La universalización del uso de dispositivos digitales -prin cipalmente relacionados con la tecnología móvil- idóneos para la creación y difusión de contenido multimedia, está cambiando los hábitos y las formas de comunicación inter personal, las relaciones íntimas, e incluso el comportamien to sexual (Ballester, Gil, Gómez & Gil, 2010; Gámez-Guadix, Santisteban & Resett, 2017), especialmente entre adoles centes y jóvenes (Deb-Levine, 2013). El uso indiscriminado de esta tecnología ha propiciado, entre otros fenómenos, la aparición del sexting, un neologismo que une "sex" (sexo) y "texting" (envío de mensajes de texto a través de dis positivos móviles) (Agustina & Gómez-Durán, 2012; Mitchell, Finkelhor, Jones & Wolak, 2012; Morelli, Bianchi, Baiocco, Pezzuti & Chirumbolo, 2016). Originalmente, el término se refería al envío de textos (SMS), pero hoy se aplica a la difu sión o publicación de contenido provocativo o sexual, creado por el remitente y utilizando para ello el teléfono móvil o cualquier otro dispositivo (Inteco, 2011). El formato puede ser de contenido mensaje de texto, fotos y videos; y el tipo de dispositivos utilizados teléfonos inteligentes y otros ter minales con acceso a Internet (Chalfen, 2009).
El sexting se extiende más allá del envío de textos se xualmente sugerentes, incluyendo una amplia gama de comportamientos, prácticas y motivaciones (Lee & Crofts, 2015). Algunas razones por las que los jóvenes, particular mente las chicas, envían imágenes sobre sí mismos (ge neralmente a varones jóvenes), son la coerción o presión individual, del grupo de iguales, o sociocultural (Durham, 2008; Englander, 2012; Gill, 2012; Ringrose, Harvey, Gill & Livingstone, 2013). Ello privilegia exclusivamente los aspec tos negativos del sexting, olvidando que podría integrarse en los sistemas de cortejo, relaciones de pareja y amistad (Albury, Funnell & Noonan, 2010), siendo una opción libre para expresarse sexualmente (Hasinoff, 2014).
Hay dificultades para diferenciar entre sexting consen suado, motivado por el placer o el deseo (Lee & Crofts, 2015), que según Hasinoff (2014), nunca debe ser crimina lizado; y el coercitivo, o uso indebido en las redes sociales para acosar sexualmente a otros, provocando que puedan convertirse en víctimas de depredadores en línea; al poseer imágenes sexualmente explícitas difundidas sin su consenti miento (García-Gómez, 2019).
El sexting es un fenómeno social globalizado que ha reci bido notable atención en los últimos años por los medios de comunicación e investigadores (Agustina & Gómez-Durán, 2012). Sin embargo, la investigación mayoritaria proviene de Estados Unidos (con una perspectiva nacional) y posee limitaciones relacionadas con la definición utilizada, la representatividad de la muestra, e instrumentos de medida (Dóring, 2014; Klettke, Hallford & Mellor, 2014).
En universitarios norteamericanos -entre 18-24 años-(Benotsch, Snipes, Martin & Bull, 2013; Dir, Cokunpinar, Steiner & Cyders, 2013; Perkins, Becker, Tehee & Mackelprang, 2014; Reyns, Henson & Fisher 2014), las cifras de partici pación varían entre 12.4% a 62% para el envío y recepción de mensajes; 5.1% a 67.4% solo envío; y 10.3% a 80.3% solo recepción; llegando a ser omnipresente en sus relaciones (O'Neal, Cummings, Hardy & Ott, 2013). Otros estudios han confirmado que es una práctica común en las relaciones románticas estables de los adultos jóvenes (Drouin & Landgraff, 2012; Drouin, Vogel, Surbey & Stills, 2013), aunque necesitaban conocer a la persona para practicarlo (Delevi & Weisskirch, 2013).
En España son muy escasos los estudios sobre participa ción de adultos, si bien se han hallado tasas de prevalencia en torno al 66.8% (Gámez-Guadix, Almendros, Borrajo & Calvete, 2015). En estudiantes universitarios, el 1.5% de entre 18 a 22 años y el 21.7% de 23 a 29 años, admiten rea lizar sexting activo (envío de mensajes protagonizados por ellos mismos), el 2.1% de 18-22 años y el 20% de 23-29 años participan en el pasivo (envío de mensajes protagonizados por otras personas) (Agustina & Gómez-Durán, 2016).
El sexting está ganando popularidad entre los adultos, los adolescentes y, particularmente, las adolescentes (Gar cía-Gómez, 2019). Si bien, era más frecuente entre los adul tos que en los adolescentes, estos se involucraban más con la edad (Dóring, 2014; Klettke et al., 2014), hallando un au mento de prevalencia del 3% a los 12 años al 32% a los 18 (Dake, Price, Maziarz & Ward, 2012); incremento igualmen te detectado por Capafóns (2014) y por Quesada, Fernán dez-González y Calvete (2018). Es más, parece ser una forma relativamente común de interacción sexual entre adolescen tes, pues aproximadamente el 15% de 12 a 17 años admi te haber enviado contenido sexual online; porcentaje que se amplía hasta el 36% a los 17 años (Gámez-Guadix et al., 2017). Este incremento de participación asociado a la edad parece relacionarse con el aumento del establecimiento de relaciones íntimas, el mayor acceso a la tecnología necesa ria para practicarlo y la proliferación de redes sociales.
Atendiendo a la perspectiva de género, la mayoría de los estudios (posfeministas) se centran en cómo las adolescen tes y mujeres jóvenes representan y negocian su identidad de género y sexualidad en el contexto del sexting, dejando casi de lado cómo lo hacen los hombres. Algunos ofrecen una explicación simplista (Dobson, 2014, 2015; García-Gó mez, 2018, 2019; Hasinoff, 2012, 2014, 2015) al describir a las primeras como víctimas de la sexualización, que repro ducen las normas de género dominantes y a las que se pide (al contrario que a los hombres) que aborden los efectos negativos de la sexualización temprana (Livingstone, 2008). Cuando, en realidad, los análisis sobre las creencias y las motivaciones detrás del sexting consensuado, realizados por García-Gómez (2017, 2018), revelan que las jóvenes he terosexuales británicas lo entienden como un medio para vivir plenamente su vida sexual y relacionarse.
Distintos estudios (Benotsch et al., 2013; Perkins et al., 2014; Quesada et al., 2018) manifiestan que tanto hombres como mujeres se involucran de manera similar en conduc tas de sexting. Aunque se ha hallado con más frecuencia en hombres (Capafóns, 2014; Gámez-Guadix, Borrajo & Almendros, 2016; Gordon-Messer, Bauermeister, Grodzinski & Zim merman, 2013), detectando además diferencias en función de la orientación sexual (Morelli et al., 2016); y otros, en cambio (Reyns et al., 2014), advirtieron de que las mujeres eran más propensas a enviar mensajes de contenido sexual y los hombres a recibirlos.
Son escasos los estudios concernientes a la relación en tre autoestima y sexting; no obstante, se ha señalado la autoestima como un factor de protección en la vivencia de una sexualidad sana (Cataño, Restrepo, Portilla & Ramírez, 2008) y ante el sexting y los fenómenos conexos (Alonso, 2017). Hudson (2011) no halló correlaciones significativas entre autoestima y conductas o actitudes relacionadas con el sexting; ni con riesgo sexual, depresión o ansiedad (Gordon-Messer et al., 2013). Mientras baja autoestima y altos niveles de neuroticismo predecían mayor implicación en sexting (Delevi & Weisskirch, 2013); siendo los adolescen tes con alta autoestima los que menos sextean (Ybarra & Mitchell, 2014), y aquellos con mayor autocontrol (Marcum, Higginns & Ricketts, 2014).
En España, apenas existen estudios que aborden la prác tica del sexting en universitarios, carencia que, junto con otras circunstancias preocupantes como que pueda conver tirse en una conducta de riesgo al dejar huella permanente en la red (aun siendo una práctica consentida), y que su há bito parezca aumentar con la edad, ha motivado el presen te estudio cuyos objetivos son: (1) conocer la prevalencia del sexting tanto en hombres como en mujeres estudiantes de la Universidad de Granada; (2) determinar la relación entre sexting, edad, sexo y autoestima; (3) analizar la pre-valencia de esta práctica de acuerdo con la edad.
Según estudios previos, se espera constatar esta prácti ca tanto en chicos como en chicas, aunque previsiblemente serán los primeros quienes la realicen con más frecuencia. Asimismo, esperamos detectar relaciones con la edad y la autoestima y un incremento del sexting a medida que au menta la edad.
Método
Participantes
Participaron 899 jóvenes: 397 hombres (44.16%) y 502 mujeres (55.86%), estudiantes de la Universidad de Granada (España), con edades comprendidas entre los 18 y 24 años (M = 20.84; DT = 1.897; hombres: M = 20.930; DT = 1.877; mujeres: M = 20.780; DT = 1.913); no existiendo diferencias significativas entre ambas muestras (t = 1.178; p = .239). Se seleccionaron entre una población inicial de participantes mediante muestreo aleatorio de casos (usando el programa estadístico SPSS), excluyendo aquellos que no habían com pletado alguna de las escalas en su totalidad. La tabla 1 recoge las restantes características sociodemográficas.
Instrumentos
Se utilizó la Escala de Conductas sobre Sexting (ECS; Dir, Cyders & Coskunpinar, 2013), traducida y validada en población española (Chacón-López, Romero-Barriga, Aragón-Ca rretero & Caurcel-Cara, 2016); instrumento con consistencia interna adecuada (alfa de Cronbach = .922). Mide frecuencia y prevalencia de conductas relacionadas con recepción y envío de mensajes de texto o imágenes con contenido pro vocativo o sexual, a través del teléfono móvil o las redes sociales. Consta de 29 ítems, agrupados en 3 factores: F1) participación real en sexting, 16 ítems; F2) disposición acti va hacia el sexting, 9 ítems; y F3) exposición emocional ante el sexting, 4 ítems. La opción de respuestas es de formato tipo Likert de cinco puntos, oscilando entre 0 ("nunca"/"nada cierto") hasta 4 ("frecuentemente"/"totalmente cierto").
Se usó la Escala de Autoestima de Rosenberg (EAR, 1965), adaptada para población española (Vázquez-Morejón, Jiménez García-Bóveda & Vázquez-Morejón Jiménez, 2004), que proporciona un índice global de sentimientos de respeto y aceptación de sí mismo. Su consistencia interna (usando alfa de Cronbach) es de 0.87. Consta de diez ítems de respuesta múltiple con cuatro opciones de respuesta (A = muy de acuerdo; B = de acuerdo; C = en desacuerdo; D = totalmente en desacuerdo); cinco de los ítems están enun ciados negativamente y cinco positivamente. La puntuación global oscila entre 10 y 40, resultado de sumar todos los ítems y teniendo en cuenta que del 1 al 5 (correspondientes a las opciones de respuesta de A hasta D) puntúan de 4 a 1, y los ítems del 6 al 10, puntúan de 1 a 4. Una puntuación entre 30 y 40 mostrará autoestima elevada; de 26 a 29, au toestima media; y menos de 25, autoestima baja.
Los valores psicométricos adecuados de ambas escalas y el estar validadas en población española determinaron la decisión de su uso.
Procedimiento
Los participantes eran estudiantes de la Universidad de Granada a los que los investigadores informaron del objetivo del estudio y ofrecieron la posibilidad de colaborar voluntariamente, respetando durante todo el proceso las normas éticas internacionales (APA, 2017). Se incidió en la importancia de la sinceridad en sus respuestas, dado su ca rácter anónimo y confidencial. La cumplimentación de los instrumentos se realizó online, individualmente, mediante un enlace web creado por los investigadores y enviado por correo electrónico, en el que se informaba del protocolo a seguir para rellenarlo. Los datos se recogieron a lo largo de un cuatrimestre utilizando una versión electrónica de las escalas mediante la aplicación LimeSurvey (Versión 2.00+), para el posterior procesamiento.
Análisis de datos
Para analizar la prevalencia del sexting tanto en hombres como en mujeres, se realizó un análisis porcentual en cada uno de los ítems de la escala, de acuerdo con la frecuencia producida; aunque para evitar la saturación de la tabla resul tante se agruparon las cinco opciones (nunca, rara vez, ocasio nalmente, a menudo, frecuentemente) en tres (nunca, rara vez-ocasionalmente, a menudo-frecuentemente). Se com pletó el análisis de diferencias entre sexos con el cálculo de la prueba Chi2. Seguidamente se llevó a cabo un análisis de correlación de Pearson para conocer la relación entre los tres factores (en los que se agrupan los ítems) del sexting, autoestima, edad y sexo. Finalmente, se calculó la prevalencia de cada factor de acuerdo con la edad de los partici pantes. El análisis de los datos se realizó usando el paquete estadístico SPSS versión 21.0. para Windows.
Resultados
En la tabla 2 se presenta la prevalencia del sexting en cada uno de los ítems tanto en hombres como en mujeres, de acuerdo con la frecuencia producida, y los p-valores re sultantes de la prueba Chi2 en los ítems con diferencias sig nificativas. Se observa predominio de participación mayor en hombres (41.57%) que en mujeres (34.47%), apreciando diferencias significativas en los siguientes ítems: respuesta mensajes de texto o con imágenes provocativos/insinuantes recibido en el móvil, recepción imágenes o mensajes pro vocativos/insinuantes por Internet; hago sexting con mi no vio/a, cuando estoy bebiendo alcohol, fumando marihuana o consumiendo otras drogas; estoy de marcha con amigos/as, aburrida/o, de buen humor, solo/a, aislada/o, porque quiero tener relaciones sexuales, empezar a salir con al guien, hablar con alguien, o porque el sexting hace que tenga más probabilidad de tener sexo o salir con alguien.
Se constatan puntuaciones más altas en los chicos en casi todas las opciones y en cada uno de los ítems: asocian más la práctica con la ingesta de alcohol (H: 20.65%; M: 12.36%), consumo de marihuana u otras drogas (H: 10.9%; M: 3.19%), al salir de fiesta con amigos (H: 16.88%; M: 8.57%), cuando están aburridos (H: 27.95%; M: 19.95%), de buen humor (H: 39.8°%; M: 31.07°%), solos/as (H: 46.4°%; M: 32.08°%), aisladas/os (H: 21.7%; M: 11.6%), cuando quieren tener relaciones sexuales (H: 43.58%; M: 30.28%), cuando quieren empezar a salir con alguien (H: 21.41%; M: 9.36%), hablar con alguien (H: 20.65%; M: 8.36%), porque creen que así tendrán más probabilidad de tener sexo o de salir (H: 52.9%; M: 38.84%).
La mayoría de los participantes dicen haber recibido al guna vez contenido provocativo a través del móvil, en men sajes de texto (H: 79.09%; M: 75.1%), o en mensajes con imá genes provocativas o insinuantes (H: 74.06%; M: 69.72%). El porcentaje más alto practican el sexting con 1 o 2 personas (42.82% hombres y 47.41% mujeres), un 16.89% de hombres y 8.96% de mujeres lo hacen con 3 a 5 personas; un 2.52% de hombres y 1.20% de mujeres con 6 a 10 personas y un 4.53% de hombres y 3.39% de mujeres con más de 10. Sien do mayor el porcentaje de mujeres (20.51%) que de hom bres (16.88%) que afirman practicarlo con su novio "ocasionalmente"/"a menudo". La diferencia más marcada entre sexos se refiere a que los hombres reciben más mensajes provocativos, tanto en el móvil como en cualquier otro me dio por Internet. Asimismo, tienen mayor predisposición a responderlos a través del móvil, tanto de texto (H: 61.71%; M: 53.59%) como de imágenes (H: 57.32%; M: 46.62%).
Los resultados del análisis de correlaciones detectaron relaciones significativas y positivas (véase tabla 3), aunque bajas, entre la edad y los tres factores del sexting (F1 -participación real, F2 - disposición activa y F3 - exposición emocional); significativas (también bajas) y negativas entre el sexo y estos; no obteniendo correlación entre autoestima y el resto de variables.
N = 899
**. La correlación es significativa al nivel 0.01 (bilateral).
*. La correlación es significante al nivel 0.05 (bilateral).
Los resultados de la prevalencia de cada factor del sexting por edad, pueden observarse en la tabla 4, la cual muestra el porcentaje de jóvenes que lo realiza. Se cons tata un incremento progresivo desde los 18 a los 20 años y, a partir de ahí, una tendencia decreciente, cifrándose el índice de participación a los 24 años en 11.23%, ligeramente inferior al de los 18 años. Se aprecian igualmente diferen cias significativas en los dos primeros factores, aunque no en el tercero (F3).
Discusión
Este estudio se marcó como primer objetivo determinar la prevalencia del sexting en una muestra de jóvenes uni versitarios españoles con edades comprendidas entre 18 y 24 años.
Los datos ponen de relieve que cuatro de cada diez en trevistados reconoció haberse visto involucrado alguna vez en el intercambio de contenido provocativo a través del móvil, ya sea en mensajes de texto o en mensajes con imá genes provocativas o insinuantes; si bien, la mayor parte de ellos mostraron conformidad con una baja participación activa, encontrando que esta se produce en mayor medida en hombres que en mujeres. Estos resultados muestran la extensión del sexting entre jóvenes universitarios (acorde con la hipótesis de partida) y son similares a los encontrados en investigaciones recientes tanto en el sentido de ser una práctica frecuente entre adultos, como en la tendencia ge neral en el grado de participación por parte de ambos sexos (Morelli et al., 2016).
Aunque aparecen algunos casos donde el intercambio de este tipo de contenido se produce con varias personas, la mayoría afirma interactuar con una o dos personas, sugi riendo que esta práctica pudiera estar ajustada al ámbi to afectivo entre parejas. De hecho, más de la mitad de 6 mujeres y hombres afirmaron practicarlo con su novio/a, entre ocasionalmente o a menudo. Los estudios que han indagado en las motivaciones que llevan a los jóvenes a practicar sexting han constatado que gran parte del inter cambio se produce en un contexto romántico con un com ponente lúdico (Crofts & Lee, 2015); incluso, algunos auto res afirman que cuando este intercambio es consentido por ambos miembros aparecen niveles más altos de satisfacción en la relación (Stasko, 2018). En cualquier caso, el hecho de que el sexting se lleve a cabo en situaciones no coercitivas o plenamente consentidas, no evita los riesgos inherentes que se derivan de su práctica dada la fragilidad de las rela ciones humanas.
En cuanto a las diferencias encontradas entre hombres y mujeres, de forma general, las más significativas están re lacionadas con mayor participación por los primeros, ya sea en la recepción de mensajes provocativos como en la pre disposición a responderlos, tanto de texto como de imáge nes. Más específicamente, se observan algunas diferencias significativas relacionadas con las situaciones que propician la aparición de sexting, así entre las personas que declaran practicarlo, buena parte de ellas, y en mayor medida los hombres, afirman que suelen hacerlo estando solas o en casa; aunque aquí no parece haber diferencias. También se detecta una preferencia de sexting con la búsqueda de relaciones sexuales, cuestión reafirmada con la opinión ex presada por cinco de cada diez hombres y cuatro de cada diez mujeres en la opción que enuncia que hace más pro bable tener sexo o salir con alguien. Otra situación que provoca sexting, aunque en menor medida, es estar de buen humor, con diferencias a favor de los hombres. El resto de situaciones parecen contar con menos aprobación (aproxi madamente tres de cada diez personas); no aparecen dife rencias de sexo en los casos de hacerlo con amigas o amigos y bromear con gente; se aprecian diferencias acusadas por los hombres en situaciones como hacer sexting buscando hablar con alguien, estando de marcha con amigos, por es tar aislada/o, y bebiendo alcohol. Muy pocos lo asociaron con el consumo de marihuana u otras drogas, aunque con diferencias bastante significativas a favor de los hombres.
No se dan diferencias en la expresión de emociones per cibidas con la práctica de sexting, detectando que tanto la mitad de hombres como de mujeres declaran que les hace sentirse avergonzados; de igual modo, a cuatro de diez per sonas aproximadamente les hace sentirse inmoral y en la misma proporción les hace sentirse feliz.
El segundo objetivo buscaba determinar la relación del sexting con la edad, el sexo y la autoestima. Los resultados confirman correlación con las dos primeras variables, pero no con la autoestima, por lo que no parece ser relevante en la práctica. Datos similares a los encontrados por Hudson (2011) y Gordon-Messer et al. (2013).
Acerca de la prevalencia del sexting por edades (tercer objetivo), se observa concordancia entre los resultados en contrados y los estudios que coinciden en señalar que esta práctica se acrecienta con la edad (Capafóns, 2014; Dake et al., 2012; Dóring, 2014; Gámez-Guadix et al., 2017; Klettke et al., 2014). Uno de los últimos datos recogidos en España sobre participación en sexting de menores con edades com prendidas entre 11 y 16 años, señala que al menos 31% re conoce haberlo practicado durante el último año (Jiménez, Garmendia & Casado, 2018). Comparando con el índice de participación hallado en el presente estudio, comprobamos una diferencia entre edades que supone un incremento del 10.6% en el índice de participación. Sin embargo, se cons tata que ese incremento no es continuo, pues se observa una subida progresiva hasta los 20 años, pero a partir de ahí aparece una tendencia decreciente; de manera que el índice de participación a los 24 años es ligeramente inferior al de los 18 años. Sería interesante confirmar si es un cam bio meramente circunstancial o podría tener alguna expli cación causal como, por ejemplo, la influencia de la propia formación universitaria.
El incremento de la preocupación social por conductas de riesgo entre jóvenes, como en el caso del sexting, hace necesario aproximarse al fenómeno de manera rigurosa para tratar de comprender la forma en que los jóvenes ma nifiestan su participación en tales prácticas. En España, los estudios sobre sexting son escasos y la mayoría están cen trados en la población adolescente, por ello pensamos que la principal aportación del estudio radica en poner de ma nifiesto las características más significativas de esta prácti ca en jóvenes universitarios. Dado que es una conducta de riesgo que puede tener consecuencias impredecibles sobre el presente y el futuro, tanto personal como profesional, se hace necesario recomendar prudencia y responsabilidad en su uso; siendo precisamente en la toma de conciencia de sus repercusiones donde deberían incidir los profesionales de la psicología, sobre todo en jóvenes con edades previas a la universitaria.
Entre las limitaciones del estudio conviene subrayar que han participado estudiantes de una sola universidad, lo cual resta representatividad a los resultados; asimismo, su carácter transversal limita las posibilidades de llegar a conclusiones más consistentes, por lo que consideramos re comendable plantear estudios futuros de tipo longitudinal y que incorporen muestras de otras universidades.