Introducción
El estudio de los movimientos migratorios y los efectos que estos tienen en las sociedades receptoras y emisoras está en el centro del debate sobre los conflictos y tensiones que produce la globalización, dado que responden y reproducen las desigualdades económicas y sociales que organizan a la sociedad mundial (Stefoni, 2011). En los casos de Colombia y Chile, la dinámica migratoria de las últimas décadas ha estado marcada por un creciente flujo de población colombiana hacia Chile, el cual ha aumentado de 4095 personas en el 2002 a 105 445 en el 2017. Estas cifras sitúan a Colombia como uno de los principales países de origen: en el 2002, el 2,2 % de migrantes en Chile provenía de Colombia, país que ocupaba el séptimo puesto, y en el 2017 alcanzó el 14,1 %, posicionándose en segundo lugar, solo detrás de Perú, según los Censos del 2002 y el 2017. Paralelamente, otro proceso destacado es su feminización, la cual se observa diferenciadamente según el país de origen y resulta más notoria en el caso de la migración de Colombia. En el 2017, las mujeres migrantes en Chile representaban el 50,6 % de la población migrante total, mientras que, en el caso de la población proveniente de Colombia, las mujeres representaban el 53,7 %.
Fuente: elaboración propia con base a censos del 2002 y del 2017, Instituto Nacional de Estadísticas.
En términos de participación laboral, las mujeres migrantes se ocupan mayoritariamente en actividades de comercio por mayor y menor (21,9 %), servicio doméstico de hogares privados (20,4 %) y como empleadas en hoteles y restaurantes (15,3 %); mientras que las mujeres colombianas se ocupan principalmente en: hoteles y restaurantes (30,3 %), comercio por mayor y menor (18,9 %) y solo el 13 % en servicio doméstico.
Fuente: elaboración propia con base en Encuesta de Caracterización Socioeconómica (CASEN) (2017). Ministerio de Desarrollo Social y Familia.
La migración internacional suele explicarse por la búsqueda de empleo y mejores oportunidades económicas (Recio, Banyuls, Cano y Miguélez, 2006), con base en una decisión racional e informada acerca de las oportunidades laborales. Si bien la principal motivación para migrar a Chile es la búsqueda de oportunidades laborales (Stefoni, 2011; Polloni y Matus, 2011), también surge por buscar seguridad, no solo económica y laboral, sino física (OIM-Ministerio de Desarrollo Social del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2014).
Hasta la década de 1980, los estudios sobre migraciones internacionales mantenían un androcentrismo profundo en sus perspectivas, y las mujeres únicamente eran consideradas como acompañantes de los proyectos migratorios de los hombres (Gissi Barbieri y Martínez Ruiz, 2018). Por esa razón, ese fenómeno era entendido como esencialmente económico-productivo y masculino (Gregorio, 1998), lo que invisibilizaba los proyectos migratorios propios y autónomos de las mujeres y sus roles en este fenómeno.
La migración femenina debe comprenderse desde un enfoque de género, pues este incide tanto en la decisión de migrar -juegan un rol la posición que ellas ocupan en la esfera de producción y reproducción social en el país de origen, y la oferta de empleo y las mejores condiciones de vida que el país de acogida les ofrece-, como en la experiencia migratoria en su sentido más amplio. Así mismo, los procesos de segmentación laboral que experimentan, se deben tanto a la nacionalidad como al género (Paulson, 2013; Martensson, 2012; Florian, Paulson, Gómez y Emanuelsson, 2011; Macé, Bornschlegl y Paulson, 2010).
El género es constitutivo de las relaciones sociales y es, precisamente, una forma primaria de relaciones de poder, basadas en la distinción por sexo (Scott, 1996). La perspectiva de género ha contribuido a visibilizar las particularidades del proceso migratorio de hombres y mujeres, especialmente al resaltar la experiencia de ellas en los procesos de movimiento y globalización actual, lo que permite distinguir cómo las desigualdades del sistema patriarcal pueden verse reflejadas en la arena internacional (Bergeron, 2001; Marchand y Sisson Runyan, 2001; Davids y Van Driel, 2001; Acker, 2004; Griffin, 2007).
En los estudios latinoamericanos, el debate feminista y de los estudios migratorios se remonta a la década de 1980, cuando la discusión se abrió hacia la reproducción, el cambio social, las remesas, la crisis del cuidado y las nuevas formas de división sexual del trabajo reproductivo, visibilizando las formas de relación que pueden observarse en las familias transnacionales y de fenómenos como las cadenas globales de cuidado (Lube Guizardi, González Torralbo y Stefoni, 2018).
La división internacional del trabajo reproductivo señala cómo las lógicas del sistema patriarcal se han configurado en los contextos de trabajo globalizado y las corrientes migratorias, intersectadas por condicionantes como el género y la raza. Las tareas domésticas y de cuidado se han convertido en un mercado laboral altamente racializado, de modo que mujeres en posiciones de mayor privilegio socioeconómico y racial han "delegado" sus roles de cuidado a otras mujeres migrantes en posiciones de subordinación racial (Parreñas, 2001), lo cual contribuye a reproducir el estatus social de empleadores y, simultáneamente, devalúa el de los empleados (Anderson, 2000).
La motivación migratoria está atravesada por los sistemas de género y estas condicionantes de género pueden darse a niveles macroestructurales, familiares e individuales (OIM- Ministerio de Desarrollo Social del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2014). Si bien las mujeres son motivadas a migrar por razones económicas, esta no es la única causa, pues la liberación de las constricciones de género -por ejemplo, situaciones de violencia intrafamiliar-, también son un factor importante (Parreñas, 2001).
Debido a los procesos de feminización de la migración y su estudio creciente, se ha relevado la importancia de la participación femenina en los flujos migratorios internacionales, así como las particularidades y diversidad en las motivaciones, consecuencias y transformaciones que guían la decisión de migrar de las mujeres (Gissi Barbieri y Martínez Ruiz, 2018). Los estudios desde enfoques feministas visibilizan las narrativas de las mujeres sobre sus procesos migratorios, su responsabilidad como madres, y sus otros roles y redes de parentesco. Se observa el tipo de arreglos familiares y la maternidad a distancia, con lo cual se visibilizan las relaciones familiares y la maternidad transnacional que emergen en estos contextos, donde circulan cuidados, afectos y recursos económicos (remesas) (Gonzálvez Torralbo, 2016). Estudios sobre el envío de remesas entre España y Colombia concluyen que son las mujeres quienes tienen una mayor participación en el total de remitentes, lo que se relacionaría con asumir una mayor responsabilización por sus hogares (Roa Martínez, 2011).
El enfoque interseccional (Crenshaw, 1989) es un lente analítico que permite reflexionar acerca de los cruces que se generan entre distintas condiciones de desigualdad y las particularidades en las discriminaciones que viven los sujetos que se ven expuestos a estas formas de exclusión. Dicho enfoque ha permitido estudiar los efectos que se generan en la intersección de las desigualdades de género con otros sistemas de subordinación, especialmente la raza y la clase social. En la perspectiva transnacional ha constituido un acercamiento novedoso a la comprensión de los procesos de migración femenina latinoamericana.
Las investigaciones en Chile que abordan el racismo y el colonialismo, propio en la construcción de la identidad de la nación, y la forma como estas prácticas se reproducen en instituciones y espacios sociales con la población migrante en la actualidad, concluyen que la producción de estigmas raciales derivados del colonialismo europeo llevan a distintas formas de violencia, intolerancia y explotación en las cuales el racismo y el sexismo adquieren una dimensión práctica en la experiencia de las comunidades de inmigrantes (Tijoux Merino y Palominos Mandiola, 2015; Stefoni, Leiva y Bonhomme, 2017).
Se han estudiado prácticas institucionales racistas, particularmente, en las fronteras de ingreso a Chile, y una estructura política dicotómica por parte del Estado, en la que, por un lado, se formulan políticas sociales que atienden la vulnerabilidad de ciertos grupos, pero, por el otro, se persiste en el intento de controlar y frenar la inmigración. Estudios localizados concluyen que se ha configurado un escenario social y político de rechazo, discriminación y estigmatización de la población colombiana, que asocia su migración con delincuencia y prostitución (Echeverri, 2016; Stang y Stefoni, 2016; Liberona Concha, 2015).
Sin embargo, aún es incipiente la comprensión del fenómeno migratorio femenino de Colombia a Chile (López Mendoza, 2017). La atención se ha centrado en los procesos de racialización y sexualización y en la forma en que se estructura su incorporación al mercado regional del sexo, con especial atención en los imaginarios particulares sobre la mujer colombiana negra (Pavez Ojeda, 2016; Carrère Alvarez y Carrère Alvarez, 2015). En menor medida, se han recogido las experiencias subjetivas del proceso migratorio de mujeres afrocolombianas y su inserción en otros ámbitos laborales, así como las exclusiones que experimentan por ser mujeres negras inmigrantes (Silva Segovia, Ramírez-Aguilar y Zapata-Sepúlveda, 2018).
Con este contexto, este artículo se pregunta, específicamente, por las características que tiene la experiencia migratoria de mujeres colombianas en Chile en la última década, poniendo el foco en sus motivaciones y llegada a dicho país; su proceso de inserción laboral y gestión económica; el ámbito de cuidado y familia; y las experiencias de discriminación y violencia. Esto se hace mediante el contraste entre las vivencias relatadas de las mujeres colombianas, con las de migrantes de otros países, también mujeres y también inmigradas en la última década. El lente de análisis es el enfoque de la interseccionalidad, aplicado a la dinámica migratoria y el material empírico lo constituyen los discursos de las propias mujeres migrantes.
Métodos
El presente análisis se desprende de una investigación más amplia basada en fuentes de información cuantitativa y cualitativa. Las primeras corresponden a estadísticas oficiales (censos y encuestas). Respecto a las segundas, se utilizaron tres tipos de materiales cualitativos que incluyen a más de cien informantes entrevistados/as en total: entrevistas a expertos/as y a agentes públicos sobre el fenómeno migratorio (27); a funcionarios/as municipales y actores comunitarios que atienden migrantes (25); y finalmente entrevistas y grupos focales con mujeres migrantes residentes actualmente en Chile (65), provenientes de los seis países con mayor flujo migratorio femenino hacia el país en la última década (Colombia, República Dominicana, Bolivia, Perú, Argentina y Venezuela)1.
Se organizó un total de nueve grupos focales (65 mujeres en total) y 29 entrevistas en profundidad. En cada grupo se buscó recoger diversidad etaria en el segmento de 18 a 65 años, relevante para registrar diversas experiencias, especialmente, relacionadas con maternidad e inserción laboral. En el caso de las migrantes colombianas, se realizaron dos grupos focales (de entre seis y ocho mujeres) y cuatro entrevistas en profundidad.
Las mujeres entrevistadas residen en las comunas de Antofagasta (Región de Antofagasta) y Recoleta (Región Metropolitana de Santiago), ambas son las regiones con mayor población colombiana residente (INE, 2019). La Región Metropolitana concentra el 57,2 % del total de colombianos en el país y Antofagasta el 18,4 %. Dentro de esta última, la comuna de Antofagasta concentra residentes colombianos (41,3 % de los extranjeros son colombianos), mientras que en Recoleta se da una situación distinta, pues el 50 % proviene de Perú y solo un 7 % de Colombia. Ambas comunas configuran espacios territoriales que reciben de modo diverso a esta población, pero es más hostil la recepción en Antofagasta, donde se destacan prácticas de criminalización y rechazo hacia la población colombiana (Stang y Stefoni, 2016).
La tabla 1 resume la muestra efectiva de mujeres y las edades de quienes fueron entrevistadas en profundidad2.
*Debido a las dificultades para realizar los grupos con argentinas y venezolanas se compensó con más entrevistas.
Fuente: elaboración propia.
La información cualitativa que se recogió fue grabada en audio -previo consentimiento informado- y luego fue transcrita y procesada mediante el programa Atlas-ti 6.2. El material se codificó siguiendo la propuesta constructivista de la teoría fundamentada desarrollada por Charmaz (2014), que incluye la realización de una primera codificación abierta del corpus de datos para luego desarrollar la codificación selectiva, orientada a descubrir os códigos más significativos en el texto descriptivo, aplicando el método de comparación constante entre estos y el resto del corpus. A partir de esta operación, se agruparon los códigos seleccionados y se plantearon categorías transversales de análisis: motivaciones y llegada a Chile, inserción laboral y economía, cuidado y familia, y discriminación y violencia.
Resultados y análisis
El análisis del material da cuenta de una significativa diversidad de trayectorias y experiencias en Chile, relacionada esencialmente con el país de origen y las distinciones establecidas por la sociedad chilena en términos raciales y socioeconómicos. La condición en que migran las mujeres y su experiencia de llegada e inserción en Chile, se definen a partir del país del cual provienen y de su origen étnico y racial.
Motivaciones y llegada a Chile
El relato de las mujeres expresa una multiplicidad de razones por las que deciden migrar. En algunas ocasiones puede ser acompañar a un familiar o pareja, y en otras la de dar un giro en la vida. De cualquier manera hay una razón siempre presente: la búsqueda de mejores oportunidades económicas, motivación configurada por un imaginario de más y mejores empleos en Chile. Esto es transversal a todas las nacionalidades. La migración se gesta como un proyecto que busca apoyar la manutención financiera de sus familias.
En el caso de las mujeres colombianas, aparece de modo reiterado una motivación adicional que, en este estudio, solo comparten con las dominicanas: la huida, la migración para evitar situaciones de violencia y maltrato familiar. La violencia de género se explicita como una razón poderosa para salir de Colombia, de modo que la migración constituye una oportunidad de vivir libres de maltrato.
A mí por lo menos me hicieron creer que Chile era un Nueva York chiquito. Esa es la verdad. Me invitaron y porque en Chile uno iba a ganar muy buen dinero. No ha sido así, pero espero que algún día pueda ser. (Grupo focal 1, colombianas, 4 de noviembre del 2017)
Ya, cuando yo me vine para acá, bueno mi historia es toda cuática, como dicen acá. Yo estaba teniendo muchos problemas con el papá de mis hijos porque a él le gustaba tomar mucho, mucho, mucho. Y él tenía un problema que cuando tomaba, últimamente, no la podía ni con el amigo, ni con el vecino [...] conmigo, como que todo era contra mí. Y ya después se volvió como manilargo, quería salir pegando cuando tomaba. Me pegaba cuando tomaba. Entonces como que no era, ya las cosas se volvieron de castaño a oscuro. Ya se volvió mucho más agresivo delante de los niños. (Grupo focal 2, colombianas, 10 de octubre del 2017)
Considerando que en Colombia hay una concentración territorial del conflicto, el lugar de origen de las mujeres cobra relevancia. La mayoría de las entrevistadas provienen de Buenaventura (6) y de Cali (4), municipios donde el conflicto armado y sus violencias han impactado especialmente. Según la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación de Colombia (2013), Buenaventura aparece como un municipio crítico en el indicador de masacres, desapariciones y desplazamientos forzados. Cali se identifica como un municipio crítico en secuestros, asesinatos selectivos y ataques a bienes civiles. También se ha reportado una significativa presencia de violencia sexual contra las mujeres en Buenaventura, asociada al conflicto y a los desplazamientos forzados (Carrillo, 2014). A pesar de esto, en ninguno de los relatos de las mujeres se evidencian el conflicto y la violencia asociados a este como un motivo para la migración; solo en un caso, una entrevistada señala que una prima suya, residente actualmente en Antofagasta, llegó desplazada por la violencia.
Las mujeres que ingresan por vía regular acceden a visas de turista (temporarias y definitivas); mientras que quienes ingresan por vía irregular -mayoritariamente dominicanas y una proporción de colombianas y bolivianas- no solo se encuentran con obstáculos a la hora de obtener las visas necesarias para residir y trabajar en Chile, sino que además se exponen a experiencias de abuso y violencia durante el tránsito entre fronteras.
Las mujeres de países fronterizos presentan una migración circular, "de idas y venidas", especialmente, las bolivianas. Para las colombianas es diferente, pues se trata de un proyecto migratorio que busca establecerse. Para ello cuentan con una mayor presencia de redes y familia, lo cual facilita el proceso de inserción y acceso a vivienda y empleo.
Mi tía, por ejemplo, es como mi hermana. Ella me apoyó mucho cuando le dije que me iba a venir acá, sobre todo cuando le dije que me iba a venir con mis niños. Pero antes de traer mis hijos tenía que tener una parte estable, porque no podía llegar y traer mis hijos. Pagando arriendo aquí y allá. Mi tía me apoyó mucho porque me decía "yo quiero que tengas tu casa para traer a los niños". Venía con mi tía y mi tía me apoyaba mucho. (Colombiana, 42 años, 11 de octubre del 2017)
Inserción laboral y economía
Se observa una segmentación del trabajo femenino según nacionalidades, que no solo se relaciona con los niveles educacionales y de experiencia laboral, sino que además tiene que ver con el imaginario que vincula países de origen y tipos de trabajo. A partir de los relatos de distintos actores, se infiere que las mujeres bolivianas y peruanas son más solicitadas para las labores domésticas y de cuidado de personas, mientras que a las colombianas no solo se les reconoce más adecuadas para labores en el sector de comercio y servicio ("atención a personas"), sino que explícitamente se tiende a excluirlas del trabajo doméstico, debido a un imaginario que sexualiza sus cuerpos y genera aprensión en el interior de los hogares chilenos.
La situación migratoria (regular o irregular) y el tipo de visa (temporaria o definitiva) son factores determinantes para el acceso al trabajo. Las colombianas -a diferencia de las dominicanas, que presentan alta irregularidad- suelen acceder a las visas correspondientes, lo que ayuda a su inserción; sin embargo, aun teniendo niveles educativos relativamente altos (secundaria completa, técnica), se insertan en empleos precarios3.
En un marco mayoritario de inserción laboral en precariedad, se observa una considerable heterogeneidad de actividades en las que se incorporan, tanto en espacios formales como informales.
De manera transversal, la trayectoria laboral evidencia que la primera experiencia tiende a ser de carácter precario y temporal, pero mejora a lo largo del tiempo. Esta mejora en las condiciones laborales está estrechamente relacionada con la generación de redes en el país, el nivel educativo y la tramitación de la visa temporaria o definitiva que, en todos los casos, abre más y mejores oportunidades de trabajo4. ;
En el caso de las colombianas, esa diversidad también se produce a lo largo de sus trayectorias individuales, pasando de una actividad a otra en busca de mejores expectativas. Las labores relatadas se caracterizan por estar asociadas a la "atención a público": cajera, garzona, vendedora en el mercado, vendedora ambulante, vendedora en centro comercial, carnicera, labores de aseo, repartidora de sándwich, cuidado doméstico, cuidado de enfermos y mayores, jornalera en construcción, camarera en un "café con piernas"5 y trabajadora sexual6.
Yo busqué trabajo en el casino, entonces trabajé en el casino, me hicieron el contacto, pero todavía no me llegaba el carnet, pero si tenía el permiso de trabajo, con ese permiso de trabajo la señora me hizo contrato, primero empecé como ayudante, de ahí ya me puso como maestra de cocina. (Colombiana, 42 años, 11 de octubre del 2017)
Las experiencias de la mayoría de las mujeres entrevistadas dan cuenta de situaciones de abuso laboral e incumplimiento de los derechos laborales relacionados con jornadas de trabajo, pago de sueldos e imposiciones y derechos maternales. Esto se incrementa cuando las mujeres no tienen su documentación regular para trabajar.
En general, el embarazo y la maternidad constituyen una tensión permanente para el trabajo, y esta es una de las razones de hostigamiento por parte de los empleadores. Frente a estas experiencias, la reacción de las mujeres es diversa según su nacionalidad. Las peruanas y bolivianas se resignan u optan por renunciar al trabajo antes que denunciar y ejercer sus derechos. Por el contrario, dominicanas y colombianas exigen en mayor medida el cumplimiento de los acuerdos, mediante reclamaciones e incluso acudiendo a la Inspección del Trabajo para denunciar formalmente. Las colombianas son más conscientes de sus derechos y están dispuestas a hacerlos valer7.
Yo hice la demanda por el maltrato y porque no me habían hecho las cotizaciones, o sea cuando yo fui a calcular, fui a calcular mi finiquito con el hecho de que me habían pasado la carta tres días después de la fecha, porque la carta te la pasan un mes antes, la de preaviso te la pasan con un mes, a mi me la pasaron con 20 y algo días [...]. Fui a la gobernación y de la gobernación me pasé a la inspección y ahí me dijeron "ya ponga la demanda" y la puse. (Colombiana, 21 años, 11 de octubre del 2017)
Finalmente, en el discurso de las mujeres migrantes siempre aparece con fuerza la necesidad de ahorrar dinero para enviarlo a sus familias. La gestión que las mujeres migrantes hacen de sus recursos económicos gira en torno al envío de remesas, que se destinan a otras mujeres que se hacen cargo del trabajo de cuidados y afecto de sus hijos en el país de origen. El presupuesto del que disponen para su vida en Chile es limitado, manteniéndose en un nivel de sobrevivencia8. Las colombianas, al igual que las demás, envían cerca del 50 % de sus ingresos a su país de origen, donde estos adquieren un mayor valor.
Me ha tocado que acá uno tiene trabajar para sobrevivir, y no gana uno mucho como para ahorrar, para mandar a su país, hacer un ahorro para comprarse una casa. (Colombiana, 42 años, 11 de octubre del 2017).
Hay que ahorrar. Es que la clave es ahorrar. Sí, ahorrarla porque si nosotros ganamos 500 mil pesos chilenos, entonces cuál es la idea, a machuchar costos, como decimos nosotros, y empezar a mandar a Colombia que es ahí donde opera el resultado. Porque aquí usted sabe que la plata de aquí vale casi tres veces allá. (Grupo focal 1, colombianas, 4 de noviembre del 2017)
Cuidado y familia
La conformación familiar de las mujeres migrantes en Chile es diversa, incluso en el grupo de las mismas connacionales. Una parte importante de ellas tiene hijos tanto en su país de origen como en Chile; en algunos casos ya se ha logrado el reagrupamiento y en otros se visualiza concretarlo pronto (salvo en el caso de peruanas y bolivianas, cuyo perfil de migración circular no apunta a establecerse). Cuando los hijos aún están en sus países de origen, quedan al cuidado de otras mujeres familiares, usualmente de las madres, hermanas o hijas mayores de las migrantes.
Esto se repite en el caso de las colombianas, para quienes la reunificación familiar se realiza en el momento que se logran las condiciones de vivienda y económicas para poder gestionar las visas y el viaje de los hijos, y cuando estos son los suficientemente mayores para adaptarse a las dinámicas familiares y laborales en Chile. En el transcurso de este tiempo, las mujeres se ven enfrentadas a una presión significativa por ejercer la maternidad a distancia, comunicándose frecuentemente con sus hijos vía telefónica y por mensajes a través de WhatsApp.
La mayor dificultad para la reunificación se da cuando los padres de los hijos se encuentran en Colombia y no otorgan los permisos para que los menores viajen, situación que no es excepcional y que expresa una relación problemática y angustiosa para las madres. Esto establece formas de cuidado y negociación que tensionan su estadía y bienestar en el país, con historias de amenazas de desvinculación con sus hijos.
Él estaba acá y se fue. Y allá no trabajaba. Y entonces yo dije no. Si usted quiere estar con su hija, pues manténgala completa. Y usted es el que se la está gozando, el que la está viendo. Yo no la veo, sino por cámara. Y usted todo lo está ganando de ella. Pero yo no. Así que. Pero como quedé embarazada, y mi otra pareja me decía, que Mónica que los hijos tienen que estar con la mamá, que tráigase la niña. Pero si él no me la deja traer, yo qué hago. Si él no me da la firma, es un proceso que tengo que demandar. Todo desgastador. Y como yo me embaracé, se encaprichó más. Me tocó mandar para la abuela de ella y mi hija, para que ella me la trajera y después el pasaje para que ella se devolviera. (Grupo focal 1, colombianas, 4 de noviembre del 2017)
En general, las mujeres peruanas y colombianas acceden a los servicios de cuidado del Estado para apoyar la conciliación de la jornada laboral y la crianza de los hijos, sin embargo, los horarios no suelen ser compatibles y algunas de ellas llevan a sus hijos a sus trabajos (mercados, ferias, restaurantes). En todos los casos, la gestión del cuidado de hijos constituye un trabajo netamente de las mujeres y representa una fuente de estrés y desgaste.
Violencias: violencia de género y violencia racial
Los relatos de las mujeres nos hablan de diversos tipos de violencia experimentados en su trayectoria migratoria. En el ámbito familiar, algunas declaran episodios de maltrato físico y psicológico por parte de sus parejas antes de viajar, lo que en algunos casos incluye violencia económica (los recursos económicos son condicionados y se convierten en formas de control), aunque se observa que la migración ha sido una puerta de escape de esas situaciones.
Por otra parte, en cuanto a experiencias de violencia y discriminación en el espacio público, se identifican situaciones de agresión verbal, acoso callejero e incluso violencia física grave una vez llegadas al país. La mayor cantidad de relatos se encuentran asociados a discriminación por nacionalidad y racial. En el caso de las mujeres colombianas, entre las estigmatizaciones y estereotipos se repite el prejuicio de ser señaladas como "prostitutas", de venir a "quitar los maridos" y provenir de un país de "narcotraficantes". Se vuelve aún más problemático cuando las experiencias de abuso y violencia se trasladan a las experiencias de los hijos de las migrantes, en las que se encuentran episodios de violencia entre pares.
Pues todo lo que se oye, que roban, traen maltrato, que las mujeres se meten a la prostitución y que han quitado maridos, todo eso que dicen los mismos chilenos, eso hace que nos tengan rabia. (Colombiana, 42 años, 11 de octubre del 2017)
[Mi hijo] tiene siete años. Al principio bueno, uno que otro [...], bueno era de a uno, y todos los días llegaba golpeado, pero de a uno. Pero ya hace quince días atrás me lo cogieron entre cinco y me lo pegaron por negro y por colombiano. [...] Yo vine, hablé con el director, putié, alegué, hice de todo. [...] Entonces por ahoritica estoy optando por una demanda, y segundo ya estoy buscando colegio para Miguel Ángel, porque es que ya no quiere ir a estudiar. (Grupo focal 1, colombianas, 4 de noviembre del 2017)
Discusión y conclusiones
El enfoque de la interseccionalidad es fundamental para un análisis más exhaustivo de la situación de las mujeres migrantes, dado que la condición legal en que estas migran, el país del cual provienen, su origen étnico y racial y su rol en la economía familiar son todos factores que definen la experiencia migratoria y las posibilidades que tienen de ejercer sus derechos. La inserción laboral y las situaciones de violencia y discriminación que experimentan se encuentran intersectadas por distintas condiciones de subordinación, que agudizan los abusos en el caso de las mujeres negras provenientes de Colombia y República Dominicana. Con las mujeres colombianas, se corrobora que operan procesos de racialización y sexualización de sus cuerpos que devalúan su negritud y se les asocia a estereotipos, que a su vez llevan a situaciones de discriminación y violencia verbal y física.
Los resultados muestran que, además de prevalecer las motivaciones económicas en la migración, también coexisten razones ligadas a la huida de relaciones familiares y de pareja violentas. Esto se condice con los estudios de género que señalan que la huida a las constricciones de género es un estímulo importante para la migración femenina. Sin embargo, no aparece de forma homogénea en el caso de las mujeres migrantes de distintas nacionalidades, sino que predomina en el caso de las colombianas y dominicanas; además, el análisis muestra que en este caso se intersectan otras condiciones de exclusión, ligadas a elementos raciales.
Este estudio aporta al conocimiento de las experiencias sobre familia y maternidad transnacional en el caso de las mujeres colombianas en Chile, que se observa como temática protagónica en las narrativas de las mujeres migrantes. Se despliegan diversas estrategias de cuidado, a través de múltiples formas de mantener contacto y comunicación, además de la provisión de necesidades materiales con el envío de remesas. Por un lado, en el país de destino las migrantes se ven enfrentadas a discriminaciones en sus trabajos, debido al embarazo y a dificultades para compatibilizar sus tareas productivas y reproductivas y, por otro lado, en el país de origen son mujeres de la familia quienes quedan a cargo del cuidado cotidiano de los hijos. Se concluye que el cuidado sigue siendo una responsabilidad femenina dentro de la organización familiar posmigratoria, y se reproduce la división sexual del trabajo en el interior del hogar y en las formas de organización transnacional, lo que coincide con estudios sobre familias transnacionales colombianas en otros destinos (Rivas Rivas y Gonzálvez Torralbo, 2010).
En cuanto a la inserción laboral de las mujeres colombianas, se observa que en Chile existe una segmentación del mercado de trabajo al que estas pueden acceder, principalmente, en el sector de comercio y servicios. Los estudios señalan que la división internacional del trabajo reproductivo opera con imaginarios según los cuales ciertas labores devaluadas, como el trabajo de cuidado, son delegadas a mujeres migrantes en posiciones de subordinación racial; sin embargo, los hallazgos aquí presentados plantean que, en el caso de Chile, esta designación se realiza de formas más complejas y heterogéneas. La tendencia a la exclusión del trabajo doméstico observada se relacionaría con los procesos de racialización y sexualización que existen en el imaginario chileno sobre la "mujer negra colombiana", que sitúa su presencia en la esfera privada como disruptiva y amenazante, a contrapelo de los imaginarios sobre la "mujer peruana", asociada a una actitud servil y de sumisión que sí resultaría adecuada para el trabajo doméstico (Staab y Maher, 2006).
Finalmente, sin que la actividad ocupacional fuera un criterio de selección para las entrevistas, es posible observar en las colombianas una gran diversidad de trabajos, en los que la participación en el comercio sexual es la excepción y no la regla. Futuras investigaciones sobre migración colombiana femenina en Chile deben ampliarse a estas experiencias múltiples de inserción laboral, pues de lo contrario se puede caer en la reproducción de los discursos sociales estigmatizadores que etiquetan a las mujeres colombianas asociándolas al trabajo sexual, invisibilizándose, por otra parte, las situaciones de abuso laboral en otros contextos de trabajo. También se requiere profundizar en el alcance y las características de otro de los hallazgos aquí delineados: la actitud empoderada de las colombianas, en cuanto a una mayor conciencia de derechos y exigencia del respeto a los mismos, tanto en el ámbito laboral como en otras esferas de la vida cotidiana.