El sábado 11 de marzo de 2017, al finalizar la tarde, murió el Dr. Carlos Alberto Jaramillo Restrepo, ilustre abogado penalista, quien estuvo vinculado con nuestra Universidad durante gran parte de su vida. Al Dr. Jaramillo se le recuerda como un hombre alegre, de suma inteligencia, honorable, bondadoso, gran orador, brillante y respetado litigante, de impecables formas, infatigable defensor de las más nobles causas. Sin duda, dejó profunda huella en sus estudiantes y una enorme sensación de ausencia entre quienes tuvieron el privilegio de conocerlo.
La Facultad de Derecho de la Universidad Pontificia Bolivariana quiere dedicar este número de su revista a quien fuera uno de los profesores que, en forma más decidida, determinaron un estilo propio de elegancia y de decoro en el ejercicio profesional. Portador de una insondable profundidad de la que, entre otras cosas, dieron cuenta su gusto por la literatura y su inclinación, en general, por la vida contemplativa, supo, siempre, respetar los proyectos existenciales de sus estudiantes, animándolos a construirlos, auténticamente, en el marco del respeto por los otros y de la comprensión del sufrimiento ajeno.
En esta época en la que vivimos, marcada por el desprestigio del derecho como instrumento que ha de posibilitar la convivencia, hará una falta enorme la voz autorizada del Dr. Jaramillo, quien, como dijo de él alguna vez el Dr. Luis Gabriel Botero Peláez, no era una persona que se volvió penalista, sino un natural defensor, penalista que adquirió la condición de persona. Intentó, siempre, el Dr. Jaramillo, antes de emitir un juicio -que, curiosamente, nunca resultó negativo respecto de la honra de otras personas-, indagar por eso que él llamaba los "factores causales explicativos de las conductas"; fue un verdadero cristiano, a su manera como todo lo suyo.
Su muerte nos ha estremecido. Si, como afirma Ortega y Gasset, la vida es lo que hacemos y lo que nos pasa, nuestra vida se halla, hoy, profundamente conmovida con su desaparición, pero hondamente marcada por su legado espiritual. Gracias, muchas gracias, Dr. Jaramillo. Queda entre nosotros su alegría y aquello que dio sentido a su existencia.