Introducción
Este trabajo aborda el estudio de las características del comportamiento emprendedor de la población juvenil paraguaya, y toma como teoría central los postulados sobre la motivación humana de McClelland (1989).
El desarrollo de capacidades para emprender es uno de los objetivos transcendentales de los países porque impacta en la economía, en el desarrollo social de las comunidades, y permite la generación de empleos e innovaciones en diversos ámbitos (Pulgarín Molinas & Cardona Acevedo, 2013).
De ahí la relevancia del tema abordado, así como los esfuerzos de los centros de investigación por producir conocimientos sobre emprendimiento. Adicionalmente, la investigación responde a la insuficiencia de diagnósticos previos en esta línea de investigación, ya que en el país no se cuentan con antecedentes.
La juventud es un componente indispensable para el desarrollo del país (Delgado Acosta, 2019). En Paraguay, es considerado el motor y sustento potencial de la economía, pues uno de cada cuatro paraguayos tiene entre 15 y 29 años (Secretaría Nacional de la Juventud - Paraguay, 2014), esta proporción de la población joven en relación con las demás es conocida como bono demográfico (Barrios Leiva, 2018).
La literatura permitió identificar que el estudio del emprendimiento se aborda, en la mayoría de los casos, desde tres enfoques: psicológico, socio-cultural y económico (Alcaraz Rodríguez, 2011; Sung Park & Duarte Masi, 2015). Así también, existen estudios que abordan otras aristas, como las características propias del sujeto, la unidad económica de la empresa y/o el marco institucional, político, legal y económico (Herrera, 2019; Pulgarín Molinas & Cardona Acevedo, 2013).
“Emprendedor” tiene varias conceptualizaciones (Villalba & Ortega, 2019); la más adoptada considera emprendedor al sujeto vinculado a la acción de crear un negocio independiente, que asume riesgos al reunir capital humano y financiero (Gómez Mejía et al., 2015). Una variación de este concepto son los intraemprendedores o emprendedores corporativos. Esta idea se refiere a personas en relación de dependencia con comportamientos emprendedores, personas que orientan sus esfuerzos para desplegar una serie de ideas y oportunidades dentro de las organizaciones donde trabajan (Canet Gine et al., 2020). Un tercer tipo, el emprendedor social, busca la generación de valor social, mediante la innovación, para transformar la sociedad a partir de una inconformidad con la realidad (Vera Ruiz et al., 2020).
Sin embargo, aunque existan diferencias entre los distintos tipos de emprendedores, comparten características similares en sus comportamientos para cumplir sus propósitos (Venturi et al., 2012). Desde la psicología, McClellan (1989) llama a estos comportamientos la motivación por necesidad de logro, conclusión a la que llegó tras sus investigaciones sobre las necesidades humanas adquiridas (necesidades psicológicas aprendidas).
Por consiguiente, para este trabajo, el emprendedor es la persona que desarrolló una fuerte necesidad de logro y, por lo tanto, busca situaciones en las que pueda alcanzar dichos logros, poniendo en marcha un conjunto de comportamientos para tener éxito en su propósito (McClelland, 1989; Pulgarín Molinas & Cardona Acevedo, 2013).
Desde este punto de vista, las personas desarrollan comportamientos condicionados por necesidades psicológicas que producen una tensión interna y sirven de estímulo para generar patrones de comportamiento orientados a reducir la tensión. En ese contexto, McClelland (1989) piensa que el ser humano puede adquirir estas necesidades aprendiéndolas durante su vida, por lo que muchas de ellas se forman a través de la cultura. McClelland clasificó estas necesidades en tres categorías: las necesidades de logro (n Log), de poder (n Pod) y de afiliación (n Afi).
La necesidad de logro se asocia a los comportamientos orientados a proponer metas y objetivos económicos, sociales o/y personales. Este impulso permite que, continuamente, la persona pueda sobresalir y demostrar sus esfuerzos para hacer mejor las cosas. La necesidad de poder indica comportamientos condicionados por la idea de influenciar y liderar a otros, se observa en personas que tienen necesidad de control sobre el contexto en que se desenvuelven. La necesidad de afiliación implica comportamientos que se orientan a satisfacer el apetito por las relaciones interpersonales cercanas. Las personas con alta necesidad de afiliación se caracterizan por mantener buenas relaciones con los demás, crean ambientes gratos de socialización, se preocupan por las personas y les gusta mantener una vida social activa (McClelland, 1989).
Según hallazgos de McClelland (1989), los emprendedores se caracterizan por demostrar comportamientos que responden a la necesidad de logro, por encima de las otras necesidades. Esta conducta se pudo sistematizar en 10 pautas, agrupadas en tres grupos correspondientes a: Logro, Planificación y Afiliación. Estas pautas se replican en mayor o menor medida en todos los emprendedores de éxito (Fundación CIRD, 2017) (Tabla 1).
Fuente: tabla adaptada del manual del participante, taller de desarrollo de comportamiento emprendedor (Fundación CIRD, 2017).
Varias investigaciones adoptan esta teoría para sustentar los estudios sobre el perfil emprendedor en el ámbito regional e internacional, por su pertinencia para caracterizar los comportamientos emprendedores (Arenas Arias & Escobar Rodríguez, 2019; Burbano Salazar, 2019; Constante Sosa, 2019; Entrialgo et al., 2019; Gómez Daza, 2019; Hernández Maldonado, 2019; Herrera, 2019; Lavado Zavala, 2019; Martín Cuesta, 2019; Ochoa Hernández et al., 2016; Pérez Palacios, 2019; Pulgarín Molinas & Cardona Acevedo, 2013; Ruffinelli de Rivas, 2019; Silva Peralta & Rompato, 2020; Velasquez Lazarte & Vilca Talavera, 2018; Villalba & Ortega, 2017, 2019). Esta teoría también es utilizada en los programas de entrenamiento para formación de emprendedores del programa UNCTAD Empretec, instalado en más de 40 países desde 1988 (Fundación Empretec Argentina, 2020).
Considerando todo lo anterior, esta investigación tiene como objetivo estimar las características del perfil emprendedor de la población joven, identificar fortalezas y debilidades en sus conductas y, a partir de ellas, tener un diagnóstico que permita pensar en políticas para fomentar el emprendimiento.
Materiales y métodos
Este apartado presenta las fases por las que transitó la estrategia metodológica seleccionada para lograr los objetivos planteados, detalla el enfoque, tipo, diseño, técnica de recolección de datos, así como la fuente, prueba piloto y nivel de confianza del instrumento utilizado. Además, hace mención de la población de estudio, la estrategia de validación del tamaño de la muestra y el sistema de muestreo, así como los criterios de inclusión, de exclusión, y las consideraciones éticas. Finalmente, ofrece detalles del trabajo de campo, su monitoreo y la técnica de análisis de datos recogidos.
Enfoque, tipo y diseño metodológico
La investigación adoptó un enfoque cuantitativo (Monje Álvarez, 2011) de tipo descriptivo, según el nivel de análisis. Cuenta con un diseño observacional, de corte transversal, pues la medición se realizó en una sola ocasión. Además, es prospectivo porque los datos se recogieron de la fuente primaria (Supo, 2012).
Se recurrió a la encuesta como técnica de recolección de datos (Sautu et al., 2005). El instrumento utilizado fue un cuestionario preparado en formato digital. Se aplicó mediante el desarrollo de una app para celular facilitada a los encuestadores, con previa capacitación.
Instrumento de recolección de datos
El cuestionario es una adaptación del test para medición de las características de comportamiento emprendedor conocido como CCE y utilizado en el programa “Preparándose para triunfar”, desarrollado por EMPRETEC. Este modelo deriva del modelo de análisis de emprendimiento de McClelland (Fundación CIRD, 2017). El instrumento cuenta con 55 preguntas que indagan sobre cómo los participantes se identifican y se sienten con algunas situaciones particulares en la que denotan hábitos y comportamientos usuales. Las opciones de respuestas van en escala de uno a cinco, según sea la apreciación del criterio. Así, uno es igual a nunca, dos es igual a raras veces, tres es igual a algunas veces, cuatro es igual a usualmente y, finalmente, cinco es igual a siempre.
Además, el diseño del cuestionario consta de preguntas de control y márgenes de corrección que permiten un mayor grado de objetividad a la hora de obtener resultados (Fundación CIRD, 2017).
Se cuenta con antecedentes previos de la utilización de este cuestionario en otros estudios, tanto en el ámbito local y regional (Pulgarín Molinas & Cardona Acevedo, 2013; Ruffinelli de Rivas, 2019; Villalba & Ortega, 2017, 2019). Igualmente, se realizó una prueba piloto para medir la confiabilidad interna del cuestionario.
Prueba piloto y nivel de confiabilidad
Se aplicaron 30 cuestionarios en la fase piloto a participantes que, voluntariamente, accedieron a colaborar. Posteriormente, fueron seleccionados, al azar, algunos estudiantes de la Universidad Nacional de Pilar. Se lograron 29 pruebas válidas. Una de las pruebas fue descartada debido a que varias respuestas quedaron en blanco, lo cual invalidó el test; el participante manifestó falta de tiempo para completar el 100% del cuestionario. Todas las personas dijeron que las preguntas eran fáciles de comprender y que se encontraban a gusto respondiéndolas.
Se identificó que para responder el test se requiere, como mínimo, de 15 a 20 minutos, indicador que se tuvo en cuenta para el trabajo de campo. Además, se indicó que en algunos casos debía utilizarse palabras en guaraní1para facilitar la comprensión o el inicio de la conversación.
La tabulación de los resultados de la prueba piloto se realizó en el SPSS v22 y el cálculo de fiabilidad, mediante el coeficiente estadístico Alfa de Cronbach, obtuvo un índice de 0.902 que, según Landeros García et al. (2019), puede ser considerado como excelente, ya que todo índice que supera los 0.900 presenta una gran confiabilidad interna.
Población, muestra y sistema de muestreo
La población de estudio está compuesta por jóvenes de Paraguay con edades de entre 15 a 29 años, residentes de zonas urbanas como Asunción, capitales departamentales de la Región Oriental. La única excepción es Fernando de la Mora, seleccionado por sorteo en el departamento de Central, dado que la ciudad capital de ese departamento no es la más poblada. Además, se incluye Villa Hayes de la Región Occidental.
Se tomaron muestras representativas de 17 puntos, según se detalla en la Tabla 2.
El cálculo del tamaño de las muestras, con un nivel de confianza del 95% y un margen de error del 5%, fue verificado y validado por la Dirección General de Estadísticas, Encuestas y Censos (DGEEC) - Paraguay. El organismo facilitó los planos censales de las ciudades para la distribución de los encuestadores.
El sistema de muestreo fue polietápico. En un primer momento, por conglomerados seleccionando ciudades, Luego, probabilístico, mediante el sorteo de manzanas de arranque como sección muestral. Adicionalmente, se desarrolló una selección sistemática de la vivienda. Finalmente, se hizo un proceso aleatorio simple mediante el sorteo para seleccionar la unidad muestral. Este último proceso se aplicó en los casos en los que dos o más habitantes cumplían con el criterio de inclusión.
Criterios de inclusión, exclusión y consideraciones éticas
La encuesta fue dirigida a jóvenes, varones y mujeres, con edades de 15 a 29 años que tuvieran, al menos, dos años de residencia en la ciudad y que se encontraban en sus casas al momento de la visita de los encuestadores.
Fueron excluidos los que se encontraban ocasionalmente de visita, por razones de trabajo u otro motivo que indicara la no residencia en la vivienda visitada. También se excluyeron aquellos que no desearon participar de la encuesta por falta de tiempo u otro motivo de fuerza mayor.
Además de esos criterios, se tuvieron en cuenta consideraciones éticas como el consentimiento informado tras el primer contacto con los sujetos de estudio. Se explicaron los objetivos y el alcance de la investigación y se mantuvo, en todo momento, la confidencialidad de los participantes, así como el debido cuidado de los datos particulares de cada encuestado.
Proceso de recolección de datos y monitoreo
El trabajo de campo se realizó desde diciembre de 2018 hasta finales de marzo de 2019. Los datos fueron recogidos cara a cara y se aplicó el instrumento a 5.972 personas en 17 ciudades del país. Todo el proceso fue monitoreado aleatoriamente por supervisores de campo y, a través de supervisores de gabinete, se realizó el seguimiento por GPS mediante la app de recolección de datos.
Técnica de análisis
Los datos se analizaron mediante estadística descriptiva, se usaron parámetros de interpretación desde el punto de vista de la teoría desarrollada por McClelland, en la que cada pauta de comportamiento puede adoptar valores de 0 a 25. Los valores menores a 15 son considerados de bajo desarrollo; de 15 a 20 son de nivel intermedio; y de 21 a 25 son considerados de nivel alto. El test implementado permitió analizar el perfil según el promedio total del resultado, y también de manera individual por cada pauta, lo que posibilitó la detección de fortalezas y debilidades.
Resultados y discusión
Datos demográficos
Los datos fueron obtenidos a partir de una muestra calculada conforme a la distribución estimativa de mujeres y varones a nivel país. En el primer grupo se estiman cerca de 929.000 habitantes (49%) y en el segundo 980.000 habitantes (51%) (DGEEC - Paraguay, 2018). La participación por sexo así como el rango de edades se realizaron de manera equitativa en tres grupos: 15 a 19 años, 35%; 20 a 24 años, 33%; y 25 a 29, 32%2 tal como se observan en las Figuras 1 y 2.
El primer rango de edad se caracteriza, desde un punto de vista teórico e ideal, por jóvenes que viven una etapa de desarrollo de estudios de educación media; en el segundo grupo se encuentran los que cursan educación terciaria o universitaria; y el tercer grupo consta de jóvenes adultos, casi todos ya graduados.
La realidad de los jóvenes en Paraguay atraviesa circunstancias que no coinciden del todo con el ideal. En la Tabla 3 se identifican los altos porcentajes de jóvenes que no estudian y/o no trabajan.
Datos descriptivos del test CCE
La aplicación del test ofrece los siguientes datos, agrupados de acuerdo con las pautas de comportamiento, según la teoría de McClelland (1989) (Tabla 4).
La media para la muestra nacional es de 18.24 puntos, lo que indica un desarrollo de nivel intermedio en las competencias emprendedoras- Es decir, el perfil como potencial gestor de proyectos emprendedores aún se encuentra con varias oportunidades de mejora, esto se debe a que las variables analizadas presentan debilidades, como se precisará en los siguientes párrafos. Así mismo, los valores del error estándar, conjuntamente con los intervalos de confianza para la media, permiten inferir que los datos son muy similares para el 95% de la población joven, estimativamente. En cuanto a los valores para el intervalo de confianza de los datos, se colige que el límite inferior se encuentra cercano a 14 puntos y el límite superior a 22.
El test también ofrece resultados descriptivos por cada variable de análisis (Fundación CIRD, 2017), de esta forma, se caracteriza el desarrollo por cada una de las pautas de comportamiento, dando una valoración que identifica puntos con mayor y menor desarrollo.
La variable “Fijar metas” es la de mayor puntuación (siempre dentro del segmento intermedio), la sigue, muy de cerca, la variable “Exigir eficiencia y calidad”. “Fijar metas” es una de las principales pautas a tener en cuenta para analizar el perfil de cualquier potencial emprendedor, ya que denota una conducta que se esfuerza por proyectarse a futuro (Entrialgo et al., 2019). Sin metas claras no es posible proponer objetivos a largo plazo que operen de manera sinérgica (Alonso Nuez & Galve Górriz, 2008). La tendencia a exigir eficiencia y calidad, por su parte, explica una conducta orientada a hacer las cosas mejor y exceder las expectativas (McClelland, 1989).
Por otra parte, las variables de menor desarrollo son “Persuadir” y “Crear redes de contactos”, “Planificar”, “Buscar oportunidades”, “Correr riesgos calculados” y “Cumplimiento”. Si bien todas estas pautas se encuentran con un puntaje de desarrollo intermedio, son las de menor valor (menos de 18 puntos). El análisis de cada una de ellas permite conocer las debilidades de los perfiles.
Un bajo desarrollo de la capacidad de persuadir y de crear redes de contactos indica, según McClelland (1989), dificultad para valerse de estrategias deliberadas para influir y comunicar sus ideas a otros, así como para crear y mantener una red de contactos de negocios. Estos puntos son considerados claves para cualquier persona en el mundo de los emprendimientos, pues limita, por ejemplo, su capacidad de vender una idea o un producto, de ganar aliados externos o de transmitir correctamente las metas a un equipo de trabajo. Todo esto puede generar una barrera motivada por un reducido liderazgo (Canet Gine et al., 2020), dado que se encuentra relegada una de las pautas de poder (Arenas Arias & Escobar Rodríguez, 2019).
Planificar es una conducta clave que todo emprendedor debe potenciar, y se encuentra muy ligada al cumplimiento. Un bajo desarrollo de estas capacidades se traduce en dificultades para fraccionar tareas en actividades consignándoles tiempos de entregas establecidos (McClelland, 1989). Aunque se cuente con una visión a largo plazo como meta, si no se acompaña de objetivos a corto, mediano y largo plazo, la meta es poco factible de realización. Tener actividades planificadas facilita el seguimiento de las mismas (Landeros García et. al., 2019), así como tomar decisiones en consecuencia, lo que permite reencausar las acciones en caso de que aparezcan situaciones imprevistas. De igual forma, una fuerte conducta de compromiso facilita, incluso, recurrir a sacrificios personales para cumplir con lo prometido (Herrera, 2019).
Por otra parte, una baja ponderación de la búsqueda de oportunidades y del desarrollo de iniciativas indica dificultades para identificar circunstancias, momentos o medios oportunos para realizar un cometido, es un hábito imprescindible que debe ser fortalecido. Pero no es suficiente buscar o identificar oportunidades, se debe tener el ímpetu de poner en marcha la idea, así como la constancia para sostenerla, pues todo emprendimiento, indefectiblemente, pasará por diferentes etapas en las que se le exigirá al emprendedor una fuerte capacidad de persistencia (Pulgarín Molinas & Cardona Acevedo, 2013).
Otra conducta de menor desarrollo, intermedio, es la de “Correr riesgos calculados”. Esto revela que los jóvenes con resultados bajos en esta variable tienen dificultades para calcular y evaluar riesgos deliberadamente, así como la posibilidad de pensar en alternativas en función de un reto personal significativo (McClelland, 1989). Es muy importante fortalecer esta pauta en los jóvenes para que sean hábiles en la toma de decisiones y puedan reducir riesgos y controlar resultados, pero atendiendo siempre a los posibles escenarios que puedan implicar un reto, es decir, un riesgo moderado, previamente evaluado. Si hay excesiva aversión al riesgo, los jóvenes no se involucrarán en emprendimientos, optarán por metas como conseguir un empleo “seguro” o, si ya se encuentran laborando en relación de dependencia, no serán capaces de arriesgarse a renunciar a recibir un salario fijo, lo que reduce a la nada cualquier oportunidad identificada (Velasquez Lazarte & Vilca Talavera, 2018).
La Figura 3 refleja que la mayoría de la juventud paraguaya tiene un desarrollo medio de su conducta emprendedora. Siete de cada 10 jóvenes se encuentran en la franja de nivel de desarrollo intermedio, y dos de cada 10 sobresalen con puntajes promedio de nivel alto. Pero solo uno de cada 10 destacan en las capacidades de persuadir, buscar oportunidades, planificar y correr riesgos calculados.
Al observar las agrupaciones del nivel de desarrollo por rango de edades, se identifican diferencias que se interpretan como un mayor desarrollo de competencias, conforme aumenta el rango de edad. Así, en el grupo de 15 a 19 años, 14 de cada 100 se encuentran con un desarrollo bajo, mientras que los valores de los del grupo de 20 a 24, y 25 a 29 años, oscilan entre cuatro y cinco de cada 100.
Por su parte, las mayores concentraciones de perfiles se encuentran en el nivel intermedio, cerca de 74 jóvenes de cada 100 encuestados obtuvieron resultados en el test que los ubica en el segundo grupo, especialmente a los que son del rango etario, de 15 a 19 y de 20 a 24 años.
En la tercera clasificación, de nivel de desarrollo alto, es donde se identifican diferencias que pueden estar visiblemente asociadas con algún grado de probabilidad de los rangos de edad. Así, para los jóvenes de entre 15 a 19 años se identifica un 12,10% con alto promedio de desarrollo de competencias emprendedoras; 21,10% para el grupo de 25 a 29 años y 27,10% para los que se clasifican en el rango de 25 a 29 años (Tabla 5).
La diferencia es sensible en la disgregación de los datos por género en casi todas las pautas, por supuesto, a nivel de promedio general. Se evidencia que los varones y mujeres jóvenes de Paraguay presentan un nivel similar de desarrollo del comportamiento emprendedor. Así también, se nota un comportamiento similar en los guarismos por cada pauta, por lo que cuentan con las mismas fortalezas y debilidades.
Consideraciones finales
Este trabajo se centró en analizar el perfil emprendedor en Paraguay a través de la población joven, residentes en zonas urbanas, considerando un conjunto de competencias que todo emprendedor debe potenciar, independientemente del rubro o sector económico que apunte, o del nivel de maduración de su emprendimiento. También, se ofrecen datos que se complementan con otros estudios enfocados en las barreras estructurales para el desarrollo emprendedor, entre las cuales, muchas veces, se denotan como principales dificultades los tópicos como el acceso a créditos y capital, la burocracia para formalizar una empresa, así como la baja transferencia de tecnología e investigación (Guerrero & Santamaría Velasco, 2020).
Se concluye que el perfil de la población juvenil paraguaya se caracteriza, desde la perspectiva teórica de McClelland (1989), por un desarrollo intermedio de las pautas que conforman la conducta emprendedora, de las cuales sobresalen variables “Fijar metas” y “Exigir eficiencia y calidad”. Sin embargo, algunas pautas son consideradas de escaso desarrollo, como la capacidad de buscar oportunidades, de correr riesgos calculados, de planificar tareas y cumplir compromisos, así como la de persuadir y crear redes de contactos.
El estudio enfocado en la población joven se justifica porque esta representa una fase de la vida que implica muchas transiciones, una fase en la que se construye el propio individuo, como alguien capaz de intervenir, modificar e incidir en su contexto social y económico (Sepúlveda, 2013). Por ello, al sujeto emprendedor se lo considera como piedra angular de todo emprendimiento, dado que es el que produce riqueza mediante su trabajo creativo e innovador, capaz de generar crecimiento y desarrollo en su sociedad.
Asimismo, la Secretaría Nacional de la Juventud (2018) considera que Paraguay es uno de los países de Latinoamérica que disfruta, actualmente, del llamado “bono demográfico”, que se presenta como el capital más valioso para el desarrollo socioeconómico de la nación. No obstante, es menester reconocer que muchos derechos básicos le son negados a este sector de la población aún hoy en día, como la educación formal y de calidad. Esto repercute negativamente en el proceso de desarrollo de la formación integral y en el fortalecimiento de competencias para la vida.
Por lo expuesto, se insta a promover políticas públicas que prioricen el fomento de la formación de los jóvenes, como ciudadanos y emprendedores, instalando y reforzando la educación emprendedora en la primaria, secundaria, terciaria y/o universitaria. Así también, se insta a ofrecer herramientas y oportunidades para los jóvenes que no se encuentran incluidos dentro de los procesos de educación formal.
De esta manera, será más efectiva cualquier política pública y programa gubernamental de apoyo a emprendedores que disponga de recursos financieros, infraestructura tecnológica, profesional y comercial. Ya que, si no se invierte suficiente esfuerzo en la formación de competencias emprendedoras de los actores clave, el resultado será un capital humano con debilidades para gestionar emprendimientos competitivos en un entorno desigual, complejo y altamente demandante.