La cuarentena por la pandemia de COVID-19 afecta en las esferas social, laboral, académica, familiar y personal, pues representa un colapso no solo del sistema sanitario y económico sino también en términos de salud mental (Cifuentes-Avellaneda et al., 2020). Esto es particularmente evidente en los países en vías de desarrollo (Pablos-Méndez et al., 2020; Palacio-Ortiz et al., 2020), dentro de los cuales se encuentra Colombia con un sistema sanitario poco desarrollado y altos índices de inequidad socioeconómica, que hacen que la población más vulnerable haya sufrido mayor afectación durante la pandemia (Sanabria-Mazo, Useche, Ochoa, Rojas, Mateo et al., 2021; Sanabria- Mazo, Useche, Ochoa, Rojas & Sanz, 2021).
Con la cuarentena, la población ha tenido que adaptarse a nuevas formas de relacionarse y, al mismo tiempo, desarrollar las actividades diarias, lo cual ha significado un factor de estrés (Orben et al., 2020). Este último se define como un estado en el que las demandas externas superan los recursos internos y, a su vez, generan una respuesta neuroendocrina (Lazarus, 1993), consecuencia de la alteración a la homeóstasis bioquímica, fisiológica, inmunológica y psicológica. Ello significa que el estrés puede convertirse en una alarma constante, que mantiene el organismo en estado de alerta, lo cual, si se vuelve crónico, conlleva a una activación neuronal y hormonal permanente, que genera cambios genéticos, neuroquímicos y neurofisiológicos cerebrales, sobre todo en niños y adolescentes, que se encuentran en plena fase del neurodesarrollo (Berretz et al., 2021; Cortés, 2020).
Estudios previos de neuroimagen han reportado relación entre el estrés con variaciones en la amígdala (Kennis et al., 2022). Asimismo, durante la actual pandemia, también se han reportado cambios volumétricos de materias gris en la amígdala, el putamen y la corteza temporal anterior ventral, en personas sin patologías mentales u orgánicas previas, ni infección por COVID-19, probablemente debido a la incertidumbre por los cambios inesperados (Khan et al., 2020; Salomon et al., 2021; Valenzano et al., 2020).
La pandemia de COVID-19, como vivencia altamente estresante, es un factor de riesgo para el desarrollo de trastorno de estrés postraumático (TEPT) y otras afecciones psicofisiológicas y comportamentales (Pfeifer et al., 2021). Estudios previos han reportado que el alto consumo de drogas y alcohol genera neuroadaptaciones disfuncionales en los ejes hipotalámicos, adrenocorticales y simpáticos, que conllevan desregulación en la respuesta del cortisol y, por ende, déficits en la regulación emocional, ante el malestar psicológico, lo cual explicaría el aumento de la necesidad de consumo como respuesta (Clay & Parker, 2020). Así también, según estudios en animales, una excesiva secreción de corticosterona puede generar neurotoxicidad en regiones del cerebro implicadas en procesos como la memoria y la función ejecutiva, indispensables para el aprendizaje. Sin embargo, falta evidencia que confirme los efectos a largo plazo, derivados del estrés asociado a la pandemia (Cortés et al., 2021), a nivel mundial, en Latinoamérica y en Colombia.
Cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia de COVID-19, el Gobierno colombiano, al igual que la mayoría de países, reaccionó con urgencia para responder a la amenaza biológica y económica. Sin embargo, ha sido poco el esfuerzo dirigido a las afectaciones de la salud mental y psicosocial (Pérez-Gómez et al., 2021), incluso reconociendo que esta puede generar efectos psicológicos negativos (Balmford et al., 2020; Brooks et al., 2020; di Fronso et al., 2022; Luo et al., 2020; Mækelæ et al., 2020) y, por tanto, debería atenderse también el malestar psicológico durante la cuarentena, para evitar sus efectos a largo plazo (Ramírez-Ortíz et al., 2020).
La mayoría de estudios sobre poblaciones en cuarentena en el siglo XXI, desarrollados en Asia, Norteamérica, Europa y Australia, han evaluado variables como ansiedad, TEPT y depresión, en personal sanitario, en poblaciones específicas sometidas a aislamiento, población general y universitarios (Jeong et al., 2016; Lee et al., 2018; Reynolds et al., 2008; Wu et al., 2009), lo cual evidencia la necesidad de realizar estudios para identificar también factores protectores, como las estrategias de afrontamiento (Polizzi et al., 2020), en poblaciones vulnerables y países latinoamericanos, dadas sus condiciones sociopolíticas y económicas.
Lo anterior cobra sentido al considerar que las incertidumbres y su repercusión en la salud mental representan un desafío científico y académico. Por ende, comprender cómo las personas responden a situaciones de emergencia como la pandemia puede ayudar a la formulación de políticas de salud pública durante la crisis y proponer medidas de prevención, promoción e intervención de la salud a largo plazo (Rubin & Wessely, 2020). Por estas razones, el objetivo del presente estudio fue analizar el estrés percibido, las estrategias de afrontamiento, la regulación emocional, el impacto del evento y el malestar psicológico, durante la fase inicial de la cuarentena por la pandemia de COVID-19 en población colombiana.
Método
La investigación es cuantitativa, no experimental, transversal, descriptiva y correlacional; con tipo de muestreo no probabilístico bola de nieve, mediante el uso de un cuestionario en línea dirigido a adultos colombianos.
Instrumentos
El estrés percibido se evaluó con la adaptación colombiana de The Perceived Stress Scale (PSS; Campo et al., 2009). Esta contiene catorce ítems que evalúan percepción de estrés ante situaciones inesperadas durante el último mes, mediante una escala tipo Likert de 0 (nunca) a 4 (muy a menudo). En este estudio, la escala presenta un alfa de Cronbach de .88.
Las estrategias de afrontamiento se evaluaron con la adaptación colombiana de The Coping Orientations to Problems Experienced (COPE; Bonilla et al., 2018). Contiene 60 items que evalúan quince estrategias de afrontamiento. Se puntúa en una escala tipo Likert de 4 puntos (1 = No lo hago nunca, 2 = Lo hago a veces, 3 = Lo hago con frecuencia, 4 = Lo hago muchas veces). Puede aplicarse de manera disposicional, cuando se refiere al afrontamiento habitual del estrés; y de manera situacional, en respuesta a alguna experiencia estresante en los últimos tres meses, para el presente estudio se usó esta última refiriéndose a la cuarentena. En el presente estudio, el instrumento mostró un alfa de Cronbach de .88 para la escala total, y para las subescalas osciló entre .20 y .95.
La regulación emocional se evaluó con la versión española de The Emotion Regulation Questionnaire (ERQ; Rodríguez-Carvajal et al., 2006). Consta de diez ítems que se clasifican en una escala tipo Likert de 7 puntos, desde totalmente en desacuerdo hasta totalmente de acuerdo. En este estudio, el alfa de Cronbach para la escala total fue .75, y para las subescalas reevaluación cognitiva (.68) y supresión emocional (.87).
El impacto de la cuarentena como un evento traumático se evaluó con la versión española de The Impact of Event Scale-Revised (IES-R; Báguena et al., 2001). Contiene 22 ítems que se califican en una escala tipo Likert de 0 (para nada) a 4 (extremadamente), diseñada para evaluar la angustia subjetiva actual resultante de un evento de vida traumático. En este estudio, el alfa de Cronbach para la escala total fue de .95, y para las subescalas evitación (.86), intrusión (.91) e hiperactivación (.88).
Los síntomas psicopatológicos se evaluaron con la adaptación colombiana de The Symptom Check-List-90 Revised (scl-90-r; Londoño et al., 2018). Compuesta por 90 ítems organizados dentro de diez dimensiones y una Escala total de Malestar Psicológico. Se puntúa con una escala tipo Likert de 0 a 4 (Nada, Muy poco, Poco, Bastante, Mucho). En este estudio el alfa de Cronbach para la escala total fue de .99; y para las subescalas osciló entre .82 y .95.
Procedimiento
Una vez aprobada la propuesta por el comité de bioética de una universidad privada, se realizó una prueba piloto, luego de lo cual se aplicó el cuestionario creado con Google Forms®, enviando el enlace por correo electrónico, WhatsApp, Instagram y Facebook, etc., durante los meses de abril-junio de 2020. Además, se solicitó a los participantes responder voluntariamente y compartir el enlace con sus contactos.
Análisis de datos
No faltaron datos en ninguno de los cuestionarios. Se calculó el alfa de Cronbach para estimar la confiabilidad de las escalas y dado que, para la comparación de grupos, los valores superiores a .7 se consideran satisfactorios (Bland & Altman, 1997), en el estudio no se incluyeron en análisis las subescalas COPE con valores inferiores. Se realizaron pruebas de normalidad, para identificar el tipo de distribución de cada variable (Shapiro-Wilk). A partir de esto, se determinó que ninguna presenta una distribución normal, por tanto, se realizaron estadísticas no paramétricas.
Para comparar las diferencias en las medianas entre dos grupos se empleó la prueba U de Mann-Whitney; y para más de tres grupos, Kruskal-Wallis con comparaciones por pares post hoc con la prueba de Dunn con corrección de Bonferroni. Para explorar la relación entre variables, se realizaron correlaciones de Spearman; se verificó la no existencia de multicolinealidad a través del factor de inflación de la varianza (VIF), se emplearon modelos lineales generalizados (GLM) univariados y multivariados, que son una extensión de los modelos lineales que permiten el uso de distribuciones no normales y varianzas no constantes, con distribución gaussiana e identidad de enlace. Finalmente, se verificó la distribución residual normal en cada modelo.
Para todos los análisis, los valores de p < .05 se consideraron estadísticamente significativos. El análisis se realizó utilizando el software Stata, versión 16.
Resultados
El cuestionario fue respondido por 356 adultos colombianos, de los cuales 113 fueron hombres (31.74 %) y 243, mujeres (68.26 %), con edades de 15-76 años (media = 33.71; DE = 13.8). Del total, 81 (22.75 %) tienen bachillerato y 275 (77.25 %) tienen estudios profesionales o de posgrado; 169 (47.5 %) son estudiantes universitarios (de los cuales 66 -18.54 %- también trabajan); 166 (46.63 %) son trabajadores (de los cuales 10 -2.81 %- en el sector salud; y 55 -33,13 %- son profesores universitarios); otros once (3.09 %) son desempleados; cinco más (1.40 %) son amas de casa y cinco (1.40 %), jubilados.
Por otro lado, 204 (87.93 %) tuvieron cambios en sus condiciones de trabajo durante la cuarentena, tales como realizar teletrabajo (72.84 %), pasar de tiempo completo a tiempo parcial (8.62 %), trabajar solo en días alternos o por horas (5.17 %), tener que usar vacaciones acumuladas (4.31 %), solicitar subsidio de desempleo (.86 %) y despido (9.05 %). Además, 175 (75.43 %) consideran que la remuneración recibida por su trabajo no fue suficiente para la calidad de vida durante la cuarentena.
Veintidós personas (6.17 %) vivieron solos o con otras personas, sin vínculo afectivo durante la cuarentena; mientras que nueve (2.53 %) vivieron con amigos o colegas; el resto convivió con familiares. Además, 37 (10.45 %) tuvieron que residir en un lugar diferente a su hogar habitual, debido a la cuarentena. A la fecha de recolección de los datos, solo uno .28 %) respondió que había tenido el virus; 81 (22.75 %) no sabían si lo habían tenido; siete (1.97 %) reportaron que algún familiar se contagió; tres (.84 %), colegas; y 24 (6.74 %), algún vecino o conocido.
En la tabla 1, se presentan las puntuaciones en todas las variables psicológicas. Según el punto de corte de 33, establecido por los autores de la escala IES-R, para determinar el riesgo de TEPT. En el presente estudio, 138 participantes (38.76 %) puntuaron por encima de este valor.
Al realizar análisis comparativo del estrés, el impacto de la cuarentena y el malestar psicológico según las características sociodemográficas, se encontró que las mujeres, los menores de 35 años, los bachilleres, los estudiantes y las personas que viven solas presentan mayores puntuaciones. Estas diferencias son estadísticamente significativas, excepto en el impacto de la cuarentena por género y en convivientes (tabla 2).
Nota: ****p < .0001. ***p < .001. **p < .01. *p < .05; RIC: rango intercuartil; DT: diferencia total; a U de Mann-Whitney; b Kruskal Wallis y post hoc Dunn-test con corrección de Bonferroni.
En la tabla 3, se presentan las correlaciones estadísticamente significativas del estrés percibido con todas las variables. Sin embargo, de las escalas de impacto del evento y malestar psicológico, solo se incluyen las puntuaciones totales, ya que sus respectivas subescalas presentaron coeficientes de correlación similares. Las únicas variables que no se relacionaron significativamente con el estrés fueron apoyo social y convivientes durante la cuarentena.
En la tabla 4 se presenta un modelo que incluye asociación positiva (aumento) del estrés percibido con la estrategia de afrontamiento desahogo, la estrategia de regulación emocional supresión expresiva, impacto de la cuarentena y malestar psicológico. Mientras que las variables asociadas negativamente (disminuyen) al estrés son las estrategias de afrontamiento, planificación y aceptación, la de regulación emocional reevaluación cognitiva, y los grupos etarios de más de 25 años.
Discusión
En el presente estudio, en general se presentaron puntuaciones bajas en estrés percibido, tal como en el estudio de Pedrozo-Pupo et al. (2020), quienes usaron la misma escala y, además, reportaron asociación del estrés con inconsistencia percibida por los colombianos entre las decisiones gubernamentales y las recomendaciones científicas. En cuanto al impacto de la cuarentena, según el punto de corte establecido por los autores de la escala IES-R para determinar riesgo de TEPT, en el presente estudio el 38.76 % de los participantes puntuó por encima, dato superior a estudios previos que han usado esta misma escala (Hawryluck et al., 2004; Sim et al., 2010). También, en cinco países de América Latina, Palomera-Chávez et al. (2021) encontraron que el 33 % de los participantes mostró niveles moderados o altos de impacto del evento.
Aunque la pandemia de COVID-19 puede considerarse un traumatismo masivo, complejo y múltiple (Kira et al., 2021), no afecta igualmente a todas las personas, ya que, según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V, APA, 2014), el trauma se define como una respuesta emocional a un evento real o inminente de lesión o muerte, propia o de seres cercanos, tal como un accidente, una violación o un desastre natural. Pero este concepto no se ajusta estrictamente con lo experimentado por la población colombiana durante la fase inicial de la cuarentena.
Lo descrito también podría indicar que, si bien la población ha experimentado estrés y malestar psicológico, no alcanza a ser tan grave como para generar un TEPT, como se reporta en un estudio en Nueva Zelanda (Sibley et al., 2020), donde las etapas iniciales del confinamiento generaron impacto mínimo en la salud física y mental, salvo un aumento moderado del estrés. Al igual que en el estudio de Makarowski et al. (2020), donde se encontró que la pandemia no supuso aumento del estrés percibido, mientras que se comprobó un uso moderado de planificación como estrategia efectiva para reducirlo.
Por otra parte, Veer et al. (2020) reportaron que existe relación entre factores como la resiliencia, flexibilidad cognitiva, capacidad de aprendizaje y confianza con mayor salud mental. Otra explicación puede darse desde la metáfora del “efecto ojo del tifón” propuesta por Xie et al. (2011), en la cual se argumenta que las personas dentro de las áreas epidémicas, por lo general, están menos ansiosas que aquellas en áreas no epidémicas. A ello se suma que, aunque en la actual pandemia no existen zonas libres de contagios en Colombia, podría suponerse que esta misma condición explique los datos reportados. Además, un alto nivel educativo, como el que presenta la mayoría de muestra de este estudio, puede ser un factor protector (Hossain et al., 2020), pues las personas tienen acceso a información confiable sobre cómo protegerse durante una pandemia, en términos físicos y mentales (Martínez-Taboas, 2020).
Otro hallazgo interesante en el presente estudio fue el bajo uso de la estrategia consumo de drogas o alcohol que, contrario a la literatura donde se reporta que durante el período de confinamiento el consumo ha aumentado exponencialmente (Alexander et al., 2020; Avena et al., 2021; Calina et al., 2021; Morris, 2020), nuestro resultado es similar al de Pérez-Gómez et al. (2021), quienes lo explican a partir de que, culturalmente, la población colombiana suele consumir alcohol u otras sustancias en eventos sociales; y al estar restringido este tipo de actividades, además del cierre de establecimiento para su venta y consumo durante la cuarentena, era de esperarse un bajo reporte no solo del consumo real sino también de su uso como estrategia para afrontar el estrés.
Los resultados del presente estudio también pueden interpretarse debido a las condiciones históricas de violencia, injusticia y pobreza en Colombia (Cuartas-Ricaurte et al., 2019), y a la luz del concepto de sindemia (Horton, 2020; Mendenhall, 2020), a partir de la cual, en una situación de crisis, se genera una interacción entre los factores socioeconómicos y biológicos que aumentan la vulnerabilidad (Sanabria-Mazo, Useche, Ochoa, Rojas & Sanz, 2021).
Sin embargo, para explicar las bajas puntuaciones que denotan baja afectación en la presente muestra, podría pensarse que las mismas condiciones de desventaja social, política y económica a la hora de enfrentar dificultades de gran magnitud, parecen representar un factor de fortalecimiento de estrategias como la resiliencia, las redes de apoyo social, las creencias religiosas, los planes comunitarios y la adaptación al cambio, etc., que sirven de amortiguador ante eventos adversos (Hewitt-Ramírez et al., 2016).
Al comparar las respuestas de estrés, impacto de la cuarentena y malestar psicológico, según las características sociodemográficas, se encontró que las mujeres, los menores de 35 años, los bachilleres, los estudiantes y las personas que viven solas presentan puntuaciones significativamente mayores, al igual que en estudios previos (Alon et al., 2020; Broche-Pérez et al., 2022; Odriozola-González et al., 2020; Pieh et al., 2020; Sun & Su, 2020).
En cuanto al objetivo de analizar la asociación entre el estrés percibido con todas las variables, en el presente estudio se encontraron resultados similares a los de Main et al. (2011), quienes reportaron que las estrategias de afrontamiento positivas predicen satisfacción con la vida y sirven como amortiguadores del impacto negativo del estrés. Además, cabe señalar que el que las variables convivientes durante la cuarentena y la estrategia de apoyo social no hayan presentado relación estadísticamente significativa con el estrés puede explicarse debido a que esto es solo una pequeña parte de las consecuencias negativas de un evento estresante. Mientras que los recursos personales de afrontamiento por sí solos pueden reducir su impacto negativo sin necesidad de recurrir a otras personas (Popa et al., 2014).
Por otra parte, también Flesia et al. (2020) hallaron relación positiva del apoyo social con estrés. Sin embargo, no fue predictivo de este, lo cual se podría explicar debido a que la subescala de apoyo social del COPE incluye ítems relativos a aspectos sociales, emocionales, instrumentales, de desahogo, etc., que pueden ser más o menos adaptativos, dependiendo del contexto. Por último, en el modelo multivariado reportado en el presente estudio, también se encontró asociación del estrés con edades de 15 a 24 años, correspondiente a la adolescencia tardía, siendo altamente susceptibles al estrés dadas sus condiciones neurobiológicas en desarrollo y la plasticidad neuronal (Orben et al., 2020).
Si bien el presente estudio presenta las ventajas de ser uno de los primeros en evaluar este tipo de variables en población colombiana, y que dicha evaluación se realizó durante el periodo en el cual se estaba en plena medida de cuarentena, tiene algunas limitaciones que deben tenerse en cuenta al interpretar los resultados. El tipo de muestreo bola de nieve y el pequeño tamaño muestral no permiten alcanzar una representatividad de la población colombiana.
Sumado a ello, en su mayoría, los participantes fueron estudiantes universitarios y trabajadores, lo que dificulta la generalización de los hallazgos y su aplicación a poblaciones socioeconómicamente menos favorecidas o que presentan otros aspectos de vulnerabilidad. Finalmente, al tratarse de un estudio transversal y correlacional, no se puede inferir la causalidad. Por tanto, se requieren estudios longitudinales con el fin de conocer las consecuencias de la cuarentena desde un punto de vista psicosocial.
Para concluir, los resultados de la presente investigación que, a su vez, corroboran estudios previos (Bedoya-Cardona et al., 2021; Chire-Saire, 2020; Martínez et al., 2020; Martínez Miranda & Wilches., 2021; Pérez-Herrera et al., 2021; Reyes et al., 2021), pueden contribuir a la comprensión de las reacciones ante la pandemia y la cuarentena en un país latinoamericano. Además, pueden contribuir a identificar la urgencia de monitorear la salud mental en grupos vulnerables, como mujeres, jóvenes y estudiantes, para diseñar programas de promoción, prevención y toma de conciencia desde el empoderamiento de las comunidades y grupos sociales, a fin de fomentar el autocuidado y cuidado del otro (tanto físico como mental), como medida de prevención de contagios y manejo de aspectos psicosociales durante la pandemia (Xiang et al., 2020) 1 2.