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Acta Colombiana de Psicología

Print version ISSN 0123-9155

Act.Colom.Psicol. vol.12 no.1 Bogotá Jan./June 2009

 

ARTÍCULO

VALIDACIÓN DE UNA LISTA DE MIEDOS EN POBLACIÓN MEXICANA1

VALIDATION OF A FEAR CHECKLIST IN MEXICAN POPULATION

VALIDAÇÃO DE UMA LISTA DE MEDOS EM POPULAÇÃO MEXICANA

MARÍA DEL ROCÍO HERNÁNDEZ-POZOa, NAZIRA CALLEJAb, ALEJANDRA SÁNCHEZ VELASCOc, OSMALDO CORONADO ÁLVAREZd, DANIEL MACÍAS MARTÍNEZe, SANDRA CEREZO RESÉNDIZf
PROGRAMA DE DOCTORADO
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO - IZTACALA

a Universidad Nacional Autónoma de México – Iztacala. Proyecto de Investigación Aprendizaje Humano, Iztacala, UNAM
b Universidad Nacional Autónoma de México – Iztacala. Programa de Doctorado en Psicología, UNAM
c Universidad Nacional Autónoma de México – Iztacala. Proyecto de Investigación Aprendizaje Humano, Iztacala, UNAM
d Universidad Nacional Autónoma de México – Iztacala. Proyecto de Investigación Aprendizaje Humano, Iztacala, UNAM
e Universidad Nacional Autónoma de México – Iztacala. Programa de Doctorado en Psicología, UNAM
f Universidad Nacional Autónoma de México – Iztacala. Programa de Doctorado en Psicología, UNAM


Recibido, febrero 5/2009
Concepto evaluación, mayo 21/2009
Aceptado, mayo 30/2009

 

Resumen

El miedo es una respuesta emocional a las amenazas, y su estudio es importante debido a que al ser un evento disposicional, cambia la probabilidad de la conducta y puede llegar a tener consecuencias en la salud física y psicológica de las personas. Entre las aproximaciones teóricas al estudio del miedo, destaca la propuesta por Lang (1970), quien sostiene que las reacciones de miedo constituyen un sistema de tres componentes: activación fisiológica, reactividad subjetiva y evitación conductual, y que éstos componentes interactúan de manera flexible (Rachman, 2004). Este estudio se enfoca a la validación de una Lista de miedos en español, con 31 palabras que aludían a temas evocadores potenciales de miedo. Participaron 605 personas entre 14 y 60 años, que asignaron a cada palabra un número del 0 al 5, en función del grado evocador de miedo que generaban. Se hizo un análisis de reactivos mediante el cuál se eliminaron 3 de ellos y el análisis factorial de los 28 reactivos restantes, arrojó 4 factores con cargas superiores a .44 que en su conjunto explicaron 68% de la varianza total, con una confiabilidad de .967. Los cuatro factores de miedo fueron: a la pérdida afectiva, a ser víctima de eventos no contingentes, a la vulnerabilidad y a la muerte. Las mujeres reportaron mayor miedo para todas subescalas (menos la de la muerte). Se concluye que esta lista es un instrumento potencialmente útil, de fácil comprensión y rápida aplicación, y que puede servir para la exploración del tema de miedo en población hispano hablante.

Palabras clave: Lista de miedos, validez, confiabilidad, población hispanohablante.


Abstract

Fear is an emotional response to negative challenge; as a dispositional event it affects the probability of behavior and it might have consequences for the physical and psychological health of the individual. Lang (1970) theoretical approach to the study of fear holds the notion that fear reactions belong to a triple system involving physiological arousal, subjective reactivity and behavioral avoidance, and that these components interact in a flexible manner (Rachman, 2004). The purpose of this study was to validate a Fear Checklist written in Spanish, with 31 terms related to topics potentially fear evoking. Participants were 605 people whose ages ranged from 14 to 60 years. Their task consisted of assigning a score from 0 to 5 to each term, according to the degree of fear associated with each word. An item analysis was carried out which resulted in the discharge of three items. The remaining 28 items were subjected to factor analysis and led to four factors with loadings above .44, thus explaining 68% of the total variance, with a reliability index of .967. Resulting fear factors were affective loss, becoming a victim of non-contingent events, vulnerability and death. Women got higher scores in all subscales, with the exception of death. The study concluded that the Fears' Checklist is an instrument easy to comprehend and to apply that could be potentially useful for exploring fears in the Spanish speaking population.

Key words: Fears Checklist, validity, reliability, Spanish speaking sample.


Resumo

O medo é uma resposta emocional às ameaças. O seu estudo é importante porque, ao ser um evento de disposição, muda a probabilidade do comportamento e pode ocasionar conseqüências à saúde física e psicológica das pessoas.

Entre as aproximações teóricas ao estudo do medo, ressalta a proposta por Lang (1970), ao afirmar que as reações de medo conformam um sistema de três componentes: ativação fisiológica, reatividade subjetiva e evitação comportamental, que interatuam com flexibilidade (Rachman, 2004). Este estudo é orientado à validação de uma lista de medos em espanhol, com 31 palavras que faziam alusão a temas evocadores potenciais de medo. Participaram 605 pessoas entre 14 e 60 anos, que atribuíram a cada palavra um número entre 0 e 5, de acordo com o grau de medo evocado. Com uma análise de reativos foram eliminados 3 destes. A análise fatorial dos 28 restantes revelou 4 fatores com cargas superiores do que 0.44, que, em conjunto, explicaram 68% da variância total, com uma confiabilidade de 0.967. Os 4 fatores de medo foram: à perdida afetiva, a ser vítima de eventos não-contingentes, à vulnerabilidade e à morte. As mulheres reportaram maior medo para todas as sub-escalas (exceto a da morte). Conclui-se que esta lista é um instrumento potencialmente útil, de fácil compreensão e rápida aplicação e pode servir para a exploração do tema do medo me população hispanoparlante.

Palavras-chave: lista de medos, validez, confiabilidade, população hispanoparlante.


Las emociones son probablemente una de las facetas del comportamiento humano que más ha capturado la atención en Psicología, en tal medida que todas las orientaciones y corrientes coinciden en que constituyen un elemento central para la comprensión integral de la conducta humana, muy especialmente en el terreno de la salud física y mental.

A pesar de que las emociones han jugado un papel crucial en el Psicoanálisis y en las áreas aplicadas, la Psicología académica estuvo reacia a conferirle un estatus científico al estudio de las emociones antes de 1960 (Forsyth & Eifert, 1996).

Rotfeld, en una revisión de la literatura sobre miedo (1988), concluyó que "Después de todos esos años, no existe una teoría acerca del miedo per se que sea sólida y que cuente con un soporte empírico" (pág. 34). En el mismo tenor, Sutton (1982) teorizó que el miedo podría ser considerado meramente como un epifenómeno que refleja en parte las cogniciones de una persona con respecto a consecuencias desagradables que puede tener su conducta.

La ansiedad y el miedo carecen de una operacionalización bien establecida que permita distinguir claramente una de la otra. Por esa razón es posible emplear estos términos indistintamente para referirse al conjunto de funciones psicofisiológicas que surgen cuando una persona considera aversivo y/o evalúa negativamente a su entorno (Forsyth & Eifert, 1996).

Los teóricos cognocitivistas han desarrollado propuestas elaboradas para dar cuenta de los fenómenos emocionales (por ejemplo Beck & Emery, 1985; Lang, 1984, 1985; Lazarus, 1991), mientras que las teorías del aprendizaje anteriormente no habían generado propuestas interesantes para abordar el lenguaje de los sentimientos, relegando las emociones a paradigmas simplistas del tipo estímulo-respuesta, o a productos colaterales de la conducta (Forsyth & Eifert, 1996). Actualmente esto se ha corregido y el lenguaje de las emociones ocupa un lugar importante en el conductismo radical.

El aprendizaje emocional se considera como una instancia de transferencia vía clases de estímulos (Dougher, Augustson, Markham, Greenway, & Wulfert, 1994). Así se explica cómo es que las personas pueden desarrollar fuertes respuestas emocionales hacia eventos simplemente a través de relaciones lingüísticas, y cómo es que las señales contextuales pueden establecer límites sobre qué funciones transferirán de un estímulo al siguiente, sentando las bases para lo que se conoce como la teoría de los marcos relacionales (Kohlenberg, Hayes& Hayes, 1991)

El miedo es una respuesta emocional a las amenazas, y diferentes personas temen distintas cosas. La respuesta emocional de miedo es importante debido a que puede impulsar cambios en actitudes o intenciones de conducta, acciones de los consumidores y puede aún influenciar qué tan rápido sana un paciente después de una cirugía (Janis 1968; Leventhal 1967), de modo que se concluye que tener miedo a veces tiene sus ventajas (LaTour & Rotfled, 1997).

De acuerdo con estudios en los que se emplea el factor miedo para orientar la conducta del público consumidor, se ha encontrado que ningún estímulo amenazante evoca la misma respuesta en todas las personas, aun cuando se trata de grupos demográficos muy específicos (LaTour & Rotfeld, 1997).

Lang (1970) caracterizó al miedo señalando que no es un fenómeno sólido y palpable que ocurre en el interior de la persona, sino que más bien es un sistema constituido por tres componentes: activación fisiológica, reactividad subjetiva y evitación conductual, y que dichos componentes interactúan de manera flexible y pueden ser independientes. Rachman (1990) propuso que en experiencias específicas de miedo, los tres componentes varían de manera asincrónica, y tienden a cambiar a diferentes velocidades; por ejemplo, durante la terapia un paciente puede disminuir inicialmente su activación fisiológica, días después pueden disminuir sus reacciones de evitación y, finalmente disminuir su apreciación subjetiva de amenaza, que es la que cambia a una velocidad menor.

Rachman ha realizado por varios años estudios experimentales con paracaidistas, miembros de tropas de asalto y con operadores especializados en desactivar bombas y, a partir del modelo de Lang distingue conceptualmente el actuar con valor, de la ausencia de miedo. Este autor propone que ser valiente consiste en la disminución del componente conductual de evitación y persistencia en el actuar en una situación de amenaza, aun a pesar de que los componentes subjetivos y fisiológicos están presentes, mientras que el aproximarse a una situación amenazante en ausencia de miedo subjetivo y de las reacciones corporales desagradables se define como actuar sin miedo (Rachman, 2004).

A fines de la década de los sesentas el arribo de las teorías y técnicas cognitivas y cognitivas conductuales dentro de la terapia conductual redireccionó el problema de la emoción desde un simple aspecto de condicionamiento, hacia un problema de lenguaje, cognición y significado (Eifert, 1990).

Una fuente de controversia entre los estudiosos de las emociones es si es posible "sentir" o experimentar las emociones sin lenguaje. Zajonc (1980) afirma que las emociones o el afecto son de un orden primario y básicamente independientes del lenguaje y la cognición, mientras que Lazarus (1982) afirma que lo que se siente depende de una apreciación cognitiva o verbal. Autores como Rachman (1984) señalan el carácter inútil de la distinción lenguaje-cognición por un lado, versus emoción y procesos afectivos por el otro. En lugar de ello, Forsyth y Eifert, (1996) sugieren abordar el estudio de la relación emociones-lenguaje como una unidad inseparable.

El término "condicionamiento semántico" (Razran, 1939) se refiere a la aplicación de los principios del condicionamiento respondiente al lenguaje. Una palabra se condiciona semánticamente cuando al ser asociada con un estímulo incondicional que genera una respuesta emocional, ésta adquiere algunas de esas propiedades desencadenantes de las mismas emociones (Staats & Eifert, 1990).

El significado emocional de una palabra de acuerdo con el conductismo paradigmático se define como funciones de respuesta evaluativas condicionadas, mediante las cuales las personas catalogan un estímulo como "positivo-negativo", me "agrada-desagrada", o que el estímulo es "bueno-malo" (Martin & Levey, 1987). El establecimiento de algunas respuestas condicionadas emocionales o evaluativas empleando procedimientos de condicionamiento respondiente ha sido bien documentado en la literatura mediante una variedad de estímulos verbales y no verbales, condicionados e incondicionados (Martin & Levey, 1987; Staats, Staats, & Crawford, 1962; Staats, Staats, & Heard, 1959). Las palabras pueden adquirir entonces funciones de estímulos emocionales con algún significado psicológico, a través del establecimiento directo de esas funciones o vía la transferencia indirecta de las mismas mediante condicionamiento de un orden superior o a través de marcos relacionales (Forsyth & Eifert, 1996).

Field y Lawson (2008) sugieren que la principal fuente del aprendizaje de miedos es información verbal amenazadora, responsable de sesgos de atención y conducta de evitació. De ese modo, la exposición breve a información negativa produce creencias y reacciones afectivas hacia aspectos del entorno que prevalecen aun después de ser confrontadas con la realidad.

El presente estudio se diseñó para indagar, empleando el autorreporte, el componente subjetivo del miedo, esto es, el grado en que debido al condicionamiento semántico, ciertos temas evocan temor, y contar con un instrumento útil válido y confiable para usar en la población mexicana, como una primera aproximación al estudio del miedo.

Método

Se emplearon técnicas de investigación psicométrica para probar las propiedades estadísticas de una lista de temas posibles generadores de miedo en diferentes grupos poblacionales.

Sujetos

Participaron en el estudio 605 personas, cuyas edades fluctuaron entre los 14 y los 60 años; 65.8% de ellas eran mujeres. La muestra estuvo constituida por estudiantes (47.8%), enfermos de hipertensión y de otros padecimientos crónico degenerativos (22.6%), deportistas (4.0%) y población general sana (27.0%).

Otras características sociodemográficas de los participantes fueron: escolaridad de primaria, 9.9%; secundaria, 14.4%; bachillerato, 12.4%, y nivel licenciatura o superior, 63.3%. La mayoría de los sujetos (54.9%) eran solteros, sujetos casados fueron 34.8%, separados o divorciados, 1.7%; en unión libre, 2.5%, y viudos, 1.7%. En cuanto al orden de nacimiento, 24.5% eran primogénitos. El número de hermanos reportados osciló entre cero y 13, mientras que el número de hijos varió de cero (59.8%) a 6. El 21.0% reportó no practicar religión alguna, mientras que el 27.2% indicó que su práctica religiosa era de cero, en una escala del 0 al 5.

Instrumentos

Se empleó una lista de 31 temas que comúnmente evocan la emoción de miedo en las personas, ante la cual los participantes debían asignar un número, dependiendo del grado de temor que generara cada tema. Las opciones de respuesta fueron seis: no me evoca miedo (0); y de miedo mínimo (1) a miedo máximo (5).

Esta lista se creó ex profeso a partir de las emociones que podrían generar el retiro de estímulos positivos presentes, o de la presentación de estímulos negativos en los ámbitos individual y social, de modo que produjeran sufrimiento de orden corporal o físico o psicológico. A partir de una lista inicial inspirada en textos budistas que mencionan fuentes básicas de sufrimiento humano, se organizó un listado de temas ordenado alfabéticamente que representaba áreas típicas de preocupación y temor.

Las instrucciones que se dieron fueron: "Escriba un número del cero al 5, de acuerdo con el grado de temor que le produce cada tema en su vida personal. Si no aplica el tema a su vida, póngale un cero". La Lista de miedos de treinta y un reactivos se incluye en el Apéndice 1

Procedimiento

Se realizó un estudio preliminar con estudiantes universitarios a través del cual se probó la comprensión de los términos empleados en una versión inicial de la lista con 30 reactivos, encontrándose que todos fueron entendidos adecuadamente. Posteriormente, se agregó un tema adicional, para incluir el miedo al fracaso que se puede experimentar en los ámbitos académico y laboral. La lista fue organizada en orden alfabético para evitar, en lo posible, asociaciones temáticas distractoras.

La lista fue aplicada de manera grupal con un mínimo de instrucciones. Adicionalmente, los participantes respondieron una ficha de datos personales donde se preguntaba su edad, escolaridad, estado civil, si padecía o no alguna enfermedad crónica y cuál, el número de hijos, número de hermanos, orden de nacimiento, si trabajaba de manera asalariada, si tenía pareja, si profesaba alguna religión y el grado de participación en la misma en una escala del 0 al 5.

Resultados

La validación de la escala se realizó en dos pasos, primeramente mediante el análisis de reactivos, seguido del análisis factorial de la escala. Posteriormente se presentan datos de confiabilidad y, finalmente, se compararon resultados entre los diferentes grupos que participaron en el estudio, con el fin de analizar el comportamiento diferencial de los mismos frente a la Lista de miedos.

Análisis de reactivos

El análisis de reactivos, a su vez, constó de tres aspectos: análisis de frecuencias de respuesta a cada reactivo, correlación de los reactivos con la calificación total y comparación de grupos contrastados.

Análisis de frecuencias

Para asegurar la normalidad de cada uno de los reactivos, se analizó su distribución de frecuencias. Se eliminaron los reactivos que tuvieron 60% o más de las respuestas en una de las opciones (véase Tabla 1). Mediante el empleo de este criterio se eliminaron los reactivos 19. Muerte de familiares y 21. Muerte de padres.

El reactivo 27 (soberbia) fue eliminado porque varios de los sujetos no entendieron el sentido de esta palabra, si se trataba de enfrentarse a personas con esa característica, o que ellos mismos se comportaron de manera soberbia. Debido a esa posible fuente de confusión, se decidió eliminar dicho reactivo de la lista original.

Correlación reactivos-calificación total

Los 28 reactivos restantes fueron correlacionados con la calificación total. Todos tuvieron correlaciones significativas (p=.000). (véase Tabla 2).

Comparación de grupos contrastados

Con el propósito de determinar si los reactivos discriminaban entre los sujetos que obtuvieron calificaciones totales altas y los de bajas, se contrastó el grupo inferior (con puntajes menores al Q1) contra el superior (a partir del Q3), utilizando pruebas t. El grupo bajo estuvo conformado por 148 sujetos, y el alto por 151 (véase Tabla 3). Todos los reactivos discriminaron significativamente entre ambos grupos.

Análisis factorial

La validez de construcción del instrumento fue obtenida mediante el análisis factorial. Se realizó un análisis de componentes principales con iteración (PA1), con el propósito de extraer factores consistentes internamente. Se eligió el método de rotación varimax por la solución factorial producida.

El análisis reportó cuatro factores iniciales con valores eigen mayores que 1, los cuales explicaron el 68.06% de la varianza (véase Tabla 4).

Todos los reactivos tuvieron cargas factoriales mayores a .40.

Los factores fueron definidos de acuerdo con su contenido conceptual de la siguiente manera:
1. Miedo a la pérdida afectiva
2. Miedo a ser víctima de eventos no contingentes
3. Miedo a la vulnerabilidad
4. Miedo a la muerte

En la Tabla 5 se muestran las cargas factoriales de los 28 reactivos y los factores a los que corresponden.

Las correlaciones entre los factores fueron estadísticamente significativas (véase Tabla 6).

Confiabilidad de la Escala

Se obtuvo una alta consistencia interna para la escala total y para los tres primeros factores (véase Tabla 7).

Comparación de Grupos

A continuación se presentan los resultados de la Lista de miedos en función de las variables sociodemográficas investigadas. Sólo se presentan las comparaciones por grupos si al menos tres subescalas y el puntaje total exhibieron diferencias significativas entre los participantes. Las variables que no reunieron estos requisitos fueron: el orden de nacimiento, el número de hermanos y el tener o no un trabajo asalariado.

En la Tabla 8 se muestran los valores comparativos por género de la Lista de miedos y sus cuatro subescalas. En todos los casos, salvo la subescala 4 de miedo a la muerte, las mujeres presentaron puntajes significativamente más elevados de autoreporte de miedo en comparación con los hombres, esto es, los temas relacionados con pérdida afectiva, con victimización y con vulnerabilidad, fueron reportados por las mujeres como fuentes de mayor intensidad de miedo que sus contrapartes varones. Con respecto a la muerte no hubo diferencias entre grupos. En la tabla se presentan los valores de la prueba t para comparación entre grupos.

Con respecto a la influencia de la edad sobre el autoreporte de miedos, se organizaron los datos en función de tres grupos de edad conformados según la distribución de la población por cuartiles. El grupo de edad baja (valores menores a Q1) estuvo conformado por los participantes entre 14 y 19 años, el grupo medio estuvo integrado por las personas entre 20 y 39 años, y el grupo de edades superiores (valores mayores a Q3) estuvo constituido por todos aquellos participantes de 40 a 60 años. Como se puede apreciar en la Tabla 9, se encontró una relación directa entre los grupos etáreos y el valor asignado a los temas evocadores de miedo, esto es, a mayor edad mayores puntajes de miedo para la calificación total y para las 4 subescalas. Las diferencias entre los grupos de edad fueron significativas al .000 en todos los casos.

La escolaridad para propósitos de este análisis se clasificó como baja, media y alta, con el siguiente criterio: el grupo bajo estuvo constituido por escolaridades de primaria y secundaria, el medio por bachillerato y el alto por licenciatura o mayores estudios. La Tabla 10 presenta el tamaño de cada subgrupo por escolaridad, las medias obtenidas para las cuatro subescalas y la media total obtenida para la Lista de miedos, así como los valores generados por la prueba ANOVA de una vía; se encontró que los grupos difirieron en todos los casos, con valores de F significativos al .000. La tendencia que se registró fue que a mayor escolaridad, menor autorreporte de miedos; la mayor diferencia ocurrió entre los grupos de baja y alta escolaridad.

El estado civil fue otra variable sociodemográfica que se exploró en este estudio. Se compararon los puntajes de las personas solteras con los obtenidos por las casadas mediante la prueba t de Student y se encontró que éstas últimas se autorreportaron con niveles mas elevados de miedo para las 4 escalas y para la calificación total en comparación con las primeras; en todos los casos las diferencias entre grupos fueron significativas al .000. Las medias de los valores por subgrupos se presentan en la Tabla 11.

Con el fin de organizar los datos en categorías a partir del número de hijos se dividió a los participantes en tres grupos ordinales, el grupo sin hijos, el grupo con uno o dos hijos y el grupo con tres o más hijos. Cuando se compararon las respuestas de los sujetos en función de estas categorías, se encontró que las personas con mayor número de hijos reportaron los índices más elevados de miedo global y de miedos específicos para cada subescala; los valores de F en todos los casos fueron significativos al .000, como se puede apreciar en la Tabla 12.

Por otro lado, el estado de salud también produjo resultados diferenciales. En la Tabla 13 se presentan los datos de los participantes con alguna enfermedad crónico degenerativa versus los datos de las personas sanas. La diferencia con el total identifica a los participantes que no respondieron a esta pregunta sociodemográfica.

Se encontró que los sujetos con algún padecimiento crónico reportaron niveles superiores de miedos en todas las subescalas así como en el puntaje total. Los valores de la prueba t en todos los casos fueron significativos al .000.

El tener o no pareja también fue analizado bajo el mismo procedimiento. En la Tabla 14 se presentan las medias y los valores de la prueba t para los sujetos con y sin pareja. Se encontraron diferencias significativas entre ambos para la subescala de pérdida afectiva, miedo a ser víctima y miedo a la muerte, tanto en estas subescalas como en el puntaje global los participantes con pareja mostraron índices superiores de miedo que los que carecían de ella, sólo la subescala de vulnerabilidad no arrojó diferencias significativas entre grupos.

El profesar una religión, independientemente de cuál se trate, también generó diferencias significativas en el reporte de miedos. En la Tabla 15 se presentan los valores de t, todos ellos significativos, donde los individuos que sí profesaban una religión mostraron mayor intensidad de miedo en todas las subescalas, así como en el puntaje total, en comparación con la contraparte que no profesaba religión alguna.

Ante la pregunta específica sobre la participación religiosa, las posibilidades de respuesta eran en una escala del cero al cinco. Automáticamente si una persona decía que no profesaba una religión, se le asignó una religiosidad de cero; sin embargo, también era posible que hubiese una religiosidad de cero si la persona contestaba que sí profesaba una religión. Para fines de análisis se organizaron las posibilidades de respuesta en tres categorías: religiosidad baja cuando la respuesta fue de cero; media, cuando se respondió 1 ó 2, y alta, cuando la respuesta estuvo entre 3 y 5. En el análisis que se presenta en la Tabla 16, se observan las comparaciones de estos tres grupos mediante la prueba ANOVA de una vía; en todos los casos los valores de F obtenidos fueron significativos. Se encontró que a mayor nivel de religiosidad, mayor puntaje de miedo para cada subescala, y para el puntaje total de la Lista.

En resumen, se encontró que la Lista de miedos en su versión de 28 reactivos, esto es, eliminando las preguntas 19, 21 y 27 de la versión original, es un instrumento organizado en cuatro subescalas que comprende el temor a la pérdida afectiva, el temor a ser víctima de eventos no contingentes o eventos fuera del control de la persona, el miedo a ser vulnerable física y psicológicamente, así como el miedo a la muerte.

Con respecto a esta última subescala, fue la que tuvo menor índice de confiabilidad (.815) en comparación con las otras tres subescalas, aunque estuvo dentro de los márgenes adecuados. El miedo a la muerte tampoco produjo resultados diferenciales por género, lo que hace pensar que probablemente sea tan generalizado que produce un efecto de techo, aunque esta subescala sí discriminó con respecto a otras variables sociodemográficas como son la edad, la escolaridad, el estado civil, el número de hijos, el estado de salud, el tener o no pareja, el profesar una religión y el grado de participación religiosa. Finalmente, las variables orden de nacimiento, número de hermanos y tener o no un trabajo asalariado, no arrojaron diferencias significativas con respecto al autorreporte de miedo.

Las calificaciones más elevadas de autorreporte de miedo se registraron para mujeres, para las personas con mayor edad, menor escolaridad, casadas, con mayor número de hijos, con algún padecimiento crónico degenerativo, con pareja y con una mayor participación religiosa.

Discusión

Se concluye que la Lista de miedos es un instrumento de autorreporte que explica el 68% de la varianza y tiene una confiabilidad de .967 por lo que se considera que presenta una validez y confiabilidad adecuadas para población urbana en México.

Comparativamente el empleo de listas de miedos no está tan difundido entre los psicólogos como el uso de cuestionarios en forma para ansiedad, preocupaciones y otras respuestas emocionales desagradables. En un estudio sobre las medidas clínicas más empleados en la literatura especializada durante el período 2000-2005 en PsycINFO, Piotrowski y Gallant (2009) encontraron que el más popular entre diecinueve instrumentos fue el inventario de ansiedad de Beck y el octavo lugar lo ocupó un cuestionario sobre miedos comunes. Los resultados de este estudio sugieren que el empleo de una medida simple, basada en una Lista de miedos, puede arrojar datos útiles a los investigadores, que podrán usar posteriormente en programas de intervención o de evaluaciones repetidas en estudios longitudinales.

El perfil de mayores índices de autorreporte de miedo encontrado en este estudio fue con los siguientes subgrupos: mujeres (excepto para la subescala de miedo a la muerte), el grupo de mayor edad, el grupo de menor escolaridad, los casados, los que reportaron tener el mayor número de hijos, los enfermos crónicos (hipertensos, asmáticos, diabéticos, con cáncer, lupus y artritis), los que tenían pareja (excepto para la subescala de vulnerabilidad), los que profesaban una religión, y los que le dedicaban mayor tiempo a la práctica religiosa. Estos resultados apoyan algunos de los hallazgos previos de la literatura, especialmente en lo referente al género y la edad (Uribe, Valderrama & López, 2007; Uribe, Valderrama, López, Galeano, Durán & Gamboa, 2008).

Un índice combinado de miedos fundamentales e historia de experiencias aversivas puede predecir la prevalencia e intensidad de los miedos comunes, así como otros factores que incluyen la edad, el género y el estrato socioeconómico de origen (Byrne, 2000).

Se sabe que los factores de riesgo más consistentes de síntomas de ansiedad y miedo son el ser mujer, el perfecci¬onismo, algunas prácticas de crianza y la cantidad de refor¬zamiento recibido por mostrar conductas relacionadas con ansiedad (Essau, Leung, Conradt, Cheng & Wong, 2008), en muchas comunidades contemporáneas el reforzamiento a conductas relacionadas con ansiedad es selectivo a género.

A diferencia de Liu, Munakata y Onuoha (2005), no se encontró que el orden de nacimiento produjera diferencias en el autorreporte de miedos, ni tampoco el número de hermanos, que es una medida del tamaño de la familia, generó diferencias significativas en los resultados. Tampoco se encontraron diferencias al dividir a los participantes entre los que tenían un trabajo asalariado y los que no lo tenían.

Está documentado (Latour & Rotfeld, 1997) que las mujeres se sienten notablemente más vulnerables a la agresión física que los hombres. Ramos (1990) llegó a las mismas conclusiones en un estudio sobre miedo a la victimización realizado en la Ciudad de México. Esta investigadora encontró mayor miedo femenino a la victimización personal que incluía violación y hostigamiento sexual, mientras que los hombres temen más por los ataques a su propiedad. Del mismo modo, las mujeres consideran como más graves los actos físicamente violentos, a diferencia de los hombres, quienes consideran los ataques contra la propiedad como más graves. El hallazgo de mayor miedo femenino a la vulnerabilidad fue respaldada por los resultados obtenidos en el presente estudio.

El temor a la muerte en particular es un tipo de miedo muy sensible a la edad de las personas. Estudios que emplean el factor miedo para las campañas publicitarias, han documentado ampliamente que es más fácil modificar la conducta de los jóvenes, por ejemplo, para que se laven los dientes, si señalan que la falta de aseo dental puede producir el perder una cita, que es una consecuencia social a corto plazo, en comparación con aumentar el riesgo de un cáncer bucal, que es una consecuencia física a largo plazo. Los jóvenes, en ese sentido, perciben el riesgo a morir como un riesgo menor que la población de mayor edad, de ahí la sensibilidad tan alta del factor miedo a la muerte en función de la edad.

Las reacciones de miedo pueden ser funcionales o disfuncionales para las personas, dependiendo del contexto. Estudios que han investigado el efecto de usar el factor miedo en la publicidad han encontrado que a mayor activación generada, mayor es la respuesta de persuasión, y en este sentido, el generar tensión no es necesariamente indeseable si resulta en una generación de energía (Latour & Rotfeld, 1997), que señalan una relación positiva monotónica entre el miedo y la persuasión. En realidad, muchos de los problemas de conducta están relacionados con la conducta verbal (Forsyth & Eifert, 1996), de ahí la importancia que se le da hoy en día al lenguaje de las emociones desde las aproximaciones clínicas conductuales.

Se considera que la Lista de miedos puede ser una herramienta útil con población hispanohablante para realizar investigaciones ulteriores más completas que involucren aspectos de orden conductual y fisiológico conducentes a una mejor comprensión de las variables que controlan la respuesta emocional de miedo.


1 Este estudio fue posible gracias al financiamiento parcial por parte del programa PAPCA 2007-2008, otorgado por la UNAM, F.E.S. Iztacala. Dirigir la correspondencia a María del Rocío Hernández Pozo, Proyecto de Investigación en Aprendizaje Humano, FES Iztacala UNAM, UIICSE, piso 2, cubículo 5, Ave. de los Barrios # 1, Los Reyes Iztacala, Tlalnepantla, Edo. de México, C. P. 54090, herpoz@unam.mx. Volver


Referencias

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