1. Introducción
Cuando se recuerda un sabor se trae al presente todas las experiencias que se asocian con este, y los distintos significados almacenados emergen para cargar de sentido la vivencia. En el caso en el que el sabor sea considerado como novedoso y agradable, inmediatamente el organismo busca compararlo con otro alimento o con algún evento memorable con el que pueda relacionarlo a futuro, si por el contrario, la ingesta de este causa malestar, provoca una aversión al producto que lo contiene, para con ello impedir que esta experiencia se vuelva a repetir1.
Esta función básica que tiene el organismo de recordar, es la que le garantiza su supervivencia, pues mediante la decodificación de los estímulos gustativos de la experiencia previa, los sujetos toman la decisión de volver o no a ingerir dicho producto. Igualmente, con cada ingesta se actualizan los valores hedónicos que se otorgan a los alimentos, lo que le facilita a los individuos anticipar el sabor de una comida con tan solo una mirada. En este marco de relaciones, los alimentos que tienen una valoración positiva mantienen un nivel de preferencia, por lo que se aumenta su consumo, mientras los que no, disminuye2.
Ahora bien, el valor hedónico que se le otorga a un alimento varía de acuerdo con el grado de saciedad en el que se encuentre un organismo, puesto que en general el sabor de un determinado producto no cambia, a diferencia del estado interno del cuerpo, que es el que lo interpreta partiendo de la sensación de hambre en el que se encuentre, de allí que, alimentos ácidos o amargos pueden resultar placenteros, incluso llegar a ser considerados como gourmet. Esto se debe a que la valoración que se realiza no se limita al gusto por los sabores, sino que transciende a factores externos, los cuales permiten la apreciación integral de la experiencia; así pues, el placer que se siente durante el consumo es el que impulsa al individuo a repetir ese momento con ansias, para con ello llevarlo a evocar momentos, lugares y personas3.
Thomas Fuchs indica que el gusto por determinado tipo de comida se enraíza en las personas durante la infancia, dado que este es el momento en el que se codifican la mayor parte de las experiencias sensoriales y cognitivas, las cuales configuran la subjetividad de los individuos, para ilustrar lo anterior retoma a Marcel Proust con el recuerdo involuntario que se activó en él, mientras estaba comiendo una magdalena, en seguida se presenta:
[...] Tan pronto como el líquido tibio y las migajas tocaron mi paladar, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo... un placer exquisito había invadido mis sentidos. Con el sabor de la magdalena, "regresa la memoria", y el pasado del narrador se precipita hacia él [...]4.
Con esta memoria el autor argumenta que el cuerpo mantiene guardado una serie de registros que se pueden remontar hasta la edad de 4 años. Aclara que después de la primera rememoración, los individuos pueden traer al presente dicha experiencia incluso con la imaginación, puesto que se ha instaurado una señal en el cerebro que se activa con el pensamiento5.
Igualmente, en situaciones de hambruna las sensaciones gustativas son guardadas en una memoria implícita, que libera su contenido bajo el mismo procedimiento de estimulación; sin embargo, a diferencia de la memoria de Proust, dicha vivencia difícilmente puede ser recrear en el presente, ya que la desagradable sensación corporal sentida, impide que un individuo voluntariamente desee volverla a repetir, pues al hacerlo se recordaría el sufrimiento experimentado, por lo cual, los alimentos que evocan este tipo de situaciones son excluidos de las opciones de consumo, este fue el caso de Efrosyniya Stepanivna, una sobreviviente de la hambruna desatada en Ucrania, quien contó que el sabor de la leche y del pescado le recuerda esa terrible época, por lo cual prefiere no consumirlos, así lo expresó: «Todavía recuerdo esa leche y ese pescado. Y para mí la leche y cualquier pescado me recuerdan ese tiempo de miedo»6.
De acuerdo a lo anterior, el presente artículo analiza el fenómeno de la hambruna desatada en la región bosque estepa de Ucrania entre los años (1932 - 1933), a partir de la experiencia sensorial gustativa de cuarenta sobrevivientes. Para el desarrollo del estudio se utilizó una metodología cualitativa, basada en la revisión de testimonios de archivo, desde una perspectiva fenomenológica7. El corpus documental estuvo integrado por siete cartas escritas, tres textos autobiográficos, un diario personal y la transcripción de tres entrevistas realizadas por el Museo del Holodomor-Genocidio entre el año 2018-2020. Adicionalmente, se emplearon veintiséis testimonios que se encuentran en el libro denominado «Comida del año 33» publicado por el Instituto de Historia de Ucrania.
Para la selección de los testimonios se tuvo como referente las siguientes preguntas: ¿Cómo los sobrevivientes perciben y describen sus experiencias gustativas durante la época de hambruna? ¿Cómo los distintos sentidos configuran dicha experiencia? ¿Es posible abstraer y etiquetar con claridad el significado que se le otorga a la vivencia? Con este procedimiento se redujo y eliminó la información repetitiva. Posterior a ello se estableció una serie de unidades de sentido, a partir del contraste de los valores hedónicos otorgados a la vivencia. Seguido, se hace una lectura transversal del material a fin de agrupar las unidades de sentido e identificar grandes líneas temáticas. Con la información organizada se elabora una descripción general en la que se incluyen ejemplos textuales, con lo cual resaltar el significado otorgado a la experiencia de consumo. En cada uno de los pasos se desarrolló un proceso interpretativo que surge del diálogo entre el contexto histórico, la experiencia y el significado otorgado a esta, el cual es recogido durante la escritura del texto.
Como resultado se identificó que durante la hambruna y después de esta, el campesinado ucraniano dejó de considerar el comer como un acontecimiento de significación social y política, que lo mantenía unido bajo una misma conciencia nacional, para convertirse en el medio a través del cual ellos adquieren la energía que el cuerpo requiere para permanecer físicamente estable. Esta situación se presentó debido a que las autoridades soviéticas durante su mandato instauraron nuevas pautas en la alimentación, basadas en sustitutos alimenticios de orden vegetal y animal8, con la intención de exportar los productos básicos de la canasta familiar, y de este modo, adquirir los recursos que necesitaban para la industrialización del país9.
En seguida se presenta el estudio en cinco apartados. En el primero, se encuentran los hechos históricos que provocaron el desabastecimiento de los alimentos al interior de la aldea ucraniana. En el segundo, se describen las tácticas y maniobras de supervivencia que el campesinado ejecutó para sobrevivir. En el tercero y cuarto, se exponen los sabores que se encuentran registrados en la memoria gustativa de las víctimas, y en el quinto se analizan los cambios provocados en la cultura popular a partir de la pérdida de los hábitos alimenticios.
2. Contexto Histórico
El Holodomor es el nombre con el que se conoce a la hambruna artificial10, que se desató en Ucrania entre el otoño de 1932 y la primavera de 1933. Esta palabra de origen ucraniano, significa en dicho idioma «matar de hambre». Informes históricos coinciden en afirmar que la principal causa de ésta radicó en el proceso de colectivización de las tierras campesinas, liderado por el gobierno soviético11. Aclaran que como consecuencia de lo anterior murieron aproximadamente siete millones de personas12 y que esta medida fue tomada debido a que la política agraria era la responsable de aportar los recursos para la aceleración económica del territorio, por ese motivo, los líderes bolcheviques formularon una serie de planes quinquenales, mediante los cuales recaudar los ingresos requeridos para la compra de maquinaria pesada, que llevaran a la modernización de las estructuras económicas del país, en un corto periodo de tiempo13.
Este proceso de modernización requería la transformación de la agricultura pequeña y dispersa, en una colectiva a gran escala, con la cual adquirir la cantidad de divisas necesarias para este fin, de ahí que, la colectivización de la agricultura y con ella, de las tierras, se presentara como una alternativa para el desarrollo del campo; sin embargo, esta propuesta fue rechazada por el campesinado próspero, quien estaba en desacuerdo con entregar sus tierras y herramientas para que el Estado las administrara, pues ellos creían que el trabajo cooperativo se debía realizar sin la intervención institucional. Esta divergencia de opiniones llevó a las autoridades soviéticas a señalar a esta población como kulaks, es decir, una clase social que tiene el dominio de los medios de producción y contrata mano de obra. Como consecuencia de esta denominación, los agricultores pasaron a ser considerados como explotadores, por lo cual, las autoridades emprendieron una lucha contra ellos, con la intención de eliminarlos como clase social, a partir de la expropiación de sus bienes y la deportación a campos de trabajo ubicados al norte del país (Siberia)14.
El campesinado que permaneció en los territorios fue obligado a ingresar a las granjas colectivas. Tanto hombres como mujeres tenían la responsabilidad de entregar una cuota de grano por día, que se encontraba fijada en el plan quinquenal correspondiente, la cual se incrementaba anualmente para con ello sacar mayor rendimiento de la producción agrícola15, no obstante, el pago por el trabajo realizado no satisfacía las necesidades y expectativas de los trabajadores, puesto que principalmente este se saldaba con comida y bienes de consumo. Uno de los sobrevivientes cuenta que los agricultores recibían una libra de grano o dos libras de harina diariamente, junto con dos comidas calientes. Aclara que los niños y ancianos no recibían ningún tipo de alimentación16.
Asimismo, cada persona debía pagar una cuota de grano a la granja por el derecho de hacer uso de la maquinaria y por la vivienda. Esta era calculada de acuerdo con los días de trabajo. En los casos en los que la cantidad de trigo entregado no saldara las obligaciones, el agricultor adquiría una deuda con el Estado, que tenía que ser cancelada en el menor tiempo posible para no ser judicializado17.
Frente a este hecho, los testimonios de las víctimas indican que en menos de dos años, las cuotas que debían entregar al gobierno se incrementaron a tal punto que no alcanzaron a ser cumplidas, por lo que no se les autorizó el pago en especie. Esta situación los desanimó a tal punto que decidieron no seguir siendo parte de las granjas colectivas, por lo que abandonaron sus puestos de trabajo, hecho que causó que gran parte de la cosecha de 1931 se quedara sin recoger en los campos, y en el año 1932 la tierra en su mayor parte «se quedó sin sembrar, pues no había nadie para trabajarla»18 dado que el campesinado se resistía [a] hacerlo al considerar que la política agraria los había conducido «a la pobreza y la mendicidad»19. Pese a lo anterior, afirman que el plan quinquenal continuó siendo el mismo, pues desde el nivel central se les continuó exigiendo las altas cuotas de cereal que no les fue posible entregar.
Para octubre de 1932 el campesinado que permanecía sin saldar su deuda, fue sospechoso de sabotaje, a lo que las autoridades respondieron enviando una comisión de funcionarios que requisara sus hogares, con el propósito de extraer todo el grano de cereal que se encontrase en su posesión, incluida la reserva que se tenía preparada para la siguiente cosecha. Paralelamente, se implementó un sistema de cartillas de racionamiento de pan, que prohibía el comercio libre de este producto, de ahí que, solo quienes tuviesen en su posesión un certificado oficial podían adquirir entre 300 a 400 gramos de este alimento por día20. Al respecto, Minenko señala que esta cantidad era muy poca, ya que las familias eran grandes «entre 5-10 personas», y aclara que en las tiendas aparte de pan, no tenían más que «sal, queroseno y tabaco»21.
Igualmente, en diciembre de este año entra en vigor la ley de pasaportes, la cual impedía a la población dejar sus aldeas para ir a trabajar a las ciudades, así como también, restringía el envío de alimentos desde otras regiones del país, lo que los condujo a buscar entre los recursos naturales disponibles sustitutos alimenticios con los cuales sobrevivir. Frente a esta medida, Kulchytsky indica que la población reprendida principalmente fue aquella que hacía parte de las fincas colectivas que se encontraban inscritas en unas «listas negras», por haber incumplido en la entrega de la cuota de cereal estipulada en plan de adquisición. Aclara que estas granjas al estar registradas en dicho documento, hizo que aldeas, así como, regiones enteras se quedaran en total aislamiento, puesto que se impidió la movilidad de los agricultores y se les desconectó del sistema de trueque y aprovisionamiento22.
A este respecto, Nataliia Levchuk asegura que las medidas legales adoptadas por el gobierno soviético fueron las causantes de la muerte de millones de personas23, especialmente de origen ucraniano que habitaban su territorio y en el norte del Cáucaso «Kuban». Detalla que allí a la población se le privó del acceso de todo tipo de víveres preparados o semi acabados del exterior, incluso de aquellos que se encontraban sembrados en los jardines familiares, mientras que en las otras regiones agrícolas, como el Bajo Volga, se extrajeron solamente los cereales disponibles como pago de la multa natural, por la deuda adquirida con el Estado, especifican que esta medida se implementó solamente una vez, mientras que en las aldeas en donde vivían los agricultores ucranianos esta se ejecutó hasta la primavera de 193324.
Esta diferencia, le lleva al autor a encontrar una razón del porqué la tasa de mortalidad en Ucrania creciera de manera exacerbada en comparación con los otros territorios, por ello no dudan en decir que este hecho ha llevado a las autoridades del Estado ucraniano a afirmar que se cometió un genocidio contra su pueblo25. En el siguiente apartado se describen las estrategias utilizadas por el campesinado para sobrevivir, los alimentos que consumieron y las recetas que prepararon con los recursos proporcionados por la naturaleza.
3. Tácticas y maniobras de supervivencia
La extracción de víveres de la aldea ucraniana por parte de las autoridades soviéticas, condujo al campesinado a buscar una variedad de sustitutos alimenticios que les permitiera sobrevivir. El deseo por la vida los llevó a comer todo tipo de productos, incluso aquellos que eran peligrosos porque estaban envenenados o se encontraban en estado de descomposición, así lo narra Vernydub de la región de Kyiv, quién trabajó en una granja colectiva y se dio cuenta de que cuando los caballos morían se les echaba queroseno para que las personas no lo comieran, pese a ello, detalla que «nadie tenía miedo de morir envenenado»26, del mismo modo, Fedortsov de la Región de Vinnytsia señala que las autoridades le dijeron que al trigo se le había añadido químicos y que cualquiera que comiera de él perdería la vida inmediatamente, aun así, cuenta que ese cereal «estaba delicioso» y que «olía a pan y azufre»27.
Este tipo de casos se presentó debido a que durante el invierno las personas que vivían en la región bosque-estepa, no tuvieron la posibilidad de acceder a los recursos naturales, gracias a que los árboles habían perdido todas sus hojas entre los meses de octubre y noviembre, y la tierra estaba cubierta por una gruesa capa de nieve, no obstante, muchos campesinos «fueron a raspar hielo con la esperanza de encontrar las sobras de papa de la cosecha pasada»28. Una de las víctimas de la región de Zhytomyr cuenta que las papas se encontraban completamente «congeladas, secas y almidonadas»29, pero que; sin embargo, estas fueron «machacadas con agua y amasadas con avena con lo que se horneó panqueques»30. Dolot por su parte precisa que «las papas, las remolachas y las cebollas no tenían precio para las personas hambrientas, aunque estuvieran congeladas»31. De igual manera, Khurdei Oleksii de la región de Poltava recuerda que todos los animales de su aldea murieron, lo que hacía que sus calles se vieran y sintieran vacías, ya que «no quedó ni un solo perro o gato con vida»32.
En la primavera cuando el hielo se derritió y la naturaleza empezó a reverdecer, los distintos testimonios informan que las personas salieron a los campos y jardines en busca de raíces, huevos de pájaros y a cavar hoyos para desenterrar la comida que habían escondido en el bosque, en el marco de las campañas de extracción de alimentos. En un primer momento, las personas se alimentaron a base de plantas silvestres como la acedera, bardana, campanillas, diente de león, hierba de San Juan, ortiga, sedum, y de aves como las urracas, cuervos y gorriones. Vdovychenko Oleksandr recuerda que su «mamá dijo que si vivían para ver aparecer la acedera, sobreviviría»33, y así resultó, «cuando brotó la acedera, se mezcló con ortiga y se preparó borshch verde»34, especifica que él «podía comer hasta saciarse, aunque esta sopa no tuviera papas»35. Entretanto, Hanna Soroka de la región de Kyiv narra que ella recogió ortiga y que la «guisó como repollo»36, también precisa que para ella lo más importante fueron «las manzanas, peras y cerezas que recogió del jardín»37. De igual manera, Dolot relata que finalizando el mes de marzo en los bosques empezaron a germinar una «variedad de bayas, hongos y raíces»38, específica que las hojas y cortezas de los árboles se comieron, pese a que no fueran tan sabrosas.
Fedir Skrypnyk de la región de Kyiv, menciona que cuando el río despertó trajo consigo conchas marinas (mejillones) que formaron una especie de islas y que la gente no dudó en sumergirse en el agua fría para sacarlas, dice que «en algunos casos llegaron a recoger baldes enteros»39 deja claro que «estas islas no duraron mucho ya que todo el pueblo comía de ellas»40. Igualmente, Nadiia Budnyk de la región de Cherkasy resalta que, pese a que la primavera fue especialmente fría y lluviosa, su hermano «pescaba muchos alevines»41; en cambio, Ivanka destaca que cuando «la marmota silbó comenzó la primavera»42 y que junto con ella salieron «tuzas, erizos y otros animales pequeños»43, llamando así la atención de las personas del pueblo, quienes se fueron a atraparlas vertiendo agua en los agujeros en donde vivían44.
En el verano los cultivos de trigo germinaron sus primeras espigas, llamando la atención de los aldeanos quienes se ingeniaron la forma de ingresar, sin que los guardias se dieran cuenta, ya que no les permitían recoger el grano caído durante el proceso de ciega. Muchos de los sobrevivientes mantienen en sus memorias anécdotas de este momento, a continuación, presento la de Mariia Velychko de la Región de Poltava:
[...] nos reunimos cómo doce niños, tomamos las bolsas y vamos a recoger las espigas después que pasan los trilladores (...) y a medida que avanzamos, miramos a un lado y al otro (...) Llega el guardia, se echa y un con látigo largo nos persigue. Yo grito a los demás pequeños: "Huyan al bosque, él no irá allí a caballo" (...) luego traigo esas espigas (...) las pongo sobre la estufa, ellas se secan, luego tomó un palo y las trituro [...]45 .
En el verano la tierra estaba dando sus frutos plenamente, Dolot cuenta que «abundaban las frutas y verduras»46, aclara que a los campesinos que ingresaron nuevamente a las granjas colectivas se les suministró diariamente raciones de pan y trigo sarraceno o mijo, con lo que pudieron mantenerse vivos.
4. El recuerdo de los sabores
Los sobrevivientes de ese momento eran niños que mantenían en su memoria los sabores de la comida que recibieron cuando iban a la escuela, pues era el único lugar que podían acceder a algún tipo de alimento, Mytsyk de la región de Cherkasy cuenta que en el restaurante de dicha institución, le daban una sopa de repollo que era un poco agria47, entretanto, Nastia Trenbach de la región de Poltava, pone de manifiesto que la profesora María Petrovna «hizo todo lo que pudo para que sus alumnos no murieran de hambre»48, relata que «ella se paraba junto a la puerta y les preguntaba si había comido lo suficientemente. Quien dijera que no, ella le diría al cocinero que le sirviera una segunda ración»49. Vdovychenko Oleksandr recuerda que a él un día le dieron avena dulce que sabía muy bien, así lo expresa «¡Oh, qué sabroso estaba!», especifica que al finalizar él «la lamió con amor el plato»50, puesto que le parecía que así lo llenaba más. Análogamente, Iván Korupii de la región de Zhytomyr, resalta que su abuela le traía constantemente sopa del día anterior, especifica que «desde ese entonces, su plato favorito ha sido el borsh de ayer, en el que hay papas y frijoles demasiado cocidos, que le dan un sabor sin igual»51.
Análogamente, los relatos narran que con los sustitutos alimenticios de orden vegetal se solía hornear panqueques o se preparaban sopas. Kucheruk de la región de Zhytomyr manifiesta que en su casa solían moler todo tipo de hierbas con granos de cereal y remolacha, para hornear una especie de tortillas, detalla que eran «un poco amargas y que punzaban en la garganta»52, pero que así se las comieron. Entretanto, Hanna Soroka comenta que trituraban las ramitas de los árboles para preparar una «sopita de estas espiguillas»53 e Ivanka resalta que su mamá preparó sopa de armuelle y acedera, que para ella fue «la más sabrosa de todas»54.
De igual forma, se encontró que pese a que los alimentos que se ingerían en algunos casos eran para animales o no se preparaban de la forma correspondida, estos eran agradables a las personas, tanto así que volverían a comerlos con gusto, este fue el caso de Vdovychenko Oleksandr, quien señala que su mamá compraba prensados para caballos, ya que esto eran más baratos. Detalla que estos «eran sabrosos»55, pero que a él «le resultaba difícil morderlos»56. Él asegura que si hoy en día vendieran esos prensados en la tienda los «comería hasta saciarse»57. Entretanto, Fedortsova de la región de Vinnytsia menciona que una vecina le invitó a comer una tortilla preparada con papas de la cosecha pasada y grasa para piñones de ruedas, aclara que desde ese momento han pasado 55 años y que «nunca antes ha comido panqueques tan deliciosos en su vida»58. Asimismo, Samoiluk de la región de Vinnytsia indica que su abuela hacía pan con hojas de tilo que era negro y sabroso, por lo que declara que «mientras viva, no olvidará el sabor de aquel "pan" del 1933»59.
5. Fractura de la moral campesina
La extracción de los productos alimenticios por parte de las autoridades soviéticas, en el otoño del año 32, condujo al campesinado a buscar una variedad de sustitutos que les permitiera sobrevivir. En esta época las personas comían todo lo que podían masticar y por lo general eran artículos «impuros»60, a los cuales no le tenían miedo, puesto que el deseo que en ellos vivía era el de comer. A este respecto Anastasia Lysyvets afirma que las personas llegaron a perder «algunos rasgos humanos»61, dado que esta difícil situación los había «convertido simplemente en criaturas hambrientas»62.
Esta anomalía se hace evidente en los testimonios de las víctimas, en donde ellas se comparaban con los animales, que consumían las hierbas que ingerían para sobrevivir, por ejemplo, fue común encontrar expresiones como «todos los niños pastaban al igual que el ganado»63, «se comieron las hojas como lo hacen las orugas» 64, «en resumen, vivía como una cabra» 65. El deterioro de la imagen se agudizó con los cambios físicos experimentados, uno de ellos fue la hinchazón del cuerpo como resultado del proceso de retención de líquidos, a la luz de esta situación uno de los sobrevivientes dijo que sus «piernas eran tan gruesas como los troncos de un árbol» y que «no era un niño, sino un pedazo de tierra ennegrecida»66.
Igualmente, los sustitutos alimenticios fueron comparados con los platos de comida tradicional, para así percibirlos como normal y poderlos comer, así fue dicho: «guisamos ortigas como repollos y como repollos las comimos»67. Sobre este particular Vasyl Sokil señala que «los sustitutos de origen vegetal no provocan emociones de disgusto ni en el narrador, ni en el oyente»68, esto se percibe como algo natural; mientras que aquellos de origen animal, causan mayor conmoción entre las personas, dado que transgrede los valores morales de la sociedad instaurados por la religión, la cual diferencia los animales puros de los impuros. En tal sentido, se encontró que Muravsky Stanislav de la región de Vinnytsia sintió repugnancia al comer «cuervos, urracas y halcones»69, pero justifica su acto por el deseo de vivir, así lo dice: «el hambre no es la madre querida de nadie, y se lo lleva todo, mientras que un ser humano quiera vivir»70.
Al respecto Leon Kass señala que el asco que siente el cuerpo frente a determinado tipo de comida, sirve como mecanismo de defensa frente a posibles enfermedades que se pueda provocar por ingerir un producto no apto para su consumo, en este sentido, el asco que siente una persona es el que la protege del envenenamiento, a raíz de las propiedades contaminantes que pueda contener los artículos a consumir, a su vez indica que esta sensación permite diferenciar a los humanos de los animales, por ello se convierte en un referente básico en el proceso de civilización, que se desarrolla entre los 4 y 7 años de edad71.
Por su parte, Paul Rozin indica que el asco al ser un indicador de desaprobación moral, causa una sanción social en aquellos individuos que consuma algún producto que tengan estas características, pero llama la atención al decir que la carga valorativa que tiene este sentimiento varía de acuerdo con la cultura, puesto que para algunas comunidades el consumo de determinado artículo puede ser repugnante, más no para todas es considerado como inmoral, para aclarar esta situación dice que «mientras que comer carne de perro atropellado es repugnante prácticamente para todas las sociedades, es inmoral solo para algunas culturas»72.
En este marco de relaciones, se identificó que el campesinado ucraniano tuvo que comer animales que se encontraban prohibidos por su valor moral y sagrado, en el primer caso se ubican los perros y los gatos, mientras que en el segundo, los caballos, palomas, arañas y ruiseñores. Lo sagrado en este último grupo de animales radica en el papel que cumple al interior de la cultura popular, por ejemplo, los ruiseñores son considerados como el alma del pueblo ucraniano, su canto se compara con la «melodiosa lengua materna»73, de allí que una de las víctimas dijera que todos los campesinos querían tener uno en su jardín, así lo narró: «En Ucrania, el ruiseñor es un símbolo nacional. Un ruiseñor evoca una imagen del pueblo ucraniano con sus huertos, campos y casas encaladas. Cada hogar de la aldea reclama una o dos familias de ruiseñores en su huerto como propias»74.
Todo lo anterior evidencia el modo en el que la situación de escasez generada provocó la fractura en los principios y valores de la población, al obligarla a consumir un tipo de alimentos que en otras circunstancias no lo hubieran hecho, por su valor sagrado o porque no era apto para el consumo humano. A su vez, lo llevó a comportarse fuera del marco social permitido, al tener que hurtar para poder alimentarse, exponiéndose a ser judicializados bajo la «Ley de las Cinco Espigas», la cual castigaba con el exilio en campos de trabajo a las personas que sustrajeran cualquier tipo de alimento de las granjas colectivas, al considerar que este era un bien público y, por lo tanto, se estaba robando al Estado con este tipo de acciones.
6. Conclusiones
La identidad de la población campesina cambió en el momento que ellos ingresaron a las granjas colectivas, en donde se les regularon las prácticas y costumbres que tenían en el campo de la alimentación y nutrición, mediante la instauración de un sistema de racionamiento, implementado por los comedores públicos, los cuales tenían la responsabilidad de alimentar a los trabajadores, mientras se forjaba en ellos una nueva manera de vivir75.
Asimismo, los hábitos alimenticios se vieron afectados principalmente con la prohibición en la celebración del calendario litúrgico, el cual marcaba los ciclos entre fiestas y ayunos, así como también, determinaba los productos a consumir y la variedad de platos a preparar. Para llenar el vacío generado se instaura el calendario rojo, en el cual la comida ya no juega un papel central, esto no significa que los platos festivos hayan desaparecido por completo, sino que los alimentos pierden su función simbólica y ritual, todo esto se hace dado que, por ejemplo, durante los días de ayuno el rendimiento de los trabajadores se vio disminuido, por lo que se presentó una baja en los niveles de producción económica76. Este hecho llevó a las autoridades a señalar que la confesión religiosa no era algo individual, sino que tenía gran poder de influencia en la población, por lo que pasó a ser considerada como competencia política77.
Igualmente, el fenómeno de la escasez condujo a las autoridades a formar nuevas pautas en la alimentación, en donde se promovió el vegetarianismo78. Esta decisión estuvo sustentada bajo una serie de estudios científicos, desarrollados por la Academia de Ciencias Agrícolas, los cuales recomendaba el uso de «grasas de piñones» así como el consumo de «semillas de sandía y calabazas, soja, guisantes, espinacas, acedera». Para dar respuesta a esta nueva demanda, se da inició a la siembra de todo tipo de raíces y plantas silvestres, como el diente de león, a fin de ampliar la variedad de hierbas con los cuales alimentar a la población, del mismo modo, se formó a los responsables de los comedores públicos, de manera que pudieran hacer mezclas en las que se tuviera en cuenta el olor, el sabor (dulce, amargo, agrio, picante) y la acritud (ásperas, penetrantes) durante la preparación de las nuevas recetas79.
Para la elaboración del pan, también se buscaron sustitutos al trigo y al centeno, con el propósito de dejar la mayor parte de estos productos para la exportación, Natalia Lebyna menciona que entre los experimentos realizados el mijo, el salvado y las bellotas fueron las mejores variantes, al conservar las cualidades nutritivas del producto original. En cuanto a los sustitutos de orden animal, las autoridades emitieron una resolución en el verano de 1934, en donde se incentivó la cría de conejos, debido a que estos animales eran económicos de mantener80.
En síntesis, la cultura alimentaria del campesinado ucraniano se transformó durante el Holodomor y posterior a él, dado que a lo largo de la hambruna la población fue llevada a una situación de mendicidad, en la que tuvo que infringir sus valores y principios para poder sobrevivir, y posterior a ello, las personas no tuvieron otra opción que ingresar a trabajar a las granjas colectivas, en donde el restaurante público les reguló los hábitos alimenticios, les cambió las recetas y las formas de preparación, bajo estas condiciones, el comer dejó de ser un acontecimiento de significación social y político, que mantenía unido al pueblo bajo una misma conciencia nacional, para convertirse en el medio a través del cual se adquiere la energía que el cuerpo requiere a fin de mantenerse físicamente estable.