1. Introducción
Tras la Revolución Francesa, las conmemoraciones se concentraron en la celebración de las fechas y personajes emblemáticos que dieron origen a las comunidades nacionales1
Quienes se encargaron de organizar este tipo de actividades, generalmente desde los Estados en formación, se interesaron por aglutinar a los habitantes de los respectivos países en torno a prohombres que sacrificaron su vida en aras de la libertad y la patria. De allí que las fechas magnas rememoren hechos épicos como grandes batallas o la muerte de un héroe en medio del fragor de la confrontación2 A lo largo de los siglos XIX y XX, mediante este tipo de eventos también se canalizaron esfuerzos por cultivar la memoria de otros acontecimientos, menos bélicos, como el nacimiento y muerte de personajes egregios, la expedición de las cartas constitucionales o la fundación de las ciudades3.
Más allá de su carácter ritual o excepcional, en tiempos republicanos la práctica conmemorativa ha servido para repensar el pasado y proyectar futuros posibles, todo ello desde presentes atravesados por intereses en conflicto4. En el caso de las conmemoraciones que tienen como protagonista la ciudad se han identificado dos líneas de análisis. De una parte, se estudian los temas propiamente urbanos, toda vez que autoridades políticas y diferentes actores sociales aprovechan los aniversarios para diseñar proyectos arquitectónicos e inaugurar obras públicas5. Por la otra, las conmemoraciones presentan un componente festivo con el que se busca celebrar la comunidad con el ánimo de afianzar un cierto tipo de cohesión social y, de paso, legitimar los estados de cosas vigentes6.
Como parte de la preocupación por los vínculos entre conmemoración, ciudad y celebración, el presente artículo examina la dimensión festiva del centenario de fundación de Pereira en 1963. A diferencia de centenarios como el de la Independencia de Colombia, acaecido en 1910, en el que predominó la solemnidad y la organización de una exposición industrial, la efeméride de la segunda ciudad caldense se caracterizó por una triple agenda que articuló actividades de «alta cultura», eventos masivos con un fuerte contenido comercial y una programación solemne el 30 de agosto, día en el que, según la tradición, se dio la fundación. Como veremos, este caso permitirá pensar en diferentes manifestaciones de un complejo proceso de transición modernizador, a través de la manera como se festejó la sociedad pereirana en un contexto de superación de una vorágine de violencia política, y la agudización de cambios sociales y culturales que atravesaban el país y el mundo7.
Desde finales de los años cuarenta el país profundizó su apuesta por el desarrollo industrial, decisión que impactó la estructura estatal, los procesos de urbanización y las formas en que se relacionaron las diferentes clases sociales, los géneros y las generaciones8. En términos culturales, el medio siglo se caracterizó por la emergencia de una cultura de masas que, gracias a la fuerza que adquirieron los medios de comunicación y la publicidad, delinearon nuevas pautas de comportamiento, consumo y ocio9. Visto en perspectiva, tales cambios pueden ser comprendidos como parte del proceso de secularización en donde se introdujeron nuevas formas de usar el tiempo libre como las actividades deportivas, los eventos musicales y los certámenes de belleza10. Pero, ¿Cómo impactó este nuevo contexto histórico, cada vez más globalizado, en la organización y desarrollo de eventos conmemorativos? ¿Cuál fue el lugar de la solemnidad patriótica que caracterizaba las efemérides y cómo se gestionó la cohesión social en tales condiciones? ¿De qué manera se concibió y desarrolló la agenda festiva del centenario de una ciudad que se preciaba de ser una urbe moderna gracias a su economía cafetera? ¿Cuál fue el lugar atribuido y ocupado por las «elites» y el «pueblo» durante el centenario de Pereira?
En las páginas que siguen procuraremos dar cuenta de los múltiples niveles que tuvo la agenda conmemorativa como una entrada para comprender la transición modernizadora que vivió el país a principios de los años sesenta. El centenario permite apreciar la manera en que coexistieron una visión de la cultura más cercana a los gustos y distinciones de las élites, con una serie de prácticas y visiones propias de una emergente cultura de masas. A pesar de las diferentes formas de participación de varios sectores sociales y el llamado a la armonía social, la ocasión afianzó las funciones directrices de un pequeño sector de la élite pereirana y, por tanto, operó como un acontecimiento que contribuyó a reafirmar las jerarquías y distancias sociales. Para ello, inicialmente se caracterizan los eventos relacionados con las bellas artes promovidos por un sector pudiente de la sociedad local que esperaban acercar la ciudad a las corrientes modernas de la «alta cultura» nacional. Luego, se abordan los desfiles que tuvieron lugar durante los días de fiesta, en los que coincidieron en el espacio público algunos grupos de la élite con sectores medios y populares. En tercer lugar, se describen las actividades musicales que coparon la atención de los asistentes, especialmente aquellos eventos con finalidades comerciales que estaban dirigidos al entretenimiento popular. Finalmente, se reconstruye la programación solemne del 30 de agosto en donde se dieron cita las principales autoridades políticas, religiosas y militares tanto a nivel nacional como regional, como parte de la tradicional dimensión patriótica del centenario.
2. Aproximar la cultura moderna a los pereiranos
Siete años antes de la fecha exacta, la prensa pereirana manifestó su profunda preocupación por el tipo de actividades que podía ofrecer la ciudad a los visitantes, que esperaban con motivo del centenario. En vista que el departamento de Caldas acababa de celebrar el primer cincuentenario de creación, en su inveterada confrontación por la primacía regional, la opinión pública local se quejó de la inexistencia de atractivos para mostrar a los turistas, lugares para hospedarlos y, en general, eventos de entretenimiento para la ocasión11. Con la sombra de la reciente violencia bipartidista que había asolado la región cafetera y ciertos vientos «separatistas» de algunos sectores políticos, en mayo de 1959, el Concejo Municipal hizo eco de tales inquietudes cuando encargó a la Junta del Centenario la organización de todo lo relacionado con las festividades12. En vista que dicha Junta se ocupó de los temas urbanísticos, en vísperas de la fecha magna se decidió crear una Junta de Fomento y Turismo responsable de coordinar la agenda festiva, que finalmente se llevó a cabo durante el mes de agosto de 196313.
Hacia el mes de abril en el seno del cabildo municipal se definieron oficialmente dos marcos temporales para la efeméride. El primero, creó el año centenario que se extendería del 30 de agosto de 1963 a la misma fecha del año siguiente. El segundo, sancionó como periodo de las fiestas centenarias entre el 24 de agosto y el 1 de septiembre de 196314. Gracias a este Acuerdo se generaron las condiciones para adelantar una ingente cantidad de eventos culturales y sociales que alteraron la vida cotidiana de la ciudad durante varias semanas. Según la decisión de los concejales, a lo largo de siete días debía predominar el regocijo y la algarabía entre todos los sectores sociales debido a la proeza de haber alcanzado un siglo de existencia y, sobre todo, por haber obtenido el reconocimiento de ser una ciudad moderna ejemplo de civismo15.
Antes que se diera rienda suelta a la celebración, la Sociedad de Amigos del Arte (SAA), una de las asociaciones más reputadas de la ciudad desde finales de los años cuarenta, cuando fue fundada por miembros de la élite local como las familias Drews y Londoño, elaboró una agenda que buscaba dotar de distinción a la ciudad en su especial aniversario. Según Guillermo Arango Santamaría, presidente de la SAA, la Semana Cultural contó realmente de quince días consecutivos de eventos organizados en diferentes partes de la ciudad1618. Desde una concepción de la cultura más cercana a las bellas artes, la labor de divulgación cultural consistió en organizar una feria del libro y montar una serie de exposiciones de artistas nacionales y de la región. La prensa ponderó positivamente las muestras de pintura, cerámica indígena, fotografía «antigua», «moderna» y «artística», y muy especialmente, la realización del Tercer Salón de Arte Moderno1719.
En vista que la ciudad carecía de un palacio de bellas artes o una biblioteca de grandes dimensiones para albergar estas actividades, se optó por realizarlas en el Hotel Soratama, el Banco Cafetero y los pasillos del Palacio Municipal. El interés por la pintura que había cultivado la SAA le permitió abrir un espacio de talla nacional, con lo que se daba un alcance diferente a la conmemoración local. La tercera versión del Salón de Arte Moderno, abierta al público entre el 19 y el 27 de agosto, concentró obras de los principales pintores y escultores colombianos del momento. Entre los nombres más destacados estuvieron Alejandro Obregón, Enrique Grau, Fernando Botero, Guillermo Wiedemann, Emma Reyes, Eduardo Ramírez Villamizar, Cecilia Porras y Luciano Jaramillo18. Pese a las magras condiciones de infraestructura la agenda cultural pretendió insertar la ciudad a las dinámicas más avanzadas que existían en materia artística a escala nacional19.
Junto a la plástica, la agenda se nutrió de una importante oferta de música culta. Por su naturaleza y valoración social, estas presentaciones se realizaron en espacios cerrados como los teatros Nápoles y Consota, escenarios idóneos para mostrar el nivel cultural alcanzado por la sociedad local. A lo largo de varios días, la ciudad se engalanó con recitales de piano y canto de la familia Zuluaga, así como la presentación del Ballet Ciudad de Pereira, dirigido por Silvia Osorio, quien preparó para la ocasión un repertorio terrígena20. Mención aparte merece la actuación de la Orquesta Sinfónica de Colombia que ocupó el Teatro Consota los días 23 y 24 de agosto21. Bajo la dirección de Olav Roots, la reputada orquesta deleitó al público con piezas de Chaikowsky, Auber, Khachaturiam, Rossini, Brahms y Hydn22. Al repertorio se sumó un ballet del español Jerónimo Velasco y unas danzas tituladas Los trabajadores agrícolas, la Danza del trigo y Los peones de la hacienda de Alberto Ginastera23. La agenda musical pretendió articular obras de grandes exponentes europeos con expresiones propias de la región, mixtura que permitiría conectar las preferencias del público cafetero con lo más selecto de la música y la danza del mundo «civilizado».
El selecto gusto musical de un segmento de la sociedad se complementó con la presencia de dos agrupaciones corales de fuera de la ciudad. Para la época, y gracias a la conjunción de algunas universidades públicas y privadas como la Industrial de Santander y Los Andes, la música coral estaba bien valorada por educar la sensibilidad de las nuevas generaciones en la tradición musical occidental. Al tiempo, esta forma permitía la experimentación con aires nacionales24. La primera agrupación en presentarse fue la Coral Verdi con el bambuco titulado Pereira, de autoría de César Londoño y el arreglo del maestro Tulio Arango. La segunda fue la Sociedad Coral Bavaria que tuvo dos presentaciones25. De esta forma, las élites culturales de la ciudad tuvieron oportunidad de alternar su gusto por la música de cámara, con aires más nacionales en los que predominó un concepto culto en torno al folclore.
La presencia de artistas de talla nacional no se restringió a las expresiones mencionadas. Ahora bien, para los organizadores era prioritario que los invitados alternaran con representantes locales a fin de dar visibilidad al talento propio. Muestra de ello la podemos ver en la actividad escénica programada a cargo del reconocido director del Teatro Experimental de Cali, Nicolás Buenaventura, quien presentó La Casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca. Una vez más, la SAA procuró acercar a la ciudad las formas más contemporáneas del teatro que, con Buenaventura y otros creadores de su generación como Santiago García, buscaron romper con el costumbrismo dramatúrgico para ir hacia la experimentación a través de la actualización de los clásicos26. Para un público menos selecto ubicado en las zonas rural y popular de la ciudad, la organización programó una obra de títeres en el Corregimiento de Santa Julia y una conferencia sobre el «humorismo»27. Las agrupaciones artísticas infantiles también tuvieron la oportunidad de presentarse en el marco de la semana cultural, tal y como ocurrió con el grupo de zarzuela infantil «Frutos de la Montaña», bajo la dirección del maestro Jaime Santamaría28.
Las exposiciones, presentaciones y veladas culturales sirvieron de antesala para que la ciudadanía pereirana y los visitantes disfrutaran de variados eventos en pocos días. Gracias al centenario, la ciudad tuvo la oportunidad de apreciar directamente algunas muestras de la cultura nacional que se venían renovando gracias, entre otras cosas, al contacto con corrientes y estilos internacionales. A partir de la semana del 24 de agosto inició oficialmente la temporada de festejos con una apretada agenda diaria que tuvo varios momentos de clímax. Durante ocho días, los eventos deportivos, musicales y profesionales alternaron con actos masivos y solemnes con el fin de celebrar el progreso alcanzado por la «célula municipal más dinámica del país». La prensa escrita también se sumó a la efeméride con la publicación de ediciones especiales de medios como El Diario, El Imparcial, La Patria (Manizales) y El Tiempo (Bogotá). Tales números hicieron las veces de tributo impreso a la ciudad, al tiempo que le otorgaron un alcance regional y nacional. En esta segunda parte de los festejos centenarios las calles, parques y plazas de Pereira fueron los escenarios de encuentro masivo y distinción de una sociedad que buscaba afanosamente presentarse como la punta de lanza del progreso regional.
3. Los eventos masivos en el espacio público: los desfiles
El centenario de la fundación de Pereira tuvo como personaje central a la ciudad en calidad de homenajeada y escenario de las festividades. En contraste con los aniversarios donde las élites se agasajaban en espacios cerrados, la agenda pereirana contó con cuatro desfiles que coparon las principales vías de la ciudad, con la presencia de millares de espectadores provenientes de todos los rincones de la urbe. Las caravanas de automóviles y carrozas alegóricas que transitaron por las avenidas y calles fueron uno de los eventos más importantes de la efemérides, entre otras razones, por el espectáculo que brindaron a propios y extraños durante los cuatro días que tuvieron lugar2931. A diferencia de lo ocurrido en decenios anteriores, cuando el espacio público era utilizado especialmente para procesiones religiosas ahora, hombres y mujeres, organizados en diferentes asociaciones y comitivas exhibieron los nuevos símbolos del prestigio y avance social de la época.
Con el nombre de Caleidoscopio Pereirano, la Junta de Fomento y Turismo, con apoyo de la Sociedad de Mejoras Públicas, organizó un desfile de 120 reinas con su respectiva carroza, que representaron a los barrios, veredas, sindicatos, cooperativas y empresas de la ciudad. Inicialmente, el desfile fue programado como antesala del 30 de agosto, sin embargo, los promotores se vieron en la necesidad de trasladarlo para el principio de la semana de festejos30. En efecto, el recorrido inició a las diez de la mañana del 25 de agosto con varias carrozas de lujo decoradas con motivos folclóricos. Según el corresponsal de El Tiempo, Miguel Álvarez de los Ríos, «En medio de una desbordante alegría colectiva el espectáculo del desfile del centenario recorrió las vías públicas para manifestar de esa manera la unidad municipal frente a los infortunios y reveces, pero también a la vista del júbilo y la esperanza»31. Con la presencia del alcalde, Mario Delgado Echeverri y la madrina del centenario, la joven Lucía Jaramillo Vélez, «[...] se rindió homenaje de amor a la tierra prodigiosa cuyos méritos los ha conquistado en una constante batalla de superación»32. En los años del Frente Nacional, los reinados cumplieron una labor fundamental de propiciar un ambiente de paz, armonía y optimismo tras la debacle generada por la violencia bipartidista, especialmente en el mundo andino33.
El desfile de las reinas fue uno de los momentos más importantes de una jornada que incluyó dos eventos sociales con lo más granado de la sociedad: una copa de champaña en el Club Rialto y un baile de gala en las instalaciones del Instituto Vocacional Femenino en las horas de la noche34. En el discurso de bienvenida que ofreció el presidente del club social más importante de la ciudad, se advierte la manera en que las élites asumieron el centenario como una ocasión para celebrar a la «familia pereirana». Para él, las señoritas representaban a la totalidad de la sociedad local que se unió para fundirse en un abrazo fraterno. Su belleza física era la muestra viva del porvenir halagüeño que se cernía sobre una ciudad admirada por toda la república:
Vosotras no sois reinas de las veredas que laboran y siembran; ni reinas de los barrios que progresan y crecen; ni reinas de las agremiaciones que trabajan, celebran sus triunfos y festejan vuestros nombres. Vosotras sois nuestras reinas; las Reinas de Pereira, ciudad que, con una hermosa soberana por cada año de su vida espléndida, abrillanta la celebración de su Centenario, alegrado por la presencia exquisita de vosotras35.
Tras la realización del desfile, las «muchachitas hermosas», como las calificó el señor Ángel, recibieron algunos regalos para uso y disfrute personal. Los obsequios hicieron parte de una estrategia de algunas empresas y fábricas locales que fungieron como patrocinadoras del desfile. Como lo veremos en otros actos, los industriales y comerciantes, tanto pereiranos como aquellos de Bogotá, Medellín y Cali, se sirvieron del aniversario para promover sus productos. Comestibles La Rosa, las cervecerías Bavaria y Pilsen, la fábrica de Hilos Cadena y algunas farmacias entregaron costureros y cosméticos, a lo que se sumó el sorteo de artículos como lavadoras, máquinas de coser, radios, utensilios de cocina, viajes y dinero en efectivo36. La ocasión contribuyó a reafirmar un ideal particular de feminidad centrado en el hogar. Como sabemos, la promesa de la época para las mujeres era alcanzar un mayor confort y eficiencia en las labores domésticas gracias a la introducción lenta, pero sostenida, de estos «sirvientes silenciosos» como llamaron los publicistas a los electrodomésticos37.
Dos días después del recorrido real, los transportadores tomaron el relevo en las calles de la ciudad con un desfile de alto contenido histórico que se replicará en otros eventos38. Con el nombre de «Evolución del Transporte» este gremio pretendió mostrar los avances de la ciudad en la materia que, además, se ufanaba de contar con una considerable red de medios que la conectaban con todo el país39. En este contexto, los miembros del club de motociclistas de la marca Auteco Lambretta se animaron a organizar una caravana de motorizados en la que predominó el colorido y un «toque de juventud» que culminó con la rifa de una motocicleta entre los asistentes40. Sí los transportistas aguzaron su conciencia histórica para exhibir el progreso alcanzado, los jóvenes atestiguaban nuevas formas y niveles de consumo propios de unas emergentes clases medias. Al contar con un medio de transporte propio reivindicaban no solo la aceleración de la vida sino, sobre todo, la autonomía e individualidad de un sector de la juventud que se mantenía al tanto del cada vez más hegemónico estilo de vida americano41 .
El 29 de agosto se realizó el desfile más importante que se extendió a lo largo de cuatro kilómetros, desde el aeropuerto hasta el centro de la ciudad, con la presencia de miles de espectadores. Con el nombre de Pereira a través de sus épocas, este recorrido histórico lo conformaron varias carrozas alegóricas que representaban los momentos más importantes de la historia de la ciudad. Con cierta exageración, la prensa informó que se aglutinaron cuatrocientas mil personas, de las cuales 230.000 correspondían a los habitantes y los restantes 200.000 serían turistas. Las dimensiones que tomó esta actividad fueron tales que, según el corresponsal:
La ciudad no había presenciado jamás un espectáculo debelleza y colorido semejante al de hoy, y al decir de muchos, tampoco tiene antecedentes en Colombia por la vistosidad, el buen gusto, el señorío, el alegre clima de fiesta en que estuvo enmarcado, y el sugestivo simbolismo de todas y cada una de las carrozas que tomaron parte en el desfile […]42.
Durante cuatro horas tomaron parte los diferentes actores sociales y culturales que, desde sus respectivas posiciones, buscaron figurar en la puesta en escena que combinó carros alegóricos, comparsas y músicos en vivo. Junto a las principales empresas, la prensa destacó la participación de la colonia libanesa que desfiló con sus trajes típicos, los caficultores que contaron con la presencia de Juan Valdez y su asno, los radiotécnicos que elaboraron una carroza con nave espacial incluida y los niños, disfrazados de personajes históricos43. Como era costumbre, en este tipo de eventos, los jóvenes también se hicieron presentes quienes, con atuendos deportivos, recorrieron como vanguardia las principales arterias viales. El desfile de la juventud contó con la presencia de miles de jóvenes de ambos sexos, tanto del campo como de la ciudad, quienes le imprimieron «una nota de vitalidad y alegría al ambiente de la mañana»44. Cabe recordar que, tras la caída de Rojas Pinilla, la juventud gozó por algunos años de cierto reconocimiento y legitimidad dentro de la opinión pública y las autoridades políticas como adalides de la democracia y la libertad45. Éste era, desde luego, el tipo de juventud que celebró la prensa local en el marco del desfile, buena parte de la cual pertenecía a los colegios de la ciudad.
Lo más interesante del gran evento público del centenario residió en el contenido histórico que fue apropiado por los diferentes participantes. De manera excepcional, la ciudadanía local puso en escena el devenir histórico de la segunda ciudad caldense a partir de un esquema organizado por décadas que trasluce una concepción progresista de la historia y ciertos consensos en torno al pasado colectivo:
En primer lugar, hizo su aparición la carroza llamada "Historia de Pereira", que consistió en un gigantesco libro en cuyo lomo aparecían estampados los nombres de Luis Duque Gómez, Juan Friede y Jaime Jaramillo Uribe, que son los encargados de elaborar el trabajo histórico sobre la ciudad, mediante contrato celebrado con el club Rotario. Posteriormente desfilaron las destinadas a rememorar el acto de la fundación, con la primera capilla, el altar, las campanas y el presbítero Cañarte; las modas de la década 1920-1930, representadas por caballeros y damas vestidos a la usanza de la época; las costumbres de 1873, encarnadas por muchachas que realizaban labores domésticas, con el uso de elementos antiguos, tales como piedras para moler maíz, planchas de calentar al fuego, forja, pilones, pailas de cobre; la vida hogareña de 1883, revivida por damas acomodadas en sillas mecedoras, departiendo cordialmente y bordando en pandoras; la vida social de 1893, con un enlace matrimonial en la iglesia de La Pobreza, y la actividad deportiva de 1913, al conmemorarse al cincuentenario, cuando nuestras mujeres se trepaban alegremente en triciclos gigantes y "tandems"46.
Sobre la sección histórica del desfile debemos decir que sintetiza el momento de transición que experimentaba la sociedad colombiana en general y, como parte de ello, la escritura y la conciencia histórica en particular. Los autores de la historia de Pereira eran los reputados profesores Duque, Friede y Jaramillo, iniciadores de la renovación y profesionalización de los estudios históricos y antropológicos en el país desde el mundo universitario47; sin embargo, la puesta en escena de la misma deja ver una concepción lineal, progresiva y simple del devenir de la sociedad pereirana, centrada en ciertos tópicos bucólicos y costumbristas que realzaban la gesta de sus antepasados. Por las calles de la ciudad desfiló entonces una mezcla de historia local escrita con las herramientas de las ciencias sociales y una concepción didáctica arraigada en las tradiciones locales.
4. La música del centenario: entre la cámara y el tablado
Si algo caracterizó al centenario de la fundación de Pereira fue la apuesta de la Junta de Fomento y Turismo, así como de las autoridades políticas, gremios, sindicatos y asociaciones civiles, por generar un ambiente de algarabía, disfrute y fraternidad de los residentes y turistas. Para ello, diferentes expresiones musicales ocuparon un lugar central en la agenda oficial desde el primer día de festejos. Si bien los espectáculos presentados tuvieron patrocinadores, horarios, espacios y públicos diferenciados, hemos identificado tres tipos de diversiones dirigidas al conjunto de la población. El peso de los conciertos y demás actos en los que la música fue protagonista deja ver un tipo de conmemoración en la que el boato cedió su lugar al entretenimiento en un momento en el que la cultura de masas se asomaba en el país a través de los nuevos medios de comunicación.
Como parte de la programación general, el «ambiente de gran animación» iniciaba cada día con las llamadas rondas del centenario en las que, durante una semana, diferentes conjuntos musicales amenizaron las jornadas a partir de las 5:00 p.m. mediante recorridos en los que entonaban «canciones autóctonas y coplillas alusivas a la conmemoración»48. Las rondas, con una franja fija, alternaron con bandas típicas que se apostaron en diferentes parques y plazas para realizar conciertos que buscaban aglutinar a los transeúntes al son de diferentes ritmos49. Por ejemplo, la Banda Municipal, reorganizada por el párroco de la Catedral, el presbítero Antonio José Valencia, se presentó a diario en el parque Guadalupe Zapata del Barrio Cuba para deleitar a los vecinos con piezas del maestro pereirano Rafael Payán50. A medida que el estatus de la banda era más alto el lugar de su presentación cambiaba, tal y como se infiere del concierto ofrecido por la Banda Departamental en la Plaza de Bolívar51.
Las tonadas típicas, a manera de retretas, tenían como función amenizar y acompañar eventos culturales en horas de la tarde. El ambiente propiamente festivo iniciaba en horas de la noche con diferentes tipos de conciertos destinados a públicos segmentados. La importancia que tomó la «diversión» en el centenario se puede evidenciar en el anuncio hecho por la Junta de Fomento y Turismo sobre el registro de cerca de mil establecimientos, que «[...] garantizaron el sostenimiento de orquestas y conjuntos musicales, previo el lleno de los requisitos de funcionamiento exigidos. De suerte que a todo lo largo y ancho de la ciudad, en los parajes, corregimientos y veredas, el ambiente de fiesta es simultáneo»52. Junto a los griles y bares, la temporada facilitó la creación de casetas y tablados que llevaron al clímax la emoción de los asistentes gracias a la presentación de orquestas y conjuntos musicales provenientes de Medellín, Cali, Bogotá y Barranquilla53.
Luego de su inauguración, el 24 de agosto en la noche, la administración municipal decidió trasladar las casetas a zonas menos céntricas con el fin de descongestionar áreas importantes de la ciudad. Con ello, la algarabía se tomó los «sectores de la periferia» en donde, hasta altas horas de la madrugada, se disfrutaron los «aires costeños» que eran los preferidos por los moradores de barrios como La Providencia, Alfonso López, Primero de Mayo, América, Cuba, Boston y Modelo54. Como lo ha sostenido Peter Wade, desde los años cincuenta la música tropical se tomó los parlantes del país gracias a la industrialización que acometieron diferentes sellos discográficos, varios con sede en Medellín y Barranquilla. La conexión entre el mundo caribe y antioqueño marcó el nacimiento de un mercado musical que, a principios de los años sesenta, entro a formar parte de la identidad nacional55. Por su parte, las casetas, si bien estaban pensadas para un público amplio, no estuvieron exentas de jerarquías como se evidencia en el precio de las entradas y los tipos de licores que allí se expendían56.
La financiación y organización de estos eventos dirigidos al pueblo llano corrió por cuenta del capital privado que vio en tales espectáculos una oportunidad para posicionar sus respectivas marcas. En las tarimas instaladas en diferentes partes de la ciudad alternaron los ritmos «vernáculos» con las cumbias y demás piezas bailables de artistas como Noel Petro, Carlos Valdés, el Trío Los Albinos, Nacho Castro y su Combo y Los Diablos de Cali. Las cervecerías Unión de Medellín y Bavaria de Bogotá auspiciaron la contratación de los artistas y ofrecieron gratuitamente viandas y bebidas a los asistentes57. En el mismo sentido, las cervecerías Pilsen y Bavaria se apropiaron de la franja de las nueve de la noche para ofrecer al público los «espectáculos folclóricos»58. El carácter eminentemente comercial de esta parte de la conmemoración se confirma la vinculación de la naciente industria discográfica que, en cabeza de Sonolux, aprovechó las festividades para lanzar sus Long Plays con música tropical59. Al igual que con las bellas artes, la escena musical popular fue complementada con artistas locales al son de «melodías maiceras» y cantantes internacionales que aprovecharon su presencia en la ciudad para aumentar las ventas de sus discos60.
El carácter popular de las efemérides estuvo marcado por un alto contenido comercial que, además, se ligó a una emergente industria del espectáculo centrada en figuras de la radio y la televisión. De este nexo nos habla la presentación de la cantante colombiana Alba del Castillo, soprano que se decantó por la música popular, y la invitación que los organizadores extendieron a personajes de la farándula nacional como Alberto Osorio, Lucho Ramírez, Montecristo y el Trío Caldas, entre otros. El objetivo era «hacer más brillante y atractiva la temporada de festejos» con sus actuaciones, especialmente en los tablados populares61. En esta línea, aunque con una nómina más local, se programó un Pandemonium en el Club Deportivo Bavaria. Allí se dieron cita varios artistas que conjugaban la poesía, el humor y la sátira sobre la vida local en un evento que prometía «premios, sorpresas, coronas, medallas, trofeos, diplomas, poesía, euforia y algo de catalepsia»62.
El divertimento de los pereiranos también incluyó otras actividades en las que primó la competencia y se afirmaba el modelo de virilidad masculina dominante, sin abandonar las jerarquías y distinciones sociales. Como era costumbre en la época, la fiesta taurina estaba entre las primeras formas de ocio que disfrutaban especial, pero no exclusivamente, los sectores más pudientes. Las fiestas centenarias insertaron en la programación vespertina una temporada de toros en la Plaza La Castellana, cuya boletería fue muy demandada por la afición63. Para los sectores más populares se organizaron riñas de gallos en la «vieja e histórica Gallera Canaguay», a donde llegaron ejemplares y apostadores de diferentes partes del país64. La presencia de diversiones mediadas por animales no eran algo en el ocio de los colombianos de aquel entonces pues, como sabemos, estas actividades se remontaban a los tiempos coloniales. Los valores que se ponían en juego en las plazas y galleras pasaban por la valentía, la sagacidad y la hombría de los asistentes65 . Finalmente, las noches de la semana de festejos, en la que se suspendió la rutina y se vivió a un ritmo no visto en materia social, se iluminaron con diversos espectáculos pirotécnicos, varios de ellos financiados por las colonias de extranjeros residentes en la ciudad y algunas empresas privadas66. El ambiente de feria y fiesta estuvo servido para las mayorías que no dejaron de frecuentar la apretada agenda a lo largo de la semana centenaria.
5. La agenda solemne: 30 de agosto de 1963
Dado el carácter emblemático y excepcional del aniversario, diferentes sectores políticos y sociales de la ciudad aprovecharon la ocasión para cobijarse con la majestad centenaria a través de diferentes actos envueltos en la solemnidad y el boato. El primero fue la condecoración de personalidades como forma de reconocimiento a su labor por la ciudad. Junto a la orden al mérito industrial otorgada al señor Luís Munévar, vinculado a la industria textil, fueron reconocidos varios ciudadanos extranjeros que prestaron importantes servicios al progreso local67. La ceremonia en honor a los «Pereiranos Eméritos» tuvo lugar el 29 de agosto en el Palacio Municipal y contó con el discurso de agradecimiento del alcalde, Mario Delgado Echeverri, quien expresó su admiración a los miembros de las diferentes colonias de extranjeros residentes en la ciudad, varios de los cuales ocupaban importantes posiciones en el mundo industrial68.
A pocos días de iniciar los festejos oficiales, el Concejo Municipal creó la Orden del Centenario de Pereira para que fuese entregada cada diez años, el treinta de agosto, a una persona o entidad por «los servicios eminentes prestados a la ciudad en cualquier orden». La condecoración consistía en una banda pectoral con los colores de la bandera de Pereira y una medalla de oro que tendría, por una cara el escudo de la ciudad y por la otra, el nombre del homenajeado con la indicación de la fecha conmemorativa69. El primer condecorado fue el alcalde Delgado Echeverri, quien a lo largo de los días centenarios, manifestó su intención de retirarse del cargo una vez se concluyeran las festividades70.
En segundo lugar, la conmemoración fue el pretexto para organizar eventos profesionales y comerciales de alcance nacional. En cuanto a los primeros, Pereira fue elegida por los constructores del país como sede del cuarto encuentro nacional en las instalaciones del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), que contó con la presencia del ministro del Trabajo71. Por su parte, el primer día de la semana oficial de festejos, los radiotécnicos instalaron su congreso nacional en los salones del Concejo Municipal con asistencia del alcalde, quien destacó la relevancia del evento para una profesión que adquiría reconocimiento. La organización y realización de este tipo de eventos buscaba manifestarle a la opinión pública y a las autoridades políticas algunas demandas con el fin de beneficiar a diferentes gremios72. Los eventos comerciales que coparon la agenda conmemorativa en la «Perla del Otún» buscaban maravillar a los asistentes-clientes para obtener mayores ventas, a través de la exhibición de automóviles y artefactos electrónicos73.
Junto a los galardones y eventos nacionales, los principales promotores locales y regionales de la efeméride revistieron de trascendencia la inauguración de algunas obras. La Junta del Centenario y las asociaciones civiles diseñaron y proyectaron diferentes construcciones para que coincidieran con la coyuntura sin hacer parte del programa oficial. Entre las inauguraciones que se asociaron explícitamente al centenario, podemos mencionar: el edificio de la Caja Agraria, la instalación de unos equipos de la Red Telex de Telecom, la fuente luminosa del Lago Uribe Uribe y la apertura de dos escuelas en los barrios Mejía Robledo y Boston, entre otras74.
Sin embargo, el principal regalo para la ciudad en sus cien años fue una obra de arte que se convertiría en símbolo de la ciudad hasta el día de hoy. Nos referimos a la escultura de Bolívar elaborada por Rodrigo Arenas Betancur, cuyo descubrimiento fue uno de los primeros actos de la agenda festiva el 24 de agosto, liderado por el «eminente ciudadano don Gonzalo Vallejo Restrepo, en presencia del gobernador de Caldas, Álvaro Campo Posada, del alcalde, sus secretarios, altos jefes militares y el propio autor de la discutida alegoría»75. En un sentido similar, también fue inaugurado el Monumento a la Unidad Caldense por parte de la Gobernación, acto al que asistieron los alcaldes de todos los municipios del departamento76. En materia de obras públicas, y como uno de los principales logros de la ciudad, entró en funcionamiento la segunda calzada de la Avenida 30 de agosto, «que comunica el sector urbano con el aeropuerto y el Bosque de Matecaña», cuyos «trabajos se intensificaron en los últimos días para que culminaran simultáneamente con el festival»77. La coyuntura conmemorativa movilizó asociaciones profesionales y civiles para posicionar sus intereses y agendas a nivel local, regional y nacional. Igualmente, las autoridades locales usaron la fecha magna para dotar de trascendencia la puesta en servicio de algunas obras que, de no ser por la ocasión, hubiesen tardado mucho más tiempo en estar al servicio de la ciudadanía.
El cúmulo de actividades descritas tuvo de colofón una apretada agenda el 30 de agosto de 1963. La expectativa por lo que sucedería aquel día fue total entre los promotores, quienes se esforzaron por elaborar un programa especial debido a la presencia de altas autoridades civiles, militares y religiosas78. Entre los visitantes ilustres también estuvo el líder del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL), Alfonso López Michelsen, quien asistió en calidad de concejal principal, por invitación de algunos jefes liberales locales79. De acuerdo con información de la Oficina de Fomento y Turismo, para las actividades del 30 de agosto se esperaba la visita senadores, diplomáticos de países amigos y ministros de Estado80.
En esta actividad participó el presidente de la República, Guillermo León Valencia y su comitiva, conformada por los ministros de Guerra, Trabajo y Agricultura, más el jefe de la Casa Militar y un edecán. En el Aeropuerto Matecaña, fueron recibidos con honores militares por el gobernador de Caldas, Álvaro Campo Posada y el alcalde, Mario Delgado. La primera actividad programada fue un oficio religioso dirigido por el Obispo de Pereira, Baltazar Álvarez Restrepo, a la que asistieron altos prelados de Armenia, Manizales y San Gil. El sitio escogido para la misa fue el mismo donde el presbítero Remigio Antonio Cañarte y Figueroa efectuó lo que podríamos llamar como la «fundación religiosa» de la ciudad cien años atrás81.
Luego de los actos religiosos, la comitiva nacional presenció una revista militar encabezada por el ministro de Guerra, Mayor General Alberto Ruiz Novoa. En ella tomó parte un selecto grupo de oficiales adscritos a la Escuela Militar de Bogotá, la banda de la Armada Nacional, los batallones San Mateo y Ayacucho y la Escuela de Carabineros de Manizales. Los honores se convirtieron en un desfile que se extendió por ocho cuadras a través de las carreras séptima y octava82. La centralidad de la agenda religiosa y militar dejan ver el peso que mantenían la Iglesia católica y las Fuerzas Armadas en este tipo de conmemoraciones. La mancuerna entre el poder religioso y militar era un viejo mecanismo de legitimación de un concepto tradicional de patria, que todavía tenía su vigencia en el primer Gobierno conservador del Frente Nacional. Al filo del mediodía, el presidente fue objeto de un almuerzo privado con las más altas autoridades políticas regionales en el mismo hotel donde se hospedaba.
De los eventos realizados en las horas de la mañana, cabe resaltar el discurso ofrecido por el purpurado local quien enfatizó en cómo la religión, el civismo y el trabajo de los pereiranos fueron los factores esenciales que le granjearon a la ciudad un lugar destacado en el concierto nacional. Esta concepción fue complementada por el gobernador Campo, quien subrayó la condición de oasis de paz que ostentó Pereira al ser «[…] sitio para una nueva fundación de hogar, de trabajo y de esperanza», durante los años más crueles de la violencia bipartidista que azotó el departamento de Caldas83. A pesar de la reivindicación de la ciudad como oasis de paz, la política oficial de la administración Valencia combinó la solución militar al naciente conflicto armado, con los reductos de guerrilleros liberales y comunistas con políticas desarrollistas apoyadas en la política exterior norteamericana de la Alianza para el Progreso84.
De la Plaza de Bolívar, que ya para el viernes 30 contaba con la estatua de Arenas Betancur como telón de fondo a los sermones y desfiles militares, en las horas de la tarde la actividad pasó al Concejo Municipal. El acto más destacado fue la condecoración a la ciudad, por parte del presidente Valencia, con la Cruz de Boyacá, orden que sería impuesta simbólicamente a la bandera pereirana. Antes de referirnos a lo sucedido en el recinto del Concejo, debemos decir que la jornada presidencial cerró con un coctel ofrecido por el Obispo Álvarez Restrepo en el Palacio Arzobispal y un baile de gala en los salones del Club Rialto, actividad organizada por la crema y nata de la sociedad pereirana, para cerrar con broche de oro un largo día de actos públicos.
En el evento político más importante de la solemne jornada los concurrentes escucharon dos piezas oratorias que dejan ver una tensión subyacente entre el jefe liberal Camilo Mejía Duque, a la sazón presidente del Concejo y Senador de la República, y el presidente de la República. Valga señalar que Mejía Duque representó el poder de los jefes políticos de las regiones, que servían de correa de transmisión entre los intereses locales y la Nación85. En su intervención, el primer mandatario ponderó el pasado de la región cafetera e hizo eco de las palabras del gobernador y el obispo, respecto a la supuesta tolerancia política que dominaba en la ciudad cumpleañera al admitir la opinión de propios y extraños sobre todos los asuntos de interés. Valencia también prometió que la nación se vincularía al empeño del departamento por conseguir la anhelada industrialización. Por su parte, Mejía Duque realizó un recorrido bucólico por la historia de la ciudad, que aprovechó para increpar al Gobierno nacional por no haberse comprometido suficientemente en la celebración del centenario. Especialmente, el cacique local reclamó mayor colaboración financiera para adelantar los proyectos de renovación urbana, que presentaron diferentes obstáculos para su concreción86. En los intersticios de la solemnidad y la fiesta asomó una tensión entre las demandas locales y las promesas de la Nación por impulsar el progreso, en este caso, para conseguir «la fundación industrial» como la llamó el gobernador Campo Posada87. Tras las expresiones culturales y la algarabía de los conciertos se cocinaba una confrontación política, que desembocó años después en la fragmentación de Caldas y creación del departamento de Risaralda.
Conclusiones
Más allá de la exagerada cifra de doscientos mil turistas que habría recibido la ciudad, lo cierto es que la conmemoración fue una ocasión excepcional para que Pereira ganara visibilidad nacional como el centro urbano capaz de disputar la primacía regional a Manizales. Si bien la preocupación inicial por la oferta de atracciones turísticas no se pudo resolver completamente, las múltiples actividades descritas procuraron paliar dicha carencia a lo largo del mes de agosto de 1963. Como vimos, la celebración tuvo tres niveles y temporalidades en las que predominaron diferentes tipos de eventos. El primero, correspondió a espacios culturales cuya realización abarcó poco más de dos semanas y se enfocó en una cultura de élite, que buscaba aproximar algunos artistas y tendencias nacionales a la ciudad. El segundo, con un carácter masivo en el que predominó un sentido festivo y comercial del aniversario, se extendió entre el 24 y el 31 de agosto y salió de los auditorios para ir hacia las calles, plazas y parques en diferentes puntos de la ciudad. El último nivel respondió a la fecha emblemática del 30 de agosto con un predominio de actos solemnes con la presencia de autoridades civiles, religiosas y militares.
En términos institucionales, el centenario implicó la creación de la Oficina de Turismo y Fomento, encargada de coordinar la celebración y de proveer de información sobre la ciudad para los visitantes88; sin embargo, la dinámica que tomó la conmemoración fue posible gracias a la vinculación decidida de la sociedad civil que, conformada por las señoras de las familias más prestantes, empresarios, comerciantes, líderes cívicos, hombres de prensa, entre otros actores, aprovechó la fecha magna para afianzarse como élite dirigente. Antes que una oposición entre lo público y lo privado, los cien años de Pereira evidencian una colaboración entre el Estado local y los particulares, para representar y poner en escena un proyecto de ciudad afincado en la ideología del civismo y la búsqueda de reconocimiento en el departamento y la nación. La presencia de turistas provenientes de diferentes partes del país, así como de artistas y autoridades políticas, militares y religiosas nacionales, permite pensar en el éxito de los promotores de las fiestas del centenario, por posicionarse como una tierra de progreso material y moral.
El papel que jugaron las élites locales en la organización y desarrollo de la conmemoración se aprecia en las cuentas que rindió el alcalde Delgado Echeverri ante los rumores de un supuesto desvío de fondos del «Bono del Centenario», para financiar obras ajenas a la ocasión. En una extensa nota publicada en la prensa local, el mandatario demostró que buena parte del peso financiero de la agenda corrió por cuenta de los sectores más acomodados de la ciudad. Los espectáculos pirotécnicos, los premios, las exposiciones artísticas, las casetas, la folletería, la propaganda, los souvenires, los desfiles y la presentación de grupos artísticos nacionales e internacionales, entre otros, fueron algunos de los rubros sufragados por las empresas privadas, potentados pereiranos y colonias de inmigrantes. Las donaciones directas o aquellos dineros producto del pago del mencionado bono se dirigieron al financiamiento de algunas obras de beneficencia89.
Así pues, durante el mes de agosto de 1963 coexistieron el gusto de un reducido sector de la sociedad pereirana por las bellas artes que estaban en boga a nivel nacional, la diversión popular que imprimió el sello de la naciente cultura de masas y la solemnidad propia de las conmemoraciones centenarias. En términos políticos asistimos en los años sesenta a la formación de un ciudadano orgulloso de su patria chica que, a su vez, comenzó a expresarse como consumidor de productos culturales que lo conectaban con tendencias mundiales a través de la música, las diversiones y demás artefactos que simbolizaban una forma de ser moderno. Esta convergencia se desplegó en diferentes escenarios, desde los teatros y salones sociales de los clubes más prestantes, pasando por los edificios públicos, hasta llegar a los espacios más representativos de la ciudad como la Plaza de Bolívar y los parques ubicados en sectores céntricos y barrios populares. La diversidad de actos que tuvieron lugar permitió, sin abandonar las distancias de clase, que élites y pueblo, lugareños y forasteros, concurrieran a celebrar los primeros cien años de una ciudad, que durante unas semanas se preció de su carácter festivo, alegre y vital sin abandonar el boato que todavía caracterizaba estas fechas especiales.