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Revista Criminalidad

Print version ISSN 1794-3108

Rev. Crim. vol.59 no.3 Bogotá Sep./Dec. 2017

 

Estudios criminológicos

Percepción de inseguridad, victimización y restricciones en la vida cotidiana en función del ciclo vital, en Morelos, México

Perception of insecurity, victimization and restrictions in daily life according to the life cycle, in Morelos, Mexico

Percepção da insegurança, vitimização e as limitações na vida diária baseada no ciclo vital, em Morelos, México

Alejandro Vera-Jiménez 1  

María Elena Ávila-Guerrero 2  

Belén Martínez-Ferrer 3  

Gonzalo Musitu-Ochoa 4  

David Montero-Montero 5  

1Doctor en Psicología Social y de las Organizaciones. Profesor de tiempo completo, Centro de Investigación Transdisciplinar en Psicología, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Morelos, México. javera@uaem.mx

2Doctora en Ciencias Sociales. Profesora de tiempo completo, Centro de Investigación Transdisciplinar en Psicología, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Morelos, México. meavila@uaem.mx

3Doctora en Psicología Social y de las Organizaciones. Profesora contratada, Facultad de Ciencias Sociales, Área de Psicología Social, Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España. bmarfer2@upo.es

4Doctor en Psicología. Catedrático Emérito, Facultad de Ciencias Sociales, Área de Psicología Social, Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España. gmusoch@upo.es

5Alumno de Doctorado en Ciencias Sociales. Alumno de doctorado, Facultad de Ciencias Sociales, Área de Psicología Social, Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España. dmonmon@upo.es


Resumen

Los estudios sobre percepción de inseguridad, victimización y restricciones en la vida cotidiana en países con altos índices de criminalidad son escasos.

Objetivo:

examinar la percepción de inseguridad, victimización y variaciones de las rutinas en función de la edad.

Método:

se ha realizado una adaptación de la Encuesta Nacional sobre Victimización y Percepción de Inseguridad (ENVIPE). Participaron 8.170 sujetos de ambos sexos (49,9 % mujeres y 50,1 % hombres), de entre 12 y 75 años, residentes en el Estado de Morelos, seleccionados a partir de un muestreo probabilístico estratificado y proporcional. Respecto a la edad, se establecieron los siguientes intervalos en función de las distintas etapas del ciclo vital: [12-17 años] 24 %, [18-20 años] 8 %, [21-30 años] 14 %, [31 y 40 años] 14 %, [41 y 60 años] 20 % y [61 o más años] 20 %.

Resultados:

indicaron diferencias significativas en la percepción de inseguridad, victimización y restricciones en las actividades cotidianas en función de la edad. Los adolescentes informaron de mayor percepción de inseguridad y de menos restricciones en su vida cotidiana. También, los adolescentes y los mayores de 61 años presentaron una menor victimización.

Conclusión:

los adolescentes constituyen el grupo de mayor vulnerabilidad para la victimización, perciben mayor inseguridad y realizan menos cambios en sus rutinas para protegerse de la delincuencia. Finalmente, se discuten los resultados.

Palabras clave: Encuesta de victimización; prevención del delito; factores de criminalidad; miedo; crimen

Abstract

Studies on the perception of insecurity, victimization and restrictions in daily life in countries with high crime rates are scarce.

Objective:

examining the awareness of insecurity and victimization, and the routine variations taking place according to age.

Method:

an adaptation has been made of the National Survey on Victimization and Perception of Insecurity (ENVIPE). A total of 8,170 subjects of both sexes (49.9% women and 50.1% men), between 12 and 75 years old, residents in the State of Morelos, selected from a stratified and proportional probabilistic sampling. Regarding age, the following intervals were established depending on the different stages of the life cycle: [12-17 years] 24%, [18-20 years] 8%, [21-30 years] 14%, [31 and 40 years] 14%, [41 and 60 years] 20% and [61 or above] 20%.

Results:

Significant differences in the perception of insecurity, victimization and restrictions in daily activities based on age were shown. Adolescents reported greater insight with respect to insecurity and fewer restrictions in their daily lives. Also, adolescents and those over 61 years of age presented lower victimization.

Conclusion:

adolescents are the most vulnerable group for victimization; they perceive higher uncertainty and generally introduce fewer changes in their routines to protect themselves from crime. Finally, the results are discussed.

Key words: Victimization survey; crime prevention; criminality factors; fear; crime

Resumo

Os estudos sobre a percepção da insegurança, vitimização e as limitações na vida diária nos países com índices elevados de criminalidade são escassos.

Objetivo:

examinar a percepção da insegurança, vitimização e as variações das rotinas baseadas na idade.

Método:

uma adaptação da Escola Nacional sobre Vitimização e Percepção de Insegurança (ENVIPE) foi realizada. 8.170 sujeitos de ambos os sexos participaram (49.9% mulheres e 50.1% homens), entre e 75 anos, residentes no estado de Morelos, selecionados de uma amostra probabilística estratificada e proporcional. Com respeito à idade, os seguintes intervalos baseados nos diferentes estágios do ciclo vital forma estabelecidos: [12-17 anos] 24%, [18-20 anos] 8%, [21-30 anos] 14%, [31 e 40 anos] 14%, [41 e 60 anos] 20% e [61 ou mais anos] 20%.

Resultados:

indicaram diferenças significativas na percepção de insegurança, vitimização e as limitações nas atividades diárias baseadas na idade. Os adolescentes informaram uma maior percepção de insegurança e de menos limitações em sua vida diária. Também, os adolescentes e maiores de 61 anos apresentaram uma vitimização menor.

Conclusão:

os adolescentes constituem o grupo de maior vulnerabilidade para a vitimização, percebem maior insegurança e fazem menos mudanças em suas rotinas para proteger-se da delinquência. Finalmente, os resultados são discutidos.

Palavras chaves: Pesquisa de vitimização; prevenção do crime; fatores de criminalidade; medo; crime

Introducción

En México, la incidencia delictiva relacionada con robos, extorsión, amenazas, lesiones y fraude ha aumentado de forma considerable en los últimos años (Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, 2013). Este clima de violencia e inseguridad ha generado cambios importantes en la vida social del país y en las interacciones sociales, motivados por una mayor percepción de inseguridad en la comunidad y un creciente temor a ser víctima (Vilalta, 2014). El temor a ser victimizado se relaciona con las tasas de delincuencia informada y con experiencias previas directas e indirectas de victimización (Hale, 1996; Naplava, 2008; Rountree, 1998; Rountree & Land, 1996; Molina, 2014).

Si bien tradicionalmente se ha considerado la victimización como el factor determinante del miedo al delito, la investigación en este ámbito ha subrayado la importancia de incorporar otras medidas que permitan subrayar la complejidad y multidimensional de este constructo, entre las que destaca la percepción de inseguridad (Villalba, 2017), que se define como el sentimiento de desprotección ante la probabilidad de ser víctima de algún tipo de delito y, por tanto, es considerado un indicador de miedo al delito (Vozmediano, San-Juan & Vergara, 2012). Ambos constructos aluden a la dimensión cognitiva y emotiva de la ciudadanía ante el temor a ser víctima, por lo que, pese a sus divergencias, la evidencia empírica muestra que la percepción de inseguridad puede utilizarse como una medida del miedo al delito. No obstante, Serrano y Vázquez (2007) hacen una distinción entre ambos conceptos, al entender que el miedo al delito se refiere al temor de los ciudadanos a ser personalmente víctimas de la delincuencia, mientras que la percepción de inseguridad puede entenderse como miedo al crimen en abstracto, como una inquietud respecto al delito como problema social.

Se ha señalado que el miedo a ser victimizado y la percepción de inseguridad están íntimamente relacionados con los índices delictivos y con el tipo de información disponible en la población a través de las nuevas tecnologías, los medios de comunicación y la interacción social (Hipp, 2010; Naplava, 2008; Zimring, 1997). Además, se ha constatado que una mayor percepción de inseguridad de las víctimas parece propiciar no solo una transformación de los hábitos de interacción social, sino también un cambio en las rutinas cotidianas, como evitar salir de casa y transitar por espacios públicos evaluados como peligrosos, así como la adopción de medidas de vigilancia dentro de los hogares (San Juan, Vozmediano & Vergara, 2012), puesto que la percepción de inseguridad incrementa la sensación de vulnerabilidad y desprotección de la ciudadanía (Bahena, 2015). En consecuencia, se adoptan medidas de protección para evitar la victimización (Carro, Valera & Vidal, 2010).

Respecto a la edad, también se han observado relaciones con la percepción de inseguridad y la victimización, en el sentido de que las personas mayores expresan un mayor miedo y sentimientos de vulnerabilidad ante la posibilidad de ser objeto de un crimen (Gibson, Zhao, Lovrich & Gaffney, 2002; Joong-Hwan & Sangmoon, 2009; Maxfield, 1984). El miedo a la victimización en las personas mayores se acentúa en el caso de delitos contra la propiedad (McKee & Milner, 2000) y que implican delitos como el ataque personal (Brillon, 1987). Esta percepción es todavía mayor en personas mayores solteras y en aquellas que tienen problemas de salud (Braungart, Richard, Braungart & William,1980; Yin, 1985). Además, este grupo de edad sobreestima la prevalencia de la delincuencia en la comunidad, en comparación con otros grupos de edad (McKee & Milner, 2000). Actualmente, son escasos los trabajos en los que se ha analizado la relación entre victimización, miedo a la delincuencia y edad, en especial en comunidades con niveles altos de criminalidad, como es el caso de México. Por este motivo, el presente artículo pretende examinar la relación existente entre la percepción de inseguridad, victimización y actividades cotidianas en función con la edad en el contexto mexicano.

En estudios realizados en contextos con bajos índices delictivos se ha observado que no hay diferencias entre jóvenes y mayores ni en la percepción de victimización, ni en los índices de delitos (Clemente & Kleiman, 1977; San-Juan, Vozmediano & Vergara 2012; Warr, 1984; Yin, 1980). Igualmente, en relación con los grupos de edad, tampoco se han encontrado diferencias entre ambos grupos en cuanto a la percepción de riesgo o el temor a ser victimizado (Tulloch, 2000) y, en consecuencia, no perciben la necesidad de realizar cambios en sus rutinas cotidianas (Sacco & Nakhaie, 2001). Esta similitud tanto en la victimización como en la percepción de riesgo puede atribuirse al hecho de que en estos dos colectivos utilizan en mayor medida los espacios públicos y, por tanto, tienen información similar respecto del grado de inseguridad de su comunidad. De hecho, una de las dimensiones que configuran este temor está relacionada con las actividades diarias en espacios públicos o comunitarios (Johansson, Hasselberg & Laflamme, 2010). Esta misma tendencia también se constata en niños y adolescentes, en la medida en que perciben una mayor inseguridad cuando están en la calle y si van de la casa a la escuela (Johansson et al., 2010). En un estudio realizado por Pearson y Toby (1991), encontraron que los niños y adolescentes que utilizan el transporte público informaron de un mayor temor a ser victimizados. También, el momento del día es una variable que influye en la percepción de inseguridad, puesto que parece evidente que es en la noche cuando niños y adolescentes expresan mayor temor (Crime Concern, 1999; Vilalta, 2014). Estos datos sugieren que la percepción de inseguridad en los espacios públicos subyace ante determinadas condiciones cotidianas día-noche y en función del grupo de edad, como niños-adolescentes-adultos.

Una de las consecuencias derivadas de los altos índices de criminalidad es el deterioro de la vida comunitaria, precisamente porque, como venimos diciendo, ante el temor de ser victimizado se abandonan los espacios públicos y comunitarios, como ha sido recogido en el listado de consecuencias del Miedo al Delito, de Hale (2009). En un estudio realizado por Douglas, Richmond, Poster, Guo, Allison y Branas (2014) se observó que el miedo a ser víctima de algún delito violento estaba más presente en adolescentes que vivían en barrios con graves problemas de cohesión e integración social, en donde la socialización de los niños y adolescentes se realizaba en estos espacios, más que en el medio familiar, que en su mayoría tenía graves problemas de funcionamiento. Paralelamente, en un estudio llevado a cabo por Fitzpatrick y Boldizar (1993) se observó que cuando los adolescentes se encuentran en un contexto con altos índices de violencia, se desensibilizan ante los actos delictivos y violentos, en comparación con que los adolescentes procedentes de barrios menos violentos, lo que a su vez lleva implícita una menor percepción de inseguridad.

Pero como se ha mencionado antes, estos estudios se han llevado a cabo en contextos en los cuales los índices de criminalidad y violencia son más bajos que en el contexto mexicano, donde los niveles de criminalidad son más altos, tal y como se desprende de estudios previos (INEGI, 2011; Latinobarómetro, 2010; Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, 2013). Esta tendencia también se ha observado en Morelos. Los datos arrojados por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal (2015) mostraron que Morelos es la entidad federativa más violenta de México, y Cuernavaca es la ciudad con más de 100 mil habitantes con mayores índices de inseguridad de México. En este Estado, la incidencia delictiva se ha incrementado notablemente, en particular en aquellos delitos más graves, como el secuestro, los homicidios dolosos, el robo con violencia y la extorsión (Aguayo Quezada, 2014). Según el informe de incidencia delictiva realizado por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNP, 2016), en el Estado de Morelos, del año 2015 al 2016 la incidencia de secuestros se incrementó en un 28 % y los homicidios dolosos aumentaron un 24 %. A la luz de estos datos, Morelos puede ser considerado un contexto de alta criminalidad.

Esta discrepancia dificulta la posibilidad de generalizar los resultados a escenarios como México, donde los índices de violencia son muy altos, como se ha indicado previamente; de ahí el interés de este estudio, con el que nos proponemos examinar la percepción de inseguridad, victimización y restricciones en las rutinas, en función de los diferentes rangos de edad en la población mexicana, más en concreto en ciudadanos del Estado de Morelos. Se espera que la victimización, los tipos de delitos, las actividades de la vida cotidiana y la percepción de inseguridad difieran en función de la edad de la ciudadanía, de tal manera que adolescentes y mayores percibirán mayor inseguridad que el resto de grupos de edad.

Método

Participantes

En este estudio participaron 8.170 sujetos de ambos sexos (49,9 % mujeres y 50,1 % hombres), que residieron al menos 6 años en el Estado de Morelos (México). Respecto a la edad, la muestra se distribuyó de la siguiente manera: [12-17 años] 24 %, [18-20 años] 8 %; [21-30 años] 14 %; [31 y 40 años] 14 %; [41 y 60 años] 20 %; por último, [61 o más años] 20 %. Se realizó un muestreo probabilístico estratificado proporcional en función de la densidad poblacional. Se seleccionaron los 33 municipios del Estado de Morelos. El tamaño de la muestra permite hacer predicciones con las variables seleccionadas en el presente estudio, con un coeficiente de determinación de 0,05 y una potencia de 0,90 (Elashoff, 2005).

Procedimiento

El instrumento fue administrado de manera individualizada, en formato de entrevista, por 163 encuestadores que fueron formados por expertos y miembros del grupo de investigación de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, durante el año 2014. Se optó por esta estrategia de aplicación del instrumento para garantizar la comprensión de todos los ítems por parte de los encuestados. Los encuestadores se asignaron en forma aleatoria a los cuatro sectores en que convencionalmente se agruparon los 33 municipios (norte, sur, este y oeste). La conformación de estos sectores respondió a criterios de cercanía geográfica. Un/a supervisor/supervisora coordinó cada uno de los sectores creados. Los participantes firmaron el consentimiento informado mediante el cual conocerían los objetivos del estudio, y se garantizó el anonimato y la confidencialidad de los datos. Un 1,20 % (N=98) de los encuestados se negó a formar parte en el estudio. En estos casos se seleccionaron otros participantes, siguiendo los mismos criterios muestrales. Todos los que participaron accedieron a hacerlo mediante la firma del citado consentimiento informado. El tiempo de aplicación del cuestionario fue de entre 40 y 45 minutos. Los encuestadores recibieron una compensación por sus servicios.

Instrumentos

El instrumento utilizado fue una adaptación de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de Inseguridad (ENVIPE, 2010, 2011, 2012). Debido a que las encuestas de victimización han sido elaboradas desde una perspectiva criminológica (Dammert, Salazar, Montt & González, 2010), se decidieron incorporar instrumentos psicosociales para evaluar el bienestar psicosocial. No obstante, para responder a los objetivos del presente estudio se utilizaron las dimensiones de la encuesta relativas a la percepción de inseguridad, percepción de inseguridad en lugares de día y de noche, restricciones en actividades cotidianas y victimización. Para garantizar la validez y la fiabilidad de los instrumentos, se realizaron análisis de fiabilidad como consistencia interna.

Percepción de inseguridad. Para evaluar la percepción de inseguridad en el municipio se realizó la siguiente pregunta: “¿Cómo es la inseguridad en su municipio?”. La pregunta tiene cinco opciones de respuesta en la escala de Likert, en la cual la opción 1 corresponde con “muy insegura”, y la opción 5 con “muy segura”.

Percepción de inseguridad en lugares de día y de noche. Esta escala dicotómica está compuesta de nueve ítems, que evalúan la percepción de inseguridad en el día y la noche en los distintos lugares de la comunidad. Esta escala ha mostrado dos factores para el día y dos para la noche. El primer factor, percepción de inseguridad en espacios públicos, está constituido por ítems que hacen referencia a lugares públicos, como la calle, el transporte público, etc. El segundo factor, percepción de inseguridad en espacios de estudio y trabajo, está compuesto por ítems que hacen referencia a espacios como la escuela, el trabajo, etc. El alpha de Cronbach para este estudio fue de .81 y .74 de día y .76 y .68 de noche, respectivamente.

Restricciones en actividades cotidianas. Esta escala dicotómica está constituida por 13 ítems, que hacen referencia a las actividades que se han dejado de realizar por miedo a ser víctima de un delito. Para este estudio se realizó un análisis factorial con la siguiente estructura: el primer factor, denominado restricciones en la vida cotidiana, tiene ítems tales como salir temprano o de noche, caminar por calles oscuras y solitarias, etc. El segundo factor, nombrado restricciones de índole económica, está constituido por ítems tales como estacionar su vehículo en la calle, llevar tarjetas de crédito o débito, etc. El alpha de Cronbach para este estudio fue de .80 y .63, respectivamente.

Victimización. Para evaluar la victimización directa se realizó la siguiente pregunta: “¿En los últimos doce meses ha sido víctima de algún delito?”. La cuestión se codificó con dos opciones de respuesta (1 = Sí, 2 = No).

Resultados

Los datos de este estudio fueron examinados a través de análisis multivariados. En primer lugar, se llevó a cabo un diseño factorial multivariante (MANOVA 5x2), en el que las variables dependientes fueron las siguientes: Percepción de inseguridad en el municipio, Percepción de inseguridad en lugares de día y de noche, Restricciones en actividades cotidianas y Victimización. Se consideraron cinco rangos de edad: 12-19, 20-30, 31-40, 41-60 y 61 o más. El MANOVA calculado mostró diferencias estadísticamente significativas en los efectos principales de los rangos de edad, Λ = 0.971; F (32, 26627.640) = 6.662; p < .000, η2 = .007.

El ANOVA mostró diferencias significativas en función de la edad en las siguientes dimensiones: percepción de inseguridad, restricciones en la vida cotidiana, restricciones de índole económica, victimización, percepción de inseguridad en espacios de estudio y trabajo de día, percepción de inseguridad en espacios de estudio y trabajo de noche (ver Tabla 1). Las pruebas de Bonferroni (α = .05) indicaron que, respecto de la percepción de inseguridad en el municipio, los adolescentes y jóvenes de entre 12 y 19 años obtuvieron puntuaciones estadísticamente mayores en comparación con el resto de los intervalos, excepto el de 61 años o más. Es decir, los adolescentes perciben mayor inseguridad en el municipio que el resto de ciudadanos. Por otra parte, se observaron diferencias en los niveles de percepción de inseguridad en espacios de estudio y trabajo de día y de noche, en el sentido de que el grupo de 61 años o más obtuvo puntuaciones significativamente mayores que el resto de los grupos de edad. En relación con las restricciones en la vida cotidiana, el grupo de edad comprendido entre los 12 y 19 años informó de menores puntuaciones al compararlas con los grupos restantes. Esta tendencia también se aprecia en las restricciones de índole económica, en el sentido de que los adolescentes informaron de menos restricciones en comparación con el resto de los grupos. Por último, respecto de la variable victimización, los grupos de entre 12 a 19 años y 61 o más presentaron puntuaciones estadísticamente mayores que el resto de grupos edad.

Tabla 1 Medias, Desviación típicas y resultados ANOVA entre las edades y las variables independientes 

Discusión

En este estudio nos proponíamos analizar la percepción de inseguridad, victimización y rutinas en función del ciclo vital. Se ha constatado que las variables que han resultado significativas en función de los intervalos cronológicos han sido las siguientes: percepción de inseguridad, restricciones en la vida cotidiana y de índole económica, victimización y percepción de inseguridad en espacios públicos y de estudio y trabajo durante el día o la noche.

En relación con la percepción de inseguridad en el municipio, se ha observado que los adolescentes de edades comprendidas entre los 12 y 19 años perciben menor inseguridad que el resto de la ciudadanía, excepto aquellos de 61 años o más. Estos resultados confirman que los adolescentes tienden a subestimar aquellas situaciones que para los adultos son de alto riesgo. Son numerosos los trabajos que avalan la idea de que los adolescentes sienten una menor vulnerabilidad en todos los escenarios de la vida social, un hecho que se atribuye, fundamentalmente, a que en este periodo se explora, se experimenta y se buscan nuevas sensaciones en forma constante, sin considerar las consecuencias que se puedan derivar de ella. Esta conducta se va transformando de manera gradual conforme el adolescente se va integrando en el mundo de la adultez emergente y de los adultos (Arnett, 2000; Musitu, Buelga, Lila & Cava, 2001). Estos resultados matizan los obtenidos por Ruiz (2007), quien concluía que la mayor percepción de inseguridad se relaciona con una modificación en los hábitos de vida de la ciudadanía, que llevan implícitos una disminución de la interacción social, evitando conductas como salir de casa o transitar por lugares considerados como peligrosos y el aumento de medidas de vigilancia en el hogar, en el sentido de que esta percepción de inseguridad y la transformación en los hábitos de vida difieren en función del periodo evolutivo. También Vega (2016), en un estudio realizado en los Estados de Guerrero y Yucatán, constató la relación entre el miedo al delito en la ciudadanía, la percepción social de seguridad y los vínculos sociales.

Normalmente, los estudios sobre percepción de inseguridad se han llevado a cabo en países y ciudades con niveles de criminalidad muy inferiores a los de México y, como es obvio, con políticas y estrategias de funcionamiento institucional vinculadas con la seguridad pública que responden a demandas muy diferentes, en comparación con México y otros países latinoamericanos, y sin considerar el momento del estado evolutivo de la ciudadanía. Con esto, al explicar la percepción de inseguridad, no solo se deben tener en cuenta los procesos institucionales, las políticas sociales de seguridad y la cultura en que se inscriben estas variables, sino también la etapa evolutiva, en este caso en la adolescencia, un periodo de alta vulnerabilidad y sensibilidad a las problemáticas sociales, en el cual, sin embargo, se percibe en menor grado la inseguridad. Este contexto tan especial del territorio mexicano es lo que hace relevantes los hallazgos de esta investigación, ya que no era posible extrapolar los resultados de los estudios llevados a cabo en zonas con un clima social tan diferente. Paradójicamente, las personas mayores de 61 años no difieren del resto de los grupos de edad, y se muestran más próximas a los adolescentes, un resultado que no es convergente con los obtenidos por otros autores (Gibson et al., 2002; Joong-Hwan & Sangmoon, 2009). Sin embargo, consideramos que esta es una divergencia cultural que merece de una mayor exploración, en la medida en que, como se observó en una investigación previa (Vera, 2011), las personas mayores eran menos victimizadas, lo cual nos remite al significado cultural de que ellas en México, en función de estos datos, son sujetos de respeto y consideración. Además, este hallazgo se considera muy relevante, máxime en estudios interculturales, el cual debe tenerse en cuenta cuando se hacen transferencias de resultados a otros contextos culturales.

En consonancia con los resultados anteriores, se ha observado que los adolescentes son el grupo poblacional que menos restringe sus actividades cotidianas, tales como salir de noche o caminar por calles solitarias, y también tiene restricciones económicas. Creemos que este resultado puede explicarse desde tres aproximaciones complementarias, que tienen en común la adopción de una perspectiva evolutiva. La primera hace referencia a la frecuencia de uso de tarjetas de crédito y cuentas bancarias, que en la juventud mexicana es muy baja, debido a que es un hábito poco instaurado, en comparación con otros países, lo cual nos remite de nuevo a variables culturales. La segunda aproximación alude a las características evolutivas de la adolescencia, a las que ya hemos hecho referencia anteriormente, en el sentido de que hay una percepción de menor riesgo y sensación de vulnerabilidad. Es interesante traer a colación los resultados de Vilalta (2014), que sugerían que los principales grupos que limitan conductas tales como salir de noche, por temor a ser victimizados, fueron jóvenes y mujeres, lo que refuerza la idea de que en la adolescencia, por las características evolutivas de este periodo, las actividades que se limitan difieren de las que se destacan en otras etapas evolutivas. La tercera vía está relacionada con una característica de la adolescencia, que consiste en la consolidación de la identidad y la autonomía, que a su vez está relacionada con la experimentación y exploración en el mundo social e interpersonal. En este sentido, el hecho de restringir las actividades cotidianas supondría eliminar una de las motivaciones más importantes de este periodo, que es la de realizar, con el grupo de iguales, acciones ajenas al control de los adultos (Martínez, 2013). En consecuencia, consideramos que las restricciones en actividades cotidianas no necesariamente tienen que ver con los climas sociales de mayor o menor inseguridad, de mayor o menor confianza en las instituciones y/o de mayor o menor temor a la victimización, sino también con variables culturales, con frecuencia soslayadas en los trabajos de investigación sobre esta temática, como son los procesos de socialización en los diferentes tránsitos del ser humano, entre los que se encuentra como importante y significativo, en todas las culturas, el tránsito de la adolescencia a la juventud, que aunque común, difiere en su interpretación y significado. También, y aunque sería una explicación tangencial a estas diferencias, tal y como se sugiere en estudios precedentes, los medios de comunicación desempeñan un papel muy relevante en la transmisión de información relacionada con la delincuencia, lo que incrementa el miedo a la victimización y la sensación de vulnerabilidad (Ruiz, 2007; Vilalta, 2010), que posiblemente no repercuta de la misma manera en adolescentes y jóvenes, porque con frecuencia están menos motivados por este tipo de información. En este sentido, Chacón y Téllez (2017) confirman que la difusión de información relacionada con la delincuencia, a través de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, y de los medios de comunicación de masas, se asocia con una mayor percepción de inseguridad.

Respecto de la victimización, en los diferentes periodos evolutivos considerados en el presente estudio, son los adolescentes y las personas mayores las que informan que son menos victimizadas. Estos resultados contribuyen a la validez de contenido de lo expuesto hasta el momento, en el sentido de que, en contra de las expectativas, son los adolescentes y los mayores quienes perciben una menor inseguridad, y a su vez llevan a cabo menos restricciones, tanto en la vida cotidiana como en acciones de índole económica. Obviamente, el hecho de ser victimizado, como se ha observado en otros trabajos, lleva implícita una serie de cambios conductuales, hasta ese momento habituales en la vida cotidiana, como salir de noche o utilizar el transporte público, entre otros. De hecho, en algunos estudios sobre las consecuencias de la victimización en los estilos de vida, se concluye que el acceso a información sobre las tasas de delincuencia en la comunidad se asocia con estas modificaciones, en la medida en que aumenta el miedo a la victimización (Hanslmaier, 2013; Naplava, 2008). Además, se ha encontrado que las personas que han sido víctimas de algún delito, utilizan en mayor grado medidas para protegerse de posibles delitos en el futuro, en comparación con las personas que no han sido victimizadas (Ferraro, 1995; Rountree & Land, 1996; Skogan, 1987); esto es coherente con los resultados vertidos por Martínez-Ferrer, Ávila-Guerrero, Vera-Jiménez, Bahena-Rivera y Musitu-Ochoa (2016), sobre los bajos niveles de satisfacción vital asociados a las personas victimizadas y con la percepción de inseguridad.

En este sentido, una prueba de la validez de este estudio es el hallazgo de que los adolescentes y las personas mayores son los grupos menos victimizados, del mismo modo que son los que menos limitan sus actividades y perciben una menor inseguridad, lo cual nos remite a aspectos culturales relacionados con el significado socialmente construido de los diferentes periodos evolutivos, como la adolescencia y la tercera edad, y de modo muy particular, en lo que a esta investigación nos atañe, a los significados compartidos que definen ambos periodos, más próximos en esta problemática social de lo que en un inicio se podía esperar.

Además de estas transformaciones, que tienen lugar en los estilos de vida como consecuencia de la victimización, hay otros aspectos psicológicos que se ven afectados, como el incremento de la depresión y la ansiedad, que se han estudiado en otras investigaciones (Averdijk, 2011; Dugan, 1999; Ferraro, 1995; Gale & Coupe, 2005; Xie & McDowall, 2008). En función de los resultados del presente estudio, creemos que sería de gran interés y relevancia científica indagar sobre estos efectos y transformaciones en relación con el ciclo vital, en la medida en que, como es bien sabido, los acontecimientos vitales estresantes no normativos tienen efectos diferentes en las distintas etapas del ciclo vital (Musitu et al., 2001).

Finalmente, existen una serie de limitaciones en este estudio que invitan a la cautela en algunas de las conclusiones del mismo, si bien su carácter exploratorio puede servir de base para futuras investigaciones que pretendan profundizar en los aspectos aquí tratados. En primer lugar, una de las dificultades más comunes, cuando se investiga sobre la delincuencia y victimización, es que con frecuencia los participantes evitan compartir cierta información, por temor a posibles represalias. En segundo lugar, la naturaleza correlacional del estudio impide situar antecedentes y consecuentes con precisión, por lo que sería interesante incorporar la dimensión temporal en futuras investigaciones. También convendría incluir preguntas que hagan referencia a delitos poco considerados en las principales encuestas de victimización, como la criminalidad de cuello blanco o delitos cibernéticos. En este sentido, sería importante introducir la perspectiva de género, con instrumentos sensibles que permitan una mayor y más rigurosa evaluación de la violencia doméstica y contra la mujer, junto con medidas psicológicas directamente asociadas a la experiencia de la victimización y que ya han sido subrayadas con anterioridad.

Referencias

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1Reconocimiento Esta investigación se ha elaborado en el marco del Proyecto de investigación: diagnóstico estatal de la percepción ciudadana sobre la violencia, la delincuencia, la inseguridad y la dinámica social e institucional, financiado por el Fondo Mixto de Fomento a la Investigación Científica y Tecnológica. Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) - Gobierno del Estado de Morelos. Clave: MOR-2012-C01-190638

2Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo: Vera, A., Ávila, M., Martínez-Ferrer, B., Musitu, G. & Montero, D. (2017). Percepción de inseguridad, victimización y restricciones en la vida cotidiana en función del ciclo vital, en Morelos, México. Revista Criminalidad, 59 (3): 183-192

Recibido: 13 de Junio de 2017; Revisado: 17 de Septiembre de 2017; Aprobado: 28 de Octubre de 2017

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