Las sociedades actuales se caracterizan por una alta y creciente desigualdad económica (Alvaredo et al. 2018; Piketty 2014). En España, tercer país con mayor desigualdad económica de la Unión Europea, el 1% de la población con más recursos económicos acumula la cuarta parte de la riqueza del país (Oxfam Internacional 2018). Esta circunstancia erosiona las instituciones que sustentan los sistemas democráticos, que propenden por el orden público y el bienestar social (del Tronco y Monsiváis-Carrillo 2020). Sin embargo, a pesar del incremento de las brechas socioeconómicas, las personas tienden a percibir mucha menos desigualdad de la que realmente existe (Kiatpongsan y Norton 2014; Norton y Ariely 2011).
Desde una perspectiva psicológica, la percepción de la desigualdad es uno de los procesos subjetivos más relevantes para comprender las consecuencias de la desigualdad social (Rodríguez-Bailón et al. 2020). Aunque el tema ha sido ampliamente analizado desde las ciencias sociales, el estudio de las percepciones de esa desigualdad económica es relativamente reciente en la psicología social (Jetten y Peters 2019). Por tanto, demanda un abordaje psicosocial que reconozca los procesos cognitivos, motivacionales y sociales que subyacen a la forma de ver, interpretar, experimentar y reaccionar ante la desigualdad (Phillips et al. 2020). De hecho, la percepción de la desigualdad económica explica las decisiones políticas y los comportamientos individuales mejor que los mismos indicadores objetivos de la desigualdad (Kuhn 2020; Loveless y Whitefield 2011; Gimpelson y Treisman 2018). Además, en la vida cotidiana, facilita una comprensión más cercana de este fenómeno abstracto y motiva a las personas a apoyar medidas para su reducción (García-Castro et al. 2021).
Sin embargo, la percepción de la desigualdad económica suele medirse a través de la estimación subjetiva de la distribución de recursos económicos (por ejemplo, brechas salariales, medidas pictóricas, distribución de riqueza, etcétera) (Castillo, Miranda y Carrasco 2012). Estas medidas numéricas inducen sesgos en las respuestas, tales como el efecto de anclaje (anchoring effect), el sesgo de proporción (ratio bias) y el encuadre (framing) (Eriksson y Simpson 2012; Pedersen y Larsen 2018; Pedersen y Mutz 2019). Además, tal percepción no se reduce exclusivamente a una representación abstracta o numérica de la distribución de recursos monetarios (García-Sánchez et al. 2018), sino que se percibe desde el contexto más próximo a los individuos (ver Minkoff y Lyons 2019; Newman, Shah y Lauterbach 2018; Xu y Garand 2010), las experiencias cercanas y la ideología de las personas (García-Castro, Willis y Rodríguez-Bailón 2019). Por tanto, en la vida cotidiana se introduce una dimensión más familiar y significativa para la vida, lo cual facilita su comprensión más allá de los sesgos inducidos por los instrumentos de medida.
El objetivo de la presente investigación es mostrar que la percepción de desigualdad económica es un proceso psicológico multidimensional que no se reduce a la estimación numérica o abstracta de la distribución de recursos monetarios. Para ello, se analizan las percepciones de la desigualdad económica en la vida cotidiana de jóvenes de España. También exploramos cómo estas percepciones pueden variar según la ideología política. Este abordaje contribuye al estudio de la percepción subjetiva de la desigualdad en al menos tres aspectos. Primero, se amplía la conceptualización de esta ligada a estimaciones numéricas y/o abstractas de recursos monetarios, para cubrir otras dimensiones más cercanas y significativas. Segundo, a nivel metodológico, se aborda cualitativamente la perspectiva de las personas en su vida cotidiana y en su entorno más cercano. A diferencia de otros estudios en los que la desigualdad se define a priori por parte de los/as investigadores/as, esta aproximación permite analizar las respuestas espontáneas para ver su contenido y las redes de asociación que establecen. Tercero, a nivel aplicado, esta investigación permite visibilizar parte de la subjetividad frente a la desigualdad económica, la cual necesita ser incorporada en el discurso público para tomar consciencia y buscar soluciones colectivas ante esta problemática.
La desigualdad económica desde una perspectiva psicosocial
La desigualdad económica tiene consecuencias psicológicas. Además de sus efectos a nivel social, político y económico, afecta el comportamiento y la forma de percibir la realidad, de relacionarse con otras personas y de reaccionar frente a diferentes situaciones sociales (Easterbrook 2021). Por tanto, la psicología social de la desigualdad pretende comprender cuáles son las consecuencias de la desigualdad económica sobre el comportamiento; cómo afecta diferentes procesos psicológicos vinculados con el bienestar, la percepción social y las actitudes políticas; cuándo o en qué condiciones afecta a la personas; y a quiénes afecta en mayor medida (Jetten y Peters 2019; Easterbrook 2021). Este campo de estudio ha tenido una perspectiva interdisciplinar que integra avances conceptuales y metodológicos provenientes de la sociología, la economía y la ciencia política (McLeod, Lawler y Schwalbe 2014; Buttrick y Oishi 2017; Piketty 2014).
A pesar de las contribuciones de diferentes disciplinas para comprender la dimensión subjetiva de la desigualdad, aún no se cuenta con una perspectiva teórica general e integradora que explique por qué y cómo se percibe la desigualdad económica. Sin embargo, la investigación científica en este campo ha compilado algunos hallazgos relevantes. Primero, las personas conciben de forma sesgada esa situación, pues la mayoría perciben mucha menos desigualdad de la que realmente existe (Kiatpongsan y Norton 2014; Norton y Ariely 2011). Segundo, las percepciones de la desigualdad están ligadas a variables ideológicas que las legitiman o justifican (García-Sánchez, en prensa; Azevedo et al. 2019). Tercero, las percepciones de la desigualdad afectan las actitudes políticas y sociales más que los indicadores objetivos de desigualdad (Kuhn 2020; Gimpelson y Treisman 2018; Hauser y Norton 2017). En general, se trata de un mecanismo psicológico a través del cual las personas comprenden y reaccionan ante esta realidad social.
Desde la psicología social existen al menos tres aproximaciones teóricas que permiten explicar algunos de estos hallazgos. Primero, desde una perspectiva motivacional, la teoría de la justificación del sistema plantea que las personas tienen una disposición individual a justificar el statu quo, lo cual las motiva a percibir menos desigualdad de la que realmente existe y a tolerar mayores niveles de esta cuando se adhieren a cierto tipo de ideologías (por ejemplo, la meritocracia) (Jost et al. 2009). Segundo, desde un punto de vista intergrupal, la desigualdad económica hace que las diferencias sociales sean más salientes en las relaciones sociales y, por tanto, promueve procesos de categorización social basados en el estatus, lo que facilita la división social (Jetten et al. 2017). Tercero, desde una perspectiva cognitiva, las personas usan una serie de heurísticos en el procesamiento de la información a la hora de estimar estas diferencias económicas, lo cual conlleva percibir de forma diferente esta desigualdad según las unidades de medida utilizadas, la disponibilidad y el acceso a cierto tipo de información y el contexto de encuadre (Eidelman y Crandall 2012; Jachimowicz et al. 2020).
Un enfoque adicional sobre la percepción de la desigualdad económica tiene que ver con la forma en la que los individuos la experimentan en la vida cotidiana, lo cual permite incorporar otros procesos psicosociales relacionados con la comparación social y la privación relativa (García-Castro et al. 2021). En este trabajo partimos de la percepción de la desigualdad económica en la vida cotidiana como el contexto desde el cual se articulan el resto de procesos psicológicos expuestos.
La percepción de la desigualdad económica en la vida cotidiana
La percepción de desigualdad económica puede definirse como la estimación subjetiva de la distribución de recursos económicos en un determinado contexto, calculando las diferencias de ingresos o riqueza entre grupos o individuos (Bruckmüller, Reese y Martiny 2017). Esta definición se enfoca en criterios cuantitativos y distributivos vinculados a definiciones propias de la economía o la sociología, y se basa en la distribución inequitativa de recursos económicos entre los miembros de una sociedad determinada (Peterson 2017). Por su parte, la percepción de la desigualdad económica en la vida cotidiana se refiere a la representación subjetiva de la distribución inequitativa de recursos en las interacciones sociales y en los contextos más cercanos a las personas (García-Castro, Willis y Rodríguez-Bailón 2019). Así, esta percepción contempla, por un lado, la estimación de la desigualdad a partir de experiencias concretas y, por otro, diferentes representaciones sobre la realidad social.
Para medir la percepción de la desigualdad económica suelen usarse al menos tres indicadores (Castillo, Miranda y Carrasco 2012): a) una representación diagramática de la distribución de recursos económicos según diferentes grupos de la sociedad; b) un indicador sobre la percepción general de la desigualdad medido con el ítem “la desigualdad de ingresos económicos en <país/contexto> es demasiado grande”, que refiere más a una actitud hacia la desigualdad que a una percepción; y c) una estimación de las brechas salariales entre ocupaciones de alto y bajo estatus. También se usan otros indicadores, tales como escalas, tareas prácticas, aplicaciones interactivas, así como otros abordajes cualitativos.1
Sin embargo, estos indicadores no siempre están correlacionados de forma consistente, por lo que podrían captar diferentes dimensiones del mismo constructo (Castillo, Miranda y Carrasco 2012). De hecho, medir la percepción de la desigualdad económica a través de indicadores numéricos y distributivos (como brechas, quintiles, porcentajes y ratios) puede conllevar dificultades de comprensión, lo cual dificulta la medición del fenómeno. Por ejemplo, Eriksson y Simpson (2012) muestran que preguntar por la distribución de ingresos por quintiles induce a los/as participantes a percibir menos desigualdad que cuando se usan valores netos de ingresos. Castillo, Miranda y Carrasco (2012) encuentran que las personas de menor estatus perciben menos desigualdad que aquellas de mayor estatus, debido a la falta de información que tienen sobre la distribución de la riqueza de su entorno. Pedersen y Mutz (2019) muestran que las personas perciben la desigualdad económica en función de la información que tienen a su alrededor y que perciben menos desigualdad cuando se les pregunta por la distribución de ingresos netos que cuando se pregunta usando proporciones. Esto no quiere decir que las medidas numéricas sean inválidas para captar tal percepción, sino que tienen limitaciones para entender la complejidad del constructo (Pedersen y Larsen 2018).
La desigualdad económica puede ser percibida de diferentes formas según las experiencias, creencias y posicionamientos individuales, independientemente de las estimaciones numéricas (Irwin 2018). Por ejemplo, Binelli y Loveless (2016) encontraron que en contextos urbanos es mayor que en contextos rurales, debido a la saliencia de diversos indicadores de estatus propios de las ciudades. Por su parte, Dawtry, Sutton y Sibley (2015) hallaron que quienes interactuaban con grupos más privilegiados percibían mayor riqueza en la sociedad, porque usaban su grupo cercano como grupo de referencia y, en consecuencia, se oponían más a la redistribución de recursos. Así, las personas tienen más facilidad para observar la desigualdad económica en su contexto más inmediato, que en niveles más abstractos y generales (Minkoff y Lyons 2019; Newman, Shah y Lauterbach 2018).
En este sentido, la percepción de la desigualdad económica en la vida cotidiana recoge diferentes representaciones sobre la realidad social (Jachimowitz et al. 2020). Por ejemplo, en Colombia, la desigualdad se percibe principalmente en términos de las diferencias de acceso a oportunidades, bienes o servicios (como salud, educación, consumo, etcétera) (García-Sánchez et al. 2018) y a través de la comparación social con grupos sociales cercanos. Las personas perciben la desigualdad económica entre sus amigos/as en términos de capacidad de consumo, acceso a oportunidades de desarrollo y bienestar (García-Castro et al. 2021), lo cual genera una mayor intolerancia hacia la inequidad y un mayor apoyo a medidas políticas que la reduzcan (García-Castro, Rodríguez-Bailón y Willis 2020). Así, la propuesta de la presente investigación es que las personas perciben la desigualdad económica a partir de sus experiencias cotidianas y se enfocan en aspectos relevantes para el bienestar y el desarrollo humano, más que sobre representaciones abstractas, numéricas o monetarias en torno a la distribución de recursos económicos.
La percepción de la desigualdad económica y la ideología política
La percepción de la realidad social está condicionada por las ideologías políticas, es decir, por los sistemas de creencias compartidos socialmente que organizan, motivan y dan significado al comportamiento político (Jost 2006). Por ejemplo, Niehues (2014) encontró que en Estados Unidos la percepción de la desigualdad económica fue menor que en otros países cuando las personas creían más en la movilidad social y la meritocracia. Asimismo, se ha concluido que las personas perciben menos desigualdad cuando aceptan ideologías que la justifican (Rodríguez-Bailón et al. 2017), cuando se identifican con ideologías políticas conservadoras (Chambers, Swan y Heesacker 2014) o cuando creen que el sistema es correcto, apropiado y justo (Jost y Thompson 2000). En Chile, también se ha hallado que las diferencias entre clases sociales se perciben y justifican a través de ideologías neoliberales sobre el mérito individual y su expectativa de movilidad social (Guzmán, Barozet y Méndez 2017). Así, las ideologías desempeñan un papel clave en la forma de concebir y legitimar la desigualdad económica (Jost y Hunyady 2005).
Dentro de las ideologías, la escala de autoposicionamiento político de izquierda-derecha ha mostrado ser un indicador consistente asociado a las actitudes políticas. En el ámbito internacional se encuentran asimetrías importantes entre las personas según su ideología política: las de izquierda tienden a compartir más valores liberales de cambio y de justicia social, mientras que las de derecha muestran una mayor orientación a justificar la desigualdad y se resisten al cambio (Jost 2017). Otros estudios han encontrado que las personas liberales hablan más sobre temas asociados a la justicia social, la desigualdad global, el cambio climático y los derechos de las mujeres, que las más conservadoras, quienes se enfocan en temas relacionados con el orden social, la criminalidad, el capitalismo, los símbolos nacionales, la inmigración, entre otros (Sterling, Jost y Bonneau 2020; Sterling, Jost y Hardin 2019). En Argentina, por ejemplo, la izquierda es definida principalmente en términos de justicia social, valores democráticos y derechos humanos, mientras que la derecha se define en torno a temas económicos, el neoliberalismo y el libre mercado (Brussino et al. 2016). Por tanto, la segunda idea de trabajo de este estudio plantea que la ideología política izquierda-derecha es un factor que condiciona la forma de percibir la desigualdad económica en la vida cotidiana. Particularmente, el objetivo es determinar cuáles dimensiones (como consumo, salud, educación, etcétera) son más sobresalientes a la hora de percibir la desigualdad según la ideología política.
En este orden de ideas, la presente investigación tiene dos objetivos. Primero, describir cómo se percibe la desigualdad económica desde la perspectiva de la vida cotidiana de un grupo de personas de la provincia de Granada, España. Segundo, explorar si estas percepciones varían según la ideología política de los/as participantes. Así, en este trabajo se utiliza una aproximación metodológica mixta: se aborda cualitativamente la perspectiva subjetiva de las personas en su forma de percibir la desigualdad; y se abordan cuantitativamente la frecuencia y coocurrencia de aparición de temas para identificar las diferentes dimensiones de la desigualdad económica según las diferencias ideológicas.
Método
Diseño de la investigación
El diseño del estudio fue de tipo descriptivo y exploratorio, en tanto pretendía identificar las temáticas utilizadas por las personas al describir su percepción de la desigualdad económica, al mismo tiempo que buscaba examinar la existencia de diferencias en tales percepciones según la ideología política. Para esto se les preguntó a los/as participantes: “¿Cómo puedes observar la desigualdad económica en España? Por favor menciona algún(os) ejemplos (situaciones, momentos, escenarios, espacios, etc.)” y podían escribir hasta tres respuestas abiertas. Esta pregunta permite recoger de forma general y sencilla algunos ejemplos concretos sobre la desigualdad económica en España, sin enfatizar en los niveles de desigualdad o en dimensiones específicas definidas previamente. Asimismo, evita algunos sesgos provenientes de la falta de información o de los juicios de valor sobre el tema. En su lugar, los ejemplos que mencionan las personas recogen experiencias cercanas que suelen remitir a su vida cotidiana.
Para captar la ideología política, debían señalar con qué parte del espectro político se sentían más identificas, usando una escala que iba desde 1 (extremadamente de izquierda) hasta 7 (extremadamente de derecha). También se recolectaron algunos datos sociodemográficos tales como la edad, el sexo y el estatus socioeconómico de las personas participantes.
La recolección de la información fue realizada a través de un cuestionario tanto en formato impreso como digital. La versión impresa fue distribuida en aulas de distintas facultades de la Universidad de Granada, España. La versión digital fue difundida a través de la plataforma de encuestas en línea Qualtrics y de redes sociales entre personas de la población general. La recolección de información tuvo lugar entre los meses de mayo y junio de 2017. El corpus de datos estuvo compuesto por 705 respuestas, equivalentes a un total de 10.626 palabras. La tasa promedio fue de 2,43 respuestas por participante.
Este estudio hizo parte del proyecto PSI2016-78839-P, “Sociedad de ricos y pobres: consecuencias psicosociales de la desigualdad económica”, de la Universidad de Granada, y fue avalado por el comité de ética (n.o 170/CEIH/2016), en concordancia con los criterios contemplados por la ley vigente. Todas las personas firmaron un consentimiento informado en el que aceptaban las condiciones del estudio y fueron notificadas de los objetivos, en garantía de su anonimato y de la confidencialidad de la información.
Participantes
La información fue recolectada mediante un muestreo por conveniencia compuesto por 290 personas (M edad = 21,54 años, DE edad = 5,39 años; el 65,72% eran mujeres, el 33,92%, hombres y el 0,35%, de otro género) residentes en la provincia de Granada (España). El 79,32% de los/as participantes fueron estudiantes universitarios de diferentes titulaciones (trabajo social, psicología, ciencias del trabajo, antropología, educación) y el 20,68% fueron personas de la población general. En cuanto a la ideología política, se agrupó a quienes se autoposicionaron a la izquierda (valores 1, 2 y 3 de la escala, 54,51%) y a la derecha (valores 5, 6 y 7 de la escala, 15,52%) del espectro político. El 29,96% se identificó como de centro. La mayoría reportaron tener ingresos mensuales familiares entre € 651 y € 2.600 (64,7%).
Plan de análisis
Las respuestas de las personas fueron procesadas tanto cualitativa como cuantitativamente. En el aspecto cualitativo, se hizo un análisis de contenido de las respuestas abiertas y se codificaron a partir de las temáticas mencionadas, según un marco categorial de referencia (García-Sánchez et al. 2018). En el aspecto cuantitativo, se realizó un análisis descriptivo de frecuencias para identificar los temas con mayor prevalencia, un análisis de redes para identificar los patrones de asociación entre las categorías mencionadas y pruebas de chi-cuadrado para evaluar la relación entre algunas categorías identificadas en las respuestas y la ideología política de las personas participantes.
Para codificar las respuestas se utilizó el marco categorial desarrollado por García-Sánchez et al. (2018), que recoge una serie de temas usados por las personas para referirse a la desigualdad económica. El trasfondo conceptual se basa en el reconocimiento de condiciones materiales y procesos psicosociales abordados por la psicología social, tales como la percepción social y las relaciones interpersonales e intergrupales. El marco categorial estuvo compuesto por diez categorías temáticas (pobreza, riqueza, actores sociales, relaciones interpersonales, trabajo, instituciones, consumo, condiciones de vida, servicios básicos y oportunidades) y una categoría genérica sobre las formas en las que se usan categorías temáticas anteriores (por ejemplo, falta de acceso, desigualdad de acceso, desigualdad de género, etcétera). Aunque este marco categorial fue desarrollado en el contexto colombiano, recoge categorías amplias para incluir diversas formas de percibir la desigualdad económica en otros escenarios. Además, el ejercicio de codificación también incluyó categorías emergentes propias del contexto español, tales como los desahucios o grupos sociales específicos (por ejemplo, personas de etnia gitana).2
Para el análisis de la información se usó la técnica de análisis de contenido con apoyo del software Atlas.ti 7. La técnica de análisis de contenido permite identificar y sistematizar las estructuras, temas y relaciones que están presentes en el lenguaje, incluyendo tanto contenidos manifiestos enmarcados en las respuestas textuales de los/as participantes como contenidos latentes derivados de las interpretaciones de los codificadores (Bardin 2002; Krippendorff 2004). Esta investigación se centra en los contenidos manifiestos de las respuestas, con el fin de codificar fragmentos de texto que pudieran reflejar de forma explícita los indicadores definidos en el marco categorial de referencia. La unidad mínima de análisis (unidad de registro) para este estudio fue cada una de las respuestas. La información fue codificada de forma independiente por dos personas codificadoras expertas en la temática y con entrenamiento en el uso del marco categorial de referencia. La fiabilidad interjueces/zas según el índice Kappa de Cohen fue 0,71, lo cual se evalúa como un nivel de acuerdo considerable (substantial) según los criterios de Landis y Koch (1977).3
Para el procesamiento de la información se usó el análisis de frecuencias (cantidad de veces de aparición de cada categoría) y la coocurrencia (cantidad de veces que aparecen dos categorías en la misma unidad de registro). Debido a que las tablas de coocurrencia son matrices que solo pueden describir relaciones uno-a-uno, se usaron técnicas de análisis de redes para identificar patrones de asociación entre todas las categorías al mismo tiempo. Además, los análisis de redes permiten calcular métricas que describen las propiedades de la red y las conexiones pueden visualizarse en un grafo. Las métricas utilizadas fueron el grado de centralidad (degree of centrality) y de interconectividad (betweeness centrality). El grado de centralidad es la cantidad de relaciones que tiene cada una de las categorías (o nodos), de modo que mayores valores indican mayor prevalencia de esa categoría en la red; y el grado de interconectividad representa el grado en que la categoría o nodo traza el camino más corto entre los nodos que están conectados, es decir, identifica las categorías más influyentes que conectan las diferentes partes de la red (Scott 2017). Usar análisis de redes es un abordaje novedoso para comprender actitudes o representaciones, en la medida en que facilita la visualización y cuantificación de muchas relaciones entre conceptos distintos de forma simultánea (Dalege et al. 2017). A pesar de tener pocas respuestas, la compilación de todas estas permite construir un corpus de datos mayor que justifica el uso del análisis de redes para identificar patrones de asociación entre categorías.
Para realizar el análisis de redes se usó la matriz de coocurrencias con apoyo del software Gephi 0.9.2, con el cual se calcularon las métricas de la red y se visualizaron las relaciones en un grafo. Finalmente, se realizaron pruebas de chi-cuadrado (Χ2) para examinar la asociación entre la ideología política de las personas participantes y la mención de ciertas categorías.4
Resultados
Los resultados de esta investigación se presentan en tres apartados. El primero corresponde al análisis de frecuencias de aparición de temas que fueron mencionados por las personas participantes. El segundo presenta los patrones de asociación entre las categorías. Y el tercero muestra las diferencias en las percepciones de la desigualdad económica según la ideología política.
La percepción de la desigualdad económica en España
La frecuencia de aparición de las categorías permitió observar una amplia diversidad de temas relacionados con la forma de percibir la desigualdad económica en España. Como se puede observar en la tabla 1, el 25,25% de las respuestas señalaron la comparación social entre personas o grupos de personas, según la cantidad de recursos económicos entre grupos, su capacidad de consumo y la probabilidad de ser víctimas de prejuicio y discriminación. Esta comparación social consiste en referencias directas a grupos sociales (por ejemplo, jefes vs. trabajadores/as, hombres vs. mujeres), que se contrastan en función de sus (des)ventajas. Así, la desigualdad económica es percibida principalmente desde una perspectiva intergrupal, en cuanto a las condiciones materiales de vida, así como por la valoración social que tienen los grupos dentro de la sociedad.
Los clientes que salen y entran de forma masiva de los supermercados y hay un mendigo o mendiga pidiendo ayuda en la puerta (siendo invisibles a estos). (16:1)5
Cuando las clases sociales altas miran por encima del hombro a los demás y gozan de privilegios menospreciando el resto de personas. (24:2)
Nota: El porcentaje representa la proporción de respuestas codificadas dentro de cada categoría sobre el número total de respuestas (N = 705). En la tabla se presentan los valores superiores al 5%. Para consultar la información completa, remitirse a la tabla S3 en el material suplementario en línea. Las palabras que inician con S. denotan las categorías de sentido.
Fuente: elaboración propia.
De forma similar, el 24,26% de las respuestas incluía la categoría de ingresos económicos, en referencia a cuestiones generales asociadas a la carencia de ingresos o a la distribución inequitativa de recursos económicos entre los grupos sociales mencionados en la comparación social. Particularmente, en esta dimensión se señalaron las desigualdades salariales -en especial, por género-, la falta de dinero debida al desempleo y la falta de recursos para tener unas condiciones de vida dignas.
En la importante brecha salarial que aparece entre hombres y mujeres que desempeñan exactamente el mismo cargo. (121:1)
El gran salario que cobran políticos, presidente, ministros, en comparación con los demás salarios de los demás profesionales. (129:3)
Adicionalmente, el 18,44% de las respuestas mencionaron a las clases sociales, con énfasis en las élites, entendidas como grupos o personas ricas y poderosas (como políticos/as, millonarios/as, ricos/as, etcétera) (16,6%). La mención de las élites estuvo asociada a la excesiva acumulación de riqueza, el abuso de poder y la corrupción.
Políticos con ropa, lujos y seguridad, así como viajes pagados y un sueldo de por vida, por encima del promedio salarial de cualquier trabajo y por muchas menos horas de trabajo. (58:1)
En estos momentos de crisis se ve cómo los más ricos han incrementado su capital y el número de pobres cada vez aumenta más en la sociedad. (135:1)
El 14,89% de las respuestas hicieron referencia al espacio público. Dentro de este se incluyen alusiones a la calle, los barrios, así como a los sitios públicos donde las personas interactúan; se trata de relaciones especialmente mediadas por el consumo de bienes o servicios (restaurantes, centros comerciales, etcétera). Las menciones al espacio público se caracterizaron por los contrastes sociales, bien entre grupos sociales por motivo de sus ingresos económicos o prestigio, o por las diferencias en las condiciones de vida en función del lugar de vivienda.
Al ir por la calle, por el centro más concretamente, hay gente con mucho dinero comprando cosas caras en tiendas de lujo, mientras que en la puerta hay personas pidiendo ayuda para comer solamente y son ignoradas al tiempo que los supermercados y restaurantes. (260:1)
Por ejemplo, en los barrios, hay algunos en los que se nota el bajo poder adquisitivo de las familias (tipo de edificio, tipo de comercio que se encuentra alrededor, etc.) y otros en los que se nota que tienen un alto poder adquisitivo. (189:1)
También se mencionaron otras categorías tales como la dificultad o deficiencia de acceso a la sanidad, la educación, la alimentación y vivienda digna, y la capacidad de consumo en relación con el ocio y el tiempo libre, como vacaciones, ropa, autos, entre otros accesorios asociados al estatus.
Dimensiones de la percepción de la desigualdad económica en España
Al examinar las conexiones entre las categorías mencionadas, encontramos que la red estuvo compuesta por 77 categorías (nodos) y 748 relaciones, lo que dio como resultado una red considerablemente interconectada (densidad = 0,256). La coocurrencia de categorías osciló entre 1 y 111 veces. Para visualizar esta red se creó un grafo (ver figura 1), en donde el tamaño de cada nodo representa la cantidad de menciones que tuvo cada categoría (grado de centralidad); y las líneas que unen los nodos representan la intensidad del vínculo entre categorías (coocurrencia), es decir, cuanto más gruesa la línea, más fuerte es la asociación entre esas categorías. La ubicación de los nodos indica su grado de centralidad e interconexión con los demás nodos de la red, de acuerdo con el algoritmo Fruchterman-Reingold, que se basa en la gravitación de los nodos según la atracción y repulsión entre ellos (Cherven 2015). El color representa los grupos de categorías que tienen mayor probabilidad de estar asociados entre ellos y se estimó a través de un algoritmo de segmentación por clases implementado en el software Gephi (Emmons et al. 2016). Este algoritmo usa un estadístico de modularidad que identifica grupos de nodos en función de la intensidad de las relaciones entre sí (Cherven 2015).6
Las categorías se agruparon en cuatro dimensiones. El primer grupo estuvo compuesto por el 46,75% del total de categorías y hace referencia a la desigualdad de oportunidades; el segundo grupo incluyó el 23,38% de las categorías y está relacionado con la desigualdad entre clases sociales; el tercero concentró el 16,88% de las categorías y concierne a la desigualdad de ingresos económicos y trabajo; y el cuarto bloque, compuesto por el 11,69% de categorías, giró en torno a la desigualdad entre grupos sociales específicos, tales como personas de etnia gitana, inmigrantes, personas en situación de discapacidad, u otros grupos discriminados o en riesgo de exclusión social. Estas dimensiones se identificaron de forma empírica con los análisis de redes y no son mutuamente excluyentes. Es decir, captan los patrones de asociación entre categorías, las cuales pueden estar relacionadas con otras -aunque en menor medida-. Las etiquetas de las categorías corresponden a la interpretación de los/as investigadores/as.
Desigualdad de oportunidades
Esta dimensión concentró la mayor cantidad de nodos de la red y hace referencia a una amplia diversidad de temas asociados con la desigualdad de oportunidades, condiciones de vida dignas, y acceso a servicios básicos y de consumo. Así, la desigualdad de oportunidades se presenta como todas aquellas dificultades o disparidades en el acceso a servicios públicos básicos, como sanidad, educación, vivienda, calefacción, alimentación, entre otros. En este sentido, la desigualdad de oportunidades, desde el enfoque de las capacidades, se puede definir como todas las condiciones y recursos (no necesariamente económicos o monetarios) que permiten a las personas desarrollar su máximo potencial (Nussbaum 2012). Aunque Nussbaum también identifica el trabajo decente como una de las oportunidades propias del enfoque de las capacidades, en este estudio la categoría trabajo fue definida en una categoría diferente, dado que los resultados mostraron una fuerte asociación con cuestiones económicas explícitas (como ingresos, empleo, entre otras). Así, esta dimensión de la desigualdad de oportunidades hace énfasis en las implicaciones materiales y psicosociales que tienen las disparidades económicas en la vida cotidiana, particularmente, sobre el acceso a condiciones de vida dignas que producen bienestar (salud, educación, ocio, etcétera). En este grupo también se menciona a aquellas personas que no tienen hogar, están en situación de pobreza o mendicidad, y a quienes han sido víctimas de desahucios.
Por cuestiones económicas, una persona de familia obrera tiene muchas menos posibilidades de adquirir cultura (teatro, libros, cine) y por tanto puede desarrollar menos sus intereses o su intelecto. (252:3)
En la sanidad hay personas que se pueden permitir ir a clínicas privadas, pero otras muchas tienen que ir a lo público y pueden llegar a esperar meses para que les atiendan. (128:3)
Desigualdad entre clases sociales
Esta dimensión se refiere a la comparación social entre grupos en función de su clase social, incluyendo, por un lado, a los ricos y poderosos y, por el otro, a los más pobres, vulnerables y desaventajados. Aunque en estas comparaciones sociales suelen mencionar tanto a las élites como a las personas pobres, el grado de centralidad y de interconectividad de la categoría élites fue mucho mayor que el de la categoría pobres. Esto indica que la idea de los grupos ricos y poderosos se encuentra presente con mayor intensidad y con mayor relación con otras categorías que la idea de la pobreza. Adicionalmente, la relación entre clases sociales se caracteriza por la corrupción asociada a los grupos más aventajados (políticos, monarquía, millonarios), la cual afecta a la ciudadanía en general. Esta relación entre riqueza y corrupción resalta las injusticias que se observan a través del abuso y los excesos de unos grupos en detrimento de otros.
La gran cantidad de desahucios que se producen debido a la falta de recursos, mientras que muchos mandatarios que nos gobiernan se llenan las arcas a nuestra costa, cosas del capitalismo. (190:3)
Como un alto cargo roba mucho dinero a toda España y ni siquiera ingresa a la cárcel, sin embargo una persona pobre roba algo de comida para poder vivir e inmediatamente es ingresada en la cárcel. (216:1)
Desigualdad de recursos económicos y trabajo
En esta dimensión se incluyen los temas directamente relacionados con los recursos económicos y las dinámicas del trabajo como actividad económico-productiva. Aquí se observó una comparación entre grupos que ganan mucho dinero y con buenas condiciones de trabajo con otros que ganan muy poco y en condiciones de trabajo precario. Particularmente, se hizo mención a las brechas salariales o desigualdades de ingresos económicos entre hombres y mujeres, directivos y trabajadores, y entre trabajadores formales e informales. La mención a la precariedad del trabajo estuvo asociada con las desigualdades salariales y las pésimas condiciones laborales en términos de remuneraciones muy bajas, largas jornadas y el desempeño de actividades que no corresponden a los perfiles profesionales de las personas.
Comparando el sueldo mensual de una mujer y un hombre de la misma empresa. (32:1)
Se puede ver la desigualdad económica a través de los sueldos de ministros, banqueros, etc., comparados con los de personas trabajadoras (empresarios, empleados, etc.). (173:1)
Desigualdad entre grupos sociales específicos
Este grupo de categorías describe las dinámicas de discriminación y exclusión en el trabajo y el acceso a recursos económicos para grupos específicos, tales como personas con bajos recursos económicos, grupos étnicos (especialmente de etnia gitana), colectivos de inmigrantes y personas en situación de discapacidad. Las respuestas resaltaron prácticas que perpetúan la situación de desventaja y riesgo de exclusión social de algunos colectivos vulnerables a través de prácticas de explotación y pauperización laboral. Este tipo de prácticas son formas de discriminación de los grupos que son facilitadas por el prejuicio que se tiene hacia ellos.
En trabajos poco remunerados y “apetecibles”, como recolector de frutas o aceitunas, se contratan a inmigrantes por 50 euros al mes (vivido en mi pueblo), porque si se contratan españoles de aquí, hay que pagarles una cantidad digna. (139:3)
Discriminación a la hora de ofrecer puestos de trabajo a ciertas etnias, como gitanos. (178:2)
Ideología política y percepciones de la desigualdad económica en España
Los análisis exploratorios derivados de las pruebas de chi-cuadrado sugieren que las personas que se autoposicionaron a la izquierda del espectro político (vs. a la derecha) mencionaron en mayor medida temas como: clases sociales, Χ2(1,N = 488) = 6,23, p = 0,013; élites, Χ2(1,N = 488) = 6,97, p = 0,008; corrupción, Χ2(1,N = 488) = 5,95, p = 0,015; vivienda, Χ2(1,N = 488) = 3,79, p = 0,051; y desahucios, Χ2(1,N = 488) = 3,94, p = 0,047. En cuanto a las otras categorías, las percepciones de la desigualdad económica fueron semejantes para las personas en ambos lados del espectro político, así como para aquellas situadas en el centro (véanse la figura 2 y la tabla S5 del material suplementario en línea para las respuestas detalladas).
Discusión
En la presente investigación se profundizó en la percepción de la desigualdad económica desde la perspectiva de las personas y se examinó si había diferencias en función de su ideología política. Dadas las dificultades de investigar sobre las percepciones de la desigualdad en términos numéricos y distributivos (por ejemplo, brechas salariales) (Eriksson y Simpson 2012 y 2013; Pedersen y Mutz 2019), las cuales no captan otras formas de percibir, experimentar y posicionarse (Irwin 2018), en este estudio se plantea que la percepción de la desigualdad económica es un constructo multidimensional, situado y motivado. Multidimensional, porque incluye diversos ámbitos que van más allá del económico abstracto, numérico o monetario (García-Sánchez et al. 2018); situado, porque cobra sentido en el contexto de la vida cotidiana (García-Castro, Willis y Rosa Rodríguez-Bailón 2019 y 2021; García-Sánchez et al. 2018); y motivado, porque las ideologías influencian la forma como se perciben las desigualdades (Chambers, Swan y Heesacker 2014; Jost y Hunyady 2005; Rodríguez-Bailón et al. 2017).
En cuanto al primer objetivo sobre la forma de percibir la desigualdad económica, se observó que las personas usan mayoritariamente comparaciones sociales entre clases sociales (grupos élite y grupos empobrecidos), según sus ingresos económicos y capacidad de consumo de bienes o servicios (educación, ocio, salud, alimentación, etcétera). En esta comparación social, las personas o grupos ocupan una posición relativa frente a los demás, de acuerdo con sus recursos disponibles (Peterson 2017). Por tal motivo, la percepción de la desigualdad económica podría estar asociada a la privación relativa, en tanto que las personas observan su situación de desventaja frente a los recursos materiales y simbólicos que tienen otros grupos sociales más favorecidos. Este proceso de comparación social es importante, puesto que percibir los grupos que están por encima (o por debajo) tiene diferentes implicaciones en cómo se comprende la desigualdad y se responde ante ella (Chow y Galak 2012; Lowery, Chow y Crosby 2009). Asimismo, la comparación social y la privación relativa son mecanismos que afectan el bienestar individual (Buttrick y Oishi 2017). De allí que sea necesario identificar cómo se comprende la desigualdad económica en la cotidianidad para comprender sus potenciales consecuencias para las personas.
De este modo, se identificaron cuatro dimensiones sobre cómo se percibe esa desigualdad en la vida diaria: 1) la desigualdad de acceso a oportunidades y condiciones de vida que facilitan el desarrollo y bienestar (como educación, alimentación, vivienda, ocio, etcétera); 2) la desigualdad entre clases sociales, particularmente, la comparación entre los grupos de élite (grupos ricos y poderosos), asociados a la corrupción, y los grupos más desfavorecidos; 3) la desigualdad de ingresos económicos y condiciones de trabajo, dentro de la que sobresalen la pauperización del trabajo y las diferencias salariales por cuestiones de género; y 4) la desigualdad entre grupos específicos, como colectivos étnicos o de inmigrantes, quienes son víctimas de prejuicio y discriminación.
Identificar las diferentes dimensiones asociadas a la percepción de la desigualdad económica es un elemento clave para comprender cómo las personas representan subjetivamente el fenómeno y cómo podrían responder ante este. Asimismo, permite identificar qué otros procesos psicosociales están detrás de estas percepciones, tales como la identificación grupal, el prejuicio, la discriminación, entre otros. Por ejemplo, la percepción de desigualdad en la vida cotidiana motiva a las personas a rechazarla y a apoyar más la redistribución, al ser conscientes de las diferencias entre grupos (García-Castro, Rodríguez-Bailón y Willis 2020; García-Castro et al. 2021). Por tanto, reconocer, identificar y comprender estas otras dimensiones puede ser una estrategia para entender las formas de subjetivación de las realidades sociales desigualitarias promovidas por los sistemas económicos neoliberales, los cuales sirven para (des)legitimar situaciones de exclusión e injusticia social (Fjeld y Quintana 2019).
En cuanto al segundo objetivo, los resultados sugieren que la percepción de la desigualdad económica varía en función de la ideología política de las personas participantes. Se observó que las respuestas de quienes se identificaron como de izquierda (vs. de derecha) en el espectro político refieren en mayor medida temas como las clases sociales, las élites, la corrupción, la vivienda y los desahucios. Estos resultados van en línea con los hallazgos de estudios previos que muestran que las personas de izquierda suelen hablar más sobre temas asociados a la denuncia y la justicia social, que las de derecha (Sterling, Jost y Bonneau 2020; Sterling, Jost y Hardin 2019). Además, es importante notar que las personas pueden hablar de las mismas categorías abstractas (izquierda o derecha), pero entenderlas de forma muy diferente según sus creencias políticas (Bauer et al. 2017). Por tanto, la percepción de la desigualdad económica, aunque se refiere al mismo fenómeno socioeconómico objetivo, tiene un matiz diferente según las ideologías. Esta percepción diferenciada resalta la existencia de racionalidades divergentes para representar sistemáticamente esa realidad desde la perspectiva de movimientos sociales e ideológicos específicos. Es el caso de los movimientos conservadores que han ganado terreno en la agenda política recientemente para desacreditar objetivos sociales de igualdad, justicia e inclusión (Pleyers 2019).
Este estudio también presenta algunas limitaciones que deben ser tenidas en cuenta. Por un lado, si bien hubo participación de un grupo de la población general, la mayoría de los/as participantes fueron estudiantes universitarios/as en una ciudad de España. Por tanto, las experiencias y percepciones de la desigualdad económica están supeditadas a las condiciones de un grupo de personas con cierto grado de homogeneidad social y política. Por otro lado, la orientación política de los/as estudiantes universitarios/as suele situarse en el espectro político de la izquierda, por lo cual hace falta incluir una mayor representatividad de personas posicionadas a la derecha del espectro político para realizar comparaciones más robustas. Así, teniendo en cuenta la naturaleza descriptiva y exploratoria de nuestros resultados, es importante realizar indagaciones con mayor profundidad sobre las subjetividades de las personas ligadas con sus experiencias frente a la desigualdad económica, así como también se hace necesario realizar otros estudios de naturaleza confirmatoria para comprobar la robustez de nuestros resultados.
Aunque nuestros hallazgos no podrían ser generalizados directamente a otros contextos y grupos sociales en España, estos son consistentes con los derivados de otras investigaciones que ratifican que las personas perciben la desigualdad en términos de la privación relativa y basada en experiencias cotidianas, más que en estimaciones económicas abstractas (Kraus, Park y Tan 2017; García-Sánchez et al. 2018; Minkoff y Lyons 2019). Además, los temas y dimensiones identificados en este estudio reflejan algunas cuestiones propias del discurso general sobre las diferencias sociales en España difundidos en medios de comunicación, tales como la desigualdad de género, el desempleo, la corrupción, los desahucios, la discriminación, entre otros (Alcañiz y Monteiro 2016). Teniendo en cuenta que las personas se preocupan más por la desigualdad económica cuando los medios de comunicación han tenido una mayor cobertura de estos temas (McCall 2013), sería importante explorar en futuros estudios de qué forma tales medios moldean las percepciones de la desigualdad. También habría que explorar cómo estas percepciones sociales varían entre grupos sociales según su estatus socioeconómico, clase social o etnia. Asimismo, es relevante profundizar en las implicaciones de estas percepciones de la desigualdad sobre la forma como las personas experimentan, legitiman y reaccionan ante la desigualdad social.
Finalmente, se requiere seguir explorando sobre la multidimensionalidad de la percepción de la desigualdad económica. Este estudio aporta evidencia cualitativa para elaborar un banco de ítems y construir instrumentos de medición que contemplen diferentes dimensiones del constructo. Igualmente, se deja un corpus de datos abierto al público, a partir del cual es posible realizar nuevos análisis para resolver otras preguntas de investigación. También podrían explorarse las implicaciones de estas percepciones de la desigualdad económica sobre actitudes políticas como el apoyo a políticas redistributivas, la movilización social, el cambio social, entre otros. Para ello sería clave complementar estos resultados obtenidos con estudios correlacionales y experimentales que muestren el impacto de estas percepciones sobre actitudes hacia la desigualdad. Además, este trabajo ilustra una aproximación metodológica novedosa para estudiar las percepciones sociales usando los análisis de redes, lo cual amplía los recursos metodológicos para aproximarse al estudio de constructos complejos y multidimensionales.
Conclusiones
En este trabajo se argumentó que la percepción de la desigualdad económica capta diferentes dimensiones de la vida cotidiana que no se reducen a la estimación de las diferencias de ingresos económicos. Encontramos que las personas perciben la desigualdad económica en términos de la comparación social entre grupos y abarcan una amplia diversidad de temas asociados con las desigualdades sociales (como oportunidades y condiciones de vida). Adicionalmente, los resultados sugieren que la percepción de la desigualdad varía en función de la ideología política, de modo que las personas situadas a la izquierda (vs. a la derecha) del espectro político se enfocan más en las clases sociales, las élites y la corrupción a la hora de percibir la desigualdad. Este estudio presentó una descripción detallada de la forma como jóvenes de España perciben la desigualdad económica, con el propósito de aportar evidencia empírica sobre la necesidad de comprender mejor la multidimensionalidad de este constructo y sus implicaciones en la forma de entender y (des)legitimar esta realidad social.