Introducción
Durante los últimos años, los estudios electorales enfocados en el nivel subnacional han despertado un gran interés en Colombia. De hecho, el sensible aumento de la producción académica comienza paulatinamente a llenar los primeros vacíos existentes alrededor de la temática. El presente trabajo pretende ser un aporte en esa dirección, profundizando el estudio del comportamiento de los votantes en las elecciones celebradas entre 2003 y 2015.1
Con elementos propios de un enfoque clásico, como es el sociológico, se indaga sobre la conducta del electorado, realizando estimaciones del comportamiento según el estrato social y la mecánica de la competencia de acuerdo a los niveles de fragmentación de los distintos segmentos de candidaturas (élite-no élite). De este modo, se pretende identificar qué tipo de configuraciones causales permitieron la elección de los últimos cuatro alcaldes de la ciudad.
El trabajo marca una línea de continuidad con el análisis realizado por Abadía y Milanese (2015). Nuevamente, se apela a los fuzzy sets, variedad del Qualitative Comparative Analysis (QCA), como estrategia de aproximación al tema bajo una lógica ex post (posterior a la celebración de las elecciones), partiendo de un claro interés por desarrollar un estudio comparado de corte diacrónico orientado hacia los casos.2
Sin embargo, a diferencia del mencionado estudio, el presente apuesta por un mayor nivel de refinamiento metodológico incorporando al análisis herramientas provenientes de los Sistemas de Información Geográfica que permiten lograr una precisión notablemente superior en lo referido a la estimación del comportamiento por estrato y, a partir de ello, una aproximación más ajustada a la realidad. Además, se incluyen las elecciones celebradas el 25 de octubre de 2015, lo que amplía el número de casos y enriquece el ejercicio de comparación.
En síntesis, antes que generar nuevas hipótesis acerca del comportamiento y la distribución espacial de los apoyos, se pretende abordar con mayor precisión y detalle en el dato la consistencia de las condiciones causales identificadas en el trabajo anteriormente mencionado, con el objetivo de ponerlas a prueba. Grosso modo, el trabajo anteriormente mencionado estuvo guiado por dos proposiciones: (P1) Aguablanca elige al alcalde, (P2) basta contar con el apoyo electoral de los estratos populares para hacerse a este cargo. Dado que ninguna de las dos fue ratificada, se reorientó mediante la pregunta ¿Qué tipo de combinación de factores permite la elección del alcalde?
En el presente se ofrecen nuevos insumos empíricos que corroboran la insuficiencia del peso de los apoyos electorales de Aguablanca,3o incluso, el de la totalidad de los sectores populares de la ciudad, vislumbrándose un panorama más complejo para lograr la elección del jefe de gobierno municipal.
El trabajo se ha estructurado en seis partes. En la primera y segunda se busca dar cuenta del componente teórico-conceptual al desarrollar los criterios teóricos básicos que orientan el análisis, y ofrecer un referente de los estudios sobre comportamiento electoral en Cali y Colombia. El componente metodológico se desarrolla en las partes tres y cuatro. En la cinco y seis se analizan las combinaciones causales que permitieron la elección de los alcaldes en los comicios celebrados entre 2003 y 2015. Por último, se ofrecen reflexiones, a modo de conclusión, sobre los principales hallazgos del estudio.
1. Criterios teóricos
A pesar de ser una de las mayores preocupaciones de la Ciencia Política, no existe consenso respecto a las motivaciones del voto. Esto se cristaliza en una diversidad de enfoques que pretenden explicarlo, entre los que se destacan, sin ser los únicos, el sociológico, el psico-social y el económico. Con oscilaciones en cuanto a su influencia, los tres se entienden como referentes clásicos e ineludibles de los estudios sobre la conducta electoral (López 2004, 286; Montecinos 2007, 10).
En nuestro caso, aun cuando el enfoque utilizado no reproduce cabalmente las premisas del primero de los tres, se basa fundamentalmente en este. De hecho, se emplea una versión minimalista de la aproximación sociológica, ya que los criterios clasificatorios utilizados (estrato, élite, etc.) se ajustan con mayor precisión a sus características que a las de los demás. Así, no obstante pueda considerarse que, como tipo ideal, no ofrezca una explicación comprensiva del comportamiento promedio del electorado, sí responde, en términos generales, a la conducta que este asume en las elecciones para la Alcaldía (Abadía y Milanese 2014 y 2015).4
Cabe remarcar que el enfoque sociológico asume que las conductas son determinadas por el entorno social de los individuos, donde pueden identificarse factores que inciden en los comportamientos electorales como la vida familiar, laboral, barrial, entre otros. (Lazarsfeld. Berelson y Gaudet 1948). En síntesis, el votante es entendido como un ser social, cuyas opiniones políticas se forman a través de relaciones con otros miembros de sus grupos de pertenencia (Sulmont 2010). Dentro de este marco, optamos por una aproximación "minimalista" de este tipo de enfoque ya que nos concentramos exclusivamente en el estrato de pertenencia y no en otras variables sociales potencialmente relevantes.5
2. Estudios sobre el comportamiento electoral en Cali y Colombia
Aunque elemental, la contextualización teórica apenas desarrollada constituye un punto de partida para la realización de una revisión bibliográfica que, sin pretensiones de exhaustividad, nos permite ubicar el trabajo en los debates sobre el comportamiento electoral en Colombia y en Cali.
Se revisaron publicaciones que vinculan variables de carácter sociológico con el voto, aunque sin circunscribirse exclusivamente al "modelo sociológico". A la luz de lo anterior, y en lo referido al ámbito nacional, el campo comenzó a desarrollarse con relativa intensidad a partir de los sesenta, concentrándose en las elecciones presidenciales. Se destacan dentro de este grupo trabajos pioneros como los de Weiss (1968), Losada y Williams (1970), Schoultz (1972), Cepeda y González (1976), Losada y Delgado (1976), Losada y Vélez (1982). En estos, variables como la edad o el género comenzaron a ser tenidas en cuenta en escenarios caracterizados por la gran velocidad de los cambios demográficos.6 Esta primera generación comprobó hipótesis (válidas en el marco temporal y espacial en el que fueron formuladas) como la relación directa entre participación y estrato social, o la dificultad para identificar una relación significativa entre las preferencias electorales con las variables anteriormente mencionadas (Losada y Vélez 1982).
Posteriormente, y sin omitir la presencia de trabajos aislados,7 el inicio del siglo XXI trajo consigo un nuevo ciclo de estudios sistemáticos del cual, sólo por mencionar algunos de los más significativos, se resaltan aquellos elaborados por Hoskin, Masías y García (2011) -desde una perspectiva mucho más racional aunque no por eso excluyente de variables sociológicas-; Losada, Giraldo y Muñoz (2003) quienes utilizan una combinación de los modelos; Hoskin, Masías y Galvis (2005) retoman más claramente elementos del modelo sociológico; y Barrero y Meléndez (2011), quienes recurren a un modelo denominado "de gobernabilidad".
En este mismo ciclo también deben ser tenidos en cuenta aquellos que abordan el comportamiento electoral en escenarios de conflicto armado, concluyendo que la violencia tiende a ser un vehículo eficiente para influenciar al elector (García 2010a y 2010b, entre otros).
Por su parte, con relación al caso caleño, la producción es significativamente inferior. De forma más tardía, pueden identificarse precursores como Judith Talbot y José Martín (1980) quienes llevaron adelante una rigurosa caracterización del comportamiento electoral (incluyendo cuestiones como identificación partidaria o abstención cruzadas con datos como edad, nivel de formación, antecedentes familiares, etc.) en la ciudad y el departamento. Paradójicamente, su obra no se constituyó como fuente de inspiración posterior. Por el contrario, por más de una década no se observan más que contribuciones esporádicas y, prácticamente en todos los casos, inéditas.8
Un visible aumento se experimentó durante la última década, identificándose, por un lado, análisis que se concentran en el valor explicativo de elementos del lenguaje simbólico de los candidatos, sus campañas publicitarias y el vínculo existente entre estos y los medios de comunicación (Ararat y Londoño 2012; Pinto 2008). Por el otro, en los efectos de la secuencia de cambios institucionales producidos desde la reforma constitucional de 1991 y la elección popular de alcaldes y gobernadores, hasta la reforma política de 2003 (Correa 2012; Milanese y Jaramillo 2015; Pinto 2011).
Nuevamente, haciendo referencia a aquellos casos que utilizan variables de carácter sociológico, podemos identificar trabajos como el de Herrera Baltán (2009) en los que estrato, etnia, nivel de escolaridad, rangos de edad y género son utilizados como predictores del comportamiento electoral en una serie de comunas de la ciudad. Este trabajo representa un valioso aporte metodológico que permite construir los perfiles de los votantes para el análisis; sin embargo, paralelamente, evidencia importantes déficits en lo referido a los marcos teórico y conceptual.
Por último, un nuevo grupo de ejercicios (Abadía 2014; Abadía y Milanese 2014 y 2015) pretende realizar una aproximación a la cuestión mediante la tríada candidatos, electorado y territorio y, a través de ella, identificar las fuentes de distribución de apoyos electorales, evaluando la incidencia de algunas zonas y grupos sociales presentes en la ciudad a la hora de elegir a los alcaldes.
3. Fuzzy sets como metodología de análisis
Basado en la teoría de conjuntos, el QCA alberga una relativamente variada familia de métodos (crisp sets, multi value sets y fuzzy sets) que se pueden identificar, a la vez, como enfoques investigativos y como una técnica para el análisis de los datos, esta última orientada al estudio de casos (Schneider y Wagemann 2012). Dicha técnica se basa en la aplicación de reglas de inferencia lógica, con las cuales se pretende examinar relaciones causales entre condiciones que, habitualmente combinadas, se constituyen como necesarias o suficientes para la producción de distintos resultados.9
Otro de los aspectos que distinguen al QCA es la idea de equifinalidad (ver tabla 1). Esta se caracteriza por reconocer que hechos similares pueden ser producidos por diferentes causas o combinaciones de ellas. En este sentido, a diferencia de la estadística,10la teoría de conjuntos no pretende identificar el modelo que mejor se ajusta a la explicación de los datos, sino la diversidad de soluciones a través de la cual esto puede lograrse. Desde este punto de vista, como consecuencia de su orientación a casos y no a variables, es importante señalar que es un enfoque metodológico singularizado, por el intento de producir generalizaciones de rango medio. Además, su alcance en términos predictivos es evidentemente modesto; de hecho, carece de expectativas desde este punto de vista al concentrarse en la producción de explicaciones (Berg-Schlosser et al. 2009).
Equifinalidad | Un mismo resultado puede ser producido por más de una condición suficiente o combinación de causas que producen una condición suficiente (A*B+C*D→Y). |
Causalidad coyuntural | Una condición por sí sola no es suficiente para producir un resultado pero debe existir para que, combinada con otras causas, este se ocasione. Condiciones: INUS: Condiciones insuficientes pero partes necesarias de una condición que es -a su vez- innecesaria pero suficiente para el resultado. Esto significa que una condición no es por sí misma suficiente pero debe existir para que combinada con otra produzca un resultado (A+B*C→Y). SUIN: Condiciones suficientes pero no necesarias de un factor que es insuficiente pero necesario para el resultado ((~A+B)*(C+~D)←Y). |
Causalidad asimétrica | Las causas de un resultado negativo no necesariamente son la negación de aquellas que producen un resultado positivo. Es decir que A y B causen Y (A*B→Y) no implica que la ausencia de A y B vayan a producir la ausencia de Y (~A*~B→~Y). |
Fuente: Abadía y Milanese (2015), con información de Ragin (2008a); Schneider y Wagemann (2012); y Goertz (2003).
Basados en álgebra -y lógica- difusa en lugar de booleana (a diferencia de los crisp sets), los fuzzy sets (Ragin 2008a) se caracterizan por la necesidad de establecer distintos grados de membresía en un conjunto. Esto es posible mediante el establecimiento de intervalos entre 0 y 1, resultantes de la flexibilización de las restricciones en términos de pertenencia que permite captar con mayor precisión la complejidad de los fenómenos sociales (Ragin 2008a; Schneider y Wagemann 2012).
Vale aclarar que estos intervalos no deben ser interpretados bajo una lógica de probabilidades. Por el contrario, son una forma de establecer grados de inclusión o exclusión dentro de un conjunto, transformando variables de escala en conjuntos difusos (Basurto y Speer 2012; Ragin 2008a). Como punto de referencia de este cambio, se recurre a tres umbrales o anclajes -basados en el conocimiento teórico sustantivo externo a los propios datos-: la total inclusión, la total exclusión y la indiferencia. Este proceso es conocido como calibración y se caracteriza por la utilización de dos tipos de métodos: el directo y el indirecto.11
4. Definición de las condiciones para la calibración de los datos
A partir de la propuesta metodológica señalada, es pertinente definir las condiciones de realización del proceso de calibración. Para hacerlo, partimos de la utilización de los lineamientos básicos del modelo sociológico de comportamiento electoral.
El primer paso consiste en segmentar a la población votante de acuerdo a los estratos socioeconómicos con el objetivo de evaluar la conducta electoral en cada uno de ellos. De acuerdo a lo planteado por Alzate (2006), se entiende por estrato la clasificación que se realiza de las viviendas según sus características y entorno. La división se efectúa en seis grupos, según sus particularidades físicas y de hábitat urbano o rural. De este modo, se identifican los estratos 1 y 2 como bajos, 3 medio-bajo, 4 medio, 5 medio-alto y 6 alto. En congruencia con lo anterior, y utilizando los datos de la Secretaría de Planeación Municipal ("Cali en Cifras"), se calculó el estrato medio ponderado (ver figura 1) a partir del número de lados de manzana existentes dentro de cada barrio.
Es justamente en este punto donde identificamos unas de las principales diferencias respecto a Abadía y Milanese (2015). Mientras que en ese caso la segmentación de la ciudad fue realizada por comunas (en las que se agrupaban varios puestos de votación), en este se utilizaron polígonos de Thiessen12(uno por cada puesto específico), dividiéndose el perímetro urbano (no son utilizados ni corregimientos rurales ni el puesto censo)13 en torno a las áreas de influencia de cada puesto de votación. Posteriormente, se realizó la intersección entre estos y los barrios con el objetivo de determinar a qué puesto está asociado cada uno de ellos. Para establecerlo, se estipuló que si más del 50% del área de un barrio se encuentra dentro de un polígono se lo asociará específicamente a ese puesto. Para aquellos que no cumplen con tal condición, se decidirá su pertenencia identificando en cuál tiene el porcentaje mayor.
Finalmente, una vez ubicados los barrios por puestos de votación, se determina el porcentaje de participación del primero sobre el segundo, de acuerdo al tamaño de su población. Para ello, se cruzan la información del potencial electoral y la participación registrada.
Para el caso de 2003, los barrios cuyas áreas estaban completamente ubicadas dentro de un polígono de votación representaron aproximadamente el 27% del total. Entre el 80% y el 100% alrededor del 50%, mientras que la distribución entre el 50% y el 80% es de 40% del total y el 10% restante se encuentra en porcentajes menores al 50%. La media de los datos se encuentra alrededor del 80%.
Al igual que en 2003, en 2007 el 50% de los barrios se ubica entre el 80% y el 100% de su área dentro de un puesto de votación. Entre el 60% y el 80% lo hacen 82 barrios, alcanzando el 25% del total. Puede concluirse entonces que la mayoría se encuentra entre el 60% y el 100%. El 25% restante es menor al 60% estando la media de los datos alrededor del 80%.
Para las elecciones de 2011 decrece al 15% el número de barrios cuya área se encuentra completamente dentro del polígono. Mientras tanto, el 70% se encuentra entre el 50% y el 99,9%. El 15% de los barrios restantes es menor al 50% y la media de los datos gira en torno al 72%.
Finalmente, de la misma manera que en 2011, en 2015 se repite (15%) el porcentaje de barrios que posee el 100% de su área en un polígono. Entre el 60% y el 99,9% se encuentra el 55% del total de barrios, y en porcentajes menores al 60% se distribuye el 30% de los datos restantes. Entre el 40% y el 60% uniformemente se localizan en un 25% de los barrios. La media de los datos se aproxima al 70%.14
Este ejercicio implicó un notable aumento de la sensibilidad en la medición, ya que se pasó de revisar 22 unidades socialmente heterogéneas como son las comunas, a 117 polígonos en 2003, 122 en 2007, 146 en 2011 y 149 en 2015, notablemente más homogéneos. Esto permitió elaborar una estimación mucho más fina del comportamiento de cada estrato, sin la necesidad de efectuar agrupaciones entre ellos,15 reduciendo así la heterogeneidad en cada unidad de medida (al ser espacialmente más pequeñas), por lo que en cada una de ellas se alcanzó una desviación estándar significativamente más baja con relación al promedio ponderado.16
Como se observa en la figura 2, el resultado es un corredor que se extiende de norte a sur de la ciudad, caracterizado por un perfil socioeconómico que oscila entre el estrato medio y alto (4, 5 y 6); un centro geográfico caracterizado por el predominio del estrato 3 (aunque también con una sensible presencia de 2) -medio bajo-y, finalmente, aquellas ubicadas en los extremos oriente y occidente de la ciudad, singularizadas por la preponderancia de los estratos 1 y 2 -bajos-.
El segundo punto para considerar es la caracterización de los perfiles de las candidaturas. En este sentido, es importante remarcar que, como ocurre en buena parte de los municipios medianos y grandes de país, las etiquetas partidarias no juegan un rol crucial. De hecho, la mayor parte de las candidaturas competitivas se lanzan en Cali bajo el rótulo de "independientes" (Abadía 2014), a través de la recolección de firmas.17 Esto les permite constituirse como una plataforma mucho más eficiente a la hora de lograr la adhesión de una dirigencia local fuertemente atomizada y venal (Milanese y Albarracín 2015).
En este contexto, el perfil del candidato se convierte en el principal elemento decantador (e incluso polarizador) del voto, mucho más que cualquier tipo de posicionamiento partidario.18 Como consecuencia de ello, resulta mucho más útil clasificar dichas candidaturas según otro tipo de criterio. En este caso específico, de acuerdo a las premisas planteadas en la introducción, es decir, a partir de su pertenencia o no a la élite social de Cali.
Es importante aclarar que el término élite no es utilizado como criterio valorativo sino exclusivamente taxonómico. Por medio de este se realiza una agrupación de candidatos basada en características compartidas (o su ausencia). Así, una vez definida la categoría de referencia, se identifican aquellos casos que forman parte del conjunto candidatos élite y aquellos que no (agrupándolos exclusivamente por su no pertenencia, independientemente de otro tipo de atributos comunes o divergentes entre ellos). Asimismo, no está de más decir que esta clasificación será aplicada exclusivamente a los candidatos y no a los votantes a quienes catalogaremos únicamente a partir del estrato.
Interpretaremos a las élites (sociales) como una red específica de actores caracterizados por compartir una serie de recursos que definimos a través de distintas nociones de capital (Bourdieu 2002). En este sentido, formar parte del grupo élite implica la posesión simultánea de capital cultural, económico, social y simbólico (ver figura 3).
Se entiende como capital social aquellos atributos que asienten la participación en un sistema de interacciones sociales de carácter permanente que, a su vez, permite la institucionalización o la reproducción de cierto tipo de relaciones sociales. El capital económico son las condiciones materiales que facilitan/permiten/garantizan la adquisición de bienes y servicios. Por su parte, el capital cultural se divide en tres subtipos: el incorporado (forma de hablar, vestirse, etc.), el objetivado, (disposición de medios de consumo cultural) y el institucionalizado (educación formal, cargos, etc.). Por último, el capital simbólico se singulariza por la relación entre las propiedades distintivas de un grupo o individuo y los esquemas de percepción y apreciación de los demás. Es así como, sólo en la interacción con el otro, se pueden reconocer esas propiedades comunes (Bourdieu 2002).
Sin pretender entrar en un debate teórico, es importante aclarar que la noción de élite responde a un criterio estrictamente sociológico y no político.19 De hecho, utilizar el segundo de estos (es decir, hacer referencia a una "élite política") habría implicado la recategorización (inadecuada de acuerdo a los objetivos del trabajo)20 de la mayor parte de los candidatos.
El siguiente paso corresponde a la clasificación de los candidatos en cada categoría (ver tabla 2). Para efectuarlo, se utiliza un criterio de validación externo, realizando, en primer lugar, una revisión de antecedentes de los candidatos a través de información pública, para, posteriormente, contrastarla con los conocimientos de expertos en el campo de las élites y la historia política de la ciudad de Cali.21
Élite | Año | No élite | Año | No élite | Año | ||
---|---|---|---|---|---|---|---|
Gustavo Ignacio De Roux | 2003 | Miguel Antonio Yusti* | 2003 | Bruno Díaz | 2007 | ||
Francisco José Lloreda | 2003 | Apolinar Salcedo | 2003 | Fabio Cardozo | 2007 | ||
Francisco Javier Hernández* | 2003 | Haumer Vargas | 2003 | Ramiro Jurado | 2011 | ||
Luis Fernando Cruz Gómez | 2007 | Carlos Urresty | 2003 | Milton Castrillón | 2011 | ||
Francisco José Lloreda | 2007 | Juan Manuel Pulido | 2003 | Heyder Gómez | 2011 | ||
Rodrigo Guerrero | 2011 | Alejandro Baena Giraldo* | 2003 | María Isabel Urrutia | 2011 | ||
Maurice Armitage | 2015 | Jorge Isaac Tobón | 2007 | Clara Luz Roldán* | 2011 | ||
Michel Maya | 2015 | Jorge Portocarrero | 2007 | María Isabel Larrarte | 2015 | ||
Carlos José Holguín | 2015 | Diego Luis Hurtado | 2007 | Roberto Ortiz | 2015 | ||
John Maro Rodríguez | 2007 | Angelino Garzón | 2015 | ||||
Jorge Iván Ospina | 2007 | Wilson Arias | 2015 |
Fuente: Abadía y Milanese (2015) basado en información de la Registraduría Nacional del Estado Civil.
Realizada la clasificación de los candidatos, llevamos adelante la calibración de las principales condiciones que permiten explicar los resultados. La primera, es la relevancia electoral de cada candidato en cada estrato. El ejercicio fue realizado a través del método directo, estableciendo los anclajes en distintos porcentajes de votos. Como completamente incluidos en el conjunto candidatos relevantes, identificamos a aquellos que obtuvieron la mayoría absoluta de los votos en cada estrato, fijándose el umbral de indiferencia en el 37,5% y el punto de total exclusión en el 0% de los votos.
Mientras que en lo referido a la total inclusión y exclusión no es necesaria mayor justificación, sí lo es en el caso del punto de indiferencia que se precisa a través de la fórmula de Gallagher y Mitchell (2008, 607), utilizada para calcular el umbral efectivo (ver tabla 3). Ambos autores reconocen que, si bien no existe una forma infalible para hacerlo, esta permite estimar el porcentaje mínimo de votos que, teniendo en cuenta la magnitud distrital, es necesario para obtener un escaño. Cabe señalar que, sin ser garantía de representación, este umbral ofrece un piso razonable en términos de porcentaje de votos.
Candidato relevante | Segmento de candidatura fragmentado | |
Umbral de total inclusión | 1 = alcanzar o superar el 50%+1 de los votos. | 1 = NEP=2El número efectivo de partidos es la medida del número de partidos (N) ponderado por su tamaño, bien en votos, bien en escaños, donde Pi es la proporción de votos, o escaños, de cada partido i (Laakso y Taagepera 1979). 𝑁= 1 𝑖=1 𝑛 𝑃 𝑖 2 |
Umbral de indiferencia | 0,5 = alcanzar el 37,5% de los votos. El umbral fáctico -threshold- donde t es umbral y m es la magnitud del distrito electoral (Gallagher y Mitchell 2008). 𝑡= 75% (𝑚+1) | 0,5 = NEP=1,5 |
Umbral de total exclusión | 0 = obtener el 0% de los votos. | 0 = NEP=1 |
Fuente: Abadía y Milanese (2015).
La última condición por calibrar es la fragmentación de cada segmento de candidaturas EFRAG (élite fragmentada) y NEFRAG (no élite fragmentada). Esta también se realiza a través del método directo, basándose en la inclusión o exclusión del conjunto segmento de candidaturas fragmentado (ver tabla 3).
El nivel de inclusión fue calculado a partir del número efectivo de partidos (Laakso y Tagepera 1979) de cada segmento específico. Se estableció como umbral de total inclusión un NEP=2, es decir, un escenario en el que uno o más partidos le "roban", por lo menos, la mitad de los votos disponibles en cada estrato al candidato "principal"; un umbral de indiferencia de NEP=1,5, entendido como un nivel de fragmentación relativamente bajo, pero suficiente para producir una merma significativa de los votos, no inferior al 20% dentro del segmento analizado; y, finalmente, un NEP=1 (es decir la ausencia de fragmentación) como el umbral de total exclusión.
Es importante apreciar que los números efectivos señalados, de observarse en el sistema en conjunto, no representarían niveles de fragmentación significativos, sino todo lo contrario. Sin embargo, dentro de cada segmento de candidatura, como se advierte en la revisión empírica, sí se produce un impacto sensible.
5. Procesando los datos por medio de fuzzy setsTabla 5
Una vez procesados los datos (utilizando el algoritmo Quine-McCluskey como método de simplificación de funciones booleanas), podemos observar las combinaciones causales que se han constituido como condición suficiente para garantizar el acceso a la Alcaldía. Identificamos así los distintos subconjuntos existentes dentro del conjunto candidato ganador a través de los siguientes resultados:
Raw coverage | Unique coverage | Consistency | |
---|---|---|---|
~E1*~E2*E3*E4*E5*E6*~efrag*nefrag | 0,519651 | 0,407569 | 1,000000 |
E1*E2*E3*E4*~E5*~E6*~efrag*~nefrag | 0,208151 | 0,040757 | 1,000000 |
E1*E2*E3*~E4*~E5*~E6*efrag*~nefrag | 0,254731 | 0,087336 | 1,000000 |
solution coverage: 0,703057 | |||
solution consistency: 1,000000 |
Fuente: cálculos realizados a partir del fs/QCA software. Ver en Ragin y Davey (2014).
Raw coverage | Unique coverage | Consistency | |
---|---|---|---|
E3 | 0,943231 | 0,943231 | 0,980333 |
solution coverage: 0,943231 | |||
solution consistency: 0,980333 |
Fuente: Cálculos realizados a partir del fs/QCA software. Ver en Ragin y Davey (2014).
En línea con lo señalado por Abadía y Milanese (2015), aunque con una combinación causal extra (la segunda de la solución compleja), observamos una reiteración tanto en las condiciones de predominio de los candidatos no élite como en las de los élite. Hacemos referencia a la preponderancia de cada perfil de candidatura en los que podríamos denominar, en relación a la explicación sociológica, estratos naturales de apoyo. De hecho, la última elección no hizo más que ratificar las tendencias señaladas con anterioridad. En este sentido, como puede observarse en el figura 4, mientras que los estratos 1 y 2 tienden a votar preeminentemente por candidatos no élite, lo opuesto ocurre con los 4, 5 y 6. Por otro lado, en el caso del estrato 3 pese a haber una ligera preferencia por los no élite, esta puede volverse difusa, de acuerdo a los niveles de fragmentación de ese segmento.
Fuente: elaboración propia con datos de la Registraduría Nacional del Estado Civil. (poner: IMG-FIG 4)
Así, en relación con lo que las premisas del enfoque sociológico permitirían intuir, puede observarse que las posibilidades de victoria de un candidato élite dependieron del predominio en los estratos 3, 4, 5 y 6, a lo que debe agregarse la no (o escasa) fragmentación de su propio segmento y la fragmentación del segmento rival. Mientras que en el caso de los no élite basta con que su segmento no esté fragmentado (o lo esté ligeramente), manteniendo el predominio en los estratos 1, 2 y 3. Aunque en este último caso puede agregarse que a medida que el rendimiento electoral de un candidato no élite decrece en el estrato 4, este necesitará que se produzca un incremento de la fragmentación del segmento rival de candidaturas (ver segunda combinación en tabla 4).
Ambas afirmaciones se basan en los resultados arrojados por las soluciones compleja e intermedia (coincidentes). El trabajo se concentra en estas dos, prefiriéndose el uso conservador de los contrafácticos (Ragin 2008; Schneider y Wagemann 2012), y haciendo foco exclusivamente en los resultados empíricamente observables. Sin embargo, no deja de ser interesante notar que de acuerdo a la solución parsimoniosa, el actor más relevante parece ser el estrato 3 al que podría atribuírsele un rol de quasi-necesidad.
También es importante señalar que, aunque el umbral de corte utilizado (1,00) pueda ser considerado exageradamente alto para los estándares de los conjuntos difusos (establecidos normalmente en 0,85), preferimos ser exigentes. Especialmente, porque en ese grupo puede ubicarse un clúster caracterizado por una consistencia perfecta y una clara brecha en relación con el resto de los casos.22
El resultado es una serie de explicaciones caracterizadas por un alto nivel de consistencia visible en ambas soluciones (se entiende como consistencia la expresión numérica del grado en que la información empírica se desvía de la relación de subconjunto perfecto, siendo la consistencia perfecta igual a 1).23 Por otro lado, también puede apreciarse un importante nivel de cobertura (0,703057 y 0,943231) de acuerdo al tipo de solución, lo que indica que una alta proporción del resultado está cubierto por las combinaciones causales señaladas.
6. Combinaciones causales y resultados electorales. Análisis de las fórmulas ganadoras (2003-2015)
Al retomar las premisas planteadas por Abadía y Milanese (2015), tras haber realizado las operaciones relativas al procesamiento de los datos con variables "afinadas" (especialmente en lo realcionado a estratificación) y al agregar las elecciones de 2015, se refuerza la idea de que la elección del alcalde de Cali responde a configuraciones causales más complejas que un hipotético comportamiento homogéneo de los estratos pupulares, lo que desdibuja, con mayor solidez, el mito de que Aguablanca elige al alcalde.
En este sentido, los resultados obtenidos nos permitieron rastrear explicaciones caracterizadas por patrones más específicos y consistentes. En congruencia con lo dicho anteriormente, las primeras dos elecciones responden a las combinaciones:
(2003) E1*E2*E3*~E4*~E5*~E6*EFRAG*~NEFRAG→ Candidato ganador
(2007) E1*E2*E3*E4*~E5*~E6*~EFRAG*~NEFRAG→ Candidato ganador
Ambas se caracterizaron por las cómodas mayorías obtenidas por los candidatos no élite en los estratos 1 y 2, y la holgada mayoría (Ospina) o primera pluralidad (Salcedo) en el 3, lo que le permitió a los poseedores de este perfil alcanzar el triunfo, independientemente de la diferencia obtenida en los medio-altos. Aunque cabe remarcar, como se verá, que en 2003 la diferencia a favor de Lloreda en el estrato 4 podría haber cambiado la situación de haber sido menor el nivel de fragmentación de su segmento.
También vale la pena aclarar que a pesar de no ser idénticas, no existe una diferencia significativa en lo referido a las combinaciones de estratos en ambos casos. De hecho, la inclusión del estrato 4 como parte de la condición de suficiencia en la segunda solución es el resultado de una "distorsión" producida por la votación minoritaria pero significativa de Jorge Iván Ospina dentro de él, que, como consecuencia de polarización en dos candidatos, aparece como candidato relevante (cruzando el umbral de indiferencia) aun cuando no sea predominante dentro de ese grupo. No obstante, es el predominio en los estratos 1, 2 y 3 lo que marca la diferencia más significativa. Incluso, fue en esa elección donde el segmento no élite obtuvo su mayor votación en el estrato 3 (ver figura 4 y tabla 6), concentrándose prácticamente la totalidad de esos votos en Ospina.
Por el contrario, los comicios de 2011 produjeron un cambio notorio que se reprodujo en las elecciones de 2015. En primer lugar, por la elección de candidatos pertenecientes al segmento élite (Guerrero y Armitage) que rompió el prolongado predominio de alcaldes pertenecientes al otro segmento; en segundo, porque los actores clave en su elección fueron los estratos alto, medio-alto y medio (6, 5, 4 y 3 respectivamente) bajo la fórmula:
(2011/15) ~E1*~E2*E3*E4*E5*E6*~efrag*nefrag→ Candidato ganador
En síntesis, podemos observar una mayor consistencia temporal de los comportamientos de estratos medio-altos y bajos, evidenciándose entre los primeros la preferencia por los candidatos élite y en los segundos por aquellos no élite (ver figura 4). Así, en las zonas constituidas por estratos 6, 5 y 4, son los candidatos del primero de estos segmentos aquellos predominantes (aunque de forma decreciente).24
E1 | E2 | E3 | E4 | E5 | E6 | |||||||||||||||||||
2003 | Salcedo | (NE) | 56,10 | 53,80 | 47,10 | 30,60 | 21,70 | 9,80 | De Roux | (E) | 5,90 | 8,00 | 12,80 | 14,80 | 15,80 | 9,20 | Lloreda | (E) | 29,60 | 30,80 | 34,20 | 51,60 | 59,80 | 80,00 |
2007 | Lloreda | (E) | 30,00 | 34,30 | 39,10 | 54,20 | 66,30 | 84,80 | Ospina | (NE) | 58,60 | 57,10 | 53,70 | 40,30 | 29,30 | 12,50 | ||||||||
2011 | Urrutia | (NE) | 24,90 | 20,60 | 15,80 | 9,70 | 9,00 | 4,20 | Guerrero | (E) | 28,50 | 35,80 | 46,10 | 65,40 | 69,50 | 83,00 | Castrillón | (NE) | 25,50 | 25,80 | 22,70 | 14,70 | 12,60 | 7,60 |
2015 | Ortiz | (NE) | 33,90 | 32,10 | 27,80 | 17,40 | 17,00 | 7,10 | Armitage | (E) | 30,10 | 32,80 | 38,20 | 55,90 | 55,20 | 77,90 | Garzón | (NE) | 27,40 | 25,90 | 22,80 | 15,70 | 15,80 | 7,20 |
Fuente: elaboración propia con datos de la Registraduría Nacional del Estado Civil.
Mientras tanto, en las zonas de estrato 1 y 2, y en menor medida el 3, predominan los candidatos no élite. Cabe remarcar que, en este último caso, no obstante en 2011 la primera pluralidad haya estado constituida por un candidato élite (Guerrero),25 estuvo lejos de alcanzar la mayoría, doblada por la sumatoria de los candidatos no élite. De hecho, esta mantuvo un porcentaje de votos prácticamente idéntico al de su equivalente en las dos elecciones previas (Lloreda) quien sufrió sonoras derrotas.
Por el contrario, una revisión del comportamiento del estrato 3 (que junto al 2 son los segmentos más grandes en términos del caudal electoral) muestra una menor homogeneidad en cada elección y una mayor volatilidad entre ellas (ver figura 5 y figura 7 en anexo ). Esas mismas características han influido notablemente a la hora de definir los resultados, estableciendo al estrato 3 como una suerte de "pívot electoral".
En este sentido, cualquier candidato, ya sea élite (con predominio -relevancia- en los estratos medio-altos) o no élite (y la situación equivalente en los bajos), que pretenda ganar una elección, lo logrará si y sólo si alcanza una votación significativa en el estrato 3 (ya sea como mayoría absoluta o como primera pluralidad).26
Si se tiene en cuenta que las visibles diferencias entre los tamaños de cada fracción del electorado (ver figura 5) producen una fuerte diferenciación de la composición del voto de cada candidato de acuerdo al segmento específico de candidaturas (figura 6 ), esas mismas diferencias hacen que el establecimiento de configuraciones causales no se detenga en las combinaciones de estratos. De hecho, existe otra variable significativa para comprender este tipo de procesos como es el nivel de fragmentación de cada segmento de candidaturas. Es decir, el control electoral sobre cada grupo de estratos que un candidato de cada perfil necesita, depende también del número de rivales con el mismo perfil ☻ con que deba competir.
La inclusión de esta variable torna mucho más complejo el escenario apenas señalado, precisando las condiciones que deben cumplirse para acceder a la jefatura del gobierno municipal. Es decir, para ganar la elección no solamente es necesario el control del estrato natural y el pívot, sino que además implica el establecimiento de una lógica de coordinación que consienta agregar estratégicamente las candidaturas y los votos.
Partiendo de la clásica premisa duvergeriana (1992), dada la presencia de un sistema electoral pluralista, esto no debería ser particularmente complejo, ya que este tiende a producir efectos (mecánicos) reductores del número de partidos, reforzando, en la misma dirección, los incentivos para el comportamiento estratégico de los votantes. Sin embargo, la notable diferencia existente en términos de distribución de recursos de poder que genera el premio principal (la Alcaldía) y los restantes27 (junto a las visibles diferencias ideológicas existentes, especialmente en el segmento no élite), producen problemas de acción colectiva: hacen que las posibilidades de cierre de acuerdos no sea tan simple y dificultan la absorción mecánica de candidaturas.
Es así como dadas las condiciones estructuralmente más favorables de las que gozan, basta para un candidato no élite que su segmento de candidaturas no esté fragmentado para ganar las elecciones. Este es, en esencia, el escenario existente en las elecciones de 2003 y 2007 que otorgó la victoria a Salcedo y a Ospina. Aunque en el primero de los casos, la derrota de Lloreda también puede entenderse por la competencia dentro del mismo segmento, establecida por la presencia de De Roux. De hecho, el pobre resultado de Salcedo en el estrato 4 hizo que su victoria dependiese también del alto nivel de fragmentación de las candidaturas élite.28
En síntesis, es interesante señalar que las probabilidades de que un candidato con este perfil acceda a la Alcaldía (simplificando las posibilidades de comportamiento estratégico) dependen casi exclusivamente de lo que ocurra dentro de su segmento. Basta con que este no esté fragmentado y con obtener el control del estrato pívot y su electorado natural.
Nuevamente, es más compleja la situación para los candidatos élite. En cuyo caso no sólo es necesario que su propio segmento de candidaturas no esté fragmentado, sino que debe estarlo el rival. Esto produce la disolución del predominio de sus principales candidatos en los estratos medio-bajos, que desde el punto de vista numérico son significativamente mayores (ver figura 6). Así, las posibilidades de triunfo electoral son más remotas ya que no es suficiente un ejercicio de coordinación de las candidaturas dentro del segmento, sino que, además, es necesario que ocurra el efecto opuesto en el antagonista (es decir falta de coordinación).
Sin embargo, no debe confundirse dificultad con imposibilidad. De hecho, como se mencionó, en las elecciones de 2011 Guerrero pudo producir ese quiebre, repitiéndose la situación en 2015 con Armitage (incluso con una proporción de votos notablemente inferior de quien lo precediera). En ambos casos, se mantuvo la fragmentación del segmento de candidaturas no élite hasta el final de la elección, aunque con lógicas diferentes. En el primero, no sólo diluyó el poder electoral de sus adversarios (de por sí débiles), sino que además le permitió absorber candidaturas no pertenecientes a su segmento, dado que sus dos principales rivales en la fracción antagonista perdieron la capacidad de producir una "promesa" creíble de patronazgo, como consecuencia de sus pobres proyecciones en términos de intención de voto. En el segundo (más allá de la repetición del efecto de absorción), es posible que la fragmentación del segmento rival no se debiera a la debilidad de los candidatos, sino por el contrario, a su fortaleza. De hecho, "bajarse" de la candidatura no era una opción para ninguno de los dos, lo que permitió que el candidato élite obtuviera la victoria con una votación (proporcionalmente hablando) relativamente escasa (similar a la de Lloreda en 2007), pero con una significativa ventaja frente a los otros dos candidatos (Ortiz y Garzón).
Conclusiones
Al recuperar algunas de las premisas del modelo sociológico sobre análisis electoral y mediante la utilización de conjuntos difusos y técnicas provenientes de sistemas de información geográfica, el trabajo examinó las conductas del electorado caleño en las últimas cuatro elecciones a la Alcaldía. Para lograrlo, se realizaron estimaciones relativas al comportamiento según estrato socioeconómico y la mecánica de la competencia de acuerdo a los niveles de fragmentación de los distintos segmentos de candidaturas (élite-no élite), identificando desde allí cuáles son las configuraciones causales que se constituyeron como condición suficiente para la elección.
El procesamiento de los datos arrojó un set de resultados que confirman las combinaciones previamente sugeridas por Abadía y Milanese (2015) agregando una nueva. En ambos casos se ratifica que, a diferencia de lo que comúnmente se plantea en la ciudad, no basta con el apoyo de los sectores populares (mayoritarios) para poder ganar la elección. De hecho, para lograrlo es esencial, de acuerdo al perfil del candidato (élite o no élite), obtener no sólo el apoyo del segmento de votantes que constituye su electorado natural, sino también contar con el soporte del estrato 3 que asume un rol decisivo al actuar como pívot en escenarios particulares de fragmentación de cada segmento de candidaturas.