Colombia vivió un conflicto interno armado con la exguerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) desde la década del sesenta en el siglo XX. Las raíces históricas de este conflicto se fundamentan en problemas asociados a la desigualdad social, la falta de una reforma agraria justa y a la exclusión política de sectores no pertenecientes a las élites tradicionales (Medina, 2010; Pataquiva, 2009; Veléz, 2001). De hecho, la exclusión política en Colombia es uno de los argumentos a los que apelan los movimientos insurgentes de la época, dado que se constituyó el Frente Nacional para la alternancia del poder entre el Partido Conservador y el Partido Liberal desde el 1958 hasta 1974, lo cual dejó por fuera otras minorías políticas, como, por ejemplo, el Partido Comunista, que fue estigmatizado, declarado ilegal y perseguido durante la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla (Duque, 2012; Rueda, 2015). Lo anterior converge en un contexto anticomunista que lideró Estados Unidos a nivel internacional, el cual tuvo bastante recepción en Colombia (Trejos, 2011).
En este contexto adverso, desde la década de los ochenta diferentes gobiernos gestionaron la búsqueda de una solución pacífica al conflicto. Bajo el mandato de Belisario Betancur (Partido Conservador), por ejemplo, se llevó a cabo un acuerdo de paz con el grupo insurgente M-19 que condujo a la desmovilización y participación política de sus integrantes. No obstante, este proceso tuvo múltiples obstáculos que condujeron, entre otros, al exterminio y genocidio de los miembros del partido político denominado Unión Patriótica (1984-2002), del que fueron asesinados congresistas, concejales, candidatos presidenciales y militantes por grupos paramilitares (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2018). Por estos hechos, el expresidente Juan Manuel Santos reconoció la responsabilidad del Estado colombiano (El Espectador, 15 de septiembre de 2016). Con las FARC-EP, distintos gobiernos condujeron diálogos entre las partes, aunque fue el gobierno del expresidente Juan Manuel Santos el que, finalmente, logró la firma del acuerdo para culminar el conflicto en el 2016.
Este acuerdo contó con el apoyo del partido político del expresidente Santos y otros partidos de izquierda, progresistas, centro y centroderecha (El Tiempo, 2016; El Tiempo, 2016; Presidencia de la República, 2016); además, con la oposición del partido de derecha que objetó los contenidos acordados (Basset, 2018; Caicedo, 2016). Este antagonismo ha sido constante en distintas fases del proceso de paz (negociación, firma e implementación) y ha generado una atmósfera de tensión producto de la polarización política, evidenciada en los resultados del plebiscito por la paz en los que, con mínima diferencia, la votación dio como ganadora la opción del “No” (50.21 %) frente al siguiente interrogante: “¿Apoya el acuerdo final para terminación del conflicto y construcción de una paz estable y duradera?” (Registraduría Nacional, 2016).
En el plebiscito, la campaña a favor del acuerdo usó argumentos centrados en la cohesión social y la esperanza (Castiblanco-González et al., 2020). Por su parte, la campaña de oposición difundió contra-narrativas sobre creencias de paz sin impunidad con un clima emocional negativo de ansiedad social (Barreto et al., 2019; Caicedo, 2016; El País, 2016; Pulido et al., 2020; Rico & Sottilotta, 2020). Este énfasis argumentativo en el castigo judicial para los exguerrilleros se centró en la controversia sobre la creación de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), mediante narrativas de impunidad a los crímenes de guerra, junto con el rechazo a la participación política de los exguerrilleros (Cardona & Londoño, 2018; Gómez, 2017; Semana, 2016; Rico & Sottilotta, 2020). Posteriormente, en noviembre del 2016 se firmó el acuerdo con algunas modificaciones. En los inicios del 2018, durante las elecciones presidenciales, se incrementó la polarización entre simpatizantes de la derecha que aún cuestionaban concesiones del acuerdo y partidarios con ideologías de centro o izquierda que continuaban apoyando las concesiones (Prada & Romero, 2019).
Este contexto de polarización política y social ha sido histórico desde el siglo pasado hasta la actualidad y dificulta el ejercicio del derecho a participar políticamente con totales garantías (Galanova, 2018). De ahí que apenas en el 2018, tanto la reglamentación del estatuto de la oposición (Consejo Nacional Electoral, 2019) como la creación del partido político surgido de los antiguos miembros de la exguerrilla de las FARC-EP se constituyen en una medida de justicia transicional incluida en el acuerdo de paz.
Adicionalmente, pese a haberse firmado un acuerdo de paz con la exguerrilla de las FARC-EP, esto no quiere decir que la violencia dejase de existir en Colombia. Lo anterior se debe a que en el país persisten cinco conflictos armados internos con diferentes actores: el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el Ejército Popular de Liberación (EPL), los grupos disidentes de las antiguas FARC-EP, los grupos armados organizados (GAO) y las autodefensas gaitanistas de Colombia (AGC) (El Espectador, 2021; Semana, 4 de abril de 2019). Esta situación constituye un desafío para la implementación del acuerdo de paz con las antiguas FARC-EP en zonas donde hay luchas de actores armados ilegales por el control del territorio, y donde la inseguridad física de los exguerrilleros reincorporados se evidencia en las cifras reportadas por la misión de verificación de la ONU (2021).
Como se mostró, la consolidación de la paz es un asunto de Estado, por tanto, la implementación del acuerdo está proyectada para ser gestionada en varios periodos de gobierno que tienen como mandato el logro de una paz sostenible (Gobierno Nacional & CSIVI, 2017), aunque su ejecución ha sido polémica (Rico et al., 2020). Durante el gobierno de Santos (gestor del acuerdo), el discurso relacionado con la implementación promovió la reconciliación y el perdón, mientras que el gobierno de Duque (miembro del partido opositor al acuerdo) fomenta la justicia y la protección (Barreto, 2021). Lo anterior es consistente con el estudio de Rico y Barreto (2021), cuyos resultados identifican la presencia de creencias y emociones que ponen de manifiesto posturas distintas frente a la firma e implementación del acuerdo en un sector de la sociedad colombiana (1231 participantes). En esta misma línea, los estudios de López-López et al. (2013; 2018) y Pineda et al. (2019) han evidenciado la poca disposición de un sector de la población (civiles no necesariamente víctimas) a perdonar y coexistir con excombatientes, lo cual refleja que solo una minoría muestra una forma de pensar abierta, poco polarizada y dispuesta al cambio. No obstante, pese a las diferentes visiones de paz y las perspectivas de gobierno sobre la implementación del acuerdo, los dos mandatos se declaran adalides de la paz con un marco emocional de esperanza (Barreto, 2021).
Infraestructura psicosocial del conflicto
La salida constructiva a conflictos duraderos implica transformar la infraestructura psicosocial que sostiene la cultura del conflicto, compuesta por creencias y emociones que impiden la aceptación de información alternativa (Porat et al., 2015). Esto es posible mediante el fomento de creencias asociadas a una mentalidad abierta (maleables) y emociones vinculadas a una flexibilidad cognitiva (esperanza) que contribuyan a la despolarización del enfrentamiento ideológico entre partidos de izquierda, centro y derecha, en lo referido a concesiones polémicas del acuerdo con las FARC-EP.
En el marco cognitivo que se vincula a un tratado de paz, las creencias fijas que promueven la mentalidad cerrada constituyen barreras para aceptar compromisos y concesiones relacionadas con lo pactado (Carr et al., 2012; Petrović et al., 2019), porque actúan como un prisma a través del cual los individuos interpretan el conflicto (Bar-Tal & Halperin, 2011; Porat et al., 2015). De ahí que las creencias fijas hacen sinergia con orientaciones políticas autoritarias de derecha que refuerzan una visión conservadora del mundo, defienden valores tradicionales y rechazan grupos disidentes (Kahn et al., 2018). Estas características no favorecen la desescalada del conflicto porque acentúan la tensión hacia los rivales en conflicto (Cohrs & Asbrock, 2009) e intensifican la cultura de este (Bar-Tal & Halperin, 2011).
Dado que las creencias fijas no cambian fácilmente, porque esto implica cuestionar la forma como el individuo ve el mundo, su transformación representa una amenaza a su auto-concepto; además, están soportadas en profundos esquemas mentales que conducen a que las personas asuman sus características como innatas e inamovibles (Weiss-Klayman et al., 2020). Desde esta perspectiva, las creencias fijas o rígidas tienden a establecer prejuicios y estereotipos (Levy & Dweck, 1998; Rydell et al., 2007). De hecho, existen estudios que formulan sinergias entre creencias fijas e ideologías de extrema derecha (Adorno et al., 2019), al igual que vínculos entre una mentalidad rígida y personas ubicadas en extremos ideológicos (Conway et al., 2018; Dono et al., 2018).
Ante estas circunstancias, es necesario desarrollar creencias maleables que reflejan una mentalidad abierta (Bar-tal, 2019; Bar-tal & Halperin, 2014; Porat et al., 2015), porque las personas perciben las circunstancias como oportunidades para aprender y asumen actitudes más conciliadoras (Halperin et al., 2011; Weiss-Klayman et al., 2020); igualmente, tienden a desarrollar menos estereotipos y prejuicios, de manera que se propician ambientes para la reparación de relaciones o desarrollar nuevas (Carr et al., 2012). De este modo, los individuos aceptan la idea de que el grupo adversario puede cambiar, así como minimizan la percepción negativa del grupo externo (Kudish et al., 2015) y adoptan una visión más empática y esperanzadora del otro grupo (Leshem, 2019).
Adicionalmente, las creencias maleables incrementan la esperanza (Cohen-Chen et al., 2014; Goldenberg et al., 2017), porque esta emoción requiere una flexibilidad cognitiva (Bar-Tal & Halperin, 2011; Halperin & Gross, 2011; Leshem, 2017) para afrontar circunstancias adversas o riesgosas (Cohen-Chen et al., 2014; Hasan-Aslih et al., 2020; Marsay, 2020; Rico et al., 2017), y para planificar metas orientadas a la transformación del conflicto (Bar-Tal, 2001; Cohen-Chen et al., 2014; Cohen-Chen et al., 2019; Krafft et al., 2019).
La esperanza es una emoción compleja que permite sobrellevar situaciones conflictivas mediante la combinación de sentimientos positivos como, por ejemplo, el optimismo, con procesos cognitivos como las expectativas sobre un resultado deseado en el futuro (Cohen et al., 2017; Krafft et al., 2019; Hasan-Aslih et al., 2020; Leshem & Halperin, 2020). En situaciones de conflicto, la esperanza aviva la creencia de que el cambio es posible, de modo que fomenta una disposición a resolver un conflicto (Leshem, 2017) e impulsa así una habilidad cognitiva y motivacional que permite seguir intentando a pesar de los contratiempos (Krafft et al., 2019); a su vez, promueve el apoyo a concesiones (Čehajić-Clancy et al., 2016; Krafft et al., 2019).
Asimismo, la flexibilidad cognitiva y la creatividad de la esperanza para buscar salidas alternativas al conflicto (Bar Tal, 2001; Bar-Tal & Halperin, 2011; Halperin & Gross, 2011; Leshem, 2017), junto con el carácter flexible de las creencias maleables (Cohen-Chen & Halperin, 2015), se asocian con orientaciones políticas progresistas que son más esperanzadoras y abiertas a procesos de cambio (Cohen-Chen et al., 2019; Pliskin et al., 2018; Wayne et al., 2016). Por tanto, las personas con estas orientaciones políticas presentan creencias maleables y tienen mayor probabilidad de experimentar actitudes esperanzadoras con relación a la gente con orientación política de derecha (Cohen-Chen et al., 2019; Pliskin et al., 2018; Wayne et al., 2016).
En este orden de ideas, para avanzar a una paz sostenible después de un tratado de paz y transformar la cultura del conflicto, las creencias maleables y la esperanza favorecen la receptividad de información alternativa, de rutas conciliatorias sobre la aceptación de la contraparte y el apoyo a procesos de reconciliación social (Cohen-Chen et al., 2017; Cohen-Chen et al., 2019; Halperin & Gross, 2011; Kudish, et al., 2015, Rosler et al., 2017).
Basados en la evidencia empírica sobre el papel de creencias maleables y de la esperanza en la gestión constructiva de conflictos (Bar-Tal, 2001; Bar-Tal & Halperin, 2011; Cohen-Chen et al., 2014; Cohen-Chen et al., 2015; Goldenberg et al., 2017; Plaks et al., 2001; Porat et al., 2015), en esta investigación indagamos cuál fue el impacto de las creencias maleables y de la esperanza sobre el apoyo a las concesiones polémicas del acuerdo de paz firmado entre el gobierno colombiano con las FARC-EP, en consideración a la presencia de condiciones sociodemográficas y de ideología política en el contexto de polarización política asociado a las elecciones presidenciales del 2018, lo cual se sustenta en la literatura que postula sinergias entre contextos de tensión socio-política con creencias rígidas que impiden actitudes a favor del cambio (Cohen-Chen et al., 2014; Porat et al., 2015; Whol et al., 2016); esto, además, genera emociones negativas alrededor de concesiones para la paz (Sabucedo et al., 2010), las cuales actúan como barreras para transformar la cultura del conflicto (Bar-Tal & Halperin, 2013; 2014; Coleman, 2003; Crocker et al., 2005).
Con el propósito de abordar el interrogante expuesto, formulamos dos hipótesis: (1) las personas que presentan creencias maleables y emoción de esperanza sobre el cambio del conflicto con las FARC-EP tienen mayor disposición para apoyar concesiones del acuerdo relacionadas con la JEP y la participación en política de exguerrilleros; (2) la esperanza en la paz con la FARC-EP tiene una función mediadora entre las creencias maleables y la aceptación a concesiones del acuerdo para afrontar el conflicto.
Método
Diseño
Desarrollamos una investigación no experimental cuantitativa, soportada en un cuestionario aplicado a 562 personas entre febrero y mayo del 2018. Trabajamos con un muestreo no probabilístico por conveniencia tipo bola de nieve en Barranquilla.
Participantes
Un total de 562 (n = 562) habitantes de barranquilla: 253 hombres y 309 mujeres. El 17.44 % eran jóvenes, el 34.7 % adultos y el 37.03 % mayores de 50 años. En cuanto al nivel educativo, el 5.87 % cursó primaria, el 33.98 % secundaria o técnico, el 39.86 % es profesional y el 20.28 % tiene título de posgrado. En relación con la orientación política, el 11.36 % se autoidentificó de izquierda, el 63.88 % de centro y el 24.73 % de derecha.
Instrumento
La orientación política se calculó con una escala ordinal basada en el Latino barómetro. Mediante tres escalas tipo Likert se evaluaron las creencias maleables, la esperanza y el apoyo a las concesiones (Cohen-Chen et al., 2014), tal como se describe en el Apéndice 1; la validez del constructo se examinó mediante un análisis factorial con rotación varimax y estimación máxima verosímil. Se obtuvo una varianza explicada del 62.3 % y coeficientes de confiabilidad (tabla 1) que presentaron valores levemente superiores (rango .61 a .80) con respecto a la escala de creencias maleables y superiores (rango .81 a 1) para las escalas de esperanza y apoyo a concesiones.
Análisis de datos
Correlación entre los factores
Se identifican correlaciones significativas y positivas entre los constructos: creencias maleables se asociaron positivamente con esperanza (r = .49, p < .001) y con apoyo a concesiones (r = .31, p < .001). Por tanto, cuanto más creían los participantes en la maleabilidad del conflicto con las FARC-EP, experimentaron más esperanza con respecto a este y tenían mayor disposición a realizar concesiones. Además, se observa una correlación positiva significativa entre esperanza y apoyo a concesiones (r = .51, p < .001), lo cual indica que cuanto más esperanzados se sintieron los participantes con respecto a la posibilidad de culminar el conflicto, más estaban dispuestos a hacer concesiones (tabla 2).
Regresión
Se realizó un análisis de regresión paso a paso, de modo que se introdujo inicialmente las variables sociodemográficas y la ideológica como variables control, posteriormente las creencias y, por último, la esperanza, tal como se observa en la tabla 3.
El modelo 1, 2, 3 y 4 presenta la inclusión de las variables de control. El modelo 5 confirma el poder explicativo de las creencias maleables sobre el apoyo a las concesiones; no obstante, estas dejan de ser significativas al incluir la esperanza, lo que confirma el papel mediador de la esperanza entre las creencias maleables y el apoyo a las concesiones.
Análisis de mediación 1
Por medio de un Anova se examinó si el modelo con la esperanza tiene un mayor poder explicativo con respecto al modelo que solo incluye creencias maleables. Los resultados muestran un F = 128.03 p = .00***; lo cual indica que el modelo con la esperanza es significativamente mejor. Al incluir la esperanza como mediadora, se observa un efecto indirecto .2448 con intervalos de confianza calculado haciendo uso de la técnica Bootstrap no paramétricos que van de .19 a .3 (p = .00***). Esto evidencia que la esperanza sí es un agente mediador entre la relación que existe entre creencias maleables y apoyo a concesiones, y refleja que esta relación es significativamente más fuerte, de forma directamente proporcional, en aquellas personas con niveles de esperanza más alto (figura 1).
Análisis de mediación 2
Se incluyó la esperanza como variable independiente y las creencias maleables como mediadoras para confirmar qué creencias maleables promueven el desarrollo de la esperanza y no viceversa. En este caso, se obtiene que el modelo de mediación no es adecuado con intervalos de confianza que va de 001 a .08, lo cual refleja un efecto mediador nulo (figura 2).
Análisis de variables sociodemográficas sobre el apoyo a concesiones
Se realizó un modelo lineal para analizar las variables sociodemográficas en función del apoyo a concesiones. Se observó que: (a) personas con orientación política de izquierda (x - = 3.89) demuestran mayor apoyo, quienes se ubicaron en el centro (x - = 3.38) mostraron un apoyo moderado, y personas con orientación política de derecha (x - = 2.64) apoyaron menos (F = 29.27***); (b) personas más jóvenes (18-24 años: x - = 3.8; 25-35 años: x - = 3.1; 36-49 años: x - = 3.1; 50-64 años: x - = 3.2; más de 65 años: x - = 3.2;) ofrecen mayor apoyo (F = 10.2437***); y (c) personas con mayor nivel de estudios (primaria: x - = 2.6; secundaria: x - = 3.3; técnico-universitario en curso: x - = 3.2; posgrado: x - = 3.6) apoyan más (F = 9.057***).ȇ
Conclusiones
Los datos analizados son consistentes con los planteamientos teóricos y corresponden a un entorno real de implementación de un acuerdo de paz, de manera que constituyen un aporte empírico al modelo que había sido propuesto en un entorno “hipotético” de desescalada del conflicto israelí-palestino. Los hallazgos se sitúan en el contexto de posacuerdo en Colombia y, al respecto, planteamos cuatro reflexiones. Primera, los participantes que creen que el conflicto colombiano puede cambiar, y tienen mayor disposición a apoyar concesiones polémicas que favorecen la transformación de la cultura del conflicto (Cohen-Chen et al., 2015; Pineda-Marín et al., 2019; Sabucedo & Vilas, 2014). Las personas con creencias de apertura al cambio aceptan que los excombatientes puedan entablar relaciones reparadoras mediadas por la JEP y participar en política; de este modo, refleja una percepción de cambio en las relaciones entre los exguerrilleros con la sociedad y el Estado.
La segunda reflexión es que los participantes que presentan creencias maleables sobre el conflicto desarrollan actitudes esperanzadoras ante una salida constructiva a este (Čehajić-Clancy et al., 2016; Cohen-Chen et al., 2019; Cohen-Chen et al., 2017; Goldenberg et al., 2017; Krafft el al., 2019; Rosler et al., 2017). En este sentido, las personas con creencias maleables y con esperanza en la culminación del conflicto con las FARC-EP conciben concesiones sobre la JEP y la participación política de exguerrilleros como estrategias válidas para culminar el conflicto mediante la reincorporación de los excombatientes al sistema político colombiano. Esto confirma que la esperanza puede ser fomentada en personas con mentalidad maleable (Shuman et al., 2016), así como que permite la planeación de rutas con miras a lograr un futuro deseado (Cohen-Chen et al., 2017).
La tercera reflexión es sobre las condiciones sociodemográficas. Los participantes con orientación política de izquierda y de centro fueron más receptivos a concesiones del acuerdo que personas con orientación política conservadoras de derecha (Cohen-Chen et al., 2019; Pliskin et al., 2018; Wayne et al., 2016). Este hallazgo es consecuente con los planteamientos sobre creencias maleables versus creencias fijas (Cohen-Chen et al., 2014; Porat et al., 2015), y con el contexto de tensión sociopolítica durante las elecciones presidenciales del 2018 (Whol et al., 2016). Al respecto, advertimos sobre la responsabilidad de líderes y colectivos políticos en la difusión de creencias deslegitimadoras de procesos de paz (Barreto et al., 2010; López-López et al., 2013), puesto que tiene consecuencias adversas para la aceptación social de mecanismos de justicia transicional empleados con el fin de cultivar la paz.
En cuanto al apoyo mayoritario de jóvenes a concesiones del acuerdo, coincide con la estabilidad de creencias a medida que incrementa la edad de los individuos (Livingstone et al., 2018; Neel & Lassetter, 2015). Asimismo, el estudio sugiere que personas con mayor nivel educativo pueden apoyar medidas excepcionales que, usualmente, se formulan durante procesos de justicia transicional. En concordancia con lo anterior, se ha planteado que, a mayor nivel educativo, la persona consideraría más elementos en el momento de evaluar y decidir su posición ante una realidad, lo cual refleja un pensamiento más flexible (Pineda-Marín, 2021). Por tanto, se propone realizar más investigaciones aplicadas sobre procesos educativos en función de la prevención de conflictos y la promoción de paz, puesto que la formación educativa permite desarrollar estrategias cognitivas dirigidas a entender problemáticas sociales y rechazar estereotipos negativos (Wodtke, 2012; 2018).
La cuarta reflexión es sobre las implicaciones prácticas de este estudio, porque ofrece bases para la formulación de políticas públicas orientadas al desarrollo de actitudes esperanzadoras en diferentes actores de la sociedad colombiana, con el fin de contrarrestar creencias rígidas alimentadas por la polarización y por contextos de tensión sociopolítica (Porat et al., 2015; Whol et al., 2016) que afectan el avance hacia el perdón y la reconciliación social (Alzate et al., 2018; Rico &Barreto, 2021; Rico et al., 2020; Rico & Maza, 2017). En este sentido, recomendamos implementar procesos pedagógicos para que las personas comprendan el acuerdo de paz (Correa et al., 2018) y desarrollen creencias maleables que potencien habilidades de pensamiento flexible y de reevaluación cognitiva positiva (Cohen-Chen et al., 2014; Halperin & Pliskin, 2015; Hurtado-Parrado et al., 2019), las cuales impulsen mayor receptividad ante medidas de justicia transicional que tienen profundas implicaciones en la desescalada del conflicto con las FARC-EP.
Cuando surgen opciones de cambio sustancial como la culminación del conflicto armado con las FARC-EP, la sola posibilidad de cambio puede alentar creencias maleables conforme pasa el tiempo. Los reportes sobre el apoyo al acuerdo de paz en Colombia durante sus tres años de implementación son consistentes con este planteamiento (Instituto Kroc de Estudios Internacionales para la Paz, 2020), puesto que evidencian un apoyo progresivo al acuerdo. No obstante, la polarización y la politización de la paz impiden el descongelamiento de creencias ligadas a la cultura del conflicto (Rico & Barreto, 2021; Rico & Sottilotta, 2020). La expansión de la investigación en esta línea puede dar luces sobre la promoción de actitudes esperanzadoras y sobre la sostenibilidad de los procesos de paz.