Introducción
El término resiliencia es un constructo teórico relativamente nuevo en el campo de la Psicología. Este vocablo alude a factores que propician (positivamente) que un individuo se sobreponga de manera saludable a cualquier problema u obstáculo. Para el Diccionario de laReal Academia de la Lengua Española (2016), la resiliencia es la "Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos". Sin embargo, etimológicamente, procede del latín saliere, el cual quiere decir "saltar hacia atrás, rebotar o surgir", y el prefijo "re" le añade al concepto de repetición o reanudación (Arratia, Medina & Borja, 2008).
Aunque existe una fuerte discusión sobre la conceptualización de dicho término, la mayoría de los estudios (Arratia, Medina & Borja, 2008; Pereira, 2007 y Polo, 2009) concuerdan en considerar a la resiliencia como una capacidad humana de tener éxito o sobrellevarse de un modo favorable frente a situaciones adversas o estresantes que pueden ocasionar consecuencias negativas. Grotberg (1995), por ejemplo, la define como la "Capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida e, inclusive, ser transformado por ellas" (p.3). De igual manera se ha discutido sobre los diversos factores o fenómenos que generan en los individuos una mayor o menor resiliencia, identificando aspectos internos, como la inteligencia emocional y las habilidades de socialización, y factores externos como la familia, el contexto social y las relaciones de amistad (Arratia, Medina & Borja, 2008).
Para Pereira (2007), la resiliencia es un proceso dinámico, el cual tiene lugar a lo largo del tiempo, y se sustenta en la interacción existente entre la persona y el entorno, que incluye la familia y el medio social. La resiliencia es el resultado de un equilibrio entre factores de riesgo, factores protectores y personalidad de cada individuo, funcionalidad y estructura familiar, pero puede variar con el transcurso del tiempo y con los cambios de contexto. Además, implica algo más que sobrevivir al acontecimiento traumático o a las circunstancias adversas, ya que se incluye la capacidad de ser transformado por ellas e incluso construir sobre ellas, dotándolas de sentido. Así, la resiliencia no solo supone continuar viviendo, sino tener éxito en algún aspecto vital y disfrutar de la vida en general. Ya se ha advertido que el uso del concepto de resiliencia en Psicología es relativamente nuevo, el mismo tiene su origen en la física y en la ingeniería de materiales, donde se utiliza para definir la capacidad elástica de un material. Esta capacidad le permite permanecer compacto, sin quebrarse al ser presionado por una fuerza externa o cualquier artefacto, debido principalmente a su propiedad de deformarse y, al eliminar esa presión, recobrar su forma original. Algunos ejemplos de estos materiales los encontramos en nuestra vida diaria, desde una cinta elástica hasta una pelota de goma o en la caña de bambú (Gómez, 2010).
Asimismo, en la medicina, especialmente en la rama denominada osteología, se utiliza este constructo para nombrar la habilidad de los huesos para crecer de manera correcta después de haber padecido una fractura (Gómez, 2010). Volviendo a la Psicología, esta también ha contribuido al desarrollo de dicho concepto, utilizándolo, como ya hemos dicho, para describir la capacidad de los individuos de sobreponerse a condiciones de vida desfavorables (Puerta & Vásquez, 2012). Se debe aclarar que el concepto de resiliencia aplicado al campo sociopsicológico nace en 1982, con la publicación de Werner y Smith, "Vulnerables pero invencibles: un estudio longitudinal de niños y jóvenes resilientes" (Pereira, 2007).
La resiliencia puede ser abordada desde dos enfoques distintos. Por un lado, se encuentra la perspectiva de "riesgo", la cual se centra en los aspectos que pueden desencadenar un daño psicológico, biológico o social; su interés se encuentra en los factores de riesgo alrededor del individuo. Por otro lado, está el enfoque de resiliencia o también llamado "modelo de desafío", el cual se centra en los aspectos o escudos protectores que pueden generar una defensa al posible daño o amenaza de los ya mencionados factores de riesgo y que desencadenan en el individuo la capacidad o la habilidad para superar esas adversidades (Polo, 2009).
Estos dos enfoques no se contraponen; por el contrario, su integración permite tener una visión más clara y complementaria del fenómeno. En tal sentido, se asume, por un lado, la identificación de las variables que pueden afectar negativa y considerablemente al individuo, pero, de igual manera, se contempla la existencia de barreras que pueden contribuir a sobrellevar situaciones riesgosas e, inclusive, a sacarles el mayor provecho a la adversidad, lo cual conllevará a un desarrollo y a una mejor calidad de vida para el individuo.
Tomando como base los dos enfoques o perspectivas de la resiliencia en Psicología, pueden designarse factores de riesgo y factores protectores. Los factores protectores son aquellos contextos o situaciones que permiten a una persona desarrollarse de manera óptima, y en muchas ocasiones, sirven para disminuir las consecuencias que pueden conllevar los entornos negativos o de peligro (Polo, 2009). Pasqualini (2010) señala que estos factores "[...] facilitan el desarrollo del individuo y ayudan a aumentar la resistencia al riesgo" (p.113).
Con otras palabras, los factores protectores ayudan al individuo a sobrellevar o generar un cambio de todos aquellos aspectos negativos y peligrosos que atenten contra su equilibrio y desarrollo. Estos factores pueden tener un origen interno o externo del individuo.
Por su parte, los factores de riesgo "son las acciones ya sean pasivas o activas, que involucren peligro para el bienestar del individuo o que acarrean directamente consecuencias negativas para su salud o comprometen aspectos de su desarrollo" (Polo, 2009, p.68). Para Gómez (2010):
son todas aquellas condiciones físicas, psicológicas y sociales que incrementan significativamente las posibilidades de que un individuo incurra en alguna conducta de riesgo, es decir, que son todas aquellas características, hechos o situaciones [...] de su entorno que aumentan la posibilidad de desarrollar un desajuste psicosocial, son elementos que aumentan la probabilidad de daño e identificarlos permite su prevención (p.53).
En las Tablas 1 y 2 se muestran los factores protectores y los factores de riesgo en sus dimensiones individuales, familiares y sociales.
Aspectos Individuales | Aspectos Familiares | Aspectos Sociales |
---|---|---|
*Alta autoestima | *Adulto significativo | *Redes informales de apoyo |
*Seguridad en si mismo | *Límites claros y firmes | *Grupo de pares |
*Facilidad para comunicarse | *Apego parental | *Deportes |
*Empatía | *Vínculos afectivos | *Escuela |
*Locus de control interno | *Reconocimiento de esfuerzos y logros | *Comunidad |
*Optimismo | *Integración familiar | |
*Fortaleza personal | ||
*Afrontamiento positivo | ||
*Resolución de problemas | ||
*Autonomía | ||
*Competencia cognitiva (atención y resolución de problemas) | ||
*Demostración de sus emociones | ||
*Asertividad | ||
*Manejo saludable del estrés | ||
*Manejo adecuado del tiempo libre | ||
*Sentido del humor | ||
*Proyecto y sentido de vida |
Elaboración propia con base en Polo (2009), Pasqualini (2010) y Gómez (2010).
Aspectos Individuales | Aspectos Familiares | Aspectos Sociales |
---|---|---|
Edad y sexo | Sin adulto significativo | Ausencia de redes sociales |
Baja autoestima | Limites difusos y flexibles | Grupo de pares |
Inseguridad | Desapego | Tiempo libre ocioso |
Dificultad para comunicarse | Dificultad para vincularse afectivamente | Deserción escolar |
Incapacidad de ponerse en el lugar de otro | Falta de reconocimiento de sus esfuerzos y logros | Dificultad para insertarse socialmente |
Locus de control externo | Imposibilidad de acceder a la educación | Pobreza |
Pesimismo e inseguridad | Prisión de alguno de los progenitores | Sociedad permisiva de ciertas conductas |
Afrontamiento evitativo | Expectativas poco realistas de los hijos | Publicidad hedonista y consumista |
Dificultad para la resolución de conflictos | Falta de alternativas para el tiempo libre | |
Dependencia | Estereotipos sociales: modelos de triunfo | |
Déficit de habilidades sociales | ||
Introvertido | ||
Ser víctima de maltrato, abusos y/o abandono | ||
Pasividad | ||
Sentimiento de soledad | ||
Experiencias tempranas de frustración | ||
Crisis de valores tradicionales |
Elaboración propia con base en Polo (2009), Pasqualini (2010) y Gómez (2010).
Después de abordar el concepto de resiliencia, se presentan algunos de los hallazgos localizados en la literatura especializada. En dicha búsqueda, es posible argüir el considerable auge e incremento de estudios que centran su interés en el concepto de resiliencia y que acentúan su importancia como una variable vinculada al bienestar psicológico de la personas (Merino & Privado, 2015).
Los trabajos sobre resiliencia han sido desarrollados en diversos contextos (Börkan, Erkman & Serbest, 2016; Schofield, O'Halloran, Mclean & Forrester-Knauss, 2016 y Wang, Chen, Gong & Yan, 2016), poblaciones, ámbitos de estudio e incluso en distintas etapas de la vida humana. Tan solo en los últimos años, estudios como los de Morelato (2014); Quezada, González y Mecott (2014) y Vera y López (2014), por mencionar algunos ejemplos, han enfatizado sobre dicho constructo en población infantil frente a situaciones desfavorables. En adultos mayores, resaltan los estudios de Pimentel y Pinho (2015), así como los de Portella y Liberaless (2015), quienes consideran a la satisfacción económica, la longitud de la jubilación y la planificación como aspectos asociados a una mayor resiliencia en la vejez. Sin embargo, es notable que las investigaciones se centran en mayor medida sobre adolescentes y jóvenes, como muestran los recientes trabajos de Álvarez, Alonso y Guidorizzi (2014); Gutiérrez y Romero (2014); Morales y González (2014); Rozemberg, Avanci, Schenker y Pires (2014); Quiceno, Mateus, Villareal y Vinaccia (2013); y Gaxiola, González y Gaxiola (2013). Estas investigaciones vinculan la resiliencia con el consumo de drogas, bienestar psicológico, autoestima y variables sociodemográficas, principalmente en el ámbito escolar.
Otro ámbito en el que se agrupan una gran cantidad de estudios sobre resiliencia se encuentran en el contexto hospitalario o de la salud, sobre todo, en las personas a cargo de diversos tipos de pacientes (Dias, Santos, Barroso, Lima, Torres, Belfort y Nascimiento, 2015; Crespo & Fernández, 2015) y en algunas patologías específicas (Vinaccia, Quiceno, Medina, Castañeda & Castelblanco, 2014).
Dado que el presente artículo se encuentra interesado en la población joven dentro del ámbito escolar, se presentará un abordaje de las investigaciones en este contexto, en particular, de aquellas vinculadas con estudiantes de carreras universitarias. Cabe señalar que los estudios muestran interés en este ámbito debido en parte a las condiciones del estrés, esfuerzo y exigencia propios de los estudios superiores y que involucran la capacidad de los individuos de sobreponerse a ellos.
En el contexto internacional, Limonero, Tomás, Fernández, Gómez y Ardilla (2012) realizaron un estudio con universitarios en España, cuyo objetivo fue describir la relación entre resiliencia y satisfacción con la vida. Los resultados indicaron que el 20,1 % de la población estudiada estaba en el rango de resilientes. Asimismo, estos estudiantes obtuvieron mayores puntajes en regulación emocional y en satisfacción con la vida. Limonero y colaboradores concluyeron que la resiliencia es un factor que afecta significativamente la satisfacción con la vida. Por otro lado, Ríos, Carrillo y Sabuco (2012) abordaron la relación de la resiliencia con el síndrome Burnout en una muestra de alumnos de enfermería. Este estudio, también realizado en España, encontró que solo un pequeño porcentaje de la población de la muestra (14,7 %) obtuvo bajos niveles de resiliencia. Del mismo modo, se identificaron los puntajes más bajos de Burnout en los estudiantes que denotaron altos indicadores de resiliencia, así como menor cansancio emocional y mayor realización personal. González y Artuch (2014) también manifestaron altos niveles de resiliencia en estudiantes universitarios, así como una asociación con el sexo y el tipo de universidad (siendo las mujeres de instituciones de educación religiosa quienes obtuvieron puntajes mayores). Por otro lado, Schofield, O'Halloran, Mclean y Forrester-Knauss (2016) identificaron la resiliencia como un factor asociado de manera negativa a la conducta depresiva en estudiantes universitarios en Australia.
Dentro del contexto latinoamericano, Rivas (2012) realizó un estudio para analizar el perfil de las fortalezas de carácter y los factores de resiliencia de los estudiantes de la carrera de Medicina en Venezuela. Para abordar el concepto de resiliencia asumió como factores la aceptación positiva al cambio, la competencia personal, el control y la espiritualidad. En este estudio los resultados mostraron a los estudiantes como personas resilientes, firmes en sus propósitos, con una visión positiva respecto al futuro, con la capacidad de decidir por su bienestar y con influencias buenas en su vida espiritual. Además, se encontró una asociación negativa con la variable de edad, de manera que los estudiantes más jóvenes tenían una mayor capacidad resiliente que los mayores. Del mismo modo, Rivas manifestó una relación inversa con el grado académico y con la presencia de hijos en los años escolares. Conclusiones similares se encuentran en Álvarez y Cáceres (2010), quienes analizaron la relación de la resiliencia con algunas variables personales y sociodemográficas como edad, sexo, nivel socioeconómico y estado civil, entre otras. Entre los hallazgos de este estudio se encuentra la asociación entre la edad, el estrato socioeconómico y la cantidad de hijos con los niveles de resiliencia. Sin embargo, los autores advierten que la fuerza de la correlación entre variables oscilaba entre débil y muy débil, por lo que dichos resultados deben ser considerados de forma mesurada. Además de ello, Álvarez y Cáceres encontraron diferencias significativas según el sexo de los estudiantes, siendo las mujeres quienes obtuvieron mayores puntajes de resiliencia. Por último, estos autores reportaron que los escolares solteros mostraban mayores indicadores de resiliencia que los casados.
A su vez, en el contexto mexicano, Velasco, Suárez, Córdova, Luna y Mireles (2015) realizaron una investigación con alumnos de enfermería, cuyo objetivo era conocer su grado o nivel de resiliencia. Mediante la Escala de Resiliencia Mexicana (RESI-M) (Palomar & Gómez, 2010), analizaron su relación con algunas variables personales, académicas, de salud, laborales, económicas y familiares. De manera similar a los estudios presentados anteriormente, el 63 % de los participantes evidenciaron un nivel de resiliencia alto, pero además establecieron una asociación de estos puntajes con altos niveles de rendimiento académico, el no repetir asignaturas o tener exámenes extraordinarios, así como el hacer parte de una familia funcional. Los autores ponen especial énfasis en el factor familiar como un aspecto decisivo en la generación de una capacidad resiliente en los estudiantes y mejores indicadores académicos. Bajo la misma tendencia, González (2011) evaluó los factores resilientes de estudiantes de medicina de primer grado de la Universidad Autónoma del Estado de México. Mediante el Cuestionario de Resiliencia para Estudiantes Universitarios (CRE-U), se obtuvieron puntajes altos en las dimensiones de interacción, introspección y moralidad, así como niveles bajos en los factores de independencia, creatividad, humor y pensamiento crítico. Los resultados indicaron, también, que hay diferencias en los puntajes entre hombres y mujeres.
Ante lo dicho anteriormente, la presente investigación se formuló como objetivos primordiales identificar y comparar los niveles de resiliencia en alumnos de distintas carreras universitarias (Medicina, Psicología, pertenecientes al área de la salud; y las de Derecho y Negocios Internacionales, relativas al área económico-administrativa). De igual manera, se pretende comparar la variable de estudio conforme el sexo y la edad de los estudiantes. Este estudio forma parte de una línea de investigación sobre el tema de la resiliencia y fue formulado desde un nivel bivariado. Su ejecución permitirá identificar la presencia de variables relacionadas con el constructo de resiliencia.
Método
Diseño
La investigación fue desarrollada según un enfoque cuantitativo, con un diseño no experimental y transversal y de alcance descriptivo-correlacional (Hernández, Fernández & Baptista, 2010).
Participantes
La muestra estuvo integrada por 141 estudiantes universitarios de una institución de educación superior del estado de Jalisco, México, de los cuales el 53 % fueron mujeres y el 47 %, hombres. Específicamente, se encuestó a alumnos de los últimos semestres de las carreras de Derecho (36), Negocios Internacionales (32), Medicina Humana (43) y Psicología (30). La media de edad fue de 20,69 (DE=2,42), con un rango de 19 a 35 años.
Conviene señalar que la selección de tales programas académicos se debió a que con los datos obtenidos se pueden realizar comparaciones entre tres ámbitos disciplinares distintos, a saber, las Ciencias Sociales, las disciplinas económico-administrativas y el campo de las ciencias de la salud.
Instrumento
Para este estudio y para la medición del nivel de resiliencia en los alumnos, se utilizó la Escala de Resiliencia construida por Wagnild y Young (1993) en su versión traducida y adaptada al español por Heilemann, Lee y Kury (2003). Cabe indicar que en esta versión los investigadores analizaron las propiedades psicométricas en una muestra de 315 mujeres, concordando con la escala original, en el hecho de que la misma está integrada por dos dimensiones (1. Competencia personal y 2. Aceptación de sí mismo y de la vida). Estas dos dimensiones toman en consideración las siguientes características de resiliencia: ecuanimidad, perseverancia, confianza en sí mismo, satisfacción personal y sentirse bien solo. La prueba está integrada por un total de 25 reactivos, en escalamiento tipo Likert con siete opciones de respuesta (desde 1, como totalmente en desacuerdo, hasta 7, como totalmente de acuerdo), todos redactados en un sentido positivo. La puntuación total de la escala se obtiene al sumar los resultados individuales de cada uno de los reactivos y se clasificaban en tres rangos de resiliencia: Nivel bajo (25 a 75), medio (76 a 125) y alto (126 a 175).
Vale la pena referir que se eligió este cuestionario siguiendo varios criterios: su fácil aplicación, el hecho de estar validado para población joven y adulta y, finalmente, por las propiedades psicométricas que mostró tanto la versión original (Wagnild & Young, 1993) como su versión en castellano (Heilemann, Lee & Kury, 2003). Específicamente, la validez se corroboró a través del análisis factorial, mostrándose en ambas versiones los dos factores diferenciados, que explican el 44 % de la varianza de las puntuaciones. La fiabilidad fue del .89 y el .93 en los dos procesos referidos. En el presente estudio se evaluó la confiabilidad del instrumento a través del método de consistencia interna Alfa de Cronbach, con el que se obtuvo un α = 0,86.
Procedimiento
Con el fin de aplicar la Escala de Resiliencia, se visitó a los alumnos que cursan las distintas carreras antes señaladas y se les pidió que contestaran los ítems que la misma contempla. El trabajo de campo se efectúo en los meses de septiembre y octubre de 2015.
En materia de consideraciones éticas, conviene señalar que durante el proceso de recolección de datos se administró un consentimiento informado a través del cual el equipo investigador se comprometió a no divulgar los datos de manera individual, sino globales y solo con propósitos académicos y científicos. Asimismo, durante la aplicación del instrumento, se explicaron de forma detallada los objetivos de la investigación.
Análisis de los datos
Para analizar los resultados, se obtuvieron las medias y se identificaron las frecuencias. Posteriormente, para comenzar con los análisis bivariados, se evaluó el criterio de normalidad de la variable de estudio. En tal sentido, la prueba de Kolmogorov mostró diferencias significativas respecto a una distribución normal para la variable de Resiliencia (z= 0,078; p= 0,037). Por lo tanto, para la comparación de dicha variable conforme a la carrera de los estudiantes se optó por la versión no paramétrica del análisis de varianza, es decir, la prueba H de Kruskal Wallis. Para el caso de las diferencias respecto del sexo, se manejó la prueba U de Mann Whitney, y para identificar correlaciones entre la edad y la variable de estudio, se ejecutó un procedimiento de correlación a través del coeficiente rho de Spearman. Dichos datos se calcularon mediante el paquete estadístico SPSS, 20
Resultados
De manera general, los resultados revelan que la muestra de universitarios presenta un puntaje medio de 144,61, el cual expresa un nivel alto de resiliencia de acuerdo con los parámetros expresados anteriormente (Tabla 3).
Factor | Puntuación Mínima | Puntuación Máxima | DE | Nivel Bajo | Nivel Medio | Nivel Alto | |
---|---|---|---|---|---|---|---|
Puntuación total | 103 | 175 | 144,61 | 14.034 | |||
Competencia personal | 68 | 119 | 100,75 | 9.543 | 0 | 12 | 129 |
Aceptación de uno mismo y la vida | 21 | 56 | 44,83 | 5.510 |
Es preciso señalar que, bajo esta clasificación, ningún estudiante obtuvo un nivel bajo de Resiliencia (es decir, un valor inferior al límite de 75 puntos en el total), presentando en cambio, niveles de Resiliencia altos (91,5 %) y medios (8,5 %).
Para comenzar con los análisis bivariados, se abordó en primer lugar la comparación de los niveles de resiliencia de acuerdo con la carrera de los estudiantes; y, como ya se advirtió, esta se realizó a través de la versión no paramétrica del análisis de varianza, es decir, la prueba H de Kruskal Wallis (Tabla 4).
Carrera | Total | Competencia personal | Aceptación de uno mismo y la vida |
---|---|---|---|
Derecho | 147,83* | 101,53 | 46,61 |
Medicina Humana | 142,51 | 100,16 | 43,77 |
Psicología | 146,07 | 102,47 | 44,47 |
Negocios I | 142,44 | 99,00 | 44,59 |
X (valor de la prueba) | 3,816 | 1,665 | 6,250 |
P (significancia) | .282 | .645 | .100 |
*Los valores indican el puntaje promedio
Del conjunto de pruebas aplicadas, se concluye que, bajo la agrupación de carrera, los puntajes medios de los estudiantes no difieren de manera significativa en el puntaje total o en alguno de los factores de la escala. A pesar de ello, es posible resaltar que las carreras de Negocios Internacionales y Medicina Humana obtienen los valores más bajos, mientras que la carrera de Derecho presenta los niveles más altos de resiliencia.
Bajo las mismas consideraciones, se abordó la comparación de los niveles de resiliencia por sexo de los estudiantes. En tal sentido, se evidenció la ausencia de resultados significativos, tanto para el puntaje total como para todos los factores de la escala (p=.478; .151 y .812); sin embargo, es posible detectar una tendencia de la mujeres a obtener valores más altos (Tabla 5).
Sexo | Total | Competencia personal | Aceptación de uno mismo y la vida |
---|---|---|---|
Hombre | 143,62 | 99,71 | 44,88 |
Mujer | 145,48 | 101,68 | 44,79 |
Z | -.709 | -1.435 | -.238 |
P | .478 | .151 | .812 |
Como último propósito, se abordó la posible correlación entre la variable de edad y el nivel de resiliencia de los estudiantes. Considerando la falta de normalidad de la variable de interés (p<.05), se utilizó la prueba Rho de Spearman (Tabla 6).
Variable | Total | Competencia personal | Aceptación de uno mismo y la vida |
---|---|---|---|
Edad Rho | .129 | .117 | .119 |
Edad P | .126 | .170 | .160 |
Como se aprecia en la tabla pertinente, no se encontró una asociación entre la edad y el puntaje total o los factores de la escala, por lo que, en la muestra del estudio, no se advierte la existencia de una correlación entre dichas variables.
Discusión
Uno de los principales hallazgos de esta investigación es que los estudiantes universitarios obtienen puntajes altos de resiliencia. Esta circunstancia puede deberse a la propia exigencia de los estudios de educación superior, pues, considerando que el trayecto obligatorio para que estos alumnos accedan a estudios superiores implica 12 años de estudio previo, en los cuales se enfrentaron a muchas circunstancias complejas y en ocasiones problemáticas (como el estrés, las evaluaciones, los conflictos grupales y las demandas de los profesores y padres de familia, entre otras) que exigen la adquisición, en ocasiones forzadas, de conductas y cogniciones con un cierto grado de resiliencia. Estos resultados concuerdan con los encontrados por Ríos, Carrillo y Sabuco (2012), González y Artuch (2014) y Velasco, Suárez, Córdova, Luna y Mireles (2015), quienes concuerdan en que los estudiantes universitarios obtienen en su mayoría puntajes altos de resiliencia.
Al analizar la relación entre los niveles de resiliencia y la carrera de los estudiantes, se advirtió que no existen diferencias estadísticamente significativas entre ellas. Tal condición posiblemente se deba a que los programas educativos implicados en el estudio, al ser todos del nivel universitario, reclaman que en los niveles educativos previos se hayan adquirido o desarrollado ciertos estándares mínimos de resiliencia, que en su momento les permitieron afrontar adecuadamente sus diversas demandas o problemas. Sin embargo, debido a que el estudio contempló únicamente las carreras de Derecho, Enfermería, Negocios Internacionales y Medicina Humana, es probable que otros programas educativos, con perfiles distintos (por ejemplo de las áreas profesionales de las humanidades y las ingenierías) puedan albergar a personas con niveles de resiliencia significativamente diferenciados.
Al abordar la cuestión del sexo en los niveles de resiliencia, se observó una tendencia por parte de las mujeres a obtener un puntaje más alto. Sin embargo, no fue posible establecer una diferencia estadísticamente significativa al respecto. Situación que se muestra contraria a estudios anteriores, que reportan que las mujeres obtienen puntajes más altos (Álvarez & Cáceres, 2010; González, 2011). Valdría la pena entonces, para confeccionar mejores conclusiones, realizar más trabajos al respecto y, sobre todo, ampliar los tamaños muestrales en los estudios, así como incorporar más programas educativos.
Como último aspecto, se abordó la relación de la edad con los niveles de resiliencia. En tal sentido, no se encontró relación significativa de dicha variable con los totales de la escala, así como tampoco con los factores que la integran. Esta condición puede deberse a que el rango de edad de los estudiantes universitarios se encuentra en su mayoría entre los 18 y 22 años, lo cual implica un rango de edad muy estrecho que difícilmente permite identificar relaciones, como las encontradas por Rivas (2012) en su estudio con estudiantes de Medicina venezolanos.
Ante los hallazgos encontrados en esta investigación, se sugiere que los estudios de resiliencia en estudiantes universitarios se dediquen a buscar la relación de dicho concepto con otras variables psicosociales y académicas no incluidas en el presente estudio (por ejemplo, depresión, autoestima, clima familiar, apoyo social, estrés académico y calificaciones). Del mismo modo, se propone el uso de herramientas estadísticas multivariadas que permitan establecer explicaciones y predicciones sobre los niveles de resiliencia tanto en el nivel universitario como en otros ámbitos o entornos educativos. Convendría, por tanto, que, además de las variables ya señaladas, se incorporaran en dichos estudios otras de corte sociodemográfico como la condición económica, el lugar de origen, el tipo de institución escolar de la cual provienen los estudiantes e indicadores de salud tales como el estado nutricio, la actividad física y la presencia o ausencia de enfermedades crónico-degenerativas. Asimismo, resultaría deseable realizar investigaciones de corte aplicado, cuyo propósito consiste en mejorar la condición de resiliencia del estudiantado.
En materia de limitaciones del presente estudio, se advierte que la muestra empleada en el estudio no resulta lo suficientemente amplia para sustentar conclusiones más contundentes, además de que el número y el tipo de los programas educativos abordados no son en estricto sentido representativos de los diversos campos o áreas de formación profesional universitaria. Por tal razón, los resultados deben manejarse con cautela y, sobre todo, no pueden generalizarse a poblaciones más amplias, así como tampoco a la enorme multiplicidad de carreras de pregrado vigentes.
Finalmente, conviene destacar el hecho de que en los diferentes trabajos de investigación se han empleado diversos instrumentos para medir la variable de resiliencia, por lo que la comparación óptima de resultados sobre el tema de esta variable en universitarios es todavía una tarea pendiente.