Introducción
Este artículo se propone analizar las relaciones laborales dentro de una empresa ferroviaria británica instalada en Argentina, el Ferrocarril Central Argentino (FCCA), durante la Primera Guerra Mundial (PGM). Aquí se busca explorar los elementos materiales y simbólicos vinculados a la Gran Guerra, que influyeron en las relaciones laborales establecidas en espacios más locales y que repercutieron en movilizaciones por parte de los trabajadores. Esta investigación se centrará en la ciudad de Rosario y su entorno más próximo -aunque la extensión de la firma alcanzaba otras localidades de Santa Fe y de provincias como Buenos Aires, Córdoba, Tucumán y Santiago del Estero-, ya que este espacio configuraba el área central de la compañía, donde convergían sus líneas principales y donde se construyeron, además, los dos talleres más importantes1.
Tal como ha afirmado Stefan Rinke, los años durante los cuales se desarrolló la PGM han despertado una escasa atención por parte de la historiografía latinoamericana2. Algo similar han sostenido autores como Mario Ojeda Revah, en un acercamiento reciente a este tema3. En el mismo sentido, pero refiriéndose particularmente a Argentina, María Inés Tato ha considerado que "la recepción social de la Gran Guerra ha sido desatendida" por los historiadores4. La misma autora ha señalado que los estudios realizados se han concentrado, en primer lugar, en el área de la economía y, en segundo lugar, en las relaciones internacionales y diplomáticas5. Aunque también señala que en los últimos años se han comenzado a explorar las repercusiones de la PGM en sectores de la sociedad civil, especialmente en las comunidades de inmigrantes instaladas en el país6. Mientras que para el caso de los británicos en Argentina existen escasos trabajos y un vacío respecto a las dinámicas de empresas de ese origen que funcionaban en el país7.
Tato, a este respecto, se ha detenido de una forma general en el apoyo financiero de las compañías ferroviarias al Ejército británico y en el envío de voluntarios al frente. Asimismo, ha señalado que a partir de la vigencia de la Statutory List se exacerbó el combate contra el "peligro alemán" con la confección de "listas negras", que incluían firmas y comerciantes alemanes con quienes se prohibía el intercambio económico8. Este traslado del clima bélico a Latinoamérica ha sido abordado también por Phillip Dehne, a través del estudio de las disputas económicas entre británicos y alemanes. Dehne ha señalado que desde finales de 1915, Gran Bretaña inició una campaña en Sudamérica con la intención de destruir la actividad económica de compañías alemanas en países neutrales. Las "listas negras", surgidas de esta operación, incluían principalmente a grandes empresas exportadoras que dominaban la comercialización de la lana uruguaya, el café brasileño y el trigo argentino9. Por otro lado, Stefan Chamorro Bonow ha explorado las restricciones -tanto en materia económica como en derechos civiles- sufridas por la comunidad alemana en Brasil en el marco de la PGM. En su investigación ha señalado que ciertas políticas tuvieron como destinatarios no sólo a grandes firmas, sino también a trabajadores de ese origen étnico10.
Ahora bien, regresando al caso argentino, y poniendo el foco de atención en el mundo del trabajo, Silvana Palermo ha estudiado el vínculo entre la PGM y el estallido de las huelgas ferroviarias de 1917. Ha sostenido que las grandes empresas de esa rama devinieron en "teatros de operaciones de la guerra", donde se contrapusieron "principios de nacionalidad" con los lenguajes universalistas-internacionalistas utilizados en las reivindicaciones obreras, constatando además el despido de trabajadores de nacionalidades consideradas "enemigas" durante el conflicto11. En consonancia con esto, David Rock ha señalado las sospechas esgrimidas por las firmas ferrocarrileras ante el gobierno de Yrigoyen sobre la injerencia alemana en las citadas protestas12. En el presente artículo se retomarán algunos de estos tópicos vinculados al impacto social de la PGM en Argentina, pero en este caso con el objeto de estudiar su repercusión en una compañía ferroviaria británica en particular, en un espacio local. Se propone entonces, a partir de una reducción de la escala de análisis, explorar los efectos concretos de la PGM en los vínculos empresa-trabajadores en Argentina.
Cabría preguntarse, entonces, ¿cómo repercutió la Gran Guerra en el territorio argentino? La conflagración que se extendió entre 1914 y 1918 deparó consecuencias importantes en el mercado internacional que afectarían gravemente la hegemonía británica y abrirían paso al liderazgo de Estados Unidos. La guerra, combinada con la crisis desatada previamente en los Balcanes, incidió negativamente en una economía "abierta" como la argentina, basada en la exportación de productos agropecuarios y con una fuerte dependencia de Gran Bretaña13. A esto se agregó, además, el desalentador resultado de las cosechas de los años 1913-1914 a nivel nacional14. El inicio de las hostilidades en agosto de 1914 se tradujo en la contracción de las exportaciones de granos y en una caída pronunciada de bienes importados, entre ellos, insumos, maquinarias y combustible (fundamentalmente el carbón). Al mismo tiempo, la salida de capitales fuera del país y la disminución del circulante en su interior vinieron a completar un panorama desolador. La caída del producto bruto interno fue otro de los signos de la crisis. Se ha asegurado que la recesión que se avecinó fue la primera "desde 1890 y la más grande del siglo XX"15.
A esto se suma que la coyuntura depresiva originó efectos negativos para los trabajadores: desocupación, aumento del costo de vida y, en algunos casos, caída de los salarios16. La acumulación de saldos negativos de inmigración, el aumento de la demanda laboral en la industria nacional producto de la disminución en las importaciones y el retraso en los salarios frente a un notable incremento de los precios de los artículos de consumo posibilitó "un alza de las luchas reivindicativas"17. La coyuntura de protestas obreras abierta en 1916, y que se extendería hasta 1922, fue el marco en que se desplegó la primera huelga general protagonizada por trabajadores ferroviarios en Argentina durante 1917.
La guerra tuvo derivaciones particulares en los ferrocarriles establecidos en el país: se suspendió la construcción de nuevas extensiones y obras en general, cayeron los ingresos producto del retroceso del tráfico y se dilataron los gastos de explotación18. El FCCA no escapó a esta situación. La retracción del comercio internacional, en especial en la exportación de granos, afectó en profundidad a una firma que basaba fundamentalmente su actividad en el traslado de cereales hacia los puertos19. Se sumaba a esto la caída de las cifras de pasajeros transportados, que finalmente se traduciría en un retroceso de los ingresos brutos de la empresa, que eran absorbidos en una proporción cada vez mayor por los abultados "gastos de explotación". La empresa respondió ante la crisis buscando disminuir sus egresos recurriendo al despido de trabajadores, la rebaja en las categorías ocupacionales y el acortamiento de la semana laboral en talleres y otras secciones. Desde 1914 hubo resistencias aisladas y de carácter defensivo en algunos puntos del sistema20. Sin embargo, durante 1917, una serie de movimientos mejor organizados y de mayor alcance culminaron en septiembre de ese año en la primera huelga general ferroviaria en Argentina21.
La guerra fue utilizada por la empresa en varios sentidos. Por un lado, le sirvió para justificar las medidas de ajuste aplicadas, y, por el otro lado, hizo uso del conflicto bélico de una forma simbólica. En ese sentido, si bien la compañía se preocupaba, cotidianamente, de mostrar a la cultura británica como vector de progreso y civilización, la guerra exacerbó el sentimiento patriótico. Esto se traduciría en el apoyo económico al Ejército británico, el envío de combatientes al frente de batalla y una proclamada observancia de las restricciones impuestas desde Gran Bretaña a las transacciones económicas con el "enemigo". Sin embargo, se sostiene en este trabajo que este "patriotismo empresarial" mostrará sus límites y condicionamientos a la hora de tomar decisiones que pusieran en riesgo el devenir de la compañía. Asimismo, el despliegue simbólico de una "comunidad imaginada" británica sin fisuras dentro de la firma ferroviaria sería desvirtuado por la incidencia de las jerarquías laborales en el tratamiento de los voluntarios que partieron a la guerra.
Con el propósito de mostrar estos procesos, en este artículo se ha recurrido a fuentes de distinto origen con la intención de lograr una triangulación en la recolección de datos, que posibilitara tanto validación en la investigación como una mayor comprensión del objeto estudiado. En ese sentido, se ha apelado a material proveniente de agencias estatales, diplomáticas, y revisado un corpus documental perteneciente a la empresa analizada y la prensa sindical de los dos sindicatos ferroviarios de la etapa. La selección de fuentes también ha respondido a una opción metodológica que apunta a complementar una visión -"desde arriba" y "desde abajo"- que habilite una perspectiva relacional, dada la naturaleza del objeto por explorar. Por tanto, centrar el análisis en los vínculos entre representantes de la empresa y trabajadores supone sostener que resulta imposible entender a unos sin tener en cuenta a los otros22. Para esto se retoma la premisa teórica que afirma que la estructuración de las clases sociales se da a través de las experiencias derivadas de relaciones tanto horizontales como verticales23. Tal como ha sostenido Edward P. Thompson, "la noción de clase entraña la noción de relación histórica"24. En ese sentido, se considera necesario encontrar en este análisis un punto de articulación entre las políticas empresarias de gestión de la mano de obra (dentro de los lugares de trabajo, pero también en la vida extralaboral de los trabajadores y sus familias) y las estrategias, acciones y respuestas del colectivo de trabajadores.
Este artículo se ordenará del siguiente modo. En un primer apartado se analizarán las consecuencias particulares de índole económica que tuvo la guerra en el FCCA y que conllevaron la toma de decisiones con respecto a sus trabajadores. En una segunda sección se considerarán las estrategias de la empresa para enfrentar la gravedad de la situación. La tercera parte se centrará en las operaciones simbólicas puestas en marcha por la compañía, con el objetivo de estimular el fervor patriótico entre los empleados y su alistamiento en el Ejército británico. En el cuarto parágrafo se analizarán las respuestas de los trabajadores a las políticas de recortes y despidos, se reflexionará sobre la existencia de "listas negras" de trabajadores de nacionalidades consideradas "enemigas" y sobre los temores expresados por las autoridades británicas y la superioridad del FCCA referentes a un posible "complot alemán" operando en las sombras y atizando las protestas desatadas entre junio y octubre de 1917.
El impacto de la guerra
Durante el período bajo estudio, el FCCA constituía, con una extensión de algo más de 5.300 kilómetros, la segunda empresa ferroviaria del país. Su instalación en Argentina se remontaba a mediados del siglo XIX, cuando se planteó el propósito de unir la provincia de Córdoba con la ciudad santafesina de Rosario. Si bien se trataba de una empresa asimilable a lo que Chandler ha definido como una "empresa moderna"25, desde sus inicios había implementado una serie de estrategias que pretendían no sólo incidir en el ámbito del trabajo, sino también avanzar en aspectos ligados a la reproducción de la fuerza laboral26. Esto había determinado una forma particular de diseñar su política de gestión de mano de obra, en donde se combinaban elementos propios de una empresa con una organización compleja y altamente despersonalizada y otras características más cercanas a un paternalismo decimonónico27.
Desde 1901 -aunque con carácter legal a partir de 1908- se produjo el proceso de fusión o amalgama del FCCA y el Ferrocarril Buenos Aires y Rosario, dando lugar a una nueva empresa que conservaría el nombre de la primera. Ayudada por la bonanza económica argentina, la compañía experimentó a partir de esos años una visible prosperidad. Hacia 1914 había alcanzado una importante cantidad de trabajadores -unos 35.000-, los cuales eran, en una gran proporción, inmigrantes extranjeros y hombres, aunque incluían un muy reducido número de mujeres. Estas últimas estaban empleadas como oficinistas, guardabarreras, guardavías y cocineras. La cantidad de británicos al comenzar la PGM era alrededor de un millar28, ocupados en cargos de máxima dirección, capataces, ingenieros, dibujantes, maquinistas, obreros calificados, telegrafistas y personal de administración. La etapa expansiva del FCCA encontró su límite en la crisis internacional iniciada en 1913 y el estallido de la PGM, en 1914.
El cambio de coyuntura podría medirse a través del clima percibido en los informes de las asambleas de accionistas en Londres. Un año antes del estallido de la contienda bélica, el presidente sir Joseph White Todd inauguraba la reunión de 1913 anunciando entre aplausos que el período bajo revisión había constituido un récord en los anales financieros de la compañía . Un año después, el clima de euforia cambiaría radicalmente. La asamblea de 1914 sería iniciada con un reporte que intentaba persuadir al auditorio sobre la austeridad y precaución con que deberían actuar frente al futuro incierto que se avecinaba . Uno de los signos que demostraba lo adverso de la etapa era el aumento de los coeficientes de explotación entre 1914-1919 . La tendencia recesiva para el FCCA recién comenzaría a revertirse a partir de 1923, cuando se abriría una nueva etapa de prosperidad hasta fines de la década del veinte .
Uno de los elementos que la empresa señalaba como causa fundamental del deterioro de su situación financiera era el incremento del precio del combustible usado para la tracción (ver el cuadro 1), asociado a las dificultades referidas a la importación del carbón desde Gran Bretaña. En esta etapa, la compañía procedió a buscar sustitutos y se comenzó a utilizar leña. En los dos años posteriores al final de la guerra se llegó a alimentar las calderas de las locomotoras con maíz34.
Año | Carbón | Leña | Petróleo (diésel) | Electricidad | Maíz |
---|---|---|---|---|---|
1912 | 455.845 | --- | --- | --- | --- |
1913 | 500.110 | --- | 338 | --- | --- |
1914 | 521.529 | --- | 241 | --- | --- |
1915 | 429.663 | 35.952 | --- | --- | --- |
1916 | 511.641 | 139.864 | --- | --- | --- |
1917 | 358.660 | 358.660 | --- | 49.153 | --- |
1918 | 533.714 | 565.414 | --- | 77.596 | --- |
1919 | 400.762 | 1.104.503 | --- | 104.762 | 43.132 |
1920 | 827.565 | 677.930 | 38.784 | 81.876 | 4.419 |
1921 | 1.282.619 | 341.201 | 214.216 | 104.851 | --- |
1922 | 1.116.001 | 13.136 | 215.071 | 100.171 | --- |
1923 | 641.331 | 42.660 | 175.194 | 83.282 | --- |
1924 | 592.993 | 57.280 | 207.198 | 84.283 | --- |
Fuente: elaboración propia con base en datos extraídos de las memorias anuales de la empresa. Central Argentine Railway, Annual reports, t.1893-1914 y 1915-1925 (Buenos Aires: FCBAP Almacenes Imprenta, s/a.).
La política de la empresa frente a la nueva coyuntura resultó entonces conservadora y cautelosa. Las medidas de austeridad no impidieron, sin embargo, que la compañía culminara en este período tres de las obras más importantes de toda su historia: la Estación Retiro, en la ciudad de Buenos Aires; el servicio eléctrico Retiro-Tigre, y la construcción de los Talleres Gorton. Estos últimos, inaugurados en 1916, estaban dotados de la maquinaria más avanzada del momento y fueron diseñados atendiendo a las nuevas tendencias en materia de organización del trabajo35. En un intento de aumentar la producción cerealista por transportar, la compañía llevó adelante iniciativas que propiciaban el desarrollo de cultivos en regiones áridas atendidas por su sistema36. Sin embargo, el rubro donde el FCCA puso mayor energía en sus planes de economía fue en la política de recortes dirigida a sus trabajadores.
Los trabajadores y las "economías"
Desde agosto de 1914, los periódicos obreros comenzaron a denunciar a las empresas ferroviarias, incluido el FCCA, por medidas de rebaja de sueldos y despidos. Así, por ejemplo, en El Obrero Ferroviario algunos articulistas expresaban su preocupación por estas condiciones:
"Todas las empresas han destituido y continúan destituyendo centenares de obreros [...] Las economías vienen sembrando la miseria y el pánico en todos los hogares obreros"37.
"El proletariado ferroviario nunca se ha encontrado en situación tan dolorosa y amenazadora como en estos momentos [...] Las empresas pretenden recompensarse de la disminución del tráfico cercenando salvajemente nuestros salarios [...] En muchas secciones -simultáneamente a la destitución y suspensión de un gran número de empleados- se recargaba enormemente la tarea de los que debían continuar prestando servicio"38.
Tanto La Fraternidad, que nucleaba a los maquinistas y foguistas de locomotoras, como la Federación Obrera Ferroviaria (FOF), que reunía a trabajadores de talleres, Tráfico, Vías y Obras y Señales, desestimaron las causas señaladas por la empresa para justificar los despidos. Así, desde las páginas de los periódicos de ambas organizaciones se denunciaba que los motivos esgrimidos por la patronal eran sólo excusas para perjudicar al personal:
"El pretexto de la falta de carbón, ofreció a las empresas ferroviarias una oportunidad brillante, para poner en práctica la idea desde hace tiempo acariciada, de realizar una bonita economía a costa de su personal [...] La falta de tráfico, ha sido una vez más la tapadera de las ambiciones nunca satisfechas de las empresas, con ellas justifican todos sus ataques al salario [...]"39
"Desde antes de iniciarse la contienda europea, esta empresa [el FCCA] venía esquilmando al personal con el pretexto de las economías. Al estallar la guerra -alegando la carencia de combustible y la reducción del tráfico- fueron suprimiendo un gran número de trenes y declarados cesantes buena cantidad de obreros y empleados [...]"40 .
En ambos testimonios se observa que las llamadas "economías" se habían iniciado antes de la guerra, pero cuando esta estalló, estas medidas se profundizaron. Es difícil cuantificar la magnitud de despedidos que se concretaron en FCCA. Las fuentes obreras hablan de miles de trabajadores para las compañías de ferrocarriles en su conjunto, pero sin hacer ningún tipo de precisiones41. No obstante, en un intento de lograr una aproximación, se ha recurrido a datos recogidos de diversas fuentes. En primer lugar, se estudió el Tercer Censo Nacional de 1914, donde se adjudican al FCCA poco más de 35.000 trabajadores. En 1923, cinco años después de terminada la guerra, según el informe del Gerente General, la plantilla de personal era de alrededor de 26.000. Una diferencia importante que rondaría las 9.000 personas, cerca de un 25% menos42. En segundo lugar, se cuenta con los montos en libras destinados a sueldos y salarios, los cuales eran registrados en los balances anuales de la compañía. En ese sentido, se han tomado las cifras correspondientes a los trabajadores de los talleres de mantenimiento y de reparación de coches y locomotoras, y se han volcado en el cuadro 2 los datos obtenidos.
SUELDOS Trabajadores Talleres | 1914 | 1915 | 1916 | 1917 | 1918 | 1919 | 1920 | 1921 | 1922 | 1923 |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Mantenimiento locomotoras | 63.357 | 68.921 | 68.729 | 43.169 | 38.822 | 61.812 | 93.087 | 131.426 | 127.930 | 132.300 |
Mantenimiento coches | 35.948 | 31.017 | 34.072 | 28.075 | 31.919 | 45.958 | 71.068 | 87.707 | 106.632 | 115.356 |
TOTALES Sueldos | 99.305 | 99.938 | 102.801 | 71.244 | 70.741 | 107.770 | 164.155 | 219.133 | 234.562 | 247.656 |
Fuente: elaboración propia con base en datos extraídos de las memorias anuales de la empresa. Central Argentine Railway, Annual reports, t.1893-1914 y 1915-1925 (Buenos Aires: FCBAP Almacenes Imprenta, s/a.).
Los años presentados en este cuadro eran definidos en los estados de cuentas como terminados en 30 de junio, habiendo comenzado el 30 de junio del año anterior. Significa que los datos consignados como de "1914" corresponden a las cifras pagadas por la empresa desde el 30 de junio de 1913 al 30 de junio de 1914, es decir que son datos anteriores al estallido de la guerra. Por lo que el punto de comparación se establece con la columna correspondiente a "1917", donde se da la baja mayor en los montos, y que además es anterior al estallido de la huelga general de septiembre, cuando los números podrían distorsionarse por la cantidad de días no trabajados. La comparación de ambas columnas sugiere una baja de poco más del 28% en las cifras totales. Esa contracción podría adjudicarse a una disminución en el monto de los sueldos pagados, el despedido de personal, o, probablemente, a una combinación de ambas opciones. Lo que sugiere que es posible comprobar una tendencia significativa a la baja de los montos en libras destinados a sueldos. A partir de 1919, el incremento de las sumas correspondientes a los mismos ítems obedecía, tal como lo explicaba la propia empresa, a los aumentos otorgados en salarios (luego de la huelga de 1917, en junio de 1919 y febrero de 1920) y "a los reordenamientos derivados de las regulaciones laborales"43.
Asimismo, a partir de una muestra de cerca de 1.100 trabajadores que estuvieron ocupados en los talleres de Rosario y Pérez de la empresa, se ha detectado el despido de 183 por diversas causas, en el período 1915-192144. La concentración mayor de destituciones se dio en 1916 (102), cuando se concretaron despidos masivos de personal, fundamentalmente entre fines de julio y principios de agosto: reducción de personal (78); terminación de trabajo/no ser más necesarios sus servicios (7); mala voluntad para trabajar (1); desorden (1); ausencia (2); trabajo mal hecho (2); no levantar embargo (2); compensados (2), y sin datos (4). Como se observa en estas cifras, el motivo más aludido es "reducción de personal" (76%). Coincidente con esto, la prensa obrera denunciaba en sus columnas que el 31 de julio de ese año habían sido despedidos alrededor de 400 operarios de los Talleres Rosario45. El ingeniero John P. Crouch, a cargo de estos, había señalado esa misma fecha como el momento cuando había concretado la mayor expulsión de trabajadores de su departamento46.
Una empresa en guerra
A partir de 1914, toda la política de la compañía estuvo teñida por la participación de Gran Bretaña en la guerra y caracterizada por un sentimiento patriótico que comenzaba por el directorio en Londres, continuaba en la "superioridad" local, funcionarios medios y el personal administrativo, e intentaba descender hacia el resto de la plantilla del personal47. Este espíritu patriótico podía fácilmente ser engarzado con un rasgo particular de la empresa: su modalidad de gestión de mano de obra. Esta incluía estrategias que se basaban en el control y la coerción, y otro conjunto que intentaba influir en la reproducción de la fuerza de trabajo. El objetivo que las orientaba era lograr trabajadores disciplinados, eficientes en su labor, fieles a la compañía, y que garantizaran la seguridad del tráfico. Pretendían, además, involucrar a su personal con los intereses empresariales y reemplazar las solidaridades de clase por relaciones verticales de deferencia hacia la dirección de la firma, la superioridad. Las políticas sociales48, aplicadas por la empresa de forma selectiva y arbitraria, se complementaban con la proyección de una imagen de la superioridad cargada de connotaciones paternalistas, donde esta aparecía concediendo a su personal múltiples beneficios. La revista de la empresa, editada desde 1911, de forma mensual y en dos versiones (inglés y español) resultaba un canal muy adecuado para hacer llegar al conjunto de los trabajadores detalles biográficos de los miembros de la superioridad, a través de notas acompañadas de fotografías que los exhibían practicando deportes o participando en veladas sociales. En otros trabajos se ha sugerido cómo estas demostraciones cuidadosamente desplegadas pueden ser abordadas a partir del concepto de "teatro de hegemonía" acuñado por el historiador británico E. P. Thompson49.
A todo esto se sumaba la sobrevaloración de la cultura británica que ellos portaban y que era mostrada como vector de progreso y civilización. El propio ferrocarril, como tecnología moderna asociada a los saberes de los ingenieros ingleses, cumplió de forma más general un rol altamente legitimador del imperialismo británico en países colonizados o bajo su poder económico50. Estos aspectos se exacerbaron luego del estallido de la PGM, cuando desde la dirección de la empresa se estimuló el fervor patriótico incentivando a los empleados a enrolarse en el Ejército como voluntarios. Los ferrocarriles británicos contribuyeron con más de un millar de voluntarios, y el FCCA estuvo a la cabeza de esta iniciativa, aportando entre 416 y 447 voluntarios, según las estadísticas que se tomen51. La persona encargada de encomendar esta campaña fue el ingeniero John P. Crouch, a cargo del Departamento Ingeniero Jefe Mecánico (IJM), quien lideró el envío de hombres a la guerra52. La empresa había determinado que se darían licencias especiales para todo aquel que quisiera alistarse en el Ejército inglés, y se les conservaría su puesto hasta que regresaran de la guerra53.
Una muestra de 129 fichas y fojas de servicios de personal de la empresa, correspondientes a trabajadores que se enrolaron en las Fuerzas Armadas británicas desde 1914, sugiere cómo, efectivamente, en un porcentaje cercano al 40% correspondían a personal del Departamento IJM. Si bien algunos de ellos eran maquinistas, foguistas u obreros de talleres, la mitad del total correspondía a empleados de oficina de las distintas secciones. El personal de dirección era minoritario dentro de los enrolados, a pesar de que, como se había explicado en una asamblea de accionistas, "muchos [...] incluyendo nuestro Gerente General, el Jefe del ingeniero Mecánico, etc., habrían estado en uno u otro de los numerosos campos de batalla pero por el deseo de nuestras autoridades [...]"54 habían permanecido al mando del ferrocarril garantizando el transporte de alimentos para el Ejército aliado.
Esta muestra señala que mayoritariamente eran británicos los que viajaban a Europa para unirse al Ejército, ya que sólo se han encontrado tres combatientes argentinos, aunque seguramente, y tomando en cuenta sus apellidos, eran hijos de ingleses radicados en el país. Se debe tener en cuenta además que el trato de los voluntarios no fue igualitario, sino que estuvo atravesado por las jerarquías laborales dentro de la empresa. Las diferencias comenzaban desde el momento en que se anunciaba la partida a Europa, a través de la revista oficial. La despedida de miembros de la superioridad y el personal jerárquico era motivo de ceremonias ampliamente publicitadas con fotografías, notas biográficas y síntesis de los discursos pronunciados55. Las noticias referidas a empleados subalternos que se enrolaban en el Ejército se distinguían por ser más breves y estar acompañadas de fotos pequeñas o colectivas.
Asimismo, existieron contrastes en relación con las ayudas monetarias asignadas, que quedaron registradas en las fichas del personal. Por ejemplo, a quienes percibían un salario mensual se les concedió de uno a cuatro meses de licencia paga en el momento de partir a la guerra, mientras que los miembros de la Superioridad gozaron de privilegios especiales. Así, a quien ocupaba un cargo de jefatura en el Departamento de Estadísticas, dependiente de la Gerencia, se le concedió una pensión mensual para su esposa hasta su retorno. También, tres empleados administrativos jerárquicos y un ayudante de jefe recibieron licencias pagas al terminar la guerra. Por el contrario, quienes tenían una antigüedad reducida igual o menor a un año -muchos de ellos remunerados por día- sólo fueron acreedores de un subsidio mínimo que oscilaba entre 20 y 25 libras56.
En general se respetó la promesa de conservar los lugares de trabajo dejados al enrolarse. Sólo en referencia a un trabajador a quien le fue negado el ingreso al Ejército, esto no se cumplió, y su renuncia en marzo de 1916 se adjudicó a "no estar conforme con ninguno de los puestos ofrecidos". Respecto a los otros cinco casos de trabajadores "rechazados" -dos oficinistas, un maquinista, un foguista y un machinist57-, tres renunciaron antes de 1919 (uno sin regresar a Argentina) y otros dos fallecieron en los años siguientes a su reincorporación a la empresa (1915 y 1921). Teniendo en cuenta el maltrato particular recibido por quien no fue restablecido en su puesto al regresar, es probable que la no admisión como soldados debió ser una fuente considerable de escarnio y vergüenza para los rechazados. Por el contrario, se guardó consideración con aquellos que por error fueron dados por muertos o perdidos y luego se comprobó que era equivocada esta información. En seis casos se les otorgó una licencia de cuatro a seis meses, aunque sólo en tres de ellas se especificaba que se garantizaba el pago del sueldo.
Por otro lado, resulta importante la cifra de quienes decidieron abandonar el servicio apenas terminado el conflicto bélico o luego de un tiempo de retomadas las tareas. Se observa que, de un total de 129 trabajadores, 30 abandonaron sus puestos sin regresar a Argentina -al renunciar en Reino Unido-; 78 regresaron a sus labores en la compañía; y 6 fueron rechazados por el Ejército. Mientras tanto, otros 23 renunciaron a su regreso a la empresa entre 1919 y 1924, mientras que 3 lo hicieron entre 1926 y 1948; 4 quedaron cesantes entre 1920 y 1923, y 4 más entre 1927 y 1930; 36 lograron jubilarse dentro de la compañía entre 1929 y 1950; 3 fallecieron entre 1920 y 1924, y 5 más entre 1927 y 1945. Es posible pensar que las consecuencias de haber participado en la guerra debieron haber incidido negativamente en la vida cotidiana y en el sostenimiento de la rutina laboral por parte de los excombatientes58.
La importancia otorgada por la firma a la guerra se evidencia también en que desde septiembre de 1914, la revista oficial destinó gran parte de sus páginas al seguimiento de la guerra. Se abrieron nuevas secciones y en cada número se publicaba el listado completo de los empleados del FCCA enrolados en el Ejército y de los caídos que pasaban a engrosar "la lista de Honor" (Roll of Honour). Asimismo, varios fondos (British Patriotic Committee; General Patriotic Found; Prince of Wales Found) fueron apoyados desde la compañía y por una porción de su personal. En 1915, por ejemplo, una colecta entre empleados jerárquicos y administrativos culminó en la compra de un aeroplano que fue entregado al Gobierno británico. Cuando la guerra llegó a su fin, la revista cubrió los festejos celebrados en las estaciones de Rosario y Buenos Aires por el triunfo de los aliados. Pero además, a comienzos de los años veinte, un monumento conmemorativo de los caídos del FCCA durante la Gran Guerra fue inaugurado en el hall central de la Estación Retiro de Buenos Aires y visitado por el príncipe de Gales en su viaje a Argentina, en 192559.
De forma paralela a la imagen idealizada del Imperio británico como defensor de la libertad, la revista fue construyendo una representación de los alemanes, quienes eran mostrados como "pérfidos", "violadores de mujeres y niñas" y "asesinos". La hostilidad hacia los alemanes se vio reflejada rápidamente y de forma concreta en el ámbito local. Apenas comenzada la guerra se disolvió en Rosario la Enfermería Anglo-Alemana, que había sido sostenida por las comunidades alemana y británica desde hacía décadas, y que además era utilizada por la compañía para la atención del personal. Tiempo después sería reemplazada por el Hospital Británico, en cuya construcción contribuiría económicamente la empresa, junto con los ingleses residentes en Rosario. Sin embargo, el traslado más interesante de la beligerancia europea al ámbito argentino se dio durante los meses anteriores a la huelga de 1917, cuando una ola de rumores basados en teorías conspirativas comenzó a circular en los medios diplomáticos británicos y belgas.
La huelga de 1917 y el peligro alemán
La huelga ferroviaria de septiembre 1917 se convirtió en uno de los conflictos sindicales más importantes que se desarrollaron en Argentina durante los años en que transcurrió la PGM. Es posible diferenciar una etapa netamente local y circunscripta al FCCA que se desató en el mes de junio, cuando los trabajadores del aserradero que funcionaba en los Talleres de la compañía, en la zona norte de la ciudad de Rosario, se declararon en huelga. Las causas de la protesta se relacionaban con la decisión de la empresa de suspender a sus obreros varios días a la semana aduciendo necesidades económicas. La medida contó con la adhesión solidaria de los trabajadores de los Talleres "Gorton" y culminó con un triunfo por parte de los obreros. Al poco tiempo de este primer conflicto volvió a estallar una nueva protesta a raíz de las sanciones disciplinarias impuestas a dos obreros. Esta vez, la medida de fuerza se extendió a todo el FCCA y se exigió la reincorporación de los dos despedidos y la separación del Ingeniero John P. Crouch. Finalmente, el 24 de septiembre de 1917, la FOF y La Fraternidad -en conjunto con la Asociación Argentina de Telegrafistas- se lanzaron a una protesta en todo el país. Sus objetivos no se limitaban a la exigencia de aumento de salario, sino que demandaban una reglamentación global del trabajo ferroviario.
La protesta ferroviaria fue particularmente violenta en la ciudad de Rosario, así como en otros puntos del país, entre ellos, las ciudades de Córdoba y Mendoza. Los huelguistas del FCCA atacaron las instalaciones de la empresa, entre ellas, las oficinas de administración de los Talleres Gorton, e incendiaron el tren utilizado para el traslado de obreros. Otro objetivo de la violencia de los trabajadores fueron quienes no se plegaron al conflicto, muchos de ellos personal jerárquico y administrativo. Esto se daba porque los empleados de oficina constituyeron siempre un grupo diferenciado dentro de la empresa y recibieron un trato especial por parte de la superioridad. Es posible pensar que cuando la empresa comenzó con sus políticas de recortes buscó no afectar en demasía a estos sectores, ya que no se registran quejas al respecto. En la muestra de 183 despedidos de los talleres entre 1915 y 1921, ninguno de ellos fueron empleados administrativos. Tomando los datos de los montos de salarios en libras correspondientes a empleados administrativos de los Talleres, dichas sumas disminuyeron sólo en un 9%, en contraposición al 29% señalado para los obreros del mismo sector60.
Había entre ellos una alta composición extranjera, fundamentalmente británica. La distinción entre ingleses y personal de otros orígenes étnicos -sobre todo argentino- había suscitado resquemores originados en los favoritismos hacia los primeros, a la hora de ocupar las vacantes de los puestos mejor pagados y lograr ascensos. También, por el régimen diferencial de licencias, que les permitía tomarse varios meses para viajar a Europa. Muchos de ellos cobraban, además, los sueldos en libras y recibían bonos especiales. Lo que explica por qué los oficinistas siempre constituyeron el estrato más leal a la empresa, remiso a participar activamente en las protestas y a sindicalizarse junto al resto de los trabajadores. Pero además porque durante la huelga, en su mayoría, siguieron concurriendo a sus labores y fueron víctimas de atentados, que quedaron registrados en la prensa periódica. La compañía supo explotar esta situación durante la guerra logrando cooptarlos en su cruzada patriótica. El nacionalismo británico y la identificación con los valores de la empresa aparecían como un todo y servían para incentivar solidaridades verticales.
En los meses iniciales de 1917, cuando el descontento entre los trabajadores ferroviarios se había generalizado, la posibilidad de la huelga empezaba a despertar inquietud entre los directivos de las empresas. En febrero comenzaron a propagarse rumores que señalaban a agentes alemanes como promotores de protestas en los ferrocarriles, con la intención de perjudicar al capital británico y sus aliados en la guerra. Una nota en el periódico de La Fraternidad daba cuenta de una noticia aparecida en el diario Buenos Aires Herald:
"Para dar color a la cosa el Herald hace la noticia por boca de un hipotético empleado ferroviario que dice tener 27 años y 1/2 de servicio de ferrocarriles [...] que el mes pasado fue hablado por ciertas persona que le pidieron firmara un compromiso de no trabajar en una huelga que se iba a declarar en breve. Agrega que se le dijo que no tuviese temor porque había dinero en abundancia para pagar a los huelguistas. [...] que ese dinero solo puede ser facilitado por Alemania para junto con la campaña submarina perjudicar a los intereses de la Gran Bretaña [...]"61.
El diario obrero se burlaba del supuesto complot alemán y recordaba que al "capital no le conocemos nacionalidad [...] lo de la ayuda de los alemanes es otra invención destinada a fomentar la adhesión a las empresas por parte de los personales de nacionalidad contraria en beligerancia a los imperios centrales"62. En las comunicaciones consulares durante 1917 es posible detectar una preocupación constante de las autoridades de la Foreign Office por averiguar la posible influencia alemana en el conflicto. El propio Crouch incluyó en sus informes periódicos sobre la protesta sus dudas sobre las fuentes de financiamiento de los huelguistas63.
Esto como respuesta a la política británica establecida desde 1916 en Latinoamérica, que se había endurecido a partir de la llamada Statutory List, la cual fijaba la prohibición de realizar transacciones económicas con individuos o firmas de nacionalidades enemigas en países neutrales. Dentro de las empresas ferroviarias británicas instaladas en Argentina, por ejemplo, se registraron despidos de trabajadores alemanes y austríacos desde fines de 1914, lo cual fue denunciado por la prensa obrera64. En el FCCA ocurrieron hechos similares, entre ellos, la destitución de un señalero de apellido Stieglmann65. El propio ingeniero Jefe Mecánico de esa compañía informaba en 1917 en una carta confidencial al cónsul británico en Rosario:
"Luego del estallido de la guerra, comencé a eliminar, en un proceso gradual [...] para no despertar sospechas, a los alemanes empleados en mi departamento [...] no fue fácil, especialmente porque los alemanes son en gran proporción, los más industriosos a más calificados de mis hombres [...] a fines de julio del año pasado [1916], nuestra situación financiera se presentó tan desfavorable que estimé necesario practicar una reducción sustancial del número de hombres empleados en los talleres [...] y tomé esta oportunidad para echar a todos los alemanes que trabajaban: en este momento no tengo ningún alemán en el registro de los talleres de Rosario, Pérez, Campana o Victoria"66.
También se ha accedido a fichas y fojas de servicio de 43 trabajadores que estuvieron ocupados en el transcurso de la PGM en distintos departamentos de la compañía y que fueron registrados con nacionalidades austríaca o alemana67. A los que se ha sumado un caso más, el del señalero Stieglmann, nombrado más arriba.
De 44 trabajadores relevados, 17 fueron cesanteados entre 1914 y 1917; otros 8 renunciaron entre 1914 y 1917 (hay dos dimisiones más en 1919 y 1921); 10 salen al parecer por voluntad propia; 3 figuran como fallecidos (1915, 1926 y 1934), en un caso no se establece la causa de salida (1915) y 13 llegan a jubilarse en años posteriores. Entre estos últimos figuran un encargado general de talleres, un tornero de máxima categoría, tres maquinistas de primera categoría, dos capataces, un inspector, un guardatrén, un engrasador y cintero, un guardavía y un señalero. De esta muestra se infiere que un 39% de los relevados fue cesanteado durante la guerra, lo que apoya la idea de un sesgo discriminatorio en los despidos. Sin embargo, también es preciso señalar que, si bien existió una tendencia a deshacerse de los trabajadores considerados "enemigos", esta no tuvo un carácter automático ni omnicomprensivo.
Ahora bien, aquellos que por su calificación resultaban valiosos para el funcionamiento de la empresa fueron conservados a lo largo de la guerra, y en algunos casos llegaron a jubilarse ocupando cargos importantes de supervisión. Prueba de esto es que esta falta de rigurosidad en la aplicación de restricciones en materia laboral llegó a resultar irritante para algunos capataces británicos. Durante 1917, Harry L.68 lideró una agitación entre los capataces de nacionalidad inglesa, quienes enarbolaron la consigna de impedir la contratación de encargados de origen "enemigo" en las secciones de los Talleres Rosario69. Lejos de ser atendida la demanda de Harry L. y su grupo, aquel fue destituido en febrero de 1917, tal como figura en su ficha personal. La rebeldía de los capataces británicos fue acompañada con la aparición de un manifiesto titulado "Listas negras", el cual fue repartido en los Talleres con la intención, según Crouch, de exacerbar los enfrentamientos étnicos. Según Crouch, esto constituiría un episodio más que se sumaba y exacerbaba la multiplicación de ataques contra empleados británicos durante la huelga ferroviaria. En tal sentido, 47 de ellos presentaron a Crouch el 31 de julio de 1917 una nota donde se denunciaban ataques violentos contra sus personas y pedían a las autoridades británicas interceder para salvaguardar a los súbditos ingleses de la empresa . En todos estos sucesos, Crouch creía reconocer un inconfundible sabor alemán71.
El progreso laboral de algunos trabajadores alemanes dentro de la empresa es confirmado a través de uno de los casos -el de Hermann G.- contenidos en esta muestra, y quien aparece jubilándose en 1928, con el cargo muy importante de Capataz General de los Talleres de Pérez. Su nombre adquiere un lugar protagónico en un informe redactado por el cónsul belga de Rosario dirigido a su par francés, y luego transmitido al consulado inglés. En el informe se afirmaba la existencia de un complot alemán dentro de los Talleres Gorton de Pérez, en pos de propiciar una huelga:
"Durante la entrevista a Bruno W., un súbdito belga empleado en los talleres del FCCA en Pérez en relación a la reciente huelga y la posible influencia enemiga [...] interrogado si tenía conocimiento que estaban dadas órdenes durante la última huelga de no tocar a la persona de Hermann G. ni a ninguna de sus propiedades, el señor W. respondió que por muchos conductos supo que esa orden existía en Pérez y que era cumplida fielmente; que en ninguna parte era atacado por los huelguistas mientras que otros sí lo eran. Esta orden salió de la Federación [...] Los capataces comenzaban ya a hacerse miembros de la Federación y parece que un argentino hijo de alemanes, se inscribió primero, invitando al elemento español a seguirlo. Los elementos [...] de origen alemán tuvieron reuniones secretas, en las cuales participaban elementos españoles germanófilos que conspiraban contra el FCCA [...] Hermann G. [...] ha ido todos los días a los talleres, sin atraer la más mínima represalia por parte de los huelguistas, cosa que no sucedía con los otros. Se paseaba libremente entre los huelguistas quienes lo saludaban [...] antes de la entrada de los italianos a la guerra [...] celebraba reuniones secretas con los capataces italianos de la sección locomotoras ignorando qué trataban. Esas reuniones se hacían en el colegio alemán que se encuentra cerca de los talleres"72.
El informe es interesante, por varios motivos. Por un lado, denota la existencia de una red de "espías" dentro de los talleres que suministraban información a la dirección de la empresa, y que ya se ha corroborado en otros testimonios73. Por otro lado, señala la autenticidad de las denuncias de los sindicatos obreros sobre la persecución que sufrían algunos trabajadores a causa de su nacionalidad y sobre la existencia concreta de "listas negras". Sin embargo, también viene a resaltar los límites del pretendido principio patriótico que guiaba a las compañías en los despidos. Si se toma en cuenta a los protagonistas del informe -Bruno W. y Hermann G.- se puede afirmar que ambos no eran personajes ficticios (como suponía el periódico de La Fraternidad), sino que eran realmente obreros de los Talleres Gorton del FCCA. En el caso del primero, se trataba de un tornero -de nacionalidad belga-, quien según su ficha de personal había ingresado a los Talleres Rosario en 1910 y fue trasladado a Pérez en 1916. Se jubiló dentro de la compañía en 1922, luego de doce años de labor. Respecto a Hermann G., había nacido en Hannover (Alemania) e ingresado al FCCA en 1891 como aprendiz ajustador. En su foja de servicio no existe ninguna observación particular que refiera que hubiera sido despedido. De hecho, su carrera dentro de la empresa demuestra un ascenso exitoso dentro de esta durante 37 años.
Consideraciones finales
En este artículo se han retomado algunas cuestiones ya señaladas por otros autores relativas al impacto social de la PGM en el ámbito latinoamericano, en particular en Argentina. Pero es en ese mismo sentido que esta investigación resulta un nuevo aporte a una temática relegada por la historiografía, y que sólo recientemente ha comenzado a ser abordada: los efectos de la PGM en las relaciones laborales dentro de una empresa ferroviaria británica, en este caso concreto, en el Ferrocarril Central Argentino. Con este objetivo, se optó metodológicamente por reducir la escala de análisis a través del acceso a nuevas fuentes primarias que han permitido complejizar y matizar algunos aspectos que ya habían sido tratados de una manera más general en otras investigaciones.
Por un lado, respecto al hostigamiento sufrido por trabajadores identificados como "enemigos", se han encontrado pruebas de que esto en efecto sucedió, aunque dentro de ciertos límites. Probablemente, el argumento del "peligro alemán" constituyera una excusa más, esgrimida por la compañía para despedir personal. Sin embargo, ante casos concretos prevaleció una lógica de racionalidad empresarial acorde con la explicación de Crouch, cuando señalaba que era difícil despedir a austríacos y alemanes, debido a su alta calificación laboral. Su afirmación sobre la supresión hacia 1917 de todos los obreros de esas nacionalidades de los talleres que administraba estaba lejos de ser cierta, como lo demuestra la información relevada del archivo de personal del FCCA. Es probable que su empeño en sostener esa versión se vinculara a una preocupación personal (o tal vez, de la compañía) por exhibir su "patriotismo" y la voluntad de cumplir las directivas impartidas desde Gran Bretaña. Asimismo, la imagen de una comunidad británica homogénea dentro del FCCA ha quedado desvirtuada al contrastarla con la evidencia surgida de las fuentes revisadas. Esta documentación demuestra que el tratamiento de los voluntarios que partían a la guerra estuvo regido por las estrictas jerarquías laborales, las cuales determinaron, también, un régimen desigual de subsidios y licencias.
Por último, se ha constatado que la utilización de la guerra como argumento legitimador de las economías en sueldos, rebajas de categorías y despidos no obturó la gestación de violentas resistencias que culminaron en la primera huelga general ferroviaria. Las protestas en el contexto de la PGM marcaron un punto de inflexión en las relaciones laborales dentro de la compañía. En los años que siguieron, la superioridad del FCCA (como en otras empresas ferroviarias) tuvo que reconocer la representación sindical autónoma de los trabajadores tanto de La Fraternidad como de la sucesora de la FOF, la Unión Ferroviaria, fundada en 1922. Asimismo, la intervención estatal en materia laboral, tan resistida por las compañías, no pudo ya ser soslayada. Las políticas de gestión de mano de obra implementadas hasta ese momento comenzarían lentamente a reformularse. La renuncia del poderoso Ingeniero Jefe Mecánico J. P. Crouch en 1919 constituiría un signo revelador del final de una etapa.