accidentes (AGPR, FDMSJSCC, caja 36).
El 24 de marzo de 1886, el teniente de ingenieros José Laguna propuso transformar los cuerpos de guardia de los baluartes de San Agustín, San José y la batería de San Francisco de Paula, además de un barracón de madera emplazado en el área Puerta de Tierra -situado a extramuros de la capital-, en pabellones para jefes y oficiales de la guarnición de la plaza, dotados de cubierta de azoteas. Para ello, propuso la utilización de vigas y carriles acanalados de desecho de un tranvía, cuyos costes fueron valorados en 3 970 pesos. Sin embargo, es posible pensar que las obras no fueran ejecutadas en ese momento, puesto que el 4 de agosto de ese mismo año, el ingeniero insistía en la necesidad de construir un cuerpo de guardia sencillo y austero para aumentar la guarnición encargada de la defensa de esta fortificación. Así, diseñó un edificio de planta rectangular de 19 x 9 m, con pavimento de madera, dotado de varios vanos para facilitar la ventilación e iluminación de las estancias, cuyos costes estimó en 730 pesos.
Es posible que el edificio no fuera construido hasta una década más tarde, puesto que el 27 de mayo de 1895 el capitán de ingenieros Pedro de Pastor -de quien no hemos podido localizar hasta el momento su hoja de servicios militares ni su expediente personal- diseñó un nuevo proyecto en el que planteó la construcción de un cuerpo de guardia capaz de alojar hasta veinte soldados. Este proyecto fue acompañado de un plano manuscrito de 67,8 x 116,1 cm, realizado con plumilla en tinta negra, roja y azul, en el que aparece representada la planta de la batería, alzado de una de las fachadas del edificio, pendientes de la azotea, un perfil transversal de su fábrica y el detalle de la bisagra de un portón, con las dimensiones de cada una de las figuras (figura 7). Según consta en dicho plano, este proyecto fue aprobado por el monarca el 8 de junio de 1895 tras recibir el visto bueno del comandante de ingenieros Ángel María Rosell y el comandante general y subinspector del Real Cuerpo de Ingenieros de la plaza, José Laguna (AGMM, archidoc, 5631.4).
Otro plano manuscrito, elaborado en plumilla con tinta negra, azul y amarilla, de 68 x 121,5 cm, que se encuentra en el mismo archivo, también desconocido hasta la fecha, certifica que el 4 de abril de 1895 el ingeniero Francisco José Cañizares proyectó la construcción de un horno de 4 m de diámetro en el interior de la batería, cuyas obras fueron aprobadas por el monarca el 8 de junio de ese mismo año (figura 8). Esta fuente gráfica muestra la planta de la batería de San Francisco de Paula y varias plantas, alzados, perfiles y detalles del horno proyectado, y permite constatar que el horno contaba con varios almacenes dotados de anaqueles o estantes de madera, varios vestíbulos, amasadoras, patios, oficinas, un despacho de pan, taller, aljibe y un depósito de harina.
En 1895, José Laguna proyectó la construcción de una batería en el alto del Olimpo, situado en el área de Santurce, y la batería de Santa Ana en el alto del mismo nombre, con el fin de reforzar la defensa del fuerte de San Jerónimo del Boquerón, las baterías del Escambrón, Santo Toribio, San Francisco de Paula, el fuerte de El Cañuelo, la isla de Miraflores y los puentes de Martín Peña y San Antonio, ante la posibilidad de un inminente ataque (AGMM, archidoc, 5612.2). Es posible pensar que la batería de San Francisco de Paula desapareciera dos años después, puesto que el 28 de abril de 1897 se aprobó la demolición de las cortinas y algunas defensas del lado sur y este de la ciudad, situadas entre el castillo de San Cristóbal y el baluarte de Santiago, la media luna, el camino cubierto y el foso, la plaza de armas de La Trinidad, el revellín, la puerta de Santiago y el lienzo de muralla ubicado entre el baluarte de San Justo y San Pedro Mártir.
La demolición comenzó a las nueve de la mañana del 17 de mayo de ese mismo año, sus costes fueron sufragados por el Ayuntamiento de la ciudad de San Juan. Varios informes elaborados con motivo del derribo de estas defensas indican que la batería de San Francisco de Paula sobresalía de la línea costera de la bahía, emplazamiento que fue rellanado para desarrollar la zona portuaria. En la actualidad, todavía pueden apreciarse algunos restos de los cimientos de esta fortificación en las inmediaciones de una sucursal del Banco Popular, situada en la calle Nilita Vientos Gastón, muy próxima al paseo de Covadonga, cuyas coordenadas geográficas son 18° 27'53.7o" N y 66° 641,5" W (figuras 9 y 10).
El último dato que se conoce de esta obra defensiva es que el cuerpo de guardia fue entregado por el comandante de ingenieros Eduardo González al comisario de los Estados Unidos, Alberto Belenguer, el 18 de octubre de 1898. El documento referido permite constatar que el cuerpo de guardia medía 1 326 m2, tenía una capacidad cúbica de 2 463,32 m3, la panadería militar tenía una superficie cubierta de 615 m2, puesto que el resto era patio, y fue tasada en 13 000 pesos (AGMM, archidoc, 5627.5).
Conclusión
La batería de San Francisco de Paula, el fuerte de La Perla -construido a mediados del siglo XVII en el lado norte de la ciudad de San Juan-, o el fuerte del Olimpo, erigido en el área de Santurce, entre otras, son algunas las fortificaciones menos conocidas del sistema de defensas construido en la ciudad de San Juan desde su fundación a mediados del siglo XVI. Esta fortificación ha sido considerada superficialmente por algunos de los expertos que analizaron las defensas de la ciudad, y la mayoría de ellos data su construcción en el año 1796, pero ninguno analiza el modelo arquitectónico empleado en su fábrica.
Sin embargo, el análisis de varias fuentes gráficas y documentales custodiadas en el Archivo General Militar de Madrid, en el Archivo Histórico Nacional y en el Archivo General de Puerto Rico permite constatar que la fecha de construcción aportada hasta el momento no es la correcta, puesto que la batería de San Francisco de Paula fue construida por el ingeniero militar de origen extremeño Juan Francisco Mestre en torno al año 1783, momento en el que elaboró un proyecto defensivo con el objetivo de convertir a la ciudad de San Juan en una plaza inexpugnable. Las fuentes gráficas analizadas para este estudio han sido fundamentales para conocer las características arquitectónicas empleadas en su fábrica, así como las obras de mejora y reparación realizadas en ella durante los siglos posteriores, como consecuencia de la evolución experimentada por la artillería con la aparición de los cañones de ánima rayada, las novedades táctico-estratégicas surgidas en el arte de la guerra y el estado ruinoso en el que se encontraba el sistema defensivo de la ciudad a mediados del siglo XIX. Los informes elaborados por los ingenieros que trabajaron al servicio de la Corona española en la isla permiten analizar la evolución experimentada en esta fortificación, las dimensiones de su fábrica, el cuerpo de guardia construido para albergar a la tropa encargada de su defensa y el horno militar proyectado a finales del siglo XIX para abastecer de alimentos como el pan o el bizcocho a la guarnición encargada de la defensa de la plaza de San Juan, ya que junto a otros víveres como galletas, carne salada, tocino, arroz, garbanzos, habichuelas y frijoles, entre otros, eran la base de la alimentación de la tropa española en Puerto Rico.