Introducción
La definición misma de emoción es un problema que abordan diversas investigaciones. Si bien los intentos por definirla de forma precisa han resultado controvertidos, actualmente, la mayoría de los autores coinciden en señalar que las emociones son fenómenos multifactoriales que ejercen una fuerte influencia sobre el comportamiento de las personas y su adaptación al medio (Lang, 2010; Moltó et al., 2013; Ramos Linares et al., 2009).
El interés actual en los estudios sobre la emoción se centra en los modelos multinivel, basados en la premisa de que la información emocional se procesa en distintos niveles cognitivos, dependiendo del tipo de recursos implicados, como el grado de atención y/o el tipo de memoria (García-Rodríguez et al., 2008; Lang, 2010). Estas modelizaciones han caracterizado distintas dimensiones que integran el sistema de procesamiento emocional desde la entrada de la información emocional hasta su posterior entendimiento, como la novedad, la intensidad, la valencia afectiva, el arousal o activación fisiológica, la valoración emocional significativa y la dominancia (Lang, 2010; McManis et al., 2001).
Contemporáneamente, la investigación sobre las emociones se ha centrado en dos tradiciones: el modelo discrecional y el modelo dimensional, siendo ambos compatibles y complementarios. El modelo discrecional se refiere a la existencia de estados afectivos específicos, fácilmente reconocibles, pudiéndose delimitar un set de emociones básicas, tal como planteó Ekman (2013). Los estudios sobre las denominadas emociones básicas derivan de los planteos efectuados por Darwin (1872,1965), en los cuales se definen como reacciones afectivas innatas, universales y, por lo tanto, cualitativamente distintas entre sí (Montañés, 2005). El modelo discrecional presenta dos limitaciones: por un lado, no se han alcanzado consensos acerca del número de emociones básicas y, por el otro, las mediciones de las diversas emociones suelen estar fuertemente interrelacionadas.
Frente a esta inespecificidad, el modelo dimensional define el espacio afectivo con base en dimensiones globales, en las que se localizarían los estados emocionales (Moltó et al., 2013). Es así como las emociones, a partir de este modelo, son entendidas como fenómenos inespecíficos que se diferencian entre sí por la ubicación que tienen en cada una de las dimensiones, brindando explicaciones para una amplia variedad de estados emocionales y proporcionando un sistema de clasificación que permite delimitar similitudes y diferencias entre ellas (Lang, 2010; Zamora et al., 2017). En esta línea, la visión bifásica y dimensional de las emociones propuesta por (Lang. 1995), denominada modelo bio-informacional, entiende las emociones como disposiciones para la acción, que resultan de la activación de dos sistemas motivacionales: el apetitivo y el aversivo.
El sistema motivacional apetitivo se activa en contextos que promueven la supervivencia (sustento, procreación y crianza) y se centra en la ingestión, cópula y prestación de cuidados, mientras que el sistema motivacional aversivo, se activa principalmente en contextos relacionados con la amenaza, y se basa en conductas de escape, retirada y ataque (Romo-González et al., 2018). Estos sistemas están integrados en circuitos neurales del cerebro y relacionados con estructuras cerebrales que regulan los sistemas somático y autónomo implicados en la atención y en la acción (Davis & Lang, 2003; LeDoux, 2000).
Según el modelo dimensional, en el procesamiento emocional se identifican dos dimensiones afectivas básicas: la valencia afectiva y el arousal o activación fisiológica (Cuthbert et al. 2000). La primera es el componente motivacional (agrado o desagrado) que permite distinguir entre emociones positivas y negativas, por lo que ha sido de utilidad para clasificarlas y organizarlas en el espacio afectivo (Cacioppo & Berntson, 1994; Lang 1995). Por su parte, el arousal da cuenta del grado de activación de cada sistema motivacional (Moltó et al., 2013) y refleja la energía invertida durante la experiencia emocional (Cacioppo & Berntson, 1994; Gantiva & Camacho, 2016; Zamora et al., 2017).
Estímulos tales como los sonidos, la música y fragmentos de películas e imágenes han constituido un avance en el campo de la investigación sobre las emociones dado que suministran mayor validez ecológica a las mismas, es decir, mayor similitud a las emociones experimentadas en la vida cotidiana (Jurásová & Spajdel, 2013). Las imágenes poseen mayor grado de control sobre el estímulo, siendo los estímulos pictóricos más fáciles de manipular, calificar y validar, en cuanto a la nitidez del estímulo, su intensidad y duración (Kim et al., 2018). La principal fuente de evidencia a favor del modelo bio-informacional proviene de estudios dirigidos a conocer los circuitos neurales y fisiológicos de los sistemas motivacionales, utilizando como principal paradigma de investigación la visualización de imágenes afectivas (Durá Sanjuán, 2017; Michelini et al., 2015; Mojica-Lodoño, 2017).
En este sentido, el instrumento para el estudio experimental de las emociones diseñado por (Lang y colaboradores. 2008), denominado Sistema Internacional de Imágenes Afectivas (International Affective Picture System -IAPS-), es una colección de fotografías (Uhrig et al., 2016) en la que se incluye un set de imágenes baremado para su utilización en niños y adolescentes (McManis et al., 2001). Los estudios tanto en niños como en adultos han mostrado un patrón similar en las respuestas a estímulos afectivos (McManis et al., 2001; Moltó et al., 2013; Redondo & Fernández-Rey, 2010), y una relación cuadrática entre la valencia afectiva y el arousal fisiológico con una distribución en forma de boomerang en el espacio afectivo, indicando que el arousal es sensible al contenido de la imagen (Irrazabal et al., 2015; Lang et al., 2008; McManis et al., 2001; Mina et al., 2017; Sharp et al., 2008; Sharp et al., 2006).
En Latinoamérica se han desarrollado investigaciones utilizando el IAPS en población adulta en México (Romo-González et al., 2018), Colombia (Gantiva et al., 2011), Brasil (Lasaitis et al., 2008; Ribeiro et al., 2004), Chile (Dufey et al., 2011; Silva, 2011) y Argentina (Estrada et al., 2015; Estrada et al., 2016; Irrazabal et al., 2015; Martínez-Núñez et al., 2013), demostrando una alta correlación entre las dimensiones en las diferentes poblaciones, así como similitudes con los estudios de (Lang et al. 1999; 2008).
Entre las variables que influyen notoriamente en la evaluación afectiva que realizan las personas a estímulos emocionales se encuentra el sexo. Algunos estudios han demostrado que las mujeres adolescentes y adultas reaccionan de manera más activa frente a estímulos desagradables que los varones adolescentes y adultos. Las mujeres suelen asignar puntuaciones más bajas en valencia afectiva y más altas en arousal fisiológico frente a imágenes desagradables, mostrando una mayor sensibilidad en el sistema motivacional aversivo (Bradley, 2000; Bradley & Lang, 2007; Bradley et al., 2001; Gard & Kring, 2007; Lithari, 2010).
Por su parte, respecto al juicio evaluativo de imágenes agradables se han registrado diferencias principalmente en imágenes de contenido erótico, siendo los varones adolescentes y adultos los que puntuaron más alto en ambas dimensiones (Bradley et al., 2001; Moltó et al., 1999).
Respecto a la población infantil, los estudios, aunque muy escasos han evidenciado que los niños varones reaccionan con interés y atención moderada frente a estímulos aversivos, imágenes de guerra, violencia y agresión, mientras que las niñas activan en mayor medida el sistema motivacional defensivo, vinculado con la supervivencia y la prestación de cuidados, mostrándose más reactivas y con mayor aversión a imágenes desagradables que los niños (McManis et al., 2001).
El objetivo de la presente investigación fue analizar la influencia del sexo en las calificaciones de las dimensiones afectivas básicas del procesamiento emocional: la valencia afectiva y el arousal fisiológico en tres franjas etarias de niños, niñas y adolescentes, con el propósito de clarificar si las diferencias de sexo encontradas en población adulta se evidencian desde etapas tempranas del desarrollo evolutivo.
Método
La presente investigación se realizó a través de un estudio descriptivo-comparativo con un diseño ex post facto, transversal.
Participantes
La muestra se conformó de manera intencional. Participaron en la investigación 67 mujeres y 74 varones de entre 7 y 14 años, con una edad media de 11,16 años (DE: 2,16), pertenecientes a instituciones educativas de nivel primario y secundario de la ciudad de Mar del Plata, Argentina. La muestra estuvo dividida en tres franjas etarias: niños de 7-9 años (n= 33), preadolescentes de 10-12 años (n= 55) y adolescentes 13-14 años (n= 53), según la conformación de grupos del estudio original realizado por (Lang et al. 2008).
Instrumentos
El IAPS desarrollado por Lang, Öhman y Vaitl en 1988 tiene como objetivo principal proporcionar un conjunto de estímulos emocionales normativos para su uso en investigaciones experimentales. El instrumento consta de un conjunto estandarizado de más de 1000 imágenes -divididas en 20 conjuntos de 60 imágenes cada uno-, que cubren un amplio abanico de categorías semánticas. Las imágenes del IAPS, tanto los sets utilizados en adultos como los utilizados en niños proporcionan un método fiable de inducción de estados emocionales mediante el uso de estímulos calibrados cuantitativamente. Una de las ventajas de utilizar esta base baremada de estímulos emocionales es que permite la selección precisa de los estímulos en función de su posición en el espacio afectivo y su estandarización está basada en datos teóricos y experimentales. Las imágenes del IAPS evocan reacciones en todo el rango de cada dimensión y se distribuyen de manera uniforme en todo el espacio bidimensional afectivo (Lang et al., 1992), permitiendo clasificar en cada set imágenes correspondientes a polos de valencia: agradable, neutro y desagradable.
En el presente estudio se utilizó el conjunto de imágenes específico para niños y adolescentes del International Affective Picture System (IAPS) (Lang et al., 2008), que cuenta con 60 imágenes digitalizadas a color de diversas categorías semánticas como objetos, personas, paisajes y situaciones de la vida cotidiana.
Los juicios evaluativos de los niños y adolescentes respecto a cada una de las imágenes se midieron utilizando la versión impresa del Self-Assessment Manikin (SAM) (Bradley & Lang, 1994; Lang et al., 2008), instrumento de medida pictórico, no verbal, de fácil y rápida administración. El SAM se compone de una escala conformada por cinco pictogramas en los que se utilizan figuras humanoides graduadas en intensidad para representar los rangos de las dimensiones de la emoción analizadas en la presente investigación (valencia y arousal). Las figuras de cada dimensión están intercaladas por un espacio permitiendo que la persona pueda puntuar en el espacio entre figuras conformando una escala de uno a nueve. La dimensión de valencia afectiva está representada en un extremo por una figura sonriendo y en el otro con una figura seria con el ceño fruncido (agradable-desagradable). Y el arousal fisiológico está representado en un extremo con una figura excitada con los ojos abiertos y en el otro extremo por una figura relajada y con los ojos cerrados (relajado-activado). El SAM constituye un instrumento útil y adecuado para su implementación transcultural, dado que no requiere el uso del lenguaje.
Procedimiento
La evaluación de las imágenes de cada conjunto en ambas dimensiones afectivas del SAM se administró mediante un cuadernillo individual. Las imágenes fueron evaluadas en distintas sesiones en grupos reducidos (entre 15 y 20 participantes) equilibrando la proporción entre varones y mujeres. Para la estandarización del conjunto de fotografías se utilizaron tres secuencias distintas de presentación de las imágenes con el fin de balancear la posición de cada imagen en su conjunto. Se utilizó un set de tres fotografías de práctica, diferentes a las 60 imágenes utilizadas en la evaluación, que proporcionan una gama aproximada de los tipos de contenidos que se presentaron.
Las sesiones de evaluación de las imágenes fueron realizadas por los investigadores y autores del presente trabajo, de forma grupal, a la misma hora del día (entre las 10:00 y 13:00 hs.), con la misma distancia de los participantes a la pantalla (entre 6 y 9 metros) e idénticas condiciones de iluminación y tamaño de proyección de las imágenes (1.30m por 1.70m), siguiendo las indicaciones de (Lang et al. 2008). Se utilizó el Microsoft Office Powerpoint 2018 para la presentación de los estímulos.
Al inicio de cada sesión experimental se explicó a los participantes la finalidad del estudio de manera clara y comprensible. Para los niños de la franja etaria de 7-9 años se destinó mayor cantidad de tiempo para la explicación de la actividad, con el fin de facilitar su comprensión.
Los participantes evaluaron cada imagen en las dos dimensiones, marcando una equis (“x”) sobre uno de los cinco pictogramas o en cualquiera de los cuatro espacios entre figuras, resultando una puntuación entre 1 (mínimo agrado, mínima activación), 5 (agrado y activación neutro) y 9 (máximo agrado, máxima activación) como se muestra en el Apéndice 1.
En cada ensayo se presentó: (a) una diapositiva de presentación con la leyenda “Prepárense para evaluar la siguiente diapositiva en la línea X”, que permaneció proyectada durante 5 segundos, (b) una imagen afectiva, que se proyectó durante 6 segundos, y (c) una diapositiva con la instrucción de evaluación “Por favor, evalúa la imagen en las dos dimensiones”, que permaneció durante 20 segundos para que los participantes contaran con tiempo suficiente para completar las dos dimensiones de evaluación del SAM (Irrazabal et al., 2015; Lang et al., 2008; Moltó et al., 2013) ver Apéndice 2.
La participación fue voluntaria y sujeta al asentimiento de los niños y al consentimiento informado de los padres y adolescentes. Durante el desarrollo del trabajo se respetaron los principios éticos de la investigación con seres humanos de la Declaración de Helsinki, procurándose las condiciones necesarias para proteger la confidencialidad y actuar en beneficio de los participantes.
Análisis de datos
Para el procesamiento de los datos se utilizó el paquete estadístico SPSS 19.0 (Statistical Package for Social Sciences). Se realizaron análisis estadísticos descriptivos (media y desviación estándar) y análisis de correlación para cada franja etaria por separado. Se sometieron los datos a la prueba t de Student para comparar medias y establecer si las diferencias observadas son estadísticamente significativas.
Asimismo, se utilizó la interpretación del coeficiente de correlación de Spearman para evaluar el grado de relación entre las medias de valencia y arousal en cada franja etaria, y la relación entre valencia agradable y arousal, y valencia desagradable y arousal. Se utilizó la clasificación de (Elorza. 1987): de ± .00 a ± .09 (correlación nula o inexistente), de ± .10 a ± .19 (correlación muy débil), de ± .20 a ± .49 (correlación débil), de ± .50 a ± .69 (correlación moderada), de ± .70 a .84 (correlación significativa), de ± .85 a ± .95 (correlación fuerte) y de ± .96 a ± 1.0 (correlación perfecta). Y, por último, para calcular el tamaño del efecto de la diferencia, se utilizó la clasificación por rangos de Cohen, que indica que el tamaño del efecto puede ser grande (mayor a .80), mediano (cercano a .50) o menor (menor a .20) (Quezada, 2007).
Resultados
A continuación, se presentan los resultados correspondientes a los análisis estadísticos descriptivos discriminados por sexo:
Tal como puede observarse en la Tabla 1, los niveles de arousal promedio para ambos sexos se ubican por debajo de la mediana (5), mientras que, en la dimensión de valencia el puntaje promedio la supera. Las mujeres en comparación con los varones puntuaron más bajo tanto en valencia como en arousal, aunque sin diferencias estadísticamente significativas.
A continuación, se presentan los estadísticos descriptivos de arousal discriminados por polo desagradable, neutro y agradable:
En la Tabla 2 se observa que el arousal ante imágenes neutras y desagradables es superior en las mujeres con diferencias estadísticamente significativas en el polo desagradable. En las imágenes agradables el arousal fue superior en los varones.
A continuación, en la Figura 1 y 2 se presentan las distribuciones de las imágenes del IAPS según las medias para el total de la muestra de mujeres y varones, respectivamente.
Las Figuras 1 y 2 muestran las representaciones gráficas de la ubicación de las 60 imágenes en el espacio bidimensional afectivo, definido por valencia y arousal, para varones y mujeres según las evaluaciones obtenidas por el total de los participantes. El eje vertical refleja la posición de cada imagen en la dimensión de valencia (1 = altamente desagradable, 5 = neutra, 9 = altamente agradable), mientras que el eje horizontal refleja su posición en la dimensión de arousal (1 = calma, 5 = moderadamente activadora, 9 = altamente activadora). Cada punto de la gráfica representa la media de las evaluaciones del total de participantes para cada una de las imágenes.
Se puede observar una distribución similar en ambos sexos, sin presencia de imágenes en el cuadrante desagradable-calmo ni en el cuadrante agradable-altamente activadora.
En ambas figuras se observa mayor dispersión y menor inclinación del arousal para las imágenes agradables respecto de las desagradables. Asimismo, se observa un agrupamiento de imágenes con valencia neutra y muy bajo arousal extendiéndose hacia el cuadrante desagradable-alta activación. En general se observa mayor agrupamiento de las imágenes desagradables en las mujeres respecto a los varones. Esta observación se confirmó estadísticamente en la relación cuadrática entre las evaluaciones de valencia y arousal para las mujeres (r2 = .48; p < .001), que explicaría el 48 % de la varianza. Por su parte, la relación cuadrática para los varones (r2 = .38; p < .001), explicaría el 38 % de la varianza.
A continuación, se presentan los estadísticos descriptivos de comparación de medias para las dimensiones de valencia y arousal, según grupos de edad diferenciados por sexo.
En la Tabla 3 se observan diferencias significativas en la dimensión de arousal en el grupo etario de 7-9 con puntuaciones más elevadas en las mujeres. En el grupo de 13-14 años también se observan diferencias significativas en la dimensión de arousal con valores superiores en varones respecto a las mujeres.
En el Apéndice 3 se muestran la media y desviación típica de las dimensiones de valencia y activación para cada imagen para el total de sujetos y para cada franja etaria dividido por sexo.
Distribución de las imágenes en el espacio afectivo para las tres franjas etarias en ambos sexos
A continuación, se presenta la distribución de las imágenes del IAPS para las mujeres y varones de acuerdo con cada grupo de edad: 7-9, 10-12 y 13-14 años.
En la Figura 3, se observa que las puntuaciones de los varones con edades comprendidas entre 7 y 9 años se encuentran más dispersas y orientadas hacia los cuadrantes agradable-calmo y desagradable-excitado, en relación con las mujeres de la misma franja etaria cuyas puntuaciones se agrupan hacia el centro del gráfico. Esta observación se confirmó estadísticamente en la relación cuadrática entre las evaluaciones de valencia y arousal para mujeres (r2 = .32; p < .001), que explicaría el 32 % de la varianza mientras que para los varones (r2 = .62; p < .001) explicaría el 62% de la varianza.
Ambos sexos puntuaron de la misma manera algunas imágenes, tales como flores (5020, 5030), bebé sonriendo (2070) y helado de agua (7390) ubicadas en el cuadrante agradable-calmo. También imágenes desagradables y altamente activadores fueron clasificadas de la misma manera por varones y mujeres, tal como asaltos y armas de fuego (3500, 3530, 6230). Por su parte, en la franja neutra del gráfico se observan puntuaciones similares en ambos sexos en objetos tales como palo de amasar (7000), canasta de mimbre (7010), pala (7040) y tenedor (7080).
En la Figura 4, se observa que los cuadrantes donde se registran mayor cantidad de puntuaciones son los cuadrantes agradable-calmo y desagradable-excitado; se advirtió la misma tendencia en los grupos de varones y mujeres de la franja etaria de 10 a 12 años. Esta observación se confirmó estadísticamente en la relación cuadrática entre las evaluaciones de valencia y arousal para las mujeres (r2 = .29; p < .001), que explicaría el 29 % de la varianza. Por su parte, la relación cuadrática para los varones (r2 = .28; p < .001), explicaría el 28 % de la varianza.
Imágenes agradables tales como cachorros (1710), payasos (2092), cara de una persona pintada (2780) y montaña rusa (8490) fueron evaluadas por los varones como más agradables y activadoras respecto a las mujeres.
En el Figura 5, se observa una mayor dispersión de las puntaciones en los varones que en las mujeres, ambos con edades entre 13 y 14 años, con valores de arousal más altos, tal como se observa en la relación cuadrática para los varones (r2 = .26; p < .001), que explicaría el 26 % de la varianza. Se observa en las mujeres un agrupamiento de imágenes en los cuadrantes neutro-calmo y desagradable-moderadamente activador. Esta observación se confirmó estadísticamente en la relación cuadrática entre las evaluaciones de valencia y arousal (r2 = .48; p < .001), que explicaría el 48 % de la varianza.
Discusión y conclusiones
El objetivo del presente estudio fue analizar las diferencias de sexo en el procesamiento emocional en una muestra de niños, niñas y adolescentes.
La literatura científica muestra que las dimensiones del procesamiento emocional de valencia afectiva y el arousal fisiológico no son independientes entre sí (Libkuman et al., 2007; Ribeiro et al., 2005). La evaluación de las imágenes en el presente trabajo tanto para mujeres como para varones dieron cuenta de una relación inversa entre valencia y arousal, evidenciado en una mayor activación ante imágenes desagradables respecto de las neutras y agradables, lo cual demostraría una tendencia evitativa cuando los niveles de arousal son elevados (Bradley & Lang, 2000; Bradley et al., 2001; Lang, 1995; Lang et al., 2000). Estos hallazgos son consecuentes con la tesis que afirma que para la supervivencia es necesaria una rápida activación simpática del sistema aversivo implicado en un aumento de movilización de energía ante situaciones de peligro y amenaza (Bradley, 2000; Irrazabal et al., 2015; Moltó, 2013; Sabatinelli et al., 2004). Por su parte, tal como plantea el modelo bio-informacional, los niños y adolescentes participantes en el presente estudio registraron agrupamientos de imágenes neutras que se extienden hacia los extremos agradable y desagradable, con acentuación en este último, coincidiendo y robusteciendo el modelo “boomerang”; podría afirmarse entonces que el procesamiento de la información emocional de la población infanto-juvenil es relativamente similar al reportado en adultos (Lang et al, 1999; Moltó et al, 1999; 2013).
En relación con los grupos de edad, los adolescentes de ambos sexos valoraron de modo más calmo imágenes tales como, chocolates, cachorros y bebes, a diferencia de los niños y niñas a los cuales les generó mayor excitación. Esto podría explicarse por procesos de habituación en los adolescentes ante este tipo de estímulos (Cuenya et al., 2011; Cuenya et al., 2013). Por otra parte, los adolescentes presentaron mayor excitación ante imágenes vinculadas a eventos negativos en relación con los niños y preadolescentes, dando cuenta de la influencia del aprendizaje en la consideración de las consecuencias ante este tipo de situaciones (Aluja et al., 2015).
Las mujeres, tanto niñas como preadolescentes y adolescentes, reaccionaron a las imágenes desagradables con mayor grado de activación, en consonancia con los resultados presentados en estudios similares en población adulta e infanto-juvenil (Sharp et al. 2006, 2008; McManis et al., 2001; Gard & Kring, 2007). Este hallazgo avala la hipótesis que sostiene una mayor sensibilidad del sistema motivacional aversivo en las mujeres (Hillman et al., 2004; Bradley & Lang, 2007). Diversos estudios han confirmado esta hipótesis, corroborada a través de medidas psicofisiológicas, como mediciones de ritmo cardíaco y respuesta galvánica de la piel (Bradley et al., 2001; Gard & Kring, 2007; Lithari, 2010). Los varones, tanto niños como preadolescentes y adolescentes, por su parte, mostraron una tendencia a valorar las imágenes agradables con mayor activación que las mujeres, aunque estas diferencias no se confirmaron estadísticamente. Los hallazgos del presente estudio podrían indicar que las diferencias según sexo respecto al procesamiento emocional se establecerían desde etapas tempranas del desarrollo.
(Bradley y Lang. 2007) explican que las personas difieren en su comportamiento emocional por la presencia de sesgos tanto positivos como negativos. El sesgo positivo está presente mayoritariamente en los varones, y se refleja en su tendencia a evaluar las imágenes agradables con mayor activación, mientras que el sesgo negativo se evidencia en las mujeres al evaluar las imágenes desagradables. Esto se podría vincular con una mayor actividad simpática frente a aquellos estímulos visuales cargados emocionalmente, en consonancia con el modelo bio-informacional.
Por su parte, (Kuppens et al. 2013) plantean que no existe una relación estática y unidireccional entre la valencia y el arousal, y que la mayor parte de las diferencias encontradas en los estudios se deben tanto a factores de personalidad como a variaciones culturales.
En cuanto a las limitaciones del presente estudio, sería conveniente ampliar la muestra poblacional a fin de permitir analizar posibles diferencias de arousal en los polos agradable y desagradable en los tres grupos etarios que posibiliten mayor generalización de los resultados y permitan explicar las diferencias encontradas respecto a una mayor activación en niñas y preadolescentes mujeres en comparación a los niños y preadolescentes varones en contrario a una mayor activación en adolescentes varones respecto a las mujeres. Otro aspecto para considerar sería la incorporación de parámetros biológicos que permitan relacionar indicadores fisiológicos, psicológicos y comportamentales, tal como ritmo cardíaco, frecuencia respiratoria y respuesta galvánica de la piel, a fin de robustecer la fiabilidad de los resultados.
Variables como la dominancia, el interés y el grado de expectativa de los participantes son algunos de los aspectos a profundizar en el campo de la neurociencia afectiva. Además, surge como línea de trabajo la comparación de los resultados de este estudio con los baremos realizados en Estados Unidos por (Lang y colaboradores. 2008).
Considerando que son escasas las investigaciones en relación con el procesamiento emocional en niños y adolescentes (Lang et al., 1993; McManis et al., 2001; Mina et al., 2017), el presente estudio representa un aporte al replicar y ampliar los estudios previos en el ámbito emocional en población infanto-juvenil.