INTRODUCCIÓN
A nivel latinoamericano, el periodo comprendido entre los años treinta y sesenta del siglo pasado ha sido concebido por la historiografía como el momento de la urbanización, la industrialización y la modernización1. La comprensión de estos macroprocesos se dio desde el marco ofrecido por diferentes corrientes del urbanismo que, bajo modelos eurooccidentales, separaban tajantemente el campo de la ciudad con base en la antinomia tradición versus modernidad2. Conocedores de este marco general y sus limitaciones, entre las que cabe mencionar su restricción a las grandes capitales, subrayamos la pertinencia y necesidad de pensar la manera como tales cambios se presentaron en pequeños y medianos centros urbanos. Al respecto, como sostiene Mejía Pavony, en las ciudades intermedias colombianas y de otras partes del continente, la transición entre la vida aldeana y los ritmos propiamente citadinos se experimentó en términos de fluidez y mezcla antes que de oposición irreductible entre lo viejo y lo nuevo3.
Las coordenadas espacio-temporales que orientan el trabajo corresponden a la ciudad de Pereira entre finales de los años cuarenta e inicios de los sesenta. Durante este periodo, este centro urbano fue la segunda entidad político-administrativa del departamento de Caldas, detrás de Manizales que fungió como capital y con la que mantuvo a lo largo del siglo XX una tensión por la primacía regional. En estos años, diferentes sectores sociales tuvieron muy presentes los cambios urbanos que acaecían ante sus ojos, muchos de los cuales fueron vistos con orgullo por el cariz moderno que le daban a la ciudad. En 1964, la población ascendía a 188.365 habitantes y había adquirido una morfología longitudinal por su expansión hacia las zonas de Dosquebradas, Matecaña y Libaré, siguiendo los ríos Otún y Consota4. Como lo señaló la prensa nacional, el crecimiento de la "Perla del Otún" se hizo evidente en la densificación del perímetro urbano, la cantidad de licencias de construcción aprobadas, los movimientos notariales, las fábricas instaladas y, un dato no menor, el número de asistentes a los espectáculos públicos5.
En las páginas que siguen indagaremos cómo se concibió el tránsito de Pereira a la condición de ciudad moderna a través de las iniciativas que diferentes actores sociales, políticos y económicos plantearon para recibir los primeros cien años de fundación de la llamada "ciudad sin puertas"6. Para ello, nos detendremos en el análisis de los juegos de poder que protagonizaron diferentes actores públicos y privados los cuales estuvieron en la base de una coyuntura histórica relevante en la marcha de la ciudad como fue su cumpleaños número cien. Como propone Suárez Mayorga para el caso bogotano, esta mirada pone el acento en los intereses de diferentes agentes políticos y sociales que permiten pensar lo urbano como resultado de múltiples tensiones y negociaciones7. A partir del estudio de la conmemoración del primer centenario, acaecida en agosto de 1963, observaremos el estado de desarrollo urbano, los proyectos de ciudad y las realizaciones para mostrar, a propios y extraños, el grado de progreso alcanzado por la futura capital de Risaralda8.
Esta ruta se inscribe en una línea de la historia urbana que estudia los proyectos y planes de obras surgidos en el contexto de eventos excepcionales como la destrucción/reconstrucción de la infraestructura urbana a causa de desastres naturales, levantamientos sociales y organización de eventos especiales9. Estas coyunturas obligan a las sociedades a repensar y rediseñar los centros urbanos, promueven la renovación arquitectónica de las ciudades y sirven para proyectar una imagen "moderna" ante la comunidad nacional e internacional10. De este modo, los procesos de modernización urbana pueden ser analizados a partir de ciertos acontecimientos que cristalizan diferentes imaginarios y capacidades de gestión pública y privada, en torno a la ciudad. El trabajo también pretende aportar algunos elementos a una historia urbana del centro occidente del país que, en palabras de Gorelik, aborde "[...] "la ciudad real, la ciudad ideal, la ciudad idealizada y la ciudad ideologizada"11.
En tal sentido, los aniversarios urbanos históricamente se han utilizado para idear, proponer, ejecutar e inaugurar obras públicas. Aunque su estudio se ha centrado en héroes y eventos bélicos, la ciudad también ha sido objeto de prácticas conmemorativas en tanto personaje histórico en sí mismo12. Dentro de las conmemoraciones, los centenarios revisten especial significado pues detonan balances sobre el camino recorrido e impulsan la formulación de nuevos horizontes. A principios del siglo XX, capitales latinoamericanas como Bogotá, Buenos Aires y Ciudad de México, entre otras, vivieron coyunturas conmemorativas importantes que fueron aprovechadas para inaugurar obras de envergadura como plazas, parques, avenidas y otras materializaciones del progreso material13.
Con base en lo planteado, identificaremos las actuaciones, intereses e iniciativas de los principales promotores, públicos y privados, en torno a la conmemoración del centenario de Pereira. La ocasión fue asumida por testigos de la época como el paso de "aldea pausada e indecisa" a "urbe tentacular"14. Para ello, organizamos el texto en tres partes. La primera, da cuenta de las propuestas que, desde la política, el alcalde Jorge Roa Martínez y el político caldense, Cástor Jaramillo Arrubla, presentaron a finales de los años cuarenta e inicios de los cincuenta para recibir la fecha magna. El segundo momento aborda las diferentes estrategias de la Sociedad de Mejoras Públicas (SMP) para apropiarse de la gestión del centenario como principal representante de la sociedad civil local. Finalmente, enunciamos las principales realizaciones con las que Pereira arribó al 30 de agosto de 1963, las cuales evidencian el concurso y la división del trabajo que primó en la organización urbanística de la efeméride.
1. LA GESTIÓN POLÍTICA: 1947-1955
Las discusiones sobre el centenario de Pereira se inscribieron en el segundo ciclo de desarrollo industrial que tuvo lugar desde 1945 hasta principios de los años sesenta15. En este escenario, algunos sectores de la elite política y social local, congregados en clubes como el Rial-to, el Rotario y la SMP, concibieron el desarrollo urbano como causa y efecto del progreso alcanzado por la segunda ciudad caldense. Luego de la construcción del campo de aterrizaje en la zona de Matecaña a través de los convites cívicos, dirigentes como el abogado boyacense y político conservador Jorge Roa Martínez, asumieron la vocería del mejoramiento que debía tener la ciudad. Roa propuso, entre otras obras, la erección de una estatua de Bolívar en el parque principal, la dotación de vivienda para los campesinos expulsados de los campos por la violencia política, el embellecimiento de espacios públicos y la provisión de servicios básicos para los nacientes barrios populares16. Tal interés coincidió con los intentos reguladores que se promovían desde el Congreso de la República para controlar el crecimiento de las ciudades y definir la participación de las arcas nacionales en una ola de aniversarios locales que proyectaban construir obras públicas.17
Durante su breve estancia en la Alcaldía, Jorge Roa alcanzó a presentar una serie de proyectos al Concejo Municipal con el fin de sentar las bases de una planificación urbana que sirviera de guía a la ciudad centenaria. En 1950, el burgomaestre conservador buscaba dotar a Pereira de infraestructura energética y educativa como condiciones necesarias para su desarrollo económico. La construcción de la Central Hidroeléctrica de Dosquebradas y del Instituto Tecnológico eran claves en su concepción del progreso a largo plazo. En materia de edificaciones, planteó la terminación del Palacio Municipal, la pavimentación y ornamentación de la Avenida 30 de agosto, la ampliación de algunas calles céntricas, así como el inicio del Estadio, la Plaza de Ferias y el Bosque Municipal. Como parte de su programa de gobierno, también buscó la ampliación y mejoramiento de los servicios de aseo y telefonía. Estas propuestas debían nutrir la elaboración del futuro Plan Regulador cuya financiación correría por cuenta de algunos empréstitos y la reorganización del impuesto de valorización18.
Este plan puede considerarse como el punto de partida de una serie de propuestas que circularon en la esfera pública local para recibir por lo alto la gran fecha en 1963. Sin embargo, la realización de estos anhelos se enfrentaría a obstáculos de diversa índole, entre las que cabe mencionar, la dificultad para sostener en el tiempo juntas destinadas a proyectos específicos como ocurrió con la Plaza de Toros19. Al tiempo que las iniciativas locales perdían fuerza, el senador conservador Cástor Jaramillo Arrubla, retomó buena parte de las ideas de Roa para formular un proyecto de ley que presentó en el Congreso de la República. Esta iniciativa puso de presente otra forma de gestión política para aprovechar la norma que asociaba la Nación a las conmemoraciones locales y sus proyectos de renovación urbana.
Con el fin de hacer "justicia a una urbe nobilísima" y premiar "[...] el patriotismo, la convivencia y [el] civismo ejemplarizante", el proyecto del congresista introdujo algunas novedades20. En cuanto a las obras, planteó la construcción de un centro cultural que esperaba dotar de biblioteca, museo y escuelas de Bellas Artes, un parque principal que llevaría el nombre de Guillermo Pereira Gamba y el retiro de los rieles del ferrocarril del Pacífico que atravesaban el centro de la ciudad. La segunda diferencia se refirió a las fuentes de financiamiento que cifró en la concurrencia de recursos nacionales, el impuesto de valorización, aportes directos de la ciudadanía y dinero proveniente de una lotería autorizada para el centenario. La última propuesta, que generó cierto resquemor en algunos sectores, fue la formación de una junta oficial bajo control del Gobierno nacional lo que marginaría a los poderes locales21.
La gestión política de Jaramillo no surtió efecto en las altas esferas, pues el presidente designado, Roberto Urdaneta, no sancionó la ley por carecer de planos y presupuestos detallados22. Más allá del fracaso, las "fuerzas vivas" pereiranas reaccionaron a lo que consideraron como afrenta a una ciudad que no merecía el olvido nacional. Sin embargo, antes de confirmar la negativa presidencial alcanzaron a solicitar el envío de una comisión técnica que contribuyera a los trabajos de planificación, sin menoscabo de la petición del Gobernador de Caldas y de los gremios para que el primer mandatario aprobara el proyecto23. Con el arribo a la alcaldía del conservador Lázaro Nicholls (1954-1956), la prensa liberal se fue lanza en ristre contra el mandatario por su posición respecto a la preparación del centenario, particularmente, se criticó la conformación de una junta local que brillaba por su ausencia24. En la misma dirección, un copartidario del alcalde publicó una serie de notas bajo el título de Cartas Godas con el fin lanzar invectivas contra el Gobierno local debido a su escasa capacidad de gestión. Para el columnista, la solución debía concentrarse en la escogencia correcta de nuevos concejales, alcalde y altos funcionarios que garantizaran una organización idónea de la efeméride tal y como había hecho Manizales años atrás25.
La reacción más fuerte y sostenida a la gestión municipal provino del seno de la SMP. Si bien al principio los dirigentes cívicos manifestaron su acuerdo con las propuestas de Roa y Jaramillo, no cejaron en su esfuerzo por convertirse en protagonistas de la conmemoración. En su lectura, la ciudad experimentaba una crisis de civismo que le había permitido llevar adelante, desde los años treinta, una serie de proyectos en beneficio de toda la sociedad pereirana26. El llamado fue a reactivar la capacidad de autogestión con el fin de superar los obstáculos políticos nacionales y locales que se interpusieron en la preparación de la ciudad para el centenario. Como señaló Benjamín Angel Maya, el asunto debía tomar los ribetes de una "cruzada general" por la "causa común" que aglutinara a todas las clases sociales y entidades cívicas con el fin de obtener el éxito anhelado en 196327.
El polo cívico, que contó con la prensa liberal a su disposición, exhortó a emprender una planeación técnica de las obras, asunto relevante si recordamos el argumento del Ejecutivo nacional para rechazar la propuesta del senador Jaramillo Arrubla28. En el mismo sentido, desde las páginas de El Diario comenzaron a promoverse como obras fundamentales para la ciudad una plaza de toros, un hotel de turismo y un estadio. Sin embargo, el sentido profundo de la campaña mediática lo deslizó un periodista al sugerir: "Se nos ocurre la idea de que por parte del señor Alcalde, delegue en la Sociedad de Mejoras, con tan buenas ideas, las funciones de la Junta pro-Centenario, de la ciudad. Estamos seguros que sería mucho lo que habríamos de adelantar en la proyectación [sic] y realización de tan necesarias obras"29.
¿Cuál fue la posición del alcalde Nicholls ante las críticas por la supuesta falta de iniciativa en la organización del centenario? El Ejecutivo local reaccionó tardíamente con acciones que no tuvieron efectos reales en la puesta en marcha de las obras anheladas. Muestra de ello fue el anuncio de un tenue "plan de obras" por parte del Personero, Luciano García, quien presentó como un gran logro la proyección de una estatua ecuestre de Bolívar, la gestión en la capital de la República de un préstamo por USD 800.000, el necesario retiro de los rieles del ferrocarril del centro de la ciudad, la construcción de escuelas rurales, la pavimentación de algunas vías y la inauguración del edificio de Banco Popular30.
El escaso eco de estas ideas se complementó con otras decisiones que se revelarían inanes para amainar los ánimos de la SMP. Nos referimos al otorgamiento de las funciones de Junta oficial del Centenario a la Junta de Valorización, el nombramiento del secretario de Obras Públicas Municipales como Ingeniero Jefe de Valorización y la incorporación de prestantes dirigentes cívicos como miembros de la Junta oficial31.
2. LA GESTIÓN CÍVICA: 1955-1957
Luego de varios reclamos y críticas, las entidades cívicas ocuparon un lugar en la nueva junta oficial del centenario. A partir de ese momento y durante los siguientes dos años, la sociedad civil encabezada por la SMP, se embarcó en una lucha por controlar la gestión de la efeméride de acuerdo a sus prioridades, intereses y concepciones de ciudad. Para cumplir dicho objetivo, inicialmente la dirigencia cívica intentó acercarse a las autoridades políticas nacionales para luego promover un movimiento local que asumiera por sus propios medios la organización. Aunque las acciones emprendidas retomaron varias de las ideas e iniciativas formuladas años atrás por los políticos, varios de los cuales también eran parte de estas asociaciones, tampoco se obtuvieron los resultados esperados.
En abril de 1955, luego de una sesión en los salones del Club Rialto, la SMP dirigió una carta al ministro del Trabajo, el conocido Cástor Jaramillo Arrubla, con el fin de presentar un "prospecto ambicioso" que sirviera de insumo para la comisión técnica que ayudaría a elaborar el plano regulador de Pereira y, con base en éste, el plan de obras para el centenario. En el documento se propuso que la financiación de las obras recayera principalmente en el Gobierno nacional encabezado en ese momento por Gustavo Rojas Pinilla y, en segundo lugar, en las asociaciones civiles. De esta forma, la Nación debía garantizar las obras de infraestructura educativa, energética y cultural además de financiar la reforestación de la hoya del río Otún, asunto novedoso respecto a los planes anteriores. Por su parte, la SMP lideraría algunas obras que traerían beneficios económicos en el corto plazo.32 De la misma forma, se retomó la idea de crear una lotería para la ciudad y se sugirió la reorganización del presupuesto de algunos ministerios que destinarían una partida anual para la ciudad por espacio de ocho años33.
La estrategia del civismo pereirano contempló dos acciones entrelazadas para hacer viable el ambicioso listado de inversiones. Por una parte, acudieron a los amigos y paisanos en el Gobierno central para que ayudaran a gestionar recursos del Tesoro nacional34. Por otra, se intentó posicionar a través de la prensa local algunas obras como "fundamentales" para el futuro de la urbe centenaria. Durante casi un semestre, aparecieron varias columnas de opinión que promovieron la necesidad de contar con un complejo formado por el matadero, la plaza de toros y la plaza de ferias, cuyos principales beneficiarios serían los ganaderos. De la misma forma, se insistió en la construcción de un hotel y un estadio para potenciar el sector turístico. Estas dos últimas propuestas se fundaban en la gran afluencia de visitantes que se proyectó con motivo del centenario y la posible sede de los juegos nacionales35.
Un mes después de su redacción, el ministro Jaramillo recibió en los salones del Club Rialto la extensa propuesta con el fin de que intermediara con la administración Rojas36. La respuesta no fue la esperada ya que el alto funcionario recordó que era imperativo "[...] emprender rápidamente los medios de planificación y desarrollo, pues sin este requisito sería una locura emprender obras, que todas deben estar ceñidas a las perfectas disposiciones sobre urbanismo y sobre futuro de una gran ciudad"37. La ayuda del ministro se redujo a la promesa de gestionar el envío de una comisión técnica desde la capital. Los buenos oficios tardaron un año cuando arribó a Pereira la comisión cuyas conclusiones fueron criticadas por la prensa local. Para un columnista, la pompa con la que recibieron a los expertos fue exagerada para la obvia conclusión de que se requerían, por lo menos, quince millones de pesos para iniciar las obras anheladas38. Ante este panorama, la dirigencia pereirana gestionaba recursos en las carteras de Educación y Obras Públicas, al tiempo que buscaba la visita de otros expertos para fundamentar sus pretensiones, a propósito de una visita de la ONU y el Club de Leones a la ciudad39.
A pesar de las buenas intenciones y las gestiones adelantadas, los resultados con el Gobierno central fueron nulos. Por esta razón, en la opinión pública local comenzó a reinar cierta desazón que se expresó en nuevas críticas contra la administración municipal por la inoperancia que demostró la fusión de las Juntas de Valorización y del Centenario40. A su turno, desde diferentes sectores se insistió en retomar la vía de la autogestión que, liderada por la SMP, debía asumir todo el peso de la preparación. En estas circunstancias se llegaron a lanzar propuestas de financiación como el llamado "Centavo cívico del centenario" y la expedición de una estampilla, ideas que complementarían el inveterado mecanismo de formar una junta de notables pereiranos para reunir los fondos necesarios para emprender algunas de las obras41.
Para las voces más radicales del civismo el objetivo era crear un "gran movimiento cívico permanente, de proporciones fantásticas" que luchara contra "la desidia, el descuido, la indiferencia y la pereza" de las autoridades municipales que ponían en riesgo la figuración de la ciudad en su fecha magna42. La nueva hoja de ruta, presentada en el local de la Sociedad de Amigos del Arte, constó de tres puntos: 1. La creación de una oficina coordinadora del centenario que, con su director y una junta consultora, se encargaran de liderar y articular los esfuerzos emprendidos por la sociedad civil, 2. El montaje y desarrollo de una campaña de propaganda cuya pieza central sería la publicación de una revista y la elaboración de una historia local con base en documentos de archivo y 3. La organización de una semana cívica anual con el fin de recaudar fondos entre la ciudadanía, especialmente las colonias de extranjeros radicados en Pereira que detentaban cierto poderío económico43.
Con excepción de la historia local que se publicó en 1963, no hemos podido establecer si alguna de estas iniciativas se llevó a cabo. Sin embargo, fue el nombramiento de un nuevo alcalde el factor que dinamizó la organización del centenario en materia de obras para la ciudad. A lo largo del primer semestre de 1957, la administración de Roberto Cardona Arias impulsó la elaboración de un plan de obras con importantes novedades en cuanto a las responsabilidades financieras que debían asumir los sectores público y privado. Sin estudios técnicos conocidos, el plan que aprobó el Concejo Municipal incluyó: vías de comunicación, proyectos de vivienda popular, dotación y "ensanche" de servicios públicos como alcantarillado, telefonía y energía eléctrica. De la misma forma, dio cabida a proyectos de envergadura que se venían posicionando en la opinión pública y que beneficiarían el turismo, los espectáculos públicos y la cultura44.
Aunque la carga financiera de este plan se distribuía en cinco partes, el mayor peso recaería en los Gobiernos nacional y municipal durante los siguientes seis años. Como novedad, el Departamento de Caldas y las Empresas Municipales de Pereira debían contribuir con obras específicas que, en el caso de estas últimas, no se diferenciaban de sus labores rutinarias en cuanto a la provisión de servicios públicos. Por su parte, el Hotel de Turismo y la Plaza de Toros, que interesaban especialmente a ganaderos y comerciantes, se financiarían con recursos privados más algunos aportes públicos. La relación detallada de los proyectos deja ver que ningún actor político y social quedaría por fuera del plan pues comprometía todos los niveles del Estado, así como a los gremios y sectores cívicos que reivindicaban obras afines a sus intereses.
De esta forma, el Concejo y la Alcaldía impulsaron por primera vez un acuerdo que adjudicó la suma de tres millones de pesos como aporte municipal al plan de obras aprobado en el mes de febrero45. El dinero faltante se buscaría a través del lobby político en Bogotá, ya fuese para comprometer recursos del presupuesto nacional o para garantizar que diferentes despachos tomaran decisiones en el mismo sentido. La primera vía tuvo como protagonista al conocido Cástor Jaramillo, ahora en calidad de rector de la Universidad Nacional, quien lideró una junta pro-Pereira para conseguir fondos en la capital46. Esta acción fue uno de los resultados de la comisión que lideró el alcalde Cardona quien, con la plana mayor del civismo, viajó a Bogotá para acordar algunas acciones con las carteras de Educación, Obras Públicas y la Oficina de Ferrocarriles Nacionales. El propósito fundamental era iniciar lo más pronto posible las principales obras del plan recientemente aprobado47.
Mientras los políticos hacían lo suyo, en Pereira se retomó la campaña en la prensa para persuadir a la opinión de la pertinencia y necesidad de la Plaza de Toros y el Hotel de Turismo, ambiciosos proyectos que ahora debían financiarse en parte con recursos públicos. La Plaza contó con una junta específica y una página taurina dirigida a los amantes de la fiesta brava que serviría para promocionar la venta de acciones del proyecto48. Por su parte, el Hotel era de especial interés para la Federación Nacional de Comerciantes (FENALCO), que había adelantado gestiones para adquirir el terreno donde se llevaría a cabo la edificación.
El logro fue celebrado en el Club Rialto con un almuerzo especial al que fueron invitados el alcalde y el arquitecto Gustavo Villegas, secretario de Obras Públicas del Municipio49.
Las gestiones adelantadas por las autoridades políticas y las "fuerzas vivas" pereiranas con el fin de hacer realidad el sueño de una ciudad moderna, a la altura de los principales centros urbanos del país, coincidieron con los inicios de la planeación urbana bajo el liderazgo del arquitecto Villegas. Promotor del urbanismo moderno, este experto señaló en una columna que esta "ciencia y arte nuevos" fundamentarían la planificación de las ciudades con el fin de garantizar el confort y la tranquilidad de sus habitantes50. Los tenues acercamientos a una fundamentación técnica de la ciudad se alternaron con un sondeo de la opinión ciudadana respecto a las obras más importantes a emprender en los años venideros. A través de la página titulada La ciudad y sus barrios, y otras notas, los círculos interesados manifestaron cierto desacuerdo entre los partidarios de proyectos ostentosos como el hotel y la plaza de toros y quienes apostaban por priorizar el abastecimiento de energía eléctrica como condición sine qua non para un desarrollo regional a largo plazo.51
Las diferentes opiniones sobre lo que debía ser la ciudad del futuro corrieron paralelas a la elaboración del primer Plan Piloto en 195752. Entendido como una guía para encausar el crecimiento de la ciudad que serviría de base para el Plan Regulador, fue obra de la firma antioqueña Ardeco Ltda53. Sin embargo, pese a la simultaneidad con una planificación urbana en ciernes, las obras en torno al centenario no alcanzaron un soporte técnico al priorizar la gestión política54. Llama la atención que la Oficina del Plan Regulador, inscrita en la estructura administrativa municipal, no hubiese asumido la coordinación del plan de obras para la conmemoración55. El único punto de contacto que hemos identificado entre los dos procesos de intervención sobre la ciudad fueron las llamadas "obras de interés público" contempladas en el Plan Piloto que incluyeron una plaza de ferias, el matadero, escenarios deportivos y el aeropuerto56.
A mediados de 1957, la preparación de los primeros cien años de Pereira en materia urbana había logrado significativos avances. Más allá de la retórica antipolítica de la SMP, fueron las relaciones con los alcaldes conservadores, los gobernadores militares de Caldas y el Ejecutivo nacional, las condiciones que permitieron a los dirigentes cívicos obtener el anhelado protagonismo.57Sin embargo, el contexto político que facilitó la expedición de un plan de obras, la primera erogación presupuestal y los contactos a nivel nacional cambió sustancialmente en mayo de 1957. Como sabemos, luego de un movimiento liderado por un "Frente Civil", compuesto por banqueros, empresarios, estudiantes, trabajadores sindicalizados y políticos liberales y conservadores, Rojas Pinilla entregó el poder a una junta militar de transición58. Conocida esta noticia, el alcalde Cardona Arias presentó su renuncia al Gobernador de Caldas, coronel Daniel Cuervo Araoz, quien también se vio obligado a abandonar el cargo59. La gestión cívica, dependiente de la política local y nacional, tampoco pudo mantener lo obtenido60.
3. EL MOMENTO DE LAS REALIZACIONES: 1963
Durante varios años, la conformación y funcionamiento de la junta oficial del centenario fue objeto de interés, crítica y disputa entre las autoridades municipales y las entidades cívicas pereiranas. Sin embargo, esta instancia fue perdiendo fuerza e importancia, entre otras razones, por las dificultades que se presentaron para sesionar y tomar decisiones sobre los proyectos a emprender. Pese a ello, entre septiembre de 1958 y mayo de 1959, la Alcaldía escogió a las personas que conformarían la junta definitiva que asumiría el esperado aniversario. Inicialmente, dio cabida a dieciocho prestantes pereiranos, entre los que se incluyó a dos mujeres, así como a los secretarios de Gobierno, Obras Públicas y el encargado de la Oficina del Plan Regulador. Poco después, se redujo el número de miembros a ocho integrantes quienes fueron elegidos paritariamente de los dos partidos políticos más el obispo y el alcalde de turno.61 Al filo de la fecha magna, la Junta dejó de ser la instancia decisiva para proyectar la Pereira del futuro al punto que se conformó por cuatro miembros en 196262.
Por disposición del Concejo, la Junta debía encargarse de la planeación y ejecución de las obras públicas, así como de la organización de las festividades. Respecto a las primeras, se contempló darle prelación al alumbrado público, la construcción del coliseo cubierto, la erección de una estatua de Bolívar y la financiación de algunos gastos sociales y sanitarios. Para ello se dispondría de los recursos provenientes del impuesto de alumbrado, los fondos destinados a la plaza de toros y una lotería especial independiente de Manizales63. Si bien no conocemos las razones que llevaron a priorizar tales obras, es claro que las múltiples propuestas presentadas en los años anteriores no se contemplaron en la recta final del centenario. No obstante, se mantuvieron algunas ideas con relevancia simbólica como el monumento al Libertador.
Si nos guiáramos por las decisiones de la Junta, el centenario habría pasado a un segundo lugar en el proceso de modernización urbana que experimentó Pereira a principios de los años sesenta. Sin embargo, al llegar a 1963, la ciudad se vio envuelta en una atmósfera festiva que expresaba cierto optimismo, confianza y seguridad por el camino recorrido y un futuro halagüeño64. La prensa regional y medios de alcance nacional como El Tiempo resaltaron el desarrollo económico alcanzado que podía palparse en las industrias instaladas, la intensidad de su comercio, la "pujante empresa agropecuaria", la amplitud de sus servicios educativos y los lugares de sociabilidad65. Como parte de este ambiente, también se resaltó la nueva fisonomía que adquiría la ciudad evidente en las nuevas construcciones, especialmente, algunos edificios bancarios y los proyectos de vivienda impulsados por el Instituto de Crédito Territorial66.
Si la ciudad se estaba convirtiendo en una moderna "urbe tentacular" -como la llamó algún periodista- cabe preguntar cuáles fueron, finalmente, aquellas obras con las que recibió el centenario y qué actores sociales y políticos las impulsaron. Esto remite a la relación entre los diferentes niveles del Estado, el lugar de las entidades cívicas en la construcción de la ciudad y el papel que jugaron otros actores en la realización de varios proyectos urbanos. Al respecto, podemos afirmar que 1963 implicó la conjunción de todos aquellos sectores que habían manifestado algún interés en ofrecer una imagen de progreso de Pereira. Cabe destacar el protagonismo compartido que tuvieron el municipio y la SMP, considerada por la prensa local como una Secretaría de Obras Publicas de facto67. En menor medida, políticos regionales de proyección nacional como el cacique liberal Camilo Mejía Duque, el Comité Departamental de Cafeteros, la banca nacional e incluso la cooperación internacional, a través de la Alianza para el Progreso, también jugaron un papel como mediadores y financiadores de diferentes proyectos68.
La ciudad arribó al mes de agosto de 1963 con un considerable número de obras para exhibir a los turistas y habitantes, las cuales hemos clasificado de acuerdo con los tiempos proyectados para su ejecución. En lo inmediato, a través de agencias como el Departamento de Valorización y las Empresas Públicas, el municipio entregó la Avenida 30 de agosto que conectaba a la ciudad con el aeropuerto Matecaña e inició la construcción de otras vías como la Avenida de los Fundadores, la del Ferrocarril y la Paralela al río Otún69. Con recursos locales también se financió la elaboración, traslado e instalación del llamado Bolívar Desnudo del escultor antioqueño Rodrigo Arenas Betancourt. Por su parte, la administración departamental erigió un monumento a la unidad caldense como respuesta simbólica a los vientos de secesión que soplaban entre algunos sectores desde aquel entonces70. Mención aparte merece la Universidad Tecnológica de Pereira, la cual entró en funcionamiento en 1961 gracias al concurso del Estado central, los poderes locales y la sociedad civil lo que no obstó para que fuese presentada como una de las obras más representativas de la ciudad en sus cien años71.
Ahora bien, la principal participación de las autoridades políticas locales en torno al centenario se dio en la provisión y ensanche de los servicios públicos. La ocasión sirvió para potenciar proyectos y obras en torno a la pavimentación de calles en barrios como Modelo, Porvenir y Bavaria, expandir las redes de acueducto, construir escuelas urbanas y rurales -con apoyo de los cafeteros y la Alianza para el Progreso- y concretar el plan de carreteras en la zona rural72. Las palabras del Gerente de las Empresas Municipales, el ingeniero José Diego Bettin, permiten apreciar el significado de este tipo de obras en el marco de la conmemoración:
"Bástenos por ahora recalcar la importancia de que la ciudad cuente con servicios públicos cada vez mejores y suficientes, pues de ello depende, primordialmente, el futuro de Pereira. Pero situación tan clara y evidente requiere el concurso de todos. Hoy, cuando Pereira se apresta a celebrar con justo regocijo su Primer Centenario de Fundación, invocamos el proverbial cariño que por la ciudad tienen todos sus habitantes, a fin de que, deponiendo otra clase de intereses, trabajemos en acción conjunta y permanente, aun haciendo los sacrificios que las circunstancias requieren, para que Pereira tenga los mejores servicios públicos, en la seguridad de que con ellos estamos contribuyendo a su progreso y a nuestro propio bienestar"73.
Por otro lado, la participación de la SMP se desplegó en las obras de ornamentación e interés público impulsadas tiempo atrás74. Junto a la iluminación de la Plaza de Bolívar, obra de una empresa privada que donó las luminarias para resaltar la escultura de Arenas, la Sociedad entregó a la ciudad la fuente luminosa del Lago Uribe Uribe, remodeló el Parque Olaya Herrera e intervino en el arreglo y construcción de La Rebeca, La Libertad y El Vergel, entre otros parques75. En cuanto a obras de mayor calado e inversión, la SMP participó en la creación del Zoológico en la zona de Matecaña que, junto con un bosque infantil, conformarían un complejo turístico con zonas de comidas, piscinas, juegos mecánicos y parqueaderos76.
La transformación urbana que diferentes administraciones locales y la dirigencia cívica pretendieron llevar adelante tuvo otros dos tipos de proyectos. Para el mediano plazo, se divulgó un programa de obras por la cifra de diez millones de pesos con el fin de avanzar en los planes educativo y de carreteras, la construcción del matadero, el edificio para la empresa de telefonía y nuevas avenidas y parques. En este punto cabe destacar el caso del puesto de salud del barrio Cuba, en donde convergerían la Alcaldía, el Servicio Cooperativo de Salud Pública adscrito a la Alianza para el Progreso y la Junta de Acción Comunal77. Es pertinente anotar que estas obras, varias de las cuales ya se encontraban en ejecución en agosto de 1963, pretendían afianzar el legado de ciertos prohombres en la memoria de la ciudad. Muestra de ello son los nombres de avenidas como Emilio Corre Uribe y Arturo Vallejo Restrepo, los parques Valeriano Marulanda y Juan de la Cruz Gómez, y los puestos de salud Delfín Cano y Tuk'o Gutiérrez78.
A largo plazo, las elites locales idearon algunos proyectos que requerían una mayor planeación técnica y financiera de acuerdo al futuro económico imaginado para la ciudad y la región. A la construcción del acueducto Nacederos-Cerritos, la remodelación de la Plaza de Bolívar, la apertura de un sanatorio para tuberculosos, la construcción de un Instituto Técnico Superior y la iluminación del aeropuerto, se sumaron tres iniciativas con las que se esperaba superar la dependencia de la economía cafetera79. La primera, en cabeza de las Empresas Municipales, consistiría en un plan forestal en la hoya del río Otún para explotar árboles maderables, producir papel y construir un embalse para aprovechar la riqueza hídrica como fuente de energía eléctrica80. La segunda apuntaba hacia el turismo en la zona de la Laguna del Otún donde se aspiraba a construir el anhelado hotel e instalaciones para deportes acuáticos81. Finalmente, los espectáculos públicos masivos se instalarían en la ciudad con la construcción de una Villa Olímpica, dotada de un estadio de grandes dimensiones, un coliseo cubierto y otros escenarios deportivos. La razón fundamental para estas obras era la "[...] afición a las actividades del músculo y el ansia recreativa [...] características del espíritu saludable de las gentes de Pereira"82.
Los proyectos entregados, en ejecución y anhelados que evidencian la dimensión urbanística del centenario estuvieron lejos del consenso y la armonía entre sus principales promotores. Las tensiones iniciales por la conformación de la junta oficial no cesaron en agosto de 1963 pues, aunque hubo cierta convergencia, fue evidente la tensión entre dos posiciones por el tipo de obras a privilegiar. Por una parte, agencias estatales como las Empresas Municipales y gremios como FENALCO enfatiza-ron en la provisión de servicios públicos como condición necesaria para garantizar el desarrollo económico de la ciudad83. De la otra, la SMP reiteró la importancia de obras más suntuosas que reafirmaran el orgullo de la ciudad y la proyectaran como una urbe moderna. Para Arturo Valencia Arboleda, uno de los miembros más conspicuos de este segundo grupo, el balance no era el más satisfactorio, llegando a señalar que: "No llamaría trascendental nada de lo hecho hasta ahora, pero reconocería, sí, que la Sociedad de Mejoras prácticamente ha hecho todo lo demás"84.
A MANERA DE CIERRE
En tanto acontecimiento excepcional, el centenario de Pereira nos permitió observar la manera en que diferentes actores sociales y políticos asumieron el proceso de modernización urbana entre los años cuarenta y sesenta del siglo pasado. Como ha ocurrido en otros casos, tales coyunturas sirven para pensar, imaginar y construir la ciudad del futuro, así como para proyectar una imagen de progreso hacia el exterior, sea la nación o el mundo. En el caso de estudio, una parte considerable de las expectativas por el porvenir de la "Perla del Otún" tuvieron como telón de fondo la emulación con Manizales por la primacía regional. Cómo se relacionó la organización del centenario con el proceso secesionista que condujo, un par de años después, a la creación del departamento de Risaralda, es un asunto que está por explorar85.
En este artículo nos interesamos por explicitar las lógicas de poder que estuvieron en la base de la organización y desarrollo del aniversario en materia de proyectos urbanos. Con ello nos referimos a las decisiones que se tomaron respecto al ordenamiento espacial de la ciudad, más concretamente, a la discusión, definición y puesta en marcha de algunos proyectos que impactarían la fisonomía de la urbe. Los dos principales protagonistas que hemos determinado en este proceso fueron el Estado local (Alcaldía, Concejo, agencias estatales) y las entidades cívicas. Aunque no podemos decir que hubo confrontaciones abiertas, sí se presentaron situaciones en que se combinaron situaciones de tensión, crítica, colaboración e interdependencia entre los diferentes actores. Esta dinámica permite pensar en la fluidez histórica entre los diferentes niveles político-administrativos del Estado y las expresiones organizativas de la sociedad civil cuyo estudio ha venido cobrando interés en la historiografía colombiana86.
Dentro del sector público se destacó el papel desempeñado por agencias estatales como el Departamento de Valorización y, sobre todo, ad portas del centenario, las Empresas Municipales, dedicadas especialmente a los temas de infraestructura y servicios públicos. Por su parte, las entidades cívicas fueron las primeras en poner de presente la necesidad de prepararse para el año 63, inicialmente en los salones de los clubes sociales para luego ir hacia al espacio público. La Sociedad de Mejoras Públicas fue la principal representante de los intereses del civismo en tanto se autoconcibió como una constructora, literalmente, de la ciudad. La dirigencia cívica hizo hincapié en las obras de interés público que estaban asociadas a gremios como los ganaderos y los comerciantes, proyectos que garantizarían el reconocimiento a nivel regional y nacional. En consecuencia, la política se antepuso a la gestión técnica del centenario, a pesar de que las administraciones locales comenzaron a emplear saberes expertos para regular la expansión urbana87.
Precisamente, la ausencia de estudios técnicos a nivel urbanístico, arquitectónico y financiero marcó la relación con el Gobierno nacional en términos del apoyo económico necesario para garantizar la ejecución de las diferentes propuestas presentadas. Independientemente de quiénes llevaran la iniciativa a nivel local, se acudió a los sucesivos gobiernos nacionales, a través de altos funcionarios caldenses y prestantes pereiranos en la capital, para conseguir recursos con destino a los proyectos más ambiciosos. Sin muchos resultados en esta gestión, el mayor peso financiero fue asumido por el nivel local y la sociedad civil con apoyo de la banca pública, el gremio cafetero, la cooperación internacional vía Alianza para el Progreso y aportes de particulares88. Por su parte, los gobiernos departamentales ocuparon un lugar secundario en la financiación de las obras, así como en la participación en el debate público sobre la efeméride89.
En cualquier caso, el centenario fue razón, pretexto y atmósfera que permeó la transformación urbana de una ciudad que continuaba, según los testigos de la época, su tránsito a la modernización. La ocasión otorgó un nuevo sentido las acciones de rutina en temas de ciudad que adelantaban actores públicos y privados desde tiempo atrás. A su vez, la coyuntura conmemorativa estimuló la formulación de anhelos y proyectos en torno al futuro de la urbe. Aunque las obras no cambiaron radicalmente el paisaje urbano sí se pretendió reafirmar el paso de "aldea pausada" a "urbe tentacular" gracias a la conjunción de la intervención de diferentes administraciones locales y la gestión cívica, quienes durante más de una década se prepararon para figurar ante el país como un centro de progreso moral y material