SUMARIO:
INTRODUCCIÓN; 1. DE LA RAZÓN INSTRUMENTAL A LA RAZÓN COMPASIVA; 2. OBSTÁCULOS EMOCIONALES PARA INCLUIR AL OTRO; 2.1. LA TEORÍA COGNITIVA DE LA EMOCIÓN DE MARTHA NUSSBAUM; 2.2. OBSTÁCULOS A LA EMOCIÓN: MIEDO, ENVIDIA, VERGÜENZA ORIGINARIA Y ASCO; 3. LA INCORPORACIÓN DE LAS EMOCIONES NO DIRIGE LA MORALIDAD HACIA EL PERNICIOSO RELATIVISMO; 4. CONCLUSIÓN: A REASONABLE "LOVING CITIZEN"; 4.1. EMOCIONES, LEYES Y PRÁCTICA JUDICIAL; 4.2. CONSTITUCIÓN, EMOCIÓN Y GENTE REAL; 4.3. POLÍTICAS PÚBLICAS Y AMOR PARTICULAR; 4.4. FINAL; BIBLIOGRAFÍA.
Introducción
Según la teoría de Habermas, la supervivencia de una sociedad multicultural necesita que sus ciudadanos, incluidos los inmigrantes, puedan compartir una cultura política común, un concepto tomado de Rawls.1 En el marco de los grandes problemas jurídicos y sociales que genera el proceso migratorio, ha quedado claro que la gran mayoría de los inmigrantes quiere integrarse. Como apunta Kymlicka:
Ciertamente están a favor de la reforma de las principales instituciones de la sociedad, para que estas puedan acomodar sus diferencias culturales y reconocer el valor de su herencia cultural. Pero el deseo de estos derechos poliétnicos es un deseo de inclusión coherente con la participación en, y con el compromiso con, las principales instituciones que fundamentan la unidad social.2
La propuesta de Habermas es un republicanismo kantiano dentro de su modelo de "democracia deliberativa", con un concepto de ciudadanía que permita incluir a las personas inmigrantes de distintas procedencias culturales, de manera que sea posible la inclusión del diferente3 sabiendo que es diferente.4 En otras palabras, la deliberación debe: "evitar una marginación de las autocomprensiones del yo y las visiones del mundo de los participantes y asegurar la sensibilidad hermenéutica para un espectro suficientemente amplio de contribuciones. Además, la asunción de una perspectiva de reciprocidad universalizada ("de cada cual", "por todos") exige no solo empatía (Einfühlwng), sino también la intervención en la interpretación de la autocomprensión y la visión del mundo de participantes que tienen que mantenerse abiertos a revisiones de sus autodescripciones y de las descripciones de los extraños (y del lenguaje de las mismas)".5 Volviendo la vista a otras aproximaciones desde la filosofía del derecho, es claro que nuestra Europa multicultural exige un tipo de democracia sustantiva e inclusiva (en la línea de Michelman) o, por otra parte, la propuesta de ciudadanía diferenciada (Kymlicka) necesita también un sentido compartido de finalidad cívica y de solidaridad para que, en definitiva, el espíritu público de los ciudadanos de las democracias liberales no retroceda.6
No se puede aplazar el cultivo en la práctica de determinadas virtudes cívicas,7 como la escucha, el diálogo, la comprensión y la colaboración para el entendimiento del otro,8 si el punto de partida es la premisa de que debemos igual respeto a todas las personas, razas y culturas, como defiende Taylor.9 La estabilidad de las democracias modernas depende no solamente de la acomodación a unos principios de justicia sino del desarrollo de la ciudadanía y de las "virtudes ciudadanas". Esto es, la estabilidad de la democracia necesita, no solo mecanismos procedimentales e institucionales que ayuden a equilibrar los intereses de cada uno, sino un cierto grado de virtud cívica y de espíritu público.10 Cada ciudadano ha de estar comprometido en mantener "alta" la moral de la comunidad, tal como nos enseñaba Ortega y Gasset en España,11 para sostener la esperanza y el entusiasmo en estas sociedades modernas desanimadas, pero no de una manera ficticia, sino con un auténtico compromiso de construir, entre todos, el tipo de sociedad que queremos.
La unidad social no depende solo de "valores compartidos" o de principios de justicia compartidos,12 también requiere de una "identidad compartida" entre todos; y cada vez está más claro que los derechos de las minorías son fundamentales para el futuro de la tradición liberal en todo el mundo, incluidas las minorías raciales.13 Se necesitan esfuerzos institucionales para que personas y grupos cultural y racialmente diferentes se comprometan en objetivos comunes y caminen, desde la tolerancia y el entendimiento, hacia destinos unificados.
Por otra parte, la mayoría de pensadores liberales admite que la ciudadanía, entendida como pertenencia a una comunidad política, no consiste simplemente en un estatus legal, definido por un conjunto de derechos y responsabilidades, sino también "en una identidad, en una expresión de la propia pertenencia a una comunidad política".14 Aunque esta preocupación por la estabilidad de las sociedades liberales es, de acuerdo con Kymlicka, excesiva, no hay ninguna duda de que las sociedades liberales requieren que sus ciudadanos tengan un nivel razonablemente alto de moderación y de solidaridad mutua.15 En cualquier caso, no es suficiente con establecer que, al menos inicialmente, los derechos de las minorias son consistentes con la libertad y la justicia, también es necesario probar que son consistentes con las necesidades a largo plazo de una democracia liberal estable, incluyendo la necesidad de una identidad cívica compartida que pueda mantener el nivel de compromiso, acomodación y sacrificio que las democracias requieren. Sin embargo, algunos críticos consideran que el compromiso liberal con la ciudadanía común refleja una idea excesivamente legalista de ciudadanía que desatiende los aspectos sociales y culturales más amplios de la pertenencia,16 y que el liberalismo debería completarse con una teoría más rica de la motivación humana.17 No hay nada de malo en cultivar la motivación emocional para dirigir mejor la acción y, como escribe Nussbaum: "loving citizens are likely to be much more resourceful in action".18
Sobre la base de una razón compasiva, y dada la relación entre las emociones y el fuerte sentido de identidad de los individuos y grupos, sostengo que un requisito esencial para el desarrollo de la solidaridad y de un sentido de virtud cívica y para avanzar en los procesos de reconocimiento de identidades compartidas, es eliminar las barreras emocionales para incluir al otro, barreras que, en gran medida, se definen por las instituciones, que deben fomentar las emociones apropiadas para alcanzar una cultura pública de la igualdad. Sobre la base de la teoría cognitiva de la emoción de Nussbaum necesitamos proyectos políticos idóneos para controlar los efectos dañinos del miedo, la envidia, la vergüenza y el asco; estos son los principales obstáculos para el crecimiento de la compasión y el potencial normativo del amor, incluso en democracias estables. Este daño puede observarse en la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos relativa al asco hacia algunos grupos raciales (v. gr., judíos apestosos), la "vergüenza negra" o la envidia o el odio racial. En rigor, la compasión civil debería ser fortalecida y la propensión a las prácticas horribles de repugnancia proyectiva minimizadas a través de proyectos civiles de muchos tipos.
La incorporación de la emoción, sin embargo, no transforma la moralidad en relativismo pernicioso. Por ejemplo, si estamos de acuerdo en que "el racismo es malo", entonces tenemos que actuar en consecuencia, no solo desde un punto de vista jurídico, sino también político y cultural, porque la igualdad no es solo una cuestión de buenas leyes y políticas. Al mismo tiempo que sabemos cómo proteger los derechos de las minorías en la ley (con la esperanza de que esto influirá en otras emociones públicas hacia ellos), deberíamos preocuparnos de conformar un clima emocional que pueda apoyar y sostener la elaboración de buenas leyes e instituciones. Aquí disponemos de un instrumento para atacar el individualismo liberal y la adoración al interés propio: lo que mantiene a la gente unida debe ser más fuerte que el egoísmo. Por otra parte, los riesgos que resultan de una emoción individualista serán controlados por la regla de derecho y por medio de una fuerte cultura crítica.
Por todo ello, no puede demorarse más el desarrollo de proyectos institucionales que eleven efectivamente el nivel de solidaridad mutua para avanzar en los procesos de reconocimiento de identidades compartidas entre grupos cultural y racialmente distintos. Uno de esos proyectos, creo yo, debe dirigirse hacia la eliminación de obstáculos emocionales para la aceptación del otro, como defiendo en este trabajo. Y esta eliminación es un requisito previo para elevar el nivel de solidaridad mutua y avanzar en los procesos de reconocimiento de identidades compartidas. La cohesión social en relación con la integración del "diferente" no se conseguirá si no se destina una parte del presupuesto público a minimizar los efectos de emociones dañinas tales como el miedo, la envidia, la vergüenza y el asco hacia los que son de una raza, religión, cultura o nacionalidad diversa de la de cada uno.
1. De la razón instrumental a la razón compasiva
La facultad en que la Ilustración confió para liberar a los hombres de poderes extraños, realizando su aspiración a la felicidad no solo fracasó en la empresa, sino que la hizo inviable.19 La razón había llegado a convertirse en un adversario para el ser humano porque, al hilo del cambio social, solo parecía habérsele encomendado la tarea racionalizadora en el sentido de Weber; y, sin embargo, estaba y está también llamada a otras empresas, tales como eliminar el sufrimiento y fomentar la felicidad concreta.20 Continuando con la herencia de la Escuela, necesitamos(tema permanente de la tradición occidental), una razón íntegramente humana "que pierde todo norte si no hunde sus raíces en el sentimiento".21 La teoría crítica ha puesto de manifiesto el agotamiento de la razón desemocionada e insensible. Por otra parte, la teoría se sabe inmersa en la praxis.22 El interés práctico, que guía a las ciencias histórico-hermenéuticas, es interés no por dominar, sino por comprender el sentido; mientras que el emancipatorio se cifra en la liberación. Por lo demás, una teoría crítica no tiene sentido sino como reflexión transformadora, que sugiere desde su mismo seno lo que debe ser.
Sabiéndonos en el camino hacia una razón compasiva y sentimental, al relacionar la teoría crítica con las exigencias de una sociedad democrática intercultural, salta a la vista que un elemento esencial para avanzar en lo que nos une más que en lo que nos separa es la eliminación de los obstáculos emocionales para aceptar al otro. Avanzar hacia identidades compartidas supone avanzar en la extensión de la compasión y del amor, y las instituciones dan forma a la compasión que aprenden los ciudadanos, y dirigen el objeto hacia el que se dirige esa compasión.23 Por otra parte, la estabilidad de las democracias modernas depende no solamente de la acomodación a unos principios de justicia, sino del grado en que sus ciudadanos se comprometen con el ejercicio de su ciudadanía y del nivel de desarrollo en la práctica de una ciudadanía virtuosa. Como expresaba Kymlicka:
En todo el mundo, los recientes acontecimientos y tendencias políticas (la creciente apatía de los votantes y la prolongada dependencia del bienestar en los Estados Unidos, las tensiones creadas en la Europa Occidental por la creciente población multicultural y multirracial, el paulatino desmoronamiento del Estado del bienestar en la Inglaterra de Thatcher, el fracaso de las políticas ambientales basadas en la cooperación voluntaria de los ciudadanos, etcétera) han dejado claro que la salud y la estabilidad de las democracias modernas no solo depende de la justicia de sus instituciones básicas, sino también de las cualidades y actitudes de sus ciudadanos; es decir, de su sentimiento de identidad y de cómo consideran a otras formas de identidad nacional, regional, étnica o religiosa que potencialmente pueden competir con la suya; de su capacidad de tolerar y de trabajar con personas distintas de ellos; de su deseo de participar en el proceso político para promover el bien público y de apoyar a las autoridades políticas responsables; de su voluntad de demostrar comedimiento y de asumir su responsabilidad personal en sus exigencias económicas, así como en las elecciones personales que afecten a su salud y al entorno; y de su sentido de justicia y de su compromiso con una distribución equitativa de los recursos.24
Sin ciudadanos que posean cualidades para conseguir lo anterior, "la capacidad de progreso de las sociedades democráticas disminuye progresivamente".25
2. Obstáculos emocionles para incluir al otro
2.1. La teoría cognitiva de la emoción de Martha Nussbaum
Dada la cercana relación entre las emociones y el sentimiento fuerte de identidad de personas y grupos, un factor muy importante para contribuir a desarrollar el sentimiento de virtud cívica y de solidaridad es la eliminación de los obstáculos emocionales para admitir al otro. Las circunstancias en las que se aprende la compasión suelen ser aquellas en las que se jerarquiza y divide a los seres humanos, y los factores emocionales suelen estar bien asentados como para que sea fácil erradicarlos. De ahí la importancia de dirigir institucionalmente la eliminación de obstáculos emocionales para incluir al diferente.26
Al considerar las emociones como evaluaciones eudaimonistas, Nussbaum presenta un yo como constituido, al menos en parte, por sus compromisos evaluativos con áreas del mundo que están fuera de él. Esta presentación nos muestra que hay una bifurcación en las emociones: a) algunas expanden las fronteras del yo, representándolo como compuesto en parte por apegos intensos a cosas y a personas independientes, siendo el amor y la aflicción paradigmas de tales emociones;27 b) por otro lado, algunas emociones tienden más bien a establecer fronteras bien demarcadas en torno al yo, aislándolo de cualquier contaminación procedente de objetos externos. Es el caso de las emociones del asco y de la vergüenza. Como escribe Nussbaum:
El asco es paradigmático de este tipo de emociones. Bien es verdad que hace juicios evaluativos sobre la importancia de objetos incontrolados para el propio florecimiento to de la persona, pero tales juicios son generalmente negativos y el proyecto del asco es mantener aquellos objetos a raya. Así, el asco puede considerarse una emoción propia de un estoicismo malogrado y angustiado: la persona que lo siente no deja de preocuparse por la mortalidad y por su cuerpo, pero trata con todas sus fuerzas de alcanzar una condición imperturbable. La vergüenza intensa y excesiva que he considerado patológica se hace partícipe también de esa tendencia de ciertas emociones a delimitar fronteras: aunque contiene un reconocimiento de la debilidad y la insuficiencia del yo, desea esconderlas y restablecer una situación de control omnipotente sobre los objetos. Como el asco, contiene el juicio de que la debilidad y la necesidad son males y que hay que mantenerlas alejadas del yo. Y [...] la vergüenza y el asco suelen asociarse al odio que busca la destrucción absoluta del objeto que se tiene por amenazante.28
Admitida la compasión como valor que debe fomentar una sociedad democrática intercultural, y siguiendo la teoría neoestoica de Nussbaum sobre la emoción, lo que corresponde no es aceptar todos y cada uno de los tipos de compasión posibles sino admitir la compasión dentro de los límites de la razón, aquella cuyos requisitos cognitivos sean: a) gravedad: una creencia o evaluación de que el sufrimiento es grave, pues en la propia emoción está implícita una concepción del florecimiento humano y de cuáles son los principales trances en que se puede encontrar la vida humana; b) creencia de que la persona no merece ese sufrimiento; como apunta Aristóteles, tal sufrimiento inmerecido apela a nuestro sentido de la injusticia. Por esta razón, es más probable que se experimente esta emoción hacia aquellas personas que en general se consideran buenas, pues entonces será más fácil creer que no merecen las cosas malas que les acontecen. Así, pues, la compasión requiere establecer una noción de responsabilidad y de culpa;29 c) juicio de posibilidades parecidas: es la creencia según la cual las posibilidades de la persona que experimenta la emoción son parecidas a las del que padece el sufrimiento. Este juicio requiere una demarcación: ¿qué criaturas estoy dispuesto a considerar que comparten posibilidades conmigo y cuáles no?30 Y aquí llegamos a un lugar donde los aprendizajes sociales y familiares desempeñan un papel muy poderoso, y los errores pueden ocurrir con facilidad, pues los seres que con mayor probabilidad serán vistos como parecidos a uno mismo o a las personas que se quiere serán seguramente aquellos que compartan nuestra forma de vida, aquellos a quienes la sociedad ha marcado como similares. Y como las barreras sociales -o de clase, religión, etnia, género u orientación sexual- se muestran recalcitrantes al ejercicio de la imaginación y esta contumacia obstaculiza la emoción,31 sería deseable contar, dentro de sociedades democráticas interculturales, con políticas públicas que impulsaran las posibilidades de conocer y comprender al otro distinto, para poder formular respecto de él un juicio de posibilidades parecidas obteniendo claridad sobre el significado del sufrimiento para la vida de la otra persona para, así, poder compadecerle.32
¿Pero de verdad es esta una cuestión de limitaciones de la comprensión? Comparto con Nussbaum que es el juicio eudaimonista, y no el juicio de las posibilidades parecidas, lo que es un componente necesario de la compasión. Esto es, para que se despierte la compasión se debe considerar el sufrimiento de otra persona como una parte significativa del propio esquema de objetivos y metas. En efecto, quien se compadece se hace vulnerable en la persona del otro, no obstante lo cual, cierto es que imaginarse las posibilidades parecidas a las propias ayuda a extender la propia imaginación eudaimonista.33 En definitiva, lo importante es la vulnerabilidad compartida ante el dolor.34 El provecho propio en sí, mediante el pensamiento de la vulnerabilidad compartida, promueve la selección de principios que eleven los niveles mínimos de la sociedad.35 El reconocimiento de la afinidad en la vulnerabilidad es, entonces, lo que crea la diferencia entre ver a individuos de otra raza como seres cuyos sufrimientos importan y verlos como objetos distantes cuyas experiencias no tienen nada que ver con la vida propia. Y sospecho que las diferentes formas de individualismo que muestran las sociedades actuales no ayudan demasiado en la tarea de pensar en los demás.
El juicio de posibilidades parecidas es, precisamente, el que explica por qué es tan frecuente que quienes no desean revelar compasión alguna y quieren enseñar a los demás a imitarlos retratan a los que sufren como criaturas de un tipo completamente diferente y con posibilidades también del todo distintas.36 En La destrucción de los judíos europeos, Raoul Hilberg muestra el grado de penetración en el discurso nazi sobre los judíos, en relación con su asesinato, de los rasgos no humanos: eran representados como animales de una especie lejana, como insectos o alimañas, o como objetos inanimados, "mercancía" que había de ser transportada. (También el asco contribuyó a este proyecto separando tajantemente a los que sufrían de sus torturadores).37 Este juicio de diferentes posibilidades aparece no solo en la literatura sino en sentencias de Tribunales Supremos (ellos, no yo, son animales; ellos, no yo, huelen mal, etc.). Por ejemplo, en la sentencia de 23 de julio de 2009, de la Audiencia Provincial de Barcelona, que condenó a los que dirigían la Librería Kalki de la capital condal, por diversos delitos, entre ellos la difusión de ideas genocidas. Entre los libros que Kalki vendía y distribuía estaban: The International Jew. A world problem, de Henry Ford, tercera edición revisada y corregida por edición Guillermo Rodríguez Ruiz, de Pensar Editores Colombia, que decía literalmente en la página 358, líneas 5 a 12 ambas incluidas:
...obligando a nuestra juventud a tararear los cantos salvajes de los negros. Contestación: 'el jazz' es hechura judía. Lo insípido, lo viscoso, lo contrahecho, el sensualismo animal: todo es de origen judío. Chillidos de monos, gruñidos de la selva virgen, y voces de bestia en celo, se combinan con algunas notas semimusicales y de esta forma el espíritu genuinamente judío penetra en las familias que en otros tiempos habrían repugnado indignadas tan estrafalarias costumbres.
Más tarde, la sentencia 259/2011 del Tribunal Supremo español, de 12 de abril (Sala Penal, Sección Primera), resolvió el recurso legal 1172/2010 y absolvió a los acusados de los cargos por los que habían sido condenados. Esta sentencia tenía un voto en contra de Andrés Martínez Arrieta que, aparte de otras razones, discrepó porque en los hechos probados, había frases que provocaban directamente odio hacia otras razas y justificaban el genocidio. Por ejemplo: "Los judíos son una raza pestilente, leprosa y públicamente peligrosa que merecen ser arrancados de raíz y destruidos antes incluso de su nacimiento".
Asimismo, hay una serie de decisiones del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que muestran acusaciones de fétidos y hediondos a los judíos en algunos comportamientos genocidas. Entre otras, la famosa sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (Sección Tercera), de 5 de marzo de 2013, Varela Geis contra España, acerca de la Librería Europa acusada de delito de defensa de ideas o doctrinas que justifican el genocidio. La sentencia 235/2007, de 7 de noviembre, del Tribunal Constitucional español, había condenado a los demandantes no solo por la negación del Holocausto, sino porque su conducta constituía incitación a la discriminación y al odio contra los judíos que "debían ser eliminados como ratas". El librero reclamó ante el Tribunal Europeo argumentando que su condena por el delito de justificación del genocidio violó sus derechos a la libertad de pensamiento y de expresión. El Tribunal Europeo ha condenado recientemente al Estado español a pagar al demandante 8.000 euros por concepto de daños morales y 5.000 de gastos y costas. En la descripción de los hechos, la sentencia europea declara:
De los anteriores libros, fueron incautados 17, 16 y 275 ejemplares. Los libros titulados Informe Leuchter, fin de una mentira sobre el holocausto judío, El judío internacional, El mito del siglo XX, La política racial nacionalsocialista, Nosotros los racistas, El antisemitismo actual, de los que se ocuparon 16 ejemplares, 117 ejemplares, 21 ejemplares, 308 ejemplares, 22 ejemplares y 255 ejemplares respectivamente, que se hallaban a la venta al público en la citada librería Europa, contienen análogas afirmaciones y valoraciones. Asimismo, todos los videos incautados contienen inequívocas referencias textuales a la raza judía como grupo étnico al que hay que eliminar, destacando entre ellas la cinta titulada El judío errante, en la que se compara a dicha raza con las ratas, propagadoras de enfermedades por todo el mundo y a las que hay que exterminar sin contemplaciones.
2.2. Obstáculos a la emoción: miedo, envidia, vergüenza originaria y asco
Los otros deben ser respetados, pero respetados en su alteridad, de modo que puedan ser incluidos en la comunidad y sentirse parte de la misma. Habermas recoge la sugerencia del comunitarismo de que el Estado no puede ser neutral de cara a integrar a las distintas comunidades y a su sensibilidad frente a la diversidad e integridad de diferentes formas de vida coexistiendo en una sociedad, y escribe: "El respeto recíproco e igual para todos exigido por el universalismo sensible a las diferencias quiere una inclusión no niveladora y no confiscadora del otro en su alteridad".38
Es difícil desarrollar relaciones de reconocimiento mutuo entre los que son diferentes. Entre ellos suele haber emociones dañinas que impiden el desarrollo de la compasión civil. En realidad, hay muchos obstáculos para el desarrollo de la compasión y hay venenos insidiosos inherentes al potencial normativo de amor.39 Siguiendo la teoría cognitiva de la emoción de Nussbaum, hay que destacar el miedo, la envidia, la vergüenza y el asco.40 Es importante entender estos obstáculos lo más posible, a fin de que podamos imaginar estrategias políticas adecuadas para minimizar los efectos lamentables de los mismos. Necesitamos proyectos políticos encaminados a contener los daños que estas emociones comúnmente ocasionan, incluso en las democracias básicamente estables41 pues, como afirma Nussbaum:
With such an understanding, leaders can prepare a much more efficient defense, strengthening specific vulnerable areas, rather than spreading resources around haphazardly. Of course, law is crucial. Laws and institutions protect us against the damage of bad civil passions, and law often precedes and guides the creation of decent sentiments. We certainly don't want to wait until most people love each other before we protect the civil rights of the vulnerable.42
Veamos estos obstáculos detenidamente:
Miedo: el miedo está en todas partes, para lo bueno y para lo malo, y las sociedades pueden darle forma de muchos modos. El miedo es útil; en rigor, es necesario.43 Es también una forma de conciencia elevada pero con un marco muy estrecho: el propio cuerpo y, acaso por extensión, la propia vida y las personas y cosas conectadas con ella. Es provocado por mecanismos que tienen sus raíces en una verdadera utilidad evolutiva, pero esta profundidad lo hace reacio al aprendizaje y al pensamiento moral. Por ello, aunque puede llegar a ser razonable, siendo una buena guía de lo que razonablemente tememos para elaborar leyes, suele ser excesivamente estrecho. Debido a la tendencia al intenso autoenfoque que deriva de sus orígenes biológicos, el miedo a menudo bloquea poderosamente el pensamiento haciendo difícil pensar sobre algo distinto a uno mismo y su círculo inmediato.44 Nuestras reacciones de miedo pueden ser manipuladas de muchas maneras. En particular, la gente puede aprender a temer, por asociación, a aquellos grupos cuya cultura se asocia con el sigilo o la clandestinidad, o con ser astutos o sinuosos, estereotipos que a menudo se utilizan para demonizar a grupos minoritarios.45 Cierto es que hemos de aprender de nuestra sociedad qué es útil y qué perjudicial en modos que van mucho más allá de la biología evolutiva, para atar nuestras reacciones de miedo a esa concepción pero, aunque en toda sociedad política y retórica trabajan en las ideas de lo que es peligroso, cierto es también que la percepción del peligro "se construye", a veces donde no existe,46 y se utiliza en ocasiones como instrumento de control social. Por otra parte, no hay ninguna duda de que la mayor parte de las sentencias sobre inmigración y derecho de asilo de los tribunales europeos contienen la palabra "miedo".
En consecuencia, una cultura pública que quiere fomentar la compasión extendida tiene que pensar sobre limitar y dirigir correctamente el miedo, porque una vez que se pone en marcha, es muy probable que el bien de los demás se desvanezca en el fondo.47 La fuerza del miedo es centrífuga, esto es, disipa toda la potencial energía que dimana de la unión de la gente. Por otra parte, lo que digan y hagan los líderes puede contribuir sobremanera a la unión de las personas en torno a un proyecto común48. Nussbaum pone muchos ejemplos, tales como los discursos de Winston Churchill49 o la arquitectura urbana.50
Envidia: a diferencia de lo que sucedía con el absolutismo, la propuesta liberal estimula la envidia, y puede incluso llegar a amenazar la justicia.51 La envidia es una emoción dolorosa que se centra en la buena fortuna o ventajas de los demás por comparación a las propias. Las cosas buenas de los otros deben ser vistas como importantes no de alguna manera abstracta o distante, sino para uno mismo, o para el núcleo del sentimiento de bienestar de uno mismo. Por lo general, la envidia implica algún tipo de hostilidad hacia el rival afortunado, y por tanto crea animosidad y tensión en el seno de la sociedad y esto puede en última instancia evitar que la sociedad alcance algunas de sus metas. Constituye una experiencia común y una causa probable de angustia social.52 Por lo que aquí interesa, se ha definido el objeto de la envidia como la "superioridad" o "no inferioridad" respecto a un grupo de referencia o individuo.53 La envidia es diferente y mucho peor que la emulación y el resentimiento.54
Si pensamos ahora en la sociedad, Rawls sostiene que una sociedad inspirada en sus dos principios de justicia todavía tendrá envidia hostil, pero que sus daños no serán intolerablemente grandes. Diversos factores de la condición psicológica y social de la gente contribuyen, en la sociedad rawlsiana, a reducir la sensación de inseguridad y a hacer las diferencias posicionales menos salientes. La visibilidad de las diferencias también disminuye por la variedad de organizaciones y ocupaciones que comprende la sociedad. Por último, la existencia de competencia a lo largo de una serie de dimensiones ofrece muchas alternativas constructivas a la envidia.55 La sociedad imaginada por Nussbaum es similar a la de Rawls: mucho ha de ser hecho por las leyes e instituciones que conforman los derechos básicos seguros para todos, y por los sistemas educativos y económicos que hacen que las personas sientan que tienen alternativas constructivas. La estructura institucional ha de admitir la emulación y la coherencia sin que se creen sentimientos de desesperanza o impotencia que pudieran paralizar el esfuerzo.56 La envidia se ve enorme y obviamente influida por el esquema público de justicia, así como por los mensajes que este envía a las personas con relación a sus derechos básicos. Es de esperar que una sociedad que enseña a todos sus ciudadanos que tienen derecho a todo lo que aparece en la lista de capacidades de Nussbaum, y que se comporta adecuadamente en lo que se refiere a sus garantías, dé lugar a una cantidad relativamente menor de envidia, por lo menos en lo que atañe a esas cosas y lo que hace falta para sostenerlas. En cuanto a las desigualdades que siguen existiendo, en la medida en que (con razón o sin ella) hayan sido definidas como menos importantes para el propio florecimiento, o con menos potencialidad trágica, serán menos propensas a convertirse en objetos de envidia, puesto que la envidia requiere la idea de que el objeto disfrutado por otro está cargado de un valor significativo.57
Pero la sociedad que imaginamos no valora solo el dinero. Su cultura política envía el mensaje de que muchos tipos de logros humanos valen la pena: la amistad, la expresión literaria y artística, el trabajo por la justicia social y muchos más. En una sociedad que valora una amplia gama de tipos de logro constructivo, no habrá clasificación lineal, y la gente puede enorgullecerse de una gran variedad de vida. En esa medida, la envidia hostil se ve disminuida.58 Pero todavía puede hacerse algo más para reducir la envidia, puesto que esta ataca la compasión de dos modos: estrechando el círculo de interés y estimulando al juicio eudaimonista a focalizarse en uno mismo o su grupo, e inhibiendo el juicio de posibilidades parecidas y la empatía que provechosamente lo acompaña, sugiriendo que el envidiado es "el otro" o "el enemigo".59 Lo que necesitamos es, entonces, un sentido de "destino común" o "tarea común". Como escribe Nussbaum:
What we need as an antidote, then, is a sense of a common fate, and a friendship that draws the advantaged and less advantaged into a single group, with a common task before it. Such friends should sense that the different groups are allies in the struggle, rather than adversaries. In a small homogeneous society, this sense of common fate can develop on its own, as a result of networks of connection and personal knowledge.60
La gente olvida sus diferencias cuando se rebela frente a un desafío hostil. Del mismo modo, en las naciones jóvenes, los ciudadanos con frecuencia construyen la amistad desde su historia de opresión: la memoria del sufrimiento común les da un propósito común. En rigor, a uno le gustaría tener estrategias para el desarrollo de la amistad civil sin necesidad de líderes.61 Para ilustrar la amplia gama de dispositivos pacíficos que una nación puede utilizar, Nussbaum elige dos ejemplos de la retórica y el teatro político: el discurso del "Second Bill of Rights" de Franklin Delano Roosevelt62 y el uso del estilo personal de vida de Gandhi para alterar el comportamiento de las élites, líderes que dieron cohesión a sus sociedades a través de las ideas rectoras de "trabajo en común", de "esfuerzo común" y de "buena voluntad".63 Después, Nussbaum gira hacia un tipo diferente de caso, la creación del Central Park en Nueva York por Frederick Law Olmsted como "el Parque de la Gente", que puede dar forma al sentido que tiene la gente acerca de sus interacciones con otros,64 al configurarse como un parque público y humano.65 En cualquier caso, el corazón del problema político de la envidia es la hostilidad intergrupal y el faccionalismo que alienta y fortalece, por lo que se necesitan esfuerzos, aunque sea retóricos, para fortalecer el espíritu de amistad cívica y esfuerzo común.66
Vergüenza orginaña: la vergüenza es una emoción poderosa y dolorosa que responde al propio fallo de uno mismo en exhibir alguna característica deseable. A pesar de que es una experiencia humana universal, la vergüenza apunta a unas personas y grupos más bien que a otros. Goffman identifica tres tipos de estigma: el estigma de los rasgos de carácter, el estigma físico, y el estigma de la identidad del grupo. Atiende a la variedad de estrategias que los individuos estigmatizados utilizan para lidiar con el rechazo de los demás y las complejas imágenes de sí mismos que proyectan a los demás.67 Toda sociedad posee su lista de grupos estigmatizados y, en cierta medida, estos varían de una sociedad a otra pero, entre otros grupos, las minorías raciales y étnicas son miembros constantes de todos los grupos.68
Típicamente, en cada uno de estos casos, el grupo dominante se caracteriza como "normal" y el grupo divergente como algo vergonzoso, y pide a sus miembros que se avergüencen de quienes son y de lo que son. Teniendo en cuenta que los miembros del grupo dominante están generalmente ocultando algo que la sociedad considera vergonzoso, o están ansiosos sobre la posibilidad de llegar a tener ese rasgo, el infligir vergüenza sobre otros transmite una sensación de alivio psicológico, manteniendo la vergüenza a raya y reforzando el sentido de que no hay nada malo en uno.69 De este modo, las minorías estigmatizadas con frecuencia sienten intensamente lo que los grupos dominantes les infligen, incluso si piensan que no hay nada vergonzoso en ser ellos mismos.
Por otro lado, algunas personas no logran internalizar el significado de lo que es bueno para la sociedad en la que viven, a veces debido a la falta de educación o de afecto o a problemas de adaptación cultural, diversas dificultades en la vida, infancias difíciles y muchas otras causas. Las religiones pueden ayudar mucho en este sentido. Ayudan a fijar algunas certezas acerca de lo que está bien y lo que está mal y, por tanto, contribuyen a forjar identidades más fuertes en los miembros de esa sociedad.
En parte, esa transferencia de vergüenza resulta del simple poder de la cultura, y en parte del hecho de que el grupo dominante crea para las minorías condiciones que son verdaderamente humillantes y constituyen una ofensa contra su dignidad, por lo que sienten vergüenza acerca de esas condiciones que pueden fácilmente extenderse hasta incluir la identidad misma. Incluso cuando esto no sucede (es decir, incluso cuando la ira justificada contra la injusticia y un sentido interno de su dignidad preserva a las minorías del autodesprecio), sus vidas pueden estar todavía llenas de vergüenza dirigida hacia las condiciones externas de su vida con los demás.70 Claro, esto es un problema para que miembros de colectivos no estigmatizados (o estigmatizados por otras causas) se relacionen con otros que sí lo están, pues estos últimos tenderán a proyectar sobre aquellos su sentimiento de autodesprecio, y de este modo pueden forjarse situaciones y comportamientos injustos hacia los miembros del colectivo no estigmatizado y, en todo caso, tendrán lugar frecuentes malentendidos. Por decirlo gráficamente: "pagarán justos por pecadores". El falso autoconcepto de los miembros del colectivo estigmatizado y su estropeado sentido del "yo" harán que la presunta "dignidad" se torne en soberbia, la honra en jactancia y el pundonor en engreimiento y fanfarroneen como consecuencia de las complejas imágenes de sí mismos que los miembros del grupo no estigmatizado proyectan sobre ellos.71
En este punto se hace visible que la humillación es la cara pública activa de la vergüenza. La combinación de publicidad y hostilidad es una invitación para convertir la vergüenza en humillación.72 Pero ¿por qué se utiliza la vergüenza para crear hostilidad? Porque es omnipresente y, sobre todo, porque puede dar lugar a estrategias de protección, igual que el asco ("Ellos, no nosotros, son los que huelen mal o los que se asemejan a animales"). Si el grupo dominante puede imponer con éxito una norma social acerca de lo que es "normal" y marcar a otro grupo menos poderoso con la marca de bochornoso, logrará protegerse a sí mismo de la dolorosa experiencia de enfrentarse a sus propias insuficiencias.73 La psicología encuentra los orígenes de la vergüenza, junto con los del miedo, en la infancia temprana. Parece responder al abrumador sentimiento de indefensión y a la experiencia de la ausencia de omnipotencia e integridad y de los medios para proveer lo que necesitan los bebés en algunos momentos. La vergüenza sería el resultado de lo que Nussbaum denomina "el defecto narcisista".74
Algunas personas continúan demandando toda la vida el tipo de control narcisista y la necesidad de sentirse especiales que tienen los bebés por un tiempo. Otras renuncian a esta demanda en favor de la reciprocidad que, junto al desarrollo de la competencia personal, reduce ostensiblemente la motivación para hacer esclavos a los demás aunque, como bien recuerda Nussbaum, la vergüenza infantil nunca abandona por completo a todo ser humano "que no sea estúpido", pues la vergüenza acerca de nuestra propia impotencia vendría a ser una respuesta racional a cómo son, efectivamente, las cosas.75
En términos del análisis nussbaumiano de la compasión, la vergüenza y avergonzar fractura: a) el juicio eudaimonista, colocando, de modo duradero, a algunas personas en el propio círculo de preocupación y a otras en otro distinto; b) el juicio de posibilidades parecidas, y c) la experiencia de la empatía. Puede también afectar al juicio de seriedad y de no ser una persona defectuosa: cuando algo malo pasa al grupo avergonzado, el grupo dominante cree que es menos malo si ve a sus miembros como quasi animales, y son más propensos a creer que esa mala suerte es exactamente lo que estas personas merecen. Por eso, muchas exclusiones horribles y grotescas y muchos crímenes contra las minorías ni siquiera son reconocidos como tales.76
La vergüenza impide la compasión de varias maneras: a) Divide a la gente en grupos mutuamente hostiles; b) afecta profundamente al sentido de uno mismo acerca de las personas, pues confiere al avergonzado lo que Goffman denomina una "identidad deteriorada", un estado disminuido que es muy probable que psicológicamente sea sentido como una falta completa de autoestima. Pero incluso cuando la psique de la persona avergonzada puede protegerse a sí misma, no hay duda de que su identidad social constituirá un estado de base humillado.77 Esta falta de autoestima, como puede observarse en algunas aproximaciones de género, tiene muchas consecuencias.78
La vergüenza social omnipresente y deplorable de las minorías puede ser explicada como una consecuencia de la ansiedad social. Si, como parece cierto, todos somos en cierta añoranza grados para una condición ideal de integridad y completitud que nunca alcanzamos y, en consecuencia, vivimos avergonzados de nuestra vulnerabilidad, esto ayuda a explicar por qué la mayoría de las sociedades estigmatizan el envejecimiento y las personas con discapacidades mentales y físicas, y por qué la estigmatización de otras minorías a menudo implica la imputación a las mismas de un carácter hiperanimal.79
La aceptación incondicional sugiere que reconozco y critico mis errores pero sin considerarme despreciable y, por tanto, indigno. Mi dignidad no está en juego. Una cosa es aceptar que tengo que cambiar porque me equivoqué y otra despreciarme a mí mismo como ser humano. La sana crítica viene del amor propio y no del autodesprecio. Hay una tendencia a que los miembros de los grupos con baja autoestima, por haber experimentado el sentirse con frecuencia objetos de lástima, se autocritiquen desde el odio a sí mismos, porque su fuerte sentido de la identidad, del "yo", se debilita.80 Como explica Habermas, la vergüenza, el auto-castigo y la sanción interiorizada no pueden explicarse racionalmente, esa es la razón por la cual son tan graves:
La reserva interior frente a normas reconocidas se hace imposible tan pronto como las faltas contra las normas ya no son castigadas por medios impuestos exteriormente, sino mediante sanciones interiorizadas, es decir, mediante los sentimientos de vergüenza o culpa. Este intento de explicación, sin embargo, fracasa prima facie ante la dificultad de explicar en términos de racionalidad instrumental los sentimientos de autocastigo. No puede haber ningún motivo racional semejante para "tener que querer" esta suerte de sanciones interiorizadas. Bastan razones conceptuales para ver que no puede ser "racional para mí" tomarse en serio una mala conciencia sin cuestionarla ulteriormente y, al mismo tiempo, convertirla en objeto de una reflexión práctica, esto es, de hecho cuestionarla. En la medida que actuamos moralmente, lo hacemos porque consideramos algo como justo o bueno, no porque deseemos evitar las sanciones internas. Calificamos como "interiorizadas" precisamente aquellas sanciones que hemos hecho nuestras. El hacer propias por sí solo no se puede explicar en términos de la racionalidad instrumental, en cualquier caso no desde la perspectiva del afectado: para él no es ya racional lo que sea funcional para la regulación de la comunidad en su conjunto.81
Aunque la vergüenza y la culpa son similares en algunos aspectos, pues ambas son dolorosas emociones dirigidas hacia uno mismo, la vergüenza es mucho peor que la culpa ya que esta se refiere al hacer (actos) y la vergüenza al ser (rasgos). Un acto no se puede deshacer pero sí disculpar o perdonar. Lo que uno siente que es, siempre por debajo de un ideal deseado, solo se puede esconder pero no reparar. La culpa sugiere que "se ha obrado mal", la vergüenza que "se es inferior", que uno se queda corto frente a un ideal deseado. Mientras que la culpa sugiere un futuro constructivo, la vergüenza no suele ofrecer consejo constructivo alguno.82
Existe, sin embargo, un aspecto positivo en la vergüenza en la vida social cuando no divide ni estigmatiza a las personas sino que las estimula a alcanzar mayores logros: autocrítica, autosuperación, etc... Es probable que la vergüenza constructiva se dirija hacia uno mismo y sea parte de un proyecto de mejoramiento de uno mismo. Es probable que la vergüenza sea sana cuando es colectiva, como por ejemplo cuando una sociedad se avergüenza de sus peores rasgos tales como el sexismo y el racismo (y su tendencia a avergonzar y a degradar a otros siendo indiferente a su sufrimiento). Mucho más a menudo, sin embargo, la vergüenza fractura la unidad social haciendo que la sociedad pierda lo que serían valiosísimas aportaciones a la misma por parte de los avergonzados,83 pero ello puede contrarrestarse por medio de una gran cantidad de medidas, tanto institucionales como retóricas, de integración. Como escribe Nussbaum: "Muchos de los daños de la vergüenza originaria se encuentran en efecto muy dentro, en la historia temprana de los niños; pero también muchos de ellos pueden verse por lo menos mitigados por políticas sociales que afronten la debilidad y las dolencias humanas".84
El Derecho es obviamente de una importancia crucial en la reducción de los daños y perjuicios de la vergüenza. Cuando la sociedad establece que todos los ciudadanos tienen los mismos derechos y pone energía en hacer efectiva la igualdad, los efectos perniciosos de la vergüenza se aminoran. Y como resalta Nussbaum, todas las sociedades pueden hacer mucho para abrir espacios en los que los grupos anteriormente avergonzados puedan aparecer en público con plena dignidad. Aún así, es probable que la dinámica nociva de la vergüenza social persista incluso en un mundo de igualdad de derechos, amenazando los buenos principios políticos y su sustento emocional.85
Nos corresponde, entonces, preguntarnos qué pasos puede tomar la cultura pública para mitigar la vergüenza e impedir la humillación. Entre las buenas medidas por adoptar pueden citarse innumerables ejemplos, tales como la legislación protectora de personas con discapacidad o de las personas mayores, o todas las medidas políticas y jurídicas tomadas para hacer prosperar la efectiva proyección en la práctica del principio de igualdad de trato, v. gr., la Ley Orgánica española 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres o las leyes defensoras de minorías étnicas o raciales dictadas en diversos países de América del Norte y del Sur.86
En definitiva, una sociedad decente debe reconocer la condición necesitada de todas las personas como un bien social básico y no debe presumir que todos los ciudadanos son adultos independientes y racionales, cosa que a veces da la impresión que la teoría liberal del contrato social trataba de hacer.
Asco: las sociedades moldean también la emoción del asco como obstáculo a la compasión y a la solidaridad. El asco existe en todas las sociedades conocidas, y todas las sociedades lo enseñan informalmente de muchas maneras. Pero las sociedades son muy flexibles en lo que se refiere al grado en que recurren al asco en sus políticas públicas. La emoción del asco es considerada por el Derecho. En España, el Código Penal vigente se refiere al asco como razón primordial para ilegalizar ciertas prácticas, o para configurar atenuantes o agravantes, y contiene expresiones tales como "carácter particularmente degradante o vejatorio".87 Los jueces aplican este concepto a casos de asco exagerado, casos que entrañan una utilización del asco de valor positivo, en el sentido de que nos dan asco determinadas conductas negativas tales como las de los pedófilos.88 Sin embargo, encontramos también en la jurisprudencia otros casos en los que se utiliza el asco en sentido negativo, en particular, cuando personas de una raza o cultura distinta generan un asco injustificado en el sujeto. Encontramos multitud de ejemplos en casos de justicia racial.89 Por ejemplo, en el Auto 204/2015 de 5 de febrero, el Tribunal Supremo español (Tribunal Penal, Sección Primera) rechaza la apelación (Casación 1521/2014) contra la sentencia condenatoria de la Audiencia Provincial de Madrid, Sección Tercera de 2014, que el 24 de junio había condenado a José María, como autor criminalmente responsable de un delito de organización ilegal: "Blood & Honor España", de ideología neo-nazi, que promovía el odio por motivos de raza, a través de la edición y distribución de revistas y actos públicos (art. 515.5 en relación con el artículo 517.2 Código Penal):
También se intervinieron discos, destinados a su venta y algunos coincidentes con los ocupados en el local con canciones cuyas letras promueven la xenofobia tales como "Mis vecinos son apestosos turcos y en el parque de enfrente vaguea un negrata", "Te partiré la boca hasta que cruja", "Estamos hartos de tanta tiranía judía y si el país se hunde es por culpa de esta mezcla de razas", "Primero se mete el gas en la cámara, se sella, se colocan unas alcachofas y un desagüe, y acabado está el holocausto".
Es más, cuando consideramos el contenido cognitivo específico del asco, la relevancia de esta emoción para el derecho es todavía menos clara. En efecto, mientras la ira y la indignación se basan en razones que tienen que ver con el daño que, si es relevante, parece razonable pensar que el derecho debería tomar partido para evitarlo y disuadirlo, el asco, por el contrario,
...se basa en juicios que tienen que ver con una contaminación imaginaria del yo. Aparte del problema de que las fantasías que implica suelen ser mágicas y no conllevan ningún daño genuino, si pretendemos hacer de esos juicios una base para dictar leyes, nos topamos con que la solución más directa y apropiada a la sensación de estar "asqueados" por una persona que no nos gusta es pasar de largo, no restringir sus libertades ni, mucho menos, emplear la violencia contra ella.90
Además, de no servirse del asco como una base para el derecho, las sociedades pueden disuadir las reacciones de protección perjudiciales que suelen acompañar al asco retratando a los grupos que son objeto de ellas en términos no repugnantes. Es decir, una sociedad preocupada por la justicia puede divulgar imágenes positivas de las minorías y asegurarse de que dichos grupos sean contemplados en posiciones de confianza pública. Pero si lo que de verdad subyace al asco es el miedo y la aversión que las personas tienen hacia sus cuerpos animales y hacia su propia mortalidad, entonces una sociedad que quiera contrarrestar sus daños debe ir más allá, abordando el cuerpo mismo y las angustias que despierta en nosotros.91 El problema es que no estamos hechos solo de cuerpo, pero esto ya es otro cantar...
3. La incorporación de las emociones no dirige la moralidad hacia el pernicioso relativismo
Si, en la búsqueda de la moralidad, la humanidad está también buscando una mayor comprensión de lo que nos lleva a comprometernos con acciones consideradas como morales o inmorales, las emociones no se pueden despreciar como una potencial fuerza motivacional. No vemos mejor cerrando los ojos. No entendemos la razón, o respondemos mejor a cuestiones morales, prohibiendo hablar de emociones, cuando estas están presentes. Reconocer la emoción como una influencia moral no tiene por qué disolverse en el crudo relativismo, ni justificar actos inmorales arraigados en la emoción. Pues podemos todavía discriminar ciertas actividades y comportamientos inmorales sobre una base de bienestar social que no depende de nociones de objetividad. Las respuestas emocionales pueden ser sintónicas (apropiadas para las condiciones y circunstancias de una situación dada).92
La incorporación de la emoción como un motivo moral o identificador no convierte a la razón en irrelevante para la moralidad, y no transforma la moralidad en pernicioso relativismo. Más bien, la unión operativa del trabajo de la razón y de la proclividad a la emoción despierta la propensión humana a dar respuestas morales mucho mejor que la radical separación entre razón y emoción,93 y me atrevería a agregar que esa unión genera unas intuiciones morales más claras y certeras que las que generan la razón y la emoción al actuar por separado.
Oppenheim considera que del hecho de que los seres humanos no pueden escapar de la influencia emocional y del hecho de que la objetividad pura es ilusoria se deriva que parece inconcebible prescindir de las mismas en el proceso moral. Oppenheim considera que los objetivistas se pueden dividir en dos categorías: in-tuicionistas y naturalistas. Los intuicionistas reclaman la validez en sus juicios morales sobre la base de apelar a los valores intrínsecos de las ideas abstractas, mientras que los naturalistas creen que los enunciados normativos pueden ser verificados empíricamente o derivados de leyes empíricas. El juicio crítico se dirige hacia la obtención de un "deber ser" de un "es". En la comparación de los objeti-vistas y los relativistas, de nuevo se encuentra una disputa epistemológica más que una cuestión ética. Ellos se pelean por lo que cuenta como válida o suficiente para la propuesta de un "deber ser". Los dos, objetivistas y relativistas, están buscando juicios morales como una base para dirigir la conducta. Es más, la reivindicación del pernicioso relativismo sobreinfla nuestro objetivo de justificar la presencia emocional en la toma de decisiones morales, y al negarse a abordar los argumentos fundamentales relacionadas con la función de la objetividad constituye, más bien, una cortina de humo. Como Oppenheim hace notar, "most arguments about 'what ought to be' turn out, upon closer analysis, to be disagreements as to whether x or y constitutes a 'better'; more effective means to bring the goal z, which both disputants tacitly agree ought to be pursued".94
Mi apelación, en la línea de Justin Oakley, es la siguiente: en lugar de ser alentados por el deber a reprimir nuestras capacidades para la simpatía y la compasión, deberíamos, en nuestra misión de mejorar la moralidad, hacer esfuerzos para cultivar estos motivos emocionales, ya que nuestra acción benefactora sería, de este modo, más apropiada, y tendríamos, probablemente, una conciencia más desarrollada de las situaciones en las que estamos llamados a actuar benefactoramente. Por ejemplo, todos estamos de acuerdo sobre la afirmación: "El racismo es malo", comportémonos, pues, de acuerdo con esta aserción, no solo desde el punto de vista jurídico, sino también desde la perspectiva política y cultural.
4. Conclusión: a reasonable "loving citizen"
Como consecuencia de lo dicho hasta aquí, se puede afirmar que la eliminación de los obstáculos emocionales para admitir al otro es una tarea urgente en la que el Gobierno y las instituciones deberían participar. Necesitamos una compasión adecuadamente educada en los ciudadanos y el papel de las políticas públicas y el apoyo institucional es esencial.95
4.1. Emociones, leyes y práctica judicial
Las barreras sociales, tales como las culturales o étnicas, y aun las religiosas, se muestran reacias al ejercicio de la imaginación y esta rebeldía obstaculiza la emoción. Por ello, procede que institucionalmente se apoye la promoción de emociones adecuadas para una cultura pública de la igualdad, y la remoción de los obstáculos para el desarrollo de esas emociones como son el miedo, la envidia, la vergüenza o el asco.96
Basada en el concepto de libertad positiva desarrollado por Amartya Sen, la teoría de las capacidades de Nussbaum sostiene que todas las sociedades deben garantizar a sus ciudadanos un nivel superior al umbral mínimo de las siguientes capacidades humanas fundamentales: vida, salud corporal, integridad corporal, sentidos, imaginación y pensamiento, afiliación, y control político y material sobre el propio entorno, así como sobre las emociones.97 En efecto, debe desarrollarse un espíritu de amor cívico que lleve a la gente más allá de la sospecha y la división para perseguir proyectos comunes con sincero entusiasmo. Ciertamente, la creación de la compasión civil debe ser fortalecida y la propensión a prácticas horribles de proyección del asco minimizada a través de proyectos civiles de muchas clases.98 Debe desarrollarse un espíritu de amor cívico que lleve a la gente más allá de la sospecha y la división para perseguir proyectos comunes con sincero entusiasmo. Pero este "amor de camaradas" no ha de ser una mera simpatía pálida, o no tendrá el poder de unir a la gente que en la vida diaria está dividida por el interés propio, el estigma tradicional y el miedo.99
Las instituciones de una sociedad decente mantienen el miedo y la envidia dentro de ciertos límites, y protegen a los ciudadanos contra la vergüenza hostil. Pero hay mucho más por hacer pues hay muchas formas en las que una sociedad puede crear un clima emocional que limite el miedo y la envidia autointeresados y socave el tipo de vergüenza que estigmatiza a ciertas clases de ciudadanos. A menudo, la igualdad se plasma en los edificios en que se habita, las calles en las que camina uno, la forma en que la luz se curva hacia abajo sobre la cara de un vecino, y la visión de espacios verdes que invitan y atraen detrás de las manzanas de casas.100 El miedo, la envidia, la vergüenza y el asco hacia el otro pueden ser reducidos mediante leyes (leyes que protegen a las minorías, razas, etc.), y a través de la práctica judicial. Ejemplos: a) Las garantías de los derechos fundamentales, como el derecho al honor o el respeto a la dignidad de personas y grupos; b) la graduación de las limitaciones a los derechos fundamentales, como la libertad de expresión. Pero esta última no puede ofrecer cobertura a los insultos o las expresiones de odio.
Entre las diversas teorías que sirven para evaluar la interferencia con un derecho fundamental, destaca la teoría del equilibrio y la proporcionalidad de Robert Alexy.101 El principio de proporcionalidad en sentido estricto es idéntico a una regla que podría llamarse "ley de ponderación" o "fórmula de peso": esta regla se refiere a los derechos constitucionales como principios. Y establece que cuanto mayor es el grado de insatisfacción o perjuicio de un principio, tanto más importante es satisfacer el otro.102 En la teoría de los derechos fundamentales, Alexy defiende la existencia de una carga argumentativa a favor de la libertad jurídica y de la igualdad jurídica, que coincidiría con la máxima: "In dubio, pro libertate".103 De acuerdo con esta carga de argumentación, ningún principio opuesto a la libertad jurídica o a la igualdad jurídica podría prevalecer sobre ellas, a menos que se adujesen a su favor "razones más fuertes".104 Esto podría interpretarse en el sentido de que, en caso de empate, es decir, cuando los principios opuestos a la libertad jurídica o a la igualdad jurídica no tuviesen un peso mayor sino igual, la precedencia debería concederse a estas últimas. Dicho de otra manera, el empate jugaría a favor de la libertad y de la igualdad jurídica.105
No obstante, en el epílogo a la Teoría de los derechos fundamentales, Alexy se inclina a favor de una carga de argumentación diferente. En los casos de empate, sostiene, la decisión que se enjuicia aparece como "no desproporcionada" y, por tanto, debe ser declarada constitucional. Esto quiere decir, que los empates jugarían a favor del acto que se enjuicia, acto que en el control de constitucionalidad de las leyes es precisamente la ley. En otros términos, de acuerdo con el Alexy del epílogo, los empates no jugarían a favor de la libertad y la igualdad jurídica, sino a favor del legislador y del principio democrático en que se funda la competencia del Parlamento. De este modo, cuando existiera un empate, la ley debería declararse constitucional, por haberse producido dentro del margen de acción que la Constitución depara al legislador.106 Al formular su teoría del peso para la ponderación de principios (la injerencia puede ser leve, media o grave), Alexy pone de ejemplo de vulneración grave del derecho al honor un caso en el que una persona parapléjica es llamada "tullido" en una publicación periodística, que a su vez contribuye de forma leve -si es que lo hace de algún modo- a la satisfacción de la libertad de información.107 En realidad, la objetividad en el balance está basada en la posibilidad de la objetividad en la razón práctica.108
En general, un juez más individualista, otorgará a la libertad general de acción y a las libertades específicas el peso abstracto más alto y a los principios que tengan que ver con la colectividad un peso menor. Lo contrario hará un juez que actúe bajo el prurito de lograr la construcción, la integración y la defensa de la comunidad.109 Es posible otorgar un peso abstracto mayor al derecho a la vida o a los derechos fundamentales que tienen una conexión con el principio democrático -la libertad de información, v. gr.- o con la dignidad humana -el derecho a la intimidad o a la integridad física-, o simplemente, cuando la propia Constitución lo establece de alguna manera.110
4.2. Constitución, emoción y gente real
El proyecto de Nussbaum no es un estudio de las consecuencias emocionales de las buenas leyes. Es uno más sutil y difuso de averiguar cómo las estrategias públicas pueden ayudar a las buenas leyes, influyendo en el clima emocional de la cultura pública.111 Se basa en la idea de que las buenas leyes rara vez llegan a existir o se mantienen estables en el tiempo sin apoyo emocional. Por tanto, al mismo tiempo que sepamos cómo proteger los derechos de las minorías en la ley (esperando que esto sí influirá en las emociones públicas hacia los miembros de las mismas), también deberíamos -dice- pensar acerca de la conformación del clima emocional para que pueda soportar y sostener buenas leyes e instituciones. Como entendieron Tagore y Whitman, necesitamos involucrar cambiantes generaciones de creadores que tengan la capacidad de poner de moda nuevas y espectaculares imágenes.112
En rigor, las constituciones son pensadas para ser aplicadas a "gente real", y las sociedades están compuestas por individuos imperfectos que luchan por la justicia. Estamos pensando en democracias sustantivas de gente real.113 De acuerdo con el pensamiento nussbaumiano, "los ideales son reales"; dirigen nuestros esfuerzos, nuestros planes, nuestros procesos legales. Las constituciones son documentos ideales en el sentido de que ellas no están siempre perfectamente implementadas todo el tiempo, y también en el sentido de que ellas encarnan típicamente las aspiraciones más profundas de la nación. Pero también son reales, en dos sentidos: a) suministrando una base para la acción legal cuando los derechos que ellas garantizan no corresponden a un individuo o grupo particular. La "libertad de expresión", el "libre ejercicio de la religión", y la "igual protección de las leyes" son todos elevados ideales, y todavía proveen la base para la acción y la adjudicación en el mundo real, para la educación de la gente real, y para el progreso hacia el mejoramiento de molestos problemas sociales;114 b) el ideal es real en otro sentido que John Rawls entendió claramente: si es un buen ideal, conoce y acepta la vida humana tal como es, y expresa un sentido de cómo es la gente real. La gente real está encarnada en un cuerpo y está necesitada; tiene una variedad de flaquezas y excelencias; son, sencillamente, seres humanos, ni máquinas ni ángeles. La nación que imaginamos es una nación de y para seres humanos (no obstante, en complejas interrelaciones con otras especies), y su constitución es buena en la medida en que incorpora un entendimiento de la vida humana tal cual es.115
El ideal, entonces, es real. Al mismo tiempo, lo real también contiene lo ideal. La gente real aspira y se esfuerza. Imagina posibilidades mejores que el mundo que conoce, y trata de materializarlas, de hacerlas reales. A veces, la persecución del ideal puede ir por mal camino y puede descarriarse, porque la gente trata de trascender los límites de la humanidad misma. Vemos que muchas de las dificultades para la vida política derivan de este tipo de aspiración al autorrechazo. Pero no todas las persecuciones de la idea tienen este carácter maldito y contraproducente. La gente que lucha por la justicia de este mundo aspira típicamente a metas lejanas, incluyendo de modo prominente objetivos teóricos, y son movidos por ellos. Esta es una gran parte de la realidad humana, por lo que cualquier pensador político que rechace la teoría sobre el ideal, rechaza gran cantidad de realidad.116
El proyecto del que estamos hablando precisamente es de ideales reales y lucha real. Es sobre el logro y enderezamiento de elevados objetivos, pero entiende esos objetivos como partes de la política humana sobre la vida real. Las emociones sobre las cuales se dibuja son emociones reales humanas, y su psicología una no ideal y realista psicología humana.117 La propuesta de Nussbaum, aunque liberal, trata de enfrentar honestamente los problemas que una psicología humana realista nos muestra, psicología que se echa de menos en Rawls, y sus "héroes" son personas reales y no meros sueños.118 Es preciso convertir los "sueños" en factibles realidades, también usando la belleza de los ideales para motivar a la gente real, pero ese movimiento y esa lucha ha de estar enraizada en la historia.119
Un conjunto razonable de juicios en este campo, para la cultura pública de una democracia plural liberal, debe contener cierta medida de respeto equitativo y de interés por todos los ciudadanos independientemente de su raza, sexo, clase u origen étnico. Al situar a las personas cerca unas de otras, el régimen las hará más propensas a ver sus propias dificultades en las dificultades de los demás. Como se ha tratado, disponemos de elementos heterogéneos importantes que podemos utilizar para favorecer una cultura pública de la igualdad. La jurisprudencia relativa a los derechos fundamentales del Tribunal Constitucional español y del Tribunal Europeo de Derechos Humanos constituye una buena prueba de ello. Por otra parte, las personas reales de diferentes grupos identitarios pueden ser llevadas y traídas juntas alrededor de un conjunto común de valores, no solo a través del Derecho, sino a través del poder del arte y de los símbolos. Poesía, música y arte son grandes unidores, y tienen la capacidad de unir a gente de diferentes regiones, razas, culturas o religiones en torno a un conjunto de ideales políticos compartidos. Incontables ejemplos del arte público y de la retórica representan implícitamente la misma tarea.
Para ponerlo en otra perspectiva, todo amor tiene aspectos del ideal, y el political love no menos que el amor parental o el amor personal. Debemos tener cuidado pues hay muchas maneras en que los ideales pueden deformar el amor. Pero en cualquier caso, como escribe Nussbaum,
...the ideals that we are imagining are anchored in the reality of the human body and human psychology, so they simply reflect the undeniable fact that human beings want progress, beauty, and goodness. Any picture of the real that omits striving for something better brings an ugly and unhelpful kind of cynicism to political life, as it also does to adult love or the love between parents and children.120
Precisamente, Nussbaum rechaza las propuestas de Comte o Mazzini por simplistas, y apoya las de Mill y Tagore, defendiendo, como Tagore hizo, que no podemos arrancar de raíz el particularismo sin desarraigar el amor mismo y sin privar a la sociedad de gran parte de su energía para el bien porque, como Tagore pensaba (tal vez la propuesta más profunda de todas), la "situación imperfecta" es en sí normativamente valiosa: todo amor tiene sus raíces en lo particular, el amor de las personas y, por tanto, toda sociedad decente promoverá el bien de los que uno ama, lo que hace a la gente dudar de la admisión de la lucha por un supuesto "bien común".121
Demos un paso más: como los ideales son reales, incluso si no los alcanzamos, dirigen nuestra búsqueda. Entonces, ¿cuál es nuestro ideal de un buen ciudadano? ¿Imaginamos un buen ciudadano como una clase de actor-correcto e impecable, o como alguien que realmente tiene amor?122 Esto no es un asunto menor, puesto que el mundo interior de la persona es relevante para la valoración normativa, y aquella con una mayor riqueza interior de esfuerzo imaginativo y emocional es preferible a la que meramente se limita a cumplir con sus deberes, pues aquella ha sido moralmente activa y ha intentado ver la situación claramente y sin prejuicio.123 Y esto también es aplicable al racismo: los racistas que se comportan impecablemente, en contraste con aquellos racistas que sinceramente comprometen su esfuerzo interno para ver el mundo de un modo menos partidista, prejuiciado o tendencioso, incluso si no tienen éxito en su esfuerzo completamente. Pues bien, el colega racista que está luchando por superar sus percepciones y reacciones racistas es superior al que meramente actúa de manera impecable.124 Lo mismo puede aplicarse al ejercicio de la ciudadanía en general. Realmente abrazamos la peculiar humanidad, la impredecible humanidad del ciudadano que siente e imagina.125
4.3. Políticas públicas y amor particular
El problema es cómo equilibrar el particularismo y la parcialidad inherente al amor con la necesidad de crear y mantener las políticas que sean justas para todos. Si los principios puramente abstractos y los principios dependientes de los sentimientos son demasiado tibios y vacíos de contenido motivador, y si un altruismo más profundo y poderoso tiene sus raíces y se inspira en el amor particular, personal, entonces tenemos que pensar a fondo la manera en que este amor pueda soportar la justicia, no subvertirla. Rawls dejó este proyecto sin elaborar; Nussbaum, complementando a Rawls, trata de hacerlo.126
En Political Emotions Nussbaum muestra la difícil oscilación entre lo particular y lo general. Entre ambos se crean muchos puentes. Lo particular nunca es repudiado pero se ve en un sentido que promueve la inclusión, y en el cual lo general se convierte en fuerte poder motivador a través de su conexión con símbolos particulares y canciones y esculturas. Las emociones dependientes de los principios, tal como Rawls las concibió son, por consiguiente, alcanzadas por una ruta que las ata a la imaginación particular y al amor personal, y estas raíces profundas continúan llenando de contenido los principios incluso cuando los alcanzamos.127
El concepto de "emociones políticas" que Nussbaum defiende da la bienvenida a la perspectiva general,128 sobre todo en el sentido de que no es totalizadora y acoge una visión integral de la vida,129 pero que debe ser también particularista en el sentido de que la mejor manera de acercarse a los grandes ideales políticos es a través de vínculos personales profundos; y lo particular lleva a la general. Los peligros del sesgo inherente a la emoción particularista se mantienen bajo control a través de "la regla de derecho" y a través de una fuerte cultura crítica. Pero también están controlados por la vía específica por la cual las ideas políticas se realizan en casos particulares.
4.4. Final
La democracia sustantiva en una sociedad multicultural del siglo XXI exige proyectos institucionales que eleven efectivamente el nivel de solidaridad mutua para avanzar en los procesos de reconocimiento de identidades compartidas entre grupos cultural y racialmente distintos, y demanda el desarrollo de estrategias efectivas de acercamiento entre las diversas culturas y razas que permitan dar forma a la realización eficaz de objetivos comunes a todas ellas y el desarrollo de la idea de ciudadanía en una sociedad marcada por la diversidad. Partiendo de la teoría cognitiva de la emoción de Martha Nussbaum, en este trabajo se analizan algunos elementos que pueden contribuir al desarrollo de una cultura pública de la igualdad y a que, ante los retos que nos plantea el fenómeno inmigratorio, puedan resultar más eficaces las políticas públicas de inclusión.
La eliminación de obstáculos emocionales para la aceptación del otro constituye un prerrequisito para elevar el nivel de solidaridad mutua y progresar en los procesos de reconocimiento de identidades compartidas, y las instituciones han de comprometerse en conseguir esa eliminación. En particular, debemos preguntarnos cómo podríamos elaborar políticas públicas que, al buscar objetivos comunes perseguidos por la ciudadanía, puedan dirigir y aminorar la amenaza implicada por diversos tipos de miedo, envidia, vergüenza y asco, aprovechando las ventajas generadas por otros tipos de las mismas emociones. La sociedad puede ser capaz de habérselas sin el asco, porque esa emoción parece desconectada de las fuentes del bien y de todo lo que pueda ser positivo; puede incluso ser capaz de operar sin el tipo de vergüenza originaria que ridiculiza a algunas categorías de personas, porque ese tipo de vergüenza (estrechamente ligada al asco) no parece intrínseca a ese otro tipo de vergüenza constructiva que estimula a las personas a alcanzar mayores logros y avanzar en el proceso de mejoramiento de uno mismo y, en definitiva, a conseguir los más altos ideales, de los que ellas y su sociedad sean capaces. Pero el miedo por la seguridad de los seres queridos es algo de lo que no queremos deshacernos -y, sin embargo, en un mundo peligroso, ese miedo divide a la gente y socava muchos proyectos constructivos-. La envidia también debería permanecer porque la competencia y el interés en los bienes competitivos es algo que una buena sociedad no puede desalentar sin perder energía para el bien.130
A pesar de que el argumento de Nussbaum en Political Emotions es que la estabilidad no es de hecho posible sin una implicación emocional que contenga lo particularista, así como elementos dependientes de los principios, todavía tenemos que plantear la pregunta de Nussbaum: Why love matters for justice? Su propuesta, lejos de amenazar el liberalismo político de Rawls, lo que hace, en lugar de hacer que sea más difícil, es hacer que el "overlapping consensus" sea más fácil.131
Cuando Nussbaum se pregunta: Why love matters for justice? no está diciendo que el amor pueda constituir una base no criticable para el establecimiento de principios políticos; tampoco que el amor pueda conseguir algo bueno por sí mismo sin argumentos ni normas generales ni que el amor tenga que ser una experiencia constante. La idea que hay detrás de la pregunta "¿por qué el amor le importa a la justicia?" es, en cambio, que la cultura pública no puede ser tibia y sin pasión; si los buenos principios y las instituciones han de sobrevivir, deben tener suficientes episodios de amor inclusivo, suficiente poesía y música, suficiente acceso a un espíritu de afecto y juego, que en las actitudes de la gente entre sí y respecto de la nación que habitan no son mera rutina muerta. Entonces, lo que debemos hacer es preguntarnos qué debe hacer una cultura pública sabia, en la persecución de objetivos comunes, para atajar la amenaza que plantean tipos específicos de miedo, vergüenza, envidia y asco al mismo tiempo que conserva las buenas funciones desempeñadas por otras especies de esas mismas emociones.132 En particular, se necesitan artistas públicos y oradores para producir obras de arte y retórica creativa, y crear imaginación colectiva "which honors the critical and introspective stance and finds a remarkable way to turn this very stance into community".133 De este modo, más allá del terror a la idea de una política impulsada por la emoción,134 el desarrollo del concepto de democracia sustantiva requiere la afirmación de que las sociedades democráticas necesitan ciudadanos sanos y emocionalmente vivos, que no sean solo "shells of people", que no sienten nada en sus corazones: "Not real feeling all the time, only enough people to feel enough, enough of the time -como aclara Nussbaum-. There are many types of love, and we are therefore imagining a family of sentiments, not a single emotion".135
Aquí tenemos un instrumento útil para atacar el exagerado individualismo que resulta de algunas concepciones liberales.136 Lo que mantiene unida a la gente debe ser más fuerte que el egoísmo y el interés por uno mismo. No necesitamos entrar al contenido intrínseco de los valores a fin de tener fuertes razones para querer una cultura en la que la gente no prescinda de las cuestiones de preocuparse y cuidar los unos de los otros. Como escribe Nussbaum:
Next we can say that in fact such a body-snatcher conception of public emotion will not work. We don't need to get to intrinsic value to have strong reasons for wanting a culture in which people are not just going through the motions of caring about one another. What holds people together must be more real than that or the power of self-interest will take over. Our question, then, is more theoretical than practical.137
Hoy ha quedado claro que la mayoría de los inmigrantes quieren integrarse, y es necesario colaborar a ello con un esfuerzo político. En conclusión, necesitamos un compromiso institucional para desarrollar una cultura pública de la igualdad junto al desarrollo de las virtudes civiles y del espíritu público. La igualdad no es solo una cuestión de buenas leyes y políticas para hacer efectivo en la práctica el principio de no discriminación. Es también la definición institucional de espacios públicos, foros en los que compartir y debatir, en un clima de libertad, apertura y transparencia,138 sobre los contenidos y las formas de expresión de cada cultura, a fin de que los otros puedan comprender la belleza y la memoria histórica de cada una; de que los modelos culturales, las costumbres, las tradiciones y la riqueza de las culturas (literatura, música, modos de ordenación de la civitas, etc.) puedan ser conocidos y debatidos por todos los ciudadanos, y en donde los miembros de cada cultura puedan conocer los símbolos importantes de todo tipo y los factores que para las otras culturas son esenciales para una vida con calidad, hecha de quietud, belleza, afectividad, introspección y autenticidad, tendente a la felicidad en suma, y puedan pensar y debatir sobre los porqués y los fundamentos.139 Algunas obras de arte nos estimulan a ver dilemas y aprietos humanos comunes y a alcanzar a comprender otros de quienes no son como nosotros, y esas son las que una sociedad sabia valorará más,140 pues el verdadero arte salta las culturas al invitar a la percepción de lo sencillo, de lo que une, de lo que supera todas las barreras, también las del poder. Como termina el último libro de Nussbaum: Las naciones necesitan un montón de cosas, pero también necesitan corazón141.