Este libro es el fruto de más de tres años de trabajo de un grupo multidisciplinario, conformado por investigadoras e investigadores provenientes de diversas instituciones hermanas del Sistema Universitario Jesuita, en torno al análisis de la crisis civilizatoria que presenciamos y el deseo de desarrollar aportes a la comprensión y a la praxis para hacerle frente. La lectura de sus propuestas críticas es una oportunidad necesaria para cuestionar y repensar nuestra labor desde una trinchera privilegiada, como lo es la academia.
Reflexiones en torno a la propuesta del libro
¿De qué estamos hablando o a qué nos convidan a hablar?
El libro problematiza la profunda crisis que vivimos desde un marco espacio-temporal que rebasa una visión inmediatista o coyuntural, y sitúa el fenómeno de la descomposición social, las violencias, y en suma, del resquebrajamiento de los referentes culturales, institucionales y teóricos, en una perspectiva histórica fundamental que posibilita, por un lado, comprender su dimensión y aproximarse a los significados que tiene una crisis sistémica, civilizatoria y, por otro, mirar de frente la "catástrofe que nos acecha", como advierte Zibechi. La obra cuestiona, de manera pertinente y necesaria, la propia expresión tejido social, tantas veces empleada en distintos foros e incorporada automática y, muchas veces, acríticamente en nuestra vida cotidiana. La deconstrucción y resignificación del concepto tejido social aparece en varios apartados y recibe una precisa y crítica revisión en el capítulo escrito por Legorreta, Gómez y Larusso.
En una valiosa introducción, Sánchez y Legorreta presentan los ejes articuladores de la obra e identifican los enfoques de aproximación al fenómeno: por un lado, el de desgarramientos civilizatorios (sostenido por Sánchez), que propone un marco teórico y epistemológico para comprender los resquebrajamientos de entramados sociales de larga duración y advierte la intrincada conexión entre capitalismo, patriarcado y colonialidad; por otro, la crisis del sistema-mundo (inspirada en el trabajo de Wallerstein y sostenida por Martínez y Patiño, y Gómez y Fernández), que pone atención en el colapso que experimentan los andamiajes económico-políticos del sistema capitalista, así como en las expulsiones y rupturas asociadas; por último, la crisis epistémica-ontológica (enfoque empleado por Sartorello), que devela cómo la actual descomposición social entraña también una crisis de conocimiento e interpretación por el predominio de una tradición epistémica eurocéntrica, cuya base ontológica remite a un imaginario utópico de mismidad y homogeneidad, de modo que pregona una verdad universal, todo lo cual resulta impertinente para las realidades latinoamericanas.
La confluencia de enfoques diversos en esta obra enriquece la mirada y detona preguntas e inquietudes múltiples. Cuatro de los seis trabajos comparten la convicción de que es preciso construir nuevos elementos teórico-conceptuales para abordar la crisis sistémica y civilizatoria. Recurren a una potente idea de Saskia Sassen (2015, p. 242): "cuando las fuerzas destructivas hacen erupción y se vuelven visibles, el problema que surge es de interpretación. Las herramientas que tenemos para interpretarlas son anticuadas, y caemos en las categorías familiares".
De alguna manera esto ha ocurrido con la expresión tejido social, la cual ha sido usada por actores gubernamentales para justificar intervenciones compensatorias que soslayan las causas estructurales de los problemas asociados a la descomposición social y a las violencias. Pero también, como muestran Legorreta, Gómez y Larusso, ha sido empleada desde espacios y agentes que proponen formas alternas de convivialidad. Un ejemplo son las perspectivas decoloniales que dotan de significado a esta expresión polisémica, al contextualizaria en las problemáticas localizadas en territorios específicos.
Unida a esta afirmación, aparece con la misma intensidad la convicción de que no podemos contentarnos solo con la elaboración conceptual, sino que es menester el compromiso con la construcción de experiencias de diferentes escalas, con diversos objetivos de lucha social y con prácticas de resistencia que se empeñen en construir espacios de vida digna, o "presentes dignos", como sugiere Sánchez.
Las y los colegas que escriben este libro nos invitan a comprender una crisis inédita para la humanidad -una crisis que es civilizatoria, sistémica y epistémica-,a imaginar y crear nuevos marcos teóricos y conceptuales y, al mismo tiempo, a pasar a la acción construyendo, como sugiere Zibechi, "arcas colectivas [...] para protegernos colectivamente de la tormenta" (p. 13).
¿De qué materiales disponemos para enfrentar el desafío teórico y práctico?
En primer lugar, los análisis, traducciones y discusiones recogidas en los capítulos contenidos en esta obra son de gran utilidad. Es importante reconocer que, de manera sintética, profunda y sólidamente documentada, se concentran en pocas hojas años de trabajo intelectual y de compromiso social que arrojan luces sobre el campo problematizado. A continuación, presento algunas ideas extraídas del libro:
Sánchez entreteje un marco teórico-conceptual para "detectar los huecos benéficos de los Desgarramientos Civilizatorios y tal vez para potenciar la construcción de 'presentes dignos'" (p. 65). Esta autoraa se basa en su propia producción, así como en la de otros y otras investigadoras, como Appadurai y Sassen, y sostiene que será necesario sumergirse en el núcleo de la oscuridad y detectar tendencias subterráneas para engendrar otras miradas y elucidar nuevas formas de gestionar las alternativas emergentes.
Sartorello y Perales, cuestionan la visión normalizadora que puede entrañar la frecuente invitación a reconstruir el tejido social. Aludir a una metáfora médica puede implicar que se considera que los modelos de tejido anteriores fueron pertinentes, que el conflicto es ajeno al tejido y no constitutivo de las relaciones sociales, que son necesarias intervenciones externas para tratar el padecimiento social o que hay una sola solución que se vuelve normativa. Sartorello y Perales invitan a revisitar otras aproximaciones a experiencias vivas de socialidad. Desde las epistemologías del Sur propuestas por de Sousa Santos, realizan un ejercicio heurístico sobre la noción de entramados comunitarios (propuestos por Gutiérrez) y la ontología relacional (acuñada por Escobar), y ofrecen pautas de exploración y reconocimiento de construcciones diversas de lo común. Con estas bases proponen el concepto entramados socionaturales comunitarios, resaltando la integración entre sociedad y naturaleza.
Desde el enfoque sistema-mundo, Martínez y Patiño reconocen la existencia de un pluriverso epistémico y actoral, fruto de expresiones territoriales de rebeldía y de reconstrucción social, que demuestran los límites de la propuesta de un desarrollo uniformizador y homogenizante. Destacan las expresiones contrarias al colonialismo, capitalismo y patriarcado y reconocen la necesidad de pasar de la propuesta y la resistencia a la construcción de formas de relación distintas.
Por su parte, Gómez y Fernández ponen atención en las múltiples iniciativas que, en condiciones de segregación en las zonas urbanas y suburbanas impulsadas por diferentes actores, organizaciones e instituciones construyen alternativas a la política de sobreexplotación y expulsión prevalecientes en estos y otros contextos.
Finalmente, Pérez reflexiona sobre la necesidad de trabajar en la resolución de conflictos y en la construcción de paz y analiza las potencialidades de una herramienta para trabajar en ello.
En general, en esta obra se dibujan y sugieren pistas para investigar y sumergirnos en tendencias subterráneas, así como para comprender otras performatividades. Vale la pena señalar que tanto Sánchez como Sartorello y Perales acuden a las experiencias de pueblos originarios como referentes para desentrañar otras formas posibles de socialidad. Sin embargo, los problemas, las luchas y los movimientos protagonizados en los contextos urbanos y suburbanos, así como los movimientos y luchas feministas, apenas son enunciados. Queda pendiente esa enorme tarea, pero no podemos perder de vista que las autoras y autores han dicho que esta es todavía una reflexión en proceso.
Reflexiones sobre el trabajo de investigación
Reconozco el desafío que debió haber representado la confluencia de profesionales de la sociología, la ciencia política, la antropología, la educación, la teología, la nutrición, la ingeniería, el desarrollo organizacional y la administración, provenientes de instituciones diferentes, para llevar a cabo una investigación que arrojara luces sobre cómo comprender y enfrentar la crisis social actual.
Estoy convencida de que problemas complejos como este ameritan un acercamiento multidisciplinario, para generar nuevo conocimiento y colocarnos en el horizonte de la interdisciplina y la transdisciplina; en efecto urge impulsar en las universidades este acercamiento, a propósito del reto que implica enfrentar la crisis epistémica. En la obra se revelan tensiones entre los tres enfoques analíticos empleados. Intuyo la existencia de conflictos, consustanciales, como hemos visto, a las actividades humanas colectivas. Sabemos que el trabajo interdisciplinario requiere la construcción de un marco epistémico común. Como sostiene Rolando García, es el marco epistémico el que condiciona la construcción de un hecho empírico observable (2013).
Celebro que tengamos acceso a esta obra de gran vigencia en el momento actual, cuando la pandemia ha expuesto con crudeza la profunda crisis que afecta a la humanidad y que ha golpeado más severamente a los excluidos, a los olvidados. Invito a las personas interesadas en pensar este acontecimiento a leer el libro aquí reseñado, a discutir sus aportes y formular nuevas propuestas, en el ejercicio de sumarnos creativamente a las formas de resistencia.