Introducción
En los sistemas electorales proporcionales de lista abierta los votantes sufragan por candidatos, y no por las listas que ofrecen los partidos. Por tanto, el orden de los candidatos en la papeleta debiese ser irrelevante a la hora de explicar los resultados electorales. Sin embargo, en contextos de alta fragmentación y de papeletas con un alto volumen de candidatos, la posición de los candidatos en el voto podría ser decisiva. El candidato que ocupa el primer lugar de la lista podría recibir —por ese solo hecho— más votos y, por tanto, aumentar sus chances de elegibilidad. La razón es la siguiente. Los electores pueden identificarse con algún partido, pero si ese partido presenta muchos candidatos, el elector deberá invertir tiempo para informarse sobre cada uno. Esta alza en los costos de información puede llevar a que el elector, siendo leal con su partido, y en un afán por reducir esos costos, vote por el candidato que encabeza la lista (Brockington 2003; Pasek et al. 2014).
La literatura distingue a los sistemas electorales no sólo de acuerdo con la fórmula de asignación de escaños (Duverger 1992; Nohlen 1995; Cox 2004; Reynolds, Reilly y Ellis 2006), sino también en función de la estructura de las listas (Colomer 2000; Cox 2004; Lijphart 1999). Así, existen sistemas electorales con listas abiertas y sistemas electorales con listas cerradas y bloqueadas. En los sistemas con listas abiertas, los electores deben escoger a uno o más candidatos, independiente de la lista o el partido que represente, y los escaños se asignan según la proporción de votos que obtenga cada uno (Carey 2006; Cox 2004). En cambio, en los sistemas electorales con listas cerradas y bloqueadas, los electores deben votar por las listas que ofrecen los partidos políticos, y la asignación de los escaños dentro de cada lista se hace según el orden de los candidatos en la papeleta (Nohlen 1995; Cox 2004). Si un candidato ocupa el primer lugar de la lista, ese candidato está en inmejorables condiciones para acceder a un escaño.
Sin embargo, en algunas circunstancias los sistemas electorales con listas abiertas pueden adquirir ciertas características de los sistemas con listas cerradas y bloqueadas. En particular, cuando las papeletas de votación crecen a consecuencia del incremento en la Magnitud de Distrito (MD) —que conduce a más escaños disponibles— y por el aumento en el número de partidos. Todo esto lleva a un incremento en los costos de información para los electores (Miller y Krosnick 1998), pues se les hace difícil obtener información de todos los candidatos en competencia. Para reducir esos costos, los electores utilizan ciertos atajos informacionales. Uno de los más recurrentes es la etiqueta partidaria. Basta con que el elector reconozca esa etiqueta en el voto para apoyar a alguno de sus candidatos (Lupia 1994).
La ciencia política ha estudiado esta aparente anomalía, denominándola ballot position effect (Brockington 2003; Darcy 1986; Faas y Schoen 2006; Geys y Heyndels 2003; Marcinkiewicz 2014; Scott 1977). Aunque no existe consenso sobre la magnitud de este efecto, se espera que en elecciones con un alto número de candidatos sean favorecidos electoralmente aquellos que ocupan el primer lugar de la lista (Brockington 2003; Pasek et al. 2014). Es decir, que reciban una especie de “bono” por el simple hecho de encabezar la lista.
Evaluamos el ballot position effect en Chile para las elecciones locales de concejales en 2008 y 2012. Los concejales son autoridades locales repartidas en las 345 comunas del país, cuya función —entre otras— consiste en fiscalizar al alcalde y revisar los planes de desarrollo comunal. Seleccionamos estos comicios pues mientras que en 2008 rigió el voto obligatorio, en 2012 entró en vigencia el voto voluntario. De acuerdo con la teoría, el ballot position effect debiese ser más fuerte en contextos de voto obligatorio (Byrne y Pueschel 1974; Kelley y McAllister 1984; Koppell y Steen 2004). Esto, porque los desafectos y poco interesados en política están obligados a votar. Dado que en general este grupo tiene menores niveles de información respecto a los más interesados en política, podrían ser más propensos a votar por los candidatos que ocupan el primer lugar de lista a la que adscriben.
Construimos una base de datos con 19.384 candidatos para ambas elecciones. Esos candidatos compiten en 345 comunas. La magnitud de distrito es de 6, 8 o 10, y se aplica una fórmula electoral proporcional d’Hondt. Como variable dependiente utilizamos el porcentaje de votos y el resultado de la elección. Es decir, si el candidato fue o no fue electo. La variable independiente central es la posición del candidato en la lista por la que compite. Como variables individuales de control se incluyen el gasto en campaña de cada candidato, su condición de incumbente o desafiante y el sexo. Como variables agregadas —comunales— de control se incluyen el porcentaje de población rural y la magnitud de distrito. Para medir el ballot position effect construimos una serie de modelos de regresión lineal multivariada con y sin efectos fijos (OLS), regresiones lineales multivariadas en dos etapas (TSLS) y modelos de regresión probit.
El artículo se divide en cuatro secciones. En primer lugar, desarrollamos la teoría disponible sobre ballot position effect. En segundo lugar, mostramos la metodología que se va a utilizar. En tercer lugar, realizamos el análisis de los datos. En cuarto lugar, identificamos las implicancias y conclusiones de nuestro estudio.
1. Sistemas electorales y ballot position effect
Los sistemas electorales son reglas que transforman votos en escaños (Cox 2004). Existen tres grandes familias de sistemas electorales: mayoritarios, proporcionales y mixtos (Reynolds, Reilly y Ellis 2006). Adicionalmente, existen distintos tipos de listas. En algunos casos, los electores votan por candidatos, y en otros, por la lista que ofrece el partido (Carey 2006; Cox 2004). En los sistemas de listas cerradas y bloqueadas, la posición de los candidatos en la papeleta de votación es muy relevante. Los candidatos que ocupan los primeros lugares de la lista tienen más posibilidades de salir electos. En los sistemas de lista abierta, en cambio, los votantes escogen el nombre del candidato, por lo que el orden de los candidatos en la papeleta de votación podría ser irrelevante.
Sin embargo, y bajo ciertas condiciones, un sistema de lista abierta puede adquirir características de un sistema de lista cerrada y bloqueada. En estos casos, la posición de los candidatos en la papeleta de votación tiene un rol muy importante. Es lo que la literatura califica como ballot position effect. Las condiciones que favorecen un mayor ballot position effect son las siguientes:
a) Una alta fragmentación partidaria, lo que trae como consecuencia un alto volumen de candidatos en la papeleta de votación (Bingham, Frendreis y Rhodes 1978).
b) Sumado a lo anterior, un incremento en los costos de información para los votantes, quienes no disponen de tiempo para conocer a todos los candidatos y para comparar sus propuestas programáticas (Brockington 2003; Ho e Imai 2008).
c) El voto obligatorio, pues bajo esta regla deben votar los electores interesados y no interesados en política. Para este segundo grupo, los costos de información son mayores, por lo que es más probable que aumente el ballot position effect (Byrne y Pueschel 1974; Kelley y McAllister 1984).
Dadas estas condiciones, es muy probable que los votantes se dejen guiar por señales o atajos informacionales. El principal de ellos es la etiqueta partidaria (Bagley 1965; Robson y Walsh 1974; Byrne y Pueschel 1974; Upton y Brook 1975; Scott 1977; Brockington 2003; Geys y Heyndels 2003). El elector busca en la papeleta la lista del partido con el que se identifica, y dentro de la lista —en caso de no conocer a los candidatos— podría marcar la primera preferencia. Otro atajo informacional que también suele utilizarse corresponde al apellido del candidato y, en especial, su origen étnico (Carlson 1984; Chandra 2004; Van Cott 2005; Dunning y Harrison 2010; McConnaughy et al. 2011).
La evidencia comparada es contradictoria. Algunos encuentran un sistemático ballot position effect (Brockington 2003; Byrne y Pueschel 1974; Koppell y Steen 2004; Ho e Imai 2008; Volcansek 1981), donde los candidatos que ocupan los primeros lugares consiguen una mayor porción de votos. Otros no encuentran diferencias entre los candidatos que ocupan los primeros lugares y quienes aparecen al final de la nómina. Son los casos retratados en los trabajos de Kelley y McAllister (1984) para Reino Unido, y en el de Darcy (1986) para algunos condados de Colorado y Ohio, en Estados Unidos. Algo más reciente es el estudio de Alvarez et al. (2006) para las elecciones en California de 1998, y el de Grant (2017) para las elecciones primarias en el estado de Texas.
Otro grupo de autores se concentra en casos donde se cumple una de las condiciones más relevantes que favorecen el ballot position effect. Nos referimos a elecciones con bajos niveles de información sobre los cargos por elegir y los candidatos. Esto es lo que retratan los estudios de Johnson y Miles (2011) para las elecciones locales de Reino Unido, Marcinkiewicz (2014) para las elecciones en Polonia, y Jurajda y Münich (2015) para las elecciones en República Checa. Dado que estos comicios no reciben una amplia cobertura por parte de los medios de comunicación, los votantes quedan sin información básica. Por tanto, en estos casos los candidatos que figuran en los primeros lugares de la lista obtienen una mayor porción de votos y aumentan sus probabilidades de ser electos.
A nivel metodológico, el debate ha estado puesto sobre la relación endógena entre la posición de los candidatos en la papeleta y la incumbencia. Es plausible que el candidato que ocupa el primer lugar en la lista obtenga más votos, gracias a que es incumbente. Es decir, su mejor desempeño no se explicaría por su posición en la papeleta, sino porque detenta el cargo (Darcy 1986). Los partidos colocarían en el primer lugar a sus mejores candidatos —generalmente incumbentes— con el fin de generar un doble atajo informacional: la etiqueta partidaria y el nombre del candidato. Una forma de resolver este problema es estudiando elecciones donde la asignación de la posición en el voto viene determinada por factores que no son políticos. Es lo que hace Bagley (1965) en su estudio sobre las elecciones generales de Londres en 1964. Dado que la posición de los candidatos en la lista era según abecedario, entonces los incumbentes no siempre ocupaban el primer lugar de esa lista. Idéntico trabajo hacen Robson y Walsh (1974) para las elecciones generales de Irlanda en 1973, y Lipjhart y López (1988) para las elecciones senatoriales de España en 1982 y 1986. Todos estos estudios encuentran un significativo ballot position effect.
Otra opción es analizar casos donde la asignación del orden de los candidatos en la papeleta se hace por sorteo. Es lo que hacen Geys y Heyndels (2003) para las elecciones de 1995 en Bélgica, Faas y Schoen (2006) para las elecciones presidenciales de 2003 en el estado de Baviera, Ho e Imai (2006 y 2008) para las elecciones del estado de California, y Chen et al. (2014) para las elecciones generales y locales en Dakota del Norte en el período 2000-2006. En general, se encuentra evidencia a favor del ballot position effect.
En América Latina no abundan los estudios sobre ballot position effect. Chile no es la excepción. De hecho, no existe ningún trabajo sobre el tema y, además, la producción académica sobre elecciones locales es también escasa (Díaz 2013; Gálvez 2012; Morales y Navia 2012 y 2015). Por tanto, este artículo viene a llenar un vacío de la literatura sobre comportamiento electoral en Chile. Se hace con las elecciones de concejales de 2008 y 2012, que, como señalamos antes, se desarrollaron bajo un régimen de voto obligatorio y voto voluntario, respectivamente.
2. Metodología
Utilizamos los datos de las elecciones de concejales de 2008 y de 2012 en Chile. En 2008 compitieron 9.486 candidatos y en 2012 compitieron 9.898. En 2008 se eligieron 2.146 concejales y en 2012 fueron electos 2.224. Estos candidatos compiten en 345 comunas que eligen 6, 8 o 10 candidatos, según su tamaño poblacional.
La variable dependiente se mide con dos indicadores. Primero, el porcentaje de votos de cada candidato. Segundo, el resultado. Es decir, si fue electo o no fue electo.
La variable independiente central es la posición del candidato en la papeleta de votación. Utilizamos la posición del candidato en la lista que ofrece la coalición, y la posición del candidato en la lista —o subpacto— que ofrece el partido. Damos el valor de “1” cuando el candidato ocupa el primer lugar y de “0” cuando ocupa otra posición. En el análisis inferencial sólo ocupamos la posición del candidato en la lista de cada coalición. Dado que en Chile hay un sistema donde conviven el presidencialismo y el multipartidismo, y donde además se utiliza un sistema electoral binominal para elegir legisladores, los actores más relevantes son las coaliciones.
Las variables independientes de control corresponden al sexo del candidato, incumbencia y gasto en campaña. Esta última la medimos como el porcentaje de gasto de cada candidato en función del límite electoral municipal impuesto por la ley. Por ejemplo, si el límite de gasto de una comuna fue de 100 pesos y el candidato gastó 20 pesos, entonces ocupó un 20% de ese límite. De los 19.834 candidatos que suman las dos elecciones, sólo se cuenta con información de gasto en campaña para 14.494. El resto de los candidatos no hizo su declaración de gasto electoral.
Dado que tanto en las elecciones de 2008 como en las elecciones de 2012 los partidos no sortearon la posición del candidato, entonces el análisis estadístico encuentra algunas limitaciones. Es posible que los partidos hayan seleccionado a los incumbentes como los candidatos que encabezan la lista. Por tanto, el porcentaje de votos y la elegibilidad podrían responder más a la condición del candidato —incumbente—, que a la posición del candidato en la papeleta de votación.
Los partidos —de acuerdo con entrevistas realizadas a dirigentes políticos encargados del proceso de negociación— utilizaron distintos mecanismos. Algunos decidieron la posición del candidato de acuerdo con el resultado de una elección primaria interna. Otros, de acuerdo con el orden alfabético, y otros, de acuerdo con las decisiones de las directivas locales y regionales.
¿Cómo corregir este problema a fin de no alterar nuestras inferencias? Tal como mostramos más adelante, hay una relación estadísticamente débil entre la posición del candidato en la papeleta de votación y su condición de incumbente. Eso nos permite reforzar la idea de que ambas variables —posición en la papeleta e incumbencia— no miden necesariamente el mismo atributo. De hecho, los incumbentes que ocupan el primer lugar de su lista tuvieron —en su elección anterior— un porcentaje de votos muy similar al de los incumbentes que no ocuparon el primer lugar de su lista. Por tanto, no hay evidencia para suponer que los incumbentes más votados aprovecharon esa condición para ocupar el primer lugar de la lista. Esto nos lleva a pensar que incumbencia y posición en la papeleta no están estrechamente correlacionadas. Además, en 2008 un tercio de los incumbentes ocupó el primer lugar de la lista, mientras que en 2012 fue el 40%. Por cierto, esto puede ser efecto del volumen de incumbentes que presenta cada coalición. En una comuna, esa coalición puede competir con dos o más incumbentes, por lo que necesariamente sólo uno es el privilegiado al encabezar la lista. Al realizar este cálculo —es decir, el número de comunas en que cada lista es encabezada por un incumbente—, las cifras cambian. En 2008 —en promedio— las listas fueron encabezadas en un 59% por incumbentes, cifra que se eleva a 62% para 2012.
Este problema es aún más complejo a la hora de incluir en los modelos el gasto en campaña. Acá hay evidentes dilemas de endogeneidad. No sabemos si es el gasto en campaña lo que explica el éxito electoral, o si son los candidatos exitosos quienes empujan su gasto en campaña. Para corregir esto desarrollamos modelos de regresión lineal en dos etapas (TLSL) construyendo una variable instrumental de gasto que permite realizar inferencias más confiables. Además, incluimos una medición “no endógena” de gasto sugerida por Acevedo y Navia (2015).
Dicho esto, las hipótesis por contrastar son las siguientes:
H1: Los candidatos que ocupan la primera posición de las listas presentadas por coaliciones/partidos políticos —controlando según sexo, gasto en campaña e incumbencia— tienen un mayor porcentaje de votos, en comparación con el resto de los candidatos.
H2: Los candidatos que ocupan la primera posición de las listas presentadas por coaliciones/partidos políticos —controlando según sexo, gasto en campaña e incumbencia— tienen una mayor probabilidad de quedarse con el cargo.
3. El caso de Chile
Chile es un sistema presidencial y multipartidista. Desde 1990, el sistema de partidos se configuró en torno a dos grandes coaliciones (Navia 2005). Por un lado, la Concertación, una alianza de centro-izquierda conformada originalmente por el Partido Demócrata Cristiano (PDC), Partido Socialista (PS), Partido por la Democracia (PPD) y Partido Radical Socialdemócrata (PRSD). Hoy lleva por nombre Nueva Mayoría, y también la integra el Partido Comunista (PC). Por la centro-derecha, Renovación Nacional (RN) y la Unión Demócrata Independiente (UDI) constituyeron el pacto Alianza por Chile, que actualmente se denomina Chile Vamos. Entre ambos pactos han elegido, en promedio, cerca del 95% de los congresistas y más del 80% de las autoridades locales (Morales y Navia 2015).
En las elecciones locales de 2008 —con voto obligatorio— la participación electoral alcanzó el 58%, tomando como base la población en edad de votar. Mientras que en la elección de concejales de 2012 —con voto voluntario— la participación electoral bajó a cerca del 43%. En estas elecciones locales se eligieron alcaldes y concejales. Los alcaldes se eligen por un sistema de mayoría relativa. Los concejales, autoridades que acompañan la administración del alcalde, se eligen mediante un sistema de representación proporcional con fórmula d’Hondt en distritos —comunas—, que reparte 6, 8 o 10 escaños. Ambos duran cuatro años en el ejercicio del cargo. La tabla 1 reporta el número de comunas, según la magnitud de distrito y el número de potenciales electores. Si en 2008 había más de 8 millones de electores, en 2012 la cifra supera los 13 millones. Esta diferencia responde al cambio de régimen electoral. Hasta 2009 los electores se inscribían voluntariamente en los registros electorales y el voto era obligatorio. Desde 2012, todos los ciudadanos de 18 años o más quedan automáticamente inscritos en los registros electorales y el voto es voluntario.
2008 | 2012 | |||
---|---|---|---|---|
MD | Comunas | Electores | Comunas | Electores |
6 | 312 | 4.645.654 | 285 | 4.848.368 |
8 | 29 | 2.791.041 | 43 | 4.684.805 |
10 | 4 | 673.570 | 17 | 3.870.911 |
Total | 345 | 8.110.265 | 345 | 13.404.084 |
Concejales por elegir | 2.146 | 2.224 |
Fuente: elaboración propia a partir de los datos de www.servel.cl.
Los resultados de las elecciones de 2008 y 2012 se muestran en las tablas 2 y 3. En ambos comicios, la Concertación compitió con dos listas. Una se denominó Concertación Democrática —integrada por el PS y el PDC—, y otra, Concertación Progresista, integrada por el PPD y el PRSD. La Concertación Democrática logró el 27,8%, y la Concertación Progresista, el 17,2%. Entre ambas, eligieron a casi la mitad de los concejales. La Alianza, en tanto, obtuvo un 36,1% y eligió al 40% de los concejales.
Partidos/Coaliciones | Votos | % de votos | Candidatos | Electos | % concejales |
---|---|---|---|---|---|
RN | 980.196 | 16,1 | 834 | 389 | 18,1 |
UDI | 919.765 | 15,1 | 864 | 347 | 16,1 |
Independientes Lista E | 294.567 | 4,8 | 425 | 125 | 5,8 |
Alianza | 2.194.528 | 36,1 | 2.123 | 861 | 40,1 |
PDC | 849.714 | 13,9 | 887 | 344 | 16,1 |
PS | 679.982 | 11,1 | 832 | 250 | 11,6 |
Independientes Lista C | 164.798 | 2,7 | 373 | 83 | 3,8 |
Concertación Democrática | 1.694.494 | 27,8 | 2.092 | 677 | 31,5 |
PPD | 517.469 | 8,5 | 678 | 200 | 9,3 |
PRSD | 316.975 | 5,2 | 713 | 112 | 5,2 |
Independientes Lista F | 217.889 | 3,5 | 622 | 81 | 3,7 |
Concertación Progresista | 1.052.333 | 17,2 | 2.013 | 393 | 18,3 |
Fuente: elaboración propia a partir de los datos de www.servel.cl
Partidos/Coaliciones | Votos | % de votos | Candidatos | Electos | % concejales |
---|---|---|---|---|---|
RN | 839.436 | 15,7 | 1.101 | 409 | 18,3 |
UDI | 915.621 | 17,1 | 1.108 | 423 | 19,1 |
Alianza | 1.755.057 | 32,8 | 2.209 | 832 | 37,4 |
PDC | 804.622 | 15,1 | 1.095 | 391 | 17,5 |
PS | 653.611 | 12,2 | 1.031 | 269 | 12,1 |
Concertación Democrática | 1.458.233 | 27,3 | 2.126 | 660 | 29,6 |
PPD | 528.974 | 9,9 | 793 | 277 | 12,4 |
PRSD | 304.408 | 5,7 | 718 | 126 | 5,6 |
PCCH + IC | 342.062 | 6,4 | 574 | 105 | 4,7 |
Por un Chile Justo | 1.175.444 | 22,1 | 2.085 | 508 | 22,8 |
Fuente: elaboración propia a partir de los datos de www.servel.cl
En 2012 nuevamente la Concertación compitió con dos listas. Por un lado, se constituyó la lista Por un Chile Justo, compuesta por el PPD, PRSD, PC e Izquierda Cristiana (IC). Por otro, se constituyó la lista Concertación Democrática, compuesta por el PDC y el PS. El pacto Por un Chile Justo obtuvo el 22,1%, y el pacto Concertación Democrática, el 27,8%. La centro-derecha se agrupó en el pacto Alianza, obteniendo un 36,1%.
4. Las reglas
El artículo 23 de la Ley Orgánica Constitucional Sobre Votaciones Populares y Escrutinios (N° 18.700) determina que el Director del Servicio Electoral, en audiencia pública, determinará mediante sorteo el orden de precedencia de las listas o los pactos en las cédulas electorales.
Para llevar a cabo esto, primero se hace un sorteo con letras del abecedario, en igual número de listas o pactos declarados para la elección. La primera letra que se arroje va a corresponder a la primera lista declarada. El resto de letras serán asignadas a las restantes listas, según el orden de recepción. La letra que se asigne a la lista de un partido o pacto electoral será la misma para todas sus declaraciones en las diferentes circunscripciones senatoriales y en los distintos distritos del país. En el caso de que un pacto electoral no señale el orden de procedencia de los partidos dentro de la cédula electoral en su declaración de candidaturas, esto será resuelto por el Servicio Electoral mediante sorteo.
Según el artículo 24 de la misma ley, se establece que a continuación de la palabra con que se encabece la cédula se colocará la letra o el número que haya correspondido a cada lista o nómina, y frente a esa letra o ese número, el nombre del partido político o del pacto de partidos que la patrocine o las palabras “candidatura independiente”, según corresponda. Sobre el nombre de la lista o nómina se colocará el símbolo del partido, pacto o candidatura independiente. A estos efectos, cada pacto electoral y cada candidatura independiente señalarán en su declaración la figura o el símbolo que lo distinga. Si el partido político no tuviese símbolo o no lo señalase en la declaración, el Director del Servicio Electoral le asignará la figura geométrica y el nombre que él determine (Ley N° 18.700).
Por último, según el artículo 25 de la Ley Sobre Votaciones Populares y Escrutinios, el orden de precedencia de los candidatos de un partido y sus independientes asociados dentro de la cédula electoral para cada circunscripción o distrito será el señalado por el partido en la declaración de candidaturas. A falta de este, será resuelto por el Servicio Electoral mediante sorteo, situación que no ocurrió para ninguna de las dos elecciones a concejales.
5. Análisis de datos
Dividimos el análisis de datos en dos grandes secciones. Primero, mostramos los resultados a nivel de estadística descriptiva. Segundo, mostramos los resultados a nivel de estadística inferencial. Los resultados descriptivos generales de las variables utilizadas para cada elección figuran en los anexos 1 y 2.
Lo que nos interesa mostrar en esta primera parte es la relación entre posición del candidato en la papeleta de votación y su condición de incumbente o desafiante. Las tablas 4 y 5 reportan el porcentaje de votos promedio de incumbentes y desafiantes, según su posición en la papeleta de votación dentro de la lista —coalición— y dentro del partido o subpacto para las elecciones de 2008 y 2012. Para ambas elecciones, la tendencia es clara: sistemáticamente los candidatos incumbentes que ocupan el primer lugar de la lista o del partido obtienen mejores resultados que los candidatos incumbentes que no ocupan el primer lugar. De igual forma, los desafiantes que ocupan el primer lugar de la lista o del partido obtienen mejores resultados que los candidatos desafiantes que no ocupan el primer lugar. Las diferencias entre los promedios de votación para incumbentes y desafiantes que van en los primeros lugares versus incumbentes y desafiantes que no van en los primeros lugares son estadísticamente significativas. Subrayamos que los resultados de este test bivariado no necesariamente se reproducirán con exactitud en el análisis multivariado, pero de todas formas sirve como antecedente.
En términos de elegibilidad —que es el segundo indicador de nuestra variable dependiente— se mantiene la ventaja de quienes ocupan el primer lugar de la lista (ver el gráfico 1). Así, en concejales 2008 el 70,5% de los incumbentes que ocuparon el primer lugar de la lista consiguió el escaño, cifra significativamente superior al 56,5% de los incumbentes que ganaron compitiendo en lugares secundarios de la lista. En el caso de los desafiantes, fue electo el 21,1% de quienes compitieron en el primer lugar de la lista, y el 14,2% de quienes compitieron en lugares secundarios de la lista. Para 2012 la tendencia es la misma, aunque se reduce la ventaja de quienes van primeros en la lista por sobre el resto. Siguiendo la teoría, esta reducción de la ventaja bien podría explicarse por la adopción del voto voluntario en 2012.
Para el análisis inferencial se construyó una serie de modelos de regresión lineal multivariada (OLS), regresión lineal multivariada con efectos fijos por coalición y regresión lineal multivariada en dos etapas. Esto último, especialmente por el efecto del gasto en campaña. Si bien utilizamos un método “no endógeno” para medir gasto (Acevedo y Navia 2015), de todas formas desarrollamos un modelo en dos etapas. Para esto último, construimos un instrumento de gasto en función de la incumbencia y la posición del candidato en la papeleta. Además, incluimos un término de interacción entre la posición del candidato y la incumbencia. Probablemente, los incumbentes que ocupan el primer lugar de la lista alcancen un mayor porcentaje de votos.
Construimos cinco modelos por año. En los modelos de regresión multivariada para la elección de 2008 (ver la tabla 6) realizamos un proceso de interacción con las variables de incumbencia y gasto electoral. Advertimos que en los modelos 1 y 2, los coeficientes de la posición en la papeleta son similares, decayendo en el tercer modelo, donde se incluyen todas las variables de manera simultánea. Luego, al realizar un modelo con efectos fijos por coalición, el resultado indica un coeficiente similar al observado en los modelos 1 y 2. En una serie de modelos no mostrados acá, sistemáticamente el coeficiente de la variable de posición en la papeleta es positivo y significativo. Algo similar ocurre para 2012 (ver la tabla 7), pero con coeficientes de menor magnitud, excepto al comparar los segundos modelos para ambos años. Finalmente, el modelo en dos etapas va en la dirección esperada. Es decir, un efecto positivo del gasto sobre el porcentaje de votos de los candidatos.
Nota: errores estándar entre paréntesis. *** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1
Fuente: elaboración propia a partir de los datos de www.servel.cl
Nota: errores estándar entre paréntesis. *** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1
Fuente: elaboración propia a partir de los datos de www.servel.cl
La variable de interacción entre incumbencia y posición en la papeleta no es significativa en ninguno de los modelos. Esto contradice nuestra evidencia descriptiva inicial, donde los incumbentes que ocupaban el primer lugar obtenían más votos que los incumbentes que no ocupaban el primer lugar. Igual cosa sucedía con los desafiantes. Sin embargo, en este modelo estadístico controlamos tal relación según el gasto electoral.
Al segmentar los datos según la MD de cada comuna se advierte que el efecto de la posición de los candidatos en la papeleta de votación es mayor en las comunas que reparten diez escaños. Esto podría deberse a que en esas comunas hubo un mayor volumen de candidatos, que generó un incremento en los costos de información para los electores en la elección de 2008, tal como se refleja en la tabla 8.
Nota: errores estándar entre paréntesis. *** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1
Fuente: elaboración propia a partir de los datos de www.servel.cl
Para 2012 —como anticipamos— se advierte un menor efecto de la posición de los candidatos en la papeleta sobre su porcentaje de votos. Esto, posiblemente, respondió a la implementación del voto voluntario en 2012. Siguiendo a Kelley y McAllister (1984), bajo el voto obligatorio la participación es sustantivamente mayor y, por tanto, hay más electores sin interés por informarse sobre los candidatos. Con voto voluntario, en cambio, se reduce la porción de votantes desinformados —los desinformados prefieren no votar— generando un retroceso en el efecto de la posición del candidato en la papeleta sobre su desempeño electoral. De todas formas, y como muestra nuestro análisis, el efecto se sostiene y, de nuevo, es de mayor magnitud en las comunas con MD de diez, como muestra la tabla 9. También se advierte la forma en que la magnitud del efecto de la incumbencia disminuye a medida que aumenta la MD. Esto podría indicar que, dado el volumen de candidatos que compiten en una comuna que reparte diez escaños, los incumbentes no logren la misma visibilidad que en comunas que reparten menos escaños. Por tanto, es razonable que el efecto de la posición sea mayor en las comunas que reparten más escaños, lo que va de la mano con un descenso en el efecto de la incumbencia.
Nota: errores estándar entre paréntesis. *** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1
Fuente: elaboración propia a partir de los datos de www.servel.cl
Al considerar como variable dependiente el éxito o fracaso de los candidatos se mantiene el efecto de la posición en la papeleta. Un predictor de éxito —es decir, ser electo— es justamente estar en el primer lugar de la lista de la coalición. Si bien el modelo indica coeficientes similares para 2008 —con voto obligatorio— y 2012 —con voto voluntario—, persisten algunas diferencias. En los gráficos 2,3,4 y 5 mostramos las probabilidades predichas de ser electo bajo cuatro combinaciones: incumbentes que van en el primer lugar de la lista, incumbentes que no van en el primer lugar de la lista, desafiantes que van en el primer lugar de la lista y desafiantes que no van en el primer lugar de la lista. En el eje x colocamos el porcentaje de gasto en campaña. Nuestro propósito es calcular las probabilidades de ser electo en función del gasto en campaña, de la condición del candidato (incumbente/desafiante) y de la posición del candidato en la papeleta.
Como se advierte, para las elecciones de 2008 las diferencias son más claras entre los grupos. En el caso de aquellos incumbentes que van primeros en la lista, las diferencias no son estadísticamente significativas respecto a los incumbentes que no van primeros en la lista. Al parecer, el hecho de ser incumbente e ir en el primer lugar de la lista no potencia la probabilidad de ser electo. Algo distinto sucede con los desafiantes. Las simulaciones muestran que los desafiantes que ocupan el primer lugar en la lista tienen una mayor probabilidad de ser electos, en comparación con los desafiantes que no ocupan el primer lugar de la lista. Esto se reproduce para comunas con MD de 6 y 8 en 2008, y sólo para las comunas de MD de 6 en 2012 (ver la tabla 10). Tales resultados fortalecen la hipótesis respecto a que el ballot position effect es más fuerte bajo el voto obligatorio, que bajo el voto voluntario. De hecho, la brecha en la probabilidad predicha entre desafiantes que ocupan el primer lugar y desafiantes que no ocupan el primer lugar es mayor en 2008 que en 2012.
Nota: errores estándar entre paréntesis. *** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1
Fuente: elaboración propia a partir de los datos de www.servel.cl
Conclusiones
Hay circunstancias en que sistemas proporcionales de lista abierta asumen características de sistemas proporcionales de lista cerrada y bloqueada. En este artículo hemos mostrado que la posición de los candidatos en la papeleta de votación se constituye en un predictor significativo tanto del porcentaje de votos como de la elegibilidad de los candidatos. El efecto se sostiene al incluir otras variables relevantes como la incumbencia y el gasto en campaña, indicando que la posición de los candidatos en la papeleta es un factor relevante a la hora de explicar el resultado de las elecciones.
Dado que en Chile las coaliciones no suelen utilizar el sorteo como mecanismo para definir la posición de los candidatos en el voto, entonces existe el peligro de que las variables utilizadas en nuestro análisis estén contaminadas. Por ejemplo, si son los incumbentes los que buscan ir primeros en la papeleta, el éxito electoral de estos candidatos respondería más a su condición —buscan la reelección—, que a su posición en la papeleta. No obstante, mostramos que sólo cerca de un tercio de los incumbentes ocupa el primer lugar de sus respectivas listas. Es más, al comparar a incumbentes que ocupan el primer lugar versus incumbentes que no ocupan el primer lugar, constatamos que su porcentaje de votos en la elección anterior es similar. Por tanto, no hay evidencia que apoye la idea de que los incumbentes buscan aparecer primeros en la papeleta para así potenciar sus chances de éxito, como tampoco que incumbentes poderosos ocupen en mayor medida el primer lugar de su lista, en comparación con incumbentes menos poderosos.
En términos institucionales, suscribimos la hipótesis de que el ballot position effect es más fuerte bajo el régimen de voto obligatorio, que bajo el régimen de voto voluntario. Adicionalmente, mostramos que dicho efecto es mayor en comunas que reparten 8 y 10 escaños, en comparación con las que reparten 6 escaños. Como señalamos más arriba, ante el incremento en los costos de información sobre los candidatos, los electores —bajo el voto voluntario— tienen la posibilidad de no votar. De esa forma, no asumen ningún costo. En cambio, bajo el voto obligatorio, los electores tienen dos opciones. Votar nulo o blanco, o elegir al candidato que ocupa el primer lugar de su lista de preferencia. Así, evitan informarse sobre los nombres y propuestas de todos los candidatos, utilizando como único atajo informacional la lista o coalición.