Introducción
El conflicto armado en Colombia se ha inscrito en la capacidad de la ciudadania y de los sujetos colectivos de recordar e identificarse. A través de las palabras, los sentidos y las resignificaciones es posible profundizar en las implicaciones de este fenómeno, tanto en una perspectiva del macrosujeto como de una pequeña comunidad (Uribe, 2004).
En este último escenario se inserta el presente estudio cuyo objetivo principal fue propiciar una dinámica de construcción y recuperación de la memoria histórica para identificar y documentar las voces de las víctimas del conflicto armado del corregimiento de Riachuelo, caso emblemático por los impactos territoriales y colectivos por parte de los paramilitares del Frente Comuneros Cacique Guanentá [FCCG] del Bloque Central Bolivar [BCB] de las Autodefensas Unidas de Colombia [AUC].
Para ampliar el contexto del territorio donde se lleva a cabo el estudio, Riachuelo es un corregimiento ubicado al norte del municipio de Charalá, perteneciente a la división politico-administrativa denominada Provincia Guanentá, en el departamento de Santander. Según el Esquema de Ordenamiento Territorial del municipio, está conformado por siete veredas organizadas alrededor de un centro poblado con algunas calles, una iglesia y un colegio. Asimismo, posee caracteristicas geográficas de alturas medias -propias de la región-, recursos hídricos y tierras aptas tanto para la ganaderia como para el cultivo (Alcaldia de Charalá, 2018). De conformidad a los diálogos con la población, por su vocación rural predominan actividades de producción primaria a pequeña escala y de tipo ecoturistico, a través de las cuales se intenta promocionar los paisajes y destinos naturales.
En cuanto a las dinámicas del conflicto armado, a pesar de que este territorio no es percibido como un punto geoestratégico para actores armados insurgentes, desde mediados del 2001 hasta el 2005 estuvo controlado por parami-litares. Este tipo de actor armado cuenta con caracteristicas complejas dentro de la dinámica del conflicto armado interno; más allá de sus raices en movimientos contrainsurgentes, su auge se dio a partir de las relaciones entre terratenientes que se organizaron en múltiples territorios con connivencia de agentes del Estado en un periodo de gracia legislativa que les facultó para actuar a principio de 1990 (CNMH, 2013).
Si bien el objetivo de este estudio no es ahondar en las raices del paramilitarismo, es posible afirmar brevemente que su existencia ocurre debido a la "debilidad del Estado colombiano para ejercer el monopolio de la fuerza" (Cardona, 2004, p. 65). El Centro Nacional de Memoria Histórica [CNMH] ha evidenciado que el accionar paramilitar se ha reconocido a lo largo del conflicto por enfocarse en zonas de presencia o control histórico de grupos guerrilleros (CNMH, 2013), empleando dinámicas de estigmatización, arrasamiento y masacre de civiles para obtener el dominio del territorio (Cardona, 2004).
La catástrofe del paramilitarismo se concentró a mediados de la segunda mitad de la década de 1990 y hasta principios del 2000 (CNMH, 2013). En los primeros años del nuevo milenio, el plan de expansión para el departamento de Santander, específicamente en las provincias Guanentá y Comunera, se realizó a partir de visitas y contactos con habitantes de la región, sobre todo de los municipios de Coromoro, Socorro y Mogotes (CNMH, 2021).
Teniendo en cuenta los relatos de ex-para-militares, presentados por el CNMH (2021), la llegada de la estructura tanto a Riachuelo como a Cincelada (Corregimiento vecino de la jurisdicción de Coromoro), obedeció a que en las labores de inteligencia la ciudadania denunció el control y los atropellos ejercidos por guerrilleros en la región.
Durante los años que la estructura estuvo en Riachuelo, se generaron dinámicas de apropiación y operación al interior del territorio y sus alrededores. Eso produjo un cambio de paradigma, percepción y funcionamiento en la vida común de los habitantes frente a los espacios compartidos en el corregimiento por la población. De forma cercana a lo observado en los casos de las familias de La Palma, Cundinamarca, investigados por González (2020), los fenómenos de ruptura social y las imbricaciones de proyectos hacia las victimas reconocidas por la Ley 1448 de 2011 tuvieron incidencia sobre el surgimiento de dinámicas socioeconómicas y agencias comunitarias.
Por otro lado, a pesar del reconocimiento jurídico de los hechos por parte de los paramilitares que se sometieron al programa de desmovilización, verdad, justicia y reparación de la justicia transicional, en el marco de la Ley 975 de 2005, surge la necesidad de abordar la construcción de memoria histórica bajo la consideración de que existieron impactos sobre identidades y lugares de memoria a partir de las maniobras del actor armado sobre el territorio porque estas se desbordan del alcance judicial.
Teniendo en cuenta dicha necesidad, la investigación reflexiona en el interrogante ¿cómo se puede garantizar la reconstrucción de la memoria histórica en el corregimiento de Riachuelo, Santander, con reconocimiento de las identidades colectivas ante los hechos ocurridos durante el conflicto interno? Para esto, el diseño metodológico de la investigación partió de un enfoque participativo en el cual se apuntó a la vinculación activa de la comunidad como agentes clave de su territorio. De esta forma, se analizaron relatos a partir de categorías preestablecidas en torno a la memoria histórica alrededor de tres lugares de importancia comunitaria: el balneario natural conocido como El Salto, lugar donde los paramilitares establecieron un punto de comisión de vulneraciones a Derechos Humanos; el Colegio Nuestra Señora del Rosario, donde se perpetraron actos relacionados a reclutamiento forzado y distintas formas de violencia sexual hacia niños, niñas y adolescentes; y, la Iglesia Nuestra Señora del Rosario, lugar sagrado para la comunidad que los paramilitares usaron de forma abusiva.
El análisis propuesto a partir de lugares de memoria es una estrategia que en otros estudios ha permitido reconstruir la experiencia de impactos vividos. Un referente importante es el estudio del caso emblemático de Arboleda, en el departamento de Caldas (Gallego y Burgos, 2015), del cual se puede resaltar el análisis en relación con las afectaciones sociales entre civiles y miembros de cuerpos institucionales producidos por la toma subversiva de este municipio en julio del año 2000.
La perspectiva interseccional permite un abordaje de impactos con una mirada en condiciones anteriores y futuras. Esto implica no solo considerar elementos como el acceso a condiciones de vida, educación o salud, sino el componente estructural afectado por el conflicto. En relación con esto último, se puede destacar el estudio sobre las relaciones entre pobreza y conflicto armado realizado en las regiones del Oriente y el Urabá antioqueño por Maya et al. (2017).
Este estudio de caso en torno a la construcción de identidades e imaginarios en las relaciones individuos-territorio del corregimiento de Riachuelo, se ha estructurado en cuatro apartados. El primero aborda los aspectos metodológicos y una revisión de la literatura en torno a las relaciones analizadas para el estudio, haciendo énfasis en cómo la identidad se construye y reconstruye a lo largo del tiempo. Luego se presentan resultados de las técnicas de investigación desarrolladas con la comunidad de Riachuelo para la recolección de relatos que permitieron una reconstrucción de la memoria de los tres lugares significativos que ya fueron nombrados. Asi, en el tercer apartado se realiza una discusión de dichos resultados en la perspectiva de impactos diferenciales y su importancia para la superación del conflicto. En el cuarto y último apartado se presentan las conclusiones y consideraciones finales que la investigación ha alcanzado.
Metodología
Para propiciar una dinámica de reconstrucción de memoria en este estudio de caso, se partió de los fundamentos de la Investigación Acción Participativa [IAP]. Asi, se involucraron las necesidades de la comunidad y su agencia en cuanto al problema de la memoria histórica del conflicto armado en las distintas fases de desarrollo del estudio (Carrero, 2018).
Asimismo, se emplearon técnicas de recolección de datos cualitativos con la finalidad de "producir un razonamiento inductivo, a partir del estudio, la observación y la recolección de datos" (Bautista, 2021, p. 170). Considerando lo anterior, el conjunto de métodos y técnicas a emplear hizo parte de un diseño en cinco fases, las cuales serán descritas junto a sus objetivos y las actividades desarrolladas.
La primera fase tuvo como finalidad la sensibilización e identificación de objetivos e intereses de investigación. A través de la observación etnográfica se realizó el reconocimiento del territorio, apuntando a abrir diálogos con lideres de la comunidad y conocedores de la historia de la región en torno al objetivo general propuesto. Las actividades desarrolladas tuvieron como propósito promover el acercamiento y romper la desconfianza por parte de la comunidad.
Esto último fue una labor crucial para el desarrollo del estudio, debido a la instrumentalización mediática que ha afectado al caso desde mediados de 2014 lo que generó una ruptura del tejido social. Si bien para el 2021 la visibilidad del caso habia disminuido en los medios, una nota de prensa de difusión departamental terminó en un acto de revictimización que elevó las barreras hacia el tema que se pretendia abordar. Lo anterior implicó un abordaje a través de un protocolo que reconociera y respetara los imaginarios frente a conceptos como el ser víctima del conflicto armado, el derecho al olvido y la agencia de la comunidad hacia el desarrollo local.
Dichos imaginarios tuvieron consecuencias en la siguiente fase, que abordaba un ejercicio de diagnóstico y reflexión sobre la problemática. En relación con el caso desarrollado por Carrera (2018), se le dio un sentido a la acción que comprendiese la posición y los procesos de la comunidad. Así, se abordó el concepto de memoria histórica desde una perspectiva más general, involucrando aspectos culturales y sociales.
De este modo, en ejercicio de una acción sin daño, se identificaron los intereses compartidos por lideres de la comunidad (párroco, docentes del colegio, Asociación de Caficultores de Riachuelo y, en general, pobladores de Riachuelo interesados en promover espacios de comunicación y reflexión) para la implementación de técnicas de investigación como grupos focales y entrevistas semiestructuradas. En total se diseñaron nueve talleres y una ficha de entrevista semiestructurada. Además, se postularon las categorías de análisis a partir del marco teórico y se diseñó el protocolo para acercarse a la comunidad y lograr establecer una relación de confianza. Los primeros talleres fueron planteados para trabajar con estudiantes del Colegio Nuestra Señora del Rosario.
Una vez se logró establecer lo anterior, comenzó el desarrollo de la tercera fase. En esta los esfuerzos estuvieron enfocados en el desarrollo de trabajo de campo para la elección, recopilación y clasificación de fuentes de información. La tarea principal fue la ejecución de estrategias de recolección de insumos para reconstruir la memoria histórica. A través de distintas técnicas enmarcadas en la pedagogía para la memoria se llevaron a cabo algunos talleres basados en la reflexión sobre las conexiones individuo-territorio, en el recuerdo y en los valores socioculturales.
Se realizaron dos talleres de apertura el 27 de enero de 2022, y en ellos participaron estudiantes de secundaria y de primaria de la sede Centro de Riachuelo. A partir de los talleres, los estudiantes desarrollaron cartografías sobre su territorio, identificando lugares, emociones y recuerdos significativos; también plantearon sus expectativas sobre el futuro. Los estudiantes de últimos grados escolares fueron invitados a reflexionar sobre el pasado del conflicto armado, llamado que fue evadido por la mayoría. Así, la elaboración de mapas (mentales, del entorno, de rutas, del pasado) fue usado como un método para narrar los modos en que los acontecimientos dejan huella en el individuo y en el entorno vivido, permitiendo visualizar y ubicar en el espacio su impacto y expansión, y los cambios que produce (CNMH, 2009).
El tercer taller tuvo como objetivo la reflexión sobre la memoria a partir del libro de Mem Fox titulado Guillermo Jorge Manuel José. El taller se desarrolló con estudiantes de primaria el 17 de marzo de 2022. El cuarto y el quinto taller fueron desarrollados con miembros de la Asociación gremial de productores de Riachuelo, el 20 de mayo de 2022 el taller "Conociendo, creando y recorriendo mi territorio"; y el 16 de septiembre de 2022, "Trayectoria de un café de calidad".
Es importante resaltar que las temáticas de los talleres fueron acordadas con la comunidad con la finalidad de propiciar espacios para la generación de narrativas y expresiones de memoria histórica. Asimismo, se idearon como escenarios de encuentro donde los participantes se sintieran cómodos y escuchados.
Para la cuarta fase se planteó concentrar las actividades de sistematización, análisis y elaboración de productos finales. Se ordenó y clasificó la información recopilada durante el trabajo de campo. Estos materiales provenían de diversas fuentes, desde las documentales, basadas en las siguientes Sentencias: 2018-00066 del Juzgado Tercero Penal del Circuito, 110016000253200680012 del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, 110016000253201300311 del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá (Sala de Justicia y Paz) y la Nro. 51819 de la Corte Suprema de Justicia (Sala de Casación Penal). Otras fuentes que nutrieron la revisión provenían de noticias de periódicos regionales, testimonios orales, notas de campo, entrevistas y resultados de los talleres (mapas, dibujos, relatos). La información fue organizada primero por temas y subtemas para seguidamente realizar el análisis por categorías, las cuales fueron preestablecidas en la segunda fase.
Tanto en los talleres como en las entrevistas los participantes fueron informados sobre el objetivo de la investigación y firmaron consentimiento informado. Las entrevistas fueron grabadas en audio, luego transcritas y anonimizadas en el archivo del proyecto. De los talleres con estudiantes y comunidad se dejó registro en el diario de campo de los investigadores; además, luego de cada taller se desarrolló un ejercicio de análisis entre coinvestigadores para dejar un registro escrito de las conclusiones generales. En estas jornadas se clasificaron los productos entre mapas, relatos, dibujos y narraciones.
Por último, para la quinta fase se propuso la difusión y socialización de los resultados, de la cual hace parte el presente artículo y la participación en ponencias y congresos sobre el tema. Así, se pretende trascender a públicos externos resaltando la verdad como derecho de las víctimas del conflicto armado. En la actualidad, el equipo de investigación se encuentra desarrollando actividades correspondientes a las fases cuarta y quinta.
El trabajo de campo implicó ejercicios interactivos y dialogantes con los habitantes de Riachuelo, desarrollo de talleres, entrevistas semiestructuradas y compilación de formas de expresión creadas por la propia comunidad, como coplas, rimas y cuentos de tradición oral.
En la presentación del proyecto -en la iglesia del corregimiento- los habitantes de Riachuelo víctimas del conflicto armado fueron convocados a hacer parte de la investigación de forma individual, estableciendo contacto directo, y de forma comunitaria. A los talleres, como se describe más adelante, asistieron diferentes grupos poblacionales, entre ellos estudiantes y miembros de la Asociación gremial de caficultores. Además de los talleres se realizaron tres entrevistas individuales y dos grupales con mujeres.
Antes de pasar al apartado de los resultados, se comparten las construcciones teóricas elaboradas para comprender el caso de Riachuelo.
Memoria y territorio
Los cuerpos, los territorios, los lugares y las masas tienen memoria; "la memoria se enraiza en lo concreto, en el espacio, el gesto, la imagen y el objeto" (Allier, 2010, p. 346); el proceso de recordar el pasado y situarse en el presente es constante y se da no solo a través del recuerdo, sino también del olvido. Qué prevalece en la memoria y qué deja de tener importancia depende de las circunstancias del presente.
En los casos de las comunidades que viven en contextos de conflicto armado la memoria sobre el pasado violento se presenta como un acto politico. Al recordar, los individuos y las comunidades se pronuncian frente a la violencia y se ubican de diferente manera frente a lo sucedido. La forma como los sujetos recuerdan el pasado enmarca conductas a seguir en los diferentes escenarios dentro de una colectividad (Grupo de Memoria Histórica, 2009).
Ahora bien, la memoria se construye de diversas formas, ya sea individual o colectivamente. En el trabajo de Betancourt (2004) la memoria individual es comprendida como aquella construcción del individuo, la forma como procesa los hechos y la subjetividad con la que narra un evento, dicha narración puede tener rasgos ideológicos y múltiples interpretaciones en las que influyen sus niveles y tipo de educación.
Por otra parte, la memoria colectiva reconcilia al pasado con los diferentes relatos individuales que quedan como legado colectivo a los individuos de una comunidad (Betancourt, 2004). De esa forma, al evocar experiencias del pasado se referencian creencias, recuerdos y ritualidades. En este orden de ideas, los recuerdos -la rememoración social- se construyen sobre una base común:
Para obtener un recuerdo no basta reconstruir pieza a pieza la imagen de un hecho pasado. Esta reconstrucción debe realizarse a partir de datos o nociones comunes que se encuentran en nuestra mente al igual que en la de los demás. (Halbwachs, 2004, p. 34)
La reconstrucción de la realidad desde el sujeto y sus recuerdos implica el entretejer constante de aspectos internos y externos. Lo identitario se marca desde una perspectiva que se retroalimenta constantemente con factores que tienen que ver con cómo interactuamos con nuestro territorio, al mismo tiempo que tenemos un marco sociocultural, político e incluso religioso presente. En este sentido, Agustín de Hipona reconoce en la memoria parte esencial de lo que somos; además, ubica en ella la puerta de entrada para el autoconocimiento. El análisis de Taylor a la obra de Hipona muestra esta relación entre memoria e identidad; en la memoria "reside la captación implícita de lo que somos, lo cual nos guía en la travesía desde la auto ignorancia original y la lamentablemente distorsionada descripción de nosotros mismos, hasta el verdadero autoconocimiento" (Taylor, 1996, p. 248). La memoria nos construye y se construye a través del tiempo; define lo que somos, cómo habitamos los espacios y les damos significados.
Memoria e identidad
La memoria incide en las formas de ser o identificarse. Las identidades individuales, colectivas y culturales se cuestionan, modifican, destruyen y reconstruyen en la interacción de aspectos personales con esferas sociales de una comunidad. Este entramado de relaciones es considerado un punto de intersección de discursos, prácticas y posiciones -a veces antagónicas- sujetas y situadas en un entramado histórico y en continua transformación (Bhabha, 1996).
En este orden de ideas, fenómenos de larga duración, como el conflicto armado en Colombia, impactan distintos órdenes sociales, económicos y políticos que moldean las formas de ser de las identidades culturales ancladas a un territorio que contiene su propio tejido social y cultural. Este último elemento puede ser observado como un entramado de verdades socialmente aceptadas, pero también como los puntos que generan marcas diferenciales (Hall, 2010).
La identidad cultural como un entramado de verdades socialmente aceptadas es "una especie de verdadero sí mismo colectivo oculto dentro de muchos otros sí mismos más superficiales o artificialmente impuestos, que posee un pueblo con una historia en común y con ancestralidades compartidas" (Hall, 2010, p. 349). Esto implica experiencias históricas comunes, códigos culturales compartidos y marcos de referencia estables para un conjunto social que comparte una historia y una forma de nombrarse y de ser. Por otra parte, la segunda visión reconoce la existencia de puntos que dan una marca diferencial a aquello que realmente somos, comprendiendo su construcción en un tiempo presente y la aspiración futura en torno al ser (Hall, 2010).
En todo esto no hay que dejar de lado que el entramado de las identidades está permeado por la idea primigenia de la moralidad. En esta se involucran "las discriminaciones de lo correcto o lo errado, de lo mejor o lo peor, de lo más alto o lo más bajo" (Taylor, 1996, p. 14). De esta forma, se generan categorías de deseo o rechazo en torno a las ideas de identidad, representación y asociación, lo que constituye la estructura base para la segregación social.
Asimismo, lo anterior se considera clave para los procesos relacionados con la pertenencia a un grupo. Las identidades permitidas, los códigos, lenguajes, ritos y universos particulares que permiten no solo la adherencia sino la diferenciación del otro. En el contexto de estudio, para el conflicto armado colombiano, hay que considerar que a lo largo de su desarrollo se han tenido elementos heredados de una cultura segregada por el partidismo. Sobre esto, Blair (1999) señala que:
Las sociabilidades que se gestaron a partir de ambos proyectos, el religioso y el político partidista, establecieron una forma de identidad basada en la fuerza y Colombia no encuentra aún los mecanismos de socialización capaces de generar un sistema de significaciones simbólicas diferentes. Más bien, intenta rearticularse, crear identidades, aglutinarse, construir el sentimiento de lo colectivo, a partir de referentes inscritos en su memoria colectiva. (p. 134)
Lo anterior se da a través de los nexos que relacionan la identidad de un grupo con su territorio. La idea de que la tierra pertenece a alguien va más allá de una relación de dominio, propiedad o titularidad plana. Por el contrario, la pertenencia refiere a que:
[...] un territorio no es sólo un barrio, una ciudad, una región o un país, sino un barrio y su vida en alguien, un país y su vida en miles o millones de actores que se apropian, lo ocupan, lo usan, lo valorizan [...], lo preservan, lo resignifican cada vez. (Bozzano, 2009, p. 4)
Lugar-identidad
Anclado a la noción de territorio está el lugar. Las identidades colectivas tienen un lugar adscrito al cual se le ha dotado de significados. Las iglesias mencionan unas creencias, los centros educativos unas formas de enseñanza, las prácticas en los ríos permiten la reunión entre la comunidad, la arquitectura de los escenarios cuenta una historia, dotando de sentido al territorio. De acuerdo con Riaño (2006), el sentido del lugar se encuentra en la experiencia vivida, en las imágenes observadas en el habitar el lugar, las muertes, los nacimientos, las despedidas, todo esto se figura en el marco de un escenario que dota de significados el momento. La percepción de los lugares permite al ser humano obtener información sobre su ubicación (sobre dónde se está) y la relación que ha tejido, o se encuentra tejiendo, con el lugar que lo rodea. Eso permite la construcción de recuerdos, imaginaciones o fantasías.
El lugar y su sentido corresponden a entramados culturales; sirven "para conectar a las personas con un sentido de la historia y para revelar algunas de las maneras por las cuales llegamos a definir quiénes somos y de dónde proviene nuestro sentido de arraigo y pertenencia" (Riaño, 2006, p. 54), permitiendo un sentido particular a la memoria colectiva de una comunidad.
El relacionamiento del sujeto con un lugar abarca la noción o conciencia sobre sí mismo que toma el individuo. Una identidad que resulta de la interacción con su medio ambiente. Asimismo, "las prácticas de nombrar el lugar sitúan a las personas en el tiempo y en el espacio histórico, las conectan con su pasado y estimulan un repertorio de saberes e historias locales que anclan a los individuos con un paisaje y una geografía sensorial" (Riaño, 2006, p. 79).
La relación comunidad-territorio abarca "ideas sobre la corporeidad y sus significados, sobre la posibilidad de hablar desde el cuerpo y pensar a través de él, tanto en sus relaciones materiales como simbólicas con el mundo" (McDowell, 1999, p. 106). Ocupar un lugar en el territorio es un acto que se realiza a través del cuerpo, por lo tanto, aquello que acontece también transforma al individuo. En este orden de ideas, el espacio determina
[...] lo que somos, a través de él experimentamos nuestras emociones y nos conectamos con el mundo. Los cuerpos ocupan espacio y, a la vez, son espacios en sí mismos; son lugares físicos donde las relaciones de género, clase y etnia se encuentran y son practicadas. (Ortiz, 2012, p. 117)
Asimismo, estas interacciones implican distintas formas de relacionamiento con la naturaleza, desde la siembra del campesino en la tierra hasta las charlas de las mujeres en las riberas de los ríos. De esta forma, el territorio y la representación de los espacios están anclados a un sentido de comunidad basado en "identidades configuradas a partir de relaciones de parentesco, de una historia de lucha compartida y de elementos de cooperación de orden económico y político. También de aspectos de orden cultural y simbólico" (CNMH, 2015, p. 28).
Concebir el territorio como una corporalidad, donde las personas juegan un papel dinámico y de interacción, desarrolla la identificación de tres elementos en la relación personas-territorio: la representación, el sentimiento y el relato.
Territorio-narraciones
Los territorios dependen de las representaciones que los sujetos hacen de ellos, lo que recuerdan y lo que callan. La memoria es una actividad subjetiva que se realiza en un momento o período, en un presente. Consiste en dar sentido a acontecimientos del pasado, sea del pasado vivido por una persona o un grupo, o transmitido por otros como parte de la tradición o de las creencias compartidas (Molano, 2009, p. 29).
Para Blair (2002), la memoria es una memoria narrada:
La memoria no es entonces ese almacén de recuerdos donde los acontecimientos del pasado se quedan fijos e inalterados para luego ser rememorados. Ella es, más bien, una construcción que se elabora desde el presente y, fundamentalmente, desde el lenguaje. (p. 23)
Desde esta perspectiva, la memoria que persiste en el espacio y el territorio se encuentra en un proceso constante de percepción y transformación. Es un proceso del habla comunitaria. Con el pasar de los años surge nueva información y se integran a la comunidad nuevos emprendedores de memoria; además, ocurren distintos sucesos transformadores. Entre otros, estos tres factores crean realidades. En clave territorial conllevan a una resignificación en donde:
Podría decirse que el pasado, entendido no como algo terminado sino como un proceso en continua construcción, es un elemento que dota de sentido a la realidad social y participa de los modos en que los sujetos significan y dan sentido al mundo que les rodea. (Pérez et. al., 2021 p. 176)
Resignificar comprende un proceso alternativo que al interior de los imaginarios sociales codifica posturas que replantean las experiencias vividas, no para olvidar, sino para abrir caminos a nuevas lecturas que transforman el silencio, el miedo, el dolor, los recuerdos y los sentimientos; en palabras de Sousa y Martins, "será posible comprender la dignidad a partir de los diferentes sentidos de lo humano que emergen de los contextos en que se viven" (2019, p. 9).
Ahora bien, es importante señalar cómo al rememorar el sujeto no es ajeno a sus circunstancias; por el contrario, las narraciones del pasado se ven mediadas por la situación particular en el presente; los conflictos, la clase social, el lugar de enunciación, dan forma al recuerdo y muestran una postura sobre el presente. Así, "el espacio de la memoria es en realidad un espacio de lucha política, en el que debaten memorias rivales" (Jelin, 2009, p. 119), memorias rivales que muchas veces conviven en un presente ligado a los actores e intereses de los armados.
Resignificación y conflicto armado
Como se ha venido desarrollando, el conflicto armado generó distintas formas de afectación sobre las relaciones que se tejen naturalmente entre los habitantes y sus territorios. Estos impactos simbólicos que trascienden en el tiempo a través de marcas y narrativas que se asocian al dolor se reflejan en las construcciones identitarias a nivel individual, colectivo y territorial. Asimismo, asociar actos violentos con lugares particulares para una comunidad genera impactos simbólicos que más allá de romper estos tejidos sociales, inciden en dinámicas organizativas, económicas, culturales y políticas.
Todas estas afectaciones quedan sedimentadas en la memoria de las víctimas y se recuerdan constantemente a partir de marcas en sus cuerpos, discursos, lugares que son asociados con los hechos violentos. De este modo, el conflicto puede ser visto como un punto de inflexión de las experiencias de vida de las víctimas en un complejo entramado donde lo individual y lo privado, lo colectivo y lo público están implicados. Asimismo, la construcción social de pudor o de pérdida de estatus que se da al asumir la calidad de víctima del conflicto o el estigma asociado con el hecho de provenir de un territorio afectado por la guerra ha llevado a imponer distintos mecanismos de silenciamiento y la imposibilidad de afrontar socialmente este pasado doloroso (CNMH, 2009).
La polarización y el silencio imponen distintas cargas psicosociales sobre las víctimas, asociadas con la vergüenza y el rechazo de sus experiencias (CNMH, 2013). No obstante, para hacer frente a estas cargas se han generado iniciativas asociadas a la resignificación, estas se han venido empleando dentro de las estrategias narrativas y terapéuticas a través de distintos métodos de intervención social con víctimas del conflicto armado. Su propósito es promover el cambio (Molina, 2013).
Resignificar, desde una perspectiva resiliente, hace referencia al proceso mediante el cual las personas se sobreponen a circunstancias que son negativas (González y Llamozas, 2018). Con esto no se apunta a cambiar la percepción de la víctima sobre lo que aconteció sino a que "el sujeto pueda reevocar una experiencia, tanto en términos emocionales como cognitivos, de tal manera que pueda incorporar nuevos contenidos que contribuyan a una comprensión del acontecimiento que propicie el logro de la coherencia interna" (Vergara, 2011, p. 87).
Resultados
A continuación, se describe la reconstrucción de la memoria histórica que los habitantes de Riachuelo, Charalá, hacen sobre tres lugares representativos del territorio y que en época de conflicto armado fueron usados por el FCCG durante el tiempo que ejercieron control sobre el territorio para perpetrar distintos actos delictivos, entre los cuales se encuentran graves violaciones a Derechos Humanos e infracciones al Derecho Internacional Humanitario. Este análisis hace parte de los resultados preliminares de la investigación y proviene de la necesidad de garantizar la reconstrucción de la memoria histórica en el corregimiento de Riachuelo, Santander, con reconocimiento de las identidades colectivas.
Las descripciones y análisis se basan en los registros de observación, así como en la transcripción de tres entrevistas individuales, dos entrevistas grupales y la observación participante de cinco talleres desarrollados con la población del corregimiento de Riachuelo. A continuación, se hace una descripción del contexto en el cual se recogieron los datos para luego presentar los principales resultados del análisis categorial.
Luego de haber visitado el centro poblado de Riachuelo en varias ocasiones, durante 2021 y 2022, se constataron las dinámicas propias de un corregimiento pujante, habitado por familias campesinas que labran la tierra y cultivan café. Los pobladores ven los acontecimientos cometidos por el FCCG durante los primeros años del presente siglo, como hechos lejanos de los cuales es mejor no hablar.
Luego de compartir con los pobladores, se constata que esta decisión de no hablar sobre el pasado violento se debe a varios factores. Por una parte, a lo que ellos han sentido como una sobreexposición del caso por algunos medios noticiosos, que, si bien investigaron y publicaron un documental sobre el caso con el ánimo de visibilizar a las víctimas, lo que han logrado es revictimizarlos. Por otro lado, sienten que cuando han hablado, lo que se ha dicho ha llevado a generar diferencias entre vecinos debido a que no todos vivieron la incursión paramilitar de la misma forma. En este sentido, se puede afirmar que, en el caso de Riachuelo, como impacto comunitario, tanto las lógicas de la guerra, como la mala exposición que los medios tuvieron sobre las violencias cometidas en el territorio por los paramilitares, dejan como resultado la desconfianza de los pobladores hacia las propuestas y escenarios donde se puede hablar sobre lo ocurrido durante los años de conflicto armado.
Teniendo en cuenta esta realidad, los relatos recolectados no se centraron en revivir el pasado violento, sino en compartir historias sobre su identidad, sobre lo que los representa. Las interpretaciones de las narraciones se hacen a partir del análisis por categorías inspiradas en Pérez et al. (2021, p. 175), buscando identificar las narrativas que dan forma a los registros de memoria en el plano individual y colectivo. La figura 1 da cuenta de las categorías preestablecidas.
Entre los lugares del corregimiento, El Salto de Riachuelo, es uno de los más reconocidos por los habitantes. Algunos lo relacionan con leyendas, con apariciones de la virgen. Sin duda la caída de agua representa lo que los pobladores de Riachuelo identifican con la belleza del paraíso, un lugar evocado por sus habitantes para hacer referencia a las características del corregimiento. En las representaciones gráficas que los estudiantes hicieron sobre este lugar se vio dibujado, en varias ocasiones, el arcoíris acompañando el paisaje. Ir a la cascada es un plan que muchos suelen sugerir, es un lugar para mostrar, para sentir y ver lo mágico del territorio. La figura 2 da cuenta de esta relación entre la representación gráfica de la cascada de agua y el arcoíris.
Ahora bien, para ir a El Salto se debe saber que el lugar merece respeto. Según las leyendas, si al ir a El Salto no se respeta la fuente hídrica, y en vez de eso se le tiran piedras o se le habla duro, el agua se rebosa y puede ser peligrosa. El siguiente fragmento de la entrevista tres narra este aspecto, la entrevistada cuenta cómo, desde hace muchos años, la comunidad le guarda respeto a la cascada de agua. En el caso de esta informante, fue una profesora la que le recordó que al ir a El salto debía respetar la cascada. A inicios de 2022, la pobladora relató que es necesario:
(...) que no le hablen duro, que no le vayan a tirar palo, que no le vayan a tirar piedra ni nada por el estilo, créame que yo personalmente me lo tomé como burla (...) a mí se me hizo fácil tirarle palos y tirarle piedra al pozo, como en ese término de burla (...) créame que yo salí corriendo de allá ese día (...) mira que eso se enfurece y el aire (...).
Como fue relatado en la entrevista 3, antes de la época de conflicto El Salto era un balneario visitado con frecuencia por los pobladores de Riachuelo, y por los riachuelanos que volvían a su tierra en tiempo de vacaciones (inicios de 2022); "había mucho turismo, los fines de semana se veía a las familias reunidas allá, la gente se sentaba con su rumbeador y su lonche". En la actualidad los turistas están volviendo a ir, pero no se ha recuperado por completo la cercanía con el lugar.
A partir del análisis de las narraciones que los habitantes comparten sobre El Salto se puede establecer una relación de admiración, respeto y distancia. Admiración, pues la comunidad reconoce a la cascada de agua como un lugar representativo que ellos visitan ocasionalmente y recomiendan visitar; es un lugar que tiene mucho significado para la población. Hay historias sobre los indígenas que vivían en la región antes de la llegada de los españoles, es un lugar con variedad de significados. De respeto, pues como ya se mencionó, se ve en el lugar un sentido mágico-religioso que debe mantenerse pues en caso contrario el sitio se resiente. Por último, se da una relación de distancia, teniendo en cuenta que al hablar del presente se evidencia un abandono del lugar, en palabras de una pobladora (inicios 2022): "ahorita usted ve montecito, eso está abandonado".
Como se evidencia en la figura 4, en la actualidad el lugar recibe poca atención. Se da, más bien, una falta de mantenimiento de la construcción cercana a la cascada, la cual antes de la presencia paramilitar servía de estadero. De lo que pasó en el sitio en época de conflicto no se habla, para los pobladores las historias sobre los actos cometidos en El Salto son tenebrosas; saben que muchos sufrieron, pero prefieren no hablar de eso. Les entusiasma más la idea de volver el lugar un atractivo turístico, adelantar proyectos para que más gente suba a admirar la belleza de la caída de agua y disfrute un piquete en familia, como en los viejos tiempos.
El Colegio Nuestra Señora del Rosario es sin duda otro de los lugares emblemáticos de Riachuelo. En un ejercicio de cartografías con estudiantes de la institución se evidenció que en varias oportunidades el Colegio fue mencionado como un lugar en el cual se sentían acogidos. La institución educativa, para muchos niños, niñas y jóvenes rurales, representa el espacio por excelencia para compartir con sus pares, para salir de sus casas, dejar por unas horas las labores del campo y divertirse con amigos.
Los docentes, en su mayoría, vienen de Charalá para desarrollar las clases. Luego de la jornada escolar el centro poblado se ve desierto pues el colegio y sus estudiantes son los que le dan movimiento a las actividades diarias de las familias que tienen en él un punto de encuentro.
Las estructuras de las sedes de la institución no distan mucho de las condiciones de las demás sedes públicas de los colegios rurales de Santander. La sede de bachillerato consta de una estructura principal de tapia pisada de dos pisos, un patio central y una estructura más moderna de material y teja de Zinc. En la estructura principal funcionan las aulas de octavo, noveno, décimo y once; la oficina administrativa, el aula de sistemas y la biblioteca. En la segunda estructura, de un solo piso, funcionan las aulas de sexto y séptimo grado. El colegio tiene una placa (ver figura 5) que da cuenta de la declaratoria de la institución como Territorio de paz el 12 de septiembre de 2014.
La sede primaria es una construcción de cemento y teja de zinc, que consta de dos estructuras con salones en medio de las cuales hay una huerta, un patio y un quiosco. En los entornos educativos rurales el quiosco es un espacio para compartir, en el cual los estudiantes toman la merienda, juegan, hacen actividades lúdicas. Dentro del Quiosco de la sede primaria de Riachuelo se observa un mural pintado en sus paredes internas en el cual se lee: "Riachuelo, Territorio, Paz, Memoria".
Durante las salidas de campo se observó que los estudiantes se sienten cómodos y cuidados en el colegio. En los descansos es muy común que los padres de familia vayan hasta el colegio a llevarles el "rumbeador" a sus hijos e hijas (comida de media mañana típica de la cultura campesina). Los estudiantes de bachillerato tienen autonomía para tomar el descanso en el parque central del corregimiento, el cual es fresco y cuenta con buena sombra gracias a los árboles.
Al indagar sobre historias del colegio, los estudiantes compartieron información sobre situaciones del presente vinculadas con una visión positiva: el colegio como un buen lugar para compartir con amigos. Sobre el pasado violento solo se intentó hablar con los estudiantes de décimo y undécimo, pero ellos no se sintieron cómodos y solo algunos se animaron a dar su opinión. La figura 6 agrupa las narraciones que ellos compartieron sobre el colegio durante el taller de cartografía.
La iglesia, como institución y lugar, es el último espacio que se caracterizó. Históricamente, la fundación de la parroquia se ubica en 1772 y se le adjudica al dominico Camacho Rojas, quien, según recuerdan los habitantes del corregimiento, usó a indígenas para ejecutar la construcción: "la iglesia la hicieron los indios", dicen los niños de la población. La construcción de la capilla se ubica antes que la fundación del corregimiento, el cual se le otorga a Don Agustín Alvarado y Castillo, arzobispo de Santafé en 1775. En 1899 la parroquia de Riachuelo fue añadida a la Vicaría de San Bartolomé por el primer obispo del Socorro: Mons Evaristo Blanco. Si bien en la época de la colonia, Riachuelo -como parroquia- tuvo importancia, con el tiempo los servicios estatales se concentraron en Charalá, cabecera municipal. En el caso de la asignación de sacerdote, desde 1945 hasta el 2013, dependió de Charalá, desde donde iba una vez al mes el párroco a ofrecer el sacramento de la eucaristía.
Las narraciones que los pobladores comparten sobre la iglesia hacen referencia a los túneles que la comunican con El Salto y otros lugares del territorio.
En términos generales, los pobladores sienten que antes su territorio tenía mayor protagonismo. Entre los momentos que recuerdan con felicidad están los años en que las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora estuvieron a cargo de la parroquia y de la casa cural. La llegada de la congregación religiosa en 1984 dinamizó los procesos comunitarios. Siguiendo su vocación de servicio, las Hermanas lideraron varios proyectos, como la creación de una cooperativa y una farmacia. En la actualidad, el liderazgo comunitario sigue siendo impulsado desde el púlpito de la iglesia; desde que el obispo volvió a asignar párroco al corregimiento los diferentes sacerdotes que han acompañado a la comunidad se han caracterizado por hacer de la parroquia y la casa cural un escenario en el cual los habitantes de Riachuelo pueden dialogar, asistir a capacitaciones y compartir entre vecinos.
La relación entre los pobladores y el padre Danilo, actual párroco de Riachuelo, es un ejemplo del papel fundamental que el liderazgo espiritual cumple en la comunidad; cuando se visitó la casa cural siempre se encontraron vecinos de la comunidad desarrollando diferentes actividades: madres de familia en capacitación con entidades estatales y estudiantes realizando actividades de formación con el acompañamiento de sus docentes.
Aunque la información recolectada no es suficiente para hablar de una resignificación de los lugares, después de lo sucedido en tiempos de conflicto armado, sí se evidencia una saturación de narraciones con sentido mítico-religioso, lo cual podría interpretarse como una modalidad de afrontamiento del pasado violento.
Para muchos en la comunidad, es algo de lo cual es mejor no hablar, ¿por qué revivir hechos que causan dolor y discordia? Sin lugar a dudas, la resiliencia demostrada por los habitantes de Riachuelo ha hecho que el trabajo diario y los sueños de un futuro donde su territorio vuelva a ser reconocido como un lugar productivo, mágico, sean su prioridad.
Discusión
De acuerdo con el informe CNMH (2013), las comunidades sufren daños derivados de la violencia definidos como "lesiones y alteraciones producidas en los vínculos y relaciones sociales, en las creencias, costumbres y modos de vivir de las comunidades" (p. 272). El conflicto armado en Colombia no solo ha impactado individualmente a los sujetos, las dinámicas de la violencia han incidido en la modificación de las prácticas culturales, la resignificación de los lugares y el rompimiento de los vínculos, transformando los entramados sociales existentes. Los actores armados en medio del conflicto entendieron que al romper con las estructuras sociales (incluyendo prácticas y creencias que aglutinan) conseguían de forma más rápida y precisa el cumplimiento de sus objetivos.
Las lógicas de la guerra impusieron la desconfianza, el silencio y el aislamiento y deterioraron valores sociales fundamentales como la solidaridad, la participación y la reciprocidad. Estos valores garantizan la seguridad, el desarrollo personal y resultan fundamentales para la convivencia y la cohesión social (CNMH, 2013, p. 274).
Como lo reconoce el CNMH, en el marco de la guerra los diferentes actores armados prohibieron a las comunidades relacionarse y vincularse, afectando los intercambios dentro de los cuales se construyen las identidades grupales y colectivas; teniendo como resultado lo siguiente:
En primer lugar, deja desprovistas a las personas de recursos y relaciones fundamentales para asumir sus vidas y afrontar la adversidad. En segundo lugar, desestructura los tejidos sociales y altera la transmisión de saberes y prácticas de gran significado para las personas y las familias. (2013, p. 275)
Retomando la acepción originaria de la palabra comunidad, Carvajal (2011) reconoce la connotación a lo común, aludiendo a la pertenencia de varios o extensiva a un grupo, no perteneciente al ámbito de lo privado. Hablar de lo comunitario implica reconocer la existencia de un espacio o territorio delimitado en donde "lo común" se desarrolla a partir de las prácticas, símbolos y creencias. Dentro del territorio se gestan relaciones que dan sentido y configuran lo comunitario, ese "algo" que se erige y que da vida a "lo común" se convierte en una columna que sostiene las identidades colectivas y las individuales, pues el sujeto pertenece al territorio. Con el control social sobre los territorios, los actores armados impactan en el desvanecimiento de ese "algo" y reconfiguran las identidades. Esto se da a través del trazo de marcas, la destrucción de lugares y la supresión de lazos, fenómenos que incrementan el señalamiento y la desconfianza entre los habitantes del territorio afectado.
El CNMH (2015) entiende lo colectivo como adscrito a lo comunitario, como:
el entramado social, que permite que las personas se reconozcan en un pasado y una identidad compartida, en algo común. Cuando se confrontan las identidades individuales en una historia compartida, se construye la identidad colectiva y se rearma lo propio que se proyecta hacia lo que empata y coincide con lo del otro; hacia aquello común que uno y otro tienen. (p. 22)
Al anclarse lo comunitario con el territorio, el estudio de este último y las relaciones tejidas dentro de él se convierten en una oportunidad para la recuperación de la memoria colectiva. Memorias que no solamente se pretende retomen los elementos de la violencia, sino también las formas, símbolos, creencias, prácticas, ritos y lugares que dieron vida a la comunidad y al tejer en común, como un recuerdo de hilos entrelazados que con su fortaleza han soportado y continúan luchando por territorios en donde la paz sea la protagonista del pasado y la construcción del porvenir cotidiano y comunitario.
Como se evidenció en los resultados, la reconstrucción de la memoria histórica que los habitantes del corregimiento de Riachuelo hacen sobre el pasado de su territorio y, en particular, de los tres lugares descritos en el presente artículo, se relacionan, en su mayoría, con la dimensión cultural de la memoria; es decir, las identidades culturales en clave territorial se esmeran por identificar los lugares a partir de su valor simbólico, ya sea por su conexión con lo mítico religioso, como es el caso de la cascada El Salto y la iglesia, o por su valor para congregar a la comunidad, para capacitar a los jóvenes y proyectar el futuro, como el Colegio y la iglesia-casa cural.
En el caso de El Salto, la relación de admiración, pero a la vez distancia y respeto muestran cómo los pobladores prefieren no identificar el lugar con los hechos de la violencia. Son cosas que pasaron, muy dolorosas, pero consideran que las historias que deben ser contadas, aquellas que les interesan, tienen más que ver con lo extraordinario del lugar, el cual sueñan convertido en un sitio turístico. La parroquia y la casa cural, como se describió en el apartado anterior, son en la actualidad espacios de capacitación y reunión donde los pobladores encuentran un apoyo en la figura del párroco. La parroquia es un lugar extraordinario, no solo por su valor histórico, además, según algunas narraciones, hay túneles que la conectan con diferentes lugares, entre ellos El Salto.
En el caso del colegio, mediante la observación y los talleres desarrollados en el trabajo de campo se pudo evidenciar una relación de cercanía entre los pobladores, la institución y sus docentes; en la cartografía desarrollada con estudiantes, en varias ocasiones se mencionó cómo el Colegio Nuestra Señora del Rosario era un buen lugar para compartir con los amigos.
Ahora bien, al hablar sobre el pasado y el papel que el colegio tuvo en este, las narraciones que surgen son de tiempos anteriores al período correspondiente a la incursión paramilitar; son historias que narran un pasado lejano en el cual la casa donde ahora funciona la sede bachillerato era una estación de policía, narraciones que dan cuenta de los cambios y diferentes usos que durante el paso de los años se les ha dado a las construcciones antiguas, y recuerdan el esfuerzo con el cual la comunidad, con el apoyo de las Hermanas Franciscanas y de la asociación de cafeteros, logró la fundación del colegio.
Conclusiones
Los tres lugares descritos en el presente artículo, El Salto, el colegio y la iglesia, fueron usados por los paramilitares durante el tiempo que tuvieron control territorial sobre el corregimiento de Riachuelo; por lo cual se supone un antes y después, una resignificación en la configuración de imaginarios, relaciones con el entorno y construcción de narraciones sobre dichos lugares.
Esta hipótesis se puso a prueba en el trabajo de campo desarrollado en el territorio durante 2021 y 2022. Allí se desarrollaron entrevistas y talleres con pobladores de Riachuelo. Luego del análisis de las narraciones recogidas, basado en las categorías diseñadas a priori, se concluye que los pobladores se encuentran adelantando un proceso de superación del pasado violento más que reconstruyendo la memoria del pasado. Para ello se apoyan en las ideas de progreso y el desarrollo de actividades en pro de los intereses de la comunidad. En tal sentido, los pobladores no encuentran productivo hablar del pasado y de lo que ocurrió en el territorio en época de conflicto, más bien prefieren hablar de temas relacionados con el aspecto mágico del territorio, el cual se expuso en apartados anteriores, o de un pasado aún más lejano, como la época en que había estación de policía en el corregimiento o los tiempos de la conquista, cuando los indígenas habitaban el territorio.
Se expone la necesidad de seguir acompañando a la comunidad de Riachuelo y brindar apoyo en los procesos que vienen adelantando sus pobladores con la finalidad de dar a conocer el territorio a partir del reconocimiento de las potencialidades agrícolas, naturales y culturales que posee. Apalancar el surgimiento de iniciativas propias de la comunidad, en las cuales se vincule la reconstrucción de la memoria desde una dimensión histórica que no solo mire hacia el pasado, sino que cobije los proyectos a futuro del territorio, como el sueño de ver convertido a El Salto en un sitio turístico, es una oportunidad para construir una identidad comunitaria basada en el reconocimiento de la belleza del territorio y en la apropiación de sus lugares significativos.
En la actualidad, en el marco de la implementación del Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera (2016), es necesario seguir ejecutando programas de apoyo enfocados en las comunidades rurales, las cuales, como describe el acuerdo "desempeñan un papel protagónico en la definición del mejoramiento de sus condiciones de vida y en la definición del desarrollo del país" (AF, 2016, p. 10).
Para lograr la tan anhelada paz total y salvaguardar el derecho de no repetición el Estado colombiano debe seguir trabajando en pro de la transformación estructural del campo. En el caso de Riachuelo, dos acciones gubernamentales concretas evidenciadas en el transcurso de las visitas de campo al territorio dan cuenta de los apoyos del Gobierno: la construcción de la placa-huella, en el 2022, como mejoramiento a la vía de acceso desde Charalá hacia el centro poblado, y el desarrollo de capacitaciones sobre diferentes temas relacionados con el cultivo y el uso productivo del café. Lograr involucrar a la población en la formulación y ejecución del plan de desarrollo de la región, así como fortalecer el acceso a los servicios básicos, hace parte de los retos que se deben cumplir para lograr una verdadera presencia estatal en el territorio.
Por último, es necesario continuar con las iniciativas de memoria histórica, teniendo en cuenta el derecho de la población a no recordar ni hablar sobre lo acontecido. Establecer procesos de reflexión sobre las historias mítico-religiosas que se tejen y dan significados al territorio, y sobre aquello que los identifica como comunidad, como riachuelanos, puede ser un punto de inicio para sanar y tramitar los hechos violentos cometidos por los paramilitares en el territorio.