Asistimos América Latina, tierra de contrastes y cercanías, de pueblos con historias particulares y conjuntas, con reivindicaciones desde finales del siglo XIX de poseer una identidad compartida. Región que ha sido marcada por sus procesos sociopolíticos, por sus períodos de violencia y sus búsquedas de paz, por sus lenguas, por sus literaturas, y, también, por sus ciencias y tecnologías. En efecto, los proyectos nacionales de los países han movilizado ideas de modernidad e imaginarios donde la ciencia y tecnología han dado o buscan dar forma a determinadas visiones de futuro. Estas últimas han jugado un papel importante en el desarrollo de las identidades nacionales. ¿Desde qué campo teórico analítico podemos comprender estas trayectorias? En las últimas cinco décadas, diversos pensadores han reflexionado sobre estas relaciones, que podemos definir de forma amplia como ciencia, tecnología y sociedad (CTS) o estudios sociales de la ciencia y la tecnología y cuyos primeros antecedentes se agrupan en el llamado Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo (PLACTED).
Definir un campo tan intrínsecamente heterogéneo implica un ejercicio reflexivo tan desafiante como definir qué es América Latina. El cruce entre ambas nociones, entonces, no puede sino ser una discusión permanente. Este dossier apunta, precisamente, a recuperar las definiciones de los estudios CTS en y desde América Latina por latinoamericanos y latinoamericanas. Definiciones propias, y no externas, como muchas veces han pesado sobre nuestros países. Definiciones no acabadas, sino en proceso, en tanto nos orientamos a resaltar el aspecto dialógico de toda discusión y a la contingencia de la realidad. Desde esta perspectiva, ¿qué mejor forma de entender qué son los estudios CTS latinoamericanos que conversando con algunos de los referentes que contribuyeron a forjar este campo?
Los estudios CTS en América Latina están constituidos por una amplia variedad de acercamientos teóricos y metodológicos. Hay en los CTS latinoamericanos estudios que aplican marcos analíticos como del actor-red, la construcción social de la ciencia y la tecnología y estudios del desarrollo, a problemas locales y nacionales. Algunos investigadores se han preocupado por ‘traducir’ esas sensibilidades a sus propios contextos, mientras otros han buscado en el pensamiento latinoamericano la fuente para entender la ciencia y la tecnología, o mezclas de todas las anteriores. Pero también, como menciona Hernán Thomas, entra en juego la dimensión ideológica (especialmente con la tecnología) y, sobre todo, la necesidad de desarrollar una «idea contrahegemónica».
La coyuntura es propicia para un ejercicio de reflexión como el que proponemos en este dossier temático de Trilogía. Los estudios CTS en América Latina vienen transitando un firme camino de institucionalización. Las numerosas jornadas, congresos, escuelas doctorales, publicaciones específicas, carreras de posgrado y espacios de intercambio, dan cuenta de la vitalidad del campo en nuestra región. A la vez, en la medida en que la comunidad académica se consolida en América Latina, aumentan las conexiones globales en un contexto de creciente internacionalización de las prácticas científicas y tecnológicas. Prueba de ello, es el congreso conjunto de la Asociación Latinoamericana de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología (ESOCITE) y la Society for the Social Study of Science (4S), en San Andrés Cholula, Puebla (México), diciembre de 2022. Será la segunda vez que esto suceda, desde la reunión conjunta en Buenos Aires, en 2014.
Es apenas obvio señalar que dicho proceso no habría sido posible sin los correspondientes esfuerzos de un conjunto de hombres y mujeres que acá llamamos pioneros y pioneras, quienes lograron movilizar el interés de estudiantes de diferentes disciplinas hacia los estudios de ciencia y tecnología. Quienes escribimos acá, y muy seguramente la gran parte del público lector, han leído o, más aún, tienen una deuda intelectual con ellos.
Somos conscientes, sin embargo, que los diálogos académicos y científicos no se dan en un terreno de juego igual para todos y todas. Somos conscientes de lo que este reto implica, cuando, desde un discurso colonialista, se habla de escuelas de Edimburgo o Leiden, mientras que se asume que todo un continente persigue las mismas problemáticas a través de un pensamiento único. En la voz de Olga Restrepo Forero, una de las entrevistadas para este dossier, formar un campo pasa por construir una tradición. Es por eso que buscamos reivindicar la potencia de hablar de ciencia, tecnología, sociedad, política e innovación en nuestras propias lenguas y con nuestras propias perspectivas. Como dijera Sabato (2011) «Mirar nuestra realidad con nuestros propios ojos no es mérito menor, al tiempo que es seguramente el primer paso para modificarla» (p. 27).
Ahora bien, escoger a quiénes entrevistar para un dossier como este implica, en pequeña escala, un ejercicio de definición del campo. Toda selección es un recorte que obedecerá a determinados criterios; teniendo esto en mente, asumimos el desafío de manera reflexiva. Desde el comienzo nuestra intención fue la de presentar una versión amplia, representativa de las múltiples sensibilidades, geografías de los CTS en América Latina. Aquí se incluyen voces más cercanas a la historia de la ciencia desde una perspectiva de los estudios CTS, otros cuya preocupación ha sido, principalmente, el estudio de la tecnología, también, por supuesto, la preocupación por la producción de ciencia en la región, y, finalmente, varias voces que representan el interés por la promoción de la innovación, la tecnología y la ciencia (incluso con experiencia en cargos de gobierno). Además, hubo margen de discusión: ¿cómo reconocer a esos nombres más allá de hacer un mero ejercicio bibliométrico? La lista final de personas invitadas se construyó en conversaciones, no siempre sincrónicas, entre los editores de este número y algunos colegas. El dossier, buscando ampliar y dar continuidad a la iniciativa de Engaging Science, Technology, and Society (Mazanderani et al., 2018), apuntó a crear un diálogo entre diferentes generaciones de los CTS en América Latina. Algo que no previmos al comienzo de este proyecto, es precisamente cómo estas diferentes sensibilidades y geografías de las voces recogidas en el dossier pueden no estar siempre de acuerdo, pero muestran con evidente claridad el dinamismo del campo en América Latina.
La intención del dossier no es la de reconstruir históricamente el surgimiento y consolidación del campo, sino más bien dar cuenta de esos procesos a través del relato de las trayectorias de quienes consideramos nuestros pioneros y pioneras. En este, hay varias ausencias que resultarán notables para cualquiera enterado sobre el campo en América Latina, algunas muy palpables se explican por motivos de salud, incompatibilidad de agendas y tiempos, y otras vicisitudes. De todas formas, creemos que el dossier presenta un amplio abanico de referentes ineludibles, abarcando siete países, una multiplicidad de disciplinas y formaciones, y cerca de cinco décadas de estudios CTS en América Latina, a veces, desde antes que fueran denominados de esta manera.
El presente dossier implica un reconocimiento de la importancia de los CTS, no solo como pensamiento periférico, sino también como parte de la historia de los CTS, que de manera generalizada parece estar contada como la historia de los CTS angloeuropeos. De forma muy inocente, los editores de este dossier sugerimos a los entrevistadores un conjunto de preguntas y temas, que, afortunadamente, tomaron apenas un carácter de guía para las entrevistas, las cuales derivaron en un conjunto de relatos que demuestran una vez más el eclecticismo de los CTS. Como dice Rosalba Casas en su entrevista, «hay pocos campos de investigación y formación como el nuestro». Estos relatos son inevitablemente subjetivos y atravesados por memorias y afectos, toda vez que la dura expresión «forjar un campo» significa poner el cuerpo a las elecciones académicas, las tomas de posición epistémicas y políticas, y todos los desplazamientos institucionales, disciplinarios, geográficos y personales pasibles de caber en una vida.
Para utilizar un término muy en boga, en esta introducción no queremos hacer spoilers de las entrevistas, y más bien permitir a sus lectores encontrar los puntos en común y las divergencias. Es precisamente en nuestro privilegiado lugar de haber tenido los materiales de primera mano que nos permitimos enumerar varios de nuestras percepciones sobre las entrevistas. Tal vez la primera de ella son los caminos irregulares por la que todos los entrevistados llegan a los CTS. Obviamente, algunos comenzaron en el campo cuando este todavía no existía como existe hoy, y se les puede considerar en sí mismos creadores del campo. Pero si algo tienen en común estas historias es que la llegada a los CTS a veces se produce por caminos inesperados, algo con lo que las nuevas generaciones de llegados al campo podemos fácilmente sentirnos familiarizados. Estas rutas los llevaron a visitar, en su mayoría, ya como estudiantes de postgrado o como académicos visitantes, los centros académicos en los que se consolidó el campo. Como dijese María Belén Albornoz, hay momentos más locales y momentos más cosmopolitas de las distintas comunidades epistémicas.
Otro rasgo que se observa en todas las entrevistas es el compromiso de los entrevistados por intentar responder a la pregunta sobre qué tipo de herramientas teóricas y metodológicas son las adecuadas para estudiar la ciencia y la tecnología en nuestros contextos. Otros temas que atraviesan estas conversaciones son la necesidad de, para parafrasear el título de la novela de Juan Gabriel Vásquez, «volver la vista atrás». Es decir, retomar lo que se ha producido en la región a la hora de enfrentar nuevos esfuerzos investigativos. Y acá la mayoría de los entrevistados no solo hacen énfasis en rescatar el pensamiento latinoamericano de Sábato, Herrera, Varsavsky o Freire, como señala Rosalba Casas, a la vez que adoptan las nuevas corrientes anglosajonas. Aunque tal vez Renato Dagnino es el más crítico en este sentido, no hay en ninguno un rechazo que se pueda caracterizar de chovinista, pero sí se encuentra un llamado a alejarse de la recepción acrítica de teorías desarrolladas en contextos distintos. El llamado es a leer, no solo a voces autoritativas, sino lo que producen los colegas.
Una frase pronunciada por Javiera Barandiarán, «la pobreza y la desigualdad no se resuelve sin conocimientos especializados», destaca precisamente el rol de los CTS en entender la producción de ciencia y tecnología en estos contextos, y cómo, mediante el rescate del conocimiento local, el campo se pueda escapar de la mera reflexión académica para producir efectos palpables. Francisco Sagasti, el pionero CTS que la historia quiso que dirigiera los rumbos del Perú en medio de la pandemia de COVID-19, señala en la misma línea que las discusiones sobre los problemas locales, nacionales y el rol que el conocimiento juega en ellos, implica «repensar el desarrollo, repensar el bienestar, repensar el futuro de América Latina -y hasta de la humanidad entera- desde nuestra propia historia».
Hacia el futuro, para usar la expresión de Rosalba Casas, podemos hablar de «fertilizaciones cruzadas». Mauricio Nieto Olarte plantea que el siguiente paso para los CTS es vincularse a pregrados de formaciones como la ingeniería y otros, más que buscar la especialización y mirar ‘desde afuera’; lo que se propone es que los académicos de los estudios CTS puedan también aprender haciendo junto a los que producen tecnologías, los que a la vez se verán beneficiados de una mirada CTS. A su vez, Pablo Kreimer propone un tema tan interesante como desafiante: la difícil renovación temática y teórica del campo en Latinoamérica, rescatando la creatividad y espíritu crítico que Varsavsky expresó alguna vez.
Antes de cerrar este editorial, queremos extender nuestro agradecimiento a quienes participaron de una u otra forma para que este dossier tomara forma. En primer lugar, obviamente, a los entrevistados que aceptaron de forma generosa compartir su tiempo, que fue mucho más que lo reflejado en las entrevistas. Por supuesto, también a nuestros colegas que, sin saber a lo que se enfrentaban, aceptaron realizar las entrevistas, con su edición y reedición. Un especial agradecimiento a Bruno Jaraba, que no solo hizo posible varios contactos, sino que sirvió de puente para la transcripción de las entrevistas en portugués y realizó una primera revisión a la entrevista de Renato Dagnino. Camila Muñoz Zuluaga realizó las transcripciones en español. Arthur Leal no solo realizó la entrevista con Ivan da Costa, sino que además colaboró con sus estudiantes de Psicología en la Universidad Federal de Río de Janeiro. A Victória Farias, Ygor Martins, Lana Romano e Maria Quintan, quienes revisaron las entrevistas en portugués. Gustavo León Otálvaro, del Fondo Editorial en el ITM, colaboró con la traducción de los metadatos. Sara Escobar Restrepo y Jonathan Suárez Castañeda, del equipo de Trilogía, hicieron mucho más de lo que sus funciones laborales les indican. Varios otros colegas, cuyos nombres sería demasiado largo nombrar acá, participaron de forma indirecta en que este dossier viera la luz.
Así como los académicos entrevistados recuerdan encuentros, muchas veces fortuitos, que los llevaron a nuevas aventuras intelectuales e invitan a leer a los autores del pensamiento latinoamericano, este dossier invita a no solo leer las palabras de las entrevistas: es una invitación a leer su extensa producción, a retomar el pensamiento latinoamericano como fuente para pensar nuestros contextos y a dialogar con colegas latinoamericanos. En última instancia, a seguirle dando forma a esto que, desde diferentes lugares y por diferentes personas, se ha configurado como los estudios CTS en América Latina, recobrando su espíritu crítico, su compromiso con la democracia y, como nos recuerda Ivan da Costa Marques, que siempre se puede ir en otras direcciones.