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Ideas y Valores
Print version ISSN 0120-0062
Ideas y Valores vol.58 no.139 Bogotá Jan./Apr. 2009
Descartes, René. Meditaciones acerca de la Filosofía Primera. Seguidas de las objeciones y respuestas. Traducción de Jorge Aurelio Díaz. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Centro Editorial Facultad de Ciencias Humanas, 2009. 627pp.
Difícil pensar que una obra como las Meditaciones de Descartes, tan estudiada en nuestro medio académico a través de excelentes versiones al español -considérese la de García Morente (del francés), la de Ezequiel de Olaso (del francés) o la del mismo Vidal Peña (del francés cotejando a veces el latín)-, pudiera gozar todavía de una notoria mejoría, y que, como si fuera poco, tal mejoría fuera el fruto del trabajo de uno de nuestros más cercanos colegas. He aquí las ventajas que nos regala esta nueva edición.
Para empezar, siempre ha sido fuente de discrepancias entre traducciones de las Meditaciones el reconocimiento que se hace de la versión francesa como original al mismo nivel de la edición latina. La decisión de incluir la versión al francés dentro del corpus original cartesiano está sustentada en el hecho de que el propio Descartes la revisó y autorizó. Entonces, muchas de tales discrepancias, que parecerían comprometer la fidelidad de la traducción, terminan siendo resueltas -tras consultas cruzadas con y entre originales-, como opciones del traductor por uno u otro original según su criterio. Este es el caso de Vidal Peña, quien manifiesta traducir del francés, pero reservándose el recurso de hacerlo a veces del texto latino, cuando le parezca que refleje mejor el propósito del autor o que así evite las distorsiones de Clerselier1. Valga aclarar que tales distorsiones provendrían de las ediciones ulteriores, en las que el traductor se tomó cierta libertad, inconsulta esta vez, respecto de la opinión de Descartes, lo que no fue el caso de la primera edición. Pareciera que el problema de la mano de Clerselier en las Meditaciones ya se hubiera solucionado con el criterio que estableció Adam, el editor: no valen como originales cartesianos las variantes que Clerselier introdujo después de la primera edición francesa de 16472, por la sencilla razón de que Descartes, ni las conoció, ni mucho menos las aprobó.
Esta edición nos ofrece, como interesante primicia, los dos originales con sus correspondientes traducciones, además de las anotaciones a las más significativas variantes entre ellas. Hasta donde estoy informado, podremos por primera vez leer las Meditaciones de Descartes en español en una versión enteramente proveniente del original en latín.
Una segunda ventaja está en que contiene las objeciones y respuestas. Como se sabe, Descartes hizo circular restringidamente sus Meditaciones en una especie de lo que hoy llamamos un preprint (prepublicación), y acopió observaciones de filósofos y teólogos prestantes, nada menos que Hobbes y Gassendi entre los primeros, y Mersenne y Arnauld entre los segundos. Las objeciones recogidas y sus réplicas constituyen el material que se ha vuelto imprescindible para conocer el contexto intelectual y cultural en que se produce el quiebre moderno de la filosofía.
Contiene además las advertencias editoriales de Charles Adam, en las que se exponen y sustentan los criterios que guían la edición de las Meditaciones tanto en latín como en francés; allí se aprecia el esfuerzo del editor por eliminar cualquier rastro que atente contra la originalidad y autenticidad del texto cartesiano. Para efectos de orientación y citación, la presente edición brinda también la paginación original según la edición canónica de las obras de Descartes por Charles Adam y Paul Tannery, citadas siempre como AT.
Observando los facsímiles de los frontispicios (35-41) de las ediciones de las Meditaciones, recordamos ciertas vicisitudes relacionadas con el título mismo de la obra, el cual era objeto ya de controversia entre Descartes y su corresponsal predilecto, Mersenne. Éste, haciendo uso de cierta libertad que le había concedido el autor, había aludido en el subtítulo de las Meditaciones a la demostración de la inmortalidad del alma, lo cual molestó a Descartes, quien en la edición de 1642 sustituyó la alusión por la más filosófica, metafísica si se prefiere, de demostración de la distinción del alma respecto del cuerpo. Descartes alega que en realidad él no ha demostrado la inmortalidad del alma, aunque en cierto sentido ello se desprenda de la distinción propuesta; es decir, sólo en el sentido de que no muere con el cuerpo, lo cual no quita a Dios el poder de aniquilarla. Estas son las sutilezas que ya desde el título de la obra se empiezan a poner de manifiesto, y que invitan a la lectura de esta clásica pieza de la literatura filosófica.
Gonzalo Serrano Escallón
Universidad Nacional de Colombia gserranoe@unal.edu.co
1Introducción a Descartes: Meditaciones Metafísicas con objeciones y respuestas.
Introducción, traducción y notas por Vidal Peña. Madrid: Alfaguara, 1977: XLIV.
2 Oeuvres de Descartes, editadas por Adam, Ch. y Tannery, P. París: Vrin, 1996: AT IX, ix.