Introducción
Este artículo tiene por objeto analizar la recepción en España de la llamada Crisis de los Misiles, episodio clave de la Guerra Fría que tuvo por protagonistas a las dos superpotencias del momento -Estados Unidos y la Unión Soviética- y a Cuba a finales de octubre y noviembre de 1962. Aunque considerado por buena parte de la historiografía como uno de los puntos álgidos del conflicto entre los Estados Unidos y sus aliados frente a la Unión Soviética y el bloque del Este, la visión de dicho acontecimiento en la España franquista, no ha sido objeto de ningún estudio específico1. Para completar este vacío, tras acercarse brevemente a la situación de la prensa española en el período, este trabajo examinará la reacción de algunos de los principales diarios españoles ante las diferentes fases de la Crisis de los Misiles, desde la conferencia de prensa realizada el 22 de octubre de 1962 por el presidente norteamericano, John F. Kennedy hasta los primeros pasos iniciados cinco días después para lograr un acuerdo, pasando por el persistente problema de la Cuba castrista y su oposición a las negociaciones; hasta llegar finalmente al acuerdo entre las superpotencias que conllevó la retirada de los misiles de Cuba y el fin del bloqueo de la isla caribeña el 20 de noviembre de 1962.
La prensa española en 1962
El conjunto de la prensa legal2 española se encontraba todavía sometida en 1962 a la totalitaria Ley de Prensa de 1938 llamada "Ley Serrano Súñer" por el nombre de su autor, el antiguo líder falangista y ministro del Interior, Ramón Serrano Súñer3. Esta imponía en primer lugar un sistema de censura previa dependiente del Ministerio de Información y Turismo. Junto con ello, la ley de 1938 también establecía el nombramiento de los directores de las publicaciones, incluidas las de empresa, por parte del Estado, así como la obligación de insertar notas oficiales y abundantes "consignas"4; directrices de obligado cumplimiento que fijaban en todo detalle algunos contenidos de los periódicos. Además, si bien algunos de los principales diarios estaban en manos privadas como el monárquico madrileño ABC o el también monárquico barcelonés La Vanguardia Española, una buena parte de la prensa española -más de un 35 % del total de títulos5- dependía directamente del Gobierno, a través de la Delegación Nacional de Prensa, Propaganda y Radio a las órdenes directas del ministro secretario general del Movimiento. Se trataba de los periódicos falangistas pertenecientes a la comúnmente denominada "cadena del Movimiento", que encabezada por el madrileño Arriba, contaba con cabeceras en la mayoría de las provincias españolas, con títulos como el gijonés Voluntad o el zamorano Imperio6.
A pesar de ello, las posiciones ante la Crisis de los Misiles no fueron idénticas en los diferentes periódicos españoles. Ello se explica en primer lugar porque tanto la censura como las consignas tenían en el período una incidencia considerablemente menor en la información proveniente del extranjero con respecto a la de origen nacional7. En segundo término, tal como señala Jesús Timoteo Álvarez, "los responsables primeros del esquema informativo del nuevo régimen adoptaron un modelo totalitario; pero este modelo nunca pudo ser totalitario del todo, ya que diferentes grupos componentes del Régimen aspiraron y mantuvieron su propia autonomía"8. Estos grupos -católicos, falangistas, y monárquicos- introdujeron en los periódicos que controlaban, débiles pero perceptibles matices ideológicos de tal forma que la prensa, al igual que los Gobiernos franquistas al menos hasta 1969, expresó un limitado pluralismo ideológico obviamente dentro del respeto y la adhesión completa a los principios del Franquismo, lo que se puso de manifiesto en su visión de la Crisis de los Misiles cubanos que ahora se analizará.
El estallido de la crisis, 22-26 de octubre
Las primeras noticias sobre un grave conflicto en el Caribe llegaron a la prensa española el mismo lunes 22 de octubre, cuando la Hoja del Lunes de Madrid9 indicaba que el presidente norteamericano se había visto obligado a volver de urgencia a Washington por un "acontecimiento internacional de gran importancia" relacionado con Cuba10. Al día siguiente todos los diarios acogieron en sus portadas la conferencia de prensa de John F. Kennedy en la que informaba al mundo de la presencia de los misiles en Cuba y exigía a la Unión Soviética su inmediata retirada, además de anunciar el bloqueo de la isla11. A partir de ese momento y durante todo el mes siguiente, todos los diarios españoles centraron su atención en la crisis cubana. Como lo señaló en Imperio un cronista local, Sergio Collado: "... Ante el serio problema que hoy preocupa a todo el mundo, las cuestiones locales y provinciales han quedado relegadas a un segundo plano..."12. Tras esta información inicial, los dos rasgos que caracterizaron las primeras reacciones de la prensa española del día 24 de octubre fueron la prudencia y la incertidumbre, actitudes poco habituales en el tratamiento de la información internacional por parte de los periódicos españoles de la época13. Ello se debió, en primer lugar, a la auténtica y justificada inquietud y temor de los diarios ante el grave riesgo de guerra nuclear mundial. Así, por ejemplo, un editorial de La Vanguardia Española, significativamente titulado "Y ahora, ¿qué pasará?" señalaba que:
... El peligro de guerra caliente y verdadera se ha acrecentado en términos importantes. Los riesgos acumulados son tales que un incidente cualquiera, perfectamente inesperado, un gesto excesivo, un arrebato, una quiebra momentánea del sistema nervioso en el organismo de quienes tienen sobre sí las máximas responsabilidades, pueden envolver a la humanidad en llamas vivísimas, y dejarla arrasada, convertida en ceniza...14
Y el corresponsal en Washington de ABC, Josep María Massip, consideraba en el mismo sentido que "los conflictos son mundiales e indivisibles [lo que] los convierte automáticamente en una hecatombe mundial, en una catástrofe humana"15. Pero además, como constataba el embajador francés en Madrid, Robert de Boisseson, poco más de dos años después, la prensa española del período trataba la información internacional a través de "une juxtaposition de chroniques de tendances diverses, adressées par les correspondants installés dans les grandes capitales étrangères"16 y estos corresponsales estaban muy influidos por la prensa de sus países de destino, que a menudo se limitaban a reproducir17. Y como los propios periódicos españoles señalaron, en muchos países occidentales18 el discurso de Kennedy produjo "sorpresa"19, "más reparos que comentarios de estímulo"20 y en resumen, una "acogida más bien poco entusiasta en Europa y América"21 ya que como consideraba La Vanguardia Española "los aliados europeos no parecen muy satisfechos de que Washington no los haya consultado previamente"22. Y el mismo embajador español ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), José Félix de Lequerica, señalaba en un mensaje dirigido al Ministerio de Asuntos Exteriores que la reacción norteamericana no alegraba demasiado "a visibles y calificados amigos de Estados Unidos..."23. Unos días después, tras la conclusión del acuerdo entre las dos superpotencias, el corresponsal de Voluntad en Nueva York, Guy Bueno, analizó sagazmente esta tibia reacción inicial de los aliados de los Estados Unidos:
... Con hondo interés han registrado los ambientes oficiales norteamericanos la reacción de los amigos y aliados durante la pasada semana de crisis [...] Con frío realismo constataron que [...] la mayoría de estos Gobiernos amigos deseaban evitar un conflicto general que hubiera podido arrastrarles a la catástrofe. Incluso la N.A.T.O. dio a entender que si aprobaba la corrida y estaba dispuesta a aplaudir al diestro Kennedy en su faena de muleta al toro cubano, no tenía en cambio demasiadas ganas de participar en una especie de "sanferminada". Una cosa es, evidentemente ver las faenas desde las gradas en la plaza, y otra, las calles de Pamplona cuando hay toros para todos [...].24
Con todo, el conjunto de la prensa española también se hizo eco el mismo día 24, de la enérgica reacción del Gobierno español que justamente comunicaba que "había sido previamente informado de las medidas que se iban a adoptar"25, que "España observa con preocupación los progresos de la intervención soviética en Cuba, con graves riesgos para una zona del mundo con la que se siente tan vinculada por lazos históricos y actuales" y que "es necesario mantener la misma alerta y el mismo espíritu de defensa contra la agresión en otras regiones del Mundo"26. Esta firmeza se extendió al conjunto de los países occidentales al día siguiente y los diarios españoles celebraron la recobrada solidaridad del bloque occidental frente al comunismo, considerando que "el Mundo Libre empieza a funcionar"27 y destacaron especialmente la solidaridad de los países iberoamericanos con la decisión del bloqueo a Cuba28. Al mismo tiempo, durante este período la prensa española también difundió las primeras iniciativas para llegar a un compromiso entre las dos superpotencias, ya fuera a través de una entrevista entre sus respectivos presidentes29 o apelando al regreso del convoy soviético de refuerzos dirigido a Cuba y la retirada de los misiles de la isla a cambio del fin del bloqueo30. Además, también se destacaron los llamamientos a la paz hechos por el papa Juan XXIII31 y finalmente se señaló con alivio y a imagen de Imperio que, "Norteamérica y Rusia aceptan negociar"32. Comenzaba de esta forma una nueva fase de la Crisis de los Misiles marcada por el inicio de las negociaciones y una mayor complejidad de la posición española ante el conflicto.
Las primeras negociaciones hacia un acuerdo, 27-30 de octubre
Ante los primeros rumores que indicaban el inicio de negociaciones directas entre las dos superpotencias, los periódicos españoles pasaron de su previa actitud totalmente favorable al acuerdo con el bloque soviético a recuperar sus tradicionales reflejos de recelo y suspicacia ante todo compromiso con el odiado mundo comunista, felicitándose de la dureza mostrada por Kennedy. Y es que como bien señalaba en el informe citado el embajador Robert de Boisseson respecto a la prensa española:
... il faut se rappeler que, pour tous les organes publiés dans ce pays, l'Occident est toujours considéré comme en état de siège, ou du moins de guerre froide. Selon eux, le communisme avance partout implacablement et il n'est jamais aussi dangereux que lorsqu'il se présente sous les aspects trompeurs de la coexistence ou de la politique de sourire [...] La principale préoccupation demeure donc ici de resserrer les rangs des nations du monde libre ...33
De esta forma, el corresponsal Josep María Massip aplaudía en la portada de ABC del 27 de octubre "... la voluntad del mundo libre de salvar la paz pero no una paz claudicante y a toda costa..."34. Y al día siguiente un editorial del diario monárquico mostró su oposición a todo acuerdo que incluyera un desmantelamiento de las bases norteamericanas en Turquía35:
... En el enorme vasar [sic] del mundo, las bases de Turquía contienen [...] la precaución ante el apetito anexionista soviético, devorador de naciones tras la cortina de hierro; la voluntad de paz tras la agresión de Corea, la invasión de territorios persas o la decidida costumbre moscovita de aplicar su soplillo a todos los pequeños fuegos locales que se encienden en el mundo. Las rampas cubanas son, una vez más, toda esa agresividad aplicada en otro punto del globo. No sería mal cambio, no. Algo así como si un granjero le dijera a otro: "¿Ve usted ese árbol que está ahí? Pues renuncio a convertirlo en un garrote si usted me abre el portillo para que yo pueda entrar con esta otra estaca"36.
En la misma línea, el corresponsal en Nueva York de La Vanguardia Española, Ángel Zúñiga, consideraba que renunciar a las bases de Turquía a cambio de la retirada de los cohetes sería "una pérdida más, un retroceso de la posición norteamericana"37. Por su parte, el lunes 29, Feliciano Baratech advertía para la Hoja del Lunes de Barcelona que "... cabe sospechar que pueda existir un doble juego ante la nueva actitud soviética..."38. La posición oficial de España ante el conflicto también se había caracterizado desde un principio por su firme apoyo de las decisiones del jefe de Estado norteamericano, y esta tendencia continuó durante los días posteriores. Así, el 27 de octubre todos los rotativos incluyeron en sus páginas la noticia de una reunión extraordinaria del consejo de ministros con objeto de evaluar la situación internacional, y en la cual se reafirmó "su plena solidaridad con la acción del Gobierno norteamericano, consecuente con nuestra actitud de siempre en la lucha contra el comunismo internacional, enemigo sistemático de la paz y del orden"39. Sin embargo, junto a esta postura oficial, la prensa española mostró durante toda la crisis una serie de críticas y reproches, discretos pero evidentes, hacia Washington, originados en importantes grupos del propio régimen.
Estos tuvieron como episodio más visible el problema del buque Guadalupe, un trasatlántico español que con carga y 102 pasajeros se dirigía a La Habana y había hecho escala en Nueva York. Al saber que se dirigía a Cuba, los estibadores del puerto neoyorquino se negaron a descargarlo, y el barco se quedó en el puerto sin poder continuar su ruta40. El caso del Guadalupe fue recogido por Voluntad y por ABC en sus portadas, quienes no dudaron en incluir las quejas del vicepresidente de la naviera española a la que pertenecía el buque: "Esto es una ofensa contra el Gobierno español y los pasajeros. España es más anticomunista que nadie. Hemos protestado ante la embajada española"41. Y al día siguiente si ABC y La Vanguardia Española continuaron informando de las -hasta el momento infructuosas- gestiones llevadas a cabo por la embajada española en Washington42, Voluntad, por su parte, celebraba ya que el "... ministro de información [Manuel Fraga] anunció que el barco español Guadalupe, de la compañía Trasatlántica, ha procedido a descargar la mercancía que llevaba con destino a Nueva York por sus propios medios y bajo la protección de la policía..."43 poniendo de esta forma fin al incidente. Más allá de su carácter anecdótico, el incidente del Guadalupe revelaba una inocultable proximidad con Cuba, a pesar de las desavenencias ideológicas, así como una cierta suspicacia ante los Estados Unidos, reducida pero no totalmente desaparecida tras los pactos de 195344 y que en parte tuvo su origen en la derrota de 189845.
En efecto, el corresponsal neoyorquino de La Vanguardia Española, ya había señalado que la prohibición de realizar escala en Cuba que los estibadores querían imponer a la naviera del Guadalupe vulneraba ". no solo los intereses comerciales sino, sobre todo, la necesidad sentimental de mantener contacto con Cuba [.]" y pedía una solución que tuviera en cuenta, "los lazos espirituales que España mantiene con los grupos de Cuba de Cuba [sic] de ascendencia española."46. Esta cercanía con la isla caribeña ya había sido advertida pocos meses antes por Donald M. Wilson, representante de la agencia norteamericana de análisis de la opinión pública extranjera y propaganda (USIA) en la operación Mongoose; proyecto secreto que se había puesto en marcha -tras el fracaso del desembarco de Bahía de Cochinos- para desestabilizar el régimen castrista. Así, en un memorándum secreto de fecha de 7 de agosto de 1962, Wilson afirmaba que España sería hostil a toda ofensiva propagandística contra Cuba: "... Spain and Portugal, which feel a Latin affinity with Cuba no matter who is in power there, would be critical despite their lack of ideological sympathy with Castro..."47.
Además, las críticas contra los Estados Unidos también se disfrazaron a través del humor. Así, el gran dibujante Antonio Mingote realizó dos viñetas humorísticas para ABC en las que se burlaba de las dos superpotencias. En la primera, aparecida el 26 de octubre, ambas aparecían como gigantes cavernícolas que se enfrentaban con dos grandes piedras en un espacio reducido, encontrándose rodeados de hombres más pequeños que comentaban: "Supongo que se darán cuenta de que no tienen sitio para pelearse"48. En la segunda ilustración, publicada el 1 de noviembre, Mingote continuó con la temática de los hombres prehistóricos, pero ahora representó el acuerdo alcanzado con la retirada de las piedras -metáfora de los misiles- de una isla en la que ahora se alzaba el letrero de "prohibido molestar" ante los llantos de una pequeña figura humana que personificaba los cubanos exiliados en Estados Unidos, quienes se opusieron a la promesa de Kennedy de no invadir Cuba49. Con todo, el diario monárquico también expresó directamente los recelos ante la postura de Washington en un editorial del 30 de octubre, en el cual, tras enumerar las razones por las que apoyaba esta posición, añadía:
... Pero el amor a la verdad que nos dicta estas líneas, nos impide abdicar de nuestro propio juicio y de nuestra capacidad de crítica [...] La política exterior de los Estados Unidos ya no es una política exclusivamente nacional [...] Cualquier movimiento, cualquier gesto de esta política afectan al resto del mundo libre, nos importan a cada uno de los ciudadanos de ese mundo, nos compromete; compromete la vida y el futuro de cada uno de nosotros de manera grave y radical, y dentro de un plazo que puede ser de unos minutos [...] Por eso, nosotros queremos que los Estados Unidos no olviden, en ningún momento, que en sus decisiones estamos implicados todos y que por tanto, esas decisiones deben ser tomadas cuando estén realmente en juego los intereses comunes ¿Sólo los Estados Unidos saben bien cuándo el interés común está en juego? Nosotros esperamos que en el movimiento de la política americana sobre Cuba -aparte nuestra enorme preocupación española por el pueblo cubano- juegue un interés realmente común; juegue el espíritu de la doctrina Truman y no el de la doctrina Monroe. Esperamos que no media ninguna razón interior ni ningún egoísmo inmediatista. En la estrategia actual, el peligro no es mayor por estar a 90 millas...50
Aunque este artículo representa la mejor muestra de las suspicacias que la política norteamericana despertó durante la crisis en algunos sectores de la prensa y del régimen franquista, lo cierto es que en general, el avance de las negociaciones fue bien acogido en los medios españoles. Así, aunque la propuesta inicial de Nikita Kruschev de desmantelar las bases soviéticas en Cuba a cambio de que los norteamericanos hicieran lo propio en Turquía suscitó importantes oposiciones en España, los periódicos se mostraron muy satisfechos con el mensaje del líder soviético del 28 de octubre en el que anunciaba la retirada de los misiles de la isla51. De esta forma, al día siguiente las Hojas del Lunes abrieron sus portadas con la noticia de que "Las bases cubanas serán desmontadas"52, y Feliciano Baratech, en su columna habitual sobre la actualidad internacional celebraba que ". una cosa parece cierta: que el peligro de guerra nuclear por Cuba va quedando atrás."53, mientras que un editorial de la Hoja del Lunes de La Coruña concluía que "la firmeza demostrada por Kennedy en esta ocasión ha hecho replegarse a los comunistas."54.
Esta visión positiva y esta consideración de que solo la firmeza mostrada por el presidente norteamericano había permitido obtener la retirada del líder soviético fueron compartidas por todos los diarios españoles que aparecieron el día siguiente55. Así, para el corresponsal de La Vanguardia Española en Nueva York, "... Kennedy ha ganado en estatura [...] por la decisión de resistir a la presión rusa echando mano del brazo militar del país [...] [conservamos] la esperanza de que los nuevos movimientos políticos estén inspirados por la misma firmeza..."56. Pero Ángel Zúñiga también lamentaba que "... la decisión mostrada ahora no debió mostrarse en otras crisis, alejando el audaz camino de la agresión comunista..."57. Lo mismo pensaba el enviado de ABC en Washington, Josep María Massip para quien "... como muchos creían al principio de la declaración de Kennedy, Rusia ha valorado en toda su entereza la actitud del joven presidente de los Estados Unidos. Firmeza que empleada en otros tiempos y ante otros problemas hubiese ahorrado a Occidente algunas derrotas."58.
Incluso los comunistas españoles, expresándose a través de un número especial de su portavoz clandestino Mundo Obrero, compartieron esta visión positiva del acuerdo, aunque considerando naturalmente que la Unión Soviética había salvado la Paz frente al imperialismo norteamericano y que al mismo tiempo se había protegido a Cuba de una invasión59. Para el órgano comunista, además, la presencia de bases norteamericanas en España había sembrado la inquietud entre los españoles por el riesgo que hacían correr a Madrid y otras ciudades cercanas en caso de guerra nuclear60, y relataba para confirmarlo, supuestas conversaciones entre ciudadanos de todos los sectores, y en especial de aquellos más cercanos al régimen de Franco (sacerdotes, militares, jerarcas franquistas) los cuales mostraban unánimemente su rechazo a la alianza con Estados Unidos y su deseo de adoptar una política de neutralidad:
... La mujer de un alto jerarca del Régimen decía: "Franco nos ha llevado al abismo concediendo bases a los americanos en España" [...] Después agregó que se había demostrado que los americanos eran unos aventureros que les importaba un comino asesinar a media humanidad con tal de seguir dominando y oprimiendo a los pueblos. Un oficial del Ejército decía: "Estamos ya los militares españoles hasta la coronilla de los militares americanos. Esta agravación de la situación internacional y sus derivaciones para nuestro país hace que el odio hacia los yanquis se exprese con mucha fuerza en los Cuartos de Banderas de todos los cuarteles" [...] En un autobús iban hablando un cura y un energúmeno de marca mayor. Este tipo sostenía la tesis de que había que llegar a la guerra para evitar los avances del comunismo en el mundo. El cura, muy dignamente, le respondió: "Su tesis es absurda. Si para evitar el avance del comunismo tenemos que ir a una guerra atómica, no merece la pena hacerlo; me parece excesivo el precio que usted pone. ¡Destruir a media humanidad! Es un crimen. Yo me inclino por la negociación, por evitar la guerra. Otra forma me parece contraria a las prédicas de Dios. Hay que trabajar por la paz; no hay otro camino y estimo que Kennedy no ganará mucho con su actual posición bélica".61
Por último, todos los diarios españoles coincidieron en señalar que un problema subsistía a pesar de todo: la hostilidad del régimen castrista a todo acuerdo que supusiera la retirada de los misiles de la isla y no implicara la restitución de la base norteamericana de Guantánamo, lo que parecía poner en peligro la conclusión de las negociaciones. Como señalaba con un mal ocultado desprecio Ángel Zúñiga: "... La posición ridicula de Castro, que tiene que comprender, por si no lo sabía, que solo ha sido un juguete en las manos de Kruschev, puede llevarle a un movimiento de desesperación..."62. Más optimista aunque con no menor desdén hacia el dirigente cubano, el embajador Lequerica consideraba que "... Este sujeto, Castro, no puede por sí mismo causar graves perturbaciones..."63. Con todo, la atención de los periódicos españoles se desvió, en los días sucesivos, de Washington y Moscú a La Habana antes de volver a centrarse en las dos superpotencias en el momento de la aplicación de las medidas del acuerdo que ponía fin a la Crisis.
La persistencia del problema de Cuba y la aplicación del acuerdo, 31 de octubre-22 de noviembre
A pesar de la ambivalente proximidad española con Cuba, el régimen castrista había sido objeto de crítica constante en todos los medios de información españoles desde el triunfo de la Revolución cubana en 195964; y esta tendencia se incrementó al estallar la crisis. Y es que, si desde el viraje prosoviético de la Revolución, la principal acusación contra el dictador cubano era la de ser una marioneta de Moscú, la instalación de los misiles reforzó esta imagen65. Como señalaba el reputado jurista José de Yanguas Messía en ABC "La sovietización de Cuba, como satélite de Moscú e instrumento agresivo del imperialismo ruso, ha adquirido su plena efectividad con la instalación en la isla antillana de bases soviéticas para el lanzamiento de armas atómicas..."66. Frente a ello, los periódicos españoles celebraban la solidaridad de la mayoría de los países iberoamericanos con Estados Unidos y más aún, su alejamiento de la Cuba castrista. El mismo Yanguas señalaba la "... honda preocupación por la infiltración castrista [en el continente]"67, mientras que La Vanguardia Española se alegraba de que:
... Se van teniendo noticias según las cuales, la denuncia norteamericana sobre la presencia de cohetes ofensivos soviéticos en Cuba, ha causado profundísima impresión en todo el hemisferio occidental. Una impresión que rebasa el límite de los habituales amigos de los Estados Unidos [...] El temor a verse bajo el fuego próximo de cohetes atómicos soviéticos, ha sido más eficaz que cuantos argumentos se empleara hasta ahora por la cancillería de Washington para llevar a México a una actitud de claro recelo del castrismo.68
Sin embargo, si para el escritor exiliado cubano Gastón Baquero -quien escribía en las páginas de ABC- la conclusión lógica, iba a ser más temprano que tarde la liberación de su país del régimen castrista69, los periódicos españoles se mantuvieron en general pesimistas a este respecto lamentando -como La Vanguardia Española- que tras el acuerdo entre las dos superpotencias, ". Fidel Castro [pudiera] enfundar sus baterías. Y dormir más tranquilo, al pie de una palma real..."70. A pesar de ello, lo cierto es que el líder cubano había visto con muy malos ojos el acuerdo y amenazaba con rechazarlo. Por esta causa Kruschev envió a su mano derecha, Anastás Mikoyan a La Habana -tras una breve escala en Nueva York- para convencer a Fidel de que aceptara la retirada de los misiles. Esta visita resultó esencialmente infructuosa como se desprende del memorándum alojado en los archivos soviéticos, sobre la primera conversación entre los dos líderes, y en la que Castro expuso sin ambages al enviado del Kremlin su inmensa decepción por el acuerdo que implicaba la retirada de los misiles:
Regarding the questions that caused some differences, as we explained it to our people, I [Castro] would like to say the following. These questions are motivated, first of all, by psychological factors. I would like to stress that in those days when a serious danger arose, our whole people sensed a great responsibility for the fate of the motherland. Every nerve of the people was strained. There was a feeling that the people were united in their resolve to defend Cuba. Every Cuban was ready to repel the aggressors with arms in hand, and ready to devote their lives to the defense of their country. The whole country was united by a deep hatred of USA imperialism. In those days we did not even arrest anyone, because the unity of the people was so staggering. That unity was the result of considerable ideological work carried out by us in order to explain the importance of Soviet aid to Cuba, to explain the purity of the principles in the policy of the USSR [...] Thus, when Kennedy attempted to frighten us, the Cuban people reacted very resolutely, very patriotically. It is hard to imagine the enthusiasm, the belief in victory with which the Cubans voluntarily enlisted themselves into the army. The people sensed enormous forces inside themselves. Aware of the real solidarity of the Soviet government and people, Cubans psychologically felt themselves to be strong [...] And suddenly- concessions... Concessions on the part of the Soviet Union produced a sense of oppressiveness. Psychologically our people were not prepared for that.
A feeling of deep disappointment, bitterness and pain has appeared, as if we were deprived of not only the missiles, but of the very symbol of solidarity. Reports of missile launchers being dismantled and returned to the USSR at first seemed to our people to be an insolent lie. You know, the Cuban people were not aware of the agreement, were not aware that the missiles still belonged to the Soviet side. The Cuban people did not conceive of the juridical status of these weapons. They had become accustomed to the fact that the Soviet Union gave us weapons and that they became our property [...] Cubans were consumed by a sense of disappointment, confusion and bitterness. In walking along the street, driving to armed units, I observed that people did not understand that decision. Why was that decision made unilaterally, why are the missiles being taken away from us? And will all the weapons be taken back?- these were the questions disturbing all the people [...] The decision was made without consultation, without coordinating it with our government...71
La prensa española concentró su atención en la visita del diplomático soviético a la isla -desde el anuncio de su salida- e interpretó correctamente su objeto y su fracaso inicial, manifestado en la negativa de Fidel Castro de aceptar el convenio y en la acelerada degradación de las relaciones entre la Unión Soviética y Cuba72. Así, todos los periódicos se hicieron eco de los sucesivos intentos de Castro durante el mes de noviembre para torpedear el acuerdo entre las dos superpotencias73. Particularmente La Vanguardia Española calificó al revolucionario cubano como un "loco" cuyo objetivo era en realidad conseguir la destrucción de la mayor parte de la humanidad para así ser recordado para la posteridad:
... Pero Fidel Castro no es un "político normal". Y en el caso concreto de los cohetes nucleares instalados por Rusia entre los árboles de Pinar del Río y de Matanzas, nos parece perfectamente verosímil que se sintiera próximo a ser el protagonista histórico de una fabulosa, siniestra, alucinante, demencial aventura, en la que la humanidad entera -blancos, negros, amarillos, mestizos, mulatos, gigantes y pigmeos- iría pareciendo entre olas de metal hirviente y mares de sangre encendida. ¿No sabemos acaso, que existen los incendiarios cuyo placer máximo es el de gozarse en el fuego provocado por sus propias manos? ¿Y asesinos con la alegría del crimen en sus entrañas? ¿Por qué no hemos de admitir que Castro se llenase de gozosos arrebatos interiores aguardando que por él, por su voz, por su revolución, por su voluntad, estallara sobre el mundo la guerra de los átomos desintegrados? ¿No era esa, después de todo, una manera de perpetuar su fama hasta la consumación de los siglos? La Historia de los pueblos tendría dos capítulos generales: Hasta Fidel Castro; después de Fidel Castro. Y se ha quedado sin su tragedia histórica.74
De igual modo, varios periodistas -a imagen de Pedro Gómez Aparicio de La Hoja del Lunes (Madrid)- apuntaron incluso a que Cuba estaría en realidad "... dentro del acentuado antagonismo entre Pekín y Moscú [...] inclinándose aceleradamente hacia la órbita china..."75. Sin embargo, los diarios españoles, también señalaron en todo momento la escasa capacidad de maniobra que tenía el líder cubano, quien se veía obligado a aceptar las decisiones de Moscú, ya que como señalaba un editorial de La Hoja del Lunes de Barcelona "... si las bases fueran propiamente defensivas y afectasen a Cuba, [Rusia] no hubiera podido decidir por su cuenta. Pero, en realidad, solo era cubano el territorio ocupado por Moscú. Todo lo demás -material, técnicos... y propósitos- era exclusivamente ruso..."76. Y en la misma línea, pero utilizando el humor, la viñeta aparecida en la portada de Imperio del 8 de noviembre mostraba a Mikoyan a punto de obligar a un Fidel Castro enfurruñado a tragarse una serie de "pirulíes" con el comentario: "Pirulíes de la Habana, se comen sin gana"77. Por su parte, ABC aprovechó lo que consideraba como el abandono de Cuba por la Unión Soviética78 para advertir a Argelia y otros países del tercer mundo que pudieran ser tentados por unirse al bloque comunista:
. Rusia, desmantelando las bases de cohetes cubanas a la primera advertencia del presidente Kennedy, debe servir como lección a todos los jóvenes países a los que la descolonización realizada de mala manera ha trastornado el sentido de los valores. Rusia ha abandonado a Fidel Castro cuando la presión americana comenzaba a rozar el umbral de la explosión de la tercera guerra mundial. Por eso se entiende mal que Ben Bella quiera seguir los pasos de Fidel Castro, en el momento en que la política soviética del «líder» cubano entra en un período sombríamente crítico [.] Cuba es todo un ejemplo a no seguir, no ya en nombre de la moral, sino de la simple eficacia política...79
Y es que, al mismo tiempo, la prensa estaba informando del comienzo de la aplicación de los acuerdos y, en primer lugar, de la retirada de los misiles soviéticos de la isla. En efecto, las bases de misiles soviéticas fueron rápidamente desmanteladas y los proyectiles nucleares abandonaron Cuba entre el 5 y el 9 de noviembre a bordo de mercantes rusos. Los periódicos españoles informaron por primera vez de la desinstalación de los cohetes a raíz del discurso de Kennedy pronunciado el 2 de noviembre, en el cual el presidente estadounidense confirmaba el desmantelamiento de las bases; situación aprovechada por el corresponsal de ABC, Josep María Massip, para felicitar al líder norteamericano:
El presidente Kennedy está jugando la partida cubana con talento, diplomacia y magnanimidad. Conoce, además, la suprema importancia del tiempo en esta clase de situaciones cuando los buques, y los aviones, y las baterías y las armas de guerra están emplazadas en sus posiciones de combate y cuando un incidente cualquiera provocado por un aventurero como Castro podría crear un conflicto armado, irreparable y universal. Kennedy no quiere Sarajevos. Colocado ante dos realidades positivas, el desmantelamiento comprobado de las bases balísticas soviéticas en Cuba y la posibilidad que la Cruz Roja Internacional se encargue de verificar la orden del primer ministro Kruschef, Kennedy se adelanta esta noche a comunicar al pueblo norteamericano y a la opinión internacional que las bases soviéticas están siendo, en efecto, desmanteladas.80
Del mismo modo, el conjunto de los periódicos también siguieron en detalle la salida de los misiles en su retorno a la Unión Soviética destacando que los buques rusos se dejaban inspeccionar por sus contrapartes estadounidenses81. En cambio, una de las contrapartidas más importantes del acuerdo, el fin del bloqueo norteamericano de Cuba -anunciado por Kennedy el 20 de noviembre en una conferencia de prensa- pasó prácticamente desapercibido en la prensa española. Así, todos los periódicos se centraron en la confirmación del presidente norteamericano de la retirada de los bombarderos soviéticos de Cuba y ocultaron o redujeron la importancia del fin del bloqueo82. Por ejemplo, La Vanguardia Española señalaba que:
... el hecho fundamental de la información de ayer es un nuevo repliegue comunista en Cuba. Kennedy, como es bien sabido, exigía la retirada de los bombarderos soviéticos de gran radio de acción, existentes en Cuba, considerándolos como armas "ofensivas" [...] Pues bien, ayer, Fidel Castro comunicó al secretario general de las N.U. que accede a la retirada de los citados aviones.83
Esta deliberada ocultación del levantamiento del bloqueo se explica porque la mayor parte de los sectores dirigentes del franquismo eran en ese momento partidarios de su mantenimiento como medio para derrocar el Gobierno de La Habana y percibieron como una derrota su fin y la garantía norteamericana de no invadir la isla84. El embajador Lequerica compartía esta opinión al considerar que "... si ahora, por volver a ese statu quo ante han ganado los cubanos la seguridad casi contractual de no ser atacados por los Estados Unidos, el negocio no habrá sido completamente redondo para la causa de la paz."85. Sin embargo, en una muestra más de las múltiples incoherencias de la posición española ante la Crisis de los Misiles, todo ello no impidió que el régimen franquista continuara siendo uno de los principales socios comerciales occidentales de la Cuba castrista.
Conclusiones
La posición de la prensa española ante la Crisis de los Misiles refleja perfectamente las paradojas de la postura del régimen franquista, el cual controlaba directa o indirectamente a los rotativos. Si todos los diarios celebraron el final de la crisis y la retirada de los misiles de Cuba, todos ellos lamentaron también que los Estados Unidos no hubieran aprovechado esa coyuntura para derrocar al castrismo o al menos para perennizar el bloqueo total de la isla. Sin embargo, un informe confidencial norteamericano sobre el aislamiento de Cuba señalaba en febrero de 1963 que "... Free World air services are extremely limited. At present only Mexico and Spain permit flights to Cuba..."86, y en diciembre del mismo año, el consejero especial presidencial McGeorge Bundy insistía en una reunión con el nuevo presidente Lyndon Johnson sobre la necesidad de presionar a España para que redujera sus importantes intercambios comerciales con la isla: "... Bilaterally there are possibilities of increasing our pressures against Free World trade to Cuba. Spain should be a high priority target.. ."87. Es decir, que Madrid condenaba a través de la prensa y de las declaraciones públicas de sus dirigentes el régimen cubano y lamentaba que no se estableciera un bloqueo más eficaz de la isla a raíz de la Crisis de los Misiles, pero al mismo tiempo su comercio directo con Cuba fue una de las principales brechas del embargo comercial que Washington sí mantuvo con respecto a la isla. Por eso la interrupción de las relaciones comerciales hispano-cubanas se había convertido en objetivo principal de la política norteamericana.
Si esta hipocresía no era una novedad en la política exterior de la España franquista, lo cierto es que las contradicciones puntuales en el tratamiento de la Crisis de los Misiles por los periódicos españoles se acumularon. Así, la Cuba castrista era un régimen criticado pero con el que se mantenían el comercio y los "intereses sentimentales" como se puso de manifiesto en el escándalo del buque Guadalupe. Por otro lado, Estados Unidos y Kennedy eran sin duda el gran aliado occidental, pero también fueron acusados, por ejemplo, por el editorial de ABC del 30 de octubre de 1962, de actuar defendiendo sus intereses egoístas particulares. Por su parte la Unión Soviética era la principal bestia negra del franquismo pero Kruschev aparecía en el momento de enviar a Mikoyan a Cuba como un moderado al compararlo con el caso chino o con Fidel, e incluso este último, a pesar de todas las críticas de las que fue objeto, como señalaba Lequerica "... pudo parecer en algún momento dotado por lo menos de cierta entereza, aún cuando fuera para el mal."88.
Pese a esto, la visión en la España franquista de la Crisis que enfrentó a las dos grandes superpotencias en octubre de 1962 estuvo definida esencialmente por el anticomunismo primario del régimen y por su deseo de situarse en el mundo occidental como un adalid privilegiado de Estados Unidos. Las críticas puntuales más o menos evidentes hacia los dirigentes norteamericanos no deben ocultar una línea general de solidaridad con Washington durante toda la Crisis, del mismo modo que la supuesta afección por Cuba no tiene gran trascendencia ante los continuos y profundos ataques hacia el régimen castrista. Así, en la imagen de la Crisis de los Misiles, al igual que en el conjunto de la visión de la actualidad internacional por parte de los diarios de la España franquista de los años sesenta, el anticomunismo primó sobre cualquier otra consideración, incluso en un acontecimiento tan propicio a los matices como el objeto de este estudio.