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Fronteras de la Historia

Print version ISSN 2027-4688On-line version ISSN 2539-4711

Front. hist. vol.29 no.2 Bogotá July/Dec. 2024  Epub July 01, 2024

https://doi.org/10.22380/20274688.2803 

Reseñas

Las ciudades olvidadas. Las sociedades originarias de la Sierra Nevada de Santa Marta. Siglos X al XVI

aInstituto Colombiano de Antropología e Historia - ICANH (Colombia). asarcina@icanh.gov.co • https://orcid.org/0000-0002-1401-0539

bInstituto Geográfico Agustín Codazzi (Colombia). karenxtoro@gmail.com • https://orcid.org/0009-0006-3364-9676

Gutiérrez Montoya, Nayibe. Las ciudades olvidadas. Las sociedades originarias de la Sierra Nevada de Santa Marta. Siglos X al XVI. Aranjuez: Ediciones Doce Calles, Universidad Pablo de Olavide, Instituto Colombiano de Antropología e Historia, Universidad del Magdalena, 2022. ISBN: 9789587466058. 413p.


Nayibe Gutiérrez, profesora del Departamento de Geografía, Historia y Filosofía de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, arquitecta e historiadora, especialista en historia urbana latinoamericana, en arquitectura y manejo del espacio en las comunidades originarias americanas, elabora la obra objeto de esta reseña, en el marco del proyecto Concha, cuyo principal objetivo es explicar las diferentes formas en que se desarrollaron las ciudades portuarias alrededor de la costa atlántica desde finales del siglo XV y principios del XVI, en relación con los diferentes entornos ecológicos y económicos globales, regionales y locales.

Esta obra, que entrelaza los caminos de las crónicas, la historiografía y las investigaciones arqueológicas, arquitectónicas, geográficas e ingenieriles, compone una perspectiva amplia del desarrollo cultural de la Sierra Nevada, sus costas y alrededores. Se trata de un trabajo que sin duda compila las elaboraciones dispersas sobre este complejo cultural al que hemos conocido como Tairona, Ciudad Perdida o Teyuna.

La autora, que lleva a cabo un manejo cuidadoso y crítico de cada fuente consultada, contrasta las descripciones producto de la observación directa de los cronistas y viajeros con la información recopilada por las investigaciones arqueológicas, al tiempo que invita tácitamente al lector a realizar sus propias inferencias y abandonar las conclusiones simplistas o apresuradas sobre la historia que allí se condensa.

A lo largo de seis capítulos, que dan cuenta de una exhaustiva investigación y sin que cada uno de ellos constituya una unidad cerrada o se centre específicamente en una vía explicativa, la autora descubre poco a poco las dinámicas sociales que paulatinamente fueron consolidando un universo complejo en la Sierra Nevada de Santa Marta.

En el primer capítulo, “Medio natural y territorio de la Sierra Nevada de Santa Marta”, caracteriza con detalle el comportamiento climático particular en cada uno de los pisos altitudinales que se extienden a lo largo de poco más de 50 km, desde el bosque seco tropical en la franja costera hasta las nieves perpetuas a los 5 775 m s. n. m. en las franjas norte y occidental de la sierra, y precisa las particularidades climáticas que se dan en cada una.

Dada la diversidad y complejidad ecosistémica de esta región, la descripción del medio no se presenta de manera aislada de los fenómenos sociales. La Sierra Nevada, la ciénaga y los valles, incluido el del Magdalena, adquieren un protagonismo especial para comprender la progresiva adaptación que lograron los pobladores de la Sierra a pequeños nichos medioambientales de características muy específicas, que a su vez potenciaron desarrollos locales particulares, los cuales en suma explican los modelos de ocupación del espacio que se describirán más adelante en el texto; “archipiélagos productivos”, como los llama la autora, que les permitieron a estos grupos un mayor aprovechamiento de los recursos que producían y de los cuales se abastecían.

En el segundo capítulo, la autora, después de abordar el tema de las oleadas migratorias que poblaron la costa caribe y las vertientes norte y occidental de la Sierra en tres momentos, entre el ± 11000 a. P. y los primeros años de nuestra era, revisa los puntos de encuentro y distanciamiento entre las primeras cronologías propuestas por Reichel-Dolmatoff en la década de 1950, Bischof a finales de la década de 1960 y Oyuela en 1984; esto le permite poner en discusión la tendencia nominal y taxativa antes que teórica y analítica de la arqueología colombiana.

Esta observación de las metodologías se desprende no solo de la revisión de las propuestas cronológicas, sustentadas en gran medida en los cambios morfológicos de la cerámica, sino de la búsqueda de causas foráneas para explicar el surgimiento de estas sociedades con tan altos desarrollos arquitectónicos. Tal búsqueda se apoya en la ausencia de ocupaciones tempranas bajo estas imponentes terrazas, que pudieran explicar su evolución local.

En diálogo con varios autores, Gutiérrez plantea la posibilidad de atribuirles a los pobladores locales la capacidad de crear las condiciones necesarias para habitar, pensando en sociedades que gradualmente y en una época tardía subieron a la Sierra e hicieron estas características ocupaciones. La autora también esboza una interesante conexión, más bien estilística a partir de la arquitectura, con otros grupos humanos que vivieron en la serranía de Turrialba en Costa Rica, o Kuelap, en el piedemonte de los Andes peruanos alrededor del siglo X d. C., es decir, básicamente contemporáneos a las estructuras aterrazadas de la Sierra.

Se plantea entonces la pregunta: “¿qué es lo tairona?”, en medio de ese profuso intercambio de saberes y prácticas entre los pueblos del litoral, el piedemonte y la Sierra, en torno a la recolección, la producción y conservación de alimentos, y la producción alfarera, de bienes básicos y suntuarios. Se puede entonces hablar de una tradición cultural tairona, precisando que esta denominación es utilizada indistintamente por cronistas e investigadores para referirse tanto a un grupo humano como a una región geográfica, y no puede determinarse en el estudio historiográfico la existencia de un grupo o conjunto cultural único que respondiera a este nombre.

Es decir, tairona se inscribe en un fenómeno regional cuyos límites son difíciles de circunscribir espacial y temporalmente, y esto pone en discusión la búsqueda de esos centros causales donde eclosionaron los mecanismos y las formas entendidas como cacicales, preestatales, entre las muchas formas de referirse a las sociedades cuyo registro arqueológico permite formular hipótesis de cierta jerarquización de las relaciones de producción que posibilitan el incremento de los bienes a disposición y un control de los excedentes. Este fenómeno regional recuerda que el devenir humano es complejo en sí mismo y no surge de manera espontánea, ni está condicionado por un propósito unívoco, donde las relaciones entre grupos solo permitan la dominación de unos sobre otros para garantizar su pervivencia; se trata de ejercicios dinámicos y adaptativos a condiciones medioambientales y sociales específicas.

En el tercer capítulo, “Las altas culturas de la Sierra Nevada de Santa Marta”, Gutiérrez hace una descripción detallada de las formas propias de los pueblos de este mundo inconmensurable con el que se toparon los castellanos, con lo que ratifica la complejidad espaciotemporal del área cultural tairona; sus formas de organización, técnicas de producción, el desarrollo de centros especializados de producción y la conformación de extensas rutas de circulación y redistribución de bienes básicos y suntuarios, donde los límites entre las poblaciones costeras y las serranas, a veces tan claros en los pasajes de los cronistas, se tornan difusos.

Esto, en parte, explica las dificultades de la arqueología para precisar una secuencia única de ocupación para la región a lo largo del siglo XX. Gracias a la exploración de los conjuntos habitacionales y productivos del valle de Buritaca, mediante una lente interdisciplinar, hemos ampliado la posibilidad de aproximarnos a la comprensión de los fenómenos sociales que tuvieron lugar en la Sierra, para comprender los ciclos evolutivos de la región y reconfigurar para las comunidades actuales la potencia del uso de esa historia en el presente.

El capítulo 4 ubica nuevamente el medio natural, en particular el sistema de cuencas hidrográficas, como eje central para entender el desarrollo de los diversos modelos de ocupación que han podido identificarse en los asentamientos, según su ubicación en el litoral, en la Sierra y en el piedemonte, así como debido a su relación jerárquica: asentamientos principales o cabeceras, asentamientos medianos con grandes terrazas destinadas a la producción o de uso comunitario y asentamientos destinados a uso habitacional; o bien, según su especialización por la disponibilidad de recursos específicos para la producción alfarera, orfebre o textil; o también según la existencia de obras de infraestructura, dependiendo de la disponibilidad de agua o la necesidad de proteger los suelos de la erosión en zonas muy escarpadas, entre otras.

Como en gran parte de la obra, la descripción de estas estructuras está acompañada de esquemas elaborados por la profesora Gutiérrez, imágenes satelitales y mapas recuperados de investigaciones previas, que le permiten al lector recrear el lugar y situarse en él. También presenta fotografías tomadas por John Alden Mason durante la primera investigación sistemática en arqueología, realizada en la región en 1922.

Esta expedición, lamentablemente, marcaría también el inicio de la expoliación del patrimonio de la región. Mason sustrajo del país ajuares funerarios, piezas orfebres y cerámicas para llevarlas al Field Museum of Natural History de Chicago, entidad que financiaba su investigación.

“Los componentes del paisaje habitado. Los elementos arquitectónicos”, el capítulo 5, dialoga con el anterior y se adentra en los aspectos formales de las materias primas y las técnicas constructivas desarrolladas en esta región. A través de la mirada especializada de la autora, sumada a un buen número de investigaciones en ingeniería y arquitectura que se han llevado a cabo desde la década de 1980, se revisan las tecnologías empleadas en la elaboración de muros de contención, escaleras, caminos, aljibes y puentes, cuya permanencia en el tiempo nos asegura el alto grado de especialización y organización social vigente en la época de construcción de estas obras de infraestructura. Algunas han permanecido intactas, a pesar del paso del tiempo y la ausencia de cualquier actividad de mantenimiento.

Esta amplia modificación del espacio fue vital para adaptarse a la Sierra y mantener la red de intercambio entre las partes altas y bajas: los caminos, las escaleras y los puentes que garantizaban el acceso a la intrincada geografía serrana y el abastecimiento de los productos que solo podían producirse en cada nicho climático.

El sexto y último capítulo de esta obra, “La invasión”, es una declaración de la posición activa de un siglo de resistencia de las comunidades, que hicieron frente a los intentos de dominación y sometimiento de los castellanos mediante estrategias que van desde el abandono y la quema de sus asentamientos, la búsqueda de alianzas entre pueblos y con los colonos, los engaños y la persuasión para llevarlos por agrestes caminos que los perdieran en su búsqueda de oro y riquezas, hasta la confrontación con macanas, cerbatanas con flechas envenenadas y armas de fuego intercambiadas con piratas y corsarios.

También es el cruento relato de la violencia y la aniquilación de la población, llevada al límite de su capacidad física y mental; relatos detallados que encontramos en las crónicas sobre los trabajos forzados para el pago de tributos, que terminaron por descomponer el sistema interdependiente construido entre las zonas serranas y las costeras, y que nos cuentan hasta el suicidio de hombres y mujeres junto con sus hijos, quienes preferían la muerte a vivir en las condiciones impuestas.

Este valioso estudio de Nayibe Gutiérrez no solo amplía nuestro conocimiento sobre las sociedades originarias de la Sierra Nevada de Santa Marta, sino que invita a reflexionar en torno a la importancia de hacer investigaciones rigurosas que permitan elaborar relatos sobre el pasado, los cuales consideren a profundidad las complejas interacciones culturales que tuvieron lugar en este contexto específico. La autora declara que este mismo trabajo es una entrega para los pueblos indígenas que hoy habitan la Sierra, que pueden beneficiarse de la reconstrucción de esta memoria que se resiste a perderse en el tiempo por todos los registros que perviven de ella.

Sin embargo, si hay que encontrar algo que falte en esta gran reconstrucción del pasado de la Sierra Nevada de Santa Marta es justamente la voz de estas poblaciones. No es, por supuesto, responsabilidad de la profesora Gutiérrez, que realmente consigue hacer un resumen más que exhaustivo de las investigaciones realizadas hasta la fecha, y lo acompaña de un aparato gráfico impecable y muy necesario. Más bien, lo que no encontramos en el trabajo refleja las debilidades de los trabajos y de los métodos de investigación implementados hasta la fecha en este importantísimo espacio geográfico-cultural-espiritual que es la Sierra Nevada de Santa Marta. La costumbre, en nuestra opinión contraproducente, de muchos arqueólogos de excluir a las comunidades originarias de la investigación y de la interpretación de los datos se refleja, por tanto, en la ausencia de este relevante elemento en sus resultados y, en consecuencia, en el gran resumen elaborado por Gutiérrez. La supuesta alteridad de las comunidades contemporáneas originarias con respecto a las antiguas, que construyeron y vivieron en los yacimientos (hoy) arqueológicos, es una suposición que muchos arqueólogos hacen para crear una cesura conveniente.

Otra carencia, destacada por la propia profesora en el capítulo segundo, es la de una metodología más precisa y homogénea en las investigaciones arqueológicas. Las diferentes y a menudo discordantes cronologías propuestas para las tipologías cerámicas no ayudan a una clara interpretación cronológica de los yacimientos arqueológicos y de la sucesión de acontecimientos socioculturales en el espacio de la Sierra.

Se trata, por tanto, de una obra muy importante, que resume eficazmente el estado del arte de la investigación sobre la Sierra Nevada de Santa Marta, que explica también, en algunos casos, sus lagunas y carencias, con una importante aportación, sobre todo, en la reconstrucción arquitectónica y el notable aparato gráfico propuesto.

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