1. Introducción
El texto plantea una reflexión sobre género, trabajo y migración1, nos proponemos pensar la relación entre estas categorías, centrando la mirada en un movimiento migratorio específico: el exilio español republicano de 19392. En efecto, la afirmación de la historicidad de las experiencias de las mujeres y de las relaciones de género debe formar parte del relato y de las preguntas del pasado3, las que nos permiten comprender el presente, marcado por las conflictividad social, las migraciones y el mundo del trabajo. En un contexto en el que se ha puesto en evidencia la relevancia del componente femenino de los flujos migratorios y el desarrollo de roles activos en los procesos de migración e integración, se ha destacado la necesidad de centrar la atención en las mujeres migrantes y, aún más concretamente, exiliadas4.
Los exilios y las migraciones contemporáneas pueden reflejar desigualdades económicas mundiales, fracturas políticas y culturales, y la inestabilidad de las estructuras sociales. Las múltiples aristas que se esconden tras cada sujeto migrante, evocan realidades que tienen que ver con los elementos más cotidianos, y que son determinadas por su género, su origen nacional o sus experiencias de clase5. Según Nancy Green, «la interseccionalidad ha estado siempre en el corazón de los estudios sobre las migrantes y el género»6. El trabajo como categoría de análisis evoca tanto los condicionantes de la clase social como una vía de acceso clave a uno de los aspectos más problemáticos de la migración: la integración. Pero, además, la interrelación entre el género y el ámbito laboral en migración ha sido objeto de una mirada especialmente fructífera. Yendo al caso concreto que analizaremos en la parte final de esta propuesta, algunos de los trabajos que desempeñaron las exiliadas españolas como la ocupación en el servicio doméstico, pueden inscribirse no solamente en la categorización de las actividades laborales en base al género, sino también en los fenómenos de desigualdad norte/sur y entre mano de obra extranjera y nacional.
Sin embargo, a pesar del interés social, de la interrelación entre el género y el ámbito laboral en migración y de la amplia producción en otros fenómenos migratorios, en el caso del exilio republicano español de 1939 la integración de las categorías de género y trabajo desde la historia social no ha sido tan efectiva. Como algunos autores vienen señalando, la separación metodológica entre los estudios sobre los exilios y las migraciones ha impedido la proliferación de una perspectiva más crítica y social en el caso de los primeros7. No obstante, en el libro pionero de Antonina Rodrigo, Mujer y exilio, se hacía hincapié en la multiplicidad de actividades de las mujeres que:
[…] habían acompañado al exilio a sus hombres, unas por convicción ideológica, otras por creer que su lugar estaba donde estuvieras los suyos. Ellos intervinieron en la guerra, en el maquis, en la resistencia […] Ellas también hicieron la guerra, estuvieron en el maquis, en la resistencia y, además, permanecían sometidas, oscuramente, a las vicisitudes de la casa, de la familia, del trabajo8.
A continuación, veremos hasta qué punto se ha profundizado en esta enumeración, prestando atención a uno de los principales países de acogida -y que a su vez posee una larga tradición de inmigración y una vasta producción historiográfica al respecto, es decir Francia-. Para llegar a ello, en un primer tiempo abordaremos la importancia social de las migraciones, el género y el trabajo en la actualidad desde un punto de vista crítico. Seguidamente, se analizará el aparato metodológico propio de los estudios interdisciplinares de migraciones y exilios, y las posibilidades interpretativas desde una perspectiva histórica en la producción académica. Finalmente, estrecharemos el foco hacia el tratamiento de las mujeres y del trabajo en la experiencia del exilio republicano en Francia.
2. Las migraciones y las relaciones sociales de género en la época contemporánea
Toda creación siempre es atravesada por las cosas cotidianas de la vida: el trabajo, el dinero, los espacios que habitamos, nuestros cuerpos y deseos, esa maldita preocupación9.
En 1992, el historiador francés Gérard Noiriel publicó Le Creuset Français motivado por la voluntad de mostrar en el plano científico la importancia de la temática de las migraciones en la investigación, por un lado, y, por otro, en el plano cívico, con el objetivo de «desdramatizar» el falso debate sobre la integración de la inmigración10. La introducción a sus páginas comenzaba asentando esta motivación: en un contexto de polémicas y controversias sobre las dificultades de integración de la población extranjera, la ciencia histórica cumplía un papel central. Los trabajos del propio Noiriel, o de Ralph Schor sobre Francia como país de inmigración11, llamaron la atención sobre la conveniencia de interrogar al pasado, sus políticas migratorias y sus estrategias de integración para evaluar las actitudes del presente.
Treinta años después, podemos ver que, aunque el campo de estudio de la historia de la inmigración se ha desarrollado notoriamente, el debate público sigue vigente. Del lado español, los análisis sobre las migraciones históricas12 cobraban también especial sentido ante el cambio de paradigma migratorio, pasando de ser un país emisor de población, a uno de recepción, sobre todo desde su incorporación a la Comunidad Económica Europea, tendencia que comenzó a ser revertida de nuevo tras la crisis económica de 2008. Los nuevos flujos migratorios que en el siglo XXI atraviesan una Europa en movimiento están así en el centro de las investigaciones retrospectivas, en un diálogo en el que la historia podría contribuir a dilucidar algunas de las problemáticas de la actualidad.
De forma dialéctica, las oleadas de poblaciones refugiadas de las guerras, genocidios y conflictos contemporáneos de la última década han sido también comparadas con los exilios del siglo XX13. Como ejemplos más significativos, podemos citar la crisis de los refugiados (2015) en el marco de la guerra de Siria desde 2011, el abandono de las tropas estadounidenses y el retorno del régimen Talibán en Afganistán (2021) o la actual contienda fronteriza entre Rusia y Ucrania (2022-2023). Igualmente, no han faltado las referencias a, concretamente, el exilio republicano de 1939 en algunas campañas de sensibilización por la crisis migratoria en el Mediterráneo y la incapacidad de su gestión por la UE. Así, asistimos a una intensificación dramática en estos primeros años del milenio, contando a finales de 2020 con 82,4 millones de personas desplazadas por la fuerza14, el número más alto desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y cabe preguntarse si nos enfrentamos a unos años especialmente críticos o si, al contrario, la situación actual es «normal» en la historia de la humanidad15.
Los exilios y las diásporas, como las migraciones, son objetos y sujetos de la historia social. Pues, tanto en el exilio republicano español como otros fenómenos históricos comparables presentan una gran diversidad de perfiles socioculturales y de trayectorias y la experiencia del desplazamiento forzado puede variar sustancialmente según el género o la edad. Precisamente el componente civil de los desplazamientos forzados contemporáneos ha situado a las mujeres y niños en el centro de las polémicas sobre el asilo a la población refugiada y a la ayuda humanitaria. Esta realidad ha llamado la atención no solo de la sociedad civil, sino también de algunos proyectos de investigación histórica16.
En este campo, la aplicación de la perspectiva de género ha contribuido a poner sobre la mesa las discriminaciones que sufren las mujeres demandantes de asilo17, la desprotección ante los peligros y violencias a las que son expuestas en las rutas migratorias18 y los retos que deben hacer frente para salir adelante en los países de acogida. A este respecto, la organización de Mujeres en la ONU ha denunciado que «las necesidades, las prioridades y las voces de las mujeres refugiadas y migrantes suelen estar ausentes de las políticas destinadas a protegerlas y darles asistencia» para su integración19. Uno de los retos en la atención de la población desplazada en la actualidad es, precisamente, la inserción laboral. Como destaca Camille Schmoll, en la actualidad «el mercado de trabajo conoce un proceso de "refugiciación", en cuanto que la mano de obra de los y las demandantes de asilo viene a engrosar las filas de la población empleable»20, sumándose a la situación del resto de personas extranjeras en situación legal regular o irregular. Así, la inserción laboral de las mujeres refugiadas -como la del resto de las migrantes en los países de inmigración occidental- depende de los controles fronterizos, las leyes internacionales de contratación de migración temporal y las normativas de regulación de la mano de obra a nivel nacional.
En los cálculos sobre la fuerza de trabajo migrante en la actualidad realizados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se cifra en un 69% de trabajadores y trabajadoras sobre el total de la población migrante21. De esta fuerza de trabajo, un 41,5% son mujeres, las cuales «se enfrentan con más obstáculos económicos y no económicos»22. Una parte de estas mujeres son refugiadas o demandantes de asilo, condición que complejiza aún más sus perspectivas de inserción laboral. Ciertamente, las políticas de asilo tienen un impacto particular en las mujeres, porque muchas veces refuerzan su estatus de dependencia y su vulnerabilidad. En un informe elaborado a petición de la Comisión de Derechos de la Mujer e Igualdad de Género (FEMM) del Parlamento Europeo en 2016, se reconocía que «la incorporación al mercado laboral se considera una de las principales herramientas para promover la integración de las mujeres refugiadas en la sociedad de acogida»23; sin embargo, muchas de ellas se enfrentan a la frustración de no encontrar empleo, al desclasamiento profesional -en gran parte por la falta de reconocimiento de sus capacidades y trayectorias educativas y profesionales-, y a la segregación laboral, relegadas en gran medida a empleos en el sector de los servicios domésticos y de servicios a la persona. Además, deben hacer frente a otras barreras en relación con los roles de género (los obstáculos no económicos): compaginar la urgencia de encontrar un trabajo remunerado para su manutención, y para cumplir con los requisitos legales y administrativos de estancia en el país con el cuidado de su familia. Su presencia notoria en la economía sumergida multiplica los riesgos a los que se enfrentan, así como las dificultades legales que entraña esta situación para las migrantes no regularizadas. A partir de un estudio sobre los efectos de la regularización de personas extranjeras en 2005, se ha observado cómo uno de los sectores económicos de mayor crecimiento en la Seguridad Social fue el servicio doméstico, con los consecuentes beneficios de condiciones laborales pero también de saneamiento fiscal nacional24.
La profundización en las condiciones de emigración y trabajo de las mujeres en el marco de los desplazamientos humanos contemporáneas muestra el viraje al que, también en los últimos años, hemos asistido con la inclusión de la perspectiva de género en los diferentes ámbitos sociales o académicos. La toma de conciencia por el feminismo político militante y la posterior institucionalización universitaria han permitido que la historia de las mujeres y de las relaciones de género forme parte de las agendas.
Así, la atención a las mujeres migrantes desde un análisis interseccional bebe tanto del contexto actual de luchas por la igualdad de género y de apertura de nuevos debates, como de la «mirada crítica» que ha caracterizado al feminismo contemporáneo sobre los grandes relatos históricos25. En otras contribuciones recientes sobre la perspectiva de género en las migraciones, se ha llamado la atención sobre el hecho de que, además de una feminización de los flujos, actualmente asistimos a una feminización del discurso sobre estos movimientos26. Gracias a las herramientas que nos proporcionan los estudios de género, podemos poner en evidencia aspectos del sujeto «mujeres» como su papel y su capacidad de cuestionamiento o subversión, en las relaciones de dominación y su capacidad de agencia en los procesos cotidianos como es el trabajo. En cuanto a lo primero, uno de los aportes de la historia de las mujeres ha sido reevaluar «la relación de los actores sociales con el poder»27. La investigación histórica de los grupos oprimidos por las relaciones desiguales de clase, género o raza alcanza la promoción en el relato histórico de estos sujetos, pero debe aspirar a ocupar su espacio en la historia global, en diálogo con los grupos opresores, pero también frente a ellos con la inclusión de su propia narración. Algunos conceptos tomados de los estudios de género, de las teorías de la subalternidad28 y de la «nueva historia cultural»29, como el de agencia30, han propiciado una reformulación de las perspectivas sobre qué significa ser un sujeto activo y operativo, así como de aceptar la posibilidad de acciones autónomas en el marco de las relaciones de dominación. Así, el creciente interés desde las ciencias sociales, en las últimas décadas, por el concepto de agency nos lleva a poder llegar a hablar de un agentive turn31.
Por otro lado, desde el origen de la corriente historiográfica sobre las mujeres y las relaciones de género se ha prestado tradicionalmente una especial atención a las cuestiones sociales y laborales. El género se encuentra en la base de múltiples formas de dominación, como queda plasmado en las relaciones desiguales de poder, valor y reconocimiento de la división sexual del trabajo32. La preocupación por cuestionar la hegemonía del sujeto obrero manual masculino explica este interés por una forma de hacer historia por parte de militantes obreras, que echaban de menos su propia presencia en el relato de la clase trabajadora de las sociedades antiguas, preindustriales o contemporáneas33. La definición del concepto de «trabajo» y su ruptura conceptual desde un punto de vista de género emprendida en los años 1970, supuso un desafío para la historia del trabajo y puso de manifiesto «la incapacidad de las teorías y de las categorías tradicionales sobre el trabajo para captar y analizar la diversidad y complejidad de las experiencias de trabajo femeninas»34. Desde entonces, el reconocimiento de que las mujeres siempre han trabajado, ha sido sustentado con innumerables estudios sectoriales, regionales y de caso. De este modo, la historia del trabajo se ha revelado como un terreno fértil para la visibilización de la agencia, permitiendo reconstruir trayectorias vitales y laborales que reflejan los procesos de construcción de las mujeres migrantes y exiliadas como sujetos activos35.
3. Del género del trabajo al género de la migración
La perspectiva de género en los estudios migratorios es esencial para conocer, en toda su profundidad, las relaciones complejas que operan en los movimientos humanos. La interrelación e intersección entre las categorías de género, trabajo y migración ha sido apuntada por investigadoras como Carmen Gregorio al señalar cómo:
La diferenciación de género al conformar los sistemas de organización social, económica y política, opera en el contexto internacional en el que tienen lugar las migraciones y además se conecta con otros procesos de diferenciación en función de clasificadores de clase social, extranjería, país de origen, características culturales36.
Tanto los debates sobre la integración en las sociedades de acogida como el impulso de la «segunda ola» del feminismo en estos años ha situado la preocupación sobre el trabajo femenino en los ámbitos productivos y reproductivos, así como el reconocimiento de las mujeres migrantes, no solamente como esposas o madres, sino como trabajadoras37. No obstante, a pesar del papel central otorgado a las trabajadoras al aliento de las sensibilidades sociales en los estudios de las migraciones en las décadas de 1970 y 198038, no se ha incluido esta perspectiva en relación con los exilios, tradicionalmente centrados en sus implicaciones políticas, hasta hace relativamente poco tiempo39.
En esta línea Mirjana Morokvasic40 reivindicó la condición también femenina de «los pájaros de paso» en el número de International Migration Review dedicado a «Women in migration» en 1984. Estos primeros estudios marcaron la senda para la configuración de un campo de estudio, el de la historia de las migraciones femeninas, interdisciplinar y prolífico que, dos décadas después, debería abrirse a una nueva etapa de interpretación, comprensión y teorización. Por ello, Laura Oso Casas ha apuntado que en las últimas décadas se ha pasado de la inexistencia de las mujeres como agente social reconocido, a su visibilidad, si bien aún reducida a un rol pasivo de acompañante del hombre en la migración41.
En este tipo de análisis, los estudios históricos han jugado un importante papel. La historia permite la apreciación temporal de los diferentes fenómenos, en un sentido de evolución o de involución, mientras que la sociología o la antropología, de las que toma gran parte del aparato teórico, proporcionan un punto de vista espacial y social42. Desde países de inmigración como Francia encontramos una proliferación de trabajos en los que se amplifican los significados de las migraciones con categorías como género y trabajo43. La recurrencia a estas temáticas, más frecuentes que en la bibliografía española, demuestra el diálogo tejido entre una problemática actual y el análisis social e histórico. Uno de sus elementos comunes, además, es la no limitación geográfica de los países de origen de las migraciones -en el caso francés destacan los movimientos desde el norte de África, pero también otras migraciones históricas como la italiana, la española o la portuguesa- ni de destino. Del mismo modo, constatamos que la temática de la integración y del trabajo han sido elegidas para abordar muchas de estas migraciones desde diferentes geografías desde una perspectiva de género44. En los últimos años, los aportes del mundo francófono por investigadoras como Christine Verschuur y Christine Catarino, Éliane Gubin y Anne Morelli, Manuela Martini, Natacha Lillo, Philippe Rygiel, Linda Guerry o Nancy Green han consolidado la tríada género-trabajo-migración45.
En España, la literatura sobre las migraciones femeninas históricas ha estado, por un lado, más centrada en la emigración que en la inmigración y, entre la primera, mayoritariamente dedicadas a los movimientos transatlánticos si no se especificaba otra geografía. La labor de rescate de las historias de las mujeres migrantes fue priorizada, considerando que son «relativamente visibles» desde finales del siglo XIX46, a pesar de su opacidad en la documentación de archivo. Mas, si bien se dedicó tempranamente un monográfico en la revista Arenal en 199947, las migraciones femeninas no han sido -salvo algunas excepciones para la edad contemporánea- abordada desde un punto de vista histórico. Además, si bien
[...] las mujeres conformaron un grupo migratorio importante; sin embargo, la historiografía ha desestimado la emigración femenina, importante para muchas mujeres afectadas por las penurias económicas de la época. Se trataba de mujeres jóvenes, en su mayoría solteras, que buscaban un bienestar que no les ofrecía su tierra. En general, se trataba de personas con capacidad laboral plena. El bajo nivel cultural y su origen humilde caracterizaban su estatus social48.
La emigración a Europa, centrada en Francia, Alemania, Bélgica o Suiza ha sido especialmente estudiada para la cronología 1960-1975, en detrimento de los desplazamientos de principios de siglo. En los últimos tiempos, las investigaciones sobre estos desplazamientos a Francia han tomado impulso gracias, en parte, a la perspectiva del trabajo, la cual se revelaba también para el caso español como una de las principales herramientas de resignificación de las migraciones femeninas. Las investigaciones sobre Francia de José Babiano y Ana Fernández Asperilla, Laura Oso, Bruno Tur o Natacha Lillo49 dan fe de esta línea de trabajo. La perspectiva transnacional de estas migraciones de ida y vuelta con los estudios de España como país de inmigración, ofrece a su vez posibilidades de análisis más profundas sobre los trabajos de cuidados, la feminización de la precariedad laboral y la reformulación de los roles de género en las estrategias familiares.
De este modo, entre las principales temáticas de los trabajos de los últimos años sobre la historia de la inmigración y la emigración femenina destacan la familia, las emociones, su agencia, las motivaciones, la integración, el trabajo o el compromiso político. Entendida en su sentido relacional, se ha señalado también la injerencia de la familia en la organización y las estrategias migratorias, su incidencia en las relaciones económicas y laborales, y su componente emocional. En este sentido, se han abierto, gracias a las herramientas de los estudios del género y la historia cultural, nuevas perspectivas desde la historia de las emociones, así como de los roles de género. Los utillajes conceptuales desde los estudios de género pueden contribuir también a clarificar el grado y la capacidad de agencia de las mujeres, evaluando asimismo el potencial transformador o de perennización de roles de los contextos migratorios. Del mismo modo, las migraciones femeninas están siendo interpretadas desde su capacidad de desarrollo de estrategias de supervivencia y resistencias, así como de combatividad, compromiso político y de agencia política y sindical.
La realidad social y económica de las mujeres migrantes, tanto aquella que pueda estar en el origen de su desplazamiento, como con la que se topan en el país de acogida está presente en la mayoría de estos estudios, así como su compromiso político. Su agencia y su papel principal en los desafíos cotidianos de supervivencia contribuyen a situar a las mujeres migrantes en la agenda de la investigación histórica. No obstante, denunciaba Sylvie Schweizer que la historia de las mujeres extranjeras en los mercados de trabajo ha estado insertada en un marco de representaciones sociales que han influido, por partida doble, en su marginalidad50: el trabajo de las mujeres (en general), y la figura del extranjero, habitualmente declinado en masculino. La noción de la «triple discriminación»51, donde al género y a la nacionalidad se sumaría la categoría de clase social, se ha demostrado de gran utilidad para dotar de relevancia histórica el fenómeno de las migraciones femeninas y, en concreto, su agencia en el ámbito laboral. Así, los puntos de vista de la demografía histórica y de la historia económica, referidos al trabajo, deben ser completados por una interpretación social52, de forma que el reconocimiento de la actividad laboral de las mujeres migrantes venga acompañado por una mejor comprensión de la historia de las familias, las problemáticas derivadas de la integración y asimilación y el mantenimiento o la ruptura con las tradiciones de la sociedad de origen.
4. Las mujeres trabajadoras en el exilio republicano
Dentro de la historia de las migraciones y exilios españoles en la edad contemporánea destaca -por su volumen, por su dimensión internacional y por sus implicaciones en sociedad y política de su tiempo y del nuestro- el exilio republicano de 1936-193953. Mas, entre la prolífica historiográfica dedicada a este tema54, el papel de las mujeres en los exilios políticos ha comenzado a ser explorado más tardíamente que en el caso de las migraciones, si bien en los últimos años se han dado pasos de gigante55. La investigación de la historia de las mujeres como sujetos sociales e históricos ha necesitado pasar por lo que Françoise Thébaud definió como «la fase de acumulación»56 de saberes, en la cual se encontraría aún el estudio de las mujeres en el fenómeno del exilio republicano de 1939. En este sentido, en este apartado proponemos repasar las principales aportaciones desde la historia a este tema y trataremos de evaluar en qué medida han permeado las perspectivas interseccionales que hagan dialogar las categorías de género, trabajo y exilio.
Desde Francia, los estudios sobre el exilio republicano español en este país habían incorporado a las mujeres españolas en fechas relativamente tempranas, gracias al papel de investigadoras de segunda generación del exilio o la emigración57. La multiplicación de coloquios y monografías sobre el exilio republicano en la década de 1990 desde Francia y/o España no contempló, sin embargo, la inclusión de la perspectiva femenina salvo en determinados aspectos como la separación familiar en la frontera o su papel en la integración y la educación de las siguientes generaciones. La perspectiva de género estaba también ausente de aquellos ámbitos considerados masculinos como la guerra, la Resistencia, la política o el trabajo, donde primaba una imagen estereotipada de las categorías sociales de «hombre» y de «mujer».
Solamente algunas de estas aportaciones de conjunto, con una sensibilidad de historia social «desde abajo» permitieron su inclusión en el relato general, dando a voces a nuevos sujetos como, además de las mujeres, los niños58. Las propuestas de Alicia Alted o de Josefina Cuesta se caracterizaron por establecer lazos con los movimientos asociativos y de memoria, de problematizar y reflexionar sobre las voces de los protagonistas anónimos y de darles un lugar en el centro del relato59. Junto con Alted y Cuesta, cabe destacar el trabajo de Pilar Domínguez Prats, el cual ofreció una perspectiva pionera al situar a las mujeres como sujeto histórico que iba desde el exilio a Francia (al que denomina «una época de pruebas»), pasando por la embarcación hacia América, para centrarse en la inserción laboral, la vida cotidiana y la militancia política femenina en México60. Estos acercamientos permitieron romper con una de las limitaciones que más ha marcado los estudios sobre mujeres exiliadas: la diferencia establecida entre «intelectualidad» y «refugiados del común»61, por la que el factor de clase social y categoría socioprofesional, junto con los vínculos y contactos personales marcaron sus exilios.
Como defienden Encarnación Lemus e Inmaculada Cordero en el catálogo del 80 aniversario del exilio republicano de 1939, «si los hombres "corrientes" habían pasado desapercibidos para la historiografía, cuánto más aquellas mujeres»62. En efecto, gran parte de los trabajos que intentaron sacar de la sombra a las mujeres exiliadas ya en la década de los 2000 se sirvieron de los ejemplos de algunas de las protagonistas de la II República Española por su papel político o profesional, que habrían llegado a ser también protagonistas del exilio, y no solo acompañantes63. En esta última línea, Mercedes Yusta analizó en profundidad los fondos de la Unión de Mujeres Antifascistas Españolas en el exilio francés -como Domínguez había hecho con la organización en México64-, otorgando al exilio femenino en este país de una agencia política que prácticamente no había tenido hasta entonces y situándolo en su contexto internacional a través del antifascismo65. También desde la historia del arte, los estudios culturales o la crítica literaria se había venido criticando el canon androcéntrico del exilio republicano66. Las trayectorias de algunas de las principales escritoras y artistas de la Edad de Plata que tuvieron que continuar sus carreras en el exilio o que se vieron obligadas a abandonarlas nos ofrecen una perspectiva complementaria de los exilios femeninos, en los que la vida cotidiana, la lucha por la subsistencia y la realidad económica y laboral del exilio están presente67.
Por otro lado, los diálogos de esta fecunda historiografía sobre el exilio republicano con los estudios de género y de la subalternidad han aportado nuevos interrogantes, que se dejan sentir en algunos de los aportes más sugerentes de los últimos tiempos. Los trabajos desde Francia de Maëlle Maugendre han permitido profundizar en el exilio de las republicanas españolas en este país entre 1939 y 1942, sirviéndose de los marcos interpretativos foucaltianos y butlerianos de las relaciones de poder, el control y el sometimiento o de la propuesta de James Scott sobre las resistencias a la dominación de las comunidades subalternas. Con estos mimbres, la imprescindible tesis doctoral de Maugendre, retrabajada en forma de monografía en 2019, detalla cuestiones como el internamiento, el control y las violencias a las que fueron sometidas las exiliadas, las repatriaciones forzadas o la inserción laboral, poniendo en el centro la actitud proactiva de estas protagonistas68. Por su parte, Alba Martínez ha profundizado en las experiencias cotidianas y en la construcción de las identidades colectivas para formular un retrato del exilio femenino en Francia en clave de sujetos activos y desprendiéndose del calificativo constante de «víctimas» o del «paradigma de la acompañante», adentrándose en una concepción del exilio femenino amplia desde el espacio privado, íntimo y emocional hasta la conquista el ámbito público69.
El buen estado de forma de las mujeres como sujeto del exilio republicano, gracias en parte a la renovación desde la historia cultural y la historia desde abajo y a la extensión del pensamiento feminista ha permitido no solo la multiplicación de las investigaciones al respecto, sino también la aparición de nuevos campos de estudio70. En efecto, la consolidación de un discurso de género en los estudios migratorios ha permitido revelar cómo los exilios pueden alterar la repartición tradicional de papeles atribuidos a hombres y mujeres que viven este tipo peculiar de migración71. De este modo, el análisis de las feminidades y masculinidades ofrece una profundización en el ámbito de las identidades «múltiples» y de género72. Pues, elementos de gran importancia para el devenir de las mujeres en el exilio como el trabajo, el matrimonio, la ma/paternidad o, por supuesto, los roles de género en la ocupación del espacio público o el ejercicio de la violencia están atravesados por las construcciones sociales femeninas, pero también masculinas. En esta línea, el trabajo de Elena Díaz Silva indaga en los efectos del exilio y la derrota en los roles de género, tomando como caso la reconstrucción de la masculinidad entre los exiliados en México73.
La exploración de las experiencias militantes y su representación por las principales culturas políticas en el exilio ha ofrecido interesantes contrastes entre una militancia activa y el ámbito de los discursos que sustentaba el carácter patriarcal del exilio político. El estudio de la participación de mujeres españolas en la Resistencia francesa y la Segunda Guerra Mundial ha sido también enriquecido con recientes aportaciones, desde una perspectiva de género que coincide en marcar los límites historiográficos de estos procesos políticos de las mujeres exiliadas, ante la relación con el denostado espacio doméstico, inherente, sin embargo, a su actividad resistente y militante74. Igualmente, la inclusión de la noción de agencia aplicada al exilio republicano ha dotado de nuevos significados a sus acciones, tanto aquellas más visibles como las desarrolladas en el territorio de los «privado». Entre estos, el ámbito del humanitarismo y de las redes femeninas es uno de los temas emergentes en los últimos años. Así, las perspectivas de la agencia transnacional, las redes políticas y afectivas, la sororidad y contribución femenina a la ayuda humanitaria en la resolución de conflictos ha permitido la emergencia de perfiles desconocidos o poco tratados hasta ahora75.
No obstante, a pesar de su impregnación en los estudios migratorios, la actividad laboral de las mujeres exiliadas no ha gozado, hasta ahora, de una dedicación exclusiva. Llama poderosamente la atención que el trabajo femenino, a pesar de haber sido señalado y destacado (tanto por su importancia como mecanismo de integración como por su relación directa con la realidad más material) en los debates actuales y de haber formado parte de los utillajes conceptuales de los estudios migratorios no ha ocupado un lugar central en la historiografía del exilio. Podemos aventurar como explicaciones que, como país expulsor de este exilio, a diferencia de los países de destino, la historiografía española no se ha centrado en los procesos de inserción y en las aportaciones a la propia cultura y economía nacional salvo en los casos más exitosos76. O bien que el tratamiento elitista de este grupo humano ha impedido la inserción del componente de clase y del mundo del trabajo como escenario de desigualdades en sus aproximaciones. O, como tercer supuesto complementario, que los prejuicios conceptuales sobre el trabajo femenino siguen vigentes en la mayor parte de las investigaciones de este ámbito. Pues, en los principales estudios políticos del exilio y la acogida se pone de relieve la importancia del componente laboral en la selección y la integración de este contingente humano; sin embargo, estos análisis sobre la utilización de la mano de obra que representaba el exilio republicano han estado mayoritariamente centrados en la fuerza de trabajo masculina, salvo en algunos casos.
De los estudios señalados sobre el exilio femenino español en Francia, solamente el de Maëlle Maugendre incluye una parte sustancial sobre el elemento del trabajo77, así como el de Alba Martínez de forma transversal78. Para el caso latinoamericano la perspectiva laboral ha sido más fructífera en el estudio del exilio femenino, muy en relación con las experiencias de las migraciones históricas y la temática de la integración79. En México, además de las investigaciones de Pilar Domínguez Prats o de Dolores Pla y Clara Lida80, la propuesta de Marion Rõwekamp retrata las posibilidades profesionales de las mujeres españolas, marcadas por su adaptabilidad81. La ejecución de tareas de solidaridad con las víctimas de la represión franquista o de los campos de concentración en Francia, desde los países latinoamericanos formaron parte del trabajo militante o activista de muchas mujeres que compaginaron este compromiso con el ejercicio laboral remunerado, el trabajo doméstico y de cuidados y el trabajo emocional82. Por su parte, Elena Díaz Silva, al explorar la reconstrucción de las masculinidades quebradas en hist.mem., N°. 28. Año 2024, pp. 181 - 222 el exilio en este territorio, evoca las representaciones sociales sobre el trabajo femenino83.
La exploración de las trayectorias laborales, de sus límites y de la construcción de estrategias para su supervivencia en Francia es, por lo tanto, una tarea pendiente84, que si bien está dando sus primeros pasos, no ha ido más allá de la «fase de acumulación», siguiendo la expresión de Thébaud. Su papel en las economías de proximidad, los sectores laborales del servicio doméstico, la industria bélica o el ascenso profesional de la segunda generación se antojan terrenos especialmente fecundos. El análisis de las políticas públicas hacia la mano de obra extranjera desde una perspectiva crítica ha demostrado que existe un profundo sesgo de género en estas prácticas, pero también que los discursos favorables o opositores al empleo femenino han variado con el tiempo y según los contextos85. Así, el recurso a la mano de obra extranjera y femenina en tiempos de guerra (1939-1944) significó el empleo de muchas de las españolas exiliadas en Francia. Del mismo modo, el contexto de retradicionalización y su efecto en los roles de género, pero también la precariedad y las dificultades de integración impulsaron el trabajo femenino temporal, a domicilio y en la economía sumergida, mucho menos rastreable en los archivos. Por su parte, el recurso a fuentes testimoniales tanto orales como escritas ha permitido profundizar en la vida cotidiana del exilio, donde el trabajo femenino emerge de forma natural86.
Esta constatación nos lleva a arrojar una posible cuarta explicación de la falta de atención al trabajo femenino entre los trabajos sobre el exilio republicano español en Francia. Se trata precisamente de la mencionada separación entre los estudios sobre los exilios y las migraciones87 y la concepción de que una preocupación propia de las llamadas migraciones económicas (el ahorro mediante el trabajo) no fuese destacable en las trayectorias del exilio, más aún en el caso de las mujeres, cuya relación con las actividades económicas, así como las políticas, muchas veces han sido enfocadas desde la perspectiva de reserva o de apoyo. Pero, precisamente, la revisión de la (im) posibilidad de diálogo entre el exilio republicano y la emigración «de trabajo» durante los Treinta Gloriosos se antoja útil en su vertiente comparativa. Pues, -en palabras de Mónica Moreno y Alicia Mira- «muchas exiliadas compartieron con antiguos emigrantes trabajos similares (con excepción, quizás, de las tareas agrícolas) y espacios socioeconómicos próximos»88. Igualmente, la construcción de puentes de comparación y análisis con los fenómenos migratorios actuales89 facilitaría la situación de estas lagunas historiográficas en las agendas académicas y, en sentido inverso, dotaría de herramientas históricas los desafíos sociales a los que se enfrenta un mundo globalizado y en constante transformación.
Conclusiones
Desde el auge de los estudios de género, la connivencia entre el trabajo y la perspectiva de género planteado desde el feminismo materialista dotó de nuevas herramientas interpretativas a los estudios migratorios y, especialmente, a las particularidades de las mujeres migrantes como pájaros de paso. La comprensión de las migraciones históricas desde este punto de vista contribuyó a visualizar el papel de las mujeres migrantes, relativizar la feminización de los flujos y resignificar los roles y atribuciones de género. Para ello, la ruptura conceptual del trabajo fue clave para abordar los fenómenos migratorios, de género y laborales desde una perspectiva material pero también cultural.
Las pautas marcadas en esta línea de investigación resultan de gran utilidad al aportar pistas interpretativas de los movimientos migratorios actuales, los avances dados en la sensibilización de género y en la precarización de los sectores productivos empleados mayoritariamente por hombres y mujeres migrantes. La constancia de estas cuestiones en las agendas públicas e investigadoras pueden, si no proporcionar fórmulas «mágicas», sí contar con algunas pistas90. Precisamente, han sido algunos de los principales movimientos migratorios forzados de los últimos diez años, los que han hecho que el exilio republicano español de 1939 fuera mencionado en la prensa, desde la crisis de los refugiados de 2015 a la guerra en Ucrania. Los paralelismos evidentes en algunos casos fueron movilizados como forma de concienciación de nuestro pasado migrante y exiliado. A su vez, la agenda investigadora de este exilio ha sabido captar algunas de las preocupaciones actuales, sobre todo en lo que se refiere a la perspectiva de género.
En los últimos años se han dado grandes pasos en el conocimiento sobre las mujeres españolas exiliadas gracias a la convergencia necesaria entre la historia social «desde abajo» y la historia de las mujeres, con propuestas que han enlazado una historia androcéntrica del exilio republicano español de 1939 con enfoques desde la historia de las emociones, los roles de género, las organizaciones políticas supranacionales o las lógicas de control social y el despliegue de resistencias. Sin embargo, la perspectiva más material que ofrecía las rupturas conceptuales del trabajo parece haber quedado atrás, al menos en el caso del exilio a Francia, a pesar de los buenos frutos que había dado en la teorización de otros fenómenos como la propia emigración española en las décadas 1960-1970. De ahí que defendamos la conveniencia de problematizar e interrogar la historia los exilios y las diásporas con cuestiones similares a las planteadas por los estudios migratorios. La compresión de las circunstancias internas de los países de acogida, los mercados de trabajo y de sus estructuras sociales, políticas y laborales; el trabajo comparativo con otras oleadas de exilios y migraciones contemporáneos y la observación de la capacidad evolutiva de los roles sociales de género se arrojan como vías fértiles para una mayor problematización de las experiencias laborales de las mujeres del exilio republicano. Así, si la historia comparada y los estudios de género proporcionan nuevas herramientas, estas deben generar nuevos retos documentales, historiográficos y analíticos que contribuyan a paliar los vacíos y los silencios que durante los últimos años se han ido señalando. La multidisciplinariedad se revela entonces como un aliado esencial, especialmente por las nutridas reflexiones que, desde la sociología, la literatura o la filosofía se dan en torno al exilio republicano y otras migraciones.