1. Introducción
La ciudad de Jojutla es la actual capital del municipio homónimo de Jojutla en el sur del estado de Morelos, cuenta con una población de 17 777 habitantes, de acuerdo con el censo del año 2020.1 Siguiendo la clasificación del Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México (INEGI), “A fin de mantener la comparabilidad internacional, se considera medio rural a las poblaciones con menos de 2 500 habitantes y el medio urbano a las que tienen de 2 500 habitantes y más”.2 En estos términos, la referida ciudad sería fácilmente considerada como un entorno urbano. Pero, la realidad es más compleja, pues se trata de un contexto social con múltiples matices, abarcando colonias planificadas, conjuntos residenciales, poblados y barrios irregulares. Asentamientos que, además, son sumamente diversos en términos de infraestructura básica, acceso a servicios públicos y recursos naturales, así como en las formas y materiales de las construcciones. Aunado a estas particularidades, se trata de un territorio que aglutina diferentes actividades productivas y económicas.
En este tenor, se parte de la premisa de que resulta sumamente complicado, y quizás inútil, establecer una oposición rural/urbano o campo/ciudad para dar cuenta de las características socio-territoriales que definen a Jojutla. Asimismo, el proceso de urbanización ha operado históricamente de manera particular en los lugares que antiguamente habían sido rurales, tal es el caso de esta ciudad, donde se han generado formas específicas de ocupar y organizar el espacio, que son nombradas de diversas formas por los geógrafos (suburbano, conurbano, periurbano) ante el desafío que implica describirlas, valiéndose de categorías que muchas veces son utilizadas de manera indistinta o como sinónimos.3
En el caso del presente estudio, se ha optado por la noción de periurbano, entendido como una zona dinámica, en transformación constante, debido a sus propios rasgos espaciales, naturales, políticos, culturales y económicos. Dicha noción evidencia la interacción urbano-rural a través de la expansión urbana;4 mientras las antiguas dicotomías develan sus limitaciones frente a la heterogeneidad en la ocupación y transformación territorial, así como en las prácticas sociales (en sentido amplio) que definen a Jojutla.
Teniendo en cuenta esta complejidad, destaca la pertinencia de reflexionar acerca del proceso histórico que ha delineado a la ciudad hasta sus particularidades contemporáneas. Y, en ese mismo sentido, advertir dichos aspectos más allá de las clasificaciones en torno a la densidad demográfica y/o la extensión territorial que ocupa. Es preciso deslastrar las conceptualizaciones de la dimensión espacial que la refieren como telón de fondo, elemento estático y contenedor de las prácticas de los grupos humanos, y aprehenderla como una fuerza significativa en la conformación de la acción social;5 pues es “[...] una construcción integral, dialéctica, compleja, multidimensional y pluridimensional, desde la vida social y sus múltiples y plurales interrelaciones, procesos y dinámicas, donde lo geográfico y lo ecológico, lo económico, lo social, lo cultural y lo político [.] [son] partes indivisibles y en interacción, lo mismo que sus niveles, ámbitos y escalas”.6
Así, el abordaje analítico que se propone realizar guarda estrecho vínculo con el objetivo del dossier que lo aglutina, pues advierte la pertinencia de reflexiones críticas en torno a las configuraciones internas de una ciudad que, independientemente de su tamaño y número de habitantes, ha construido redes de influencia urbano-regionales, en términos políticos, económicos, ambientales y socioculturales. En este sentido, la interrelación espacio- temporal cobra particular relevancia para comprender el territorio que ocupa la ciudad de Jojutla como un producto sociohistórico, pero no desde una mirada unilateral, sino en términos de la relación dialéctica sociedad-naturaleza. E, igualmente, advertir de qué manera pasado y presente se articulan desde una perspectiva de larga duración.7
De esta manera, se genera una ruptura con las explicaciones sustentadas en un devenir lineal, para ir y venir entre el pasado y el presente, y así poder reconstruir e interpretar las características actuales del espacio social. Por ello, se optó por una metodología que articula las dimensiones diacrónica-sincrónica, desde la dialéctica de la duración braudeliana y el método antropológico, en el afán de trascender la historia de los acontecimientos, y pensar más bien en una historia que supera lo episódico, lo instantáneo y advierte las estructuras que delinean las realidades sociales.8 En este sentido, se propone retomar la noción de configuración territorial como una categoría de análisis que permite deslastrar el determinismo de la geografía espacial. Como lo afirma Moreno González, siguiendo a Braudel, los factores geográficos hacen parte de la historia, pero se encuentran relacionados con otros aspectos de orden social, caracterizando en su conjunto el proceso de ocupación, organización y apropiación del territorio.9 Al partir de esta visión dinámica:
[...] se amplía el análisis al considerar las prácticas sociales y las estrategias de subsistencia de los grupos humanos a lo largo de su historia, como componente del espacio social, inscritos en los procesos históricos y culturales y que constituye el lugar, como el espacio donde hay una actuación social, con rasgos particulares, en tanto su espacio social es pensado lo que se expresa en el lugar como esquemas espaciales pensados que sirven de referentes de significación social y cultural en función de sus necesidades materiales y sociales y lo que en conjunto configura los territorios [...].10
A partir de estos aspectos teóricos- metodológicos, el presente documento inicia con la reconstrucción de la historia de ocupación del territorio jojutlense para, posteriormente, realizar una discusión crítica en torno a sus rasgos y complejidades actuales. Para ello, el análisis se sustenta en la interpretación de datos construidos a partir de la articulación entre información etnográfica y documental. Se realizaron entrevistas semiestructuradas a especialistas en la historia del sur de Morelos y a algunos de sus habitantes, así como la revisión de archivos históricos, crónicas y publicaciones sobre la ciudad. El período de recopilación de dicha información abarcó del mes de julio de 2018 a marzo de 2021.
Para atender tales propósitos, se interrelacionan y contrastan las observaciones y recorridos realizados en campo, así como los comentarios de los colaboradores etnográficos (sus experiencias, intereses y percepciones), con la revisión documental. En líneas generales, se trata de una investigación cualitativa sustentada en la organización y análisis de información del pasado y el presente, lo cual se realizó a través de un método comparativo que retoma la metodología de la antropología histórica y atiende a la larga duración. Es decir, haciendo altos en el camino, en la combinación diacrónica-sincrónica. Ello, entendiendo que dicho método permite la identificación de aspectos que, en una amplia escala temporal, configuran las características que delinean a un contexto social particular.
2. El territorio de Jojutla antes del siglo XX
2.1 De poblado prehispánico a ciudad: la colonización de Xoxutla
Previo al período de conquista y colonización, el espacio que actualmente ocupa la ciudad de Jojutla era un pueblo tributario del Señorío de Tlahuica de Cuauhnáhuac (actualmente Cuernavaca) y era conocido como Xoxutla o Xoxoutla.11 Ocupaba parte de lo que hoy es el territorio del sur del estado de Morelos, entre la desembocadura de las cañadas de Yautepec y Cuernavaca, cuencas de los ríos Yautepec y Apatlaco; caracterizado por selva baja caducifolia, árboles y matorrales de leguminosas, arbustos, pastizales y gramas, en suelos sedimentarios.12 13 Éstos eran abundantes en escurrimientos, brotes de agua someras y manantiales. Sus pobladores se dedicaban a la recolección, la caza y la pesca. Además, la gran cantidad de fuentes acuíferas les permitió implementar una estructura hidráulica para cultivar durante todo el año a través de la agricultura de riego y temporal. Las casas estaban construidas con tierra, madera y palma.
Con la conquista se dieron cambios significativos en la configuración territorial. Los españoles llegaron a la región el 29 de septiembre de 1523, la cual fue bautizada como Pueblo del Arcángel San Miguel Xoxoutla a través de la implantación de congregaciones, que generaron un rápido crecimiento demográfico.14 El pueblo quedó en manos de los misioneros franciscanos, quienes tenían a su cargo las cuestiones civiles y eclesiásticas. Fundaron el convento de Tlaquiltenango y establecieron una visita en honor a San Miguel Arcángel. Y, para la segunda mitad del siglo XVI se edificaron los principales templos religiosos (San Miguel y Nuestra Señora de Guadalupe) sobre el antiguo asentamiento prehispánico.15 Pero, de acuerdo con excronistas del municipio homónimo de Jojutla, la fundación oficial del pueblo se produjo hasta el 14 de abril de 1695 con la llegada de personas procedentes del poblado vecino Chimalacatlán, que huían de una “gran peste de calambre”.16
A lo largo del siglo XVII se produjeron inmigraciones desde diversas regiones. A esas personas se les dotó de tierras y quedaron bajo la autoridad civil, eclesiástica y judicial del curato del vecino Tlaquiltenango, pero se les permitió seguir su propio tipo de organización interna, conocida como barrios. Así, entre 1549 y 1604 se avecindaron en esta localidad: San Juan Bautista Teocalcingo (al este), provenientes del actual estado de Guerrero; Tetecalita del Apóstol Santiago el Mayor (al oeste), originarios del actual municipio de Emiliano Zapata de Morelos; y Nexpa de los Tres Santos Reyes (al norte), procedentes del actual municipio de Tlaquiltenango de Morelos; mientras los pobladores de Zacatepec y Xicatlacotla se dispersaron entre bosques y cerros aledaños.17 “Estos barrios se situaron en los alrededores del pueblo de Jojutla, lo que propicio [sic] un crecimiento demográfico que los fortaleció como Villa, además de que determinó el trazo urbano que prevalece hasta nuestros días”.18
Con relación a las actividades productivas, la población de Xoxutla se dedicaba al comercio desde la época virreinal, debido a su cercanía con el camino Real de Cuernavaca a Acapulco. Para 1588 se instaló la hacienda San Nicolás, dedicada al cultivo de caña de azúcar, además de algodón blanco y amarillo, ajonjolí y añil.19 Y, entre los siglos XVI y XVIII los indígenas fueron obligados a trabajar las tierras asignadas a los españoles, centrados en la agricultura, ganadería, trapiches y haciendas azucareras, alcoholeras y mineras.20
En este sentido, el proceso de conquista y colonización fue un paso determinante en los cambios que se darían en el territorio en las siguientes centurias. Allí, se da paso a una ruptura en la interrelación dialéctica, material y simbólica, entre naturaleza y sociedad, así como la fragmentación de espacios y propiedades comunes. De esta manera, se propagó una explotación intensiva del entorno natural y se fueron desplazando paulatinamente formas tradicionales de uso de la tierra, lo cual marcó la senda para métodos de producción destructivos y transformaciones en la ocupación del territorio, actividades agrícolas e interacción con las riquezas naturales. 21
2.2 De la independencia a la Revolución Mexicana
Para inicios del siglo XIX, tras la independencia de México, se habían extendido los solares en la orilla del río Apatlaco, ocupados por platanares y árboles frutales, en medio de terrenos sumamente pantanosos.22 Asimismo, entre 1770 y 1880 se dio un proceso conocido como protoindustrialización, que convivió con las tendencias mercantiles de los pueblos.23 Y, en 1830 inició la desecación del suelo en ciertas zonas para cultivar arroz morado, utilizando las filtraciones de las ciénagas para su riego, a través de la apertura de sangrías para recoger el agua. Ello, permitió pasar de una producción de autoconsumo a una actividad económica que fortaleció a la Villa, al punto que sus habitantes exigieron la emancipación de Tlaquiltenango. Así, se crea el ayuntamiento de Jojutla en marzo de 1847, aglutinando no sólo a los tres primeros barrios sino, además, a los poblados de Tlatenchi, Panchimalco, Chisco, Tehuixtla y Tequesquitengo.24
Con relación a las características de las viviendas, en junio de 1831 se edificó la primera casa construida “... echando los cimientos de buena mampostería y sobre ellos levantaron cinco piezas de adobe, cuatro con cubiertas de teja y una de azotea. pues todas las antiguas habitaciones del pueblo estaban hechas de zacate del monte.”25 Se trató de un solar pequeño situado al poniente de la plazuela del Arcángel Miguel, sobre el margen del río Apatlaco, bajo el auspicio de los pueblos de Xoxutla, Tetecalita, Nexpa y Teocalcingo para Ricardo Sánchez, responsable de la introducción del cultivo de arroz en la región sur de Morelos.26
Ya para mediados del siglo XIX, Jojutla es descrita como “.un pueblo grande con algunas casas de adobe y mampostería, el puente de Guadalupe sobre el río Apatlaco, la plaza de arriba (actual centro de la ciudad) y la de abajo (actual alameda), la calle real y algunos servicios públicos”.27 Para 1854 se contabilizaron 2 808 habitantes.28 Una década después, para el 15 de abril de 1864 las crónicas señalan que el poblado se hallaba:
[...] circunscrito a un radio de cuarenta mil metros con pocas y mal formadas calles y una Plaza inmediata a la Iglesia del pueblo, que se conserva con el nombre de Plaza de Abajo o de Jojutla y solo anualmente en principios de cada año, se hace en ella el mercado de la nombrada feria de Año Nuevo: el comercio semanario se hace en la Plaza de arriba, llamada del Comercio, que es donde se haya la mejor parte de las casas de Comercio [...].29
El 20 de abril de 1869 se creó el estado de Morelos, cuando Benito Juárez era presidente de México, y aún con su modesto tamaño y características rurales, el 15 de mayo de 1873 se le dio oficialmente a la Villa de Jojutla la denominación de ciudad, bajo el título de Jojutla de Juárez, en honor al referido político.30 Para entonces, su área principal era el vecindario de la plaza Constitución, a donde llegaba el tránsito que cruzaba el puente de Guadalupe hacia Tlaquiltenango, la vía más concurrida del lugar. Aspectos que motivaron la acumulación del sector comercial en esa zona.31
Para el último tercio del siglo XIX la ciudad de Jojutla creció hacia el norte, en un terreno fangoso, pero que favorecía el cultivo de arroz debido a los altos niveles de humedad. Con el crecimiento económico que trajo la producción de este rubro se intensificaron los cambios en las construcciones.32 Las antiguas chozas de carrizo y lodo fueron sustituidas por adobe, ladrillo y mampostería que, de acuerdo con Vázquez Román,33 constituyó el primer intento destinado a mejorar la imagen urbana. Por su parte, para el 25 de septiembre de 1884 el municipio homónimo se consolidó como el más importante de la región sur, con la creación del Distrito Político y Judicial de Juárez, conformado por Tlaquiltenango, Tlaltizapán y Jojutla, siendo este último su cabecera.34
A finales de siglo XIX se introdujo una línea del Ferrocarril Interoceánico para comunicar mercancías y personas entre los puertos de Veracruz y Acapulco. En el ámbito local, facilitó el traslado de arroz y caña a los molinos de Jojutla y a la Hacienda de San Juan Tlaquiltenango. Se inauguró el 18 de junio de 1881 y llegó a Jojutla en 1890.35 Para entonces, se fortaleció el comercio en el centro de la ciudad, en la actual avenida Constitución del 57, y se procuraron construcciones de estilo neoclásico y francés, propias de la época del presidente Porfirio Díaz. Quizás se pueda hablar de una especie de urbanismo decimonónico, que marcó una impronta en el desarrollo comercial del municipio.36
[...] en la calle Real empiezan a construirse las primeras casas de los primeros grandes ricos de Jojutla... y alrededor de la plaza principal empieza a cobrar importancia el centro actual de Jojutla, por eso hemos dicho que Jojutla es una ciudad con dos corazones, en el corazón viejo de su origen de San Miguel de Jojutla en la alameda, y el corazón que se forma a partir del siglo XVII en el actual centro de la ciudad [...].37 38
Para 1888 Jojutla contaba con 2 700 habitantes. Siguió destacándose como la ciudad más importante del sur de Morelos, siendo el centro de abastecimiento y comercio de pueblos y rancherías de la región, así como de las localidades más próximas del estado de Guerrero. Situación propiciada y fortalecida por la introducción del cultivo de arroz blanco en el año 1841.39 Con el incremento demográfico se multiplicaron las viviendas, construidas con muros de adobe y techos con soportes de madera, vigas y tablazón, con terrado o tejas. “Para su época, eran construcciones adecuadas, propias para el clima [caluroso], muy altas, como las consistentes para dar por lo menos una sensación de seguridad a sus habitantes [...].”40 Ya para 1895 la ciudad contaba con algo de alumbrado, abastecimientos de agua, servicios de salud y educación, gracias al auspicio de agricultores y comerciantes de la clase media local. En 1910 se inauguró un pozo cartesiano y al año siguiente una planta de luz eléctrica.41
Para los últimos años del siglo XIX, la economía de Jojutla estaba sustentada en la propiedad privada, grandes empresas, fincas y haciendas, donde los diferentes sectores sociales entraban en conflicto por los usos de las tierras particulares y comunales, y también por los pagos de impuestos al gobierno federal. Estos últimos relacionados con el aprovechamiento de las referidas tierras, así como del agua e infraestructura pública. Entre esos sectores sociales se encontraban hacendados, campesinos y rancheros.42 Así, entre 1880 y 1912 se rompe la estructura agroindustrial, cuando las haciendas cobraron un enorme impulso empresarial, con el cual se buscaba transformar la estructura económica y política de Morelos.43 Pero, con la Revolución Mexicana se produce una disminución considerable de la población y de las actividades productivas.44 Por ello, cuando concluyó la fase armada, a finales de la segunda década del siglo XX, el grupo de grandes hacendados azucareros se había desintegrado y las instalaciones de las haciendas destruidas.45 Sólo para tener una idea, Morelos contaba con alrededor de 112 haciendas, tras la revolución 75 dejaron de funcionar.46
Se advierte, entonces, que durante este período los cambios abarcaron diversas dimensiones de la vida en Jojutla, pero hubo transformaciones particularmente notorias en la economía local, en las características y el incremento de las viviendas y demás infraestructuras, así como en la expansión urbana e incremento demográfico. Ello da cuenta de qué manera el territorio jojutlense se inscribe en ciertas singularidades y especificidades a nivel regional, que permiten comprender la cotidianidad, las dinámicas en el espacio de la ciudad y el escenario de interacción social desde sus arreglos iniciales siglos atrás. Una configuración territorial inserta en el espacio físico, pero que hace parte de la historia, al vincularse a otras dimensiones, entre ellas, de orden social, económico, cultural y político.47 De allí que, “...el conocimiento del pasado tiene un objetivo concreto, esto es, buscar su relación con el presente, en tanto responde a procesos que develan la continuidad (cultural, social y económica) y la discontinuidad (procesos de cambio) insertadas en el marco sociopolítico y cultural.”48 En este tenor, el siguiente apartado se orientará a tejer un puente entre estas transformaciones socio-territoriales previas a la guerra y los acelerados cambios que, bajo la expansión urbana y el fortalecimiento del sector económico terciario, se han producido en la última centuria en la ciudad de Jojutla.
3. Configuración rural-urbano del territorio jojutlense en el último siglo
3.1 Intensificación de las transformaciones tras la Revolución Mexicana
Las características actuales de Jojutla tienen como antecedentes más inmediatos la expansión territorial y las transformaciones urbanas que iniciaron tras la Revolución Mexicana. Ello, trajo como consecuencia, entre otras cosas, que las formas y estilos constructivos hayan sufrido importantes cambios que han afectado la armonía entre las infraestructuras y el entorno. Asimismo, se han dado alteraciones en el uso del suelo, contaminación de cuerpos de agua y desplazamiento de las actividades productivas que durante siglos definieron a la región. Sus habitantes también cambiaron, pues una vez culminada la guerra, muchas de las personas desplazadas ya no regresaron. Jojutla fue recuperando su densidad demográfica gracias a migrantes provenientes de estados vecinos, quienes se asentaron en la ciudad y municipio homónimo, y cuya labor fue determinante para revitalizar el comercio y la agricultura de la región.49
De Guerrero, Veracruz, Oaxaca, Puebla, Estado de México. Esa gente que viene buscando trabajo, condiciones de bienestar, oportunidades para vivir. Llegan familias completas, no solamente personas. Jojutla durante el periodo colonial y el siglo XIX no crece mucho [...] era una ciudad pequeña, relativamente pequeña, después viene el periodo revolucionario y con él la segunda camada de guerrerenses [...].
Hay varios mesones donde la gente llega y se ubican estratégicamente en la ciudad [.] de manera que toda la gente que venía de la región de la sierra de Cuautla venía cada ocho días con recuas todavía cargadas con leña, carbón, puerquitos que habían engordado, productos de la ganadería, crema, quesos, etc., huevos, alimentos porque todavía no había el sistema actual de producción, grandes tiendas comerciales. Adquiere una gran importancia el mercado de Jojutla, que estuvo en la placita cercana donde ahora está el ayuntamiento [.] Jojutla reafirma su vocación comercial.50
Superada la guerra, se aceleraron cambios que venían gestándose en el territorio en los últimos siglos. Se multiplicaron las ofertas de bienes y servicios, las viviendas y las infraestructuras urbanas. Se crearon los mesones, el mercado Benito Juárez y los abastos, surtidos por personas que frecuentaban diariamente a la ciudad por medio del tren y los primeros autobuses de pasajeros de líneas comerciales, provenientes de las comunidades ganaderas y agrícolas de los alrededores. Además, el gobierno repartió ejidos y otorgó financiamientos para los habitantes de la región.51 Igualmente, se instaló el ingenio azucarero del vecino municipio de Zacatepec en 1935 y se promovió el funcionamiento de empresas arroceras.52
Para la década de los treinta del siglo XX, el incremento demográfico se hizo evidente cuando algunos jojutlenses realizaron una petición al ayuntamiento solicitando la expropiación de unos terrenos al norte de la ciudad, señalando la escasez de habitaciones frente a una población que “ha aumentado considerablemente”. Solicitud reiterada en 1940 en un documento dirigido al entonces presidente Lázaro Cárdenas.53 En ese año se contabilizaron 7 655 habitantes, con una superficie urbanizada de 60 hectáreas aproximadamente.54 Tras realizar una inspección, el Jefe de Servicios Sanitarios Coordinados del Estado, envió una carta al gobernador de Morelos señalando la necesidad urgente de intensificar el desarrollo urbano en la localidad.55 Además, insistía en la necesidad de ejecutar obras de saneamiento, fraccionando terrenos que facilitaran la incorporación de la infraestructura necesaria. Incremento poblacional que ya había provocado en 1925 el surgimiento de la colonia Emiliano Zapata, donde se dieron facilidades para adquirir lotes hacia el noroeste, en lo que habían sido antiguos terrenos pantanosos dedicados al cultivo arrocero.56
La aprobación de la solicitud y la adjudicación de los lotes se produjo en 1941, para alojar unas 400 familias.57 Pero, varios problemas se manifestaron rápidamente con la creación de este asentamiento. Trascurrido unos meses de la lotificación, sus habitantes dirigieron un escrito al gobernador señalando que las siembras de la zona norte de la vía del ferrocarril, próxima a la ampliación de la colonia, causaban perjuicios en sus intereses, “...ya que la continua humedad de que estamos rodeados ha humedecido los cimientos y pisos de nuestras casas, con el consiguiente peligro a nuestras familias, igualmente y por los sobrantes de dichas aguas, provocan el anegamiento de las calles.”58 Frente a esta situación, el gobernador emitió un fallo a favor de los vecinos para evitar el cultivo del rubro, desplazando los arrozales a dos kilómetros de distancia con relación a la ubicación de la última vivienda habitada.59
Para 1944 nuevamente se advierten las problemáticas de la urbanización, pues los campesinos denunciaron afectaciones a sus tierras como consecuencia del paso de la carretera Jojutla- Yautepec. Además, esta vía dejó expuestos los campos al ganado y les disminuyó el tamaño de las parcelas a algunos ejidatarios, quienes resaltaron la situación de pobreza en la cual vivían, que les impedía reparar los daños que abarcaban plantaciones, ejidos y casas. Por ello, solicitaron el apoyo económico del gobernador para poder adquirir alambrado que protegiera sus terrenos, así como la reducción de impuestos.60 Ya para el año siguiente el periódico oficial de Morelos publicó un decreto en el cual facultó al ayuntamiento de Jojutla para vender “predios rústicos” de su propiedad con la finalidad de que los ingresos generados se destinaran en su totalidad en obras materiales para el municipio.61
Por su parte, con pocos años de existencia, las vías del tren quedaron inutilizadas, como se puede advertir en un registro de 1949 del comité directivo nacional del Frente Zapatista de la República. Allí se solicita al gobernador del estado de Morelos que exima del pago de impuestos a personas asentadas en lotes ubicados en los terrenos de la ruta del ferrocarril que iba de Jojutla a Tlaquiltenango, donde “...con grandes esfuerzos han levantado sus pequeñas casas.62
Para el año de 1950 se invirtió en infraestructura pública para el saneamiento de Jojutla, obras que abarcaron alcantarillado, terracerías, suministro de tuberías, construcción de sistema de drenajes y pozos.63 Sin embargo, para 1959 un documento redactado por el presidente de la Asociación de Propietarios y Predios Rústicos y Urbanos A.C., describe algunos aspectos negativos de la infraestructura general de la ciudad. Señala que mientras otras localidades de Morelos están prosperando, aquella se ha caracterizado por “una población sin vida propia”. De allí que, propone un programa de obras públicas para “embellecer” los espacios a través de la construcción de banquetas, pavimentación de calles y pintado de fachadas de las viviendas; multiplicar la cantidad de mercados; resolver el abastecimiento de agua; mejorar el servicio de electricidad; y dotar de edificios escolares. Además, exhorta a que se construyan viviendas para los trabajadores y un hospital, así como la multiplicación de espacios deportivos y de esparcimiento.64
El interés por realizar estas obras debe entenderse en el marco de la expansión urbana en México, que se produjo a partir de la década de los cincuenta del siglo XX cuando las autoridades agrarias respaldaron la incorporación de grandes extensiones de tierras ejidales y comunales a las zonas urbanizadas. Es en ese proceso de crecimiento de las ciudades, inversión en infraestructura pública y transición de las áreas y actividades rurales hacia particularidades cada vez más urbanas, que emergen las características propias de lo periurbano en Jojutla. Así, para mediados del siglo, se hace manifiesta la heterogeneidad y mezcla de atributos del campo y la ciudad, intensificación de los cambios de uso de suelo y disminución de la agricultura en beneficio del sector de servicios y de la construcción de asentamientos humanos. Esto se dio, fundamentalmente, a través de expropiaciones y se potencializó hacia 1970 debido a avances en la industrialización e incremento de las migraciones.65 Un transformación territorial que, además, se produjo en medio de las contradicciones del reparto agrario en Morelos, que continuó hasta 1995; lo cual definió de manera particular a esta región con relación a otras entidades del país, pues oficialmente dicho reparto culminó en 1992 con las reformas del artículo 27 constitucional.66
Para entonces, Jojutla fue ocupada por el sector comercial y de servicios, que se aglutinó en las calles centrales de la antigua Villa, mientras las zonas habitacionales se desplazaron hacia lo que habían sido las ciénagas de arroz más próximas a ésta.67 Y, con la culminación del reparto agrario, que liberó los terrenos ejidales al mercado, los suelos dedicados al cultivo quedaron disponibles para ser adquiridos por quien tuviera el poder económico para ello. Esto dio lugar a cambios territoriales y procesos de urbanización que afectaron al campo. Se transformaron muchos de los terrenos agrícolas en suelos urbanos con actividades características de las ciudades (viviendas, comercios, servicios) y Jojutla se incorporó a una red urbano-rural, aglutinando ciudades pequeñas.68 Ya para fines del siglo XX se inició un nuevo modelo de ocupación, caracterizado por fraccionamientos de vivienda de interés social y medio, localizados fundamentalmente en las proximidades del centro de la ciudad. Esta forma de ocupación del suelo ha modificado radicalmente su uso, pasando de agrícola a urbano, lo cual ha resultado en un incremento de la demanda de servicios de básicos y una gran segregación socioespacial.69
En general, durante este período se hace explícito una profundización de elementos urbanos en Jojutla, el fortalecimiento de la infraestructura comercial, cambios en la explotación de la tierra, y el desplazamiento sistemático de formas tradicionales de vida, con mutaciones en múltiples dimensiones, entre ellas: producción agrícola, sistemas constructivos, actividades económicas y tenencia de la propiedad. Ello, fue complejizando las interacciones rurales y urbanas, y delineando nuevas dinámicas en el espacio social.
3.2 Jojutla hoy: degradación ambiental, colonias precarizadas y fraccionamientos modernos
Para inicios del siglo XXI, la infraestructura general alcanzaba a cubrir el 90% de los requerimientos básicos de educación, salud, servicios públicos, economía, vías de comunicación, transporte y seguridad. Sin embargo, se reconocía que la planeación urbana era uno de los puntos débiles, debido a que fue interrumpida con la Revolución y reactivada hasta 1957, por lo cual la ocupación de Jojutla y la construcción de viviendas se han hecho sin respetar ningún tipo de marco normativo. Ello dio como resultado la mezcla de estilos arquitectónicos incongruentes con las características del entorno, y problemas de hacinamiento y dificultades para el acceso adecuado de servicios básicos entre las diversas áreas de la ciudad.70
Así, las edificaciones más antiguas han persistido con una arquitectura vernácula y, a la par, se han multiplicado los “fraccionamientos planificados” que responden a la demanda de personas que no necesariamente radican en la zona sur de Morelos, sino que utilizan esos asentamientos como espacios de recreación para los fines de semana. Tal es el caso de los conjuntos Vista Alegre y Villas Jojutla. Se introduce con ello, un nuevo concepto de la vivienda y de la propiedad de la tierra, cerca de balnearios y centros de consumo.71 Pero, el proceso sostenido de inmigración en las últimas décadas ha generado también la ocupación de zonas periféricas por medio de la construcción de viviendas precarizadas, como las colonias AltaVista, Pedro Amaro y Lázaro Cárdenas, y la comunidad indígena de Tlatenchi.72
Pero, aun con los cambios que se han suscitado, el corazón de la ciudad ha guardado la planeación del siglo XVII.73 Persiste una estructura primaria que ha sido delineada por las carreteras que la conectan con los poblados vecinos. El río Apatlaco también ha determinado su diseño urbano. Al oriente del afluente domina una traza ortogonal con cuadras bien consolidadas. El lado poniente se caracteriza por una traza donde las calles no llegan a conformar cuadras cerradas y terminan en áreas de cultivo o en áreas verdes no urbanizadas (como La Bombilla o Panchimalco). El Apatlaco divide a la ciudad en dos porciones desintegradas, pues aun cuando existen localidades incorporadas a la cabecera municipal, la mayor parte de aquellas que se encuentran al poniente del río surgieron como asentamientos aledaños, generando un configuración de “policentrismo”. Dichas localidades están menos incorporadas al contexto urbano consolidado al otro lado del río.74
Por otra parte, en contraste con la riqueza vegetal que caracterizaba al territorio cinco siglos atrás, actualmente la selva baja caducifolia en estado conservado es prácticamente inexistente, predominando la vegetación secundaria y el área urbana.75 76 Los espacios verdes se han mantenido a lo largo del cauce del río Apatlaco, particularmente al norte, donde se encuentran los cultivos de caña de azúcar y la densidad de viviendas es baja; igualmente, hacia el sur de Jojutla, en el cual persisten ojos de agua y zonas verdes poco utilizados. Con todo, las superficies verdes no han limitado el crecimiento urbano, concentrándose alrededor del Apatlaco y en las vías principales, donde se encuentran emplazados los comercios.77
En este sentido, el territorio jojutlense se ha delineado como “[...] un tejido complejo de espacios, lugares y tiempos específicos y circunscritos dinámicamente, que articula una matriz multidimensional de condiciones y circunstancias, de dinámicas y procesos [.] percepciones, acciones y relaciones de los sujetos y sus actores en la corta y larga duración.”78 Es decir, se trata de un escenario que expresa una compleja interrelación de contenidos y formas, de elementos objetivos y subjetivos que estructuran procesos, dinámicas y prácticas sociales.79 Allí, lo urbano y lo rural se han entremezclado y reconfigurado lo social, el uso del espacio, los estilos de vida y la cotidianidad.
3.3 Un contexto periurbano con características complejas
A lo largo de estas páginas se ha advertido el devenir histórico de Jojutla, donde se han producido importantes transformaciones en la ocupación del territorio, de la mano de cambios y reconfiguraciones en las dinámicas sociales. Un espacio antiguamente dominado por suelos agrarios y forestales, enmarcado en una sociedad rural, que ha sido intervenido a través de prácticas heterogéneas, tendiendo hacia estilos de vida cada vez más urbanos. Se trata de un escenario que se ha expandido en términos demográficos, infraestructurales y económicos gracias al afianzamiento del sector terciario.80
La problemática que existe en relación al costo de la producción y el decremento de los precios de los productos agrícolas, junto con la creciente urbanización, la falta de crédito son factores que influyen de manera muy importante en el abandono al campo. Esto se ve reflejado de manera que los ejidatarios dejan de sembrar todas sus parcelas y deciden diversificar sus ingresos económicos, buscando otras actividades laborales.
[.] datos revelan que la región en poco menos de 15 años viró su tendencia agrícola a una de tipo industrial, de comercio y servicios, lo que también se relaciona con el ordenamiento territorial, ya que se modifica el uso de suelo, principalmente en las áreas que se dedicaban a las actividades agropecuarias y que actualmente son ocupadas por viviendas, comercios, talleres y factorías. Estos conflictos se caracterizan por la falta de sinergia de los diferentes actores, donde los propietarios de la tierra, en su mayoría ejidatarios quisieran preservar su patrimonio para seguir produciendo los productos agrícolas, pero al carecer de apoyo y fomento a su sector, aunado a otros factores sociales, se ven presionados a vender sus tierras, a especuladores urbanos, quienes lotifican y venden a desarrolladores inmobiliarios o particulares que buscan tener un bien inmueble a bajo costo.81
A diferencia de otras localidades, Jojutla no fue planificada integralmente como un entorno urbano, sino que se ha ido transformando de la mano de las dinámicas sociales y económicas, así como de las decisiones políticas, que se han concretado históricamente en su territorio. Comercios, escuelas, centros deportivos y turísticos coexisten con particularidades rurales.82 Un fenómeno propio de la periurbanización, donde se mezclan diversos usos del suelo y formas de vida del campo y la ciudad.
El periurbano es una zona en constante modificación debido a sus características espaciales, ambientales, políticas, culturales, económicas y sociales. Hay un creciente reconocimiento de que el periurbano es un área con constantes cambios en el uso del suelo, a la espera del avance urbano más cercano, sin la infraestructura apropiada para los desarrollos socioeconómicos que ya ocurren, y por ello el periurbano es altamente frágil con respecto a la sustentabilidad.
... se verifica que se trata no sólo de ocupación para uso residencial, sino que además se instalan diversas actividades socio económicas. Por otra parte, se registra una diversificación de los estratos sociales (bajos, medio/bajos, altos) en dicha ocupación, promoviéndose la irreversible segregación socio- espacial.83
Estos cambios se encuentran estrechamente articulados con el proceso histórico que delineó las especificidades del contexto regional, pues la estructuración del espacio morelense se caracterizó por dos etapas interrelacionadas, cuya influencia permeó a la ciudad de Jojutla. La primera inició con el poblamiento y ocupación del territorio colonizado hasta el primer tercio del siglo XX. Período caracterizado fundamentalmente por la organización del espacio y la intensificación del uso de los elementos de la naturaleza, específicamente aquellos relacionados con el proceso agrícola. Ello, trajo aparejado las grandes propiedades y el emporio agroindustrial, asentado en la producción de azúcar; lo cual permitió la conformación de diferentes centros jerárquicos en torno a los cuales se organizaron los procesos económico- sociales. Para finales de este lapso, como resultado del proceso revolucionario, se dio una gran reorganización territorial, que influyó en el régimen de propiedad y que fortaleció el carácter primario de la actividad productiva. Con relación a la segunda etapa, ésta comenzó con un nuevo proceso de organización territorial de la entidad, a partir de la década de 1930. Si bien, seguía vigente un esquema económico basado en las actividades primarias, surgieron un conjunto de aspectos que caracterizaron al contexto nacional y que resultaron determinantes en la transformación del ámbito económico y territorial: aceleración de la urbanización y el impulso dado a la industrialización a inicios de la década de los cincuenta del siglo XX. Elementos que alteraron las actividades productivas de Morelos, generando polos económicos como Jojutla y profundas reconfiguraciones de las localidades de la entidad.84
De allí que, para mediados del siglo XX ya se pueda hablar de Jojutla como un espacio periurbano. Para entonces, la ciudad fue protagonista de una mutación de la vida rural, cobijando una diversidad de actividades que vinculan las comunidades rurales al centro urbano y a sus movimientos comerciales, lo cual produce una complejización de la antigua dicotomía campo/ciudad, donde estos eran advertidos como dos mundos diferenciados. Ello, además, coloca en entredicho la conceptualización de lo rural como espacio orientado fundamentalmente hacia la producción agrícola, en contraste con lo urbano como espacio relacionado con la industria y los servicios. Más bien, se ha originado una nueva relación, donde los límites se han desdibujado y las interrelaciones se han multiplicado a través de grandes territorios interconectados.85
Los agricultores de arroz, por ejemplo, viven entre el campo y el espacio urbano. Dedican parte del año a cultivar y, luego, a cosechar sus productos; a la par, ejercen cargos en asociaciones de productores en la ciudad, pasan meses dedicados a procesar los cultivos, venderlos y negociar con el Estado, los distribuidores y los comerciantes. Además, sus descendientes migran de manera temporal o permanente en busca de oportunidades de empleo o educación, tejiendo redes adicionales entre ambos espacios. Igualmente, pequeños agricultores de jícama, maíz, sorgo y tomate, así como criadores de animales de granja y pescadores, se trasladan al centro de Jojutla para vender sus productos.86 Una situación similar sucede con el sector comercio, pues el flujo de personas y bienes de consumo es constante entre diferentes localidades y esta ciudad. Se puede afirmar así, que Jojutla se consolidó históricamente como un eslabón fundamental en los intercambios económicos de la región y fue sometida como centro neurálgico de la acumulación capitalista.
A la par, esta ciudad devela las contradicciones de la expansión urbana, manifiestas en la degradación ambiental, cambios de uso de suelo y destrucción de la vegetación originaria. Un caso que ilustra esta situación ha sido el impacto negativo sobre la calidad del agua por los residuos urbanos y sustancias químicas utilizadas en la irrigación de algunas zonas de cultivo y los desechos sólidos depositados a cielo abierto, que generan lixiviados que se infiltran al subsuelo, contaminando los mantos acuíferos. Además, con la intensificación del poblamiento de la cuenca del río Apatlaco, las descargas de drenajes urbanos e industriales han degradado sus aguas.87 Igualmente, asentada en la parte más baja de Morelos y cercana a la ribera del referido río, Jojutla es proclive a sufrir escurrimientos de agua. Documentos históricos y notas de prensa dan cuenta de la persistencia de esta problemática a través del tiempo, con registros que datan del siglo XIX y casos de persistentes, y cada vez más graves, de inundaciones en los últimos años.88 A ello se une el desecamiento de suelos para atender la demanda de viviendas y la expansión urbana.
De forma paralela, se han complejizado problemáticas sociales como la falta de casas de habitación y servicios básicos adecuados, surgimiento de asentamientos periféricos y precarizados, y hacinamiento para una parte importante de sus habitantes; mientras tanto, se multiplican los conjuntos residenciales, centros turísticos y otros servicios dispuestos para pobladores esporádicos y vacacionistas, en general, personas con mayor poder adquisitivo. Este tipo de asentamientos constituyen una nueva forma de segregación social que se produce por medio de un proceso voluntario que se efectúa por estatus, preferencias de hábitat y seguridad. Entonces, especies de enclaves de ricos y pobres coexisten en el entorno periurbano, separados por muros físicos, visuales y culturales, sin relacionarse y menos integrarse. Ello denota la incompatibilidad de grupos socioeconómicos diversos en las sociedades urbanas, donde inclusión y exclusión conviven y se retroalimentan.89 Además, el mercado inmobiliario no ofrece posibilidades para la población con ingresos menores, lo que también ha propiciado el surgimiento y expansión de asentamientos marginalizados, en terrenos no aptos para tal fin.90
La colonia Pedro Amaro, por ejemplo, fue fundada por personas de bajos recursos, la mayoría campesinos trabajadores sin tierra propia, en las faldas del único cerro de Jojutla, Xoxotzin. Muchos de ellos analfabetas que venían de comunidades rurales buscando mejorar sus condiciones de vida. En 1963 se lotificó la colonia y sus terrenos se regularizaron en la década de los ochenta del siglo XX.91 Igualmente, el relato de una de las habitantes de la colonia periférica AltaVista permite tener una idea de las características del lugar cuando el padre de su esposo construyó su vivienda allí, también en medio del cerro Xoxotzin:
Como me dice mi esposo “mi papá subió el material para construir la casa de mi mamá y él sólo hizo la casita. Antes no pasaba un carro y se arreglaron...”. Antes andaban en burro porque nada más estaba la brechita y el papá de mi esposo nada más nos cargan los bultos y dejar el material allá abajo en la carretera, desde allá nos daba los bultitos de grava y arena, y nos echamos al hombro y ya para arriba... Antes teníamos que ir al pozo atraer las garrafas de agua.Igual nosotros cuando no había agua en casa de mi mamá nos íbamos hasta el pozo a sacar el agua y eran un pinche barranco. Ni con burro ni con caballo. Nos hacía mi papá cargadores y lo aguantábamos, y camina y camina hasta la casa de dos, tres y cuatro botes. Sí, [la casa la hicieron] de piedra con cal (GG, 24 de octubre de 2020).
Otra contradicción radica en el hecho de que la producción agrícola y las actividades urbanas son espacialmente opuestas, mientras la primera requiere una área continua, lo urbano generalmente es construido alrededor de núcleos, dejando de manera temporal reservas territoriales aisladas que eventualmente se integran a él. Entonces, todo suelo no urbanizado contiguo a la ciudad se convierte en objeto potencial de anexión, que interesa por su valor urbanístico.92 Jojutla no ha sido la excepción, pues ha sufrido un desarrollo radial, tal como se advirtió en los apartados precedentes. Se ha expandido siguiendo los ejes trazados por las principales vías de acceso a la ciudad; pero, a la par, sigue una ocupación territorial a saltos, donde la periurbanización actúa a través de usos urbanos del suelo en medio de usos exclusivamente rurales.93 Entonces, conviven terrenos dedicados al cultivo con suelos lotificados y empleados para la construcción de viviendas.94 95
En este tenor, las características de Jojutla dan cuenta de la necesidad de repensar las perspectivas más tradicionales de la demografía y la geografía que se utilizan para construir teóricamente lo rural y urbano. Perspectivas en las cuales se ha sustentado el Estado mexicano, considerando únicamente la distribución de las personas sobre el territorio como la variable para clasificar a las localidades en los censos nacionales, sin mayor problematización de sus complejidades particulares.96 Esta situación hace explícita la pertinencia del uso de la noción de configuración territorial como una categoría de análisis que permitió advertir y analizar la imbricación histórica de los factores geográficos con dimensiones de orden económico, político, social y cultural; delineando los procesos de ocupación, apropiación y organización de este territorio en específico.97
Asimismo, la interacción dialéctica naturaleza- sociedad es indisociable de la transformación del contexto urbano jojutlense, en tanto, dichos cambios han dependido de la influencia de las dinámicas que los humanos han erigido en relación con el uso, explotación y transformación del entorno ocupado. La fundación de esta ciudad, al igual que muchas localidades del mundo, se explica por la proximidad a elementos naturales como cuerpos de agua y suelos fértiles. Ello, ha favorecido históricamente el movimiento de mercancías, la producción agrícola y los intercambios comerciales y demográficos. Así, la presencia del río Apatlaco, la disponibilidad de tierras pantanosas para la siembra y el control de la población local a través de la creación de pueblos de indios, fueron aspectos que primaron para la creación de la villa. Más tarde, la construcción de infraestructura urbana, la necesidad de incrementar los asentamientos y el cambio en las actividades productivas, promovieron nuevas condiciones frente al territorio ocupado; delineando las especificidades actuales de la ciudad.
Entonces, el proceso de periurbanización de Jojutla se ha caracterizado por la integración de lo urbano con lo rural, y la heterogeneidad en el uso del suelo y la composición social. Aspectos que no son exclusivos de esta ciudad, pues aún con sus contrastes y heterogeneidades, forman parte de una dinámica de cambio a nivel nacional e internacional, lo cual ha traído como aparejado la segmentación espacial y social. De allí que, en la medida en que la urbanización ha avanzado sobre el ámbito rural, lo periurbano ha aparecido como un lugar donde se materializan procesos que instaló el capitalismo global: fragmentación social, segmentación espacial, ausencia de políticas públicas y avance del mercado inmobiliario.98
4. Conclusiones
El territorio es sustento material de procesos y relaciones, su aprehensión “...implica no solo la comprensión histórica del medio físico; también abarca una clarificación de las pautas sobre las que se ha establecido dicho control y apropiación por parte de grupos sociales que le han otorgado un sentido jurisdiccional, de pertenencia y, sobre todo, de cambio o transformación a lo largo del tiempo.”99 Ello, ha sido precisamente lo que se ha pretendido develar por medio del conocimiento histórico de Jojutla, en tanto, éste es fundamental para entender sus especificidades contemporáneas. Allí, pasado y presente se encuentran en permanente relación, insertos en el marco de un contexto socio-territorial particular.100
La presente aproximación analítica ha permitido advertir, entonces, las transformaciones a las cuales ha asistido el escenario jojutlense a través del tiempo, profundizadas para la segunda mitad del siglo XX. Este proceso generó un espacio diverso con respecto a sus habitantes, asentamientos, actividades económicas, características constructivas e infraestructura básica; delineando la configuración periurbana que caracteriza a la ciudad actualmente. Además, con su fortalecimiento como zona comercial de la región sur del estado de Morelos, han surgido desafíos adicionales sobre el territorio, lo cual también ha contribuido a la pérdida de cobertura vegetal y a la contaminación de la tierra y el agua.
La forma en la cual ha crecido Jojutla, en términos económicos, ha respondido a la presencia de abastos y servicios en el centro, provocando la concentración poblacional y afectando áreas naturales y suelos de alto valor agrícola. Esta situación ha promovido la segregación socioespacial y rezagos en el acceso a servicios básicos de otras localidades que forman parte del municipio homónimo. A la par la expansión urbana a través de fraccionamientos privados, que están al alcance de un pequeño sector de la población, ha demandado mayor cantidad de infraestructura. Todo ello, resultado de una configuración territorial que ha estado marcada por transformaciones continuas, cada vez más profundas y aceleradas, a lo largo del devenir histórico de la ciudad.
Las alteraciones que se han producido y que son palpables hoy han sido el resultado de una serie de factores anclados al proceso histórico que les es propio. Asimismo, como se refirió en el apartado previo, Jojutla forma parte de complejas redes de influencia regional, donde su papel en el escenario estatal influencia y es influenciado por formas de vida, procesos productivos, estructuras organizacionales y prácticas culturales heterogéneas. De allí que, se haya atendido a la dinamicidad de esos diversos factores, y a la influencia de las relaciones internas y externas, para comprender las peculiaridades de su complejidad periurbana.101
Así, gracias a la lectura transversal y comparativa de la información histórica y etnográfica fue posible entender la periurbanización de Jojutla, en el marco de un proceso de largo aliento. Se advirtió, en ese sentido, que se trata de una ciudad que se erigió como una localidad central dentro de Morelos, debido al papel fundamental que juega dentro de la estructuración del espacio económico de la entidad a través de la actividad comercial y la movilidad poblacional. Pero, además, es la expresión de dinámicas cotidianas diversas, de las múltiples mezclas y reconfiguraciones del uso del suelo, ocupación humana, utilización de los elementos de la naturaleza y, en general, de las diversas tramas sociales que se entretejen y concretan en su territorio.
En este tenor, comprender las características de la ciudad ameritaron esa mirada diacrónica-sincrónica referida al inicio de este documento, pues la complejidad que envuelven las relaciones y prácticas que se materializan en el espacio jojutlense no pueden ser entendidas únicamente desde la contemporaneidad. A la inversa, centrarse sólo en lo relatado en crónicas y archivos antiguos resulta limitado frente a la posibilidad de realizar observaciones y recorridos en campo, entablar diálogos, cuestionar, preguntar e interpretar lo narrado por quienes viven en la ciudad.
La investigación desplegada a partir de la comparación entre la información proveniente de fuentes históricas y etnográficas, en el marco de la larga duración, ha sido en ese sentido esencial. Como lo señaló Eric Wolf en su momento, existe una articulación insoslayable entre actividades productivas, seres humanos y naturaleza, que es histórica y regionalmente específica. Dicha articulación se encuentra trazada por acontecimientos a corto plazo, procesos coyunturales de mediano plazo, que se despliegan durante décadas, y procesos estructurales a largo plazo, de siglos, que se armonizan para delinear el escenario social. Ello es lo que permite comprender sus especificidades actuales.102
Finalmente, por medio de la reconstrucción histórica, este estudio develó las limitaciones y contradicciones que envuelve el intentar clasificar o definir un territorio a partir de etiquetas y aspectos establecidos a priori, pues son múltiples las dimensiones e interrelaciones involucradas en su configuración. En general, la complejidad de las ciudades actuales impide establecer delimitaciones precisas entre lo urbano y lo rural, por lo que es imperativo abonar ideas y evidencias que contribuyan en la construcción reflexiones críticas al respecto y, con ello, enriquecer el despliegue de una teoría de la periurbanización.103 De manera que, si bien, Jojutla puede ser aprehendida como un contexto periurbano, esta noción es entendida desde un sentido interpretativo que desecha categorías estáticas y criterios homogéneos de lo que significa dicho territorio. Ello, debido a que las expresiones que asume lo periurbano es diferente en cada espacio, pues responde a características específicas de los territorios y de los actores que allí se interrelacionan.104 De tal forma que, en coherencia con el presente dossier, los resultados arrojados en este estudio han develado la necesidad de abonar a las discusiones en torno a la importancia de comprender los procesos que han delineado y consolidado las particularidades de las denominadas ciudades intermedias. Espacios alejados de las grandes urbes, pero que han sido fundamentales en la construcción de redes socioterritoriales en múltiples escalas y dimensiones.