Introducción
El 5 de abril de 2017, la Asamblea Nacional de Estudiantes de la Universidad de Puerto Rico (UPR) aprobó un voto de huelga en protesta por las medidas de austeridad en el sistema público de educación superior. Al día siguiente, ocho de los once recintos de la UPR iniciaron la huelga, y un noveno recinto se unió seis días después. La huelga se extendió hasta el 8 de junio de ese año. Durante este período, redes sociales como Facebook, Twitter y Periscope fueron utilizadas como espacios para documentar y transmitir los acontecimientos diarios y las expresiones a favor y en contra de la huelga estudiantil, lo que produjo, a su vez, variedad de documentos. Además, noticias y opiniones eran publicadas en periódicos nacionales, regionales y de la UPR, en blogs y páginas web de organizaciones civiles. A diferencia de huelgas anteriores, esta información fue creada y transmitida principalmente a través de redes digitales, ilustrando la actual sociedad interconectada por redes.
Este artículo estudia las implicaciones de esta sociedad interconectada a la teoría y práctica archivística, con un enfoque en los contenidos de las redes sociales. Se reflexiona sobre cómo la creación de archivos de redes sociales confronta nociones tradicionales de la archivología y del rol de los archivistas en la documentación de la sociedad. Se argumenta que si aceptamos que los archivos son constructores de las memorias de la sociedad y agentes para la documentación de la experiencia humana, entonces debemos reconocer que la información generada a través de las redes sociales es parte de esa experiencia humana, y, por tanto, es importante considerar su selección y preservación. A través de dos ejemplos, la preservación de los archivos de redes sociales de la presidencia de Barack Obama y la creación de una colección de tuits sobre la huelga de la UPR, se identifican desafíos y oportunidades en su tratamiento.
La archivología en el contexto de la sociedad interconectada por redes
Se puede argumentar que cambios en las teorías y prácticas archivísticas han surgido como respuesta a los desafíos ante cambios significativos en el volumen y formatos de los documentos, por modificaciones a la cultura organizacional y la burocracia gubernamental, y debido a contextos políticos y sociales que nos llevan a repensar la misión de los archivos y su rol social. En Estados Unidos, la fundación del Archivo Nacional en 1934 se da dentro del contexto del Nuevo Trato,1 el cual aumentó el número de agencias del Gobierno federal, y a su vez el volumen de documentos. Ante este reto, T. R. Schellenberg (2003) establece su metodología de valoración documental y surge la disciplina de la gestión documental y el modelo del ciclo de vida de los documentos (Cook, 1997, pp. 26-27). Durante la década del noventa, archivistas de Australia cuestionaron la vigencia del ciclo vital, en gran parte por la integración de documentos electrónicos, y propusieron el modelo conceptual de la continuidad de documentos (records continuum) (Cruz-Mundet, 2011, pp. 23). Además, desde finales de siglo XX, se ha generado un sustancial aumento en la investigación por parte de archivistas, que profundizan sobre los archivos como objeto de estudio, así como su rol social y su relación con El Nuevo Trato fue una serie de medidas del gobierno de Franklin D. Roosevelt para hacer frente a la Gran Depresión de la década de 1930.
problematizan la supuesta objetividad del archivo, la idea de neutralidad del archivista, analizan la relación entre archivos y poder y proponen un análisis crítico del papel del archivo y de los archivistas en la construcción y transmisión de la memoria colectiva. (p. 133)
En la segunda década del siglo XXI, nos encontramos con otro periodo de desafíos relacionados con el tratamiento de documentos en formato digital. Esto incluye la gestión de documentos electrónicos en gobiernos y empresas, así como la creciente generación y transmisión de contenido digital en la web y las redes sociales.
El historiador Ian Milligan (2016) explica que actualmente se genera información sobre eventos e ideas a un ritmo nunca antes visto, y que esta información ha sido publicada y compartida por grupos sociales que han estado ausentes en los documentos históricos tradicionales. Jairo Antonio Melo-Flórez (2011) profundiza sobre el concepto de memoria digital, indicando que abre las posibilidades para “una historia construida por todo aquel que quiera participar y sepa cómo hacerlo” (p. 89). Por lo tanto, se puede interpretar que esa memoria colectiva no dependerá solamente de los archivos históricos. Esta realidad, a su vez, ha llevado a archivistas a repensar teorías y prácticas que han servido de bases fundamentales de la archivología, tales como el principio de procedencia y el rol custodial de los archivos (ver Hurley, 2005; Nesmith, 2006; McKemmish & Piggott, 2013).
Estos cambios ponen de manifiesto la importancia de continuar reconceptualizando qué son los archivos y el papel de los archivistas. También nos deben llevar a cuestionar si las funciones principales de adquisición, organización y descripción, junto con las teorías y normativas que forman la base científica y práctica de nuestra profesión, están a la par con las necesidades actuales para el tratamiento y preservación de documentos. Como nos explica las doctora Anne Gilliland (2014), la sociedad interconcetada por redes (networked society) en la que vivimos tiene implicaciones para la teoría y práctica archivística, dado que muy poco de esta:
refleja la realidad actual de la generación de documentos administrativos y, ciertamente, tampoco refleja la realidad de una documentación cultural más amplia que ha sido generada digitalmente, transmitida, enlazada y tratada tanto dentro como fuera de los auspicios de la archivística tradicional. (p. 21; énfasis añadido, traducción propia)
Tomemos por ejemplo el caso de los videos transmitidos por Facebook Live. Rebecka Sheffield (2018) reflexiona sobre cómo la naturaleza efímera de las redes sociales impacta la capacidad de los archivistas para preservar y dar acceso a documentos generados por estas tecnologías (p. 102). Sobre Facebook Live, Sheffield (2018) expone que mientras esta herramienta genera documentos (recordmaking technology), esto no necesariamente se traduce en prácticas de gestión y conservación de documentos (recordkeeping practices), el aspecto principal que nos compete a los archivistas. Michelle Caswell (2009) presenta otro ejemplo con la generación de diversidad de documentos a través del teléfono móvil, explicando que a pesar de que la información generada por el teléfono móvil puede considerarse efímera, también puede producir documentos con valor archivístico. Al igual que Gilliland y Mckemmish (2004), Caswell (2009) cuestiona si la archivística tradicional está apta para manejar estos tipos de documentos:
los documentos generados a través del teléfono móvil han transformado el escenario de generación y gestión de documentos, creando nuevas fronteras y desafíos en la gestión de documentos digitales... Queda por ver si estos cambios requieren un “nuevo paradigma” en la teoría archivística o si los modelos tradicionales se ajustarán a prácticas actuales y futuras. (p. 144)
El manejo de archivos de redes sociales ofrece otro espacio para profundizar sobre estos cuestionamientos. El resto de este artículo se enfoca en este aspecto, profundizando sobre el potencial valor histórico de los contenidos en las redes sociales, así como los desafíos que enfrentamos para su preservación y acceso.
El potencial valor histórico de la información en redes sociales
Con el aumento vertiginoso de las redes sociales, surgen preguntas tanto sobre el valor histórico que las mismas puedan tener como representaciones de las sociedades, y sobre la participción activa de los archivistas en la documentación de eventos transmitidos a través de las redes sociales. Esto último tiende a romper con una visión del archivista como custodio de documentos históricos, promoviendo un papel de cocreador de los espacios de memoria. En este sentido, archivistas y bibliotecarios se han insertado en iniciativas comunitarias para la documentación de eventos políticos y sociales, con particular atención en la captura y preservación de contenidos en la web y las redes sociales. En Estados Unidos, una de estas iniciativas fue el proyecto Documenting Ferguson, una colección digital con variedad de documentos relacionados con la muerte del joven afroamericano Michael Brown por parte del policía blanco Darren Wilson en Ferguson, Missouri, en agosto del 2014. La colección incluye documentos sobre las protestas que ocurrieron luego de la muerte de Brown.2 La iniciativa es colaborativa, en la que personas y organizaciones contribuyen con sus documentos, de manera voluntaria y sin censura, al acervo de la colección (Organization of American Historians, 2015). Además, durante los días cuando más se intensificaron las protestas, Ed Summers, del Maryland Institute for Technology in the Humanities, creó una colección de tuits sobre los eventos en Ferguson, almacenando más de 13 millones de tuits del período entre el 10 y el 27 de agosto del 2014 (Summers, 2014).
Summers es miembro de Documenting the Now,3 una comunidad que reúne activistas, archivistas, bibliotecarios y científicos de la computación, y que ha ejercido liderazgo tanto en el desarrollo de herramientas tecnológicas para crear archivos de redes sociales así como para analizar y dialogar sobre consideraciones éticas en el manejo de estos tipos de archivos. La iniciativa reconoce la importancia de las redes sociales como fuentes de documentación de eventos significativos y, a su vez, que su manejo y preservación debe tomar como prioridad realizar los trabajos de manera ética.
La naturaleza misma de la información en redes sociales genera cuestionamientos tanto teóricos como prácticos sobre su gestión y preservación. ¿Tienen los contenidos en las redes sociales potencial valor histórico? Los ejemplos mencionados ponen en perspectiva el interés de preservar contenidos de internet y de las redes sociales, particularmente como una manera de documentar grupos y eventos sociales que posiblemente estén silenciados en los archivos históricos oficiales. Pero, más allá de un interés, discursos sobre la misión de los archivos, incluso antes de la era digital, sustentan el argumento sobre el potencial valor histórico de información en las redes sociales. En 1975, el archivista F. Gerald Ham criticó el trabajo de los archivistas de Estados Unidos en los procesos de valoración documental. Particularmente, Ham expuso que las metodologías implementadas eran inadecuadas para cumplir con el objetivo de ofrecer, a través de los archivos, una representación de la sociedad (Ham, 1975, p. 5). En 1987, Hugh Taylor escribió sobre la necesidad de reexaminar las teorías y prácticas archivísticas debido a cambios causados por la cultura digital, que incluye la complejidad y descentralización de los sistemas de información.
Por lo tanto, si estamos de acuerdo con los discursos que caracterizan a los archivos como memoria de la sociedad y como agentes fundamentales para la documentación de la experiencia humana, entonces debemos considerar la selección y preservación de información generada a través de las redes sociales, dado que son parte de esa experiencia humana. Terry Cook (2013) nos explica que vivimos en un período donde los archivistas “tienen la gran oportunidad de poder documentar la experiencia social y humana con una riqueza y relevancia nunca antes disponible” (p. 113; traducción propia). El desafío principal es cómo desarrollar metodologías de valoración, descripción y acceso que permitan un manejo adecuado de los archivos de redes sociales. El caso de los archivos de redes sociales de la presidencia de Barack Obama pone de manifiesto varios de estos desafíos.
Tanto la campaña política como la presidencia de Barack Obama establecieron hitos en el uso de las redes sociales en la administración pública (ver Bogost, 2017; Gibson, 2015). Esto a su vez ha generado retos en el manejo eficiente de dichos contenidos desde la perspectiva archivística. Por ley federal, los documentos producidos por la Presidencia son públicos y deben ser transferidos al Archivo Nacional de Estados Unidos (National Archives and Records Administration, NARA). Las cuentas de redes sociales, como por ejemplo @POTUS y @WhiteHouse en Twitter, son consideradas documentos públicos y, por lo tanto, sujetas a procesos archivísticos. En octubre del 2016, la Casa Blanca anunció su plan para preservar los contenidos de las cuentas oficiales de redes sociales generados durante la presidencia de Obama. Esto incluyó un plan para transferir estos contenidos al NARA (Schulman, 2016).
Pero, además de llevar a cabo esta transferencia digital de los archivos de redes sociales al NARA, la Casa Blanca solicitó propuestas para desarrollar iniciativas que permitiesen compartir estos archivos de manera abierta e interactiva (Bogost, 2017). El 5 de enero del 2017, la Casa Blanca anunció los proyectos seleccionados, uno de los cuales incluyó el uso de los archivos de redes sociales para un seminario en la Escuela de Ciencias de Información en la Universidad de Texas, Austin (Miller, 2017). Dirigida por la doctora Amelia Acker, esta propuesta ofreció oportunidades a los estudiantes para desarrollar sus proyectos dirigidos a estudiar temas de acceso y metadatos, entre otros.4
En “Tweets may be archived: civic engagement, digital preservation and Obama White House social media data”, Acker y Adam Kriesberg (2017) presentan un análisis inicial de los archivos de redes sociales de la presidencia de Obama. Acker y Kriesberg (2017) hablan sobre el valor que tienen estos documentos:
El estudio de estas plataformas son integrales no solo para interpretar las culturas de información en esta era de interconectividad, sino que, además, y como resultado del valor cultural a largo plazo de estas colecciones (y su vulnerabilidad), su acceso es esencial como información histórica necesaria para contar la historia de la participación ciudadana a principios del siglo XXI. (p. 5; traducción propia)
La vulnerabilidad que mencionan Acker y Kriesberg (2017) va más allá de los retos tecnológicos. Por ejemplo, los contenidos en estas redes sociales están a merced de las políticas de manejo y protección de datos de la empresa, los cuales cambian constantemente. En el caso de Twitter, sus políticas establecen límites de captura y para compartir contenidos. Además, la captura de los tuits no lleva directamente al almacenamiento de los datos sobre los retuits, las respuestas y los mensajes directos. Por lo tanto, se pierde parte importante del contexto en el cual esta red funcionó. El manejo de estos archivos también presenta retos relacionados con su procedencia, metadatos y confiabilidad. Los contenidos de las redes sociales, una vez son transferidos fuera de su plataforma original, explican Acker y Kriesberg (2017), “pierden un contexto importante y se convierten en una foto instantánea de ese momento” (p. 7; traducción propia). Por lo tanto, cuando pensamos en el concepto de archivos de redes sociales tenemos que considerarlo como redes de metadatos, que en contexto representan interacciones entre individuos y grupos.
El ejemplo de los archivos de redes sociales de la presidencia de Obama nos muestra una perspectiva que va atada a la necesidad de preservar esos contenidos por ser evidencia de la administración pública, y por lo tanto tiene consideraciones legales. Pero existe además el tema de la creación de archivos de redes sociales para la documentación de eventos significativos. El trabajo de Documenting the Now refleja esta necesidad. Sin embargo, desde la perspectiva archivística surgen cuestionamientos sobre el papel que deben jugar los archivistas en estos procesos de documentación. Si bien se puede argumentar a favor del potencial valor histórico de estos contenidos, las prácticas de documentación se alejan de las funciones tradicionales de los archivistas, las cuales se centran en la recepción de fondos documentales agrupados bajo el fundamento teórico del principio de procedencia. En el caso de contenidos de redes sociales sobre eventos, se da un proceso de creación de colecciones, no de fondos documentales. Además, el archivista se incerta en el proceso mismo de creación de esa colección. ¿Es esto función del archivista? Mi respuesta es sí.
Las trasformaciones en la conceptualización del archivo que se explica al inicio de este trabajo conlleva también transformaciones en el trabajo de los archivistas. Las ideas y metodologías desarrolladas por Schellenberg (2003) comenzaron un cambio sustancial del rol del archivista, transformándolo de ser custodios de documentos a agentes activos en la concepción final de la documentación histórica. El siglo XXI, con la solidificación de la sociedad interconectada por redes, llama a los archivistas a fortalecer la intervención activa, y la colaboración interdisciplinaria para la cocreación de la documentación histórica. Esta visión fue una de las razones por las cuales se decidió trabajar con la creación de una colección de tuits sobre la huelga de la UPR.
La huelga de estudiantes de la UPR duró aproximadamente dos meses. En relación con los documentos generados en la internet, incluyendo las redes sociales, estos adquieren un valor porque son evidencia de los sucesos relacionados con la huelga, y del contexto político, social y económico del Puerto Rico del siglo XXI. Si bien es cierto que documentos públicos del Gobierno de Puerto Rico y de la UPR serán fuentes indispensables para la investigación de estos sucesos, la oportunidad de crear colecciones que incorporen las voces de los ciudadanos expande las posibilidades de una representación más amplia sobre la huelga y la crisis fiscal de Puerto Rico.
Metodología
Durante el semestre que inició en enero del 2017, en el marco del curso Introducción a la Curaduría Digital en la Escuela Graduada de Ciencias y Tecnologías de la Información (EGCTI), como proyecto de clase, los estudiantes comenzaron a trabajar en la creación de un archivo web sobre la situación de la UPR a consecuencia de la crisis fiscal del Gobierno de Puerto Rico.5 Los diálogos en clase llevaron a pensar sobre la importancia de incorporar estrategias para la selección y captura de contenidos en las redes sociales, y particularmente Twitter, lo cual era complicado utilizando la plataforma del Internet Archive para archivamiento de páginas web Archive-It. De ahí surgió la idea de crear una colección de tuits sobre la huelga en la UPR utilizando Twarc, un programa desarrollado por Ed Summers (2014).
Twarc fue diseñado con el lenguaje de programación Python. A través de una serie de instrucciones, Twarc realiza búsquedas en Twitter, y genera un fichero en formato JSON (JavaScript Object Notation)6 con metadatos de todos los tuits recuperados a través de la búsqueda. Para la creación de la colección fue necesario establecer unos parámetros de búsqueda, por lo que se identificaron dos etiquetas (hashtags) utilizadas comúnmente en los tuits sobre la huelga: #HuelgaUPR y #Huelga2017.
Resultados y discusión
El resultado de esa búsqueda es un fichero JSON, un formato de texto que facilita el intercambio de datos a través de computadoras. Aunque se pueden leer los contenidos del fichero, este funciona como una base de datos que puede ser convertida en otros formatos para su análisis y visualización. Por ejemplo, la Figura 1 muestra la cantidad de tuits por día, permitiendo identificar el día de mayor actividad en Twitter. Es importante indicar que Twarc solo captura los tuits que son públicos. Además, debido a limitaciones del Twitter Search API, Twarc recupera tuits que han sido publicados durante un periodo de siete a nueve días. Por lo tanto, durante los dos meses de la huelga se usó Twarc semanalmente. Luego del fin de la huelga, se combinaron todos los ficheros JSON para crear un solo fichero que incluye la totalidad de tuits. El producto final fue la captura de 30 663 tuits publicados por 8366 usuarios (véase Figura 2).
Una vez creada esta colección de sobre 30 000 tuits, ¿qué hacer? Como se explicó anteriormente, el manejo de estos contenidos está sujeto a las políticas que establezcan las compañías, en este caso Twitter, sobre proveer acceso y compartir los contenidos y sus metadatos. Pero, más importante aún, existen consideraciones éticas. Se realizó una captura de tuits sin el conocimiento ni el consentimiento de las personas.
Aunque los tuits son públicos, esto no significa que se pueden preservar permanentemente. Un estudio de Ashlyn Velte (2018) sobre prácticas y desafíos éticos en el manejo de archivos de redes sociales pone en perspectiva estos cuestionamientos. Los resultados del cuestionario y entrevistas realizadas por Velte (2018) muestran, primero, consenso respecto a que el aspecto tecnológico de captura y almacenamiento de contenidos de redes sociales no es el más desafiante, sino los desafíos legales y éticos en la adquisición y acceso a los contenidos (p.119).
Los encuestados y entrevistados señalaron particularmente los retos éticos relacionados con privacidad y consentimiento de los usuario de las redes sociales (p. 119). En términos de acceso, las instituciones han intentado equilibrar el derecho a la privacidad al permitir el acceso a los archivos de redes sociales, ya sea solo en las computadoras de la institución o con acceso controlado por internet (requiriendo usuario y contraseña).
En el caso de la colección sobre la huelga de la UPR, no hay acceso directo a todos los tuits; se publicaron sus identificadores (cada tuit tiene un identificador) en el “Tweet Catalog” que mantiene Documenting the Now. 7 Los usuarios pueden descargar un fichero con los indicadores, los cuales puede convertir a los tuits correspondientes utilizando el programa Hydrator. Con este proceso, llamado “hidratación”, el usuario solo podrá ver los tuits que se mantienen públicos en la internet. En otras palabras, si un tuit fue eliminado de la cuenta pública del usuario luego de haber sido capturado, el investigador no tendrá acceso.
Esta es la estrategia que utiliza Documenting the Now para compartir colecciones de tuits sobre eventos.
La creación de la colección de tuits sobre la huelga de la UPR se llevó a cabo dentro de la identificación de este evento como uno de gran relevancia en la historia reciente del país, y por tanto amerita la selección y conservación de documentos en cualquier formato. El proceso de captura de tuits se dio tomando en consideración la necesidad de una intervención inmediata para permitir la captura de una representación del universo de contenidos generados diariamente a través de las redes sociales durante los meses de la huelga. En teoría, estos contenidos amplifican la documentación de las voces sobre este importante suceso. En la práctica, continúan las tensiones sobre el manejo apropiado de los tuits, considerando limitaciones tecnológicas, el control que tienen los servicios de redes sociales sobre el manejo de este contenido y, más importante aún, las consideraciones éticas respecto a la imposibilidad de solicitar el consentimiento a todos los usuarios para almacenar y preservar sus tuits sobre la huelga. Las decisiones que tome el archivista al respecto son otra muestra de que su trabajo implica ser un agente activo en los procesos de construcción de la documentación histórica y de memorias.
Conclusión
En los archivos históricos encontramos una variedad de tipos de documentos, incluyendo álbumes de fotografías y videos. En el presente, estos documentos se generan a través de tecnologías digitales y se comparten a través de las redes sociales. Son evidencia de la sociedad interconectada por redes del siglo XXI. En el contexto de la administración pública, pueden servir de evidencia sobre la interacción de los gobiernos con sus ciudadanos y sobre las narrativas oficiales que los gobiernos desean transmitir. En el contexto social y político, las redes sociales sirven de evidencia sobre su uso como herramienta para cuestionar las acciones del gobierno, además, para documentar y transmitir eventos significativos. Por lo tanto, los archivistas debemos vincularnos en procesos que permitan la selección, conformación y conservación de fondos y colecciones que ofrezcan representaciones de la sociedad. Más que verlo como un desafío o un rechazo a las prácticas archivistas tradicionales, lo debemos abrazar como parte integral de nuestra responsabilidad como agentes activos en los procesos de documentación, y como parte de la constante evolución de nuestra misión y función social.