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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud
Print version ISSN 1692-715X
Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.14 no.2 Manizales July/Dec. 2016
https://doi.org/10.11600/1692715x.14228060815
Segunda Sección: Estudios e Investigaciones
DOI: http://dx.doi.org/10.11600/1692715x.14228060815
El papel del trabajo en la construcción del sujeto joven *
The role of labor in the construction of a youth subject
O papel do trabalho na construção do sujeito jovem
Yannet Paz‒Calderón1, María Herlinda Suárez‒Zozaya2, Guillermo Campos‒Ríos3
1 Profesora Universidad Tecnológica de la Mixteca, México. Economista de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Maestra en Economía de la Universidad de las Américas Puebla, Doctora en Economía Política del Desarrollo de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesora Investigadora de la Universidad Tecnológica de la Mixteca. Correo electrónico: ypaz@mixteco.utm.mx
2 Profesora Universidad Nacional Autónoma de México, México. Actuaria de la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestra en Sociología de la Universidad Nacional Autónoma de México, Doctora en Sociología de la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigadora del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM), de la Universidad Nacional Autónoma de México. Correo electrónico: ma_herlinda@yahoo.com.mx
3 Profesor benemérito Universidad Autónoma de Puebla, México. Ingeniero Químico del Instituto Politécnico Nacional, Maestro en Ciencias Sociales de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Doctor en Estudios Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Este artículo está dedicado a su memoria. Correo electrónico: gcampos@siu.buap.mx
Artículo recibido en agosto 6 de 2015; artículo aceptado en agosto 31 de 2015 (Eds.)
Resumen (analítico):
El concepto “joven” fue construyéndose a lo largo de la historia en función de las necesidades de la sociedad. El trabajo es la palanca principal de cambio. La confrontación ante el desarrollo tecnológico fue exigiendo nuevos actores productivos. En ese punto, surgió la necesidad de abrir un campo laboral que anteriormente no se había vislumbrado: uno en el que cupieran los jóvenes. El objetivo principal de este artículo es que, a través de una revisión histórica, se ofrezca evidencia de que el trabajo capitalista moderno obligó a identificar un sector de población, en este caso la juventud, que fue crucial para la preparación y el aprendizaje de las virtudes laborales exigidas en cada patrón de acumulación.
Palabras clave: Juventud, revolución industrial, mercado de trabajo, trabajo infantil, capitalismo (Tesauro de Ciencias Sociales de la Unesco).
Abstract (analytical):
Society has been influential in the creation of the term youth based on the need of society, with work being the fundamental driver of this change. The confrontation of man with developments in technology required new productive players. At that point it was necessary to open up the notion of work to something that hadn’t been considered previously, the inclusion of young people in labor. The main objective of this article is to provide historical evidence that modern capitalist labor required the identification of a sector of the population, in this case young people, in order to provide them with the necessary skills required in various patterns of accumulation.
Key words: Youth, industrial revolution, labor market, child labor, capitalism (Unesco Social Sciences Thesaurus).
Resumo (analítico):
O conceito jovem foi se construindo ao longo da história em função das necessidades da sociedade, sendo o trabalho a alavanca fundamental para a mudança. A confrontação do homem frente ao desenvolvimento tecnológico foi exigindo novos atores produtivos. Nesse ponto surgiu a necessidade de abrir um campo de trabalho que anteriormente não tinha sido vislumbrado: um campo para os jovens serem inseridos. O objetivo principal deste artigo é que por meio de uma revisão histórica seja oferecida uma evidência de que o trabalho capitalista moderno obrigou à identificação um setor da população, neste caso a juventude, que foi essencial para a preparação e o aprendizado das virtudes de trabalho exigidas em cada padrão de acumulação.
Palavras‒chave: Juventude, revolução industrial, mercado de trabalho, trabalho infantil, capitalismo (Thesaurus de Ciências Sociais da Unesco).
1. Introducción
La clase trabajadora y sus descendientes surgieron como resultado de un sistema económico diferente. Si bien es cierto que Marx no hizo referencia a los hombres y mujeres jóvenes como tal ‒en su tiempo aún no existía la codificación de juventud como la conocemos hoy‒, sí describió el uso del trabajo infantil como un ejemplo de las nuevas condiciones de explotación laboral a las que estaba conduciendo el sistema capitalista, que con su poderosa capacidad tecnológica modificó las capacidades físicas e intelectuales requeridas por los nuevos ambientes de trabajo. De esta manera, todos los individuos, sin importar edad, sexo y características físicas, se convirtieron en fuerza de trabajo, cuya demanda dependería de su precio (salario) (Marx, 1986/1857).
El sujeto infantil de aquella época es el análogo del sujeto joven de hoy, en el sentido de que es en ellos ‒mujeres y hombres jóvenes‒ donde se anuncian los cambios en diferentes ámbitos sociales; uno de ellos es el laboral. La historia de la juventud está ligada al nacimiento, implantación y desarrollo del capitalismo y, por lo tanto, está muy estrechamente relacionada con el mercado de trabajo, particularmente respecto a la formación y el desarrollo de habilidades. A la gente que se inicia en la vida y en el trabajo ‒llámese niño, niña o joven‒, se le puede preparar, moldear y adaptar; a la persona adulta no es tan fácil adecuarla a lo nuevo.
En la situación laboral de los individuos jóvenes se harán evidentes los cambios que estén surgiendo en la relación capital‒trabajo, que estará asociada a la constante renovación del sistema capitalista.
2. El trabajo infantil en el umbral de la economía de mercado
Lo primero que debemos reconocer al hablar de juventud es que nos referimos a una construcción socio‒histórica que surgió como resultado de un orden productivo inédito en Occidente, que exigió individuos con determinados conocimientos y habilidades que les permitieran contribuir al florecimiento de una sociedad muy distinta a la feudal, y de una clase social que estaba emergiendo: la burguesía.
La juventud, como la conocemos hoy, es resultado de una sociedad que busca ‒por principio‒ la acumulación y la maximización de ganancias, vía una nueva disposición de la propiedad y una nueva organización del trabajo, lo que transforma varios aspectos de la vida social. Es ahí donde la juventud comienza a tomar forma.
Antes de la Revolución Industrial 1, la familia era la estructura donde se concentraban al mismo tiempo la producción de bienes, la reproducción de fuerza de trabajo, la transmisión de conocimientos ‒se preparaba a los hijos y las hijas en el mismo oficio del padre y la madre‒ y de valores. En este núcleo, los individuos tenían cierta seguridad y protección; todos los miembros se organizaban para autoabastecer las necesidades del hogar. La familia era un espacio de transferencia de vida, de bienes y de aprendizajes (Martín, 2003).
El maestro artesano era la figura principal, y tenía a su cargo jornaleros ‒a quienes les pagaba por día‒ y aprendices de entre 10 y 12 años de edad, de quienes era tutor legal durante el tiempo que durara la enseñanza del oficio, que podía ser entre 3 y 12 años. Llegado el tiempo, un aprendiz podía convertirse en jornalero o graduarse como maestro (Heilbroner, 1970/1962).
En esta estructura productiva‒feudal‒familiar, ni las edades ni el sexo de los integrantes eran algo relevante; la única figura de autoridad y de adultez a la que se subordinaban todos los miembros del hogar era el padre (Aries, 1987/1960, Levi & Schmitt, 1996, Martín, 2003).
Respecto a la educación, no había una correlación directa entre edad y estudios. La instrucción estaba destinada a la formación de clérigos ‒a la transmisión de conocimientos relacionados con las artes, la teología, el derecho o la medicina‒ o militares. Era algo común que personas adultas y menores se mezclaran en el proceso de aprendizaje porque lo importante era la disciplina enseñada. Además, la escuela medieval no disponía de lugares específicos para maestros y alumnos; se instalaban en la iglesia, en el atrio de esta, en algún claustro o incluso en la calle (Aries, 1987/1960).
Así mismo, la esperanza de vida a principios del siglo XVIII no era mayor a los 30 años; en la nobleza, las niñas a los 12 años eran consideradas adultas, se les preparaba para ser esposas o para profesar en un convento; a los varones se les instruía en el arte de las armas para que a los 21 años fueran nombrados caballeros. En las familias pobres, los niños y las niñas no tenían más opción que ayudar, desde muy corta edad ‒a partir de los 5 años‒ en actividades domésticas y productivas. Sin embargo, su incorporación al trabajo guardaba relación con su capacidad física. Algo importante es que el trabajo giraba en torno a la economía familiar (Souto, 2007, Levi & Schmitt, 1996, Thompson, 1977/1963, p. 217).
En la vida feudal, el aspecto económico estaba subordinado a otros aspectos de la organización social: si bien los mercados existían, no constituían el medio fundamental del intercambio o al menos no de todo tipo de intercambios. La llegada del capitalismo terminó con la cohesión social; las familias rompieron los lazos que las unían, las personas abandonaron las aldeas para ir en busca de algún trabajo o para hacerse vagabundos; los viejos y las viejas eran abandonados a su suerte.
La Revolución Industrial transformó la organización social y económica de los países en los que tuvo lugar, debido a los avances tecnológicos y científicos con los que estuvo acompañada. El trabajo mecánico comenzó a sustituir al manual y la fuerza de vapor y la energía hidráulica ampliaron la comunicación entre los mercados y los acercaron a los grandes centros de consumo. El establecimiento del sistema de producción capitalista significó la liberación de la fuerza de trabajo de sus medios de producción, principalmente de la tierra, lo que provocó que las gentes del campo y los artesanos y artesanas desposeídos emigraran a las ciudades a vender su fuerza de trabajo para satisfacer sus necesidades y buscar alguna actividad que les permitiera sobrevivir. Marx (2009/1866, p. 54) en relación con esto señala lo siguiente:
- […] el campesino ayer independiente cae, como factor del proceso productivo, bajo la sujeción del capitalista que lo dirige, y su ocupación misma depende de un contrato que como poseedor de mercancía (poseedor de fuerza de trabajo), ha estipulado previamente con el capitalista como poseedor de dinero… La relación entre maestro y oficial desaparece. El maestro, que antes se distinguía del oficial por su conocimiento del oficio, se le enfrenta ahora tan sólo como poseedor de capital, así como el otro se le contrapone puramente como vendedor de trabajo.
La separación del campesino de su principal fuente de subsistencia, la tierra, impactó de manera particular a las mujeres jóvenes y adultas. Para ellas, fue mucho más complicado tener una vida errante porque se exponían a diversos peligros, además no podían desplazarse de un lugar a otro tan fácilmente debido a los embarazos y al cuidado de los niños y las niñas. Algunas mujeres se unieron al ejército para realizar actividades como cocineras, lavanderas y prostitutas (Kriedte, 1983 en Federici, 2010). El rol de las mujeres también fue redefinido con base en las necesidades productivas del sistema: por un lado, pasó a ser parte importante de la población asalariada y, por otro, comenzó a jugar un papel clave en el trabajo de reproducción. Por eso, no es extraño que en esta etapa inicial del capitalismo entraran al mercado laboral tanto niños y niñas como personas adultas, sin mayor distinción; este sistema los hizo a todos “iguales”, tenían necesidad de sobrevivir y el único medio para lograrlo era vender su fuerza de trabajo respecto a la que, para ese entonces, la única característica que se demandaba en ellos y en ellas era que tuvieran ciertas destrezas físicas. Se empleó a trabajadores y trabajadoras no calificados, niños y niñas de todas las edades y mujeres jóvenes cuyos salarios eran mucho menores que los de un obrero adulto. La relación que comenzó a establecerse entre capital y trabajo no era ? ni es? entre iguales; el trabajo tiene una gran desventaja ante el primero, y precisamente el trabajo infantil y el de las mujeres tienen que ver con esto: ellos representaron la fuerza de trabajo más vulnerable porque estaba dispuesta a incorporarse a la actividad laboral en las peores condiciones y con salarios miserables, pues no tenía propiedades ni derechos ni opción alguna para subsistir.
3. La génesis del capitalismo y la ampliación del mercado de trabajo
Así, en los umbrales de la industrialización, se dio una demanda creciente de fuerza de trabajo para las nuevas fábricas; cada miembro del hogar podía ingresar al mercado laboral sin ninguna restricción. Además, en las primeras fábricas los requerimientos productivos era menores ‒por ejemplo, no era necesario ser corpulento para operar una máquina‒, lo que permitió la incorporación masiva de mujeres, niños y niñas a la industria (Marx, 1986/1857). Ellas y ellos representaban mano de obra barata y dócil, debido a su necesidad de trabajar 2. Estas trabajadoras y trabajadores pertenecían a unidades domésticas marginales y su fuerza de trabajo fue la base de la acumulación del capital.
Marx señala en los Grundrisses que las nuevas relaciones de producción no son obra de la casualidad, sino que surgen del proceso de producción que está en marcha y que entra en contradicción con las relaciones de producción precedentes (Marx, 1985/1953). En la era preindustrial, el trabajo infantil respondía a las necesidades de un capitalismo en desarrollo, no había leyes laborales y los niños y las niñas ingresaban al mercado laboral sin ningún tipo de restricción. Posteriormente, se establecieron algunas leyes que prohibían emplear a niños y niñas o limitaban sus jornadas laborales, lo que tuvo poco impacto en el mejoramiento de su situación de trabajo. Incluso actualmente se tiene testimonios de las formas de explotación infantil que se ejercen en los países subdesarrollados.
Sin embargo, el hecho de que los niños y las niñas poco a poco fueran saliendo de la escena laboral obedecía, especialmente, a que el ritmo de la producción industrial comenzaba a demandar otro tipo de trabajador, y menos a las presiones sociales que ponían límites a la explotación infantil. La escuela ‒a través de la educación obligatoria‒, se convirtió en la institución mediadora entre los niños y las
niñas y la producción, pues formó a los nuevos trabajadores y trabajadoras con determinadas habilidades y conocimientos 3.
Los niños y las niñas, desde muy corta edad, trabajaban por salarios muy bajos en fábricas, talleres y minas de carbón, donde sus condiciones laborales eran penosas, los espacios de trabajo tenían poca ventilación, eran húmedos y no contaban con ningún tipo de seguridad; las jornadas superaban por mucho las 12 horas diarias, ocupaban los siete días de la semana y no disponían de tiempo para descansar o comer; es de suponer que muchos de estos niños y niñas morían a edades tempranas o enfermaban gravemente 4. Para el capital esto no era problema porque había abundancia de mano de obra, y con la pobreza extrema que abundaba era “fácil” reemplazarlos. Marx (1986/1857), en el capítulo VIII del tomo I de El Capital, ilustra esta situación de explotación infantil, a través de varios ejemplos; uno de ellos es lo que ocurría en los distritos alfareros, donde los trabajadores y trabajadoras eran niños y niñas de 7, 9 y 10 años, que trabajaban más de 15 horas diarias todos los días de la semana. Algunas veces, laboraban toda la noche sin recibir pago extra. No es de extrañar que en estas condiciones proliferaran las enfermedades y, por lo tanto vivieran pocos años. Otro caso al que Marx (1986/1857) hace referencia es el de las costureras, que tenían largas y extenuantes jornadas de trabajo, lo que a muchas de ellas las llevó a la muerte.
Engels (1980/1845), por su parte, realizó un análisis minucioso sobre las características del trabajo y de la vida cotidiana de los obreros y obreras en la época industrial. Encontró que la explotación del proletariado minero era terrible, como lo era también en otros sectores productivos, y ahí también la presencia de niños y niñas fue importante. El ambiente de la mina ‒poco oxígeno, lleno de polvo y humo‒ afectaba gravemente la salud de los mineros ‒problemas en los pulmones, perturbaciones cardíacas y digestivas‒, que envejecían o morían prematuramente o quedaban incapacitados para el trabajo entre los 35 y los 45 años de edad. A los 40 años, un excavador entraba a la vejez mientras que un cargador ‒que era quien llevaba bloques pesados de carbón‒ envejecía entre los 28 y 30 años de edad. Además, habría que sumar los accidentes que también acortaban la vida de los trabajadores y las trabajadoras.
Cabe señalar que las condiciones materiales de las casas de los obreros y las obreras eran tan míseras que no había posibilidad alguna de construir o reforzar los lazos familiares. Engels (1980/1845) menciona que las viviendas de los trabajadores y trabajadoras no eran algo que se pudiera llamar hogares: eran sucias, sin calefacción ‒apenas si se podía tener un poco de abrigo nocturno‒, carentes de muebles básicos. En las habitaciones…
- […] una atmósfera asfixiante en una pieza con muchas personas, no permiten la menor vida familiar. El marido trabaja todo el día, así como la mujer y tal vez los hijos mayores, todos en lugares diferentes, y sólo se ven por la mañana y por la noche (Engels, 1980/1845, p. 197).
En esta situación, se pensaría que no había ningún incentivo para vivir en familia; sin embargo, para las personas estar o formar parte del grupo familiar incrementaba las posibilidades de sobrevivencia porque, de alguna manera, había un poco de amparo y apoyo material, y se podía asegurar cierto sustento que de otra manera sería difícil conseguirlo. Marx (1986/1857) indica que el uso de la maquinaria en el proceso de producción provocó que todos los miembros de las familias pudieran incorporarse a las fábricas, y recibir por su trabajo salarios apenas suficientes para sobrevivir; por lo tanto, el capitalismo dio lugar al aumento de la población obrera ?viviendo en condiciones miserables?, y también aumentó el grado de explotación de esta población.
Thompson (1977/1963) señala que la organización del trabajo en las fábricas supo aprovechar muy bien los rasgos del trabajo doméstico del régimen de producción anterior al capitalismo. Es decir, la disciplina laboral de la comunidad y de la familia permitía, a través de un arduo trabajo, pero según la edad y las fuerzas, satisfacer al menos las necesidades básicas. La industria, por medio de la explotación brutal, no les permitió a los obreros y las obreras ?infantil, indigente, hombre o mujer? tener lo mínimo para sobrevivir. “En la fábrica, la máquina dictaba las condiciones, la disciplina, la velocidad, y la regularidad, así como la jornada de trabajo tanto para el fuerte como para el débil” (Thompson, 1977/1963, p. 219).
Así, el nacimiento de la gran industria vino acompañado de un proceso que derrumbó toda la organización productiva del antiguo régimen. Las costumbres y los hábitos establecidos en las comunidades feudales fueron transformados a tal grado que la concepción de día y noche no quedaba claras, incluso la distinción entre edad y sexo que podría haberse tomado en cuenta para determinar la forma en que las personas se incorporaran al mercado de trabajo, fue eliminada (Marx, 1986/1857). De esta manera, se comenzó a configurar la clase trabajadora quedando conformada por obreros y obreras
que pudieran adaptarse a las nuevas condiciones de producción que necesitaba, en este caso, la fábrica. En el trabajo infantil de aquella época preindustrial, se pueden observar los cambios que se estaban gestando en el ámbito laboral, manifestados a través de este nuevo mercado de fuerza de trabajo que se estaba configurando.Los dueños de las fábricas establecieron por medio del mercado las características o requisitos que debía tener la mano de obra que necesitaban. De esta forma, esta población trabajadora estaba inmersa en un contexto laboral cuyas particularidades eran las siguientes:
a) Fuerza de trabajo barata y que resistiera las exigencias del proceso de producción capitalista.
b) El uso de las máquinas provocó que la fuerza física no fuera más una condición necesaria para ser contratado en las fábricas.
Por tal motivo, las mujeres, los niños y las niñas eran preferidos como obreros porque se les pagaba salarios muy bajos, y además había abundancia de esta población.
c) En este proceso de “abastecimiento de trabajadores”, se destaca la construcción que el capitalismo hizo de los roles sociales que cada sexo debía realizar, de tal forma que la organización y el mantenimiento del hogar quedó como responsabilidad “natural” de las mujeres. Socialmente, se fue armando la idea de que el tiempo y la fuerza de trabajo de la mujer son flexibles y por lo tanto adaptables a las necesidades de su entorno. Silvia Federici (2010) comenta que estos cambios en las actividades femeninas tuvieron efectos importantes en la organización familiar, que se convirtió en un espacio clave para la reproducción de la fuerza de trabajo.
d) La falta de una legislación laboral que hiciera contrapeso al espíritu del liberalismo económico provocó que no hubiera límites para establecer la duración de la jornada de trabajo, ni para establecer una edad mínima para trabajar, ni mucho menos para regular los salarios. En 1833 quedó estipulada en Inglaterra la jornada de trabajo de 12 horas, pero esto provocó que se les hiciera trabajar intensamente.
El capitalismo hizo que surgiera una nueva organización del trabajo donde el mercado laboral fue un elemento mediador entre las necesidades productivas del sistema y la oferta laboral. A partir de este momento, las relaciones laborales quedaron subordinadas a los cambios tecnológicos y productivos que se fueron dando en cada patrón de acumulación capitalista.
Desde entonces, hasta ahora, el mercado de trabajo ha sido el encargado de proyectar los requerimientos de mano de obra que se corresponden con las necesidades productivas. Román (2013) muestra evidencia de ello: señala que los principales factores que explican que las personas jóvenes tengan buenos o malos empleos están estrechamente relacionados con los cambios en la demanda de trabajo, es decir, con las decisiones empresariales, quedando en segundo plano aspectos sociodemográficos como la edad, el sexo y el nivel educativo de los buscadores de trabajo. El comportamiento de las empresas determina el funcionamiento y las características de los mercados de trabajo. Este sistema de producción capitalista ha necesitado, para maximizar sus ganancias, un trabajador que sea adaptable, desechable, y que por lo mismo se le pueda pagar bajos salarios.
Por otra parte, Olivera, Hualde y López (2012) analizan, a través de un estudio de caso en México, las nuevas formas de empleo precario a las que ha estado conduciendo el libre mercado y donde están inmersas las personas jóvenes. Una de las hipótesis que confirman en su investigación es que ya no es posible construir trayectorias laborales de largo plazo porque los empleos son cada vez más inestables. Además, observan que la franja que divide el trabajo asalariado del que es realizado por cuenta propia es cada vez más tenue.
Es cada vez más notoria y persistente la presencia ‒en muchos países del mundo‒ del trabajo informal en el que muchos hombres y mujeres jóvenes están inmersos (OIT, 2015, Guevara, 2014).
4. La juventud como necesidad capitalista
Al mismo tiempo que el mercado de trabajo se convierte en el elemento clave de clasificación de la población, se va construyendo el sujeto joven trabajador, cuyas particularidades son: que está en condiciones de pobreza, que es adaptable ‒a través de la actividad laboral o la educación‒ a los requerimientos de la demanda laboral, y que está dispuesto a aceptar las condiciones de trabajo que se le imponga. El sistema capitalista crea su propia oferta de trabajo; además de esta gente joven, también demanda personas con determinadas habilidades que le permitan dirigir y administrar el capital. Se comienza a formar otro tipo de sujeto joven, aquel que forma parte de la élite en el poder y que deliberadamente irá construyendo un proyecto de sociedad pensado y diseñado para un objetivo determinado: la constante maximización de ganancias.
La complejidad que poco a poco fue adquiriendo la unidad productiva en el capitalismo exigió, como dice Dobb (1999/1946, pp. 310‒311):
- [...] un nuevo tipo de capitalista, ya no simplemente como usurero o comerciante en su oficina o almacén, sino como capitán de industria, organizador y planificador de las operaciones de la unidad de producción, que ponía en vigor una disciplina autoritaria sobre un ejército de trabajadores que, despojados de la ciudadanía económica, debían ser compelidos a desempeñar sus duras obligaciones al servicio de otro bajo el látigo del hambre, unas veces y, otras bajo el del contramaestre.
Para ello, fue necesario que el sistema capitalista poco a poco comenzara a preparar a estas personas jóvenes para que cumplieran con el objetivo de ser trabajadores y trabajadoras o dueños de empresas, según se lo permitieran sus condiciones materiales.
A partir de la Revolución Industrial, empezó a ser importante la formación para la clase trabajadora. Esto llevó a clasificar a la población en grupos de edad definidos por las actividades y los roles que se esperaba que desempeñaran en la sociedad, pero siempre atendiendo los requerimientos productivos. La juventud se fue integrando como una fase definida en el período de vida de las personas; se convirtió en una etapa de preparación para entrar al mundo adulto, preparación que para unos se dará en la escuela y para otros ? que entran de manera temprana al mercado laboral? se dará en el lugar de trabajo. Es cierto que ya no hay aprendices como en el antiguo régimen, sin embargo, ahora se justifica que a una persona joven se le pague un salario bajo con el argumento de que no tiene experiencia y está aprendiendo, es decir, se está preparando y adquiriendo las habilidades necesarias para ser considerado "un trabajador o trabajadora".
La juventud es una invención y una exigencia de la sociedad industrial, y por eso se instaura en el imaginario social que una persona joven "ideal"
es trabajadora, disciplinada, responsable y competitiva. Estos rasgos impuestos permitirán que esta persona acepte ser moldeada conforme a los preceptos capitalistas. Según esto, podemos mencionar algunos rasgos en la conformación de la juventud:a) La formación de este segmento poblacional fue resultado de los cambios económicos, sociales y políticos, que causaron el desarrollo del Estado moderno que tenía la necesidad y la obligación de crear las condiciones para al funcionamiento del sistema capitalista.
b) La juventud surge en la sociedad industrial ‒con la modernidad‒; Rousseau es considerado “el inventor” de la juventud, a través de su célebre texto: Emilio, en el cual establece una separación entre el niño o la niña y el adolescente respecto del mundo adulto.
c) La educación se hizo importante para ingresar al mercado laboral, y para tener una iniciación y un reconocimiento social; al joven se le reconoce como ciudadano o ciudadana.
d) La juventud, al ser identificada como un sector de población que necesita ser formada, moldeada y protegida para que pueda tener un tránsito “exitoso” a la adultez, permitirá que en torno a ella se vayan formando estereotipos que poco a poco irán estigmatizando a la gente joven, y que justifiquen este proceso de formación.
e) La juventud es un fenómeno que surge en sus inicios en espacios urbanos, es un adjetivo masculino y para personas de clases medias y altas. Posteriormente, penetrará otras capas sociales y también será femenina; estos serán otros “tipos de juventud” porque la vivirán y la asumirán de acuerdo con sus propias condiciones materiales.
La racionalidad capitalista ha creado una clasificación diferente, de tipo social, mediante la cual todas las personas quedan incluidas en determinadas categorías que no muestran cambios, particularidades ni movimientos.
Conclusiones
La historia de la juventud está ligada al nacimiento y el desarrollo del sistema capitalista. El punto de partida y la propuesta central de este trabajo es que la juventud surge como una necesidad histórica inherente al funcionamiento del capitalismo y, como tal, sigue funcionando y ha ido cobrando relevancia. En otras palabras, tanto el capitalismo como la juventud son productos de la sociedad moderna que impone inéditas formas y maneras de ser y estar dentro de un nuevo proceso de producción, cuyo objetivo es maximizar ganancias privadas. Y será aquí donde el individualismo comience a imperar en el conjunto de relaciones sociales.
De esta manera, planteamos que los jóvenes son “los recién llegados” al mundo del trabajo; en ellos son visibles los cambios y las tendencias del mercado laboral. Tomando esto como un hecho, sostenemos en este documento que la situación laboral de los jóvenes y las jóvenes es indicativa de los cambios que están surgiendo en la relación capital‒trabajo, asociada a la constante estructuración del sistema capitalista.
El mercado de trabajo coloca a las personas jóvenes en empleos diferentes en función, aparentemente, de la preparación y conocimientos que tengan; habrá quienes no hayan tenido ninguna posibilidad de tener un tiempo de formación, por lo que sus posibilidades de entrar a ese mercado laboral serán mínimas o lo harán en condiciones precarias, o quedarán al margen del mercado formal y tendrán que buscar otros espacios ‒legales o ilegales‒ que les permitan sobrevivir.
A medida que este sistema de producción ha evolucionado, sus demandas de trabajo también han sufrido cambios importantes; por tal motivo, los jóvenes y las jóvenes se han visto obligados a adecuarse ‒en la medida en que sus recursos humanos y materiales se lo permitan‒ a un mercado de trabajo cambiante y hostil que les ofrece, cada vez menos posibilidades, ya no de vivir, sino de sobrevivir.
Así, los jóvenes actuales son portadores de las particularidades históricas, económicas, sociales y culturales del capitalismo que hoy impera. Ha aparecido en el mercado de trabajo un segmento juvenil que se caracteriza por la flexibilización y la precariedad. Estas características de siempre se han hecho presentes en el trabajo informal, pero ahora son inherentes al trabajo al que tienen acceso los jóvenes, lo que las sitúa en el imaginario social como sujetos vulnerables, y esto se traduce en menores expectativas respecto a los beneficios, así como en una disminución del reclamo de cumplimiento de sus derechos.
Cada sociedad produce sus jóvenes; ellos y ellas son expresión viva de las contradicciones sociales. Si hoy la juventud del mundo está compuesta por personas jóvenes desempleadas o con trabajos precarios, el sistema de producción capitalista está produciendo necesidad, por no decir pobreza.
En este trabajo buscamos hacer énfasis en la relevancia de analizar y comprender que la situación de vulnerabilidad laboral en la que se encuentran muchas personas jóvenes en el mundo, es resultado de los profundos cambios históricos en la dinámica económica y social del capitalismo, en los cuales estos sujetos y sus características emergen como respuesta a la generación de nuevas demandas y problemas productivos que se gestan en cada etapa de acumulación capitalista.
Notas
* En este artículo corto presentamos resultados originales parciales derivados de la tesis titulada “Una mirada marxista a los jóvenes que laboran en las calles de Puebla”, que expuso Yannet Paz para obtener el grado de Doctora en Economía Política del Desarrollo en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, desarrollada entre febrero de 2011 y julio de 2015. Dictamen de Examen de Grado 0102021. Financiación otorgada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Área: Sociología; subárea: Temas especiales.
1 En la época feudal, la tierra era el principal medio de producción, cuya propiedad era del señor feudal, por lo que los trabajadores y las trabajadoras eran gente del campo que obtenían de la tierra su sustento y el dinero entregado a los señores feudales. Además de la agricultura, las familias elaboraban productos relacionados con la alfarería, la sastrería, la herrería y la carpintería. La producción material en esos tiempos estaba basada en los campesinos y las campesinas.
2 Un fabricante de telas señalaba que era más conveniente para él contratar únicamente mujeres y de preferencia casadas que tuvieran una familia que mantener; esto las hacía trabajar con más responsabilidad y dedicación (Marx, 1986/1857)
3 Con esto no queremos decir que actualmente todos los niños y las niñas estén en la escuela y no exista el trabajo infantil, pues tal circunstancia sigue prevaleciendo en condiciones semejantes o peores a las de la Revolución industrial; sólo que para fines de este documento tomamos el trabajo infantil como antecedente en la construcción del sujeto joven trabajador. Según cifras de la Unicef en el mundo hay 158 millones de menores de edad que laboran en condiciones de riesgo (expuestos al maltrato y la explotación) (Unicef, 2015).
4 El nivel de mortalidad entre los herreros de un barrio pobre de Londres, era significativo; cada año morían 11 de ellos debido al exceso de trabajo. La esperanza de vida para alguien que realizaba esta actividad pasó de 50 a 37 años. Se dieron varios casos de niños y niñas de 8 a 14 años con deformación de la extremidad inferior del fémur, mal que comenzó a manifestarse a partir de su entrada a las fábricas (Marx, 1986/1857, Engels, 1980/1845).
Lista de Referencias
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Referencia para citar este artículo: Paz‒Calderón, Y., Suárez‒Zozaya, M. H. & Campos‒Ríos, G. (2016). El papel del trabajo en la construcción del sujeto joven. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 14 (2), pp. 1303-1311.