Introducción
Pero basta con una débil levadura de maldad para hacer levar una masa enorme de absurdidad.1
A continuación se recogen algunos resultados parciales de una investigación sobre el jurista, juez, criminólogo y sociólogo francés Jean-Gabriel de Tarde (1843-1904), más conocido como Gabriel Tarde. El objetivo es explorar las categorías principales que utiliza el autor y comprender las líneas generales de su pensamiento. En particular, se esbozan tres aspectos: la cuestión Tarde-Durkheim, es decir, sus discrepancias y la forma como la obra del primero se vio afectada por el dominio del campo sociológico del segundo; la relación individuo-sociedad en su obra, y su mirada sobre las muchedumbres. Al final se exponen hallazgos y conclusiones.
El método usado es preminentemente hermenéutico; además, se usan las herramientas y metodologías propias de los estados del arte y de los análisis de corte sociojurídico. Las búsquedas se hicieron en bases de datos y en la biblioteca de la Universidad Católica de Colombia, con prevalencia de un período de diez años de producción en América Latina y España. Las revisiones de los artículos indexados se hicieron en español y en inglés, y la obra de Gabriel Tarde se leyó en sus traducciones al castellano. Se advierte que las interpretaciones de la obra pueden verse afectadas por las traducciones del francés al español o del francés al inglés; no obstante, los análisis se han triangulado con otros estudios académicos elaborados a partir de las lecturas originales en francés del siglo XIX.
Los principales hallazgos indican que, en los últimos años, se ha presentado un renovado interés en la obra de este autor, tanto en Europa como en América Latina. En cuanto a las investigaciones regionales revisadas, se destacan las producciones hechas en Argentina, sobre todo por su calidad y profundidad. Asimismo, se encontró que la obra de Tarde podría ser revisada con base en teorías de autores contemporáneos, toda vez que dejó líneas relevantes en cuanto a su mirada acerca del poder, de la imitación, de la relación entre el individuo y la sociedad, las muchedumbres y su papel en la comisión de delitos, etc. Se advierte que queda pendiente continuar con un trabajo sostenido en el ámbito de la sociología jurídica y la criminología que incluya la obra de Tarde en el proceso de pensar el derecho. De alguna manera, este artículo es una invitación a pensar el derecho y la criminología a la luz de la obra de un autor del pasado, que presenta claves para entender el presente.
Los actuales fenómenos de criminalidad en red, delitos transnacionales y ciber-criminalidad podrían examinarse con fundamento en Tarde, quien, sin tener las disposiciones tecnológicas avanzadas del siglo XXI, logró entender que los humanos son seres de la imitación y reproducción de ciertos deseos y creencias; seres que se comportan de manera diferente en soledad y en multitud; seres que tienden a viralizar algunos asuntos que, en principio, parecen irrelevantes. Por consiguiente, sus aportes ayudan a comprender la imitación de delitos en la actualidad, la viralidad de ciertos temas en las redes sociales, los abucheos masivos y digitales, o las celebraciones multitudinarias y catastróficas, entre otros. Para finalizar, se expone la preocupación sobre la manipulación de las masas y la facilidad con la que sucede.
Un recuento sobre la cuestión Tarde-Durkheim
Cuando se habla de la criminología del siglo XIX, se suele recurrir a comentarios desalentadores que descalifican de plano a los estudiosos de este período por razones múltiples. En general, se piensa en autores pasados de moda, anacrónicos, con posturas racistas, machistas o misóginas. Y puede que, en parte, se tenga razón. En diferentes cursos que se imparten en las universidades, estos temas se despachan en una sesión rápida y oscura, en la que el maestro indica que, durante el inicio de esa disciplina, existieron unos cuantos que plantearon ideas innovadoras, pero que hoy están derogadas.
Como se puede ver, el panorama es un tanto desalentador. Dichos eruditos tienden a ser olvidados y sus libros, a ser llevados a lo más lejano de la biblioteca, donde acumularán polvo durante una década más. No obstante, cuando se hace un acercamiento al pensamiento de Gabriel Tarde, sucede otra cosa. Su obra cautiva y se pone a tono con algunas de las preocupaciones del siglo XXI. Los autores que han rescatado el pensamiento del francés descubren, día a día, nuevos elementos en su obra. Es como si la historia le diera la razón en varios aspectos, después de haber sido derrotado por la aplastante corriente durkheimiana y sus planteamientos sobre el suicidio y las reglas del método sociológico.
Las ideas de Durkheim respecto a los hechos sociales, a los que les da el tratamiento de "cosas", generó una cierta unanimidad en el pensamiento francés; luego, al europeo y, por último, al occidental. Y así, de esa manera, Gabriel Tarde dejó de ser una figura central y pasó a ser un juez de provincias con ideas marginadas y, de alguna manera, vistas como conservadoras. Durkheim y sus seguidores ganaron el campo sociológico durante un tiempo y su mirada sobre la sociología y sus métodos se impusieron como un catequismo de la naciente ciencia, ávida por separarse de la psicología, de la filosofía, del derecho y de las formas más floridas de la escritura ensayística del siglo XIX.
Pero en Tarde esas miradas no calaron y, en cambio, su escritura repleta de guiños literarios; sus ideas de la imitación, oposición, e innovación; su colorida hibridez, y su estilo amplio, en el cual los límites se corren y descorren en la lectura de un par de párrafos, hicieron que su pensamiento se olvidara durante un tiempo importante. Empero, de cuatro décadas para acá, ha sido repasado, comentado y publicado.2 La obra del autor de Las leyes de la imitación y Ensayos sociológicos tiene una segunda oportunidad en el mundo, quizá para un público más abierto a lo plural, lo mixto, lo no binario, lo mestizo, etcétera. Si parafraseamos a Tarde, en el centro de las cosas está la multiplicidad y el todo es diferente de las partes; el todo es, en ocasiones, mucho menos que las partes que lo integran. Así como las multitudes, desde su punto de vista, son, en algunos aspectos, inferiores al ser humano individualmente considerado.3
La revisión de Gilles Deleuze a sus conceptos y la inclusión de su referencia en el libro Mil mesetas4 abre una nueva posibilidad de pensar la obra de Tarde y los fenómenos que tal vez en su pueblo provinciano francés (del distante siglo XIX) no tuvieran cabida, pero que, a finales del siglo XX y comienzos del XXI, se presentan en una mayor dimensión.5 Es como si su batería teórica se hubiera desempolvado y engrasado para enfrentar unas nuevas situaciones.6
Un redescubrimiento valioso de un autor opacado por el dominio del campo sociológico que ejercía Durkheim. Después de más de un siglo, cuando Durkheim es el opacado y marginado por la nuevas corrientes sociológicas y criminológicas, el juez de provincias y poeta aficionado vuelve a salir a flote con un renovado interés. Su carácter amalgamado, su falta de respeto por la escritura cientificista -que tanto adoraban los seguidores de las reglas del método sociológico- y su descaro, al pasearse entre múltiples disciplinas y temas, hacen de la obra de Gabriel Tarde una especie de novedad antigua. Un grato redescubrimiento de su "ontología de la diferencia y su microsociología".7
Ese juez, considerado tradicionalista y conservador, es leído por las nuevas audiencias como un innovador y el joven Durkheim, que se presentó como la gran novedad sociológica de su momento (siglo XIX), es recibido por sociólogos y criminólogos actuales entre bostezos o como la ortodoxia sociológica de un período de la disciplina que fue superado y solo se enseña como un recuerdo de las que fueron las aproximaciones científicas de su momento. Resulta increíble que el debate Tarde-Durkheim8 nos siga interesando y que el siglo XXI le dé un nuevo round favorable a Gabriel, quien parecía haber perdido por knock-out, pero que misteriosamente empezó a levantarse de la lona en Europa hace tres o cuatro décadas y, de un tiempo para acá, se sacude y calienta en territorio latinoamericano, en particular en Argentina, donde se empieza a ver como un gran rival, incluso rejuvenecido y listo para el combate.
En el escenario criminológico colombiano han empezado a aparecer referencias a la obra de Tarde. De momento, la revisión y el abordaje del trabajo tardeano sigue siendo tímido, aunque algunas referencias permiten pensar que, al igual que en Argentina, la obra del sociólogo francés puede ser relevante para pensar los fenómenos del crimen y de la violencia en el país.9
El individuo y la sociedad
Para Gabriel Tarde, todas las invenciones o genialidades son individuales, mientras que reserva para la multitud todos los adjetivos adversos que tiene en su haber. En sus palabras, "sólo hay individualidad en materia de genio"10 o, también, "todo lo que es genial es individual, incluso en materia de crimen".11 Aparece, pues, una sociología y criminología de lo micro, de los pequeños seres humanos, sus pequeñas ideas y cuestiones.
Una microsociología que se construye desde las creencias y deseos de los actuantes, en una suerte de juego de espejos múltiples, donde los individuos se copian entre sí y se moldean; se hacen similares a partir de la imitación. Destrozan la diferencia de manera consciente o inconsciente, en procura de la identidad que les aporta la emulación, que va de adentro hacia afuera o viceversa. Una especie de proceso abrasivo que lima las diferencias entre individuos, restándoles peculiaridad y aportándoles parecido. Una similitud que facilita los intercambios cotidianos, en la medida en que aporta previsibilidad y coincidencia a los sujetos interactuantes.
Para Tarde, los individuos no nacen idénticos: se construyen, se hacen idénticos en el proceso de vivir (imitación, oposición e invención son los conceptos relevantes del proceso). De ahí que la resultante -"lo social", más que la sociedad- sea una retícula, una malla que se va tejiendo en la interacción. Una urdimbre siempre abierta a nuevos nudos, confluencias, aprendizajes e intercambios, en un proceso de transmisión que homogeneiza a los interactuantes.
Tarde ingresa en el debate de la identidad y la diferencia un siglo antes y entiende lo social y el crimen desde las teorías del actor-red. Anticipa la mirada foucaultiana del poder y prevé los problemas del crimen en una sociedad interconectada como la del siglo XXI. Para Tonkonoff (acerca del libro de Deleuze sobre Foucault) queda pendiente la tarea de "confrontar la microfísica del poder con la microsociología de Tarde".12 Así mismo, Bruno Latour y Maurizio Lazzaratto han recorrido nuevamente su obra y han encontrado claves y reformulaciones sobre la realidad social y las maneras de conocerla. Para Latour, Tarde es el padre de la teoría de la acción-red, mientras que para Lazzaratto, es el creador de una "ontología del acontecimiento y la multiplicidad".13
Según Tarde, lo social es una distribución de deseos y creencias que resultan siendo imitados, lo que configura un equilibrio inestable, contingente y provisional. Lo social es una organización compleja hecha para la imitatividad y la creación, pero al mismo tiempo es el resultado de estos procesos de imitación, oposición e invención. No existen cosas dadas o esencias en esta mirada; más bien, se entiende la sociedad como un resultado provisorio, donde transitoriamente todo se equilibra o aquieta antes de un nuevo temblor. De igual manera, el hombre o la mujer son entendidos como procesos y resultados inestables, contingentes y transitorios. Individuos que se nivelan mutuamente. Es decir, la vida social es la resultante de una multiplicidad de flujos intermentales que pueden configurar equilibrios inestables y temporales, como una especie de pequeñas mesetas. Algo así como regularidades comportamentales construidas por la interacción misma, en las que existe acción humana, mas no creación humana consciente todo el tiempo.
La imitación propicia el contagio de las prácticas y, en medio del contagio, eventualmente aparecen innovaciones, que siempre son individuales, pero que se atomizan de nuevo en el proceso imitativo. Ana Blanco, en relación con el juez de provincias, explica "la vida social como multiplicidad de flujos de creencias y de deseos que se articulan formando equilibrios inestables que conformarían, al mismo tiempo, sociedades e individuos".14
Como se observa, las diferencias entre Tarde y Durkheim no solo son de carácter o no descansan en ligerezas temporales y en asuntos personales, sino que forman parte del núcleo mismo de sus disímiles aproximaciones teóricas.
Las muchedumbres
Multitud, muchedumbre y masa son, para Tarde, conceptos principales en el desarrollo de su obra. Son usados indistintamente a lo largo del texto o se usa uno u otro de acuerdo con la traducción que se esté consultado. La muchedumbre, como se verá, tiene características negativas y se encuentra vinculada con las conductas criminógenas, a diferencia de las agrupaciones constituidas que podrían nombrarse corporaciones, a la cuales se les concede características positivas. Incluso se aprecia en su obra una exaltación de dichas formas organizativas; ejemplo arquetípico: el Ejército. En otras palabras, aparecen dos maneras de organización de los sujetos: una destructiva y caótica -la muchedumbre- y otra productiva y ordenada -la corporación-. Tarde lo dice de la siguiente manera:
Entonces nacerá espontáneamente este primer grado de asociación que llamamos muchedumbre. Por una serie de grados intermedios, nos elevamos de este agregado rudimentario, fugaz y amorfo, a esa muchedumbre organizada, jerarquizada, duradera y regular, que se puede llamar corporación, en el sentido más amplio de la palabra. La expresión más intensa de la corporación religiosa es el monasterio; de la corporación laica, el regimiento o el taller. La expresión más vasta de ambas es la Iglesia o el Estado.15
En la muchedumbre, los liderazgos son transitorios y vagos. En ocasiones, la misma masa no tiene liderazgos y deviene en masa anodina, mientras que en las corporaciones, los liderazgos son más estables y se afirma que el liderazgo corporativo puede trascender la vida misma del líder. Esto lo ejemplifica con el papel de los líderes de la Iglesia o del Ejército que, aun después de morir, siguen impregnando las actuaciones de sus seguidores, a pesar de haber cesado su actividad vital. El líder vale más que sus seguidores en la versión tardeana; es más, el grupo vale tanto como valen sus líderes.
Caso contrario ocurre con las muchedumbres, las cuales, considera, son movidas por fuerzas incendiarias y mezquinas que hacen las veces de una chispa lanzada sobre una materia combustible y, una vez empieza arder el conjunto, la chispa desaparece, es irrisoria o pierde cualquier trascendencia. También para esto utiliza la metáfora de la levadura -que da nombre a este artículo- y señala que los instigadores o agitadores son equiparables a una mínima dosis de levadura que actúa sobre la masa. Pero muchas veces, cuando la masa leuda, ya no existe levadura.
Los fenómenos masivos actuales, como los de las redes sociales, parecen demostrar esta aproximación teórica: un incendiario lanza su levadura de odio sobre un canal de imitación y, de repente, crece una masa acéfala de imitadores agresivos. Masas fermentadas con o sin intención, que se comportan de manera absurda, fanática y partidaria. A veces, sin más propósito que la de formar parte de la muchedumbre embriagada en su propia agrupación. Luego decrece la muchedumbre digital y todos olvidan aquel incendiario que elevó la masa, con o sin propósitos claros.
En Tarde, de hecho, el fenómeno constituye un problema en sí mismo, toda vez que, en sus palabras, la muchedumbre embriaga y envilece a los individuos. Sus actuaciones toman visos pueriles; de ahí que, para el autor, la masa es inferior al individuo en cuanto a condiciones morales se refiere. Enuncia en uno de sus ensayos: "La muchedumbre es mujer", lo que le concede la condición femenina en cuanto a carácter.16 Advierte que se refiere a la condición global de la muchedumbre y no a las partes consideradas de manera individual. Pues, aunque le asigna el adjetivo femenino al fenómeno, afirma que dicha multitud suele estar compuesta por hombres. A manera de ilustración:
En resumen, por su capricho rutinario, su docilidad rebelde, su credulidad, su nerviosismo, sus bruscos saltos de viento psicológicos de la furia a la ternura, de la exasperación a la carcajada, la muchedumbre es mujer, incluso cuando esté compuesta, como casi siempre sucede, de elementos masculinos.17
Desde su perspectiva, la muchedumbre, en su conjunto, es inferior al sujeto cabal en solitario: el ser humano, individualmente considerado, es fuerte, sabio y ponderado. Muchos seres juntos (arrumados, hacinados) configuran una masa absurda y femenina.
Esta mirada es compleja y puede ser entendida de modo diferente si eliminamos la carga de violencia simbólica puesta sobre ella. Para el lector actual, estas comparaciones, metáforas y desplazamientos metonímicos resultan incómodos y estridentes. Se podría escribir otro capítulo que analice si la obra de Tarde es misógina o si solo usó los términos y las formas de su momento histórico. Quizá juzgar la obra del siglo XIX con los marcos epistemológicos actuales sea incorrecto o, al menos, impreciso y anacrónico.18
Se podría interpretar que Tarde quiere decir que la multitud es voluble. Con seguridad resuena en este comparativo la ópera Rigoletto, de Giuseppe Verdi, que dice "La donna è mobile": la mujer es cambiante, voluble. Tonkonoff subraya que, para Gabriel, la multitud es femenina en temperamento y por esta razón entiende que las muchedumbres son un factor criminógeno. Entonces, podríamos interpretar que, para el juez de Sarlat, lo masculino sería sinónimo del orden y del cumplimiento de las normas, desde el punto de vista de su carácter. Empero, resulta un tanto contraintuitivo o, al menos, paradójico, puesto que es bien conocido para cualquier criminólogo que quienes más incumplen las normas y cometen crímenes son los varones. No obstante, no se refiere a la cantidad de delitos perpetrados por los sujetos, sino al carácter del cuerpo colectivo resultante.
De hecho, Tarde explica la mayor comisión de los delitos por parte de los hombres en el hecho de que las mujeres pasan más tiempo encerradas en su hogar, argumento que es falaz y difícilmente aceptable. Si bien su obra es digna de muchos elogios, este tipo de respuestas merecen críticas severas por su ligereza en el análisis de ciertas prácticas criminales. Al respecto dice:
Muy felizmente para las mujeres, su género de vida, que las encierra en su casa, las condena a un aislamiento relativo [...]. A esto se debe quizás en parte la diferencia tan grande entre la criminalidad de ambos sexos, en pro del más débil.19
De igual manera procede con el análisis de la criminalidad del campo y de la ciudad, al declarar la menor criminalidad del primero en función del encierro y del distanciamiento en el que se encuentran sus habitantes. Lo mismo se podría decir de las comparaciones de la muchedumbre con los niños, al sostener que las muchedumbres presentan un carácter pueril o también con su carácter primitivo o salvaje. El buen comportamiento se interpreta relacionado con la Europa decimonónica, mientras que el desorden y la destrucción, con los territorios de ultramar que, para esa época, se regentaban como colonias o permanecían en un estado "primitivo", ante los ojos y los marcos epistemológicos de su tiempo. Tales expresiones resultan simplistas y desdibujan lo más notable de su obra. De hecho, pareciera que, por momentos, es indispensable pasar por alto algunas de ellas para poder capturar la importancia de su obra.
Es menester mencionar que el análisis de las muchedumbres, multitudes y masas no fue un asunto solo de Gabriel Tarde. Estas exploraciones sobre los crímenes de las multitudes y la esencia misma del fenómeno multitudinario fueron adelantadas por Gustave Le Bon, Scipio Sighele y otros, quienes además formulaban distinciones más claras entre los conceptos de muchedumbre y masa (por poner un ejemplo, pero sin detenernos en este aspecto, ya que no es el centro de nuestro estudio). Se podría decir que se percibe en Tarde y en sus contemporáneos un gran temor por el poder popular y por las convocatorias multitudinarias. Sin embargo, después de la lectura de su obra quedan algunas dudas, por ejemplo, en qué momento el individuo inteligente y formado se transforma en muchedumbre o por qué, de su estado masculino y singular previo, se hace transición a uno femenino y plural, o por qué la masa es inferior al sujeto individualmente considerado.
Desde el punto de vista práctico, se podría decir que, desde su perspectiva penal y criminológica, el sujeto inserto en la multitud debería presentar atenuantes en sus conductas punibles, toda vez que su mente no se encuentra en el punto pleno de capacidad, sino más bien menguada por el efecto embriagador del agrupamiento mismo. La constatación penal apunta, en cambio, a la agravación de las conductas. Tarde utiliza el término "el alma de la multitud" para referirse al fenómeno embriagador y agrupador que tiene efectos sociológicos y psicológicos.
La muchedumbre suele tener características psicológicas y conductuales diferentes a las de los sujetos tomados en singular. La muchedumbre no es el resultado de una sumatoria de partes, sino de una fusión de sujetos, donde la individualidad se ve comprometida. Ello indica que, para Tarde, el todo no es igual a la suma de las partes y que aquel es inferior a estas individualmente consideradas.
La muchedumbre presenta una regresión en relación con el individuo. Configura un retroceso espiritual, moral, intelectual y una desescalada en el proceso de evolución social, sin importar si dichas agrupaciones anodinas y "monstruosas" se presentan en el campo o en la ciudad. De hecho, plantea que en toda muchedumbre citadina siempre existe algo de "salvajismo", como si el encuentro multitudinario -seguido de la locura, la infantilidad y la embriaguez de este juntarse- despojara al individuo blanco, europeo, culto y decimonónico de sus condiciones más preciadas y lo devolviera a un estado previo de salvajismo, a otro paraje del globo donde el proceso civilizatorio aún no ha obrado de manera correcta.20
Ya lo había mencionado: en el pensamiento tardeano están muy presentes los criterios de civilización y barbarie como elementos de análisis; no obstante, lo innovador en esta reflexión es su carácter transitorio y la posibilidad del despojo momentáneo de dichas pautas civilizatorias. Lo mismo sucede con las nociones de locura y salud: la muchedumbre es equivalente a un ser alienado, a un enfermo mental. De ahí que un conjunto de personas sanas, psíquicamente hablando, puedan devenir fácilmente en un solo y único loco: la muchedumbre:
La muchedumbre se lanzó, y se puso, naturalmente, a romper vidrios, a destruir todo lo que pudo. Observemos de paso ese singular gusto de las muchedumbres por los vidrios rotos, por el ruido, por la destrucción pueril: es una de sus numerosas semejanzas con los borrachos, cuyo mayor placer, después del de vaciar las botellas, es el de romperlas. En este ejemplo, el primero que silbó, que gritó, probablemente no se dio cuenta de los excesos que iba a provocar. Pero no olvidemos que allí se trata de una agitación precedida por muchas otras, que tuvieron sus agitadores más conscientes y más voluntarios.
Pasa también, a menudo, que una muchedumbre puesta en movimiento por un núcleo de exaltados, los sobrepasa y los reabsorbe, y, convertida en acéfala, parece no tener conductor. La verdad es que ya no la tiene, así como la masa levada ya no tiene levadura.21
A la muchedumbre se le asignan otras cuantas condiciones negativas, como la vanidad. Es decir, para Tarde, esta es ligera, banal, pero también es vanidosa, al estilo de los delincuentes, en la medida en que el delincuente tiene entre sus rasgos principales una gran vanidad y esto lo comparte con las muchedumbres.
Conclusiones
Lo primero que se puede indicar sobre este autor es el renovado interés en su obra; tanto que algunos acuñaron la expresión tardomanía. Su trabajo es complejo y expone la idea de multiplicidad, lo que la hace muy actual, aunque ciertas expresiones pueden resultar anacrónicas o incómodas, desde el punto de vista de la violencia simbólica contra ciertos grupos históricamente marginados, dominados, considerados inferiores o débiles. El lenguaje con el que escribe puede llegar a reproducir esa carga de desigualdad y violencia simbólica de la que habla Pierre Bourdieu.
En Tarde se aprecia un rechazo a la mirada de Durkheim y al cientificismo sociológico. Esta postura es notoria, así como la idea de pensar los fenómenos más allá de la diada individuo-sociedad y pasar a conceptualizaciones más complejas, por ejemplo, la de la sociedad como un entramado de redes inestables y transitorias. Más que sociedad, se habla de ensamble en construcción y, más que de orden jerárquico, una suerte de orden rizomático. En esto, la obra de Tarde puede ser pensada a la luz de Deleuze y Foucault.
El orden como un ordenarse: aquí, la obra de Tarde podría ser revisada a partir de las teorías de los neoinstitucionalistas de la ciencia política (North u Ostrom, por poner algunos ejemplos). La noción de imitación e innovación no estaría lejos de las conceptualizaciones de instituciones y corporaciones de los economistas y politólogos de gran acogida actual.22 Queda pendiente continuar con un trabajo sostenido en el ámbito de la sociología jurídica que incluya la obra de Tarde en el proceso de pensar el derecho. Hoy en día se adelantan revisiones críticas que abarcan las miradas desde el interaccionismo simbólico y otras más agencialistas. Valdría la pena que esta propuesta entrara en conversación con ese nuevo desarrollo de la criminología y la sociología jurídica.23
La postura del juez francés adquiere lectores e importancia, debido a que cada vez nos encontramos en una sociedad más reticular, donde los análisis sobre imitación permiten el avance de otras disciplinas como la psicología social24 y la criminología. Los fenómenos del crimen en red, los delitos transnacionales y la cibercriminalidad son asuntos de primer orden en el escenario político y jurídico global y no solamente los delitos son imitados en las nuevas plataformas tecnológicas: también las formas de tramitar los asuntos delictivos por parte de las agencias del Estado se rigen por esta lógica y, por supuesto, el cubrimiento que estas cuestiones tienen en los medios de comunicación.25 Esto ha llevado a que las nuevas tecnologías introduzcan variaciones e innovaciones en los modos de interactuar entre los sujetos, que siguen el proceso de imitatividad.
Los aportes de Tarde podrían ayudan a comprender el problema de la imitación de delitos y cómo ciertas conductas que históricamente se habían ejercido en un lugar del mundo, de repente, se viralizan en otro, dada la rapidez con la que surgen invenciones criminales en la web y los actos de abucheos y matoneo que se desatan en diversas aplicaciones y plataformas. Si bien en Tarde el crimen siempre será entendido como un fenómeno colectivo, que guarda relación con los otros, la invención es vista como un producto de la genialidad que solo puede ser individual.
A pesar de que, en esta perspectiva, el concepto de muchedumbres apareja un sinnúmero de adjetivaciones poco alegres, aparece una idea que es perturbadora y potente: la manipulación de las masas es sumamente fácil. Basta con un agitador y un grupo humano multitudinario para que el efecto se propague. El otro punto preocupante es la carga de azar que entraña este proceso.
Los individuos se comportan de manera diferente cuando están en las multitudes y son insuflados por un instigador. El "alma de las muchedumbres" los invade y la imitación multiplica de manera exponencial estos flujos intermentales. Cuanta mayor conexión, mayor viralidad. Pero estas prácticas multitudinarias rara vez serán productoras de institucionalidad o beneficio; más bien provienen de cierto orden espontáneo, que involucra, pero carece de dirección. ¿Será que es una masa que leva sin propósito y que jamás será pan, solo seguirá creciendo en la putrefacción, sin que nadie la gobierne?
A manera de cierre, quedan otras preguntas en el aire:
¿El aumento de la intercomunicación es garantía de una mejor democracia o, por el contrario, es uno de los mayores riesgos de la institucionalidad actual?
¿Son las muchedumbres ese monstruo que caracterizó Gabriel Tarde durante el siglo XIX o lo que hablaba en él no era más que un gran temor a los procesos de democratización en Occidente?