Introducción
Desde la firma del Acuerdo de Paz entre las Fuerzas Alternativas Revolucionarias de Colombia-Ejercito del Pueblo (FARC-EP) y el gobierno colombiano en noviembre del 2016, la mentalidad de la sociedad colombiana viró de la intranquilidad por el logro de un acuerdo satisfactorio para ambas partes a la preocupación por la implementación de los acuerdos y la reincorporación de los excombatientes a la vida cotidiana en las comunidades (Oppenheim y Söderström, 2018). En concordancia con lo anterior, la agenda actual del postconflicto acapara la atención de los firmantes, los investigadores y la sociedad en general.
A nivel institucional la agenda del postconflicto ha sido tratada como un asunto de carácter técnico, puesto que la construcción de paz es concebida de una manera afín al modelo liberal predominante en la solución de conflictos internacionales de la historia reciente (Greener, 2011). Hay tres asuntos priorizados en esa visión del postconflicto que son la "democratización, liberalización económica y construcción-fortalecimiento del Estado, subrayando diversos argumentos que correlacionan esos fenómenos con los cambios que incrementan la paz[...]" (Greener, 2011, p. 357).
El desarme, desmovilización y reintegración de los excombatientes (DDR) son fases en las operaciones de paz de las Naciones Unidas, que suscriben los países miembros "para hacer frente a los conflictos internos" (Mesa, 2017, p. 109), las cuales suelen ser vistas como actividades que contribuyen a la construcción de paz en todas las vías, permitiendo a los excombatientes el aumento de su posibilidad de participar en la vida política y económica de las comunidades (democratizando), generando posibilidades de ingreso y libre emprendimiento para ellos y sus comunidades receptoras (liberalizando), mientras que se garantizan las políticas e instituciones necesarias (construyendo Estado) para su adaptación a la vida civil.
El Acuerdo de Paz, en el numeral 3.2, contempla una serie de mecanismos que se dirigen a facilitar la "reincorporación de los excombatientes a la vida civil en lo económico, lo social y lo político" (Presidencia de la República y FARC-EP, 2016, p. 68). Sin embargo, la complejidad del proceso en Colombia supone la consideración de facetas que superan ampliamente los mecanismos contemplados en este acuerdo.
Por un lado, hay un gran número de combatientes desmovilizados que no pertenecieron a las filas de las FARC-EP sino a otras organizaciones y con respecto a los cuales el Estado viene desarrollando, desde antes de los acuerdos del 2016, actividades reguladas por una política pública liderada por la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (Oppenheim y Söderström, 2018).
Por otra parte, la interacción de las comunidades receptoras con los excombatientes supone desafíos sociales importantes en la medida en que, por ejemplo, al menos una tercera parte de los ciudadanos desconfía de este nuevo proceso sobre la base de su experiencia con los desmovilizados de procesos anteriores. Los estudios indican que entre los pobladores hay personas "[...] que tienen una interacción negativa con los desmovilizados. Sus actitudes fueron en su mayoría asignadas a un patrón simple: la continuación de la inseguridad y la delincuencia." (Taylor, 2015, p. 101).
Diversos estudios (Mesa, 2017; Roldán, 2013; Varghese, Hardin, Bauer y Morgan, 2009) han mostrado que el acceso al ámbito laboral de los individuos en proceso de reintegración social es un factor crucial para su "[...] seguridad financiera, reduciendo el tiempo de ocio desestructurado, incrementando su autoestima y mejorando sus habilidades interpersonales"(Batastini, Bolanos y Morgan, 2014, p. 524). Sin embargo, el estigma de la violencia y los prejuicios en contra de los individuos por la simple etiqueta "desmovilizado" están articulados en un conjunto de representaciones sociales prevalente en las comunidades receptoras que impiden una interacción fluida en el ámbito laboral, cerrando las posibilidades para la obtención de puestos de trabajo y oportunidades de desarrollo personal (Taylor, 2015).
La reintegración de los desmovilizados al ámbito laboral no puede darse por sentada simplemente por la firma de los acuerdos. Más aún, la desmovilización en sí misma no garantiza el fin de la violencia ni restaura las relaciones interpersonales, incluyendo a los excombatientes en el tejido social (Taylor, 2015). El principal obstáculo para este proceso se halla en que "[...]las comunidades receptoras no fueron consultadas, dejando a muchos excombatientes sintiéndose aislados y expresando pocas esperanzas para la paz futura" (Taylor, 2015, p. 94). En otras palabras, la desmovilización, sin el apoyo y participación de las comunidades, genera relaciones excluyentes que pesan mucho en la cotidianidad de las partes. Ello incide en la formación mutua de expectativas que impiden la regularización de la cotidianidad, lo cual se expresa en desconfianza frente al aumento del crimen y la violencia en el caso de las comunidades receptoras (Taylor, 2015), o bien en quejas sobre la eficacia de los programas del Estado en el caso de los excombatientes (Taylor, Nilsson y Amezquita-Castro, 2016).
Este asunto constituye el tema central de este estudio. La interacción de los ciudadanos con las personas desmovilizadas ha ido estructurando una serie de creencias compartidas, expectativas sobre el comportamiento mutuo y actitudes hacia el otro que pueden estudiarse para: a) Comprender la estructura de las representaciones sociales sobre el desmovilizado, en particular, las ideas circulantes relacionadas con su adaptación al ámbito laboral, b) Establecer si el campo de actuación de las personas (su gremio) y su profesión están asociados con las creencias de la gente sobre los desmovilizados y c) Determinar si hay un patrón psicosocial que gobierne la actitud de la población hacia los desmovilizados al considerarlos potenciales cooperadores o competidores en el ámbito laboral.
El estudio de la representación social de la comunidad sobre los desmovilizados exige un abordaje transdisciplinar, puesto que se trata de un asunto complejo que supone, entre otras cosas: a) Un ejercicio de aclaración conceptual que permita comprender mejor las situaciones de interacción entre las partes, b) El uso de una metodología que permita hallar el núcleo (Abric, 1993, 2001) de las representaciones sociales para, c) Establecer el sentido de los patrones psicosociales y su grado de coherencia con respecto al comportamiento actual de las comunidades.
Desde el punto de vista filosófico, el problema se puede captar de manera más simple enfocándose en el tipo de situaciones de interacción laboral que los desmovilizados y las personas de la comunidad receptora sostienen en la cotidianidad.
En ese sentido, las Naciones Unidas definen reintegración como:
[...] el proceso por el cual los excombatientes adquieren status de civiles, consiguen empleo y perciben ingresos sostenibles. La reintegración es esencialmente un proceso social y económico sin límite de tiempo que se produce principalmente en las comunidades, en el ámbito local. Es parte del desarrollo general de un país y responsabilidad nacional, y a menudo requiere asistencia externa de largo plazo. (Secretario General, nota a la Asamblea General, A/C.5/59/31, mayo de 2005, citado en Steenken, 2017, p. 247) (Énfasis agregado)
El concepto de reintegración establece así una manera de comprender dichas situaciones, a saber, como relaciones interpersonales en las que un individuo "ajeno", "desconocido" e incluso "potencialmente peligroso" se incorpora a las dinámicas laborales regulares de la que habría sido su propia comunidad en ausencia del conflicto. Cabe apuntar que este contacto interpersonal no difiere radicalmente del que la gente sostiene en el trabajo en la cotidianidad, se trata de personas que llevan a cabo actividades conjuntas en contextos socialmente destinados para tal fin (Taylor et ál., 2016). Sin embargo, las actitudes de la comunidad hacia el desmovilizado pueden decantarse en la forma de "[...] barreras para el proceso de reintegración" (Batastini et ál., 2014, p. 524). La idea que gobierna las políticas en curso es precisamente que "[...] los excombatientes tomen parte en las actividades de reintegración y reconciliación para incorporarlos de nuevo dentro de la sociedad civil [...]" (Oppenheim y Söderström, 2018, p. 138). Esto tiene mucho sentido, puesto que se ha probado que el contacto interpersonal puede ayudar a reducir las actitudes negativas de la comunidad hacia las personas en proceso de reintegración (Batastini et ál., 2014).
Ahora bien, dado que la reintegración es una situación en la que interactúan al menos dos personas (quien se reintegra y quien acepta la integración) y un entorno común se puede lograr una comprensión innovadora de este proceso, adoptando un marco conceptual situado (Varga, 2018). Las teorías situadas de la cognición son un grupo de aproximaciones que enfatizan el rol de la actividad de las personas en la cotidianidad al tratar de comprender los fenómenos psicosociales. El aspecto "situado" tiene que ver con que la mentalidad de las personas se indaga en la experiencia fluida de interacción de la gente en las prácticas socioculturales del día a día.
Hay un espectro amplio de ideas y conceptos interrelacionados dentro de este marco conceptual que hacen posible nuevas formas de acercamiento a temas tan aparentemente dispares como la comunicación en el estudio de la psicopatología (Vogeley, 2018), la evolución de la cognición (Barrett, 2018) o la legitimidad jurídica (Varga, 2018).
Entre este tipo de teorías vale la pena destacar el enfoque ecológico de la construcción del nicho de la cognición (Heras-Escribano y De Pinedo-García, 2018), que permite un acercamiento amplio a las situaciones de interacción social en el cual se considera el lugar de la actividad del individuo en prácticas socioculturales (Rietveld y Kiverstein, 2014) que son propias de su comunidad y que implican un cierto tipo de relación tradicional con el entorno (figura 1).
Como se observa en la figura 1, la interacción social es tratada como un tipo de relación ecológica con una estructura triangular. Dicha configuración es teóricamente importante y está conectada con los argumentos de Donald Davidson respecto a la estructura de la interpretación entre los seres humanos (Davidson, 2001). El triángulo apunta al reconocimiento de la interacción entre personas y el entorno en un proceso activo, que es constitutivo del pensamiento y está mediado por la tradición de la comunidad.
Entre las ideas centrales de este filosofo norteamericano se halla lo que se conoce como principio de caridad, el cual establece que la mutua atribución de creencias, deseos e intenciones es un requisito indispensable para la comprensión intersubjetiva (Duica, 2014). Así pues, en el caso de la interacción entre los excombatientes y los habitantes de los territorios en los que se reintegran, la mutua interpretación se apoya naturalmente en las ideas que cada uno sostiene sobre las creencias, deseos e intenciones del otro, es este tipo de contenidos que además son socialmente compartidos (v. g. son representaciones sociales) lo que hace posible la navegación intersubjetiva de las partes y determina en buena medida el éxito o fracaso del proceso. Las personas tienen la capacidad de navegar intersubjetivamente cuando se sirven de sus atribuciones sobre la mente del otro para interactuar con él.
Ahora bien, desde el punto de vista psicológico los estudios han mostrado que los individuos que no comparten la cotidianidad de una comunidad (como es el caso de quienes comienzan la reinserción en la vida civil) pueden ser excluidos sobre la base de prejuicios que "desconocen su subjetividad" en un proceso conocido como objetivación (Landau, Sullivan, Keefer, Rothschild y Osman, 2012, p. 1234). Es evidente que cuando un individuo es objetivado hay algún tipo de irregularidad en el funcionamiento "natural" del principio de caridad. Una teoría interesante señala que la objetivación ocurre cuando "[...]la gente desea interacciones exitosas con otros, pero siente incertidumbre acerca de su habilidad para navegar la subjetividad de otros, ellos minimizan los atributos subjetivos de otros, centrándose en su lugar en sus atributos concretos [...]" (Landau et ál., 2012, p. 1234). Así pues, la irregularidad que da lugar a la objetivación ocurre porque el individuo experimenta incertidumbre sobre su propia habilidad para navegar intersubjetivamente al interactuar con el otro.
La capacidad para navegar intersubjetivamente es una habilidad que está relacionada con la comprensión y atribución de fenómenos que en psicología se agrupan en la categoría de dominios no cognitivos. Se trata de aspectos de la mente de las personas diferentes a la inteligencia que son decisivos para su interacción cotidiana con otras personas. De acuerdo con Stankov, Lee y van de Vijver (2014) es plausible pensar que hay una estructura simple que explica la amplia diversidad de aspectos evaluados dentro de los dominios no cognitivos. En la actualidad hay cuatro dominios que son objeto de la investigación psicosocial, a saber:
Personalidad: disposiciones estables y duraderas que entremezclan emociones, pensamientos y patrones de comportamiento únicos de una persona.
Actitudes sociales: involucran los sentimientos dirigidos hacia un objeto específico o interacción social, se pueden relacionar con la apreciación afectiva del individuo en ciertas situaciones dadas.
Valores: principios orientadores y estándares que rigen la vida del individuo porque "tienden a un estado-fin" (Stankov et ál., 2014, p. 23) considerado por él mismo como óptimo.
Normas sociales: conjuntos de creencias o percepciones acerca de lo que es común y suele estar sancionado dentro de la comunidad del individuo
Al pensar el problema de la reintegración es fácil notar que la navegación intersubjetiva de las partes puede complicarse debido a la divergencia de estas en alguno de los dominios no cognitivos. Las divergencias de personalidad no parecen ser especialmente informativas, en tanto que son un asunto con el cual lidian de manera cotidiana todas las personas en sus lugares de trabajo. Sin embargo, las actitudes, valores y normas resultan muy interesantes en la medida en que describen estructuras psicosociales desarrolladas en la historia del individuo dentro de su comunidad y lo predisponen en la interacción con otros individuos. Para decirlo de otra forma, las representaciones sociales que las personas en Bogotá sostienen sobre la vida laboral del desmovilizado deberían evidenciar contenidos (orientaciones, estándares, creencias, etc.) que son compartidos explicita e implícitamente por los trabajadores en la ciudad y que se han formado a través de la interacción cotidiana en sus lugares de trabajo. En síntesis, indagar las actitudes (orientación en situaciones), valores (evaluaciones) y normas (regularidades cotidianas) provee un tipo de información valiosa para entender las atribuciones que las comunidades receptoras realizan sobre las personas en proceso de reintegración.
Es imprescindible notar que los problemas experimentados en la reintegración de los desmovilizados en Colombia (Taylor et ál., 2016) pueden estar estrechamente relacionados con la mutua objetivación de las partes (desmovilizados-comunidades). Si resulta cierto que hay una estructura simple que subyace a los fenómenos que hacen parte de los dominios no cognitivos, la tendencia hacia la objetivación o a la adaptación intersubjetiva de las partes podría estimarse atendiendo a pocos aspectos decisivos.
Un buen punto de partida se halla en la propuesta de la teoría de incertidumbre subjetiva (Subjective Uncertainty Theory, por sus siglas SUT"), de acuerdo con la cual los individuos navegan intersubjetivamente de manera adecuada cuando "[...]conocen, predicen y controlan la subjetividad de los demás, definida como sus estados mentales (por ejemplo, creencias, objetivos, juicios) y características de personalidad idiosincráticas" (Landau et ál., 2012, p. 1235). Si esto es así, entonces la objetivación aparece por dos razones interrelacionadas: a) el individuo experimenta cierta incapacidad para predecir el comportamiento, en la forma de un fallo al atribuir creencias como las que él mismo sostiene al otro, y b) el individuo se ve incapacitado para controlar el comportamiento del otro, sobre la misma base de afectos, estándares y acuerdos que comparte con otras personas en su comunidad.
En términos concretos, un individuo que participa de procesos de reintegración puede simplemente renunciar al intento de comprender, predecir y controlar el comportamiento de sus interlocutores y tratarlos como si fueran objetos que tienen incidencia en su actividad. Este patrón reduciría la interacción con el otro al análisis de medios y fines, de modo que puede decirse sin mayor problema que exhibe el predominio de la racionalidad instrumental de esa persona. Por oposición, entre los participantes que tengan mayor confianza en su propia habilidad para navegar en la subjetividad de sus interlocutores, la predicción y comportamiento del otro no resulta un desafío diferente al ejercicio de sus capacidades para interpretar a las personas de su propia comunidad. En consecuencia, interactúan con la otra persona bajo una cierta racionalidad interpretativa.
Tales consideraciones sustentan la posibilidad de plantear un modelo triangular de la interacción entre las personas en procesos de reintegración que, enriquecido por las particularidades del medio del individuo, podría dar cuenta del proceso (figura 2).
Ahora bien, desde el punto de vista del análisis social, los teóricos han insistido en que las representaciones sociales tienen una cierta estructura que se caracteriza mejor reconociendo la existencia de un núcleo central y unos componentes periféricos (Jodelet, 1985). Sobre la base del modelo de interacción es fácil notar que el hecho de que un individuo prefiera objetivar a su interlocutor o interpretarlo depende del tipo de racionalidad que gobierne sus deliberaciones sobre el otro, por lo tanto, es plausible que estos dos tipos de racionalidad constituyan el núcleo central de la representación social en las situaciones que estamos indagando.
Por otra parte, entre los componentes periféricos que permiten la adaptación concreta de los individuos, habría que considerar diversos elementos que hacen parte del conjunto de dominios no cognitivos que hacen posible la navegación intersubjetiva. Son esas actitudes sociales, valoraciones y normas propias de cada contexto las que actualizan las representaciones sociales en las prácticas situadas, por lo cual es importante examinarlas con más detalle al investigar la interacción en la "esfera productiva" (Mesa, 2017).
El objetivo central de este artículo es analizar las representaciones sociales de la interacción laboral de los ciudadanos de algunos sectores productivos de la ciudad de Bogotá con las personas desmovilizadas. Como se había mencionado anteriormente, algunos de los fines específicos de este estudio son:
Comprender la estructura de las representaciones sociales sobre el desmovilizado, en particular, las ideas circulantes relacionadas con su adaptación al ámbito laboral.
Establecer si el campo de actuación de las personas -su gremio y profesión-, está asociado con las creencias de la gente sobre los desmovilizados.
Determinar si hay un patrón psicosocial que gobierne la actitud de la población hacia los desmovilizados al considerarlos potenciales cooperadores o competidores en el ámbito laboral.
Método
Diseño
Hay dos tradiciones en el estudio de las representaciones sociales, a saber: a) El enfoque procesual, cuya intuición dominante es que se puede tener una mejor comprensión de la representación si se atiende a su evolución dentro de la comunidad (Jodelet, 1985); b) El enfoque estructural, que establece que se puede indagar la naturaleza de la representación atendiendo a la relación entre diversos componentes de la mentalidad compartida en una comunidad (Pozzi, Fattori, Bocchiaro y Alfieri, 2014). El presente estudio se enmarca como una indagación de corte estructural. Para lograr el objetivo central se realizó un diseño cuantitativo exploratorio de corte transversal, la idea supuso el acercamiento a las creencias sobre el desmovilizado y las disposiciones comportamentales que desplegarían en su presencia las personas de diversos ámbitos laborales de la ciudad de Bogotá. D. c.
Instrumento
Para la realización de la experiencia se construyó una escala Likert de acuerdo/desacuerdo con 21 ítems, orientada a evaluar los constructos que se han comentado anteriormente. Para evaluar la mentalidad de los participantes se tuvo en cuenta que hay aspectos no reflexivos de la interacción que pueden apreciarse a través de las disposiciones a actuar de las personas y otros que evidencian sus creencias (tabla 1).
El instrumento fue sometido al procedimiento de validación por jueces y conforme a este los ítems fueron modificados con respecto a una primera versión inicial en dos aspectos, se modificaron las preguntas que hacían referencia a algún grupo desmovilizado específico (FARC-EP) y se mejoró la redacción de las preguntas para que brindaran un contexto suficiente para el lector (especialmente las que plantean toma de decisiones o reacciones emotivas).
Participación y procedimiento
La encuesta fue aplicada a 83 personas de seis sectores productivos diferentes de Bogotá D. c. (salud, fuerzas militares, ingeniería, arte, humanidades y comercial). Se aplicó el criterio de balanceo de la muestra, de modo que participaron catorce personas de cada sector; como uno de los registros del sector comercial presentó un patrón (todas las respuestas fueron "de acuerdo") fue eliminado del estudio. El número de individuos sigue la recomendación bien conocida en psicometría según la cual la realización de un análisis factorial, que es el procedimiento por excelencia para un análisis estructural, debe ser de al menos cuatro personas por ítem (Rositas, 2014). El rango de edad de los participantes está entre los 25 y 54 años. La consulta se realizó entre personas con un perfil profesional diverso (siete diseñadores, siete artistas, catorce policías, tres abogados, cuatro docentes, cinco trabajadores sociales, catorce ingenieros, once enfermeros, doce administradores, un vendedor y cinco oficios varios). La aplicación se llevó a cabo en diferentes entornos de la ciudad, tomó un tiempo de alrededor de diez minutos y se obtuvo el consentimiento de todos los participantes de acuerdo con los lineamientos éticos para la investigación en psicología.
Plan de análisis
A fin de caracterizar la estructura de la representación se realizaron cuatro tipos de análisis estadísticos sobre la información recopilada: a) Estimación de la confiabilidad de la escala, b) Análisis factorial exploratorio a fin de detectar la estructura representacional subyacente, c) Análisis de la varianza (Anova) a fin de establecer si el perfil laboral específico está conectado con el comportamiento de aspectos evaluados y, d) Análisis de pauta (Path Analysis) sobre la base de las cargas factoriales más altas en el factorial exploratorio para caracterizar mejor el núcleo de la representación. Los análisis de los literales a, b y c se realizaron en Spss 25 y el Path Analysis se realizó en Lisrel 10,20 (Versión Estudiante).
Resultados
El instrumento resulto ser bastante confiable (α = 0,623), esto es aún más interesante cuando se piensa que se concibió como una forma de acercarse simultáneamente a dos patrones de racionalidad en tres dominios no cognitivos expresados de manera reflexiva (creencias) e irreflexiva (disposiciones comportamentales). La complejidad de algunas afirmaciones, especialmente aquellas que plantean situaciones, podría incidir negativamente en la confiabilidad del instrumento.
El análisis factorial exploratorio practicado de acuerdo con el método Hull (Lorenzo-Seva, Timmerman y Kiers, 2011) reveló una estructura que cumple con los estándares estadísticos para pensar que hay una buena explicación subyacente, con un índice KMO de 0,734 y una prueba Bartlett de X2 (df=210, N= 83, = 914,5, p = 0.00). Se trata de una configuración tan promisoria que se ajusta bastante al evaluarla bajo los índices de bondad de ajuste (RMSEA = 0,048, NNFI = 0,970, CFI = 0,976), lo cual indica que describe una estructura apropiada (Ferrando y Anguiano-Carrasco, 2010).
El análisis revela dos factores cuya organización coincide bastante con la prevista para los patrones de racionalidad instrumental e interpretativo (ver tabla 2). Llama la atención que los ítems con las mayores cargas en el factor 1 (presumiblemente el patrón instrumental) corresponden a valoraciones afectivas de la interacción con el desmovilizado.
Nótese que este patrón factorial coincide plenamente con la estructura del núcleo representacional acorde con el análisis conceptual realizado. Ello significa que hay dos formas básicas de representar-se las relaciones laborales con el desmovilizado, a saber, como competidor o como colaborador.
Hay tres ítems que presentan un comportamiento diferente al patrón de racionalidad previsto dentro de la estructura factorial: a) El ítem 5 que evalúa los cambios en el ambiente laboral de la empresa tras el ingreso del desmovilizado, lo cual exigiría en principio atribuir creencias e intenciones al sujeto reintegrado y paradójicamente se halla asociado a la tendencia instrumental; b) el ítem 13 que evalúa el perfil profesional del desmovilizado como posible competidor y parecía suponer el ejercicio de la racionalidad instrumental; y c) el ítem 17 que apunta al nivel de deliberación reflexiva sobre la subjetividad del otro que en principio parece una tarea propia del patrón de racionalidad interpretativo.
El análisis de la varianza (Anova) no revela incidencia alguna de la profesión o el sector productivo en el tipo de respuesta de los individuos, hay alguna evidencia de que hay diferencias significativas acordes con la edad en lo que tiene que ver con la apreciación irreflexiva del otro como factor económico en la propia vida (ítem 21) (F4,82 = 2,596, p = 0,43) (figura 3).
Sin embargo, al usar la estructura hallada en la exploración como insumo para calificar a los participantes se hallan tendencias muy interesantes. Este artilugio resulta del proceso tradicional en psicometría de puntuar a los individuos en los factores evaluados. Basta con notar que las dos variables así obtenidas (los puntajes de las personas en los factores) están negativamente correlacionadas (r de Pearson = -.266, p = .015) para establecer un continuo que incluye cuatro perfiles posibles, en el que algunos individuos generan puntuaciones altas en el factor de racionalidad instrumental y otros más bien se colocan del lado interpretativo del espectro.
Objetivador: Puntajes superiores al percentil 75 en el factor de racionalidad instrumental.
Orientado a recursos: Puntajes superiores al percentil 50 en el factor de racionalidad instrumental.
Orientado a personas: Puntajes superiores al percentil 50 en el factor de racionalidad interpretativa.
Interpretador: Puntajes superiores al percentil 75 en el factor de racionalidad interpretativa.
La estabilidad de esta interpretación y su sentido quedan completamente asegurados una vez que se analiza el tipo de fenómeno psicológico con el que expresa mayor acuerdo cada perfil (figuras 4 y 5). Se hallaron diferencias significativas en el acuerdo con creencias (F3,36 = 6,134, p = 0,002) y en el acuerdo con disposiciones comportamentales (F3,36 = 12,949 p = 0,000) entre los cuatros tipos de perfil. El sentido de estas diferencias corresponde estrechamente con el esperado de acuerdo con la teoría de incertidumbre intersubjetiva (SUT), es decir, entre los individuos con mayor sensibilidad y reactividad a la subjetividad del otro predomina un patrón instrumentalista, mientras que entre aquellos que navegan mejor en las creencias del otro prima un patrón interpretativo.
Una propuesta viable para describir el núcleo representacional deriva del uso de las cargas factoriales en el análisis exploratorio como indicio para determinar los componentes del núcleo central. Si esto es así, el núcleo del patrón instrumental (económico) se halla en la captación de la presencia del desmovilizado como una "influencia" en la propia vida (véase los ítems 19, 20 y 21 en la tabla 2), mientras que el núcleo del patrón interpretativo en la atribución al desmovilizado de una subjetividad similar a la propia que entraña la responsabilidad de un trato considerado (véase los ítems, 8, 12 y 15 en la tabla 2). Las bondades de la estructura así descrita pueden evaluarse a través del análisis de pauta (path analysis en Lisrel) para establecer si dicha configuración cumple los estándares de ajuste necesarios. Este procedimiento mostró que si bien la configuración parece promisoria (figura 6) es perfectible una vez que se nota que los ítems 8 y 15 tienen sentidos conectados (ambos hablan sobre la continuidad de la cotidianidad) y el 20 no entrega información adicional a la del 19 o el 21. La configuración final del núcleo central ajusta bastante bien y coincide con los criterios teóricos argumentados antes (figura 7).
Los índices de bondad de ajuste de esta última configuración son bastante buenos (RMSEA = 0,0953, NFI = 0,940, CFI = 0,973, AGFI = 0,866) lo cual acredita el valor de la interpretación desarrollada con base en la estructura hallada durante la fase exploratoria.
Discusión
Las representaciones sociales de la muestra de individuos que labora en Bogotá respecto a su interacción con los desmovilizados siguen dos tendencias inversamente correlacionadas, cuyos núcleos apuntan a la propia capacidad para navegar en la subjetividad del desmovilizado mediante la atribución de creencias similares a las que uno mismo sostiene (véase los ítems 8 y 12 de la tabla 2) o bien a través de la simplificación de su actividad como una influencia en el entorno psicosocial (véase los ítems 19 y 21 de la tabla 2). El predominio de uno u otro patrón de interacción está estrechamente relacionado con la apreciación afectiva de la interacción con el desmovilizado (tabla 1); los elementos que hacen parte de la periferia de cada tendencia permiten perfilar mejor los rasgos de cada tipo de posicionamiento en el proceso de reintegración. Así, por ejemplo, los ítems 6, 9 y 14 que cargan en la periferia del patrón de interacción instrumental (objetivador) (tabla 2, factor 1) están estrechamente relacionados con el sostenimiento de una emotividad reactiva negativa y aislacionista con respecto al desmovilizado. Por oposición, los ítems 3, 7 y 18 que cargan en la periferia del patrón de interacción interpretativo (tabla 2, factor 2) suponen la adopción de una perspectiva fundada en la mutua atribución de capacidades y necesidades.
De todos los asuntos indagados quizás el más interesante corresponde a la conciencia de la deliberación de la propia perspectiva (ítem 17, tabla 2), se trata de un asunto importante para ambos patrones de pensamiento. Los individuos que tienden a tratar a quienes se están reintegrando a la vida civil como influencias más que como personas con creencias y deseos, fundamentan su proceder en una reflexión de lo que implicó la violencia en la vida de los desmovilizados. Así las cosas, no resulta para nada extraño que como lo han señalado los autores haya un amplio sector de la población que tenga la expectativa de que la presencia de los desmovilizados aumente el crimen y la violencia a su alrededor (Taylor, 2015). Pero el otro patrón que supone tratar a quienes están en proceso de reintegración como personas con la misma subjetividad de uno mismo, también se fundamenta en la reflexión del individuo sobre los acontecimientos en la vida del otro, conduciendo por lo menos a una tercera parte de la población a percibir "cambios positivos" (Taylor, 2015, p. 101) provenientes del proceso de desmovilización. Nótese que este hallazgo de los patrones de racionalidad interpretativa e instrumental en los núcleos representacionales de los trabajadores constituye un nuevo conocimiento sobre su forma de interactuar con la población desmovilizada.
La cuestión es establecer el aspecto decisivo para la adopción de uno u otro patrón de interacción, si bien la deliberación racional es decisiva en ambas concepciones (por ello el ítem 17 de la tabla 2 carga en ambos factores) no es la faceta que tramita las diferencias entre los participantes de este estudio.
Ya se ha señalado que la reactividad emocional negativa aparece como parte de la periferia del patrón de interacción instrumental, este resultado concuerda con los estudios recientes sobre la emoción que apuntan a que "[...] las expresiones emocionales pueden transmitir información a un observador, la cual es usada entonces para interpretar una situación hipotética como cooperativa o competitiva." (Van Doorn, Heerdink y Van Kleef, 2012, p. 454). En otras palabras, las personas de la comunidad receptora altamente sensibles a la expresión emocional -de los desmovilizados, de sus coterráneos o de terceros- podrían interpretar el predominio de estados negativos de ansiedad, miedo o desesperanza como una clave que indica que la interacción con los individuos en proceso de reintegración es de carácter competitivo. Ello determina la formación del patrón instrumental bajo el cual esos individuos son vistos como influencias y no como personas con quienes construir una vida cotidiana.
Los resultados obtenidos en la presente investigación apoyan así el modelo propuesto de la interacción en procesos de reintegración social a la vida laboral (figura 2). De manera acorde con las teorías situadas de la cognición, se describe un esquema triangular de interacción entre los individuos (excombatientes y comunidad receptora) que convergen en torno a los productos y recursos de la comunidad. Esto es significativo para el estudio de las representaciones sociales porque establece enlaces teóricos con las discusiones recientes en psicología y filosofía, haciendo posible innovar los modos de indagación de la interacción social en el mundo del trabajo y otros ámbitos.
Además, los resultados de esta investigación avalan la idea de que la reintegración es un proceso social en el que las personas despliegan sus capacidades para navegar intersubjetivamente, los componentes del núcleo representacional revelan que hay aspectos afectivos de las comunidades receptoras que pueden incidir de manera importante en la reintegración laboral del desmovilizado. En consonancia, una línea promisoria de análisis consiste en caracterizar detalladamente los procesos tanto de empleabilidad como de emprendimiento (Mesa, 2017) a la luz del presente modelo.
Hay detalles adicionales que deben ser examinados para evaluar la estabilidad de esta interpretación entre los que vale la pena contar: a) Establecer el predominio de un clima emocional marcado por la ansiedad o el miedo entre las comunidades receptoras, b) determinar si hay una "política del afecto" (Thrift, 2004, p. 57) que regule los programas de reintegración emprendidos por el Estado, o bien cuáles podrían ser los beneficios potenciales de su consideración como parte del proceso y, c) establecer si el contacto cotidiano con personas desmovilizadas tiene efectos afectivos que contribuyan al desarrollo de un clima más propicio para la reintegración como lo sugieren los autores (Taylor et ál., 2016). Esos tres aspectos sustentan la necesidad de investigación adicional al respecto.