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Acta Neurológica Colombiana

Print version ISSN 0120-8748

Acta Neurol Colomb. vol.33 no.2 Bogotá Apr./June 2017

https://doi.org/10.22379/24224022134 

In Memoriam

Eduardo Vallejo Mejía (1928-2017)

Gustavo Pradilla Ardila1  * 

1 Médico Neurólogo, Primera promoción, Instituto Neurológico de Colombia, 1979 Profesor Titular Laureado. Escuela de Medicina. Universidad Industrial de Santander. Bucaramanga, Colombia


Cortesía Dr. Jaime Toro Gómez

EL LEGADO NEUROLÓGICO DE UN MAESTRO

En el año 1979 la Fundación Instituto Neurológico de Colombia (FINC) graduó sus primeros egresados del posgrado de Neurología, cumpliendo así uno de sus objetivos misionales: formar talento humano en las ciencias neurológicas para un país carente de profesionales en esta área de la Medicina.

El Instituto Neurológico de Colombia visionado y erigido por el Dr. Jaime Gómez González con la sombra tutelar del expresidente Alberto Lleras Camargo, fue inaugurado en el año 1973, contando con un brillante cuerpo médico especializado en las más destacadas universidades internacionales, con enfermeras entrenadas en el Instituto Neurológico de Montreal y con equipos ultra modernos, cuyas técnicas se habían formado en países como Francia.

En marzo de 1975 se admitió el primer estudiante de posgrado en Neurología cuyo programa tenía el aval institucional de la Pontifica Universidad Javeriana. El gestor académico y responsable de su implementación y desarrollo fue un médico Javeriano oriundo de Risaralda, cuya primigenia vocación por la neumología, que lo llevó a desarrollar su tesis de grado sobre el lóbulo medio, cambió y decidió finalmente dedicarse a la Neurología, enfrentando el desafío de irse del país en pos de su onirismo científico.

Eduardo Vallejo Mejía nació en Pereira el 13 de junio de 1928 en una ilustre familia de hacendados cafeteros y entre cuyos miembros hubo destacados servidores públicos como su hermano Hernán, exministro de Agricultura.

Sus juveniles impulsos poéticos que le dieron merecida fama en su tierra, cuando en una emisora loaba en versos a las damas de la noche por sus aportes al elixir del amor, pronto se canalizaron hacia la seriedad de la Pontificia Universidad Javeriana en donde se graduó como médico cirujano en el año 1954.

Inició su periplo neurológico en Barcelona en el servicio del profesor Barraquer-Bordas y en sus ratos libres cultivó una de sus pasiones: los jardines, extasiándose con las plantas, sus colores y fragancias. Años después en una memorable visita a la Universidad Industrial de Santander con los doctores Arturo Morillo, insigne neurofisiólogo formado en el NIH de los EE.UU, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana, y Eugenia Guzmán, la primera neuropsicóloga en arribar al país y al Instituto Neurológico de Colombia, nos dio una brillante cátedra sobre cada uno de los árboles, plantas y flores con una exquisita erudición en el Parque Eloy Valenzuela de Floridablanca.

Al año siguiente de estacionar en España viajó a Londres, al mítico National Hospital for Neurology and Neurosurgery, Queen Square, fundado en 1859, donde investigaron y enseñaron maestros como John Hughlings Jackson, MacDonald Critchlej y Charles-Edouard Brown-Séquard. Allí aprendió de los grandes neurólogos británicos de esos años. Aunque lo impresionaron los trabajos pioneros sobre el vértigo de la Dra. Dix, directora de la Unidad de Balance y autora con Hallpike de la famosa maniobra para diagnóstico del Vértigo paroxístico posicional benigno, su geniecito lo atemorizó.

Emigró a los Estados Unidos al Hospital Montefiore de New York, donde permaneció durante 4 años, bajo la tutela entre otros, del maestro de los neurólogos norteamericanos Hiram Houston Merritt, formador de cientos de ellos, 35 de los cuales fueron jefes de los principales departamentos de neurología de ese país conocidos como los "merritourious". Merritt dirigió el Neurological Institute of New York, fue decano de Columbia University y con el neurocirujano Tracy Putnam hizo los trabajos de investigación que sirvieron de modelo posterior para los anticonvulsivantes cuando lanzaron la fenitoina en 1936.

Su libro Texbook of Neurology ha sido un referente de la Neurología desde 1955. Merritt impactó a Eduardo Vallejo por ser un clínico brillante, meticuloso, nunca olvidaba un nombre y escribía con ambas manos. En el Hospital Monte-fiore, Arnold P. Friedman, uno de los Merritourius, fundó el primer centro norteamericano para el estudio de las cefaleas (Montefiore Hospital Headache Unit) y el Dr. Vallejo tuvo un excelente entrenamiento en esta área que incluyó trabajos de investigación como uno que sería considerado un estudio pionero, que abriría las puertas posteriormente al papel de la serotonina en la fisiopatología y el tratamiento de las migrañas 1. Melvin D. Yahr sería otro de sus brillantes profesores en el área de las enfermedades extra piramidales.

El profesor Vallejo nos contó de las dificultades en el día a día en la práctica hospitalaria por la difícil pronunciación de su apellido y se acostumbró a responder al "Valejo" cuando lo requerían por los altavoces. Uno de sus amigos y compañero de residencia predilectos en Montefiore, fue un disciplinado y amable médico japonés llamado Asao Hirano, quien se dedicó a la neuropatología y describió los denominados cuerpos de Hirano que son agregados intracelulares de proteínas, asociados a la actina en las neuronas de los pacientes con esclerosis lateral amiotrófica. En 1981 cuando participamos en el XII Congreso Mundial de Neurología en Kyoto, Japón, tuve la oportunidad de conocer al Dr. Hirano quien recordó con mucho cariño a su compañero y amigo "Eduardo Valejo" y le envió cordiales saludos. Esa ocasión fue histórica porque Hirano, presidió una sesión con Raymond Adams y unos neurólogos ingleses presentaron un nuevo método de diagnóstico que lo llamaron resonancia magnética cerebral y que como lo acotó el Premio Nobel Carleton Gajdusek presente en esa reunión, revolucionaría la Medicina, en especial la Neurología.

Presentó el Board de Neurología y Psiquiatría de la American Academy of Neurology ante los connotados profesores A. B. Baker (uno de los fundadores de la neurología norteamericana y autor de la primera enciclopedia sobre esta área) y Paul Ivan Yakovlev (autoridad mundial en neuroanatomía). Graduado con todas las de la ley y no contento aún con su formación, fue recibido por el eminente profesor Francis M. Forster en Madison, Wisconsin para un entrenamiento especial en epilepsia. El Dr. Forster, uno de los 4 fundadores de la American Academy of Neurology, fue uno de los más importantes epileptólogos en el mundo, siendo una de sus áreas pioneras las epilepsias reflejas, en especial la musicogénica como lo enseñó el Dr. Vallejo. Años después en un simposio internacional en Medellín conocimos al profesor Forster y constatamos el aprecio por su alumno colombiano; también nos asombramos con el video del marinero que convulsionaba al escuchar la marcha militar "Barras y estrellas". En Madison hizo una amistad perenne con una de las autoridades latinoamericanas en epilepsia, el neurólogo mexicano Dr. Francisco Rubio Donnadieu, formado por el Dr. Forster, quien siempre lo tuvo en alto aprecio y admiración.

Al cabo de 8 años de tan exigente formación en 2 continentes y 3 países, el Dr. Eduardo Vallejo Mejía regresó al país y luego de cortas vinculaciones en instituciones como el Hospital Infantil Lorencita Villegas de Santos y el Hospital San José, terminó en la Pontifica Universidad Javeriana en donde dictó la cátedra de Neurología y obtuvo el cargo de profesor titular. Fue jefe del Departamento de Medicina Interna del Hospital San Ignacio y miembro directivo de la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina (ASCOFAME). Llamado por el Dr. Jaime Gómez González, ingresó al Instituto Neurológico de Colombia en donde organizó y dirigió el Departamento de Neurología y el Comité de Posgrado.

Mantuvo inicialmente su consultorio privado en el Hospital San Ignacio y atendió numerosos pacientes, no solo de Bogotá sino de otras partes del país, en especial del Eje Cafetero. Uno de sus pacientes, recomendado por sus padres pereiranos, fue un joven estudiante de Economía de la Universidad de los Andes que llegó a ser presidente de Colombia: César Gaviria Trujillo.

En el Instituto Neurológico y en el Hospital San Ignacio, enseñó Neurología con maestría y sapiencia. El arte del examen neurológico tuvo en Eduardo Vallejo uno de sus máximos expertos. Sus alumnos quedaban extasiados ante su paciente y prolija técnica que permitía orientar adecuadamente el diagnóstico, de los numerosos casos particularmente difíciles que nos llegaron de los rincones de Colombia y de otros países. Su vasta experiencia aunada a la selecta biblioteca (los incunables les decía) que poseía y compartía generosamente con sus alumnos, permitió un estudio exhaustivo de los casos que aunado a los recursos tecnológicos de punta del Instituto, condujo a una pronta definición del dilema neurológico.

Sabía llevar de manera inteligente y pausada a todo el personal del Instituto Neurológico en especial a su director el Dr. Jaime Gómez González, brillante neurocirujano, disciplinado y férreo director. Jamás buscó protagonismos y con el diálogo académico y su exquisita bonhomía, dirimió las frecuentes controversias de diversa índole que caracterizaban la atmósfera institucional.

Su sentido del humor era proverbial. Su sonrisa casi permanente se interrumpía frecuentemente con su risa ante los geniales apuntes propios o de sus contertulios. En especial de la neuropsicóloga Eugenia Guzmán quien marcó un hito al irrumpir en el solemne trascurrir del Instituto Neurológico de Colombia en 1977, luego de su formación en la Universidad de Lowa con el profesor Arthur L. Benton. Eugenia, hija del venerable presidente de la Academia Colombiana de la Lengua, el profesor Eduardo Guzmán Esponda, vestía desafiantes bluyines de intensos colores, masticaba constantemente chicles mientras balanceaba rítmicamente un yo-yo. Sus hilarantes comentarios que le hacían coro a los del Dr. Vallejo eran un bálsamo para los residentes atribulados con la retante carga académica y asistencial. "Otanche mines" era el código que empleó el profesor para hacer alusión a un paciente de Boyacá que debíamos tratar con extrema precaución por su enfermedad, su procedencia y sus conocidos. El "pálido" era el cariñoso apelativo que le asignó a uno de los residentes más entusiastas y brillantes que rotó por un tiempo en la FINC, proveniente de la Universidad del Valle, mientras lo recibía Cosimo Ajmone Marsan neurofisiólogo y epileptólogo del NIH, radicado en Miami. Iván Osorio inició su destacada carrera en el área de la epilepsia como alumno del Dr. Eduardo Vallejo en el Instituto Neurológico de Colombia y se gozaba en extremo las prácticas y las tertulias grupales.

Estupendo conferencista nacional e internacional matizó sus doctas exposiciones con un humor puntual, conservando siempre su visión práctica del tema expuesto.

En 1977 el Dr. Jaime Gómez González, respaldado por el personal científico de la FINC como Comité Editorial entre ellos, el Dr. Eduardo Vallejo, editó la primera revista científica sobre ciencias neurológicas en nuestro país: Neurología en Colombia. El Dr. Vallejo en asocio con los doctores Francisco Barón y José Orbegozo publicó la experiencia de la institución en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson 2, una investigación inédita y que aportó al fraccionamiento de las dosis de levodopa en tomas más frecuentes que disminuían los efectos secundarios del fenómeno "on off" sin afectar su eficacia terapéutica.

Una revisión suya sobre los trastornos de la conciencia fue una importante contribución al conocimiento actualizado del tema, máxime que el Dr. Vallejo había conocido a los pioneros mundiales en este tópico, los Drs. Fred Plum y Jerome Posner 3. También, la neurosífilis lo motivó a estudiar 44 pacientes, resaltó la importancia diagnóstica de la FTA en el LCR sobre el VDRL 4.

Poseía una vasta cultura general y disfrutaba sus diversas expresiones en especial el teatro, la pintura, la música clásica y la ópera. Con Edwin Ruíz, uno de los primeros residentes de Neurocirugía de la FINC y apasionado por estos temas, frecuentemente compartían esta mutua pasión cultural.

Su paciencia era proverbial en especial con los jóvenes residentes a quienes guio prudentemente sin menoscabar su fuero. Uno de ellos, Antonio Donadío, médico panameño y auténtico caribe en su lenguaje y vestimenta, tomó en extremo la responsabilidad de sus turnos y con frecuencia llamaba al Dr. Vallejo los fines de semana a altas horas de la noche a informarle que podía estar tranquilo, ¡que todo estaba bien! Jamás recibió de su maestro un llamado de atención al respecto.

En una fría y lluviosa noche de mayo de 1978 acompañé al Dr. Vallejo a una reunión en el Club de la FAC en Bogotá, convocada por el Dr. Jaime Potes, jefe de Neurología del Hospital Militar en asocio de uno de sus más destacados alumnos, el Dr. Eduardo Palacios. Esa noche se fundó la Asociación Colombiana de Neurología y como residente del Dr. Vallejo tuve el privilegio de formar parte del grupo histórico fundacional de 14 personas. El profesor Vallejo sería uno de sus primeros presidentes en su etapa inicial de consolidación como ente autónomo y pujante, en búsqueda de una identidad propia.

El 27 de febrero de 1980 el grupo guerrillero M-19 se tomó la Embajada de la República Dominicana en Bogotá y durante 2 meses mantuvo secuestrados entre otros a 16 diplomáticos de alto rango de varios países. En ese lapso fueron autorizados algunos médicos para que atendiesen a ciertos enfermos dentro de la Embajada. Al Dr. Vallejo el Gobierno del presidente Julio César Turbay le solicitó sus servicios y su fotografía entrando a la Embajada, fue reseñado por la prensa nacional e internacional. Esto habla de la preeminencia científica de que gozó como neurólogo y cuya labor fue manejada por el profesor con suma discreción.

Sintiendo que había cumplido un ciclo importante en su vida profesional y académica, el Dr. Eduardo Vallejo renunció al Instituto Neurológico en 1982 y se vinculó a la Fundación Santafé donde fue recibido con todos los honores por el Dr. Jaime Toro Gómez fundador del posgrado de Neurología de esa institución. Rápidamente se integró con el destacado grupo de tan importante centro asistencial y se inició una sólida amistad personal y profesional con el Dr. Toro, que perduró hasta el fin de los días del Dr. Vallejo. La experiencia docente y profesional del Dr. Vallejo contribuyó a formar a los neurólogos egresados de la Fundación Santafé que se han posicionado en importantes instituciones nacionales e internacionales como la Universidad de Harvard en el caso del eminente neurólogo-neuroradiólogo Javier Romero. Acompañó al Dr. Toro en uno de sus trabajos iniciales sobre esclerosis múltiple que marcaron el inicio de una línea de investigación colombiana original con proyecciones internacionales 5.

El Dr. Vallejo se caracterizó por ser un excelente esposo y cariñoso padre de familia, su querida Alicia y sus adorados Eduardo Alfonso, Ana María y Carlos Alberto siempre dieron fe de ello, junto con la armonía de su hogar. Sin embargo, el destino aciago les puso una dura prueba al ser secuestrada su esposa y madre en el año 1982. Su raizal temple y el fuerte apoyo familiar permitieron solventar felizmente tan doloroso percance y cohesionarlos más aún

Retirado de la Fundación Santafé el Dr. Vallejo regresó a sus primigenios lares en Pereira, pero siempre mantuvo una estrecha relación con el Dr. Toro. Sintió la necesidad de su vocación académica y continuó viendo pacientes en el Hospital San Jorge con la guía del neurólogo Claudio Aguirre quien se convirtió en su amigo y confidente en sus postrimerías.

Tuve la feliz ocasión de visitarlo en su residencia en Pereira con motivo de un compromiso académico con la Universidad Tecnológica de Pereira hace algunos años. Como siempre lo hallé exultante, lleno de humor, ojos chispeantes, amplia y juvenil sonrisa, disfrutando la vida en los hermosos parajes del Eje Cafetero y en las librerías de su ciudad, dirigiendo tertulias literarias y disfrutando de su vida familiar. Me habló de sus libros y de sus planes de donarlos a instituciones y amigos. Hablamos de una conferencia que tenía preparada sobre su visión del futuro de las ciencias neurológicas. Con el Dr. Aguirre planeamos un homenaje de la Asociación Colombiana de Neurología, que tristemente nunca se dio.

La infausta noticia de su apacible muerte en su hogar nos ha conmovido profundamente. Siento que el Dr. Eduardo Vallejo Mejía nunca se irá de nuestros pensamientos, que guiará nuestro accionar académico por siempre como lo ha hecho hasta ahora y que sus enseñanzas perdurarán porque forman parte de la escuela del Instituto Neurológico de Colombia cuyo lema "Labor improbus omnia vincit" (El trabajo todo lo vence) ha sido nuestra guía, la que el Dr. Vallejo honró siempre. Nos dio lo mejor de sí como profesional y ser humano para formarnos como neurólogos y seres integrales en beneficio de la sociedad a la que retornamos para transformarla positivamente. Su legado será perpetuado por nosotros sus alumnos.

¡Eduardo Vallejo Mejía, como los viejos soldados nunca morirá, solo se desvanecerá!

Dios lo tenga en su Gloria.

REFERENCIAS

1. Kimball RW, Friedman AP, Vallejo E. Effect of serotonin in migraine patients. Neurology. 1960; 10:107- 111. [ Links ]

2. Vallejo E, Barón F, Orbegozo J. Tratamiento a largo plazo de la Enfermedad de Parkinson. Neurología en Colombia.1978;2:180-185. [ Links ]

3. Vallejo E. Estados de Conciencia. Neurología en Colombia. 1978,2:186-191. [ Links ]

4. Vallejo E, Mogollón G. Estudio clínico-serológico de sífilis en pacientes neurológicos. Neurología en Colombia. 1979,3:327-332. [ Links ]

5. Toro J, Vallejo E, Cuéllar Z, Guzmán M. Estudio clínico de potenciales evocados y bandas oligoclonales en Esclerosis Múltiple. Acta Médica Colombiana. 1985, 10:145- 154. [ Links ]

Recibido: 17 de Julio de 2017; Aprobado: 21 de Julio de 2017

* Correspondencia: Gustavo Pradilla Ardila, gpradilla@gmail.com

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