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Nómadas

Print version ISSN 0121-7550

Nómadas  no.34 Bogotá Jan./Jan. 2011

 

¿De paisano a paisano? explotación laboral y exclusión social de jornaleros chiapanecos en Jalisco*

From paisano to paisano? Labor exploitation and social exclusion of jornaleros chiapanecos in Jalisco

Rafael Alonso Hernández López** e Iván Francisco Porraz Gómez***

* Artículo resultado de las tesinas de Maestría en Ciencias Sociales y Humanísticas en el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica, llevadas a cabo entre 2008 y 2010, con financiamiento del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) (México).

** Estudiante de Doctorado en Ciencias Sociales en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Unidad Occidente, Guadalajara (México). E-mail: loncho_hdz@hotmail.com

*** Estudiante de Doctorado en Ciencias Sociales y Humanísticas en el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica, San Cristóbal de las Casas (México). E-mail: pacon_83@hotmail.com

{original recibido: 07/02/2011 · aceptado: 16/03/2011}


El objetivo del presente artículo es poner de manifiesto y analizar las relaciones sociales y laborales entre una población mestiza de Los Altos de Jalisco (México) y una población indígena migrante procedente de Chiapas en el sureste mexicano. Se constata que los migrantes chiapanecos se han convertido en mano de obra para aquellas tareas cuya exigencia física es mayor y por las cuales hay menor retribución económica; además, su presencia ha generado reacciones mayoritariamente negativas entre la población de recepción. Estas actitudes, según se concluye, recrean y dan forma a nuevas relaciones de sumisión, exclusión, subordinación y discriminación, enmarcadas en un contexto de reconversión productiva en torno al tequila.

Palabras clave: explotación laboral, exclusión social, racismo, migración interestatal, jornaleros chiapanecos, Altos de Jalisco (México).

O objetivo do presente artigo émanifestar e analisar as relações sociais e trabalhistas entre uma população mestiça de Los Altos de Jalisco (México) e uma população indígena migrante procedente de Chiapas no sudeste mexicano. Constata-se que os migrantes chiapanecos converteram-se em mão de obra para aquelas tarefas cuja exigência física é maior e pelas quais há menor retribuição econômica; além disso, sua presença tem gerado reações majoritariamente negativas entre a população de recepção. Estas atitudes, segundo conclui-se, recriam e dão forma a novas relações de submissão, exclusão, subordinação e discriminação, marcadas em um contexto de reconversã produtiva em torno datequila.

Palavras chave: exploração trabalhista, exclusão social, racismo, migração interestatal, bóias friaschiapanecos, Altos de Jalisco (México).

This article is aimed to highlight and analyze the social and labor relationships between a mixed population in Los Altos de Jalisco (Mexico) and a migrant indigenous population from Chiapas in the Mexican Southwest. It is confirmed that the migrant chiapanecos have become the labor for those physically demanding tasks of less payment. In addition, their presence has generated mainly negative attitudes among the receiving population. It can be concluded that these attitudes recreate and conform new submitting, excluding, subordinating, and discriminating relationships framed into a productive reconvertion around the tequila.

Key words: exploitation of labor, social exclusion, racism, domestic migration, chiapanecos workers, Altos de Jalisco (México).


Introducción

El siguiente artículo aborda las diferentes formas de exclusión que se gestan entre un grupo de mestizos, los alteños de Jalisco, y los jornaleros chiapanecos, las cuales recrean y dan forma a relaciones de sumisión, subordinación y discriminación en un mismo país. Los migrantes chiapanecos se han convertido en mano de obra calificada, para aquellas tareas cuya exigencia física es mayor y por las cuales hay menor retribución económica. Su presencia ha generado reacciones entre la población de recepción, en la mayoría de los casos negativa, sobre aquellos contra quienes compiten en el mercado laboral. Son sujetos de discriminación social, mediante expresiones típicamente racistas fundamentadas en la condición indígena del jornalero1 y en su desempeño laboral, cuyo interés está centrado en la necesidad de ganar dinero para subsistir. La explotación laboral y la carencia de prestaciones son hechos irrefutables.

En la primera parte describimos el contexto de la migración de chiapanecos. Enseguida brindamos un marco sociohistórico de la región de los Altos de Jalisco. Posteriormente, abordamos la explotación laboral de los jornaleros chiapanecos en la región y las diferencias culturales que se gestan alrededor de la producción del tequila, y finalizamos con una breve reflexión sobre el caso de estudio2.

Marco histórico de la migración en Chiapas

En inmensas caravanas, marchan los fugitivos de la vida
imposible. Viajan desde el sur hacia el norte y desde el sol
naciente hacia el poniente. Les han robado su lugar en el
mundo. Han sido despojados de sus trabajos y sus tierras.
Muchos huyen de las guerras, pero muchos más huyen
de los salarios exterminados y de los suelos arrasados.
Los náufragos de la globalización peregrinan inventando
caminos, queriendo casa, golpeando puertas: las puertas
que se abren, mágicamente, al paso del dinero, se cierran
en sus narices. Algunos consiguen colarse. Otros son
cadáveres que la mar entrega a las orillas prohibidas,
o cuerpos sin nombre que yacen bajo tierra en el otro
mundo a donde querían llegar.

Eduardo Galeano

Las migraciones contemporáneas se presentan bajo su forma más lacerante, obligadas y forzadas por la lógica de funcionamiento del sistema capitalista, la cual es referida a la lógica tiene que ver con el mantener gente afuera (del sistema) mientras se mantiene gente dentro. El "mito organizativo del capitalismo" como refiere Wallerstein (1998: 92), se asocia de manera fundamental con la idea de progreso, y tiene obviamente repercusiones o manifestaciones concretas en la vida de los pueblos y en la totalidad de ámbitos en los que se mueve el ser humano. Nos referimos a aquellas migraciones que son causa y efecto de un sistema que, por tanto, es desigual, inequitativo, basado en la explotación humana y en el que, además, la mercancía de sus circuitos es la propia gente que pretende huir del hambre a causa de la falta de empleo y servicios, con el fin de encontrar mejores condiciones de vida.

La migración está formada por dos movimientos: el primero es la emigración que hace referencia a la salida de un lugar específico, y el segundo la inmigración, referida a la llegada a un nuevo lugar. Ambos se desarrollan en dos contextos diferentes: el de las migraciones internacionales que apuntan al desplazamiento de un país a otro, y el de las migraciones internas que versan sobre desplazamientos en el interior de un país o región determinada. En este trabajo se abordarán las migraciones internas o interestatales que tienen lugar entre la región Altos y Selva de Chiapas y los Altos de Jalisco (figura 1, página siguiente).

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2009, primer trimestre, Chiapas tiene 4,5 millones de habitantes. De los cuales, según el II Conteo de Población y Vivienda 2005, existen en el estado 957.000 hablantes de lengua indígena. Las actividades económicas más comunes en Chiapas son las agropecuarias, las comerciales y las turísticas, y las más escasas son las industriales. Las más rentables son las relacionadas con el comercio y el turismo. En los últimos años, la migración de población de las regiones chiapanecas, particularmente Altos y Selva a la región Altos de Jalisco, ha sido un paliativo para la crisis económica del estado que explicaremos más adelante.

Hasta hace dos décadas, Chiapas era uno de los estados en el cual el fenómeno migratorio no mostraba gran intensidad, incluso las migraciones internas o interestatales eran consideradas como parte de un acomodo constante de la población (Fábregas cit. Cruz et ál., 2007). Sin embargo, existen trabajos que han documentado la migración de los chiapanecos por distintas razones dentro de las fronteras estatales desde hace dos siglos. La migración interna se tiene registrada desde el siglo XIX, y se relaciona con distintos eventos, desde las necesidades de subsistencia de campesinos indígenas, la repartición de tierras y procesos de emigración, en búsqueda de tierras en áreas entonces poco pobladas como la selva Lacandona, hasta por problemas políticos y religiosos. Respecto a ello, García, Basail y Villafuerte afirman:

    La migración interna en Chiapas ha estado relacionada con la demanda de mano de obra del mercado laboral (por ejemplo en las zafras cafetaleras o azucareras), la construcción de infraestructura carretera u otro tipo, los procesos de colonización y poblamiento de la selva, así como los conflictos religiosos, agrícolas y políticos, incluso armados (2007: 148).

Se trató de migraciones internas, de regiones altamente pobladas a regiones con baja densidad demográfica, convocadas por políticas gubernamentales o por movimientos espontáneos, en atención a las necesidades de tierra o trabajo. Sin embargo, también se presentaron desplazamientos forzados por conflictos políticos y religiosos.

Por otra parte, con respecto a la migración interestatal, se registra en los últimos años una mayor diversidad de lugares de destino. De acuerdo con Rodrigo Pimienta y Marta Vera, en su estudio basado en las encuestas del Inegi, en 1970 residían fuera de la entidad chiapaneca 90.578 personas. Las entidades receptoras más importantes eran el Distrito Federal y el estado de México, siguiéndole en importancia los estados vecinos de Tabasco, Veracruz, Puebla y Oaxaca. Chiapas se encuentra dentro del grupo de emigración media con el 2% de población expulsora, de un total de 5 grupos.

En la década de los noventa aparecen nuevas entidades receptoras, como Quintana Roo y Jalisco. Para el 2000, sobresalen las entidades del norte como lugar de destino: 20.214 chiapanecos se desplazaron al estado de Baja California; cerca de 20.500 lo hicieron a Tamaulipas, Chihuahua, Sonora, Sinaloa y Coahuila. No obstante, el estado de México, con 49.990 migrantes chiapanecos, y Quintana Roo, con 31.818, siguieron siendo las entidades más importantes de recepción (García y Olivera, 2006: 33).

La mayor parte de la población migrante, tal como lo mencionan Rodrigo Pimienta y Marta Vera (2005), se encuentra en edades productivas. En el 2000, la proporción de migrantes internos tenía entre 15 y 49 años de edad. Asimismo, en Chiapas, la proporción de migrantes internos varones es de 48,5%, la de las mujeres alcanzó 51,5%3. Es decir, es posible que estén emigrando parejas jóvenes sin hijos o quizás sólo el jefe/a del hogar o ambos padres, como un modus vivendi de supervivencia familiar. Es importante precisar que los datos arrojados no reflejan especificidades del grupo referido, sin embargo, podemos inferir que en su mayoría se trata de jóvenes campesinos e indígenas de múltiples grupos culturales y dialectales que, por supuesto, tienen prácticas culturales diferentes a las de la sociedad receptora, concebida como no indígena.

En suma, y con base en los datos de Rodrigo Pimienta y Marta Vera (2005), podemos afirmar que desde los años setenta es visible una tradición migratoria interestatal, primero a los estados del centro, y a partir de los noventa, su posterior tránsito hacia la zona turística de Quintana Roo y hacia algunos estados del norte de la República.

En el caso de la migración internacional, se registra un notable incremento en los años noventa (Villafuerte y García, 2006; Jáuregui y Ávila, 2007; Viqueira, 2008). Esto obedece a diversas causas, entre las que destacan los cambios en los mercados laborales de los países tradicionalmente receptores, el recrudecimiento de la pobreza, el desempleo en los países expulsores y el desarrollo de las comunicaciones que posibilitó el flujo de ideas e información en una escala global. Sin embargo, Chiapas, al igual que otras entidades del sur de México, se inserta en los flujos migratorios internacionales en los años noventa, específicamente hacia los Estados Unidos y Canadá, fenómeno que se incrementa en los primeros años de este siglo.

Chiapas se ha consolidado como uno de los principales estados expulsores de migrantes; según la información del Consejo Nacional de Población (Conapo), con base en datos de la Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte de México (EMIF), en 2008 Chiapas fue el estado que más migrantes envió a Estados Unidos (14%), incluso por encima de Guanajuato (8,6%) y Oaxaca (7,2%), estados con una antigua tradición migratoria (Villafuerte y García, 2006; Jáuregui y Ávila, 2007). Otros analistas que han trabajado la migración en Chiapas, mencionan que la incursión de chiapanecos en el fenómeno internacional e interestatal es principalmente de carácter laboral, esto es, tiene como objetivo atenuar la grave crisis en la que se encuentran miles de familias campesinas que han visto disminuir su capacidad productiva y, con ésta, el deterioro progresivo del empleo y los ingresos. En el problema del campo en Chiapas, se identifican puntos de inflexión que explican los momentos y las causas de la migración hacia las entidades del norte del país y hacia los Estados Unidos: la crisis de los precios internacionales del café en 1989; el fin del reparto agrario, después de la reforma agraria de 1992; las recurrentes crisis agrícolas; el conflicto zapatista de 19944; y, más recientemente, los desastres naturales, entre los más importantes.

Un estudio realizado por el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, refería que en el ámbito estatal, el porcentaje de desplazamientos migratorios de jóvenes sin educación básica se presentaba de manera diferenciada, como es el caso de Chiapas, Guerrero y Veracruz, donde más del 70% de los jóvenes no había concluido el nivel secundario (81, 72 y 70%) (INEE, 2008). La referencia anterior y algunos datos adquiridos en el trabajo campo nos permiten sostener la idea de que el mercado laboral en el que se insertan numerosos chiapanecos es integrado por trabajos que exigen poca calificación: agricultura, construcción, servicios, y la maquila en el caso de las mujeres en el norte del país. En el siguiente apartado describiremos el contexto sociohistórico del espacio receptor de numerosos jornaleros chiapanecos.

El lugar de recepción: contexto sociohistórico de Los Altos de Jalisco

Desde hace muchos años el estado de Jalisco5 ha figurado como receptor y expulsor de población al mismo tiempo, siendo la zona metropolitana de Guadalajara el principal espacio de atracción del occidente de México. Aquí llega gente atraída por su clima, sus servicios de salud, de educación, y sobre todo, por su mercado de trabajo en expansión (Alba, 2000).

En el plano administrativo, el estado se encuentra dividido en doce regiones que albergan un número variable de municipios muy próximos unos de otros, con actividades económicas similares: Norte (1), Altos Norte (2), Altos Sur (3), Ciénega (4), Sureste (5), Sur (6), Sierra de Amula (7), Costa Sur (8), Costa Norte (9), Sierra Occidental (10), Valles (11) y región Centro (12).

En la extensión geográfica de los Altos de Jalisco, se distinguen dos regiones: Altos Norte (2) y Altos Sur (3)6, siendo esta última de la que forman parte los municipios en donde se encuentra concentrada la mayor producción tequilera de la región. Destacan en el mismo rubro, Arandas y Tepatitlán de Morelos (figura 2). Para el caso de Atotonilco el Alto, que también tiene una considerable producción agavera y tequilera, debemos mencionar que pasó a formar parte de la región Ciénega (3) (figura 2), después de habérsele considerado como municipio de los Altos durante mucho tiempo. La región Altos Sur cuenta con una extensión territorial de 6.667 km2 que representa aproximadamente 5% de la superficie del estado. Las actividades económicas de esta región son la agricultura, la ganadería y la industria alimenticia, que abarcan una vasta extensión de tierras para el cultivo del maíz grano, el maíz forrajero y el agave7, así como para la producción ganadera de ovinos, bovinos, porcinos y aves de corral.

Los Altos tienen diversas definiciones en términos de su cobertura territorial. Cada una de estas definiciones responde a una perspectiva de análisis particular. No hay unanimidad respecto de cuáles municipios pertenecen a esta delimitación cultural y geográfica del estado de Jalisco, por lo cual se consideran cifras que van entre 19 y 26 municipios. Lo común es que lo alteño gravite en medio de un campo de fuerza formado por las principales ciudades del centro-occidente: Guadalajara, Aguascalientes, León, San Luis Potosí... (Gilabert y Camarena, 2004).

La pequeña propiedad tiende a corresponderse con las unidades de producción de las unidades domésticas campesinas y granjeras, que se dedican predominantemente a la producción de autoconsumo, y cuando esto no se logra de modo constante, algunos de sus miembros recurren a la estrategia adaptativa de la venta de mercancía-trabajo, lo que explica la expulsión de la fuerza de trabajo en la región alteña (López, 1999). La expulsión constante de "braceros", fenómeno de la revolución que tuvo su despunte durante la guerra cristera, se mantuvo hasta la década del ochenta, y obligó a un nuevo cambio tecnológico, por la ausencia de fuerza de trabajo, lo que generó la modificación de manejos agrícolas extensivos a intensivos (López, 1999).

Bajo estas circunstancias, se puede corroborar que diversas empresas transnacionales y demandas de abasto muy específicas han incidido para definir la lógica de producción especializada de los Altos, delimitándola en cuatro vetas: la ganadería de leche, la avicultura, la porcicultura y el tequila (Gilabert y Camarena, 2004). Una región de "tierras flacas", que ancestralmente ha luchado contra la escasez de agua, constreñida a lo que ofrecen las erráticas lluvias de temporal, ahora debe afrontar también los estragos de la sobreexplotación de sus recursos naturales y aun humanos (Gilabert y Camarena, 2004).

En los últimos años, el uso del suelo ha cambiado radicalmente, al grado de convertir el territorio, metafóricamente hablando, en un tapete azul que pone de manifiesto las grandes extensiones de tierra sembradas con agave. Obviamente, esto se ha traducido en la creciente instalación de fábricas productoras de tequila con alto volumen de producción. En las localidades de Arandas y Atotonilco el Alto, se encuentra plantada la mayor cantidad de agave de la región. En su totalidad, la tenencia de la tierra corresponde a la pequeña propiedad, y los suelos son predominantemente rojizos (luvisoles férricos arcillosos).

Entre los factores que agilizaron el proceso de producción tequilera en gran escala, se encuentran, por citar algunos, los acuerdos comerciales que crearon condiciones favorables para la exportación del tequila, la participación de empresas transnacionales con inversiones que han permitido la modernización del sector tequilero, además, la bebida y la marca tequila pasaron a ser un referente de la identidad nacional, lo cual impactó favorablemente en el consumo nacional y en el de los mexicanos radicados en el extranjero (Hernández, 2005).

Actualmente, de un total de 155 casas productoras de Jalisco que tiene registradas el Consejo Regulador del Tequila (CRT)8 -órgano rector de la autenticidad del tequila y salvaguarda la denominación de origen9- la región de los Altos agrupa un total de 50, distribuidas primordialmente en los municipios de Arandas (23), Tepatitlán de Morelos (8), y otros municipios circunvecinos, que representan, en conjunto, 21% del total estatal. Atotonilco el Alto, que pertenece a la región Ciénega, cuenta con 11 y la región Valles cuenta con alrededor de 46 casas productoras ubicadas principalmente en los municipios de Tequila, Amatitán y el Arenal (CRT, 2009).

En la figura 3 podemos observar el comportamiento de la producción tequilera total durante el periodo 1994-2008, en donde sobresale un crecimiento sostenido a partir de 1995 y hasta el 2000, cuando comienza la industria a decrecer. A partir de 2004 inicia un repunte para alcanzar el nivel más alto en 2008. Entre 2004 y 2008 la producción aumenta en casi 76%, cifra ligeramente superior al periodo 1995-2000. Si tomamos en cuenta todo el periodo considerado en la gráfica, podemos observar que la producción total de tequila se multiplica por 3. Llama la atención que la producción de tequila, 100% agave, se multiplica casi por 11, situación que explica la creciente demanda de mano de obra para las labores del agave.

¡Bienvenidos a la tierra del tequila! La explotación laboral

De la misma forma que Los Altos de Jalisco se constituyen como zona de migración internacional, es un lugar de inmigración de jornaleros indígenas, provenientes mayormente de las regiones Altos y Selva de Chiapas. De esta manera, se va conformando una migración de "reemplazo", que permite proveer de fuerza de trabajo - en las actividades menos atractivas para los trabajadores regionales- a los mercados laborales locales.

La población a la que nos referimos oscila mayoritariamente entre los veinte y treinta años, no obstante, existen casos de personas menores y mayores a este rango de edad. La ocupación actual de los varones es en las labores del campo, por tanto, ésta no se encuentra disociada con respecto de las actividades que realizaban en su lugar de origen, donde se dedicaban fundamentalmente a la agricultura de autosubsistencia. En cuanto a las mujeres, destaca el hecho de que también empiezan a tener una presencia considerable, sin embargo, su concentración es en el servicio doméstico. Los municipios de expulsión en los que se tiene registrada la presencia de jornaleros en los Altos de Jalisco son San Cristóbal de las Casas, Mitontic, Santiago el Pinar y Pantelhó de la región Altos; Soyaló de la región Centro; Huitiupán de la región Norte; y Yajalón, Salto de Agua, Benemérito de las Américas, Ocosingo y Palenque de la región Selva, siendo los dos últimos municipios mencionados los que mayor población registran (figura 4).

Ahora bien, con la expansión de la agroindustria tequilera y el posterior boom internacional del tequila, durante la década de los noventa del siglo pasado, la actividad agrícola dio un vuelco considerable, la sobreproducción del agave y el posterior incremento de fábricas productoras de la conocida bebida espirituosa generaron una importante transformación industrial y económica en varios municipios de la región. A raíz de todo este proceso, el mercado laboral sufrió alteraciones, de manera que para cubrir la demanda de mano de obra local y regional, algunos de los empresarios tequileros llevaron a decenas de jornaleros desde el sureste mexicano en 1998. Los primeros migrantes en aparecer en la región de destino, en su mayoría eran provenientes de Palenque. Con el paso del tiempo y el establecimiento de redes de migración, comenzaron a llegar personas provenientes de Ocosingo, San Cristóbal de las Casas, Las Margaritas, Tuxtla Gutiérrez y Tapachula, así como de otras comunidades aledañas a estos sitios y regiones de Chiapas, las cuales, con el paso de los años, han llegado a tener una presencia destacable en esta región del país. En 2008 la revista Proceso, en su suplemento editado en Jalisco, presentó un reportaje sobre la migración chiapaneca, en el que se estimaban alrededor de 1.200 jornaleros repartidos en los municipios de Atotonilco, Tepatitlán y, mayoritariamente, Arandas (Ríos, 2008).

Actualmente, un número consistente10 de migrantes, provenientes de los municipios antes mencionados, se han convertido en mano de obra calificada, para aquellas tareas cuya exigencia física es mayor, y por las cuales hay menor retribución económica. Constatando así que el sistema es estructuralmente violento, pues su construcción y funcionamiento descansan sobre una lógica progresiva-universalista que subordina la vida al objetivo del enriquecimiento (Olivera y Sánchez, 2005). A pesar de las dificultades y obstáculos que la región de destino y sus habitantes han creado sobre los migrantes, muchos de ellos persisten en su objetivo de trabajar con el fin de conseguir una "mejor calidad de vida", entendida ésta como la obtención de un mejor salario: "Me vine a trabajar para acá por la necesidad, allá [Chiapas] no se consigue trabajo, no hay fábrica donde trabajar [...] acá pagan un poco más" (entrevista a Margarita Cruz11, 20 de enero de 2010).

    Ahorita somos pocos [Chiapanecos] los que quedamos, antes éramos muchísimos, los compañeros prefirieron regresar a la comunidad y venir temporalmente, así que los que nos quedamos, vemos como se va componiendo el trabajo y tratamos de aguantar hasta que se mejore la situación; de hecho, aquí en Arandas, hay mucha gente que le está batallando, tanto de nosotros como de la gente de aquí; todos tenemos que echarle muchas ganas, porque casi no hay trabajo y peor se pone cuando pagan poco en las fábricas, uno no puede decir nada o pedir más, porque ellos saben que hay mucha gente en espera de trabajo, entonces, como saben que en cierto modo tienen reservas, pues hacen lo que quieren (entrevista a Mariano Sánchez, 21 de enero de 2010)12.

Como hemos argumentado, Chiapas ha sido históricamente una entidad federativa eminentemente agrícola, los cultivos como el maíz y el café, pero también la ganadería bovina y las maderas preciosas, la convirtieron en la abastecedora de alimentos y materias primas de las entidades del centro del país que habían emprendido un desarrollo industrial pujante. Esta "vocación" productiva explica que su fuerza de trabajo estuviera, hasta muy recientemente, orientada al sector primario, más aún, que la movilidad de su población laboral se diera dentro del mismo estado, y muy lentamente se articulara con algunos mercados laborales del centro del país.

Es necesario enfatizar que a raíz del boom tequilero, se incrementaron, diversificaron y especializaron los tipos de tareas que se realizaban en el campo, lo que generó una organización del trabajo establecida ya no por jornada o por hora, sino por trabajo específico. Este es el caso de los jornaleros que antiguamente trabajaban no sólo en el agave, sino también en el maíz u otro tipo de cultivo o incluso cuidando animales; ahora, gracias a la especialización del trabajo, se dedican a labores bien delimitadas y definidas, por tal motivo, hoy tenemos jimadores, cargadores, plantadores, fumigadores, entre otros.

Esta especialización posibilitó oportunidades laborales para otras personas y, por tanto, abrió la oferta para los migrantes chiapanecos, los cuales no han desplazado laboralmente a los alteños, quienes se han quedado con los trabajos que son mejor pagados y que exigen cierta especialización y poco desgaste físico, mientras que a los chiapanecos se les han asignado los trabajos con mayor exigencia, desgaste físico y menor retribución.

En un principio, la mayor parte de los migrantes empezaron trabajando como jornaleros en las plantaciones de mezcal, realizando actividades varias como la limpieza del terreno, el desahije13 de la planta o la jima. Los salarios que reciben por su trabajo representan una mejoría en su nivel adquisitivo, sobre todo si se toman en cuenta las condiciones de los lugares de origen. El salario de un jornalero ronda los 1.000 pesos14 semanales (aproximadamente), sin derecho a ningún tipo de prestación y con jornadas que van de ocho hasta quizá diez o doce horas diarias. Relacionando esta cantidad con los salarios habituales, por los que laboraban los jornaleros en su natal Chiapas, representa una diferencia salarial importante, sin embargo, esta cifra vista por los oriundos de la región de los Altos de Jalisco es insuficiente para el tipo de trabajo que se realiza, por eso prefieren emigrar a Estados Unidos.

Cuando los jornaleros no son contratados, o el trabajo en el mezcal se ha acabado, algunos empleadores los llevan a trabajar a otras tierras, en el cultivo de otros productos o en la realización de trabajos diversos, normalmente en relación con actividades agrícolas, por temporadas, como lo vemos en la entrevista siguiente:

    Ahorita ya pasó la temporada del tomate [octubre, noviembre y diciembre], ahora va la del rastrojo, hay que molerlo y encostalarlo, pero ya casi se acaba [la temporada], por eso ya casi no hay trabajo, el rastrojo está húmedo y mucho se va a podrir, entonces peor se va a poner, pero hay que esperar porque como ha estado el clima [por el descenso de temperatura y las consiguientes nevadas] va a ser necesario sacar la planta [mezcal] que se quemó y poner planta nueva (entrevista a Francisco Vázquez, 27 de enero de 2010).

Por otra parte, la presencia de los jornaleros chiapanecos ha generado diversas reacciones entre la población local, sobre todo entre los que compiten en el mercado laboral. Aparte de la explotación laboral y la carencia de prestaciones, son sujetos de discriminación social, mediante expresiones típicamente racistas, fundamentadas en la condición indígena del jornalero y en su gran desempeño laboral, cuyo interés está centrado en la necesidad de subsistir.

"¡Esos indígenas chiapanecos nos están quitando la chamba!" Exclusión social y explotación laboral

La lógica de expansión del capital mundial nos pone en la antesala del análisis de la exclusión de la que son sujetos los jornaleros indígenas migrantes, entendida ésta como un fenómeno social y una cuestión política, económicamente mala, socialmente corrosiva y políticamente explosiva... manifestación, expresión y resultado de una determinada estructura social, es decir, que da cabida a lo "externo al sujeto" como papel determinante y en ocasiones decisivo en estos procesos (Bel, 2002).

Si bien es cierto que existen múltiples y variadas formas de exclusión, aquí hemos decidido avocarnos a aquella que es fruto y consecuencia de la migración, en el sentido de que reconocemos, por un lado, la existencia de estructuras (políticas, económicas) que configuran un entorno excluyente que imposibilita el acceso equitativo a recursos y el sano desarrollo de condiciones mínimas de vida (expresiones de ello podrían ser el desempleo, la pobreza, la desprotección social) y, por otro, la presencia de actores y contextos sociales que generan ruptura, disgregación y erosión, salvaguardando fervientemente lo asumido como propio, auténtico y verdadero.

De acuerdo con lo expresado anteriormente, consideramos el racismo como un marco analítico que nos puede ayudar a interpretar estas formas de exclusión. En primera instancia, retomamos el argumento, según el cual, la migración ocurre a raíz del racismo histórico-estructural implantado en el continente americano durante la Colonia, es decir, partimos del reconocimiento de la globalización como la culminación de un proceso que comenzó con la constitución de América (Quijano, 2000), y que impuso una serie de condicionantes a la población indígena, que a su vez posibilitaron su posterior exclusión y explotación en su propia tierra.

Con la expansión colonial europea, las comunidades culturales originarias de América sufrieron un proceso de disociación entre cultura y territorio. Se abrió desde entonces un proceso de etnicización, a través del cual, los pueblos originarios fueron convertidos en foráneos, en extranjeros en sus propios territorios (Giménez cit. Oehmichen, 2003). Por si esto fuera poco, posteriormente se configuró la idea de nación, como unidad sustentada en la homogeneidad racial de los súbditos, demarcando de tal manera la línea que dividía a los que podrían entrar a formar parte de esta comunidad política y los que no: los indios, a quienes -a partir de la formación de relaciones sociales fundadas en la idea de raza- se les creó una identidad histórica nueva asociada con jerarquías, lugares y roles sociales correspondientes, como constitutivas de ésta (Quijano, 2000), así como la construcción de un conjunto de relaciones entre grupos subordinados en un complejo sistema regional de hegemonías -región de poder la denomina Claudio Lomnitz (1995)-, a contrapunto de las distintas formaciones del Estado y la cultura nacional (Joseph y Nugent, 19940).

Con estos presupuestos, emergieron los discursos sobre el dualismo de la nación, que condujeron inevitablemente a la diferenciación de razas, con un trasfondo civil, sustentado en la extracción de consecuencias sociales y culturales, a partir de la definición biológica. Con esto se pretendió hacer creer que un cierto tipo de desigualdades sociales y de acceso al poder se debían a ciertas características (culturales, raciales, de origen o religiosas) de un sector de la población (Bastos, 2010).

La práctica racista se asentó en el imaginario colectivo, creando una marcada línea, ciertamente identificable en algunas regiones de nuestro país, entre el blanco y el no blanco, pero también entre la gente que se autoasume como civilizada (gente de las urbes, con un cierto grado de educación -académica-, estatus económico medio o elevado) y lo incivilizado (gente de escasos recursos, poca educación -académica-, campesinos, indígenas), o simplemente entre indios y mestizos, utilizando parámetros sobre todo culturales para marcar la diferencia.

Los indígenas son vistos como raíz de los mexicanos, es decir, tan solo representantes del pasado glorioso, pero no como agentes del presente. Desde la escuela y los medios de comunicación, los "indios" son entendidos como "nuestro pasado" y también como resabios de culturas premodernas. La tradición es pensada como un reducto del pasado en términos de oposición a la modernidad. Por tanto, el uso cotidiano de los términos indígena y mestizo deja de tener un sentido técnico (descriptivo o analítico) y adquiere un contenido ideológico-político, para identificar identidades ubicadas geográfica y espacialmente en el sistema de hegemonías regional, es decir, en un marco de jerarquías y relaciones de subordinación y explotación que unen procesos simultáneos con la formación del Estado y de formas de conciencia local (Joseph y Nugent, 1994), o como señala Zárate (2005), se trata de la construcción de hegemonía política, para mantener el orden, refrendar o transformar las instituciones políticas locales, lo cual implica formas particulares de modernización e integración a la sociedad mayor.

Desde el caso en cuestión, el contenido ideológico se materializa en expresiones y conductas ordinarias que suscitan formas de exclusión hacia los migrantes:

    Esos pinches15 chiapanecos vienen y abaratan el "jale"16, porque ellos cobran barato... o no es que cobren barato, sino que a veces trabajan más, por lo que les pagan y nos joden a todos... y luego, ahora hasta las morras17 nos andan bajando, ya se oye que unas viejas de Betania, se casaron con unos chiapanecos bien prietos18, que porque son bien trabajadores... al rato, ni trabajo ni mujeres va a haber para nosotros... me dijeron que ya hasta tienen un equipo de fútbol en la liga municipal de puros patarrajadas19 (Ríos, 2008: 17).

Es aquí cuando la relevancia social del fenómeno adquiere carácter y sentido peyorativo, pues se trata de sujetos a los cuales se les han negado las condiciones para el sano desarrollo y la potencialización de su vida en el lugar de origen, y se les niega también el acceso a otros espacios sociales de integración y desarrollo humano en el lugar de destino.

La sociedad alteña en Jalisco, específicamente la de Arandas, posee un gusto y una actitud muy particular frente al consumo de tequila, a tal grado que se ha normalizado su consumo excesivo, factor que no despierta ninguna preocupación o cuidado. Para evidenciar tal situación, vale constatar la gran cantidad de cantinas y licorerías que existen en el municipio referido, eso sin contar las fábricas que venden tequila a granel, o simplemente lo dicho por una persona para referirse al consumo: "No habrá quien te invite dos tacos, pero sobra quien te invite un tequila" (entrevista a Daniel Fonseca, 22 de julio de 2009).

Aún cuando este tipo de actitudes están presentes en gran parte de la población, el hecho de que algunos jornaleros chiapanecos se alcoholicen ha sido el factor que ha traído una especie de conmoción y ha servido también como pretexto para etiquetarlos como borrachos y violentos.

    [...] a mis padres no les parecía conveniente [acercarse y charlar con ellos a solas] dado la fama que tienen los que vienen de Chiapas de ser bebedores, así que con la finalidad de protegerme, me sugirieron que empezara terminándose las fiestas [pasando las fechas de las festividades] (comunicación con un estudiante de derecho, asistente en proyectos de investigación de la Universidad de Guadalajara).

    [...] se les ha caracterizado por ser borrachos y violentos, pero violencia con cuchillo (entrevista a Daniel Fonseca, 22 de julio de 2009).

Estos relatos dan cuenta de la exclusión y la discriminación a raíz del estereotipo generado, y ciertamente la creciente incursión de jóvenes jornaleros en el alcoholismo, así como la aparición de algunos casos en donde la violencia es el denominador común. La problemática social también tiene que ver con la casi nula asistencia social por parte de las autoridades municipales, la cual de entrada es precaria para los originarios, y aún más para los migrantes.

Muestra de la complejidad anteriormente mencionada que se corrobora continuamente con los migrantes chiapanecos, los cuales han aparecido como "extraños" en los municipios de Arandas, Atotonilco y Tepatitlán en Jalisco, no sólo por su fenotipo e indumentaria, sino también por diferencias de carácter cultural, en las que denotan particularidades y características muy propias. A estos migrantes se les percibe como amenaza y son estereotipados como protestantes, milicianos zapatistas, analfabetas, salvajes, incivilizados (por no hablar el castellano) y testarudos, pues no podrían, por ejemplo, aprender a jimar20 (Hernández, 2005). A continuación, citamos un extracto de una conversación sostenida con un empresario arandense, al respecto de los jornaleros chiapanecos, a los cuales recurría con anterioridad para ofertarles trabajo:

    Hay mucha diferencia entre un jornalero de Chiapas y uno de Arandas. Los de Chiapas son más cerrados, tienes que decirles como diez veces las cosas para que hagan las cosas como uno quiere y no como ellos la entienden [...]. Son como unos burritos de trabajo. Nunca dejaron de hablar su dialecto, aunque les insistí que hablaran bien (entrevista a Ramiro Jiménez, 23 de julio de 2009).

Una peculiaridad de la mayoría de la población alteña en Jalisco es la tez blanca, rasgo que contrasta inmediatamente con el grupo de migrantes provenientes del sur de México. La constatación de esta diferencia no queda simplemente ahí, sino que se presta en muchos casos como motivo y argumento para discriminar, marginar e incluso explotar al migrante. Desde esta perspectiva, se estaría planteando el racismo como instrumento de explotación y exclusión, y como marco analítico para aproximarnos a la comprensión de tales realidades. Dada la reciente emergencia del fenómeno en cuestión, son prácticamente nulos los trabajos sobre relaciones sociales entre los grupos referidos. Además de que Los Altos de Jalisco no fungen como un enclave agrícola tradicional para jornaleros indígenas, está el hecho de que gran parte de la atención de los estudios migratorios es puesta en la dinámica internacional, de ahí que como primera aproximación, el tema de la exclusión y el racismo sean abordados desde perspectivas generales, no por ello, menos importantes.

En el actual contexto de neoliberalismo, en donde se critican fuertemente las excesivas facultades atribuidas al Estado, y en el que además se pretende, ante todo, un nuevo modo de gestionar conductas en ámbitos muy variados (política laboral, seguridad social, sistema de salud, sistema educativo), ¿quién va a velar por la desaparición de la discriminación contra estos actores? Para el caso que nos ocupa, el espacio laboral se verá fuertemente influido e incluso perjudicado por esta oleada neoliberal en la cual se pretende la vivencia radical de la libertad.

Esta lógica de funcionamiento tiene consecuencias graves para personas como los jornaleros chiapanecos, porque precisamente por ser sujetos de la discriminación de la que son parte socialmente, laboralmente son también discriminados, explotados y excluidos, y, lo que es peor, todo esto dentro del marco de una supuesta legalidad, pues al no estar normadas ciertas situaciones, que podrían denominarse faltas (ausencia de seguridad social, prestaciones, horarios de trabajo) no hay quien atienda y sancione estos atropellos. Es así que nos encontramos con una práctica racista, enmarcada en el espacio laboral de una agroindustria enclavada, a su vez, en el mercado global, que toma de la constatación de las diferencias fenotípicas, culturales y de la desprotección social, laboral y estatal, en general, sus herramientas más socorridas para discriminar, segregar, excluir y explotar al migrante. La vinculación con lo ancestral es por tanto vista y asumida como sinónimo de retraso o precariedad, en el caso de algunos pobladores de Los Altos de Jalisco, los cuales, mediante diferentes tipos de expresiones, no hacen más que refrendar una supuesta superioridad, fincada en la formación histórica de la región por pobladores europeos.

Hoy en día se puede observar la recreación-articulación de sistemas de clasificación social que tienden a colocar a las colectividades culturales que conocemos como indígenas, en los márgenes del mercado laboral y de la vida urbana (Oehmichen, 2003:). Se sigue constatando la estigmatización de la indianeidad, por ser sinónimo de pobreza, ignorancia y atraso en las representaciones culturales dominantes, y por la ubicación de lo indio en el extremo inferior de la estratificación social mexicana (González, 2003).

Nos enfrentamos a un racismo en el que se ha sincretizado, como lo afirma Todorov (2007), lo biológico y lo cultural. Dentro de esta síntesis se puede dar una divergencia, por un lado, para marcar la diferenciación de "razas" con un supuesto grado de ingenuidad: la fetichización de las culturas ancestrales, apelando al folclor, a las tradiciones, modos y práctica, en torno a los cuales se suscitan expresiones que en ocasiones son fundamento, en otras expresión de lástima, benevolencia, paternalismo y minusvaloración. La otra arista que recorre la divergencia es la de la discriminación, segregación y marginación frontal, que se da sin tapujos, vergüenza o remordimiento.

Reflexiones finales

La agroindustria del tequila ha dejado de configurar un producto de consumo regional, para pasar a ser referente nacional y, por consiguiente, una expresión que ejemplifica con claridad la idea wallersteiniana de los sistemas-mundo, en la que se dimensiona el origen de los modelos productivos globales y desiguales, situación que se expresa, en este caso, a través de las grandes asimetrías regionales (Jalisco/Chiapas) que explican la división del trabajo, en atención a las jerarquías ocupacionales.

En ese sentido, se vuelve pertinente reconocer el hecho de que las migraciones refuerzan las desigualdades suscitadas en la actualidad, fenómeno comandado por empresas multinacionales, las cuales han cambiado la propiedad de la tierra en los países periféricos y han mecanizado las tareas de la población, provocando un excedente de mano de obra que se traduce en un sujeto desarraigado y propenso a marcharse al extranjero.

En el caso concreto de la inserción de jornaleros migrantes chiapanecos en la región alteña de Jalisco, la problemática está fuertemente marcada por dos realidades: la explotación laboral y la exclusión social. El racismo sirve de fundamento a la dialéctica de inclusión-exclusión, a la vez que contribuye a la polarización social y a la revalorización de la identidad de los migrantes.

La inserción de los jornaleros migrantes mejora su ingreso monetario, pero su costo social y cultural se expresa en una desvalorización de la persona. En sentido estricto, podríamos decir entonces que las relaciones sociales del migrante no le sirven, al contrario, se le impide formar parte de la sociedad de una manera integral, pues su incursión, en muchos de los casos, está asentada en desiguales relaciones laborales. A partir de éstas, los mestizos alteños de Jalisco recrean y dan forma a nuevas relaciones de sumisión, exclusión, subordinación y discriminación, enmarcadas en un contexto de reconversión productiva, en la cual, un producto global como el tequila se sustenta en relaciones desiguales.

Lo que intentamos a lo largo del escrito es mostrar cómo en el México actual, se manifiesta o afirma la inferioridad de algunos grupos étnicos, frente a la superioridad del propio mestizaje, ello justificado en la explotación y la exclusión de dos grupos. La crisis socioeconómica en la mayoría de los países en los últimos años ha multiplicado los actos de discriminación y exclusión, el caso que presentamos es uno de éstos, que van desde los discursos hasta actos de violencia como las agresiones individuales y colectivas.

Pese a los constantes acuerdos mundiales y las campañas sobre las diferencias culturales, en muchas partes de México, ser indígena simboliza atraso y miseria tanto para los mestizos como en el marco de las políticas gubernamentales. Asimismo, las asimetrías regionales en el país, favorecen que muchos pueblos indígenas sean subordinados y explotados. Es decir, en el caso mexicano, la relación entre sociedad nacional y los pueblos indígenas ha estado mediada por la desigualdad en sus distintas variantes, desde la explotación y la exclusión, hasta el racismo y la marginación que se heredaron desde el régimen colonial.

Es claro que, hasta el momento, tanto el fenómeno migratorio como los estudios se van incrementando, sin embargo, en el caso de Chiapas, aún se necesita profundizar más en el tema, en especial, en los ámbitos rurales y los microprocesos de reestructuración y cambio, que como efectos de la migración de uno o varios de sus integrantes, se dan en el seno de la familia y sus formas tradicionales de organización productiva y de trabajo.

De igual manera, es necesario abordar el costo social en los migrantes indígenas y, consecuentemente, en su intersubjetividad, en los impactos manifiestos en la vida cotidiana, así como en el contexto social y cultural comunitario; además de explorar las articulaciones que definen las relaciones dinámicas entre fronteras e identidades sociales, que nos permitan comprender los procesos de cambio sociocultural registrados en las localidades, las familias y los individuos insertos en la dinámica migratoria.

Notas

1 Para los fines del presente trabajo se entiende por jornalero aquella persona que trabaja sin una actividad fija, es decir, hace lo que le pide quien lo contrata sin contar con ningún tipo de seguridad social o prestación. El cobro ordinariamente es por día de trabajo realizado.

2 Para la obtención de los datos empíricos realizamos trabajo de campo a lo largo del periodo comprendido entre enero de 2009 y enero de 2010, asimismo, realizamos numerosas entrevistas a jornaleros situados en la región Altos de Jalisco y en algunos lugares de expulsión en Chiapas.

3 García y Olivera (2006) han documentado que hacia la frontera norte muchas jóvenes solteras de 15 y 25 años deciden no sólo prolongar la distancia en el lugar de destino, cuando no el arraigo definitivo, sino que también optan por permanecer solteras o casarse después de los 24 años o más, ya no con un miembro de la localidad o del estado, sino con un migrante de otra entidad federativa.

4 La presencia del EZLN en el estado derivó en numerosos conflictos en diversos municipios entre los simpatizantes del movimiento y adherentes de partidos políticos.

5 Se encuentra en la región occidente de la República mexicana, colinda con siete estados (Aguascalientes, Colima, Guanajuato, Michoacán, Nayarit, San Luis Potosí y Zacatecas) y el océano Pacífico. Cuenta con una extensión de 80.137 km2 en donde se establecen alrededor de 10.643 localidades que conforman un total de 6.752.113 habitantes (Gobierno de Jalisco, 2007).

6 Una vez hecha está aclaración, indicamos que cuando nos refiramos a "Los Altos de Jalisco" estaremos aludiendo a la región Altos Sur.

7 Agave tequilana Weber, variedad azul.

8 El Consejo Regulador del Tequila (CRT) es un organismo mexicano de certificación y verificación que surgió en mayo de 1994. Cuenta con laboratorios acreditados y aprobados, que se encargan de analizar, registrar y certificar la producción tequilera de México, así como de salvaguardar la denominación de origen en México y el extranjero, con el fin de garantizar al consumidor la autenticidad del producto. Está integrado por productores de tequila, agricultores de agave, envasadores y comercializadores y el Gobierno mexicano, pues se encuentra avalado por la Secretaría de Economía, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y las aduanas. El CRT cuenta con oficinas en Arandas, Tequila, Guadalajara, Jalisco, Madrid (España), Washington y Chicago (Estados Unidos) y Tokio (Japón) (Presentación del CRT, 2006).

9 La denominación de origen es el nombre de una región geográfica del país que sirve para designar un producto originario de ésta, y cuya calidad y características se deben exclusivamente al medio geográfico, comprendidos en éste los factores naturales y humanos.
El término denominación de origen, está vinculado a tradiciones culturales arraigadas en los países que han desarrollado y perfeccionado la fabricación de un producto propio de su región. Se relaciona además con valores culturales propios, pues representa la suma de experiencias transmitidas a lo largo de generaciones.
Una denominación de origen no se crea, se reconoce, es sinónimo de originalidad y a su vez es un reconocimiento a una calidad, ligada a una zona geográfica, así como a un origen avalado por un Consejo Regulador que establece los mecanismos de control y supervisión, que garanticen esa autenticidad. El tequila es el primer producto con denominación de origen en México (1974), de un total de 10 productos que cuentan con tal distinción: mezcal, olinalá, talavera, Café Veracruz, ámbar de Chiapas, bacanora, sotol, mango ataulfo Chiapas y charanda.
La denominación de origen para el Tequila comprende una extensión de 181 municipios distribuidos en 5 estados, de entre los cuales Jalisco comprende la totalidad de sus municipios con 125, seguido de Michoacán con 30, Tamaulipas con 11, Nayarit con 8 y Guanajuato con 7 (Presentación del CRT, 2006).

10 Preferimos indicarlo así, dado que no hay aún datos oficiales respecto al número actual. Sin embargo, en el trabajo de campo constatamos que esa cifra ha aumentado.

11 En las referencias de entrevistas, los nombres de los interlocutores han sido cambiados para mantener su anonimato.

12 La entrevista fue realizada luego de una gélida temporada invernal en los Altos de Jalisco, en donde el descenso de temperatura fue tal, que cayeron nevadas en la región, algo poco común para la zona, siendo la nevada más fuerte el 12 de enero de 2010. Por tanto, las condiciones climáticas imposibilitaban en muchos casos que los jornaleros pudieran salir al campo a trabajar.

13 Luego de aproximadamente cuatro años de haber sido plantado el mezcal, comienza a generar una especie de extensiones o rebrotes conocidos como hijuelos, los cuales son removidos con una doble finalidad: el óptimo crecimiento de la planta y, por ende, la producción de azúcares, además de la posterior replantación de los hijuelos en otro terreno.

14 El tipo de cambio en relación con el dólar norteamericano es de aproximadamente doce pesos mexicanos por dólar.

15 Pinche: adjetivo calificativo para insultar a una persona.

16 Jale: sinónimo de trabajo en el ámbito local.

17 Referencia a las mujeres.

18 Prietos: adjetivo calificativo que hace alusión a la tonalidad de la piel, en este caso, se refiere a la tez morena del migrante que difiere de la tez clara de la mayoría de los alteños de Jalisco.

19 Patarrajadas: adjetivo calificativo que se refiere a la condición indígena proveniente del imaginario colectivo en torno a la idílica figura del indígena que portaba traje de manta y calzaba huaraches.

20 La jima es un proceso en el cual, con la ayuda de un machete o de una coa, se cortan las "espadillas" -las cuales poseen un gran número de espinas- de la "cabeza-piña" del agave-mezcal, con dos finalidades: por un lado, propiciar un mejor rendimiento de la planta en cuanto a azúcares y, por otro, facilitar la entrada de animales para que puedan comer la hierba que crece en torno al agave. El trabajo de jima es una labor que requiere habilidad y extremo cuidado para evitar la pérdida de alguna extremidad corporal.


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