Introducción
En la actualidad se están implementando los compromisos establecidos en el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera, firmado entre el Gobierno colombiano y las FARC-EP en el 2016, como documento final del proceso de paz que se desarrolló en La Habana, Cuba, durante cuatro años. El periodo que antecede a estos diálogos estuvo marcado por el endurecimiento de las posiciones insurgentes y contrainsurgentes, en el marco de la Política Integral de Seguridad y Defensa para la Prosperidad (Ministerio de Defensa, 2011), adelantada por el presidente Juan Manuel Santos. Así, los discursos1 gubernamentales y guerrilleros que circularon durante 2010-2012 corresponden a la última etapa de la política que buscaba solucionar el conflicto interno exclusivamente por la vía armada.
Este artículo se centra en los discursos guerrilleros de ese periodo. Su objetivo es sintetizar cómo funcionó políticamente el insulto contra los enemigos construidos en sus comunicaciones, a partir de una parte de los resultados de una investigación reciente (Cediel, 2016); con ese fin, en el artículo se abordará la función polémica de los insultos en los discursos de esa guerrilla. El análisis de estas regularidades en sus modos de decir permite ver cómo se gestionan diferencias a propósito de cuestiones sociales ante las cuales se manifiestan desacuerdos, desde posiciones políticas en divergencia. Esta investigación contribuye al entendimiento del discurso de las FARC-EP como parte de la oposición política en el país y a la comprensión de esta guerrilla como actor histórico insurgente. Esta comprensión resulta fundamental en un periodo donde se avizora la transformación de las FARC-EP en un actor político legal y la aparición de desacuerdos en el espacio democrático, por su inserción en dicho sistema.
1. Fundamentación teórica
Desde los estudios de la cortesía y, particularmente, a partir de los aportes de la pragmática sociocultural (Bravo & Bernal, 2015; Brenes, 2011; Fuentes, 2016; Fuentes & Alcaide, 2008; y, en general, Estudios sobre el Discurso de la Cortesía en Español [EDI-CE], 2017), se ha analizado el insulto como un acto descortés que transgrede las normas sociales de los intercambios comunicativos. Esa transgresión responde a premisas culturales que hacen específica la evaluación descortés en cada comunidad de práctica (Kaul, 2014). Desde este enfoque se ha privilegiado el problema de la imagen social construida a través de actos (des)corteses, esto es, cómo autoafirman su identidad los sujetos y cómo se integran a los grupos donde actúan. Para enfatizar en este tipo de función social identitaria, al respecto del insulto en el habla juvenil amistosa, Zimmermann (2005) propuso el término anticortesía. Esta categoría ha servido para adelantar análisis sobre el uso de disfemismos en el lenguaje juvenil, orientado hacia la construcción de imágenes positivas en los endogrupos (Escamilla, Vega, Morales, Samper & Torres 2014; Gómez, 2014; Hernández, 2014).
En los ámbitos anglófono e hispanófono de los estudios del discurso político, el insulto no ha sido un objeto de especial interés2. Por el contrario, en los análisis recientes (Arnoux & Zaccari, 2015; Gallardo-Paúls, 2014; Fairclough & Fairclough, 2012; Laborda, 2012; Ochieng, Oketch & Hameed, 2016; Olave & Arnoux, 2016; Van Dijk, 2008; Wodak, 2012; entre otros) la violencia verbal es leída como síntoma de actitudes antipolíticas y de cierto vaciamiento o desviación del lenguaje políticamente correcto.
Las caracterizaciones discursivas de la guerrilla FARC-EP (Bolívar, 2006; Estrada, 2004; Sabucedo, Barreto, Borja, De la Corte & Durán, 2006) han seguido esa misma tendencia. Estas visiones han coincidido en que el uso del insulto en el discurso guerrillero lo deslegitimó como actor político, toda vez que la enunciación vituperante contradice el intercambio argumentativo razonado, esto es, le resta racionalidad a las interacciones políticas, cuya función sería la resolución de diferencias a través de argumentos e, inclusive, amenaza la dinámica de los sistemas democráticos (Alvarez, 2009; Bolívar, 2008; González, 2010; Núñez, 2000). Lo anterior se debe a que desde algunas visiones normativas de la argumentación, como la pragmadialéctica (Van Eemeren & Grootendorst, 2004; Van Eemeren, 2010), argumentar es una actividad verbal y social donde se presentan desacuerdos que deben resolverse por vías puramente racionales.
No obstante, en este reporte de investigación el vituperio es abordado desde otros aspectos que permiten entender la dimensión persuasiva de su uso. El uso del vituperio en política se ha empezado a estudiar recientemente desde enfoques retórico-argumentativos no normativos, que permiten una comprensión tanto del elemento lingüístico en sí mismo como de su función dentro de las polémicas públicas (Danblon, 2002; Hastings, 2009; Orkibi, 2012; Olave, 2013, 2016; Rosier, 2012). Hablar de retórica argumentativa significa deshacer la dicotomía normativa entre estas disciplinas (del lado proscrito, la retórica como manipulación y, del otro, la argumentación como racionalidad del buen juicio) y reconocerlas como partes de un continuum cuya base común es la persuasión. En este enfoque, el trabajo de Amossy (2000, 2008) ha resultado fundamental para entender que no solo existe argumentación en el discurso intencionalmente persuasivo, sino también en la dimensión argumentativa que tiene toda palabra en la esfera pública, por su capacidad de influir sobre los otros. Como lo resumen Danblon y Nicolas (2010, pp. 33-34), las perspectivas retórico-argumentativas están interesadas en comprender la efectividad persuasiva de ciertos usos de la palabra pública, no para condenar las motivaciones que llevarían a razonamientos falaciosos, sino precisamente para explicar y comprender la eficacia de esos mecanismos.
El género epidíctico, del cual forma parte el vituperio, versa sobre juicios de valor negativos que se difunden en el espacio público, para buscar la adhesión del auditorio, lo cual se logra reforzando los valores comúnmente admitidos y los rechazados (Perelman & Olbrechts-Tyteca, 1989), o bien, modificándolos (Cassin, 2008), para lograr la unión de la polis en torno a esos valores. Este género es el único en el que el objeto de juicio no se confunde con el objeto de discurso: en él no solo se habla sobre el asunto, sino que se resalta la manera en que se emite el discurso (Danblon, 2002, p.129). Otras características del género epidíctico es que el orador presenta su discurso como si fuera verdad, lo cual genera en el auditorio la sensación de que lo enunciado refiere valores universales que deben ser aceptados. Esta estrategia del orador provoca un efecto de validez que es aprehendido por los espectadores. Así, la indignación, producto de la ofensa, es más fuerte que el elogio en el momento de influir en la emoción colectiva (Danblon, 2002, p.130). Esto se da porque la indignación es una emoción política que presupone normas y reglas. El uso del modo expresivo le permite al orador mantener la realidad social, compuesta por convenciones a las que los ciudadanos se adhieren y que se han establecido por medio del discurso.
Para Amossy (2008), asimismo, el objetivo de un discurso epidíctico es reafirmar la identidad del grupo y fortalecerlo en torno a valores morales, para lo cual se suele apelar al sentimiento. La construcción del ethos (Amossy, 2010) tiene aquí un papel fundamental, dado que la imagen de sí que formula el orador sobre sí mismo, contribuye a la construcción de identidades y de diferencias en el discurso. De ahí que los enunciados vituperantes sean una muestra de cómo el enunciador configura verbalmente relaciones de diverso tenor con él mismo, para reafirmarse o construir colectivos solidarios; con los otros, para polemizar con los enemigos; y con los discursos anteriores a los que apela, para actualizar tópicos ideológicos. Las polémicas introducidas se entienden aquí como modos retórico-argumentativos caracterizados por la descalificación de los oponentes, la dicotomización de las posiciones y la polarización del espacio social (Amossy, 2014). Además, se trata de polémicas movilizadas o sostenidas por el uso de memorias discursivas, es decir, de la articulación, selección y adaptación de discursos políticos anteriores dentro de un mismo sistema de creencias (Courtine, 1981).
La construcción de esas relaciones implica la construcción discursiva de los sujetos (Arrieta, 2013, Olave, 2018) y, en este caso específico, la representación de amigos y enemigos políticos a través del vituperio. Verón (1987) propone, de hecho, que la construcción de "prodestinatarios" y "contradestinatarios" es consustancial al discurso político, pues desde esta múltiple destinación se excluye o se adhiere a los colectivos a través de los enunciados. Atenderemos, entonces, a la dimensión política del insulto en cuanto funciona en la discursividad guerrillera como eje de la identificación y la definición de sus contradestinatarios.
En adelante explicaremos los aspectos metodológicos y expondremos los resultados del estudio, relacionando los enunciados vituperantes con sus condiciones históricas de producción y describiendo los contradestinatarios construidos. En esa descripción revisaremos el contenido polémico de los vituperios en función de las memorias discursivas que actualizan. Orientaremos las conclusiones hacia una dirección convergente de los enunciados vituperantes: la construcción de un cierto ethos que apela al efecto de parrhesía (Foucault, 2004) para mostrarse como el sujeto que se pone en riesgo vital al "atreverse" a decir la verdad de manera violenta. Un tal ethos parrhesiasta constituyó una demostración de fuerza frente al enemigo y una estrategia de preparación militante de las tropas, antes de sentarse a dialogar con el Gobierno, en 2012. Pensamos estos resultados, además, en torno a la dimensión estratégica de ese tipo de ethos en el escenario de la política contemporánea, donde el insulto aparece de manera cada vez más recurrente como una impostura crítica contra la llamada "política tradicional".
2. Metodología
La fuente primaria de este artículo la constituye un corpus compuesto por 93 comunicaciones públicas de las FARC-EP emitidas entre 2010 y 2012 (FARC-EP 20102012). Ese corpus, usado en otras investigaciones de mayor alcance (Cediel, 2016; Ola-ve, 2016), incluye una variedad de géneros textuales, como artículos de opinión, cartas, comunicados y homenajes. De esas 93 comunicaciones se extrajeron los enunciados en los que aparecieron formas de usos vituperantes. Estos enunciados fueron relacionados, en primera instancia, con las temáticas o tópicos que referían, con lo cual los vituperios hallados quedaron asociados con seis acontecimientos principales de la vida política nacional. Cada uno de estos sucesos clave reúne la dispersión de los discursos analizados y agrupa un conjunto de enunciados vituperantes que serán ejemplificados en la sección de resultados. Estos acontecimientos se utilizarán como eje vertebrador para presentar los fenómenos analizados.
El análisis siguió un método inductivo, a partir de los procedimientos establecidos por la teoría fundamentada (Gibbs, 2012). Con apoyo del software Atlas ti 6.2 se codificaron (Strauss & Corbin, 2002, p.124) las regularidades halladas, según las condiciones sociohistóricas que les dieron origen y las funciones de los vituperios en el orden de lo polémico.
La identificación de las condiciones sociohistóricas de emergencia de la retórica vituperante permite situar la aparición de este tipo de enunciados en los comunicados del grupo insurgente y ordenar la presentación de los resultados. Las diversas formas de uso del vituperio no pretenden conformar una tipología, dadas las limitaciones metodológicas que impone el recorte de los datos y el escaso interés que tiene el perfil taxonómico para el enfoque retórico-argumentativo, antes especificado. Se trata, en cambio, de relacionar esos usos con las dimensiones política y argumentativa del género epidíctico, dentro de las cuales se inscriben, para comprender su efectividad persuasiva. En el artículo se privilegia la descripción del criterio polémico, desde dos aspectos del vituperio: el primero es el interdiscurso, que tiene en cuenta la relación que establece cada enunciado vituperante con referentes ideológicos anteriores. El segundo es el tipo de contradestinatario, en el cual se explicita el adversario contra el cual va dirigido cada vituperio particular.
3. Resultados
Los enunciados vituperantes en el discurso guerrillero aparecen articulados con un conjunto de situaciones históricas en la vida política del país y de las dinámicas propias del conflicto interno. Entre estos acontecimientos resaltan seis que motivaron una mayor cantidad de enunciados vituperantes: el asesinato del jefe militar de las FARC-EP, alias 'Mono Jojoy'; las elecciones presidenciales de 2010; el Plan Nacional de Desarrollo (PND) del primer Gobierno de Juan Manuel Santos; la crisis fiscal; la ola invernal (fenómeno de La Niña); y la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras. En la Tabla 1 se ejemplifica y analiza la relación entre los insultos, sus condiciones sociopolíticas de emergencia y la función polémica que cumplen. Se subraya de nuevo que los ejemplos provistos en la Tabla no constituyen la totalidad del corpus analizado, sino que ilustran la función polémica atribuida y cada uno representa un subconjunto de los enunciados vituperantes asociados con los acontecimientos que los motivaron. En el desarrollo posterior de la Tabla 1 también se introducen otras ejemplificaciones.
El discurso guerrillero intervino en los hechos sociopolíticos del periodo analizado como un discurso indignado de denuncia y desconfianza contra la gestión gubernamental. La principal herramienta retórica de esa discursividad fue la vituperación; el lugar de enunciación y sus condiciones de ilegalidad y clandestinidad explican esta extensión de la violencia física hacia la palabra como un modo de "hacerse oír" en el espacio público.
Un elemento común a esos usos vituperantes fue la presencia de contradestinatarios con los cuales no se pretendía dialogar ni establecer algún debate. Por el contrario, el contradestinatario fue construido por la insurgencia como punto de anclaje para dirigirse a un tercero de doble instancia: la tropa guerrillera y la ciudadanía desarmada, a quienes sí se pretendía persuadir. De esta manera, las FARC-EP utilizaron los vituperios con el ánimo de reforzar y ganar adeptos contra las clases dirigentes y sus esferas de influencia, como el sector privado y los medios de comunicación.
Se puede afirmar que en las comunicaciones públicas estudiadas existen algunas regularidades en el aspecto polémico. Sus interdiscursos más frecuentes son el antiestadounidense y el socialista, relacionados directamente por la tradición antiimperialista del socialismo. El antiestadounidismo fue construido a través de califi caciones insultantes, como proyanqui, gansteril, macartismo contumaz, receta gringa e imperialismo yanqui, entre otras construcciones asociadas con su línea ideológica, como se ejemplifica en la segunda cita, extraída de los documentos programáticos de esta guerrilla- "[...] es necesario forjar en el proceso del enfrentamiento armado una fuerza militar revolucionaria capaz de derrotar y vencer la estrategia total de la guerra total surgida del contubernio de la oligarquía colombiana con el imperialismo yanqui" (FARC-EP, 1978, p. 25).
Tanto las declaraciones presentes en sus estatutos, como en las comunicaciones del periodo previo al proceso de paz, actualizan la tradición insultante del discurso antiimperialista, proveniente de la bibliografía panfletaria socialista (Angenot, 1982). La memoria socialista es reconocible en el uso de vituperios, como enemigos de clase, oligarquía, ultraconservador y cátedra neoliberal, en los cuales el insulto no se encuentra marcado en el nivel semántico literal, sino en los ecos políticos y las formaciones ideológicas a las cuales remiten esas leaas y sintagmas. Para el denominado "marxismo-leninismo", la posición ideológica declarada en los estatutos de la organización (FARC-EP, 1978), construcciones adjetivas como ultraconservador, burgués, oligarca, etc. se constituyen en ofensas, aun cuando ese calificativo carecería de función vituperante desde otra orilla ideológica.
A partir de la adscripción a los principios fundamentales del marxismo-leninismo (FARC-EP 1978, pp.7-8), se ha reconocido que la concepción socialista de las FARC-EP es heterodoxa (Ferro & Uribe, 2002, p.123), o bien, superficial (Pécaut, 2015). En estas concepciones se ha puesto en cuestión durante medio siglo la legitimidad del grupo armado como actor político y, sobre todo, como contradictor del poder hegemónico. En el extenso debate sobre este asunto en la bibliografía histórica, sociológica y politológica de la guerrilla fariana -por ejemplo, Beltrán (2015), Centro Nacional de Memoria Histórica -CNMH- (2014), Medina (2009), Pizarro (2015), entre otros-, se ha afirmado que la llamada "combinación de todas las formas de lucha" ayudó a restar valor a los reclamos históricos de la guerrilla y a reforzar la postura gubernamental, según la cual la insurgencia había desplazado la política por las armas. Se puede afirmar, además, que el estilo conflictivo y contestatario de la palabra guerrillera ha abonado la percepción de su incapacidad para configurarse como opositor político legítimo, pese a que sus reivindicaciones, inicialmente agrarias, se extendieron a otras problemáticas de país y lograron cooptar diversos sectores populares que contribuyeron al crecimiento de esta guerrilla.
En el aspecto retórico, Olave (2016, 2017) ha propuesto profundizar en las formas en que el discurso insurgente actualizó y representó el discurso socialista europeo y latinoamericano en función de sus propios intereses y de sus condiciones de ilegalidad, clandestinidad y desgaste político del propio discurso socialista en la época contemporánea. Añadimos aquí a esa discusión que durante el último tramo de la Política de Seguridad Democrática (2010-2012), la activación de la memoria socialista se realizó a través de interdiscursividades mediadas por la vituperación: "No hay duda, estamos frente a un gobierno de clara estirpe reaccionaria, representado por un alto exponente de la más rancia oligarquía colombiana, garante seguro desde hace más de dos siglos, de los intereses del imperio en el continente" (30 de abril de 2011), (FARC-EP 2010-2012).
La crítica al sistema político establecido usualmente se apuntala en las formas vituperantes y, con ello, activa sentimientos de desprecio contra las élites dominantes. Apelar a la historia, en estos casos, significa profundizar la indignación amplificando la gravedad de las acusaciones por su sistematicidad histórica. Los tópicos socialistas de la dominación de clase y la dicotomía oligarcas/pueblo aparecen anclados y radicalizados a través de la fuerza de los vituperios: "[...] la extrema derecha y los sectores más putrefactos e impúdicos de la oligarquía pro-yanqui (sic), trastocada por el narcotráfico y su mentalidad siniestra se afianzaron en el poder" (13 de agosto, 2010), (FARC-EP 2010-2012).
Después del asesinato de su jefe militar, en septiembre de 2010, las comunicaciones de las FARC-EP estuvieron enfocadas en remarcar su posicionamiento ideológico a partir del homenaje al combatiente caído como figura del héroe revolucionario sacrificado -y redimido- por la causa: "[...] la caída del gran guerrillero revivió en el presidente Santos el desvarío del fin del fin de la guerrilla [...] Hemos luchado y continuaremos haciéndolo, con valor, entrega y sacrificio por derrocar este régimen podrido de las oligarquías" (8 de oct., 2010), (FARC-EP 2010-2012).
Generalmente, los contradestinatarios del discurso guerrillero fueron aquellos que representaban roles de autoridad, en especial el expresidente Álvaro Uribe Vélez y el presidente Juan Manuel Santos. También aparecieron con frecuencia las instituciones estatales, entre las cuales resaltaron el Congreso y el Ejército Nacional.
Un contradestinatario particular de estas comunicaciones fueron los medios de comunicación. Este contradestinatario "no es el interlocutor propiamente dicho, sino que se encuentra más bien rebajado al rango de objeto: se habla de él, pero no se le dirige la palabra" (Garand, 2016, p.124); por ejemplo, en el siguiente enunciado las FARC-EP no pretenden establecer un diálogo con personajes particulares aludidos, sino englobarlos en la categoría despreciativa gran prensa, para descalificarlos ante el auditorio:
Viendo la ignominia de algunos reporteruchos y gacetilleros de la gran prensa encarnizados frente al cadáver del líder guerrillero, aullando sus denuestos, es deber moral deplorar la bajeza ética de quienes pretenden inducir la opinión nacional a favor del guerrerismo y del terrorismo de Estado. (8 de oct. de 2010), (FARC-EP 2010-2012)
El valor negativo adjudicado a la nominalización gran prensa radica en la ironía de esa grandeza en contraste con su bajeza ética y con la animalización (encarnizadosfrente al cadáver... aullando) construida para presentar al contradestinatario. Las FARC-EP pretendieron descalificar la información dada por los medios de comunicación, acusándolos de estar al servicio de los intereses gubernamentales. Con vituperios como "reporteruchos", pusieron en duda la calidad de la información dada y, por tanto, deslegitimaron el cubrimiento noticioso hecho por los "gacetilleros". Así, pusieron en entredicho las afirmaciones realizadas y reclamaron un espacio público para posicionar su propia versión de los hechos.
En torno a las elecciones presidenciales del año 2010, se encontró que las FARC-EP dieron cuenta en sus comunicaciones de una preparación para el proceso de paz y, por esto, mitigaron la defensa socialista de la toma del poder por las armas, focalizando expresiones a favor de una solución negociada del conflicto: "[...] nosotros creemos que vale la pena intentar romper ese círculo maldito y apostarle más bien a la reconciliación y a la paz" (3 de marzo, 2012), (FARC-EP 2010-2012).
El círculo maldito, que hacía referencia a la guerra, desplazaba las responsabilidades sobre la violencia y objetivaba el conflicto, al no presentar los agentes del mismo: la guerra no parecía tener un responsable. De esta manera, la guerrilla pretendía llegar a los diálogos de paz con una responsabilidad mínima sobre la violencia en el país, lo cual les permitiría ganar terreno en la negociación. Si bien la paz siempre fue tematizada en las comunicaciones públicas de las FARC-EP, en la serie de discursos analizados estuvo mediada por el insulto hacia la guerra o, por extensión, contra el grupo de los guerreris-tas, del cual ellos se esforzaron por desmarcarse.
Asimismo, la contradestinación construida para el sistema electoral colombiano buscó restarle validez al triunfo electoral de las diversas organizaciones políticas legales. Sin embargo, los discursos guerrilleros declararon claramente su intención democrática, es decir, hubo una doble intención en los insultos hacia el sistema vigente. Por un lado, criticaron las elecciones y las organizaciones participantes: "Esta es la realidad de la formulación más estrepitosamente escandalosa de la 'democracia electoral' que le dio y le sigue dando triunfos a la mafia fascista que gobierna Colombia con el respaldo de Washington" (12 de agosto, 2010), (FARC-EP 2010-2012).
Y, por otro lado, hicieron una defensa de la democracia que les permitiría postularse como un actor protagónico dentro de este sistema:
la estrategia y práctica paramilitar que ya se le conocía y su fascistoide rechazo visceral a una solución política del conflicto, todo ese vergonzoso velo, está a punto de caer, lo que abrirá nuevas perspectivas a la civilidad y a la democracia verdadera (Cano, 2011, junio 11)
Particularmente en las comunicaciones que emergieron en torno a la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, se identificó que el contradestinatario más frecuente fue el rol de autoridad representado por el presidente Juan Manuel Santos. A través del insulto, la guerrilla buscó diferenciarse de su contradestinatario directo: "En conclusión, el actual Presidente no ha dejado de ser el mismo granuja que era cuando fungía como feroz ministro de los 'falsos positivos'; es decir, de las incontables ejecuciones" (21 de feb., 2011), (FARC-EP, 2010-2012).
En este enunciado, las FARC-EP buscaron descalificar al presidente Santos y negar que promoviera una ley a favor de las víctimas, a partir del recuento de sus acciones políticas pasadas, con las que lo acusaban de victimario. De esta forma, la guerrilla se separaba de quien sería su interlocutor político en los diálogos de La Habana. Esta separación pretendía evitar posibles sospechas sobre una convergencia entre la guerrilla y el Gobierno Santos en torno a las políticas públicas, en general, y alrededor de la política de víctimas, en particular. De esta manera, se fortalecía la posición fariana como una oposición al Gobierno que capitalizaba los reclamos de las víctimas del conflicto y las reclamaba como parte de su lucha armada.
Si bien el contradestinatario que predominó en los enunciados vituperantes fue el rol de autoridad, representado por el presidente Juan Manuel Santos, esto no puede verse como una muestra de la imposibilidad de un diálogo con el gobierno de turno, sino que debe analizarse como una movida estratégica en función del proceso de paz posterior. La vituperación funcionó como una estrategia para diferenciarse del adversario en un momento en el que se avizoraba un acercamiento al Gobierno, es decir, se establecían claramente las diferencias para que el diálogo posterior no fuera visto como una entrega, sino como una negociación entre dos partes igual de legítimas. En ese sentido, se construyó una oposición política desde el extremismo y la radicalización de las posturas en medio del conflicto armado, lo cual era evidente en los discursos en los que predominaba la enunciación vituperante. De este modo, incluso la contradestinación directa o interpelación explícita al enemigo -poco frecuente en los discursos analizados-, orientaba las provocaciones hacia el desenmascaramiento de un adversario presentado como aquel que ocultaba la verdad y frente al cual la guerrilla se arrogaba el deber de rebelarla para la ciudadanía: "Retomar la Agenda [de paz] que quedó pendiendo (sic) en El Caguán. El gobierno del que usted hizo parte, se negó a abordarla diez años atrás, condenándonos a todos a esta Troya sangrienta (...) Sin mentiras, santos, sin mentiras" (28 de feb., 2012), (FARC-EP 2010-2012).
Toda vez que el contradestinatario del vituperio no es llamado a un diálogo, sino que es vilipendiado para que el auditorio lo considere como un 'otro' despreciable, en el insulto político el papel del tercero "tiene el rol principal: es a él a quien se dirige el discurso, es a él al que se corteja, en ocasiones a espaldas del adversario" (Garand, 2016, p.128). En el acercamiento a la ciudadanía, como auditorio por seducir, resultó clave la construcción de la guerrilla como un actor irreverente frente al orden establecido, en declarada rebeldía contra las injusticias sociales de las que acusaba al "régimen", y fuertemente armada, tanto física como verbalmente. La guerrilla se mostraba, así, como una insurgencia que en vez de aparecer vencida, llegaba fortalecida a las negociaciones de paz.
4. Conclusiones
El propósito de este artículo fue analizar la función polémica del insulto en el discurso de la guerrilla FARC-EP, desmovilizada en la actualidad. Las conclusiones que siguen están fundamentadas en el análisis de 93 comunicaciones públicas de ese grupo insurgente, emitidas en el periodo 2010-2012. Su dimensión polémica fue estudiada y ejemplificada específicamente en este texto, mientras que otros aspectos que resultan complementarios y coherentes con este análisis pueden consultarse en el texto producto de la investigación terminada recientemente (Cediel, 2016).
La retórica vituperante emerge en condiciones de confrontación polémica, donde predominan la desacreditación del otro y su desconocimiento como contradictor legítimo (Amossy, 2014). Este combate verbal, sin embargo, no carece de dimensión política; como vimos, los actores insultan para tomar distancia ideológica, axiológica y emocional de sus enemigos, radicalizar posicionamientos en la lucha y seducir a los auditorios. En la guerra, entonces, ese distanciamiento queda inscrito no solo en la movilidad de los cuerpos, sino también en la de los discursos.
Una diferenciación así, responde al dominio de la lógica de la guerra y a la perspectiva de su finalización; en el periodo previo a los diálogos de paz que se llevarían a cabo en La Habana entre el 2012 y el 2016, la vituperación fue la principal herramienta de diferenciación usada por la guerrilla. Ella buscaba consolidarse como fuerza opuesta y contradictor político marginado; los auditorios tendrían que diferenciarlos claramente con respecto a sus enemigos, una vez los vieran sentados dialogando en una misma mesa.
De acuerdo con lo anterior, los vituperios cumplían una doble función política: la primera fue la radicalización de las posturas frente al enemigo, lo cual servía para que, con miras a un proceso de paz, el auditorio tuviera claras las diferencias entre los planteamientos de cada una de las partes. La segunda función fue la construcción de identidad colectiva, una forma de generar adhesión dentro del grupo afín al locutor. Esta función puede estar relacionada con el propósito de la guerrilla de participar en espacios democráticos, es decir, que la guerrilla buscó conseguir y mantener partidarios para sus propuestas al margen del estilo de la política tradicional que denunciaban a través de la vituperación.
Es posible leer, entonces, esa demostración de fuerza más allá de la violencia verbal irracional. Por el contrario, se trata de una violencia cuya racionalidad apunta a la construcción de un cierto ethos relacionado con la indignación y el coraje del oprimido y con la vocería de las víctimas del régimen gubernamental. Así, el contenido de los vituperios se orientó hacia la puesta en evidencia de la canalla del enemigo, esto es, hacia una especie de "revelación de la verdad" en la esfera pública, desde la posición del vulnerado y poniéndose a sí mismo en riesgo por esas "verdades" enunciadas con vehemencia.
El eco de la lectura foucaultinana de la parrésía (nappncra) griega aquí es evidente. Para Foucault (2004), el parresiasta emerge cuando el hecho de decir la verdad puede dar lugar a consecuencias costosas para quien la dijo. La verdad del parresiasta se convierte, así, en el corazón del desafío y en el drama de la libertad; la verdad constituye un peligro y el parresiasta es consciente del riesgo que asume al decirla. Cada época tiene diferentes fronteras para lo indecible y los parresiastas son quienes las traspasan; si asumimos que el vituperio transgrede esos regímenes de decibilidad, es posible relacionarlo con la parrésía.
Aclaramos, sin embargo, que Foucault (2004) propone la parrésía en el mundo griego como una categoría ontológica; sin embargo, aquí la entendemos como una construcción discursiva y específicamente retórica en la dimensión del ethos, debido a que este tratamiento de la verdad es ante todo una estrategia en la construcción de la identidad verbal, que es utilizada para fomentar la adhesión del auditorio a las creencias del locutor. Al hablar de construcción del parresiasta hacemos énfasis en que toda realidad es definida y modificada durante la enunciación (Charaudeau & Maingueneau, 2005, p. 182), y es en ese sentido en el que la parrésía puede entenderse más como una construcción discursiva que como una característica ontológica. Las FARC-EP se muestran a sí mismas como portadoras de la verdad y así buscan legitimidad para acusar y despreciar a otros actores que, según ellos, deben ser desenmascarados porque ocultan o manipulan la información frente al pueblo colombiano.
Los discursos de las FARC-EP pretendieron, desde un ethos colectivo, denunciar crímenes gubernamentales y mostrarse así como voceros de una población desarmada que no podía enfrentarse al poder representado por las instituciones. En esta misma línea, la guerrilla quiso reflejar la imagen de la víctima que se refugia en las armas para poder decir lo que nadie más puede decir, para poder ser portadora de una verdad que debe respaldarse con la fuerza. Se puede afirmar, en síntesis, que este actor se construyó a sí mismo como un parresiasta armado.
Por último, el análisis de los usos del insulto de las FARC-EP constituye un aporte al estudio de la retórica insurgente en Colombia. Este es un campo de investigación que puede ser abordado interdisciplinarmente, para comprender el discurso de este grupo contestatario que, ahora, pasa a ser parte de la democracia en el país.
Pero, más allá del caso tratado, el estudio del uso de los vituperios en la esfera política es un campo amplio y urgente para las ciencias del lenguaje, especialmente en un momento donde se viene reconociendo el uso de la violencia verbal como un factor decisivo en las contiendas electorales4. La retórica vituperante deviene en estrategia de diferenciación y en impostura contra lo "políticamente correcto", desde donde se había proscrito el insulto en el debate y en la comunicación de los grupos y figuras que pretenden representar a los colectivos. En lugar del rechazo a estos fenómenos desde reclamos éticos, conviene preguntarse cómo es que el estilo vituperante ha ingresado a la política para representar a los descontentos y ha logrado elegir democráticamente a sus representantes gubernamentales en el continente, incluso a nivel presidencial.