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El Ágora U.S.B.

Print version ISSN 1657-8031

Ágora U.S.B. vol.21 no.2 Medellin July/Dec. 2021  Epub June 10, 2021

https://doi.org/10.21500/16578031.4907 

Artículos derivados de investigación

Reconciliación y salud mental colectiva. La reincorporación de los excombatientes de las FARC-EP en Colombia, 2020

Reconciliation and Collective Mental Health. The Reincorporation of FARC-EP Ex-combatants in Colombia, 2020

Beatriz Elena Arias López1 

Jessica Valencia Pérez2 

1. PhD Salud Mental Comunitaria; Docente titular Universidad de Antioquia, Medellín (Colombia); Orcid: https://orcid.org/0000-0002-3326-0402 Scholar: https://scholar. google.es/citations?hl=es&user=Z6LQVPEAAAAJ Contacto: beatriz.arias@udea.edu.co

2. Psicóloga; estudiante Magister en Intervención Social Universidad de Antioquia; Medellín, Colombia; Orcid: https://orcid.org/0000-0001-8635-4317 Contacto: jessica.valencia@udea.edu.co


Resumen

Un desafío en Colombia, a partir de la firma del Acuerdo de Paz con las FARC-EP, es retejer los vínculos rotos entre excombatientes y sociedad, aspiración presente en propuestas de desarme, desmovilización y reincorporación; reconciliación y salud mental. Desde una investigación cualitativa con excombatientes, familiares y vecinos, se presentan aspectos relacionados con el ingreso, permanencia y reincorporación y las contradicciones del retorno a la vida civil. Incumplimientos, incertidumbre, ausencia de un relato de corresponsabilidad, estigma y reaprendizaje de los códigos de la vida social, entre otros, son examinados desde los encuentros cotidianos con comunidades receptoras en contextos rurales.

Palabras claves: Salud Mental; Solución de Conflictos; Paz; estigma social.

Abstract

A challenge in Colombia, since the signing of the Peace Agreement with the FARCEP, is to reweave the broken links between ex-combatants and society, an aspiration present in proposals for disarmament, demobilization, and reincorporation; reconciliation and mental health. From qualitative research with ex-combatants, family members, and neighbors, aspects related to the entry, permanence, and reincorporation, and the contradictions of the return to civilian life are presented. Non-compliance, uncertainty, absence of a narrative of co-responsibility, stigma, and re-learning of the codes of social life, among others, are examined from daily encounters with receiving communities in rural contexts.

Keyword: Mental Health; Conflict Resolution; Peace; and Social Stigma.

Introducción

Los estudios sobre violencia y salud mental no son nuevos en el mundo, ni en Colombia. Décadas de conflicto armado, han mantenido indagaciones sobre formas de sociabilidad, convivencia y respuestas sociales e institucionales que devienen con la guerra y su devastación. En forma esquemática podríamos afirmar, que las explicaciones e intervenciones en salud mental fluctúan entre versiones individualizadas y medicalizadas, con acento en etiquetas diagnósticas tomadas del corpus psi; hasta versiones críticas desde una perspectiva psicosocial y de derechos, donde estructuras sociales e históricas, permiten entender cómo se producen las subjetividades y los vínculos, desde la experiencia y el agenciamiento (Arias-Lopez, 2013) (Arias-Lopez, 2014) (Arias-Lopez, 2015) (Arias-López, 2018). El artículo se ubica en esta última mirada, ya que consideramos que la violencia política y el conflicto armado, fenómenos de la historia reciente de Colombia, están presentes en la geografía y la vida social, en sus ámbitos público y privado, constituyendo una centralidad para la salud mental colectiva y manteniendo vigentes las preguntas por las subjetividades y sus contextos de producción.

En diciembre de 2016 se firmó el Acuerdo de Paz entre el gobierno nacional y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC-EP, la guerrilla más antigua de América Latina, después de 60 años de confrontación. Cuatro años de negociaciones, generaron un pacto que plantea una reforma rural integral; participación política de excombatientes; entrega de armas; sustitución de cultivos ilícitos; garantías de verdad, justicia, reparación y no repetición para las víctimas y medidas de implementación, verificación y refrendación (Melo, 2016) (Ríos, 2017) (Fisas, 2017) (Céspedes & Prieto, 2017). Aunque las FARC-EP no eran el único grupo armado ilegal a la fecha de la firma del acuerdo, fue un hecho esperanzador, no solo por el cese de daños directos, sino por la posibilidad de incidir en problemas estructurales asociados al origen del conflicto y la posibilidad de reencuentro con cerca de 13 mil personas que dejaban las armas como forma de resolución del conflicto, para asumir la vida civil. Esta situación posicionó con más fuerza la pregunta por la salud mental en el emergente escenario de paz. (Hernández , 2020) (Gutiérrez, 2017).

Muchas aproximaciones con relación al desarme, desmovilización y reincorporación - DDR, se hacen desde protocolos estandarizados. Para nuestro caso, el retorno a los territorios, el reencuentro con familiares y las relaciones con comunidades receptoras, entre otros, son temas claves que ponen el acento en los sujetos, sus voces y experiencias (Nussio, 2013) (Kaplan & Nussio, 2018), como aporte a la poca atención que se ha brindado a la salud mental de los excombatientes (Mejía , 2014) y lo significativo de la reconciliación en lo cotidiano y lo local (Rettberg, 2014). Así, la triada salud mental colectiva, DDR y reconciliación, consolidan afinidades donde el vínculo, el lazo y la construcción de tejido social son su intersección.

Colombia ha presenciado intentos repetidos de acuerdos de paz con grupos insurgentes desde los años 80 (Fisas, 2010) (Villarraga, 2008) (Villarraga, 2013); particularmente el del 2016 cobijó colectivamente a las FARC-EP, grupo con trayectoria y posicionamiento territorial, fijando su reincorporación en áreas rurales de influencia, donde tenían nexos de cercanía y parentesco, asociados a su origen campesino (Palacios, 2008) (Robert , 2018). Durante el proceso se hizo un plebiscito, preguntando a los colombianos su disposición para apoyar el acuerdo; sorpresivamente 50,2% votó No, mientras 49,7% votó Sí, influenciados por los medios corporativos y de comunicación masiva. Las zonas periféricas y marginales del país, donde la guerra se ha vivido de cerca, dieron su apoyo; mientras las ciudades y regiones donde se concentran los poderes financieros y de gobierno, votaron en desacuerdo (González , 2017) (Basset , 2018). Esto marcó el posicionamiento del proceso de paz; reveló la polarización provocada por el conflicto armado y la débil construcción de un consenso en torno al bien común; y la fragmentación social que mantiene vivo el enemigo, encarnado en el guerrillero, anulando la posibilidad de participar de una historia común y entrecruzada.

A tres años de pos-acuerdo, lo pactado ha estado lejos de cumplirse, constituyendo un desperdicio histórico (De Sousa, 2020). Los cambios en la dirigencia nacional han sido decisivos, y si bien las cifras de homicidio disminuyeron en el primer año (Correa, 2019), los ajustes políticos, económicos, sociales y los avances en la reconciliación nacional son insatisfactorios. A la fecha (julio de 2020), 217 excombatientes han sido asesinados, sin contar cientos de líderes sociales, en tanto se intensifica el control paramilitar en zonas antes ocupadas por las FARC-EP, donde el Estado no ha logrado presencia, con repuntes en cifras de desplazamiento en el 2019 (Valencia , Valencia , & Banguero, 2019).

Bajo este panorama se planteó la investigación de la que se deriva este artículo, titulada (Des) tejiendo miradas sobre los sujetos en procesos de reconciliación en Colombia, en la que quisimos explorar, desde una perspectiva cualitativa, con foco narrativo, las subjetividades que han construido las personas en procesos de DDR, identificando narrativas dominantes y alternas, desde la voz de excombatientes, familiares y vecinos, para comprender cómo dichas narrativas afectan los vínculos y relaciones. Entender las subjetividades que se producen en las trayectorias y los intercambios, y su expresión en relatos, nos permitió explorar cómo son significados distintos eventos y de qué manera esto se traduce en un compromiso práctico con el mundo y con los otros, bajo el supuesto de que la manera cómo pensamos y comprendemos la realidad, cómo la valoramos y nos situamos en ella, cómo la interpretamos, hace parte de un sistema compartido de producción de sentidos, significación y valoración (Galende, 2006), que, si bien no presupone armonía y homogeneidad, si proporciona marcos de inteligibilidad, con sustento en la vida social.

En este caso, problematizar la idea del enemigo o el extraño, develando la pluralidad que caracteriza la producción de subjetividades, con sus contradicciones, puede tornarse en alternativa para comprender colaborativamente lo sucedido y construir caminos para la reconciliación y la convivencia. En este artículo en particular se presentará un metarelato que recoge elementos significativos y resonantes, producto del dialogo entre los excombatientes y las comunidades locales. Entendemos los relatos como expresiones de sentido que permiten ubicar puntos álgidos en relación con la salud mental y la reconciliación. Estos puntos hacen referencia a la imposibilidad de un relato único, las limitaciones de la estigmatización y construcción del enemigo, y la importancia de la reconciliación en perspectiva territorial, para contribuir a la salud mental colectiva.

Metodología

Este estudio combinó elementos de la etnografía, la investigación narrativa y la investigación basada en las artes. Se incluyeron prácticas narrativas (White & Epston, 1990) (White, 2007) y narrativa textil como mediadores estratégicos, con efectos metodológicos y éticos (Arias López et al , 2020) (Arias-Lopez et al, 2021), documentados en procesos de paz en distintos lugares del mundo (Andrä, 2020).

Nos acercamos a dos localidades rurales en el departamento de Antioquia, Colombia, dispuestas para el proceso de reincorporación o que han surgido posteriormente en el desarrollo de proyectos colectivos de los excombatientes, territorios emblemáticos por la vivencia de ciclos de violencias prolongada (Zuluaga & Insuasty , 2018). Visitamos ambos lugares mensualmente entre marzo de 2019 y febrero de 2020, con estancia promedio de 7 días; trabajamos a partir de la construcción de historias preferidas relacionadas con el acuerdo de paz y la vida armada, es decir, aquellas que los participantes privilegiaron para nombrar, nombrarse y ser nombrados frente a otros y por otros, que dieron lugar a prácticas narrativas colectivas con 126 personas y producción de 120 piezas textiles individuales y/o colaborativas, como puede verse en la Tabla 1:

Tabla 1 Contextos y participantes en talleres de practica narrativa y creación de narrativas textiles. Fuente: Memoria metodológica Proyecto (Des)tejiendo miradas. 2018-2020 

Lugar Número de participantes Numero de talleres Características de las personas participantes Periodo de desarrollo de actividades
Zona rural 1 25 12 Excombatientes, hombres y mujeres. Familiares de excombatientes Marzo 2019 febrero 2020
Zona rural 1 26 3 Vecinos de la localidad receptora AbrilNov. 2019
Zona rural 2 25 1 Excombatientes, hombres y mujeres. JunioNov. 2019
Zona rural 2 15 6 Vecinos de la localidad receptora AbrilNov. 2019
Zona rural 2 35 3 Niños y niñas de institución educativa local (familiares de excombatientes y de residentes en la localidad receptora) Abril a noviembre 2019
TOTAL 126 25

Realizamos 28 entrevistas abiertas a excombatientes, familiares, habitantes de las comunidades receptoras, algunos funcionarios y líderes locales, desencadenadas por las piezas textiles y/o por ejercicios de rememoración sobre las trayectorias biográficas propias o de familiares y vecinos, relacionadas con la vida armada, el desarme y la reincorporación. Se privilegiaron personas de la base jerárquica, sin puestos de mando previos en las FARC-EP, con muy pocas excepciones. La tabla 2 ilustra el perfil de estos participantes:

Tabla 2 Sexo y rol de entrevistados. Fuente: Memoria metodológica Proyecto (Des)tejiendo miradas. 2018-2020 

n 9 % 32 n 19 % 68
Rol Excombatiente Excombatiente Familiar Vecino de comunidad receptora Vecino de comunidad receptora Lider/ Funcionario local Lider/ Funcionario local
N 14 % 50 n 6 % 21 n 4 % 14 n 4 % 14

El corpus de datos textuales y textiles, se analizó con el software NVivo 12. El proceso investigativo conservó los resguardos éticos, incluido el diligenciamiento de consentimiento informado y contó con el aval del Comité de Ética de Investigación de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Antioquia Acta 2017-53. Para resguardar la confidencialidad se utilizarán en el texto códigos alfabéticos y seudónimos para identificar los participantes y las fuentes.

Resultados

El siguiente metarelato recoge elementos de los relatos cruzados y los datos textiles, resaltando momentos claves en las trayectorias vitales, destacando formas preferidas de enunciación de sus memorias. Lejos de una visión romantizada, lo reconocemos como resultado de un momento histórico y de aspiraciones por ingresar a una vida social, que hoy debe ser reaprendida.

Ingresar y hacer parte

Muchos estudios sobre las FARC-EP, aluden al origen marginal y campesino de sus miembros, afín a los relatos de los participantes, que mencionaron territorios rurales apartados, empobrecidos y ausencia institucional reemplazada por actores armados. Estos hacen parte de memorias de infancia y adolescencia, personajes claves y habituales de sus territorios.

Para ellos y ellas, la opción de ingreso a la guerrilla, estuvo asociada con violencias múltiples, en las que confluyen violencia estructural con sus inequidades e injusticias, pasando por violencia sociopolítica e intrafamiliar. El asesinato de familiares por paramilitares, orillaron a tomar esta decisión como alternativa de sobrevivencia y/o unirse con sus familiares desplazados, en un camino que lentamente los fue incorporando como combatientes desde edades muy tempranas. Historias que iniciaron a los 8 años, siguiendo al padre viudo con una decena de hijos e hijas, que fue entregando a familias y vecinos hasta quedar con uno, quien terminó asumiendo al grupo armado como su familia; o las rememoraciones de mujeres adolescentes, víctimas de abuso y maltrato, que buscaron en la guerrilla una opción justiciera o la esperanza de cambiar su sufrimiento. El correlato es semejante desde la voz de campesinos de otra zona de Antioquia (Arias-López, 2014), quienes refieren que aceptar la “invitación” de las guerrillas, se alimentaba de conflictos no resueltos en sus familias, maltrato y abuso, desatención y abandono, entre otros. Pero también de la cercanía y permanencia de la guerrilla en sus territorios, donde generaciones completas crecieron y se socializaron en medio de los grupos armados. Esta situación también aparece en el relato de una excombatiente:

Desde niña empecé a ver guerrilla, me dio por ingresar cuando tenía 16 años, me gustaba la ropa, las armas, el monte […] Nunca me dio miedo, siempre me gustó estar ahí, cuando ingresé pensaban que yo no iba a ser capaz y que me iban a echar pa´ la casa, pero yo hacía todo lo posible y demostraba que era capaz. A mi mamá le mandé una carta, para ella fue muy duro, mis hermanos estaban todos en la casa [doce, de los cuales otros dos también ingresaron a la guerrilla], pero yo me fui de primero, a ella le dio muy duro porque yo era la mayor y le dio pena que tomara ese camino, pero ella tampoco rechazaba eso, respetaba las decisiones de nosotros (EANPR, agosto 2019).

En las historias de los excombatientes aparece una infancia negada, en las que se mezcla de forma paradójica la ingenuidad con la ignorancia y el sufrimiento. Lo emocional toma lugar preferencial como motivación política, expresado en simpatías y el cruce con redes de parentesco y/o afectivas que actuaron como referente, más allá de discursos ideológicos o aspiraciones de cambios sociales macro, que solo aparecen posteriormente, producto de la formación doctrinal de la organización armada. Podría decirse que cada cual buscaba justicia y redención, en medio de contextos de precariedad, donde se tornaban urgentes vínculos de solidaridad, producidos por el sufrimiento.

En otros estudios, como el de Mejía Gómez (2014), si bien refiere esta imagen positiva de la organización armada por parte de reincorporados, paralelamente alude a obligación e intimidación. Sus participantes, excombatientes de guerrillas y grupos paramilitares, venían de un proceso de DDR, derivado de un mecanismo legal para conceder indulto a desertores individuales, con particularidades en el proceso político, en los niveles de acción colectiva y de incidencia social (Villarraga, 2013), que lo diferencia del caso que nos ocupa. Complementariamente otro estudio realizado en Antioquia con campesinos no excombatientes, muestra cómo la estrategia de reclutamiento de los grupos armados tuvo variaciones en función de las disputas y controles territoriales, de tal forma que la persuasión de un momento, podía tornarse en obligación, según las condiciones (Arias-López, 2014). Aunque otras investigaciones hacen referencia al reclutamiento forzado (Fajardo, 2014), los participantes de nuestro estudio lo desestimaron, quizás por mantener una narrativa políticamente correcta, pero también porque tuvieron promedios extensos de permanencia en las FARC-EP, con procesos fuertes de identidad y pertenencia. El ingreso a la guerrilla no fue un hecho fortuito, aislado o extraño, sino una de las opciones viables en sus contextos, que pone en tensión la afirmación esencialista de la libertad de opción, además de ciertas particularidades temporales y espaciales, que matizan las estrategias implementadas para el ingreso a la organización armada.

Permanecer

Ingresar y permanecer en las FARC-EP significó pertenecer a un grupo con identidad cultural, social y territorial; formas de vivir, antecedentes familiares y referentes territoriales comunes, producto de lugares de procedencia y accionar rural de esta guerrilla.

Las FARC-EP ocupan un referente afectivo significativo, asociado a memorias de camaradería y apoyo durante la lucha armada. Para muchos, la permanencia en la organización ocupó más de la mitad de su vida; lo cotidiano se construyó bajo sus lógicas, entremezclando memorias de combates, bombardeos y muertes, junto a fiestas, celebraciones y disfrute del monte; las FARC-EP significan su gran familia. De allí la importancia de construir nuevos territorios con antiguos compañeros y/o milicianos procedentes de redes de apoyo campesinas, con vínculos fraternos previos, pues sus familias de origen ya no existen o se niegan a recibirlos por temor al señalamiento. Uno de ellos nos cuenta: “Los campesinos éramos como los hijos de la guerrilla y ellos nos cuidaban, nos metíamos en medio de las fllas guerrilleras para protegernos del ejército o de los paramilitares” (ECNPR, Julio 2019), mientras otros afirman “La guerrilla no hizo daño a los campesinos como lo hizo el ejército y los paramilitares y si algo malo sucedió fue por accidente o por error humano, pero sin intención de daño” (ETNPR, abril 2019).

No se relatan presiones ni para ingresar, ni para permanecer en el grupo; las historias preferidas resaltan lo afectivo fraterno, sinónimo de protección y resguardo, desde su entrada hasta hoy. Si bien en el pos-acuerdo han ido construyendo sus propias familias, el sentido de familia extensa asignado a las FARC-EP permanece y se mantiene vivo, conectado con la añoranza de sus familias de origen. En la Figura 1 la pieza textil hace esta remembranza:

Mi mamá tenía una foto de mi papá colgada en la pared… A él lo desparecieron en el monte. Lo buscamos, pero no supimos más de él. En el pueblo escuchamos muchos rumores… Nosotros éramos 8 hermanos” (ERNPR, noviembre 2019).

Fuente: archivo textil Proyecto (Des)tejiendo miradas. 2018-2020

Figura 1 La Familia de Origen, Rosa, 2019. 

Desarmarse

El proceso de desarme y desmovilización se relata como una orden jerárquica, a la que se adhirieron basados en el cumplimiento de órdenes, confianza y/o agotamiento emocional y físico. No hay arrepentimiento de su vida como combatientes armados, siendo frecuentes las remembranzas y nostalgias de la vida en el monte, que combinan frio, miedo, cansancio, con triunfos y satisfacciones. En algunos casos, estas anécdotas se acompañaron de relatos heroicos, afirmando que, sin el Acuerdo de Paz del 2016, hubiese sucedido un triunfo épico de la insurgencia a lo largo del país, en contraste con análisis que señalan el agotamiento de la lucha armada como forma de resolución y el desgaste del conflicto armado colombiano (Zambrano Quintero , 2019).

Un excombatiente mayor, quien ingresó a las FARC-EP cinco años después de su fundación, retirado del accionar armado desde hace varios años, afirma “dejar las armas era algo necesario como muestra de compromiso político” (ETNPR, junio 2019). Sin embargo, a medida que se hacen más evidentes los incumplimientos y el incremento en el número de excombatientes asesinados, emergen preguntas por la entrega masiva y prematura de sus fúsiles, con calificativos de un “error en la negociación” o una “decisión apresurada”, aunque este fuese el condicionante para avanzar en su conversión a partido político (Zambrano Quintero , 2019).

El fusil, y en general las armas, son un elemento central en la trayectoria de los excombatientes, asignándoles un sentido de portavoz, protección y defensa. En una mirada ingenua, algunos pensaron que sus armas iban a consolidar “un ejército campesino legal del que harían parte” (DC, julio 2019), desconociendo el monopolio regulado de las mismas. El fusil como mediador de las relaciones, se pone hoy en tensión con el aprendizaje de las regulaciones sociales, expresado en sentimientos de desamparo y vacío. Muchos excombatientes compensan esta carencia a través del entrenamiento por parte de la Unidad Nacional de Protección UNP, entidad adscrita al Ministerio del Interior de Colombia, como parte de los protocolos de seguridad de sus líderes y compañeros, definidos en la implementación.

En la pieza textil Figura 2, el fúsil parece tener autonomía y vida propia:

“Cuando empecé a estar armada, yo sabía que esa era mi defensa, que si alguien me atacaba tenía que defenderme con esa arma, era mi compañera flel, la que no me fallaba. Cuando uno está en la guerra, ella es la única que no lo traiciona…aunque si uno se descuida, lo mata a uno mismo. Si uno la sabe manejar, ella no lo traiciona nunca. Para mí fue muy duro entregarla, yo lloré mucho, me dio muy duro, es un vacío” (EANPR, octubre 2019).

Fuente: archivo textil Proyecto (Des)tejiendo miradas. 2018-2020

Figura 2 Fúsil, Adriana, 2019. 

Reincorporarse

Un punto diferencial de este acuerdo de paz, es el mecanismo colectivo que busca mantener lazos previos y proyectos a futuro entre excombatientes y territorios de influencia precedentes, recogiendo la propuesta de los negociadores de la guerrilla, quienes proyectaban formar Ciudadelas de Paz, que congregarían a excombatientes, sus familias y comunidades campesinas y étnicas , bajo proyectos productivos colaborativos (Valencia , Valencia , & Banguero, 2019). Este modelo busca mantener la cohesión y sostener la familia fariana en la legalidad, aprovechando antecedentes de solidaridad y fraternidad que los consolidó como organización armada (Zambrano Quintero, 2019). A tres años, una de las limitaciones, ha sido la falta de titularidad sobre los espacios territoriales, los cuales permanecen bajo la figura de alquiler, limitando la sostenibilidad a largo plazo. En el estudio tuvimos la posibilidad de acompañar las dinámicas de un territorio en estas condiciones, pero también otro autogestionado por un grupo de excombatientes, quienes compraron tierras y construyeron un caserío, donde en el momento del trabajo de campo vivían aproximadamente 150 personas (Arias-Lopez et al, 2022). Ambas situaciones tienen efectos diferenciales sobre la forma como se experimenta y relata el proceso de reincorporación.

Con la reincorporación aparecen casa, pareja, familia, niños y niñas; además decisiones cotidianas sobre subsistencia, manejo de recursos, procedimientos y rutas para acceder a servicios, es decir, la reincorporación implica hacerse ciudadano e ingresar en la formalización que supone nombre, número de identidad e incluso bancarización. Tramitar el documento de identidad, para excombatientes que superan la tercera o cuarta década puede significar una experiencia nueva, al igual que aprender a responder estratégicamente a sus dos nombres, “el de cédula y el de guerra”, según el momento y el lugar. Estos procesos naturalizados en la socialización de cualquier ciudadano, implican para los excombatientes aprendizajes y desaprendizajes que deben comprender y adoptar de forma acelerada, si se tiene en cuenta que en tres años se les exige modificar lógicas de funcionamiento social de toda una vida.

Conocer las normas y asumirlas son un punto nodal en la reincorporación, al igual que enfrentar el señalamiento y el rechazo: “para los demás somos peligrosos” (DC, abril de 2019), al punto que prefieren ocultar que son excombatientes, no por arrepentimiento de su trayectoria insurgente, sino porque decirlo puede suponer riesgos en ciertos espacios y situaciones. En la Figura 3, con la imagen anatómica de un corazón, un joven excombatiente insiste en que los reconozcamos bajo el estatus de semejantes: “Siempre escucho que los guerrilleros no somos seres humanos, que somos demonios, nos pintan como monstruos. Yo escogí el corazón porque es un sinónimo de vida, es el órgano más importante” (EEETCR, septiembre 2019).

Fuente: archivo textil Proyecto (Des)tejiendo miradas. 2018-2020

Figura 3 Un corazón como todos, Edwin, 2019. 

Una historia preferida

Ingresar y permanecer en la guerrilla, presuponía una renuncia a la maternidad y la paternidad. Los reglamentos internos ordenaban control sobre la reproducción, a través de un seguimiento estricto del uso de métodos de planificación familiar, especialmente para las mujeres, quienes recibían anticonceptivos inyectables como parte de la dotación periódica que garantizaba la organización. Las mujeres cuentan: “era muy difícil tener un bebé, con las largas caminatas, muchas veces en la noche, ni pensarlo, en medio de combates y bombardeos, no era un lugar para niños” (DC, abril de 2019).

Aunque no fueron explícitos en los “permisos” o excepciones, se cuenta que, al incumplirse la restricción, se indicaba la interrupción del embarazo, situación frecuente en la trayectoria de muchas excombatientes. Sin embargo, algunas ocultaban su gestación y al margen de las sanciones, lograban llevar su embarazo a término; en estos casos, eran separadas temporalmente del grupo y llevadas a una familia, quien cuidaba el parto y el posparto. A los tres o cuatro meses los bebés eran entregados a algún familiar o conocido para su cuidado, recibiendo periódicamente recursos de la organización armada, mientras la madre se reincorporaba a esta. Posteriormente y según las condiciones, la madre podría visitar o pedir información, para algunas esto significó verlos cada 3 o 4 años o incluso dejar de tener información, perdiendo su contacto, cuando la familia responsable del cuidado era desplazada. En la mayoría de los casos, los relatos de paternidad aparecen a través de la voz de las mujeres. Excepcionalmente un hombre relató la solicitud formal que hizo ante la dirigencia para permitirle ser padre, aun en contra del reglamento. Esta historia la oímos repetidas veces, con matices, que incluían apropiación de los bebés por parte del ejército o incluso asesinato, en general se rememoraba la imposibilidad impuesta por la vida guerrillera para la crianza directa de sus hijos, aceptada como mecanismo de protección para estos.

El regreso a la vida civil resalta como historia preferida el privilegio de la maternidad y la paternidad. Durante el trabajo de campo vimos nacer y crecer una decena de bebés, recibidos con júbilo, no solo por familiares, sino por la comunidad en pleno. Tener hijos y construir una familia es una práctica valorada culturalmente y hoy se constituye en garantía de no retorno a la vida armada. Los nuevos hijos recogen, no solo sueños presentes, sino nostalgias por aquellos que no lograron cuidar:

“en una habitación de madera sin grandes lujos, sobresalen una serie de fotografías de su último embarazo, ya en la vida civil. Son tres reproducciones donde ella y su pareja exhiben el embarazo con orgullo ante el lente del fotógrafo” (DC, junio de 2019).

Este misma imagen y sentimiento, se reproduce en la Figura 4:

Fuente: archivo textil Proyecto (Des)tejiendo miradas. 2018-2020

Figura 4 Nuestros hijos, nuestros grandes amores, Tania, 2019. 

Algunas contradicciones

Hacer parte de la vida civil, construir lugar e incursionar en rutas normalizadas, implica develar contradicciones antiguas, emergentes y/o amplificadas. Mencionaremos las más significativas desde nuestro acercamiento al campo, desafíos claves para retejer los vínculos:

1. Corresponsabilidad: Como parte del acuerdo, se implementó un mecanismo de justicia transicional denominado Justicia Especial para la Paz JEP, ejemplo para juristas en el mundo y motivo de críticas al interior del país (Gómez Pavajeau , 2016) (Matías Camargo, 2019). Su implementación ha tenido tropiezos, generando incertidumbres entre los excombatientes, contribuyendo a mantener lo que hemos denominado “ausencia de un relato de corresponsabilidad”. Aunque los relatos fueron mutando a lo largo del tiempo, escuchamos un discurso heroico, de lucha por el más débil, justificando cualquier daño ocasionado, como efecto colateral imprevisible o error humano. La problematización a esta retórica solo la encontramos en la voz de algunas excombatientes, que también insinúa un paralelo con otros correlatos de guerra, que desde la voz de las víctimas instalan “relatos femeninos autocríticos y masculinos épicos” (Arias-López, 2014).La búsqueda de la verdad y el reconocimiento de responsabilidad, más allá de actos rituales, es un tema crucial para religar el tejido social roto, que exige compromiso para reconocer y escuchar.

2. Reciclaje de violencias: Los excombatientes están asentados en sitios que eran territorios de influencia de las FARC-EP, hoy copados por estructuras paramilitares. Esta situación, amenazante para su seguridad, es mucho más compleja, pues los antecedentes y dinámicas locales han mostrado el fácil transito de excombatientes insurgentes a paramilitares, favorecido por las brechas sociales, además del incumplimiento de los acuerdos y el entrenamiento militar, que los hace un fortín capacitado para cualquier ejército. No es nuevo que, en un conflicto con múltiples actores armados, se generen migraciones entre grupos, independiente de su filiación ideológica. Este correlato lo encontramos con campesinos no excombatientes (Ariaslópez, 2014) y en trabajos periodísticos, que, en perspectiva histórica, muestran las dinámicas de reciclaje de ciclos de violencia en el país (Ronderos,2014), además de otros estudios que exploran el imaginario de excombatientes, donde los paramilitares son una presencia inminente en los territorios campesinos (Hernández Zapata, Cañaveral Castro, & Morales, 2019).

3. Entre jerarquías y estructuras democráticas: No es fácil romper con formas de ver y actuar, fundamentadas en reglamentos y estructuras piramidales, ni para las bases de la jerarquía, ni para quienes tenían lugares de mando. Para los primeros provoca vacilación en la toma de decisiones cotidianas y para los segundos, perplejidad por su pérdida de rol. Los recursos para la subsistencia, tanto materiales como simbólicos, que garantizaba la organización armada, deben ser autogestionados, provocando inconformidades, señaladas como falta de compromiso y disciplina por los líderes o como autoritarismo por otros: “ya no son comandantes y no pueden dar órdenes como lo hacían antes” (DC, septiembre de 2019). Las formas de relacionamiento que traían de su accionar como frente armado, precisan adecuaciones en el tránsito a la vida civil, con efectos no solo entre ellos, sino también con las comunidades vecinas, con quiénes, no mediando un arma, deben aprender a relacionarse desde la palabra y el dialogo. Estas tensiones se expresan igualmente en la organización del partido político Fuerza Alternativa del Común FARC, que les exige abrir procesos de democratización interna y ajuste en los roles (Zambrano Quintero , 2019).

Una excombatiente nos decía “viéndolo bien, lo que se hace en la vida civil, es más difícil que lo que hacíamos en el monte” (EANPR, abril 2019). Este aprendizaje es el que logran con dinámicas de gestión conjunta de los territorios, participación en las Junta de Acción Comunal, colaboración para proyectos locales, entre otros y que se simboliza en el gesto de darse la mano de la Figura 5:

“Aquí estamos dándonos la mano por primera vez, después de tanto miedo […], les dimos la mano y la bienvenida a nuestro territorio para que podamos vivir juntos y construir paz en la vereda. Él dejó las armas por darnos la mano a nosotros” (ERNPR, junio 2019).

Fuente: archivo textil Proyecto (Des)tejiendo miradas. 2018-2020

Figura 5 Darse las manos, Marleida, 2019. 

4. Dinámicas de género: Un asunto álgido es el debate sobre género y diversidades, esquemáticamente llevado a la retórica de la organización armada, donde en forma igualitaria se distribuían tareas entre hombres y mujeres, como combatir en primera línea o cocinar para el contingente. Este debate se llevó a las negociaciones de La Habana y fue usado como argumento moral entre los impulsores del No en el plebiscito.

Hoy es un asunto complejo, que genera contradicciones en la vida práctica. Excombatientes y habitantes locales, especialmente mujeres, han conformado Comités de Género y aunque tienen un lugar activo en las dinámicas organizativas y productivas, no parecen tener el protagonismo político en toma de decisiones.

El uso del término género se campea por los relatos, como recurso argumentativo para algunas o término peyorativo para otros, en medio de prácticas cotidianas donde las mujeres se asignan a la vida doméstica y cuidado familiar, mientras los hombres se ocupan de la vida pública y las decisiones colectivas. Pareciera que la distribución de tareas de la vida armada, no estuvo motivada por una discusión de género contundente, sino por un reglamento militar o abordaje instrumental, que no llegó a interpelar, ni a modificar códigos patriarcales fuertemente arraigados. Así, el asunto de género incomoda, genera burla o queja moralista, haciendo parte de retoricas públicas políticamente correctas, pero a la vez de retóricas ocultas alimentadas de comentarios sexistas y homofóbicos. Esto produce una tensión en la vida íntima y familiar, en dinámicas vecinales y organizativas, semejante a lo que sucede en otros grupos sociales en el país. Para los excombatientes y el resto de la población es un asunto no resuelto, que genera rupturas y señalamientos.

5. Compromiso difícil: Durante el trabajo de campo, escuchamos la noticia del retorno a la vida armada de uno de los comandantes guerrilleros que negoció el acuerdo. Estábamos en la casa de una pareja de excombatientes, con su bebe de un año y otros vecinos del lugar. La mirada de espanto, el temblor en los labios y las lágrimas a punto de salir, son la imagen vivida de la incertidumbre frente al futuro. La joven madre repetía, como en una oración: yo no quiero volver. Cuatro meses después, está misma mujer recibe la noticia del asesinato de su hermano, un mes después de su primo; nos dice: yo no entregué las armas para que me mataran (DC, febrero2020). Estas escenas representan la incertidumbre en la que transcurre la vida de los excombatientes, en un contexto de inseguridad, rechazo, señalamiento; retomar las armas o ser asesinado parece ser el destino. En los últimos días, tres hijos adolescentes de excombatientes han sido asesinados, nuevo anuncio que suma a su tragedia. En el correlato textil de la Figura 6, un campesino mayor de las comunidades receptoras hace una lectura metafórica:

Como a un animalito que le quitan las uñitas y les toca rodar con los dedos inconaditos. Entonces no pueden hacer sus casas, ni buscar su alimento y lo único que hacen es rodar y rodar. Eso les pasa a los gurres cuando se quedan sin uñitas y eso nos pasó a los campesinos y ojalá no les pase también a estos muchachos de las FARC (ELCETCR, junio de 2019)

Fuente: archivo textil Proyecto (Des)tejiendo miradas. 2018-2020

Figura 6 Los gurres sin uñitas, Luis Carlos, 2019. 

Discusión

  • La imposibilidad de un relato único y la reconciliación en perspectiva territorial: En un proceso novedoso, complejo, cambiante e incierto como el posacuerdo en Colombia, es difícil y osado hacer aproximaciones con pretensión de totalidad. Encontramos relatos situados y diferenciales entre lo local, regional y nacional; lo urbano y rural; lo central y periférico. Tiempos y espacios marcan diferencias, pareciera que no hay una sola FARC-EP, porque, aunque tuvo un mando y reglamento centralizado, los distintos frentes funcionaron bajo particularidades regionales, que se expresan en lógicas, dinámicas y relaciones entre excombatientes y con las comunidades receptoras. Su control territorial estaba basado en intercambios particulares, según las zonas.

El trabajo de campo se hizo en un lugar con gran concentración de riqueza y una importante explotación de mano de obra dedicada a la agroindustria, donde el grupo ingresó en los años 70, ofreciendo seguridad a los grandes propietarios, a cambio de mejoramiento de la calidad de vida y cumplimiento de las obligaciones laborales con los trabajadores campesinos. La organización asumió un rostro justiciero frente a estos, que en contracara significaba ajusticiamiento y ejecución de delincuentes ladrones, cuatreros y violadores - que, si bien era valorada en su eficacia frente a la ausencia de la justicia estatal, también generó malestar en las comunidades, por los excesos y arbitrariedades (Aguilera Peña, 2013). Estos antecedentes permiten comprender relatos heroicos de los excombatientes y la disposición de las comunidades locales para recibirlos, en la medida que se reconoce como un actor activo frente al abandono estatal, con respuestas concretas frente a la pobreza campesina y la solución de conflictos locales. Es importante seguir cartografiando relatos y correlatos en otras zonas del país, donde las FARC-EP hayan tenido otros acentos estratégicos, para entender particularidades de la reconciliación en clave territorial.

  • Estigma y construcción del enemigo: la narrativa que construye al enemigo contrasta con la complejidad de los relatos que los sujetos presentan de sí mismos y/o los correlatos de personas cercanas. En el caso que nos ocupa, las narrativas hegemónicas se repiten, difundidas por medios masivos que construyen opinión, mostrando un relato homogéneo, que puede ilustrarse con una serie difundida en 2018 por una plataforma comercial:

“un guerrillero letal, que escapa de la jungla, tras la flrma del Tratado de Paz Colombiano. Llega a Bogotá escapando de su pasado, para intentar reinsertarse en la sociedad, mientras busca reconectarse con su familia. Pero rápidamente se encuentra envuelto en una red de crimen y corrupción, luchando por comprender las reglas de la jungla de asfalto, proteger a su familia de su pasado y enfrentándose al dilema moral de elegir de qué lado de la ley quiere estar” (Fuentes León & Moreno, 2018).

Los subrayados llaman la atención sobre la adjetivación, expresando que un guerrillero siempre será un guerrillero, un hombre hábil y calculador, que no es, ni será confiable, un analfabeto social, un Otro; el acuerdo es simplemente una estrategia para delinquir de otra manera. En esta narrativa aparece la peligrosidad y la ausencia de lugar social, como un traslado de lógicas de segregación, que históricamente se han adjudicado a otros Otros, conectando con el concepto de estigma de Goffman (2006). El señalamiento y la desacreditación de los Otros, suponen normalidad de los Unos y por ende la perdida de humanidad de los primeros, con su correlato en inferioridad o peligrosidad, condiciones con gran poder segregador. Para quien es estigmatizado, solo le queda corregir lo que lo segrega o aceptar su estigma.

Con esta lógica, la salida para los excombatientes sería negar su historia o aceptar la segregación, lo que supondría su anulación. Como lo muestran los resultados, los esfuerzos de adaptación y ocultamiento, aumentan la incertidumbre y con ello la carga de sufrimiento, el aislamiento y la vergüenza de la propia negación. Las amenazas o el regreso a la vida armada, el destierro o la pérdida de la libertad, muestran que una vez estigmatizados, no hay vuelta atrás (Goffman, 2006). Esto implica posicionar la pregunta por el Otro, tanto para los excombatientes, como para el resto de ciudadanos, lo que remite también a la pregunta por sí mismo, como punto de referenciación. Los datos empíricos mostraron formas de enunciación propias y de otros, con matices entre narrativas hegemónicas, políticamente correctas, y narrativas alternas, algunas de ellas silenciadas, con correlatos que recrean la metáfora del invasor, con su agregado de competencia y carga (Hernández Zapata, Cañaveral Castro, & Morales, 2019). Esta complejidad deriva tensiones traslapadas entre exclusión, aceptación e integración. En el proceso de reincorporación, los excombatientes deben añadir nuevas categorías sociales con las cuales nombrarse y lograr pertenencias, pero a la vez deben cargar las categorías previas, que si bien no son nocivas en sí mismas, en una situación de conflicto, pueden perpetuar las barreras que dificultan la reconciliación (Janoff-Bulman & Werther, 2008).

Una alternativa solidaria es el apoyo social, que ha mostrado ser pilar para la salud mental colectiva; las comunidades locales son soportes concretos, pero requieren expandirse a otros miembros de la sociedad. Es necesario poner en circulación relatos contrastantes al del enemigo, el peligroso o el invasor, desde la voz de los excombatientes, interrogando críticamente lo naturalizado por ellos y por el resto de la sociedad. Ejemplo de esto son los trabajos periodísticos de Andrea Aldana (Aldana, 2017); la película Voces guerrilleras, donde los excombatientes cuentan sus historias, las actúan y las producen (Arevalo, 2018); el documental La casa de la vida, que muestra el aporte de excombatientes al conocimiento de la biodiversidad (Minciencias, 2019) o el proyecto PAZarela, que combina diseño de moda con memorias guerrilleras (Dulce Romero, 2019). Con sus acentos particulares, estos proyectos muestran sujetos con saberes, intenciones y motivaciones, que aportan a construir el vínculo y el lazo.

  • Reconciliación y salud mental colectiva: Colombia representa un caso complejo en materia de reconciliación. Un largo conflicto, donde confluyen insurgencia guerrillera, grupos de extrema derecha y fuerzas del estado, junto el negocio ilícito de estupefacientes, dista de lo que es un proceso sectorizado de búsqueda de paz (Murillo, 2012). El cese de hostilidades y la reinserción de excombatientes a la vida civil, requiere cambios estructurales para lograr un proceso de reparación y acompañamiento psicosocial, lo que representa un desafío para construir lazos y vínculos.

Algunos autores plantean, que contrario a un proceso institucionalizado, desde arriba hacia abajo, la reconciliación se construye desde la propia sociedad afectada por la guerra, mediante el reconocimiento mutuo de daños, arrepentimiento, compromiso de no repetición, reparación de agravios, superación de traumas, creación de nuevas relaciones sociales, en definitiva, un cambio en las percepciones mutuas y las actitudes hacia el otro. Un tránsito desde los sentimientos de desconfianza, hostilidad y odio hacia los de respeto, confianza, solidaridad, armonía, participación y desarrollo compartido (Rettberg, 2014) (Garrido , 2008) (Rojas, 2019), mostrando que más allá de rituales instrumentalizados, requiere interacciones profundas, limitadas en aquellos escenarios de competencia social, donde la vulneración de los derechos es la norma. Experiencias locales y convivencia cotidiana facilitan la decisión interna y voluntaria de los implicados en el conflicto. La confianza se restaura a través de la asociación pragmática, en la que cada parte está convencida de la cooperación como medio para favorecer el bien común y las oportunidades (Murillo, 2012). La reconciliación se materializa en la gestión del territorio, que exige mantener activos los espacios de escucha, conversación e interacción, no solo para tramitar conflictos emocionales (Nadler & Shnabel , 2008), sino para encontrar focos de interés compartido. A partir del estudio podríamos afirmar que avanzar en el proceso, implica restaurar la dignidad, desde una perspectiva intra e interpersonal, producto de compartir deseos, opiniones, intereses o actividades, mediadas por la construcción de confianza y colaboración (Mukashema & Mullet, 2010). Esto parece más viable en los territorios rurales y con mayores tropiezos en los escenarios urbanos, donde el proceso de paz y el encuentro con los excombatientes está más mediatizado, impidiendo experiencias de encuentro directo que faciliten la comprensión.

Aquí, la salud mental colectiva adquiere sentido, por la posibilidad de comprender el sufrimiento y reconocer las estructuras sociales causantes de malestar, historizando e interrogando las nociones y relaciones naturalizadas de enemigos y oponentes. Esto implica interpelar las relaciones de dominación y las violencias explicitas, así como las más sutiles, que pueden perpetuarse desde las lógicas militaristas de los excombatientes o las de exclusión y estigmatización de las comunidades receptoras. El escenario no será el de las terapias especializadas, sino aquel que se dinamiza en las relaciones cotidianas, donde reconociendo el conflicto, se tejan espacios y circuitos solidarios de cuidado y apoyo. Aunque no es fácil, es un camino necesario para construir formas de tramitación propias.

Conclusiones

En este artículo quisimos poner en dialogo tres campos íntimamente relacionados - DDR, reconciliación y salud mental colectiva, claves en un momento inédito en la trayectoria vital de muchos colombianos: la firma del Acuerdo de Paz con una de las guerrillas más antiguas de América Latina. A tres años de pos acuerdo este es un escenario que reta nuestra comprensión, que requerirá años para dimensionar sus alcances.

Presentamos relatos - textuales y textiles de excombatientes, vecinos y familiares, que enuncian sujetos con contradicciones y múltiples sufrimientos, donde lo afectivo y vincular se torna en eje de trayectorias y experiencias vitales: el abandono, las perdidas, las violencias, la familia fariana. Ingresar, permanecer, reinsertarse y llegar a las comunidades receptoras, construir nuevas familias, aprender las lógicas de la vida civil, son puntos de inflexión.

La incertidumbre es el sentimiento que define actualmente sus vidas y la ausencia de un relato de corresponsabilidad, sumado al estigma son asuntos emocionales complejos con los que deben lidiar. Las vicisitudes en la implementación de los acuerdos, el debilitamiento y falta de respaldo institucional a la justicia transicional, el asesinato de excombatientes, la ocupación paramilitar, son sus amenazas cotidianas. Aprender las lógicas de la vida civil, romper con formas militaristas aprendidas durante años, desnaturalizar formas generizadas y jerarquizadas de relación son sus desafíos. A pesar de ello, las experiencias locales de gestionar territorios con comunidades campesinas, parecen ser un escenario propicio para tramitar estas y otras contradicciones.

En este contexto, acudimos a las propuestas de DDR, reconciliación y salud mental colectiva, en su intención convergente por comprender y buscar las mejores formas de retejer los lazos sociales rotos por largos años de conflicto armado, poniendo acentos en la reintegración de excombatientes, el reconocimiento de responsabilidades y la construcción de confianzas, para lograr finalmente vincularnos con Otros, que lejos de ser extraños o peligrosos, adquieren el estatus de semejantes y coconstructores de historia colectiva.

Entendemos entonces que la reconciliación social no puede ser ni decreto, ni imposición institucional, sino ante todo un proceso que se dinamiza a través de prácticas sociales compartidas. Esta afirmación tendrá que llevarnos a buscar estrategias políticas porque la salud mental colectiva es ante todo un campo de relaciones sociales en perspectiva histórica - que nos permita avanzar en una recomposición desde abajo y desde adentro del tejido social roto por la guerra, tarea de largo aliento, que incluirá muchas generaciones de colombianos. La reconciliación no es el comienzo del camino, sino el horizonte, sin prisa alguna por llevarla a cabo desde arriba o por una intencionalidad meramente instrumental.

Es necesario señalar que no es posible hablar de salud mental colectiva, ni de construcción de paz, ni de reconciliación, sin un Estado garante de derechos, donde persiste la exclusión de amplios sectores de la población. Pasar del miedo a la confianza y la convivencia, se traduce en acceso, equidad y justicia y es por ello que las transformaciones estructurales son irrenunciables. Sin embargo, esto no excluye un acercamiento en el nivel de lo micro político, lo cotidiano. De allí que preguntar por la manera cómo se incorpora al Otro en el lenguaje, en la representación y en la enunciación, también es un acto político.

En términos de salud mental colectiva, es menester insistir en construir escenarios de diálogo, de escucha y de convivencia, y fortalecer procesos para el reconocimiento de la responsabilidad, porque en el derecho a la verdad está la posibilidad de gestar confianzas. Consideramos que la práctica narrativa y la narrativa textil colectiva, son estrategias potentes para facilitar el encuentro, el dialogo, la escucha y las resonancias, que permitan generar legitimidad para excombatientes, comunidades receptoras y sociedad en general.

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Recibido: Agosto de 2020; Revisado: Octubre de 2020; Aprobado: Enero de 2021

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