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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.70 no.176 Bogotá May/Aug. 2021  Epub July 20, 2020

https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v70.n176.70597 

Artículos

LA PALABRA COMO EL MEDIO POR EL CUAL EL GNOSTICO EJERCE UNA ACCIÓN MEDICINAL EN EVAGRIO PÓNTICO

THE WORD AS THE MEANS BY WHICH THE GNOSTIC EXERTS A MEDICINAL ACTION IN EVAGRIO PONTICUS

Santiago Vázquez* 

* Universidad Nacional de Cuyo / Conicet - Mendoza - Argentina. santiagohernanvazquez@gmail.com


resumen

El tópico de la curación por la palabra aparece en la obra del monje filósofo del siglo IV, Evagrio Póntico, con distintas modulaciones. Recogiendo una herencia clásica, el pensador del Ponto atribuye a la palabra un poder para modificar disposiciones psíquicas. Entre los caminos por los cuales esta potencia curativa de la palabra puede actualizarse, hay uno de particular relevancia que parece atender a la naturaleza más profunda de lo que el mismo Evagrio considera la enfermedad propia del alma. Nos referimos a la palabra proferida por quien es llamado, en el pensamiento evagriano, "gnóstico". La palabra del gnóstico, en efecto, parece ser pensada por Evagrio en un contexto terapéutico en la medida que puede contribuir decisivamente a la cura de la ignorancia de sí.

Palabras clave: Evagrio Póntico; gnóstico; ignorancia; palabra

abstract

The topic of healing by the word appears in the work of the 4th century monk-phi-losopher Evagrius Ponticus in various forms. Picking up on a classical heritage, the Pontine thinker attributes to the word a power to modify psychic dispositions. Among the ways where this healing power of the word can be realized, there is one of particular relevance that seems to address the deepest nature of what Evagrius himself considers to be the very illness of the soul. We refer to the word uttered by the one who is called, in Evagrian thought, "gnostic". The word of the gnostic, in fact, seems to be thought of by Evagrius in a therapeutic context insofar as it can contribute de-cisively to the cure of self-ignorance.

Keywords: Evagrius Ponticus; gnostic; ignorance; word

Introducción

El presente estudio se inscribe en la línea de las investigaciones acerca del pensamiento de Evagrio Póntico, el monje filósofo del siglo IV d. C., que se vienen realizando en los últimos años. En este marco, nos interesa abordar un aspecto que se inscribe en una temática más amplia que ha recibido, con distintas modulaciones, la atención de los especialistas. Dicha temática podría ser denominada "Enfermedad y terapéutica del alma".1 En el marco de lo ya mencionado, el aspecto que nos interesa abordar aquí es el referente al rol terapéutico que puede desplegar la palabra frente a lo que Evagrio considera la enfermedad del alma.

Estudiosos del pensamiento del pensador del Ponto, como Luke Dysinger, Gabriel Bunge (cf. 1997 77-105; 2005 5-50), David Brakke (cf 1-40) y Michael O'Laughlin (cf. 201-215), entre otros, se han ocupado de un tópico semejante centrándose en la acción curativa que Evagrio asigna a la palabra de los salmos, en particular, y de la Sagrada Escritura, en general. En efecto, apropiándose originalmente de una tradición clásica y cristiana,2 el monje del Ponto reconoce que la palabra posee una virtualidad curativa que puede ser actualizada de distintos modos. Particularmente, la Sagrada Escritura y los salmos ofrecen una palabra que puede ser terapéutica ya que puede modificar las pasiones y los pensamientos efectivamente. El método Antirrhético, creado originalmente por Evagrio, constituye el ejemplo más patente de cómo la palabra de la Sagrada Escritura puede servir para combatir pensamientos perturbadores. Sin embargo, consideramos que se puede identificar en la obra evagriana otro camino posible de actualización de la potencia terapéutica de la palabra. Un camino que, de acuerdo con nuestra hipótesis, procura de modo más directo la cura de la enfermedad propia del alma. Nos referimos a la palabra de quien en el pensamiento evagriano es llamado "gnóstico".

En el pensamiento de Evagrio, la figura, característica del monacato cristiano, del Abba o anciano, recibe la significativa denominación de "Gnóstico", pues se trata del hombre que ha alcanzado un cierto grado de ciencia espiritual -natural primero, sobrenatural después- al cabo de haberse ejercitado sostenidamente en el ejercicio de las virtudes (Practiké es llamada esta primera etapa en el itinerario místico evagriano). El gnóstico puede así ejercer, en virtud de esa ciencia alcanzada y del camino recorrido, una acción medicinal. Lo hace mediante la palabra en una especie de psicoterapia verbal incipiente. Por qué dicha acción puede ser medicinal o terapéutica, resulta el interrogante principal que nos proponemos responder.

Interesa demostrar, entonces, primero, cómo Evagrio presenta el tema. En este sentido, realizaremos un rastreo de su obra buscando los lugares en los que, efectivamente, exhorta a someterse a la palabra del gnóstico. En segundo término, nos proponemos demostrar que el motivo principal de estas exhortaciones tiene que ver con considerar que la palabra del gnóstico resulta el recurso terapéutico por antonomasia frente a lo que Evagrio considera la enfermedad propia del alma.

En otros lugares nos hemos ocupado del importante tópico de la enfermedad del alma, de acuerdo a nuestra interpretación de la concepción evagriana (cf.Vazquez 2018; 2017b 3-31). Consignemos aquí que la conclusión a la que arribamos en la etapa previa a este estudio es que la enfermedad propia del alma para Evagrio Póntico es la ignorancia de sí. El nous caído (tal cosa es el hombre para nuestro autor), a consecuencia de haberse desprendido de la unidad con Dios, ignora quién es, ignora su condición espiritual y su vocación de unicidad con el Creador. Tal ignorancia engendra un amor de sí parà physin -llamado por Evagrio filautía- que posee como objeto el propio cuerpo. Dicho amor genera, a su vez, una actividad de la parte pasional del alma, también parà physin, que posee un correlato cognitivo rayano en lo patológico y que Evagrio denomina logismoi. Este es, en apretada síntesis, lo que podría llamarse el cuadro etiológico completo de la concepción evagriana de enfermedad del alma. Frente a este cuadro, consideramos, y es lo que intentaremos demostrar, que la palabra del gnóstico se erige en el recurso terapéutico principal en tanto se orienta a subsanar la ignorancia de sí.

La palabra como instrumento terapéutico del gnóstico. Necesidad de someterse a ella

Como tenemos dicho, el gnóstico puede y deber ejercer para Evagrio una función medicinal3 cuyo principal instrumento es la palabra. Dos textos confluyentes del corpus evagriano nos sirven inicialmente para demostrar esta afirmación.

Se trata de dos comentarios realizados por nuestro autor al texto del libro de los Proverbios que dice: "Mira a la abeja... Reyes y particulares llevan sus labores a su boca, para su salud" (Prov. 6, 8. LXX). En su obra Escolios a los Proverbios, Evagrio dirá que las palabras buenas y bellas (lógoi kaloi) son esos panales de miel que se llevan a la boca para alcanzar la salud y cuyo dulzor cura el alma.4 Por otro lado, encontramos, en un pequeño opúsculo titulado Proverbios y Comentarios, una interpretación simbólica semejante de las palabras del libro de los Proverbios que resultan complementarias de aquellas de los escolios y reveladoras en nuestro contexto de estudio. Dice allí el Póntico: "Las colmenas de los justos se colmarán de panales de miel, y las abejas fuertes comerán su miel" (1Q52 28). En este último texto la idea se concreta indicándonos que son los hombres justos quienes poseen en abundancia esos panales de miel que curan. En efecto, unas pocas líneas más adelante del mismo opúsculo, dirá Evagrio: "Cuando la inteligencia evita palabras de odio, ella profiere buenas palabras" (id. 37). Quien evita las palabras de odio es aquel que ha logrado, como el gnóstico, orientar de un modo katà physin la parte pasional del alma. En virtud de su progreso en la lucha contra las pasiones y del conocimiento que le ha sido dado, el gnóstico, o el justo como se le llama en este opúsculo, puede proferir "bellas palabras". Aunque el texto griego de este opúsculo esté perdido, es de suponer que, como en Escolios a los Proverbios, Evagrio está usando aquí los términos lógoi kaloi. Es el gnóstico quien profiere esas palabras buenas y bellas que son panales de miel "cuyo dulzor cura el alma" (Póntico 1Q87b 72).

Nuestro autor advierte, en varios lugares de su obra, la necesidad de seguir la palabra del gnóstico si lo que se quiere es orientar las pasiones de acuerdo con la naturaleza, avanzar en la vida espiritual y alcanzar el conocimiento. Los motivos en los que funda esta prescripción, que en ocasiones es enérgica, los iremos desmenuzando a continuación, pero anticipemos que el principal tiene que ver con la finalidad propia de la practiké: el autoconocimiento. Como indica Lucio Coco, el gnóstico en Evagrio es "sostén de esta labor de conocimiento de sí" (18).

Es importante observar que esta labor que lleva adelante el gnóstico, además de tener una raíz teológica y metafísica (en tanto la misma concepción de enfermedad solo puede entenderse atendiendo a la completa concepción teológica de Evagrio) que la especifica como quehacer medicinal, tiene también implicancias estrictamente psicológicas. El gnóstico, al realizar dicho quehacer, parte de la realidad psicológica del receptor de su palabra. Una realidad en la que se manifiesta multiformemente aquella enfermedad primordial. Y lo que tal labor propone -el conocimiento de sí auténtico- posee, como no puede ser de otra manera, un cúmulo de virtualidades psicológicas que no pasan desapercibidas para Evagrio. El conocimiento de sí es una labor gradual y espiralada, al final de la cual el yo ve su propia luz que es la luz de Dios;5 pero, en el camino, alcanzar ese conocimiento implica identificar los engaños de los pensamientos (logismoi), su frecuente condición de metarrealidad alienante6 y sus apariencias de verdad. Asimismo, implica identificar la condición de máscara que tienen esos logismoi respecto de los movimientos pasionales parà physin que están detrás de ellos, y para los cuales frecuentemente son auxilios y garantes de su satisfacción. También implica descubrir el error del propio criterio, los "mecanismos defensivos" de que se valen las pasiones, los ocultamientos y las "resistencias" que opera la filautía, las posibles manifestaciones estrictamente psicológicas de las pasiones dominantes (los sueños, por ejemplo, reciben una particular atención de nuestro pensador en tanto indicio "diagnóstico"),7 etc.

Es por ello por lo que Evagrio exhortará continuamente a sus lectores y a los receptores de su enseñanza a escuchar y a someterse a la palabra del gnóstico, es decir, a la palabra de aquellos que han alcanzado, después de un largo camino espiritual, la gnosis. Que dicho camino y su fin, el conocimiento, tenga un alcance universal, es decir, que Evagrio proponga su itinerario místico como el camino universal para alcanzar la salud y volver a la unidad por la obtención del conocimiento de sí, significa que su intención y el alcance de su exhortación no se limita a los monjes a los que primariamente dirige sus escritos. Cuando Evagrio exhorta a escuchar la palabra de los sabios, de los gnósticos, está suponiendo, evidentemente, que todo hombre, en tanto nous enfermo de ignorancia, precisa someterse a la palabra de aquellos que han capitalizado experiencia en el combate contra las pasiones y los pensamientos, y que han avanzado, merced a dicho combate y al conocimiento que junto a él han ido adquiriendo, en la curación de su propia ignorancia. Esto se observa, por ejemplo, cuando nuestro autor se dirige al gnóstico para prescribirle algunas normas para su acción pedagógico-terapéutica. En este contexto, menciona, como destinatarios de dicha acción, a los monjes (Póntico 2008 15, 35), a los jóvenes (id. 25, 36) y a los seculares en general (id. 13, 36). Es decir, está suponiendo que todo hombre puede y debe recibir la palabra sanadora del gnóstico.

Estos sabios gnósticos, que conocen el alma enferma y sus padecimientos propios, tanto por su experiencia como por una ciencia que se les ha dado como fruto de su "peregrinación en el desierto", pueden ofrecer al hombre enfermo una palabra que contribuya en diversos sentidos a arrancarlo de la ignorancia, a anhelar la ciencia y la virtud y a mezclarse paulatinamente con ellas. El gnóstico "cura a los hombres a causa del Señor" (Póntico 2008 33).

El final de la fundamental obra evagriana Tratado Práctico nos otorga un elocuente ejemplo en este sentido, pues allí se evoca un apotegma del célebre monje Antonio, el gnóstico por excelencia, en respuesta a las inquietudes de un hombre del mundo, un sabio de la época. Ante la perplejidad de éste por la total carencia de libros en que vive Antonio, el sabio monje responde: "Mi libro, oh filósofo, es la naturaleza de los seres, y él está allí cuando yo deseo leer las palabras de Dios" (Póntico 1971 92). Como veremos enseguida, la palabra curativa que el gnóstico puede ofrecer al hombre doliente, es la palabra divina que él puede leer en su alma. El gnóstico que ya lee las palabras de Dios en las realidades inteligibles, en los seres racionales, puede devolverle al hombre enfermo la palabra que lo nombra y lo refleja, y le devuelve su identidad más profunda. El gnóstico es, entonces, quien es capaz de descubrir y proferir la palabra divina que nombra al alma, en la cual ésta debe reconocerse para alcanzar la salud. De allí la abundancia de exhortaciones y el énfasis con que son planteadas por nuestro autor. Veamos algunas de ellas, limitándonos, en este apartado, solo a consignarlas. En la "Carta 17", por ejemplo, leemos:

Es necesario que los que se han comprometido en el camino de Aquél que ha dicho: 'Yo soy el camino y la vida', se instruyan al lado de aquellos que allí los han precedido, hablen con ellos de lo que es útil y escuchen de ellos lo que es provechoso.

En el tratado A los monjes hay toda una sección dedicada al tema de la palabra del gnóstico y la necesidad de someterse a ella. Seis kephálaia consecutivos abordan el tema. El gnóstico es llamado aquí padre (patêr), en virtud del oficio de "genitor" de la verdad8 que despliega en el alma de aquel que se dispone habitualmente a recibir su palabra.

El monje que descuida las palabras de su padre renegará de las canas del que lo engendró y maldecirá la vida de sus hijos; pero el Señor le aniquilará.

El que busca excusas se separa de sus hermanos, y acusará a su propio padre.

No des oído a las palabras contra tu padre, ni instigues el alma del que lo deshonra, para que el Señor no se irrite por causa de tus obras y borre tu nombre del libro de los vivos.

El que obedece a su padre se ama a sí mismo, el que lo contradice caerá en pecado.

Dichoso es el monje que guarda los mandamientos del Señor, y santo el que observa las palabras de sus padres. (Póntico 1995a 88-92)

También, en una de sus cartas a Eulogio, nuestro autor realiza una exhortación semejante a las anteriores, subrayando uno de los sentidos en que la palabra del padre puede ser terapéutica. Consignemos aquí el texto de esta exhortación dirigida a Eulogio:

Si quieres combatir contra la falange de los demonios, defiende las puertas de tu alma con la hesychía y tiende las dos orejas a las palabras del padre espiritual, para que entonces tu puedas dar fuego a las espinas de las pasiones más que a la de los pensamientos. Cuando escuches las recomendaciones de tu padre espiritual no seas juez de sus acciones, sino más bien uno que valora sus palabras [...] Quien no presta oído al precepto paterno, desatenderá también el mandamiento de la ley. (Póntico 2006a 15)

Las palabras del gnóstico o padre espiritual deben ser acogidas porque son alimento para el alma. Él da con su palabra aquel conocimiento que el alma enferma necesita, como el exinanido necesita alimento.

En la "Carta 5", hablando de los padres que consuelan el alma de sus huéspedes y cuyas palabras son "como agua fresca para el alma sedienta", Evagrio se ve a sí mismo como muy lejos de ser un tal padre, pues se halla "lejos de poder alimentar a nuestros huéspedes abundantemente con el alimento de las palabras espirituales" (Póntico 1990 2). La misma imagen del agua y del alimento para referirse a las palabras es usada en el opúsculo Explicación de los Proverbios (cf. Póntico 1987a). El agua y los alimentos son aquí símbolos de las palabras, y los bueyes, de los sacerdotes y doctores que sacan sabias palabras de su estado (id. 9, 22-25).

Consignemos, por último, una significativa exhortación que retomaremos enseguida, la cual se encuentra en el kephálaion 68 de un opúsculo que los traductores han titulado Extractos.9 Enumerando los signos de la humildad y exhortando a realizar los ejercicios para obtenerla, indica allí el Póntico:

No confiar en la conciencia de uno, sino poner todo ante el propio padre espiritual, dependiendo de sus palabras y obedeciendo todos sus mandatos sin vergüenza; no atreverse a hacer nada malévolamente, sino más bien soportar la malevolencia de cada persona; no midiéndose a uno mismo. (2006b 68)

Estos son algunos de los textos en los que se puede ver claramente que Evagrio plantea la escucha y la entrevista frecuente con el padre espiritual como una necesidad grave. Evidentemente, está suponiendo que el padre espiritual (que en su esquema es, recordemos, el gnóstico) juega un rol fundamental en el itinerario hacia la salud del alma.

¿Por qué someterse a la palabra del gnóstico?

La respuesta más inmediata, y que aquí intentaremos explicitar, a la pregunta acerca del porqué de la necesidad de someterse a la palabra del gnóstico, es, evidentemente, porque ella contribuye a curar la ignorancia. Ya hemos visto que el gnóstico, sostenido en el conocimiento que ha sido digno de recibir, puede y debe ejercer un ministerio médico. También indicamos que la posible acción médica del gnóstico resulta de su contribución a la superación de la ignorancia. Con esto ya tenemos un principio de respuesta a la pregunta acerca del porqué del sometimiento a la palabra del gnóstico. Corresponde ahora profundizar en este sentido.

En efecto, si hemos indicado que es propiamente esta ignorancia de sí la enfermedad del alma, es en relación con esta clase de ignorancia que la palabra del gnóstico debe ejercer un rol medicinal. Las exhortaciones evagrianas a someterse a dicha palabra a fin de curarse deberían tener como motivo una concepción acerca de la contribución de dicha palabra en la superación de la ignorancia de sí. Dicho de otro modo, el sometimiento a la palabra del gnóstico debe tener como razón principal el auxilio insustituible que la misma puede prestar a la curación de la enfermedad del alma, es decir, a la superación de la ignorancia de sí. Intentemos, a partir de algunos textos claves, acercarnos a esta idea y profundizarla.

Comencemos por un texto breve que marca, no obstante, la tónica de las exhortaciones evagrianas y sugiere que el motivo principal que las anima tiene que ver con la concepción de enfermedad que sostiene Evagrio. Se trata del texto perteneciente al kephálaion 68 del opúsculo Extractos citado hace un momento. Enumerando los signos de la humildad y exhortando a realizar los ejercicios para obtenerla, indica allí el Póntico:

No confiar en la conciencia de uno, sino poner todo ante el propio padre espiritual dependiendo de sus palabras y obedeciendo todos sus mandatos sin vergüenza; no atreverse a hacer nada malévolamente, sino más bien soportar la malevolencia de cada persona; no midiéndose a uno mismo. (2006b 68)

Esta última exhortación parece ser, en el marco del pensamiento evagriano, el motivo principal por el cual hay que poner todo ante el padre espiritual y depender de sus palabras: la percepción que uno tiene de sí mismo es errónea, por lo tanto, cualquier evaluación que uno haga será siempre limitada y perjudicial. Es la palabra del gnóstico, que ve el nous, la que, a partir de la presentación de la propia alma y de las propias perturbaciones, podrá iluminar el subsuelo del alma con la luz de esa visión. Resulta significativo que estas exhortaciones sean hechas en el marco de una enseñanza acerca de la humildad, virtud que en Evagrio posee una doble virtualidad: la de socavar la concepción falsa de sí que proponen los logismoi del orgullo y la vanagloria, y la de ser, por lo mismo, "madre del conocimiento", como lo dice explícitamente en la "Carta 27" (cf.Póntico 2013).

La humildad es adhesión grata a Dios, un auténtico reconocimiento de la naturaleza de uno, dirá Evagrio (Póntico 2006a 10). Y en otro lugar nuestro autor exhorta: "Reflexiona sobre esto: ¿quién es el que te protege en el desierto? ¿Quién aleja los demonios que rechinan los dientes contra ti? Tales pensamientos engendran la humildad y cierran la puerta al demonio del orgullo" (Póntico 1971 33). Asimismo, "La humildad levanta al hombre hasta el cielo, y lo predispone a danzar con los ángeles" (Póntico 1996 18).

Se trata por ello de una virtud primordial en el itinerario terapéutico evagriano, en tanto ella permite al nous una sana relación inicial consigo mismo. En virtud de dicha relación, el hombre no tiene expectativas irreales o ficticias acerca de sí mismo y, a la vez, posee la certeza de que el proceso de curación de sí es llevado adelante por la gracia de Dios, todo lo cual implica que no se preocupa en medirse a sí mismo -como lo señala el texto de Extractos-, viendo cuán lejos o cerca está de la perfección. Además, esta relación consigo mismo, engendrada por la humildad, posibilita la recepción de la palabra que trae la luz del conocimiento acerca de sí. En este sentido, se entiende que el Tratado Práctico -obra que de modo eminente versa sobre aquel itinerario terapéutico, pues su tema es la praktiké, la cual es, en palabras de Guillaumont, "terapéutica del alma" (Guillaumont 2009 205)- se refiera como signo distintivo primerísimo del monje a la capucha en tanto ella es símbolo de la infancia espiritual, de la actitud de abandono a la acción de la gracia de Dios. La capucha protege la cabeza, lo cual resulta un símbolo de la protección del intelecto que obra la humildad. Es importante recordar que -como lo subraya Guillaumont citando a los biógrafos de Evagrio- la capucha era una vestimenta propia de los niños pequeños (cf. Guillaumont 1971 485). De allí que con ella Evagrio se remita al simbolismo de la infancia espiritual. De este modo, la humildad es la protección necesaria de aquel que está en proceso de crecimiento, de aquel que se encamina hacia el conocimiento.10

Que la humildad posea dichas virtualidades puede deberse, como sugiere el texto de Extractos, a que de ella resulta la condición de posibilidad de la acción de la palabra del abba. Es esta, en efecto, la que en el pensamiento evagriano debe darnos una concepción de sí adecuada, la que nos "mide" con justicia y verdad. La palabra del abba o gnóstico, a la vez que necesita de humildad para realizar su acción, profundiza la humildad, y así el genuino conocimiento de sí, proporcionando nuevos modos de verse a sí mismo, alejándose de criterios equivocados acerca del yo y tomando distancia respecto de ellos.

En este contexto se entiende aquella significativa y reveladora afirmación de la obra A los monjes que citábamos más arriba: "El que obedece a su padre se ama a sí mismo" (Póntico 1995a 91). Obedecer al padre, no descuidar sus palabras, es amar el auténtico sí mismo que el padre espiritual conoce. Obedecer al padre sería, en este sentido, una forma buena de filautía. En efecto, si la filautía patológica que mencionáramos más arriba nacía de la ignorancia respecto de sí que seguía a la caída, esta filautía buena nace del vislumbre de la propia naturaleza que otorga la fe,11 y que insta a someterse a la palabra del padre espiritual que ve y conoce en el yo aquello que el propio yo desconoce de sí, aunque lo vislumbra.

Por otro lado, descuidar las palabras del padre espiritual implicará "hablar impíamente, infamar (blasphêmeõ) las canas del que lo engendró", dice Evagrio algunos capítulos antes de la misma obra (cf. 1995a 88, 198). "Las canas del anciano son mansedumbre, su vida, el conocimiento de la verdad" (id. 111), subraya algunos capítulos después. La mansedumbre es para nuestro autor la virtud propia de los ancianos gnósticos, pues ella sería resultado de los largos años en los que se buscó la virtud y manifestación de la orientación katàphysin de toda la parte pasional de su alma. Cuando se alcanza el hábito de la mansedumbre, la vida se identifica con el conocimiento de la verdad. Pues bien, aquello de lo que reniega, de lo que habla impíamente e infama aquel que no escucha las palabras de su padre, es precisamente el bendito estado de gnosis espiritual que el anciano alcanza al cabo de su peregrinación espiritual. Por eso su acción es designada con la palabra blasphêmeõ

La razón de este rechazo que puede devenir en explícito zaherimiento del padre espiritual y de su palabra, hay que buscarla en lo que Bamberger llama -habilitando una legítima y necesaria interpretación psicológica de la relación terapéutica establecida entre el gnóstico y el receptor de su palabra- "estrategias defensivas". Lo interesante -y ciertamente significativo en el marco de nuestra interpretación del pensamiento evagriano- del planteo y del abordaje más psicológico que hace Bamberger de la obra del Póntico, es que tales "estrategias defensivas" son vinculadas a una autoimagen negativa y falsa que lleva a rechazar "defensivamente" las indicaciones del padre espiritual (cf. Bamberger124). Estas pueden ser, en virtud de tal imagen, interpretadas como una falta de aprecio al yo, pudiendo generar así indignación, lo cual, a su vez, explicaría aquel hablar impíamente del estado de gnosis del padre espiritual (y de las palabras que de dicho estado emergen) por parte de quien recibe la palabra del gnóstico.

De este modo podemos ver cómo Evagrio no ignora que la enfermedad del alma y sus ramificaciones psicológicas están haciéndose presentes, como no puede ser de otra manera, bajo la forma de estrategias defensivas en la relación con el gnóstico.

En el Antirrhético encontramos dos ejemplos significativos de cómo el pensamiento, sometido a las pasiones, puede elaborar razonamientos o representaciones falaces que buscan también desmontar la relación con el gnóstico o padre espiritual y desautorizar sus palabras:

Contra los pensamientos de acedia que nos indisponen con los santos padres representándonoslos como gente que no tiene misericordia y no quiere confortar a los hermanos; por tanto, son los mismos pensamientos de aflicción en su contra los que no quieren permanecerles sometidos: 'Obedeced a vuestros líderes y estadles sometidos, porque ellos velan por vuestras almas, como quien ha de dar cuenta; obedece, para que hagan esto con gozo y no gimiendo: eso no sería ventajoso para vosotros' (Hb. 13, 17). (Póntico 2005 vi, 55)

Contra el pensamiento que nos aconseja despreciar a nuestros santos padres porque no han sufrido más que nosotros en su vida: 'Te levantarás ante el hombre canoso, honrarás la ancianidad y temerás a tu Dios; yo soy el Señor tu Dios' (Lv. 19, 32). (id. viii, 8)

La respuesta a tales engaños son textos de la Escritura que ponen en evidencia la falacia y recuerdan que el padre espiritual mira y conoce el alma, mientras vela por ella. Su ancianidad es digna de honra por ser ella, cuando resulta etapa postrera del progreso espiritual, la que le permite acceder al alma de quien se acoge a su palabra.

Por otro lado, la contribución que realiza el gnóstico al conocimiento de sí también se visualiza en la contribución que realiza en la profundización de la contemplación natural segunda, procurando que esta se oriente a la primera. En su concepción del itinerario cristiano, Evagrio pone como segunda etapa, posterior a la practiké y anterior a la postrera contemplación sobrenatural, la llamada contemplación natural. Esta, a su vez, es dividida en segunda y primera. Por la segunda se alcanza el conocimiento de los lógoi de los seres corporales, por la primera ,los de los seres incorporales, es decir, de la propia naturaleza.12

Dice nuestro autor en Kephálaia Gnóstica: "Los objetos tal como ellos son en su naturaleza, o bien el nous puro los ve, o bien la palabra de los sabios los hace conocer" (Póntico 1985 v 90).

Cuando se habla aquí de "los objetos tal como ellos son en su naturaleza", Evagrio se refiere, naturalmente, a sus lógoi. El sabio es, en el esquema de nuestro autor, y tal como hemos visto, el gnóstico, es decir, aquel que, habiendo atravesado el desierto de la practiké, ha arribado a la tierra prometida del conocimiento. Poseyendo la ciencia de los seres puede ofrecer esos lógoi sanantes -que son, como dice Evagrio en Escolios al Eclesiastés, phármaka (cf.Póntico 1993 2)- a las almas enfermas de ignorancia.

Ahora bien, si las almas enfermas no pueden ver, no pueden acceder a los lógoi que la curan, ¿cómo hace el gnóstico para hacérselos conocer? Pues mediante la palabra que, por su virtualidad especular y por su condición de vehículo de los lógoi, adaptado a la condición material y a la situación afectiva del receptor de ella, resulta el medio apropiado para devolver al nous aquel saber cuya ignorancia lo tiene enfermo. Es decir, la palabra del gnóstico resulta el vehículo del lógos sanante adaptado a la situación del nous caído. El nous en tanto caído tiene cerrado el camino al descubrimiento de su propia naturaleza y a la de los seres creados (que conduce a, y refuerza la, contemplación sanante de la propia naturaleza): solo el nous puro los ve, dice aquí el Póntico. Pero la palabra, el lógos hecho sonoridad material, resulta el medio, el puente para lograr que el nous enfermo pueda recibir noticia acerca de aquello que ignora.

La palabra que cura, dirá Evagrio, explicitando la naturaleza cristiana de su pensamiento de fondo, es la de Cristo, pues ella es "espada que separa al nous de la ignorancia". Esta palabra es tanto lógos -identidad interna, principio subyacente- de las cosas, en cuanto expresión verbal concreta (lógoi kalói) (proferida por quien ha accedido al "Reino de Cristo", es decir, a la contemplación natural) que transmite ese lógos, modifica las pasiones y puede así curar el alma. Evagrio identifica en aquel texto de Escolios a los Proverbios que hemos citado más arriba, las palabras de Cristo con los lógoi de las cosas (cf. 1987b 72). Y sugiere el modo en que esos phármaka (los lógoi en tanto identidad interna de las cosas) han de llegar al alma para curarla: mediante palabras bellas (lógoi kalói). Las palabras que curan deben ser encarnadura de los lógoi que se encuentran -como en su principio generador- en Cristo. Deben ser bellas, porque encarnan y manifiestan la belleza de la idea divina que está en las cosas. Esa idea divina que incluye de algún modo -y esto debe asumir la palabra en tanto bella- el llamado del Cristo (que es principio metafísico de los lógoi) al alma enferma, el cual se hace audible en el lógos kalós. Y alcanzarán esa belleza si quien las profiere ha descubierto ya -en virtud de haber desandado buena parte del itinerario terapéutico- la palabra del Cristo que anida en las cosas, haciéndose así canal de su palabra curativa. Por ello Evagrio dirá que es bello el nombre que posee el bien que designa (cf. id. 233). Solo el gnóstico, en el esquema evagriano, es capaz de alcanzar ese lenguaje que posee el bien, pues se trata de un bien oculto a las miradas apasionadas, que él, en virtud de su progreso espiritual y de la ciencia que le ha sido dada, ya conoce.

Resulta muy sugerente, en este sentido, que el adjetivo kaloí sea también usado por Evagrio para calificar las palabras que nacen de las buenas obras y que, por lo mismo, pueden tener una virtualidad curativa: "las palabras son denominadas bellas palabras (kalói lógoi) a causa de las buenas obras" (Póntico 1993 57). El gnóstico puede ofrecer una palabra curativa en la medida en que por sus obras ha sido juzgado digno de recibir la contemplación de las cosas, de sí mismo y de los demás seres incorporales. Sostenido en esta gnosis puede ofrecer entonces aquellos kalói lógoi que pueden curar.

La palabra bella del gnóstico es así el puente entre el hombre enfermo y el remedio al que él se halla incapacitado de acceder. Pero es puente, porque ella transmite singularmente los lógoi que curan. Este "singularmente" refiere a la vinculación con el yo que la palabra portadora del lógos debe trasmitir. Es esta vinculación la que conmueve al hombre, pues este, en razón de la asthéneia (debilidad, enfermedad) de su alma, ignora quién es, y quiere y busca saberlo. La palabra bella es la que sabe reflejar al alma haciéndole posible descubrir que el designio divino que se esconde en las cosas, sus lógoi, tiene que ver con ella misma y con el amor que la creó y busca salvarla. La palabra del gnóstico tiene, entonces, la función de presentar al alma la dimensión espiritual de todas las cosas y el modo en que ellas se refieren amorosamente a él.

Así, el gnóstico "cura a los hombres a causa del Señor", acto en el que también "se cura igualmente a sí mismo", escribe el Póntico (2008 33). Si bien, de acuerdo con lo que hemos visto, el gnóstico ha avanzado en el itinerario de salud alcanzando una libertad respecto de las pasiones y un grado de autoconocimiento que lo hace capaz de brindar un auxilio terapéutico a otros, mientras está en esta vida no ha alcanzado aún de modo definitivo aquel estado de plenitud que es la "salud de la unidad" (2007 8).13 Por lo tanto, también él puede y debe seguir avanzando hacia la salud completa. Por ello Evagrio afirma en aquel texto, que el gnóstico, en cuanto ha alcanzado ya cierto grado de gnosis, puede curar a los hombres y, cuando lo hace, se cura a sí mismo. También el gnóstico ve en el lógos del alma de su prójimo, el lógos de su propia alma. El lógos del alma del prójimo tiene que ver con él mismo y con el amor que lo creó y busca salvarlo. "Monje [gnóstico] es aquel que se estima unido a todos, porque se ve a sí mismo en cada hombre sin excepción" (1995b 125), dirá significativamente Evagrio en el tratado Sobre la oración. Porque se ve a sí mismo, también él se cura.

Pero cabe preguntar: ¿cuál es el lógos de su alma y del alma de su prójimo cuyo descubrimiento lo cura? ¿Cuál es el principio divino que preside su ser? ¿Cuál el designio con el que la Sabiduría Divina lo pensó y lo creó? Dios, en el esquema metafísico evagriano, crea los seres racionales para que vivan en un estado de perpetua unidad entre ellos y con Él participando del conocimiento substancial que se identifica con el Ser Divino. De este modo se entiende que Evagrio diga que porque se ve a sí mismo en todos, se estima unido a todos. Verse a sí mismo en los demás implica vislumbrar y participar ya anticipada y parcialmente en aquel estado de unicidad con Dios y con las demás creaturas racionales, es decir, participar de la monás. Por eso este monje se considera ya unido a todos.

Conclusión

Hemos podido verificar, a lo largo de nuestro recorrido, que Evagrio reconoce que el gnóstico puede brindar una palabra que contribuya decisivamente en el proceso de curación que todo hombre, en tanto nous caído, debe llevar adelante en su existencia terrenal. El rastreo de la obra evagriana nos permitió verificar, primero, la importancia que el tópico de la función medicinal del gnóstico mediante la palabra tiene en la obra evagriana; y, segundo, cómo dicho tópico debe entenderse a la luz del completo pensamiento del monje del Ponto. En efecto, advertimos que la palabra del gnóstico cumple una misión fundamental en la cura de la ignorancia de sí, la cual constituye, a su vez, la enfermedad propia del nous caído del estado de unidad con Dios y las demás creaturas racionales. De este modo, comprendimos que la palabra del gnóstico es phármakon del alma enferma, pues mediante ella dicha alma puede obtener aquel conocimiento cuya carencia la tiene enferma, a saber, el de su propia naturaleza y vocación.

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1Aunque de nuestra factura, dicha denominación designa un conjunto de temas característicos de la obra evagriana que han sido objeto de investigación durante las últimas décadas. En efecto, nos encontramos con abundantes y valiosas contribuciones en torno, por ejemplo, a dos temas que se vinculan al tópico de la enfermedad del alma en tanto resultan manifestaciones de la misma. Nos referimos a los tópicos de la acedia y de los logismoi. En el caso de la primera podemos mencionar los siguientes estudios: Bunge 1QQ1; Forthomme 2000; 2003 21-26 y 2005 15-35; Louf 113-117; Luciani-Zidane; Peretó Rivas 2012 23-35; 2014 581-5Q3; 2017a 76Q-7Q4 y Despland 71-80. En el caso de los logismoi, mencionemos solo algunos: Corrigan 4Q-72; Gibbons 2Q7-330; Horyacha 113147; Tsakiridis; Pesthy 1017-1022. En lo que se refiere al aspecto terapéutico, además de algunos de los aquí citados que también tratan el tema, consignaremos en el cuerpo del artículo algunos que constituyen antecedentes directos de nuestro estudio.

2En el cierre de la obra que el médico español Laín Entralgo consagra al asunto de la curación por la palabra en la Antigüedad Clásica, se lee lo siguiente: "Con la muerte de Aristóteles se acaba en Grecia la especulación original acerca de la acción psicológica de la palabra humana, y por tanto del poder curativo de ésta [...] Solo con el cristianismo -dentro del cual será llamada Logos, 'Verbo', la persona divina que 'se hizo carne'- comenzará una nueva posibilidad para la psicoterapia verbal; pero esta posibilidad, no más que incipiente en Gregorio de Nisa, Basilio de Capadocia y Clemente de Alejandría, tardará siglos en fructificar" (223). Cabe destacar que los tres autores cristianos mencionados por Laín son de primaria importancia en el pensamiento de Evagrio. Gregorio y Basilio son, en efecto, maestros directos del Póntico, y Clemente, una de sus principales referencias doctrinales.

3En otro lugar nos hemos ocupado del modo en que Evagrio presenta el asunto de la función medicinal que puede ejercer el gnóstico (cf. Vázquez 2017a 251-268).

4"'Abeja' designa la contemplación de las creaturas y el Creador mismo, que puros e impuros, sabios e insensatos 'llevan a su boca para la salud' de su alma. Considero también que la cera corresponde a las realidades mismas, mientras que la miel que ellas contienen es el símbolo de su contemplación. Y la cera pasará, porque es dicho: 'El cielo y la tierra pasarán' (Mt. 24, 35). Pero la miel no pasará, porque no pasarán las palabras (lógoi) de Cristo nuestro Salvador, de quien Salomón habla en estos términos: 'Las buenas palabras (lógoikaloi) son panales de miel, su dulzor cura el alma (i)' (Prov. 16, 24)" (Póntico 1Q87b 72).

5Evagrio indicará más de una vez que el nous posee una luz connatural en tanto es lugar de Dios o templo de la Santísima Trinidad, pero esa luz no le es asequible en su estado de enfermedad, sino que comienza a percibirla cuando la parte pasional ha empezado a orientarse de modo katà physin. El nous perfecto es el que percibe su propia luz: "Desde el santo David hemos aprendido claramente lo que es el 'lugar de Dios': 'Su lugar está establecido en paz y su morada en Sión'. El 'lugar de Dios' es, pues, el alma racional" (Póntico 2001 25); "La mente no se ve a sí misma como el 'lugar de Dios' a menos que se haya elevado más arriba que todas las representaciones de objetos. Y no se elevará más arriba a menos que haya quitado todas las pasiones que lo unen a las cosas sensoriales vía representaciones. Y eliminará las pasiones a través de las virtudes y (guardará) los pequeños pensamientos a través de la contemplación espiritual. Y esta contemplación sucederá cuando la luz se le haya manifestado" (id. 23); "[Los impasibles] a la hora de la oración contemplan la propia luz de su intelecto que los ilumina" (Pontico 2008 45); "Es una prueba de impasibilidad que el intelecto haya comenzado a ver su propia luz" (Póntico 1Q71 64).

6Para esta condición de metarrealidad que puede presentar los logismoi (cf. Peretó Rivas 2013 240-242).

7Evagrio dedica una sección del Tratado Práctico (cf. 1Q71 54-56) a tratar acerca de lo que acontece en los sueños como indicio de la pasión dominante y del estado del alma. También en otras como el tratado Sobre los Pensamientos, aborda este tópico (cf. Póntico 1QQ8 27). Un artículo reciente acerca del tema es el de Peretó Rivas (cf. 2017b 523-542). François Refoulé, por su parte, hablando de los sueños en Evagrio y de su condición develadora del estado del alma, señala que el guía espiritual (el gnóstico) debe conocer la pasión dominante del alma para realizar un diagnóstico apropiado, y para esto los sueños son una importante indicio: "Conociendo la pasión mayor del monje, el Padre sabrá dar un diagnóstico seguro sobre el estado de su alma, aconsejándole los remedios apropiados [...] Los sueños, probablemente de manera privilegiada develan las pasiones" (Refoulé 4Q5-4Q6).

8"En cuanto a los padres espirituales, no se les llama 'padres' porque ellos posean un rango por delante de otros: si así fuera, los tribunos podrían ser llamados 'padres'. Más bien, ellos son padres porque poseen los dones del espíritu, y engendran a muchos por la virtud y el conocimiento de Dios." (Póntico 1990 7)

9Para una mayor noticia de este opúsculo ver la introducción de Casiday a su propia traducción; véase Casiday 172-173.

10"Evagrio menciona significativamente como primera pieza de la vestimenta la capucha, tomada de la ropa de los niños. Envolviendo la cabeza, sede del intelecto (la facultad guía), ella recuerda continuamente al monje aquella virtud del espíritu indicada por Cristo como excelente sobre todas las otras: la humildad [...] Así protegido, el intelecto llevará a cabo la tarea a él asignada de 'guía' sobre 'las sendas del Señor'. De esta manera, como el orgullo es causa de la 'ceguera' de la ignorancia y del alejamiento de Dios, así la humildad deviene para el hombre 'madre del conocimiento'" (Bunge 1989 49-50)

11"El comienzo de la praktiké es la fe" (Póntico 1971 84). "La caridad es hija de la impasibilidad; la impasibilidad es la flor de la praktiké; la praktiké reposa sobre la observancia de los mandamientos; éstos tienen por guardián el temor de Dios, el cual es un producto de la fe recta" (id. 81). La fe es como el puntapié inicial del itinerario evagriano. Por ello la ponemos aquí como aquello que hace posible someterse inicialmente a la palabra del gnóstico. Dicho sometimiento es parte fundamental de la praktiké. La fe, en efecto, nos da una inicial noción de Dios y, por tanto, una incipiente noción de sí.

12Véase Póntico 1985 iii, 61; 1993 1-2, 11, 15, 19; 1971 50, 89; 1987b 2, 373 y 2008 4, 22, 44.

13Acerca de la naturaleza de esta obra y de la autoría evagriana de la misma véase Géhin 2007 19-89; Kalvesmaki 2021. En un estudio, previo a la edición de Sources Chrétiennes, de los manuscritos sobre los que se hizo dicha edición, Joseph Paramelle indicaba lo siguiente: "En su conjunto, estos capítulos nos conservan el eco bien reconocible de la doctrina de Evagrio, tal como ella se ha transmitido, sin duda a partir de la lectura de sus obras, seguramente gracias al recuerdo de su enseñanza oral, tal como ella ha evolucionado en un medio que sigue siendo bastante fiel a su recuerdo para continuar, en despecho de la sospecha precoz y de los anatemas del 553, apelando a su nombre" (111-12).

Cómo citar este artículo:

MLA: Vázquez, S. "La palabra como el medio por el cual el gnóstico ejerce una acción medicinal en Evagrio Póntico." Ideas y Valores 70. 176 (2021): 75-Q4.

APA: Vázquez, S. (2021). La palabra como el medio por el cual el gnóstico ejerce una acción medicinal en Evagrio Póntico. Ideas y Valores, 70 (176), 75-Q4.

Chicago: Santiago Vázquez. "La palabra como el medio por el cual el gnóstico ejerce una acción medicinal en Evagrio Póntico." Ideas y Valores 70, n.° 176 (2021): 75-Q4.

Recibido: 02 de Marzo de 2018; Aprobado: 16 de Agosto de 2018

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