INTRODUCCIÓN
El ciclo menstrual presenta una serie de cambios fisiológicos en la mujer, asociado al comportamiento cíclico de hormonas sexuales femeninas, las más importantes, el estradiol y la progesterona, que a su vez están influenciadas por hormonas hipotalámicas e hipofisarias. Este ciclo presenta dos fases: una fase folicular o proliferativa, que se caracteriza por iniciar con la menstruación, teniendo como hormona predominante al estradiol; y una fase lútea o secretora, caracterizada por iniciar con la ovulación, con aumento de la progesterona y la preparación del cuerpo femenino para un posible embarazo 1,2.
Durante la fase lútea del ciclo menstrual, algunas mujeres presentan síndrome premenstrual (SPM) especialmente en los últimos días de esta fase 3. El SPM ha sido definido como una entidad clínica y un "síndrome psico neuroendocrino" 4 que afecta a un gran número de mujeres en el mundo, caracterizándose por síntomas variados, como cambios en estado de ánimo y comportamiento, acompañados de una amplia variedad de síntomas físicos. Un estudio internacional realizado por Dennerstein et al. 5, en el que se registraron los síntomas presentados por mujeres en 6 países europeos y 2 países latinoamericanos, encontró que los síntomas más comunes son la distención abdominal, dolor o cólicos abdominales, sensibilidad mamaria, irritabilidad y cambios de humor. Todas las mujeres pueden presentar alguno de estos síntomas en forma leve 6, por lo que se recomienda limitar el diagnóstico de SPM a aquellas mujeres cuyos síntomas interfieren en sus actividades de rutina en el trabajo, estudio o a nivel social 7.
El SPM fue descrito por primera vez en 1931 por Frank 8 como "tensión premenstrual" en un reporte de casos de síntomas somáticos y psicológicos en un grupo de mujeres en Nueva York. En 1953 Greene y Dalton 9 lo describen por primera vez con el nombre de síndrome premenstrual, y en su revisión de diferentes casos incluyen síntomas como náuseas, depresión, vértigo, letargo, dolor articular, aumento de la ingesta de alimentos, asma, epilepsia y mastalgia, entre otros. Actualmente se han descrito más de 150 síntomas asociados al aspecto psicológico y somático y su influencia en las actividades diarias, así como en la calidad de vida. También existen numerosas escalas para diagnosticar el SPM y evaluar la severidad de sus síntomas 10.
Otros autores 11-15) desde el campo de la psicología y psiquiatría han descrito una forma más severa de síndrome premenstrual, el trastorno disfórico premenstrual (TDPM), que se define como un conjunto de síntomas psicológicos, entre los que se encuentran cambios marcados de humor, estado de ánimo deprimido, irritabilidad y ansiedad, acompañados de síntomas físicos que ocasionan un deterioro del funcionamiento personal en el ámbito social y laboral. En un estudio epidemiológico realizado en enfermeras graduadas 16 se encontró que un 87 % de las mujeres encuestadas presentó síntomas asociados al SPM a lo largo de su vida, y el 3,2 % refirió síntomas severos, asociados a TDPM.
SPM en Colombia
Actualmente no se han realizado muchos estudios acerca de la prevalencia del síndrome premenstrual en Colombia. Dentro del estudio nacional de salud mental realizado en 2003 17 se menciona el "síndrome de tensión premenstrual", con una prevalencia de 0,3 % en la población femenina nacional. Cabe aclarar que estas cifras equivalen al porcentaje de la población que ha consultado a los servicios de psicología o psiquiatría, por lo que es muy probable que la cifra sea mayor y los síntomas se consulten en los servicios de medicina general, o simplemente no sean referidos al sistema de salud.
En 1992 Osío-Acosta y Franco 18 realizaron un estudio sintomatológico en 317 mujeres de carreras paramédicas, de las cuales 302 presentaron síntomas de SPM. Se interrogó a las participantes en cuanto a síntomas en diversas categorías, y se encontró mastalgia e inflamación abdominal como los síntomas físicos más frecuentes, irritabilidad y depresión en la categoría psicológica, y como síntomas conductuales, los más comunes fueron afectación de la situación laboral y escolar. Como resultados de este estudio se encontró que el 97 % de las mujeres fueron diagnosticadas con SPM (leve, moderado y severo), y solo el 1 % consultó al servicio de medicina general y el 55 % se automedicó para tratar los síntomas
Un estudio descriptivo transversal realizado en la ciudad de Barranquilla (Colombia) entre estudiantes universitarias 19 analizó la información de 260 mujeres aplicando los criterios diagnósticos de la ACOG y el DSM IV; se encontró una prevalencia de SPM del 24,6 % y un 29,2 % para el TDPM.
Previo a este estudio se encontró la prevalencia del TDPM en estudiantes de medicina de la ciudad de Cartagena (Colombia) 20; este estudio descriptivo no se centró en el SPM y los hallazgos fueron exclusivos del área de psiquiatría, y se encontró una prevalencia del TDP M de 32 % en una muestra de 158 estudiantes. Además de los estudios mencionados no se encontraron ensayos clínicos, estudios cuasiexperimentales ni descriptivos con poblaciones diferentes. Se encontró algunos estudios de enfoque cualitativo sin datos epidemiológicos concretos.
METODOLOGÍA
Se realizó una búsqueda de artículos en las bases de datos Medline, Scielo, Dialnet Y Redalyc utilizando las palabras clave "síndrome premenstrual", "ejercicio" y "actividad física", en español e inglés. La búsqueda de artículos se limitó al periodo 2017-2022.
Se realizó el filtro de artículos usando la metodología PRISMA (figura 1); se incluyó en la revisión 8 ensayos clínicos aleatorizados 21-28 y 4 estudios cuasiexperimentales 29-32, para un total de 12 artículos analizados. Entre los artículos analizados no se encontró ninguno realizado en Colombia o Suramérica; los estudios fueron realizados principalmente en Asia.
RESULTADOS
Se excluyeron artículos que no relacionaban el síndrome premenstrual con el ejercicio físico y estudios enfocados en efectos de fármacos en el síndrome premenstrual.
Los artículos encontrados fueron analizados en términos de tipo de intervención realizada, población intervenida, escalas usadas para la evaluación de los síntomas y los resultados encontrados (tabla 1).
Población intervenida
La población intervenida corresponde principalmente a mujeres universitarias, a excepción de los ensayos clínicos llevados a cabo por Vaghela et al. 21 y Maged et al. 23, en los que las participantes fueron elegidas de centros juveniles y de un centro de fisioterapia, respectivamente. En todos los estudios realizados solo ElDeeb et al., Kamalifard et al. y Ghaffarilaleh et al. 24,26,27 incluyeron mujeres con diagnóstico clínico de SPM, remitidas por servicios de ginecología y ginecobstetricia. Esto llama la atención, ya que en la mayoría de los estudios las participantes no contaban con diagnóstico de SPM hasta su participación en los estudios, lo que apoya la afirmación de Kraemer y Kraemer 33, quienes en su estudio realizado en mujeres de Nueva York encontraron que muchas de ellas experimentaron síntomas por más de 5 años antes de obtener un diagnóstico, lo que impide recibir un tratamiento médico apropiado para este síndrome.
Tipo de intervención
La evidencia en los artículos consultados sugiere que hay diversas modalidades de actividad física susceptibles de ser usadas para favorecer el manejo del síndrome premenstrual. Una de las opciones más usada son los ejercicios aeróbicos 21,22,25,30,31. El ejercicio aeróbico es caracterizado por tener una duración prolongada, intensidad media y abarcar grandes grupos musculares, por lo que diversas actividades, técnicas y deportes pueden considerarse de tipo aeróbico. Los autores de estos estudios proponen sesiones con una fase de calentamiento inicial, seguido de una fase central con actividades como caminata, bicicleta estática y danza, entre otras. Otros autores proponen actividades más específicas, como la natación 23, ejercicios de tipo anaeróbico, enfocados en uso y el aumento de la fuerza muscular, como el pilates o ejercicios resistidos 24,29, y práctica de técnicas como el yoga 21,26-28.
Vaghela et al. 21 compararon los efectos de dos tipos de actividad física: ejercicios aeróbicos y yoga. En los resultados ambos grupos mostraron una disminución en la intensidad del dolor y los síntomas premenstruales, sin diferencias significativas entre los dos grupos, lo cual sugiere que el tipo de técnica o disciplina no es relevante para obtener los resultados esperados. Otros autores comparan el ejercicio físico con otras opciones de tratamiento no farmacológico; por ejemplo, el uso de plataformas vibratorias 24, modificación de la dieta 25, acupresión 28 y suplementación alimenticia 30. En estos estudios no se encuentran diferencias significativas entre los efectos del ejercicio y otras estrategias terapéuticas, pero las cifras de los instrumentos insinúan que los efectos del ejercicio físico son más evidentes, y el uso de dos técnicas (suplementación y ejercicio) muestra mayor beneficio que el ejercicio por sí solo.
Respecto a la duración de la intervención realizada en las mujeres participantes, la mayoría de los estudios revisados proponen un tiempo de intervención de 12 semanas, en las que las mujeres participantes realizan ejercicio físico con una frecuencia de 3 veces por semana. Algunos autores realizan intervenciones de 4 semanas 21,30, mientras otros realizan intervenciones de 8 semanas 22,28 o 10 27. El tiempo de intervención parece no afectar los resultados de estos estudios, así como el tipo de intervención, ya que en todos los estudios se observa una mejoría en la intensidad y/o duración de los síntomas con la práctica de la actividad física.
Tipos de escalas usadas
En los estudios revisados, la mayoría de las participantes no contaban con un diagnóstico formal de SPM, por lo que se usaron escalas con fines diagnósticos y de severidad de síntomas previo a la intervención realizada, y como medio de evaluación de la eficacia de esta al final. La ACOG 34 plantea como medio diagnóstico la presencia de por lo menos un síntoma por dos ciclos menstruales consecutivos; los síntomas se agrupan en afectivos (depresión, irritabilidad, ansiedad, confusión y deterioro social) y somáticos (sensibilidad mamaria, distensión abdominal, cefalea y edema en miembros inferiores). La Asociación de Psiquiatría Americana (APA) en el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM IV) 35 propone 11 elementos diagnósticos para el TDPM relacionados con síntomas afectivos, con 5 condiciones posterior a la evaluación de estos: al menos uno de los 4 primeros síntomas debe estar presente; deben interferir con trabajo, estudio o vida social, deben presentarse al final de la fase lútea; no deben ser exacerbación de otros desórdenes psicológicos, y deben confirmarse por dos ciclos consecutivos 39. Algunos autores han diseñado escalas propias con base en los síntomas mencionados por la ACOG y el DSM IV para realizar el registro diario de síntomas 21,23.
Una escala usada para determinar la severidad de los síntomas es la escala Premenstrual Symptoms Screening Tool (PSST), desarrollada por Steiner et al. 11 en Canadá. Esta escala consta de 14 ítems, principalmente de síntomas afectivos o psicológicos, excepto el último, en el que se pregunta por síntomas físicos (sensibilidad mamaria, dolor de cabeza, dolor articular, dolor muscular, inflamación, ganancia de peso). Estos ítems se califican como: en absoluto, leve, moderado y severo. Luego de calificar los síntomas se realiza la evaluación de áreas donde estos síntomas ocasionan interferencia: productividad o eficiencia, trabajo, familia, vida social y responsabilidades del hogar. Para un diagnóstico de SPM se debe tener uno de los primeros 4 ítems como moderado a severo, 4 ítems cualquiera como moderado y severo, y una o más áreas de interferencia. Esta escala ha sido validada y utilizada en Irán 26,27,30 y aplicada en estudios descriptivos en Brasil 36,37.
La escala Shortened Premenstrual Assesment Form (SPAF) fue usada por Nam y Cha 32, así como en otro tipo de estudios relacionados con el SPM 37,40,41. Esta escala cuenta con 10 ítems relacionados con las categorías afecto, retención de agua y dolor. Los 10 ítems cuentan con una calificación mínima de 1 y máxima de 6: 1 es sin cambios y 6 es un cambio extremo. Si la suma de la escala es mayor a 27, se confirma un diagnóstico de SPM. Esta encuesta está basada en la Premenstrual Assesment Form (PAF), elaborada por Halbreich et al. en 1982 en Estados Unidos 42; en la versión original de la escala se incluyeron 95 ítems.
Los estudios realizados en Turquía 25,29 utilizaron la escala Premenstrual Syndrome Scale (PMSS), escala desarrollada y validada en 2006 en Turquía por Gençdogan 43. Esta escala contiene 44 ítems, con una puntuación de 1 a 5 tipo Likert ("nunca", "rara vez", "algunas veces", "usualmente", "siempre"), con un posible rango entre 44 y 220 puntos. Se considera que una puntuación mayor a 88 es apropiada para diagnosticar SPM. En los artículos consultados no se especifican las preguntas realizadas, se desconoce si están agrupadas por categorías, y el artículo original de Gençdogan no se encuentra disponible online.
Abebe et al. 31 usaron una escala para evaluar los síntomas menstruales con el Menstrual Distress Questionnarie, desarrollado por Moos en 1968 44, el cual incluye 47 ítems, agrupados en 8 subcategorías (dolor, concentración, cambios en comportamiento, reacciones autonómicas, retención de agua, afecto negativo, excitación y control). Se sugiere que este cuestionario sea aplicado en 3 momentos (menstrual, premenstrual e intermenstrual), por dos ciclos consecutivos, para determinar los síntomas más predominantes en cada fase del ciclo menstrual. Otro instrumento es el Menstrual Symptom Questionnaire (MSQ), desarrollado por Chesney et al. en 1964 45. En este cuestionario se plantean 25 ítems, relacionados con dos tipos de dismenorrea: congestiva y espasmódica. Incluye 12 preguntas relacionadas con cada uno de los tipos de dismenorrea, y el último ítem consiste en una descripción de los dos tipos de dismenorrea, en la que la participante debe elegir cuál de los dos se asemeja más a su sintomatología. A pesar de que el instrumento se centra aparentemente en los síntomas menstruales, algunos ítems mencionan síntomas antes de la menstruación, por lo que fue usado para determinar la presencia de síntomas premenstruales por Abebe et al. 31.
ElDeeb et al. 24 usaron para su estudio la escala Premenstrual Syndrome Questionnaire (PMSQ). Esta escala tiene 5 subescalas: ansiedad, depresión, antojos, hiperhidratación y otros síntomas, además de dos síntomas que deben ser evaluados en los primeros días de la menstruación (calambres o cólicos y dolor de espalda). Se deben experimentar más del 50% del puntaje máximo en una o más de las subescalas durante dos ciclos consecutivos para confirmar el diagnóstico de SPM. Los autores no mencionan el origen o la validez de la escala.
Otros instrumentos de evaluación no directamente relacionados con el SPM son usados en los estudios, la Escala Visual Análoga (EVA) para evaluar el dolor es usada por Vaghela et al. 21 y Ebrahimi et al. 30. Ghaffarilaleh et al. 27) usaron la escala Pittsburgh Sleep Quality Index (PSQI) para evaluar la calidad de sueño en las mujeres con SPM. Mohebbi et al. 22) utiliza el cuestionario de depresión de Beck, para excluir a las participantes con diagnóstico de depresión en el estudio.
DISCUSIÓN
Los beneficios de la actividad física son ampliamente conocidos para el manejo de diversas situaciones clínicas, por la activación y adaptación de los sistemas cardiovascular, respiratorio, nervioso e inmune, entre otros. En la mayoría de los ensayos clínicos analizados se muestra la efectividad de la actividad física en el tratamiento de los síntomas propios del SPM, tanto afectivos como físicos 14-17,21-22, incluyendo aspectos como calidad de sueño y calidad de vida. Es importante resaltar que a pesar de la diversidad de la población participante en los estudios, y las diferentes escalas usadas para evaluar aspectos afectados en el SPM, los efectos son en general positivos para la gran variedad de síntomas. Estos autores no proponen un tipo de actividad física específica en sus intervenciones, por lo que se puede afirmar que cualquier actividad física o práctica deportiva es válida para el manejo de los síntomas del SPM.
Otros autores comparan los efectos del ejercicio físico con otras estrategias, como Yilmaz y Ardin 25, quienes comparan una intervención basada en ejercicio físico con una intervención basada en cambio de dieta; las dos intervenciones muestran resultados efectivos, sin diferencias significativas entre ellas. Simsek et al. 28 comparan los efectos del yoga y la acupresión, mostrando la efectividad de las dos técnicas, encontrando que el yoga muestra beneficios en todas las áreas de la calidad de vida, contrario a la acupresión, que parece mejorar sólo el nivel físico. Este estudio pone en evidencia que el ejercicio físico afecta de manera positiva la salud mental y emocional, además de los efectos a nivel sistémico ampliamente documentados. Ebrahimi et al. 30 comparan en tres grupos la efectividad del ejercicio, suplemento nutricional y la combinación de los dos, y encontraron mayor efectividad en la combinación del ejercicio con suplementación. Kamalifard et al. 26 apoyan la efectividad de la actividad física para el tratamiento de los síntomas, pero sugieren que en casos severos es necesario complementar el tratamiento con otro tipo de intervenciones.
Existen numerosos estudios clínicos que evalúan la efectividad de intervenciones con suplementación nutricional 46-48 y con fármacos anticonceptivos y/o antidepresivos 49-51. Los estudios analizados en esta revisión presentan resultados positivos sin los efectos secundarios de la suplementación nutricional o los fármacos usados en el SPM, teniendo además el ejercicio beneficios sistémicos a nivel del sistema cardiovascular y osteomuscular entre otros. Sin embargo, se recomienda la intervención médica para determinar la necesidad del uso de fármacos o suplementos nutricionales en tipos más severos del síndrome.
CONCLUSIONES
El SPM es un síndrome muy frecuente, pero actualmente no existen cifras de prevalencia en el mundo ni en nuestro país. Esto es preocupante, ya que muchas mujeres no cuentan con un diagnóstico y, por ende, un tratamiento apropiado para los síntomas de este cuadro clínico.
Se ha demostrado que la actividad física es una herramienta apropiada para prevenir y tratar los síntomas del SPM, tanto físicos como afectivos. Las modalidades de actividad física utilizadas son variadas, y todas han mostrado efectividad, lo que representa una ventaja al momento de usar esta herramienta como abordaje del SPM. Se recomienda practicar la actividad física 3 veces por semana para obtener resultados favorables en el manejo de la sintomatología.
También es recomendable combinar la intervención basada en actividad física con otras estrategias terapéuticas (dieta balanceada, terapias alternativas) para lograr un abordaje integral del SPM. Por lo anterior, sumado a la existencia de un componente psicológico en este síndrome, se infiere que es necesario un manejo interdisciplinario del mismo, con profesionales en las áreas de entrenamiento físico, nutrición y psicología.