Introducción
A finales de 1849, Manuel Ancízar Basterra (1811-1882) donó un conjunto de libros a la Biblioteca Nacional de la Nueva Granada en Bogotá, según reportó la Gaceta Oficial. Este es un hecho inusual, si se considera que Ancízar recién había llegado al país, tras un periplo de 27 años por Cuba, Estados Unidos y Venezuela. Por su parte, la Biblioteca Nacional se encontraba en un proceso de renovación en el marco de esfuerzos estatales orientados a la modernización de las instituciones nacionales. ¿Cuáles fueron las condiciones que hicieron posible esta donación y qué revela sobre la relación entre el donante y la institución?
La vertiente más tradicional de la historiografía colombiana ha caracterizado a Manuel Ancízar como un exponente "destacado del liberalismo clásico".1 A partir de este presupuesto, es recurrente la asociación entre el sujeto político y sus actos públicos y privados. Este es el primer estudio2 que busca hacer el ejercicio inverso: ver al donante desde la colección. En este sentido, no se profundiza en el contenido textual de los libros, sino que se parte de su pertenencia a una colección, entendida como un conjunto organizado de objetos asociados y compilados por un sujeto como parte de sus curiosidades intelectuales.3 En lugar de resaltar los títulos más polémicos o los autores más reconocidos -para confirmar el liberalismo de Ancízar a partir de la posesión de algún título-, se presenta un recorrido general por las materias, las procedencias de los autores, los lugares de edición, las fechas de impresión y otras particularidades. El interés principal es identificar con claridad las condiciones que posibilitaron la donación y, en el camino, poner en entredicho algunas ideas erróneas sobre la colección a la luz de evidencia empírica hasta hoy desconocida. Este acercamiento vinculado a la historia de las colecciones es el puntal para investigaciones futuras específicas sobre la historia del libro y la práctica de la lectura.4
La donación de Ancízar y las condiciones institucionales e individuales de los agentes involucrados en el proceso constituyen un caso para entender la circulación de libros e impresos a través de uno de los fondos históricos menos explorados del patrimonio bibliográfico nacional. Su composición evidencia aspectos de la trayectoria vital del coleccionista, así como las transformaciones del acervo y del manejo administrativo de la Biblioteca Nacional (BN), en medio de un contexto reformista impregnado por el liberalismo.
En estas páginas, se comprende la donación como una práctica inmersa en la circulación de bienes simbólicos y en las dinámicas de la opinión pública de la época.5 Siguiendo a Pierre Bourdieu, se puede afirmar que Ancízar estaría tomando posición6 en el campo de los intelectuales neogranadinos de la mitad del siglo XIX. En este sentido, la donación es una estrategia para incrementar su "distinción", entendida como el capital simbólico que lo inviste de legitimidad para participar en la estructuración de las reglas de juego en el campo.7 Así mismo, los planteamientos de Robert Darnton sobre la circulación del libro permiten entender la colección más allá de sus contenidos textuales y ver el conjunto de libros como un capital constituido por un agente particular (coleccionista / donante) puesto en circulación tras el acto de donación y que posibilita que el objeto (colección / donación) esté a disposición de nuevos agentes, esta vez bajo la custodia de un agente oficial (biblioteca).8
En la primera parte de este texto, se presenta, describe y caracteriza la donación. Para ello, se tiene en cuenta el inventario publicado en la Gaceta Oficial en 1849 y los catálogos elaborados por la biblioteca entre 1855 y 1857 con el fin de identificar la clasificación por materias y la edición, entre otros aspectos. El contraste entre inventario y catálogos -soportado por técnicas cuantitativas y herramientas de la bibliotecología- resulta fundamental para caracterizar la colección. Los resultados de este apartado posibilitan el estudio de los libros y la colección en escenarios locales y regionales. El segundo apartado trata del donante. Se relacionan aspectos conocidos de la trayectoria vital de Ancízar y sus redes intelectuales con nuevos elementos surgidos a partir de la caracterización de la donación. Esta refleja sus experiencias de vida a través de exlibris, dedicatorias, anotaciones y marcas de diferente naturaleza presentes en los libros que hoy pertenecen a la BN. Al final de este apartado se demuestra que la colección se produjo en un escenario de relaciones de sociabilidad entre intelectuales y sufrió un proceso de depuración antes de convertirse en la donación entregada a la BN. El tercer apartado aborda los cambios ocurridos en la BN a mediados del siglo XIX, las formas de sociabilidad con las que se articulaba y su lugar en un escenario de fuerzas en pugna donde las colecciones privadas se constituyen como un punto de apoyo fundamental para la consolidación de acervos públicos.
Como resultado de una investigación interdisciplinar entre la historia, museología y los estudios literarios se plantea una propuesta metodológica útil para el estudio de fondos similares. Se trata entonces de una introducción al vínculo entre Ancízar y la BN, que se prolongó por varias décadas. El problema merece ser rastreado a partir de los libros, testimonios del "circuito de comunicaciones" y de los diferentes actores que lo componen.9 La biblioteca, como uno de ellos, desempeña una función en la "supervivencia" de los libros:10 una institución de transferencia que reúne los saberes letrados, problematiza la posición del conocimiento y su continuidad en la comunidad en la que agencia.11
La donación de 1849
La primera referencia sobre la donación de Manuel Ancízar a la BN es de Guillermo Hernández de Alba y Juan Carrasquilla Botero, quienes señalan:
En los años de 1851 y 1852 se reciben las donaciones del coronel Anselmo Pineda [1805-1880], del general Joaquín Acosta [1800-1853] y del doctor Manuel Ancízar. Estas librerías, acervo de verdaderos tesoros historiográficos, merecen sitio de honor en los anales de la Biblioteca Nacional.12
Desde entonces, la donación de Ancízar está estrechamente vinculada a las donaciones de Pineda y Acosta. La BN adelantó la gestión de sus fondos especiales y publicó algunos catálogos como resultado. Margarita Conto e Imelda Rodríguez prepararon el catálogo del Fondo Manuel Ancízar en 1989 y señalaron lo siguiente: "Manuel Ancízar dona su biblioteca particular a la Biblioteca Nacional en el año de 1852. Sus libros, de carácter científico y literario, revelan el espíritu observador y reflexivo de uno de los grandes orientadores de la Comisión Corográfica".13 Esta nota puede considerarse la carta de presentación del Fondo,14 sin embargo, existe evidencia que permite cuestionar dos aspectos de estas afirmaciones. Por un lado, la fecha de ingreso a la BN. Según la Gaceta Oficial, Ancízar entregó a la Secretaría de Gobierno un conjunto de libros el 22 de diciembre de 1849. Dos días después, la oficina aceptó formalmente la donación en los siguientes términos:
Debo dar á U[ste]d las mas expresivas gracias por este acto de patriótico desprendimiento, i así lo verifico, asegurando á U[ste]d que la Administracion ha visto en él una nueva prueba del vivo amor que profesa U[ste]d á su pais, i de sus sinceros deseos por los progresos i engrandecimiento de la República.15
El secretario Francisco Javier Zaldúa (1811-1882) remitió los ejemplares al rector de la Universidad del Primer Distrito y solicitó que la lista de los títulos y los agradecimientos oficiales se publicaran en la Gaceta Oficial, lo cual sucedió el domingo 30 de diciembre de 1849 bajo el título "Donación patriótica" (figura 1). En total, 96 títulos en 294 volúmenes16 pasaron a la BN y estuvieron a disposición de los lectores.
Por otro lado, antes de caracterizar la donación como la "biblioteca particular" de Ancízar, como un "tesoro historiográfico" o como libros "de carácter científico y literario", es necesario analizar su composición. Estas etiquetas parten de hechos conocidos de la vida del donante (liberal, humanista, librepensador, anticlerical, masón, etc.) y no de una mirada comprensiva sobre el conjunto. A continuación, nos adentramos en las listas e inventarios de la transacción de libros y presentamos la constelación de títulos, autores y materias que articula.
Como abogado y funcionario del Gobierno granadino, la mayor parte de la donación comprende títulos de política y jurisprudencia (figura 2). De un total de 36 títulos, sobresalen autores de la enseñanza del derecho como Heineccio (1681-1741), del derecho internacional como Emer de Vattel (1714-1767), de la legislación penal como Jeremy Bentham (1743-1826), del derecho constitucional como Antoine Élysée Cherbuliez (1797-1869), del derecho privado como Sancho de Llamas y Molina (1744-1829) y los códigos comerciales de España y Francia. La diversidad de las submaterias evidencia una colección enciclopédica de jurisprudencia, sin parcializarse por una de sus ramas específicas.
Fuente: elaboración propia a partir de Gaceta Oficial de la Nueva Granada [Bogotá] dic. 30, 1849: 582; y los catálogos de la BN publicados entre 1855 y 1857.
La presencia de la literatura española es notable. Sobresalen el Parnaso español de Francisco Quevedo (1580-1645), obras de ortología y gramática como el Arte de hablar de José Gómez Hermosilla (1771-1837) y enciclopédicas como el Tesoro de los prosadores españoles de Eugenio de Ochoa (1815-1872). También se cuentan obras en francés, inglés y latín, como las Waverley Novels de Walter Scott (1771-1832), las obras de Boileau Despréaux (1636-1711) y el Thesaurus hispanolatinus de Valeriano Resquejo (1621-1686). La mirada superficial permite ver que el donante entregó obras de literatura inclinadas por las vertientes clásicas (siglo XVII francés y Siglo de Oro español) sin una presencia numerosa de la moderna, salvo las mencionadas de Scott.
Los títulos de historia comprenden obras sobre Venezuela (Historia corográfica, natural y evangélica de la Nueva Andalucia de Antonio Caulín [1719-1802]), Centroamérica (Incidents of travel en Central America de John Lloyd Stephen [1805-1852]), Francia (Histoire de la Révolution française de Louis Adolphe Thiers [1790-1869]) y España (Tesoro de historiadores españoles de Eugenio de Ochoa [1815-1972]). Sobre la Independencia y la época republicana se encuentran la Descripción de los honores fúnebres a los restos del Libertador de Fermín Toro (1806-1865), la Historia crítica del asesinato del Gran Mariscal de Ayacucho de Antonio José Irisarri (1786-1868) y El jeneral Obando a la historia critica del asesinato del Gran Mariscal de Ayacucho de José María Obando (1795-1861).
La sección de filosofía comprende los libros Elementos del derecho natural de Jean Jacques Burlamaqui (1694-1784), Los Pensamientos de Jean Jacques Rousseau (1712-1778), Du juste milieu de Frédéric Ancillon (1767-1837) y el Cours de philosophie positive de Auguste Comte (1798-1857). Algunos títulos donados recuerdan el eclecticismo de Ancízar, como el Essai sur l'Histoire de la Philosophie en France au dix-neuvième siècle de Philibert Damiron (1794-1862) y el Sistema de las facultades del alma de Pierre Laromiguière (1756-1837).17
La donación contiene éxitos de la literatura religiosa como El protestantismo comparado con el catolicismo de Jaime Balmes (1810-1848), las Conferencias de Henri-Dominique Lacordaire (1802-1861) o las Palabras de un creyente de Félicité de Lamennais (1782-1854).18 Así mismo, Ancízar donó títulos sobre órdenes religiosas como Fraislimonia de Joaquín del Castillo y el Derecho público eclesiástico de György Zsigmond Lakits (1739-1814). Más allá de una postura confesional, estas obras revelan el interés del donante por el conocimiento jurídico de la Iglesia católica y sus órdenes.
Las obras científicas tienen un lugar marginal en el conjunto. Las ciencias naturales cuentan con L'homme du midi et l'homme du nord, ou, L'influence du climat de Karl Victor von Bonstetten (1745-1832) y Le Buff on classique de la jeunesse del Conde de Buffon (1707-1788); las ciencias físicas y matemáticas, con dos obras del venezolano Olegario Meneses (1810-1860): Aritmética práctica y Tratado elemental de topografía. La medicina comprende la Gymnastique médicale de Charles Londe (1795-1853), las Observaciones sobre la estructura, fisiolojía, anatomía i enfermedades de los dientes de Joseph Watson Ver Valen y dos obras del médico turingio Christoph Wilhelm Hufeland (1762-1836): Nuevos Elementos de higiene y Manual de medicina práctica.
Al volver la vista sobre la procedencia geográfica de los autores (figura 3), sobresalen los españoles con veintiún autores en veinticinco títulos de literatura y jurisprudencia, principalmente. Se cuentan autores del Siglo de Oro español como Quevedo y Alonso de Ercilla (1533-1594), así como los románticos Ochoa y Antonio Ribot (1813-1871). Entre los títulos de legislación se cuentan el Tratado de la regalía de amortización del Conde de Campomanes (1723-1803) y el Tratado de jurisprudencia mercantil de Eugenio de Tapia (1776-1860). Son numerosos los autores cercanos a corrientes de pensamiento liberal, como José Joaquín de Mora (1783-1864) o Manuel José Quintana (1772-1857), aunque también se encuentran autores vinculados con la Iglesia católica como Caulín, Martínez Marina o Balmes.
Fuente: elaboración propia a partir de Gaceta Oficial de la Nueva Granada [Bogotá] dic. 30, 1849: 582; y los catálogos de la Biblioteca Nacional publicados entre 1855 y 1857.
Las obras francesas suman veintiún autores en veintitres títulos. La jurisprudencia y la filosofía son preponderantes. La donación incorporó el Traité de la Confection des Lois de Jean-Baptiste Valette, el Traité de la propriéte de Charles Comte (1782-1837) o el Curso completo de derecho público general de Louis Antoine Macarel (1790-1851). Así mismo, ingresaron el Comentario sobre el espíritu de las leyes de Montesquieu de Destutt de Tracy (1754-1842) y De la démocratie en Amérique de Alexis de Tocqueville (1805-1859). La variedad de líneas de pensamiento es tal que se cuentan obras de autores realistas como Dominique de Pradt (1759-1837), pasando por católicos progresistas como Lamennais y Lacordaire, eclécticos como Laromiguière y Damiron, hasta sensualistas como Destutt de Tracy.
Los ingleses forman un grupo de cinco autores, cada uno con un título. La literatura es predominante con las obras de Scott, Isaac D'Israeli (1766-1848) y las Imaginary Conversations of Literary Men and Statesmen de Walter Landor (1775-1864). La jurisprudencia, segunda en importancia, comprende las obras de Bentham y de John Bowring (1792-1872), ambos reconocidos utilitaristas.19 Finalmente, la donación contiene obras de los suizos ilustrados (Rousseau, Burlamaqui, Bonstetten y Vattel); y el utilitarista Cherbuliez. Alemania suma dos autores con las obras de Derecho de Heineccio y las de Medicina de Hufeland. Finalmente, Lakits cumple la cuota de autores húngaros.
En cuanto a las obras de autores americanos, los hispanoamericanos se encuentran en tercer lugar, con once autores en doce títulos. Las temáticas características son la historia y la política, con algunos aportes en literatura. Sobresalen los venezolanos Meneses, Guillermo Iribarren y el literato Fermín Toro.
Además de los neogranadinos Obando y Florentino González (1805-1874), se cuentan el argentino Ignacio Benito Núñez (1792-1846), el ecuatoriano Luis Fernando Vivero (1790-1842) y el guatemalteco, nacionalizado chileno, Irisarri. Los estadounidenses conforman un grupo de seis autores, cada uno con un título. Las obras sobresalen por su diversidad temática: las artes y oficios cuentan con la Typographia de Thomas Adams, la filosofía con los Speeches and forensic arguments de Daniel Webster (1782-1852), la jurisprudencia con el Manual del derecho parlamentario de Thomas Jefferson (1743-1826) y la historia con la obra mencionada de Stephen.
Lejos de presentar un análisis exhaustivo de las corrientes de pensamiento en la colección, esta mirada general permite vislumbrar algunos matices. Si bien el conjunto es rico en obras de derecho, política y jurisprudencia, también presenta interesantes componentes literarios e históricos. Así mismo, aun con la militancia de Ancízar en el liberalismo, coexisten obras de autores realistas y católicos junto a utilitaristas y protestantes.
El listado publicado en la Gaceta Oficial (figura 1) registra el apellido del autor, el título abreviado de la obra y el número de volúmenes por título, información insuficiente para identificar con certeza la edición. Para superar esta dificultad, fue necesario cruzar el inventario con los catálogos publicados por la BN entre 1855 y 1857, identificar los registros en el catálogo OPAC de la biblioteca y, finalmente, cotejar los títulos con los libros originales conservados en el Fondo Manuel Ancízar. En este proceso se encontraron ejemplares con inscripciones a modo de exlibris, exdono, comentarios o notas de adquisición, manuscritas de puño y letra de Ancízar. Así, fue posible identificar la edición de 51 de los 91 títulos donados. Esta muestra, a todas luces incompleta, es significativa para trazar algunas características espaciales y temporales.
Las ediciones revelan obras de reciente impresión. Con fechas extremas entre 1812 y 1848, el 60 % de los títulos se imprimió en las dos décadas inmediatamente anteriores a la transferencia.20 Al mirar el conjunto (figura 4), es notable la primacía del libro europeo,21 sin embargo, las obras impresas en Caracas son más numerosas que las de Bogotá, Nueva York y otras ciudades europeas. Es probable que la colección se haya formado durante la vida de Ancízar, en el curso de sus funciones públicas y privadas antes de llegar a la Nueva Granada, con una participación marginal de obras heredadas por la tradición familiar, si las hubo.
Fuente: elaboración propia a partir de Gaceta Oficial [Bogotá] dic. 30, 1849: 582; y los catálogos de la BN publicados entre 1855-1857.
La transcripción, descripción y despiece de la donación de 1849 permitió la construcción de una base de datos cuyos resultados se han descrito. Esta herramienta matiza las concepciones tradicionales sobre la donación. En primer lugar, la colección no es un objeto monolítico y coherente. En el conjunto se cruzan títulos de tendencias políticas opuestas, materias diversas y autores de múltiples nacionalidades, que superan las presunciones habituales sobre la producción intelectual de Ancízar. En segundo lugar, la afirmación de una biblioteca principalmente "científica" queda categóricamente rebatida. Aunque existen títulos de dicha materia, el derecho, la literatura y la historia son predominantes. En tercer lugar, es importante considerar la entrada en 1849 como el inicio de un nuevo trasegar de los libros, esta vez disponibles para los usuarios y gestionados por la institución.
Es posible que la atribución inicial de 1852 se deba a la estrecha relación entre las donaciones de Ancízar, Acosta y Pineda. La cercanía tuvo origen en los primeros años de gestión. El 18 de agosto de 1852, el vicepresidente de la República, José de Obaldía (1806-1889), a través de la Secretaría de Gobierno, decretó la creación de la Biblioteca de Obras Nacionales. El conjunto fue conformado por
la "colección de documentos" donada [...] por el señor Anselmo Pineda; las obras donadas a la Biblioteca nacional por el difunto General Joaquín Acosta i por el D[octo]r Manuel Ancízar; i los libros, folletos, periódicos i demás impresos que han debido remitirse a aquel establecimiento.22
Sin embargo, no todos los libros donados por Ancízar pasaron inmediatamente a la Biblioteca de Obras Nacionales, pues la nueva colección agrupó únicamente obras relativas "a la historia é industria del país, o a su descripción física" y las escritas por autores nacionales.23 La disposición ejecutiva inició un proceso de disgregación de la donación que la llevó a refundirse completamente.24Antes de intentar reconstruir el trasegar de los libros por la BN, es necesario volver la mirada sobre el coleccionista, puesto que algunos títulos de la colección ofrecen nuevos datos sobre los eventos conocidos de su vida.
La donación vista a través de una trayectoria vital
Manuel Ancízar acumuló un conjunto de libros y al entregarlos a la BN impulsó una nueva etapa en la circulación de estos ejemplares.25 En el apartado anterior, se describió de manera pormenorizada el contenido de la donación de 1849. A continuación, se presentan elementos que permiten rastrear la formación de la colección. A la luz de los datos conocidos del donante hasta ese momento, el análisis del gesto de 1849 demuestra que el intelectual seleccionó y depuró su colección para entregar una parte a la BN, por lo tanto, no se trató de la cesión de su biblioteca personal.
Existe un inventario manuscrito, levantado cerca de 1849, de puño y letra de Ancízar, titulado "Obras regaladas a la Biblioteca Nacional" que confirma esta hipótesis.26 Con un total de 146 títulos, se trata de una colección considerable, constituida en al menos 923 volúmenes. Es importante señalar que, de este número total, 509 volúmenes corresponden a "Folletos, memorias, periódicos, etc.", lo que deja un saldo de 414 volúmenes en 145 títulos de libros. Es significativa la diferencia con la donación registrada por la Gaceta Oficial, la cual contenía 96 títulos y 234 volúmenes. Las diferencias fundamentales pueden consultarse en la figura 5.
Fuente: elaboración propia a partir de Manuel Ancízar, "Obras regaladas a la Biblioteca Nacional", Bogotá, c. 1849. Archivo Histórico de la Universidad Nacional de Colombia (AHLTN), Bogotá, Colección Manuel Ancízar Basterra, Personal, Donaciones a Instituciones, caja 20, carpeta 7, ff. 15-16; Gaceta Oficial [Bogotá] dic. 30, 1849: 582; Francisco Mirada, "He recibido del Sor. Vicente Nariño Bibliotecario nacional las obras presentadas por el Sor. Manuel Ancízar", Bogotá, abr. 20, 1853. Biblioteca Nacional de Colombia, Archivo Histórico, 001, ff. 101-102; y los catálogos de la Biblioteca Nacional publicados entre 1855 y 1857.
Las razones por las que Ancízar se abstuvo de donar ciertos impresos siguen siendo desconocidas. Sin embargo, en la lista manuscrita pueden encontrarse las marcas "yo" y "Torres", indicios de las modificaciones del intelectual sobre la donación. Si bien no es claro el paradero de estos libros, ni el uso posterior que les dio Ancízar, el contraste entre ambas listas evidencia una reducción significativa en los títulos de ciencias físicas y matemáticas y ciencias naturales. Es posible que haya entregado algunas de estas obras posteriormente y fuera de los inventarios levantados. Por ejemplo, actualmente la BN conserva un ejemplar de las Lecciones de astronomía profesadas en el Observatorio Real27 de François Arago (1786-1853) que porta la inscripción "Donado por el Señor Manuel Ancizar" del bibliotecario Leopoldo Arias Vargas (1832-1884), así como el exlibris "Biblioteca Nacional de Bogotá, 1855". Esta obra no aparece en el inventario publicado en la Gaceta Oficial. Es posible que Ancízar no quisiera desprenderse completamente de algunos libros que podían serle útiles para sus labores en la Comisión Corográfica, a la que se vinculó unos meses después.
Las obras de literatura pasaron de 43 títulos enlistados a 24 donados, es decir, una reducción superior al 55 %. Entre las obras que finalmente no fueron entregadas se encuentran títulos populares del siglo XIX como El moro espósito de Ángel de Saavedra (1791-1865), las Obras completas de Mariano de Larra (1809-1837), Piquillo Aliaga de Eugène Scribe (1791-1861) o los Orígenes del teatro español de Fernández de Moratín (1760-1828).28 Es posible que Ancízar renunciara a donar tales títulos por ser obras de conocimiento popular y fácil acceso entre los bogotanos. Esto también pudo suceder con la única obra de ciencias eclesiásticas sustraída: La Biblia.
También hubo libros de historia que únicamente fueron mencionados en el inventario manuscrito de 1849. Sobresalen La Revolución Francesa de Lamartine y The History of the Decline and Fall of the Roman Empire de Gibbon. Sin embargo, los catálogos de las colecciones de la BN revelan que la última se encontraba entre sus haberes hacia 1856.29 Es posible que Ancízar se abstuviera de donarla (o que la BN no la aceptara) para evitar una repetición de ejemplares. También es posible que, de un modo similar al caso de Arago, Ancízar se haya desprendido paulatinamente de los libros que enlistó en 1849. Por lo demás, a la fecha ninguna de estas hipótesis posee elementos probatorios suficientes para dar por concluida la discusión.
Aunque el conjunto de libros de política y jurisprudencia se redujo en menor medida, también hubo títulos que Ancízar finalmente no donó, entre ellos: Des Pouvoirs et des Obligations des Jury, traducción al francés del original On the Powers and Duties of Juries de Richard Phillips (1767-1840), el Esprit, origine et progrès des Institutions judiciaires des principaux pays de l'Europe de Juan Daniel Meyer (1780-1834), las Máximas sobre recursos de fuerza y protección de José de Covarrubias (s. i.), la Ilustración del derecho real de España y el Institutiones romano-hispanae de Juan Sala Bañuls (1731-1806). Entre estas, tan solo las obras de Covarrubias y Meyer se encontraban en la BN para 1855,30 por lo que se trataría de una situación similar al caso mencionado de Gibbon.
La vida pública y las redes de sociabilidad desarrolladas por el intelectual neogranadino también resultan un insumo útil para comprender la naturaleza de la donación. Además de su carácter premeditado, estos elementos revelan su carácter simbólico, esto es, una estrategia para consolidar su posición en el campo de los intelectuales. Entre los libros donados se encuentran ejemplares relacionados con momentos específicos de la trayectoria de Ancízar por Cuba y Venezuela. Sin duda, que haya conservado y viajado con libros que adquirió en los años previos a su llegada a la Nueva Granada demuestra la relevancia que le daba a estos objetos. Sus estudios de derecho civil y canónico en la Universidad de San Gerónimo en la Habana31 le dejaron en propiedad varios libros sobre la materia, que fueron fundamentales durante su labor como profesor. Si bien no es posible afirmar con certeza cuáles libros fueron adquiridos en la isla, un exlibris fechado en 1835 en el ejemplar de Le Droits de Gens de Vattel, donado en 1849, lo relaciona con el periodo que pasó en Cuba.32 Asimismo, Ancízar entregó los dos tomos de la traducción al español de La Europa y la América del Barón de Pradt, libros que conservan una nota ex dono de parte de Florentino Gimbernat,33 influyente mercader puertorriqueño durante la primera mitad del siglo XIX. De la misma manera, los volúmenes del Cuerpo de leyes, decretos y resoluciones sancionados por los Congresos de Venezuela poseen exlibris de Ancízar fechados entre 1840 y 1844.34
Durante sus años en Venezuela, Ancízar participó activamente en la fundación de la Biblioteca Nacional y fue rector del Colegio de Maracaibo. El libro Plan d'une bibliothèque universelle de Louis-Aimé Martin (1781-1844) -que se encuentra en la lista manuscrita de libros de su propiedad-35 resalta la idea de la biblioteca como un lugar que promueve el acceso al conocimiento enciclopédico, en aras de fortalecer la educación letrada en sociedades con sistemas políticos representativos.36 La existencia de este título entre los listados de obras del intelectual, así como las actividades mencionadas, muestran el compromiso de Ancízar con una labor educativa en la cual las bibliotecas eran fundamentales.
Los libros también evidencian los contactos que Ancízar estableció antes de llegar a la Nueva Granada. De especial importancia son los libros de Fermín Toro, Honores fúnebres, y el Tratado elemental de topografía de Olegario Meneses, ambos reconocidos letrados en Venezuela por su labor política y científica, respectivamente. Vale la pena recordar que el primero fue una figura esencial para Ancízar tras su salida de Cuba, de donde huyó acusado de participar en una conspiración contra la Corona española.37 De igual forma, llama la atención la nota manuscrita que se encuentra pegada sobre la portadilla del tercer tomo de Speeches and Forensic Arguments de Daniel Webster. En ella, María de Jesús Litchfield, allegada de Franklin Litchfield, cónsul estadounidense en Puerto Cabello, le obsequia algunos libros. El tono de la carta refiere una relación amistosa:
Mi estimado amigo: espero que usted tendrá la bondad de aceptar estos libros: pertenecieron a Mr. Franklin, i yo deseo que U. los conserve por su memoria i como una prueba de la amistad que profesa a U. su amiga María de Jesús Litchfield. Señor Manuel Ancizar.38
Los ejemplares de la donación están ligados con el desarrollo de las funciones públicas de Ancízar, que no se agotaron en el ejercicio de sus cargos oficiales. Entre estos, algunos libros revelan las redes que comenzó a tejer para su retorno a la Nueva Granada en 1847, cuando fue redactor de la Ley de Inmigración.39 La BN conserva un ejemplar del Exámen crítico del libelo publicado por José María Obando, estampado con un ex dono auctoris: "En señal de aprecio y amistad. Al señor Manuel Ancízar. Su apreciado y obediente servidor / T. C. de Mosquera".40 Esta anotación manuscrita remite a la estrecha relación entre Ancízar y Tomás Cipriano de Mosquera (1798-1878), presidente de la Nueva Granada entre 1845 y 1849, y es una clara muestra de que las relaciones de Ancízar estaban también ligadas por medio de los libros.41
Ancízar propició la creación de numerosos espacios de sociabilidad, algunos integrados por extranjeros.42 Entre ellos, El Neogranadino le permitió el ingreso al mundo de las publicaciones y de la opinión pública. Con la aprobación del gobierno de Mosquera y la ayuda de los hermanos venezolanos Echeverría, estableció la imprenta que serviría para la publicación del periódico homónimo y de la Gaceta Oficial, órgano de comunicación del Gobierno. Entre los libros donados en 1849, se encuentra Typographia, de Thomas F. Adams, que profundiza aspectos técnicos de la planeación y elaboración de los impresos.43 Este manual referencia maquinarias tipo Smith Press -modelo del que Ancízar importó a su nombre "unas piezas de hierro que son parte de una prensa de imprimir" en 1848-44 y tipo Washington -modelo que puso a la venta en un aviso publicado en El Neogranadino en 1849-.45 En otras palabras, le proporcionó al intelectual conocimientos técnicos y administrativos sobre el oficio y debió de serle útil para desempeñar sus trabajos como impresor.
Esta caracterización propone interpretar la donación como una construcción intelectual en varios sentidos, no solamente por toda la preparación conducente a la entrega en sí misma -con la comparación de los listados encontrados-. En ese conjunto de libros también se encuentran representados diferentes momentos de la vida del donante -como su paso por Cuba y Venezuela-, su experiencia vital acumulada, y las expectativas que como intelectual poseía en el momento. En este sentido, la donación se considera una construcción con valor simbólico, encaminada al posicionamiento del donante entre los agentes del campo intelectual de la época, en un momento de cambios institucionales.
La donación como parte de un cambio institucional
Mientras Manuel Ancízar establecía contactos para posicionarse dentro de la élite intelectual bogotana, la BN empezó a salir de una especie de congelamiento en el que estuvo, prácticamente, durante toda la primera mitad del siglo XIX. En paralelo, José María Samper (1828-1868) cursaba sus estudios de jurisprudencia en Bogotá, época que describió en su autobiografía. En esta se incluye una referencia satírica al bibliotecario Vicente Nariño, (1793-1855), elocuente sobre el estado de la BN en la década de 1840:
Un día se me ocurrió la idea de ir á matar el tedio en la Biblioteca Nacional: entré y me llamó la atencion don Vicente Nariño, Bibliotecario entónces, hijo del ilustre revolucionario y prócer bogotano que reveló en Colombia los "Derechos del hombre" Don Vicente parecia haberse petrificado en la Biblioteca, formando una masa comun con los pergaminos en folio: era como un estante viviente, pero sin libros; una especie de biblioteca muda y sin índice, y vegetaba allí como hubiera podido vegetar en una vasta botica un hombre extraño de la farmacia. Nadie entre nosotros habia manejado más libros que él, pero nadie era ménos literato ni erudito.46
Para entonces, el acervo de la BN se componía principalmente de los volúmenes pertenecientes a la biblioteca administrada desde finales del siglo XVIIi por Manuel del Socorro Rodríguez (1758-1819), junto con los títulos expropiados a la Compañía de Jesús, entre otros. Según Jorge Orlando Melo, el desinterés institucional obedeció a un contexto más amplio, en el que la administración de la joven república no otorgaba valor ni utilidad a "esas colecciones de libros de teología y derecho canónico": "La Biblioteca Nacional de 1848, [...] se había limitado a guardar los libros de la colonia, sin añadir casi nada a la colección: ni los periódicos ni los folletos o los partes de batalla".47
En este contexto de precariedad institucional, los coleccionistas privados llenaron vacíos en la circulación de títulos de vanguardia por medio de la compra -que muchas veces implicaba la importación-, el préstamo y la donación. Aunque las instituciones estatales dedicadas a la difusión del conocimiento y la cultura no se encontraban en el centro de las preocupaciones de los primeros gobiernos liberales, estos impulsaron algunas iniciativas para la adquisición de nuevos títulos: la Ley de 16 de mayo de 1834 "sobre depósito y conservación de impresos en la Biblioteca Nacional",48 la donación de Jerónimo Torres (1771-1839)49 en 1836 y sobre todo la compra de títulos en París (1847) y Londres (1848)50 ordenada por el presidente Tomás Cipriano de Mosquera a su hermano Manuel María (1800-1882), diplomático en Europa.
Una caracterización general de las donaciones de Ancízar, Acosta y Pineda,51 muestra que además de la cercanía cronológica entre los dos primeros, los títulos cedidos corresponden a aquellos utilizados en sus actividades intelectuales: para Acosta, principalmente libros de referencia y consulta para la escritura del Compendio; y para Ancízar, sus libros de uso y autores de referencia en su actividad como docente, teórico y escritor. En el caso de Pineda -como señala Cardona-,52 los documentos e impresos fueron reunidos gracias a una recopilación sistemática con la participación de muchos allegados, quienes facilitaron la ubicación y adquisición de los ítems. En esta dinámica de circulación, los tres intelectuales se reconocían como agentes dinamizadores, realizando donaciones y préstamos entre ellos53 y otros pares de su círculo letrado. Contrario a lo que se ha afirmado, ninguna de estas donaciones corresponde a las bibliotecas particulares de Acosta o Pineda, así como tampoco lo fue en el caso de Ancízar.
Aunque probablemente imperceptible para usuarios como Samper, la BN de mitad de siglo XIX se encontraba en un momento de transición no solo en sus políticas, sino en el tipo de conocimiento que ofrecía al público. Para la generación de Samper, nacida después de la Independencia, resultaba evidente el estado de atraso de la BN con respecto a las colecciones privadas a las que podrían tener acceso:
El cambio generacional implicaba el surgimiento de los primeros líderes nacionales educados en escuelas totalmente republicanas, no coloniales, que habían sido expuestos a una variedad de ideas extranjeras mucho más amplia que la que era posible antes de la Independencia, cuando el contacto intelectual con el mundo exterior era más complicado, aunque no inexistente.54
Este es un elemento a tener en cuenta para comprender la disposición de la BN, la Universidad del Primer Distrito y la Secretaría de Gobierno a la hora de acoger las iniciativas privadas que permitían incluir algo de actualidad en los acervos públicos sin realizar una inversión presupuestal elevada.55
Los gobiernos radicales de Mosquera y López impulsaron su agenda modernizadora y progresista para el Estado, propagando orientaciones ideológicas particulares, tanto en la política pública como en la circulación de conocimiento accesible a la élite letrada, por medio de instituciones culturales como la biblioteca y educativas como la universidad. Para ello, el gobierno utilizó los mecanismos estatales para comprar títulos -al final del primer periodo presidencial de Mosquera- y se benefició de prácticas culturales en la circulación del libro como la donación. Esta dinámica estimuló no solo la compilación -para el caso de Pineda-, sino la inclusión de intelectuales ideológicamente afines a la administración estatal en los circuitos oficiales de la vida pública -el caso de Ancízar-.
A pesar de la falta de un estudio crítico sobre las prácticas asociadas a la institucionalidad de la BN en este periodo, podemos encontrar algunas pistas sobre su lugar en el ámbito de lo público. En agosto de 1852 se promulgó el decreto de la formación de la Biblioteca de Obras Nacionales, por medio del cual se continuaba la labor recopilatoria de Pineda, con el objeto de reunir la mayor cantidad de documentación posible sobre la vida republicana de Colombia. Entre 1853 y 1854 la Biblioteca se vio afectada por tres eventos: primero -en el marco de una nueva Constitución de corte liberal- se consolidó su vínculo con la principal institución de educación pública del país, esta vez bajo la figura del Colegio Nacional de Bogotá;56 segundo, durante abril de 1854 el Edificio de Las Aulas (sede de la Biblioteca) fue "cuartel" de las fuerzas del general José María Melo (1800-1860) sublevadas contra el gobierno del presidente José María Obando (1795-1871), lo que ocasionó el cierre del espacio por más de un año y obligó a realizar un nuevo inventario en 1855 para ponderar las pérdidas;57 y tercero, el bibliotecario Vicente Nariño, quien ocupó el cargo desde 1819, falleció poco después de la guerra civil. Con el nombramiento de Leopoldo Arias Vargas (1832-1884) se inició un nuevo periodo en la gestión de la Biblioteca.
Tras el agitado contexto político del final de la década de 1850, la Biblioteca nuevamente cayó en un periodo de olvido institucional. En 1861 hubo una entrada masiva de títulos a sus fondos, producto de la implementación de la Ley de Desamortización de Bienes de Manos Muertas durante el inicio del segundo periodo presidencial de Mosquera (1861-1863), que propició la posterior elaboración de un nuevo catálogo de todos los títulos existentes en la institución. Hacia 1874, todavía se consideraba que el conjunto de la BN correspondía a títulos poco relevantes de índole "tradicional y religiosa":
La Biblioteca Nacional era, pues, "un anacronismo enorme" que era necesario adaptar a las necesidades de "la aplicación a las industrias productivas" [...]. Era, en consecuencia, la prueba irrefutable de las diferencias entre la acumulación de bienes simbólicos en Bogotá y la ausencia de instituciones culturales difusoras de una moral laica y republicana en el resto del país.58
Todo parece indicar que, debido a las vicisitudes institucionales, producto de la agitada situación sociopolítica, los títulos pertenecientes a la donación de Ancízar terminaron mezclados con los demás volúmenes de la BN. Una de las justificaciones utilizadas por Francisco Javier Vergara y Velasco (1860-1914) para solicitar la implementación de un nuevo sistema de clasificación para los fondos de la Biblioteca en 1904 fue que "los fondos Mutis, Pineda, Ancízar, Vergara y Vergara y Madiedo están hoy refundidos en el acervo común".59
Conclusiones
La caracterización de la donación de Manuel Ancízar a la Biblioteca Nacional en 1849 permite cuestionar los calificativos usuales para referirse al conjunto. El contenido de la donación revela la colección de un jurista, con una presencia mayoritaria de libros de política y jurisprudencia, entre ellos obras y autores censurados por la Iglesia católica. La mayoría de los títulos eran de reciente impresión y de procedencia europea. Así mismo, la colección evidencia la trayectoria vital del donante: las marcas en los libros (exlibris, dedicatorias, notas) remiten a momentos concretos de la vida de Ancízar, sus amistades y -fragmentariamente- sus contactos. El donante no se desprendió de la totalidad de sus volúmenes: depuró deliberadamente una parte de su biblioteca para entregarla a la institución. Como se ha visto, la comparación entre una lista manuscrita y una nota de prensa permite ver que el proceso de donación implicó una selección. Se trató, entonces, de un hecho premeditado que puede entenderse como una de las múltiples estrategias que el agente utilizó simultáneamente para legitimarse entre la élite letrada neogranadina. Finalmente, al pasar de un agente privado a un agente público, la colección tuvo una nueva vida sin incidencia directa del donante. En un momento de cambio institucional, la BN agregó y retiró libros del conjunto de acuerdo con los intereses políticos y con el manejo bibliotecario de la época. Estas condiciones posibilitaron la dispersión de la colección, como finalmente ocurrió. En este sentido, el fondo que hoy se conserva es una construcción de la institución y difiere sustancialmente de la donación originaria.
En el contexto de reformas educativas fundamentales para profundizar un proyecto liberal, las bibliotecas fueron lugares donde se expresaron intereses políticos, sociales y culturales. Ancízar no solo creó nuevos espacios de sociabilidad donde entró en contacto con los letrados de la época, sino que creó un vínculo con instituciones culturales tradicionales como la Biblioteca Nacional. Este estudio hace explícita la codependencia entre los agentes intelectuales y los del circuito del libro. Por un lado, la donación de libros se entiende como una estrategia encaminada a consolidar el lugar de Ancízar entre las élites neogranadinas, para quienes, posiblemente, su participación en empresas culturales de reciente creación no era suficiente para posicionarlo en el campo. La publicación de la donación en el periódico oficial del Gobierno -es decir, la aprobación pública por el Estado-, la incorporación de una parte de los libros a la Biblioteca de Obras Nacionales y, en las décadas posteriores, la creación del Fondo Manuel Ancízar Basterra demuestran que el intelectual logró consolidarse como un miembro reconocido de los escenarios letrados y bibliográficos del país. Por otro lado, la Biblioteca necesitaba donantes para incrementar sus fondos y diversificar sus temáticas. En un momento de fuertes debates sobre la orientación ideológica del Gobierno, las nuevas adquisiciones se convirtieron en una necesidad: préstamos y donaciones facilitadas por ciudadanos interesados impulsaron el enriquecimiento del acervo bibliográfico público.
Luego del análisis pormenorizado realizado en estas páginas, se abren nuevas perspectivas de estudio. Además de las relaciones entre el contenido de los títulos y el pensamiento del donante, vale la pena preguntarse por la relación entre la donación del autor de la Peregrinación de Alpha y la hecha por otros intelectuales como Acosta, Pineda, Madiedo, Vergara y Vergara, etc., así como por el lugar que tienen estos gestos en la construcción de una biblioteca pública de "características modernas". De la misma forma, es necesario poner en diálogo estos problemas con el contexto latinoamericano, si se tiene en cuenta la relación establecida entre Ancízar y otras figuras prominentes como Andrés Bello en Chile y Domingo Faustino Sarmiento en Argentina. Se trata, en resumen, de los primeros pasos en un camino por explorar.