Introducción
Las playas son concebidas como uno de los recursos costeros de mayor valor para el crecimiento económico de los países en los que existen estos ambientes naturales. Su especial belleza escénica y su potencial para el desarrollo de múltiples actividades hacen de estas un espacio productivo y clave para las economías nacionales.
De acuerdo con Almazán, Palomino y García (2000), Bird (2008), Marcomini y López (2006), Martínez (1997), Pérez et ál. (2000) y Tarbuck y Lutgens (2005), estas zonas constituyen ambientes dinámicos. Su topografía, composición geológica, clima, la influencia de los movimientos del nivel del mar, entre otros condicionantes de orden físico-natural, generan grandes variaciones de un lugar a otro y entre periodos del año. No obstante, también es posible que una misma playa pueda sectorialmente presentar comportamientos morfodinámicos diferentes en la misma época. De allí que se reconozca que los procesos continentales y oceánicos convergen a lo largo de estas, creando paisajes que, con frecuencia, experimentan cambios rápidos de las variables que regulan el equilibrio del ecosistema costero.
En efecto, estas zonas suelen presentar desde su origen una importante variabilidad morfológica en periodos breves de tiempo (Dean 1977; Garaú 1984), lo cual es una consecuencia de las complejas interacciones que se producen entre elementos como el oleaje, la marea, los vientos y las corrientes, aunado a otros elementos tales como los rasgos batimétricos, el origen y el tamaño del sedimento, así como su disponibilidad (Bird 2000; Carranza et ál. 2015; Márquez, Campos y Castro 2010).
En relación con este último elemento, Gutiérrez Elorza (2008), refiere que el origen de los sedimentos de una playa es muy variado: fluvial, erosión de los acantilados, provenientes del fondo marino, eólicos, entre otros. A estos ocasionalmente se añaden los resultantes de las actividades antropogénicas.
Desde esta perspectiva, los estudios sedimentológicos y geomorfológicos enmarcados en el reconocimiento de los agentes y procesos intervinientes en la línea de costa, cobran gran relevancia, ya que contribuyen no solo con el conocimiento de la dinámica de estos espacios, sino que, además, proveen información base para su ordenamiento y gestión ambientalmente responsable.
Se reconoce que en la actualidad estos depósitos constituyen zonas para la ejecución de la intensa y creciente acción antropogénica, lo cual supone en parte una amenaza para su equilibrio, dado que por su carácter sistémico y complejo, suelen ser sumamente frágiles. Lo anterior se da considerando que su dinamismo deriva de la interacción de los elementos marinos, terrestres, atmosféricos y antrópicos, los cuales determinan tanto sus características físicas, como las potencialidades y restricciones para su aprovechamiento.
En efecto, de acuerdo con Lara-Lara et ál. (2008) y Pannier (1986), estas zonas resultan estratégicas, ya que, en general, albergan una gran diversidad de actividades como la extracción de recursos, turismo, acciones para la seguridad nacional, entre otras. No obstante, suelen presentar conflictos de uso, apropiamiento de los recursos, así como impactos ambientales en el suelo, agua, entre otros elementos del paisaje. De allí que resulte necesario conocer las interrelaciones que se producen entre los elementos intervinientes en las zonas costeras, a fin de planificar su ocupación, así como la explotación de sus recurso, de manera tal que se puedan garantizar las posibilidades de un desarrollo ambientalmente sustentable (Díaz 1992).
Bajo esta premisa, la Propuesta del Plan de Ordenación del Territorio del Estado Bolivariano de Miranda (Gobernación del Estado Bolivariano de Miranda - Ministerio del Poder Popular para el Ambiente 2010) propicia la gestión adecuada de las zonas costeras. Para tal fin, establece que es necesario el análisis físico-natural de los espacios, con el propósito de identificar sus potencialidades y restricciones, los cuales conjuntamente con los resultados de análisis socioeconómicos servirán de base para, entre otros aspectos, jerarquizar prioridades que conlleven al aprovechamiento sostenible del litoral.
En este sentido, y considerando el contexto específico del área objeto de investigación, destacan los aportes de Maloney (1965), quien describe las características de esta costa, la cual ubica en el tramo que abarca desde Morón hasta Cumaná, expresando, en líneas generales, que esta zona presenta tramos en donde los rasgos estructurales, fallas o plegamientos controlan la evolución de la morfología costera; mientras que en otros la sedimentación y sus procesos asociados definen las características litorales. Al noreste de Cabo Codera, la costa es clasificada como de acantilados, debido a que se caracteriza por ser angosta, rocosa, rectilínea y con pequeños remanentes de terrazas marinas, mientras que al sureste se observa, más bien, una planicie marcada por playas de arenas, cordones litorales, lagunas y pantanos, por lo cual la clasifica como una costa lagunal.
Suárez (1991), analizó el origen y los cambios inducidos por procesos naturales, así como el impacto de las acciones antropogénicas a lo largo de toda la costa continental del territorio venezolano. En este trabajo destaca la morfología de la costa asociada a los procesos erosivos y sedimentarios predominantes, así como la influencia de los factores terrígenos, indicando que deben establecerse los grados de vulnerabilidad de las costas con establecimientos humanos, ante la tendencia a la elevación del nivel del mar por la intensificación del efecto invernadero. Se distinguen, para el área objeto del presente estudio, dos zonas: la primera, en donde prevalece un relieve abrupto caracterizada por procesos erosivos, por lo que las zonas de acumulación son reducidas y están localizadas en pequeños valles y entrantes de la costa; y la segunda, ubicada entre Cabo Codera y Barcelona, con un relieve relativamente plano, en donde prevalece la sedimentación con desarrollo de largas playas arenosas y lagunas litorales en las que se pueden encontrar importantes comunidades de manglar.
En este orden de ideas, Lara de González, Suárez y Marcucci (1997), caracterizan el sector como una costa irregular, constituida por numerosos islotes, lagunas y pantanos con abundante vegetación de manglar. Las playas allí existentes son producto de la interrupción del transporte litoral de sedimentos, por parte del saliente de la cordillera de la costa, el cual actúa como un abrigo montañoso que favorece el desarrollo de tales depósitos.
Núñez et ál. (2018) refieren, con base en un estudio más específico desarrollado en Playa Caimanes, ubicada al noroeste del área de estudio, que se trata de un depósito constituido por arenas gruesas en todo el perfil de playa. Mientras que hacia las zonas del vaivén y rompiente tienden a estar moderadamente seleccionadas, con una distribución asimétrica fina y leptocúrtica, presentando un perfil morfodinámico reflectivo, que indica que el oleaje en la actualidad toma partículas desde la barrera sumergida y las redistribuye hacia el interior del depósito.
En el caso específico de playa San Francisquito, esta se ubica en la región costera centro norte de Venezuela, al suroeste de Cabo Codera, en el municipio autónomo Luis Brión, dentro de la jurisdicción de la Parroquia Higuerote, en el estado bolivariano de Miranda. Geoastronómicamente se encuentra entre los 10° 33' 31" y los 10° 33' 43" de latitud Norte, y entre los 66° 3' 26" y 66° 3' 20" de longitud Oeste. Geográficamente, limita al Norte con la vertiente sureste del Cabo Codera, con el saliente Punta Castillito, al Sur con Punta Peña Negra, al Este con el Mar Caribe y al Oeste con la vertiente terminal de cordillera de la Costa (Figura 1).
Este tramo litoral, geomorfológicamente, es reconocido como una costa de sedimentación (Suárez 1991) o planicie costera (Pannier 1986), caracterizado por la presencia de una plataforma amplia, con suaves pendientes, que permite la formación de barras arenosas, lagunas costeras, importantes áreas de manglar y ambientes de playa bien desarrollados y formados por deposición sedimentaria marino-fluvial.
Al respecto, Lara de González, Suárez y Marcucci (1997), indican que el material involucrado en el transporte litoral de esta costa proviene, en gran proporción, de los ríos Curiepe, Capaya y Tuy, que desembocan hacia el Este del área de estudio. Dicho material es transportado por la deriva litoral, hacia el noroeste, en donde es interrumpido por un saliente montañoso de la Cordillera de la Costa denominado Cabo Codera, el cual actúa como abrigo topográfico y propicia la precipitación y acumulación de los sedimentos suspendidos en el agua, favoreciendo así la formación de importantes depósitos de playa.
Urbani (2002) identificó afloramientos de parte de la Asociación Metamórfica Ávila, correspondientes al Complejo San Julián (Precámbrico-Paleozoico), compuesto por esquistos y gneis, con una predominante mineralogía de cuarzo, plagioclasa, moscovita, clorita, biotita, epidota feldespato y granate. En este complejo, frecuentemente se nota una rápida gradación, desde una textura esquistosa, haciéndose la granulometría más gruesa hasta que pasa a rocas de carácter gnéisico.
Con base en los preceptos anteriormente referidos para el área objeto de estudio, se puede afirmar que la información que existe sobre los rasgos morfodinámicos y sedimentológicos del depósito de playa ubicado en San Francisquito es genérica, correspondiendo al sector en donde esta se circunscribe, sin especificidad sobre la fuente de origen del material, así como los agentes y procesos involucrados en su constitución.
Por lo que la presente investigación planteó como propósito el precisar los rasgos morfodinámicos y sedimentarios del depósito de playa de San Francisquito, a fin de aportar información geomorfológica base, que permita reconocer los agentes y procesos que han contribuido en su formación y evolución.
Metodología
Atendiendo a su propósito, se planteó una investigación desde el paradigma cuantitativo, con un diseño de campo, multivariable y no experimental, en un nivel explicativo, para lo cual se ejecutaron tres fases: campo, laboratorio y oficina.
Fases y procedimientos de la investigación
Fase de campo
Se realizaron dos visitas al área de estudio, la primera en octubre de 2014 y la segunda en julio de 2016, con el doble propósito de: a) colectar muestras de sedimentos superficiales y registrar los rasgos morfométricos del perfil de la playa; así como b) medir las condiciones morfodinámicas del oleaje para el sector.
Atendiendo a la longitud superficial del depósito de aproximadamente 400 m, se llevó a cabo un muestreo sistemático, que permitió colectar los sedimentos superficiales de manera longitudinal, en sentido SE-NW cada 100 m por posición topográfica. Esto permitió colectar cuatro muestras en la berma, cuatro en rompiente y cinco para la zona de vaivén, para un total de trece muestras. Estas fueron preservadas en bolsas de polietileno para su traslado al laboratorio, identificadas con datos correspondientes al punto de muestreo.
En cada punto de muestreo se procedió a registrar el ángulo de inclinación en la zona intermareal, así como las condiciones de altura, longitud y periodo del oleaje cada 6 horas, siguiendo el criterio propuesto por Tovar y Álvarez (2005).
La altura de la ola es definida por Monkhouse (1978) como la distancia desde la cresta al seno, por lo que para su determinación se utilizó una baliza de madera, para registrar la oscilación máxima (cresta) y mínima (valle) que generó el movimiento de las olas. Considerando la diferencia de esta oscilación, se determinó la altura del oleaje. La medición en cada punto se realizó por triplicado, considerando al promedio de las tres mediciones como la estimación de tal indicador para el punto de muestreo. Dichos valores fueron posteriormente comparados con la escala de Douglas (citada en Tovar y Álvarez 2005) para describir el estado del mar y del oleaje.
La longitud, fue asumida para efectos de la presente investigación como la distancia entre dos crestas sucesivas (Monkhouse 1978). En tal sentido, para su estimación se procedió a medir y registrar por triplicado en cada punto de muestreo la referida distancia y luego se determinó un promedio.
El periodo fue considerado como el tiempo que invierte la ola para recorrer una distancia equivalente a su longitud (Monkhouse 1978). Siendo así, para su estimación en campo se procedió a colocar un balón de anime de 10 cm de diámetro, justo sobre la cresta de una ola y previa delimitación de la distancia a recorrer. Se verificó con apoyo de un cronómetro el tiempo que transcurrió durante el desplazamiento del balón entre ambos puntos del recorrido. El procedimiento se llevó a cabo por triplicado para posteriormente promediar los valores obtenidos.
Fase de laboratorio
Las muestras de sedimentos superficiales colectadas en campo fueron tratadas en laboratorio a fin de precisar las características físicas y químicas del material que constituye el depósito. En tal sentido, se consideró:
a) Análisis granulométrico de las arenas. Para lo cual se empleó el método de tamizado en seco (Kóster y Leser 1976), pesando para cada punto de muestreo 50 g de material seco. Luego se procedió a batirlos durante 15 minutos en la tamizadora Sievefester, modelo SS-15, serial 4921 y 4922 Gison Company, INC. Posteriormente se pesó por separado cada fracción de sedimentos (1 mm, 500 µm, 250 µm, 125 µm, 63 µm y <63 µm), tabulando los resultados del peso en gramos, para finalmente estimar la frecuencia acumulada -en adelante, FA-, frecuencia porcentual (%F) y frecuencia porcentual acumulada (%FA).
b) Determinación del contenido de carbonato de calcio -en adelante, CaCO3-. Se estimó a partir del método de digestión de carbonatos y con apoyo en el protocolo reportado por Twenhofel y Tyler (1941). Para conocer el contenido de carbonato se empleó la Ecuación 1.
Para representar el resultado en porcentaje se procedió mediante la Ecuación 2.
c) Determinación de la angulosidad del cuarzo. Con base en el método morfoscópico, atendiendo al protocolo descrito por Roa y Berthois (1975) y con apoyo de una lupa estereoscópica modelo Leica Zoom 2000, se identificó la forma de los granos de cuarzo, a partir de una muestra de 100 partículas seleccionadas al azar por punto de muestreo.
d) Fracción de minerales pesados. Se empleó el método de separación al bromoformo, propuesto por Roa y Berthois (1975), quienes advierten que la sustancia tiene una densidad de 2,90; lo que permite separar por flotación la fracción ligera (cuarzo, feldespato y carbonato con densidades inferiores a los 2,77) de los minerales pesados -sin diferenciar mineralógicamente- que precipitan, quedando retenidos en el papel secante. En este procedimiento, se emplearon balones de separación (embudo Gibson) de 250 ml y se enrasó con bromoformo marca Merck y densidad 2,89.
Fase de oficina
En esta fase, permitió:
a) Construcción de las curvas granulométricas semilogarítmicas a partir de los datos obtenidos en el tamizado en seco de las partículas, asumiendo para su construcción los lineamientos referidos por Roa y Berthois (1975).
b) Estimación de parámetros texturales, para lo cual se programó una hoja de cálculo que permitió determinar la tendencia central, a fin de conocer el tamaño promedio de los granos, la dispersión o selección, la tendencia hacia la cola o asimetría y la concentración hacia los valores centrales de la distribución o curtósis.
c) Estimación de indicadores de la morfodinámica del oleaje, para lo cual se calcularon valores promedios referentes a las características del oleaje: altura, periodo y longitud del oleaje (Tovar y Álvarez 2005), así como el número Deam (Cuevas-Jiménez y Euán-Ávila 2010).
Resultados
Condiciones del oleaje incidente en el litoral
Las condiciones marinas del sector objeto de investigación reflejan que, en general, el oleaje incidente en el sector presenta una altura promedio de 25,83 cm, lo que la clasifica en el grado 2 de marejadilla, de acuerdo con la escala de Douglas (citada en Tovar y Álvarez 2005), y supone olas definidas y cortas con ruptura de crestas con aspecto vidrioso. Esto coincide con lo referido por Borges (2008), quien reseña que para este sector costero, al cual denomina entidad Miranda, el 49,82% del oleaje incidente registra alturas máximas de 90 cm, mientras que el 6,69% alcanza 150 cm, y apenas el 0,29% se ubica en 210 cm.
La velocidad promedio estimada fue de 1,52 cm/s y la longitud media de onda de 19,25 cm (Tabla 1). Es importante destacar que Méndez (2007) afirmó que en la mayor parte del Caribe, en el caso específico de las velocidades de las corrientes de marea están entre 2 y 4 cm/s, mientras que Núñez et ál. (2018) reportaron para la costa de playa Caimanes, al noroeste de Cabo Codera una velocidad del oleaje de 8,5 cm/s.
La velocidad del oleaje en la zona, está influenciada por la barrera arrecifal que flanquea el depósito, la cual representa un obstáculo natural que frena la acción del oleaje proveniente del mar abierto, disminuyendo su velocidad y contribuyendo con la sedimentación hacia la zona continental (Figura 2).
Fotografías de Franklin Núñez, julio de 2016. Nota: a) una vista de la berma desde el extremo noroeste del depósito, las flechas en el centro de la imagen, señalan la ubicación de la barrera arrecifal que obstaculiza la incidencia directa del oleaje en el sector; b) se muestra una vista de planta del sector, en donde se distingue a plenitud la barrera arrecifal; y c) parte del arrecife emergido hacia el extremo noroeste del depósito.
El perfil de olas estimado es 1,31, que corresponde a olas trocoides inestables; es decir, la cresta se proyecta por encima del nivel medio del mar más de lo que descienden los senos por debajo de este mismo nivel, por lo que las partículas que oscilan en vertical necesitan un fondo marino de un orden igual al de su propia amplitud de oscilación (OMM 1998).
La condición inestable permite inferir la madurez de la ola, en este caso, se asume que esta se encuentra en su ciclo maduro, ya que posiblemente la velocidad del viento es igual o menor a la velocidad de propagación.
En cuanto al número Deam estimado para la zona, presenta valores típicos de playas intermedias (Tabla 1, Figura 3), lo que supone que la zona del rompiente está más o menos alejada de la orilla, pero sin entrar en alta mar. Ahora bien, se reconoce que, tal como refieren Vidal et ál. (1995), este estado del perfil morfodinámico presenta morfologías muy complejas.
En general, las playas intermedias presentan diferentes estados en función de las condiciones del oleaje, la variabilidad total de estas playas es muy elevada, por lo que los rasgos morfosedimentarios del depósito pueden cambiar rápidamente en periodos de tiempo muy cortos.
Morfometría del depósito
La zona emergida presenta una extensión aproximada de 400 m a lo largo de la línea de costa, con un ancho promedio de berma de 6,02 m, que limita al Oeste con un microacantilado o frentes montañosos y hacia el Este con la presencia de una pequeña barrera arrecifal, siendo más desarrollada hacia el extremo Norte en donde alcanza poco más de 6 m, mientras que en el extremo Sur se registró una extensión de 5,9 m, para un área total de 0,2219 ha, clasificando por su forma como un depósito elongado (Tabla 2, Figura 4), con una pendiente promedio de 5,40o, clasificando como un relieve suave de acuerdo con el criterio propuesto por Henao (1998).
Fotografías de Franklin Núñez, julio de 2016. Nota: nótese la forma elongada en los detalles las vistas: a) de planta, b) desde el extremo sureste, c) desde el extremo noreste. Hacia el extremo norte, d) la presencia de una pequeña laguna interna como consecuencia de la sedimentación favorecida por la barrera arrecifal emergida y e) exoesqueletos de univalvos (gasterópodos) sobre las arenas.
Rasgos granulométricos
Textura de los sedimentos
Los sedimentos que constituyen la zona de la berma (Tabla 3), presenta una tendencia hacia la moda de las arenas medias (0,21 a 0,35 mm), mientras que en el resto del perfil de la playa los granos se ubican mayoritariamente hacia el tamaño de las arenas gruesas (0,059 a 1,19 mm).
En efecto, las curvas semilogarítmicas presentadas en la Figura 5 evidencian trazados largos y con pendientes uniformes e inclinadas en la zona central y, por lo general, suavizadas hacia los extremos, lo cual está asociado a depósitos heterométricos con dominancia de arenas medias; mientras que en las Figuras 6 y 7, correspondientes a las zonas de vaivén y rompiente respectivamente, las curvas se presentan igualmente extendidas y con mayor pendiente, lo que está relacionado a la preponderancia de las arenas gruesas, siendo típico de depósitos costeros (Kóster y Leser 1976).
El "coeficiente de selección" indica que en todo el perfil de playa el material está moderadamente seleccionado (Tabla 4), lo cual está vinculado con las limitadas potencialidades que tiene el oleaje como principal agente de transporte para favorecer la escogencia exclusiva de una talla en particular, advirtiendo una selección relativa sin limitar la condición de heterogeneidad del depósito.
Nota: FF = fuertemente fina; F = asimetría fina; CS = cercano a la asimetría; g = asimetría gruesa; FG = fuertemente gruesa (Boggs 2009). LC = leptocúrtica.
El "índice de asimetría" muestra diferencias por posición topográficas (Tabla 4) en el perfil de playa: en la berma (SK = -0,06) y el vaivén (SK = -0,01) la asimetría es cercana a la simetría, lo cual permite inferir que, en la distribución del material, la fracción gruesa resulta ligeramente más abundante que la fina; mientras que en larompiente arrojó un valor promedio de SK = -0,18, lo que indica una asimetría gruesa permitiendo suponer que en este sector el material grueso supera al material fino. El "coeficiente de Curtosis" advierte que en el perfil de playa la distribución es leptocúrtica (Tabla 4), con promedios de 1,5 en la berma, 1,04 para el vaivén, y 0,96 en rompiente.
Angulosidad de los granos de cuarzo
Presentan bordes subangulosos a subredondeados, en unas proporciones más o menos similares por posición topográfica (Figuras 8 y 9): en la berma en promedio el 42,86% de estas partículas se presentan angulosas, seguidas de 31,32% angulosos; estas fracciones suman el 74,18%, Mientras tanto, el resto del material se distribuye entre redondeado (24,44%) y muy redondeado (1,38%). En el vaivén la porción angulosa abarca el 55,20% del material, seguido por los granos subangulosos (33,85%) y redondeados (10,95%). En la rompiente las partículas angulosas representan el 52,63% del material, seguida por la fracción subangulosa con el 38,62%, mientras que las redondeadas representan el 8,75% de las partículas en el depósito.
Nota: a) predominancia de granos, generalmente de color blanco lechoso, con armazón tridimensional al microscopio, y sin rasgos de exfoliación ni caras cristalinas; b) en algunos casos, se presentan coloreados en tonos amarillos a pardos, que indican la presencia de elementos traza.
Tal distribución de la forma de los cuarzos, supone que estos han sido pobremente rodados por el oleaje, al igual que la deriva litoral como principales agentes de la redistribución de los sedimentos en el tramo costero, de allí que se haya producido el desgaste leve de las aristas, por lo que se interpreta que el transporte del material ha sido relativamente corto, pudiendo estar vinculado a los afloramientos de esquistos referidos para el sector.
Composición mineralógica del depósito
Los sedimentos presentan similitud mineralógica en los tres sectores del perfil de playa, dominado por partículas bioclásticas (Tabla 5), con un promedio de poco más del 80% de bioclástos. El resto del material lo constituye para la berma y el vaivén, una fracción liviana sin diferenciar (+8%) y minerales pesados (+6%); mientras que para el rompiente, la fracción pesada se corresponde con aproximadamente el 12% del material, y la liviana apenas representa en promedio el 6% del depósito.
Las arenas calcáreas, generalmente, están constituidas por acumulaciones de residuos esqueléticos y exoesqueléticos de plantas y animales marinos, entre estos las algas coralinas, los cocolitóforos, la foraminífera y los equinodermos. Las más comunes son las conchas o los residuos de microorganismos de foraminífera, generalmente de diámetro inferior a 1 mm (Sandoval 2012).
El origen de la fracción de bioclástos, posiblemente, se encuentra en la barrera arrecifal que corre paralela al borde costero, siendo esta la principal fuente de partículas como consecuencia de la acción abrasiva del oleaje. En efecto, hacia el sector de Carenero, ubicado hacia el suroeste de San Francisquito, se han identificado entre 8 y 15 especies de corales; las más comunes son Siderastrea sidérea y Siderastrea radians (Conde y Carmona 2007).
Adicionalmente, Ardito y García (2009) han identificado en San Francisquito 47 especies de algas marinas, entre las que destacan las correspondientes a las familias Ulvaceae, Cladophoraceae, Caulerpaceae, Dictyotaceae, Rhodomelaceae, Gelidiaceae, entre otras. Si bien resultan en menor abundancia que las reportadas para Puerto Francés en el mismo estudio, es posible que se deba a que San Francisquito es menos expuesta a mar abierto, por lo que el grado de exposición al oleaje es menor, lo que constituye una limitante para el crecimiento de las algas: se genera una menor circulación del agua que limita la absorción de nutrientes. En efecto, de acuerdo con Milliman y Droxler (1995), el carbonato de calcio generado por los corales, así como por las algas calcáreas, constituyen la mayor fuente de sedimentos en los mares y océanos.
Otra posible fuente de origen del material, se ubica en el banco de La Tortuga, del cual se separa por aproximadamente 79 km, en donde se han reportado (Maloney y Macsotay 1967; Méndez 2007; Del Mónaco et ál. 2010), especialmente al norte, sureste y suroeste de la isla, la existencia de numerosos arrecifes coralinos. El transporte de este material hasta la zona de acumulación obedece a la complejidad de procesos asociados al desplazamiento del oleaje: a) el tren de oleaje proveniente del noreste, tiene un primer contacto con la zona este de la isla, entre Punta Delgada y Punta de los Cumanesos, en el área de barlovento, justo allí se generan dos trenes de ondas opuestos (Armada de los Estados Unidos 1939); el primero recorre el norte de la isla hacia el oeste, tomando a su paso los fragmentos de exoesqueletos de corales ricos en CaCO3 que se encuentran disponibles en este sector, mientras que el segundo gira hacia el sur de la isla, siguiendo hacia el suroeste y sur. b) El tren de oleaje que recorre el norte, al encontrarse con los obstáculos que representan las islas Palanquina, Cayo Herradura e Isla los Tortuguillos, se refracta, cambiando su curso hacia el sur, en donde se encuentra en sotavento, con el segundo tren de ondas, para tomar dirección NE-SE. Finalmente, c) el tren de olas cargado de partículas de CaCO3 al entrar en contacto con la zona litoral, deja su carga a disposición de la corriente del Caribe con desplazamiento NE-E (Méndez 2007); esta es la encargada de redistribuir las partículas a lo largo del litoral de San Francisquito, en donde son depositados (Figura 10).
En cuanto a la fracción de minerales pesados, es posible que la fuente de origen de este material esté en los regolitos provenientes de la meteorización de rocas ígneas y metamórficas que afloran en las zonas circunvecinas (PDVSA-INTEVEP 2011); son mezclados con los bioclástos que constituyen el depósito, como una evidencia del transporte generado por la compleja red de la Cuenca del río Tuy, cuya desembocadura ubicada en el mar Caribe, al sur de Playa Francisquito, vierte su carga de sedimentos; estos quedan a disposición de la corriente del Caribe para la redistribuir a lo largo del tramo costero, en dirección E-NO.
La presencia de partículas de cuarzo en el depósito puede estar asociada a los procesos de meteorización y erosión a los que están sometidos los esquistos aflorantes.
Conclusiones
El depósito de playa ubicado en San Francisquito presenta una extensión en su zona emergida de aproximadamente 400 m de longitud, con una anchura de 11 m aproximadamente entre la zona de la berma y el vaivén, mayormente desarrollada hacia el extremo norte, en forma elongada y pendientes suaves. Está constituido por arenas medias a gruesas, moderadamente seleccionadas, constituidas por el 80% al 83% de partículas bioclásticas, cuya fuente de origen posiblemente está ligada no solo a la barrera arrecifal que corre paralela al borde costero, sino incluso, a los aportes desde la Isla la Tortuga, ubicada al frente NE del depósito.
En efecto, tal como lo plantean Del Monaco et ál. (2010), si bien en esta isla venezolana se han contabilizado aproximadamente 23 especies de corales, la mayoría de estos se encuentran muy fracturados, presentando una baja abundancia de corales vivos. Por lo que se puede inferir que los bioclastos, que de estos bancos arrecifales se desprenden, son transportados por el oleaje y redistribuidos por la corriente del Caribe hacia la zona continental, aportando material hacia el depósito de San Francisquito. No obstante, el tamaño de estos bioclastos permite suponer que su deposición es muy reciente, toda vez que como plantean Yeung y Carter (1989), las arenas calcáreas son frangibles y se sabe que experimentan una considerable reducción de volumen como resultado del "aplastamiento" cuando se somete a una tensión de compresión. Así, estas partículas no han tenido la exposición suficiente en el depósito para que su tamaño sea reducido a tallas más pequeñas como consecuencia de la trituración asociada, entre otros elementos a la acción antropogénica.
La fracción de aproximadamente el 6% de minerales pesados, posiblemente, tiene un origen alogénico diferenciado: asociado a los afloramientos de rocas metamórficas e ígneas en la cordillera de la Costa, llega hasta la posición actual, como una evidencia del transporte generado por la compleja red de la cuenca del río Tuy, y la redistribución que se produce a lo largo del tramo costero, por la acción de la corriente del Caribe.
La fracción de minerales livianos -entre estos, las partículas de cuarzo que constituyen el depósito-, posiblemente sea aportada producto de la meteorización de los promontorios de esquistos que están en contacto directo con el depósito. En efecto, como ya se refirió, Urbani (2002), identificó para el sector, afloramientos metamórficos correspondientes al Complejo San Julián de edad Precámbrico-Paleozoico, y señaló que está constituido por esquistos y gneis cuarzo-plagioclásicomicáceos, cuyas rocas se estiman "fueron afectadas por fases metamórficas de distintas condiciones" (Urbani et ál. 2015, 4). Estas rocas, altamente meteorizadas, aportan clastos al depósito, producto del transporte fluvial, que vierten sus aguas en las zonas próximas al borde costero, así como a la redistribución de este material por parte de la deriva litoral.
Este sector de la costa, por su perfil morfodinámico, clasifica como una playa intermedia, caracterizada por la incidencia de olas con alturas promedios de 25,83 cm y una velocidad estimada de 1,52 cm/s. Esto indica el comportamiento tranquilo de las aguas próximas al borde costero en el sector, favoreciendo la sedimentación al dejar a disposición de la deriva litoral, la redistribución de las partículas.
A partir de los resultados obtenidos en esta investigación, se puede afirmar que este depósito, a diferencia de otros reportados para el sector, presenta en superficie una predominancia de bioclastos. Lo anterior permite afirmar que el aporte mayoritario del material que lo constituye, lejos de estar vinculados a los ríos y quebradas que vierten sus aguas al sur de este, está -como ya se ha referido- en los aportes marinos asociados a la corriente del Caribe y el oleaje incidente, responsables de su transporte y redistribución desde el arrecife barrera próximo al borde costero, así como los que se desarrollan en la Isla la Tortuga. Los resultados expuestos en la investigación, constituyen información base para el análisis y ordenación del territorio, ya que como síntesis paisajística, aportan parámetros para evaluar la sensibilidad de la zona en estudio, en relación con los diversos usos antrópicos.