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Colombia Internacional

Print version ISSN 0121-5612

colomb.int.  no.87 Bogotá May/Aug. 2016

https://doi.org/10.7440/colombiaint87.2016.10 

Los latinoamericanos de París en el cambio de siglo. Sobre Die Hauptstadt Lateinamerikas (2013), de Jens Streckert1

Daniel Emilio Rojas* - Université Sorbonne Nouvelle-Paris 3 (Francia)

* Historiador y filósofo de la Universidad de los Andes, Bogotá (Colombia), magíster en Historia de la École Normale Superiore-Paris (Francia) y de la École des hautes études en sciences sociales (EHESS-Francia) y doctor en Historia de las Relaciones Internacionales de la Université Paris 1 Pantheón-Sorbonne (Francia). Es catedrático de la Université Sorbonne Nouvelle-Paris 3 (Francia), miembro asociado del Laboratorio Mundos Americanos (UMR 8168), miembro del Grupo de Métodos Experimentales en Humanidades de Columbia University (Estados Unidos) y columnista de El Espectador. Sus líneas de investigación son la historia global, la historia de las Relaciones Internacionales en América Latina y los estudios de la guerra. Dentro de sus publicaciones recientes están "La reconnaissance de gouvernements ibéro-américains. Histoire du Droit Internationale et Histoire Transnationale au XIXème Siècle". Relations Internationales 2 (162): 9-30, 2015 y "Forces navales, recrutement d'étrangers et formation de la nation en Colombie, 1825-1830". Revue historique des armées 277: 93-103, 2015. danielrojascastro@gmail.com

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/colombiaint87.2016.10


Introducción

París fue el punto de encuentro de los latinoamericanos desde mediados del siglo XIX hasta las primeras décadas del siglo XX. Ninguna otra ciudad albergó una comunidad latinoamericana tan amplia y diversa como la que tuvo la ciudad luz en aquella época. Intelectuales, artistas, exilados, activistas políticos y miembros de las élites convivieron en el mismo microcosmos urbano, asistieron a los mismos eventos y leyeron los mismos periódicos y revistas. Fue en París donde se creó, por primera vez, la idea de América Latina.

Die Haupstadt Lateinamerikas (2013) (la Capital de América Latina), de Jens Streckert, se suma a la lista de trabajos históricos sobre la vida, la sociabilidad y las actividades de los extranjeros en la metrópoli francesa de los siglos XIX y XX. Resultado de la reescritura de una tesis de doctorado, el libro se basa en una investigación estadística y archivística de los latinoamericanos que pasaron o vivieron en la ciudad luz durante la Tercera República (1870-1945). En este período, París experimentó su máximo crecimiento poblacional y sufrió transformaciones sociales y urbanísticas por la afluencia de comunidades de inmigrantes de dentro y fuera de Francia (Casselle 2003; Marchand 1993).

Como se verá en las siguientes páginas, los latinoamericanos fueron un grupo importante de la ciudad en el período estudiado y contribuyeron significativamente a la creación y difusión de una identidad latinoamericana en América Latina y Europa. Por eso, para estudiar la historia de este grupo, es necesario pensar la historia de París en una dimensión transnacional y estudiar la construcción de la identidad latinoamericana en un contexto planetario.

1. América Latina en París

La atracción de los latinoamericanos por París y la cultura francesa no era una novedad de la segunda mitad del siglo XIX. En el siglo de las luces, Francia fue un polo cultural y científico para los habitantes de los territorios americanos de los imperios ibéricos y continuó siéndolo después de las independencias, aún con toda la desconfianza que provocó el anticatolicismo radical de 1789 y las aventuras coloniales de Napoleón III.

La novedad estuvo, más bien, en el aumento del flujo de latinoamericanos que viajaban a Europa. Si París se elevó como capital mundial atrayendo a quienes buscaban las maravillas de un progreso humano e industrial en las tiendas de moda, en el lujo artístico y culinario, o en la unión del acero y el cristal que evocaba a la ciudad del futuro (Benjamin 1942), el inicio de la navegación a vapor en 1860 y la instalación del primer cable telegráfico transatlántico en 1874, acortaron más que nunca la distancia que había entre América y Europa (p. 17).

La llegada de los latinoamericanos a París hizo posible un intercambio cultural y político inédito hasta ese entonces. Fue en el microcosmos parisino donde intelectuales, políticos, artistas, comerciantes y exiliados provenientes desde el Río Grande hasta la Tierra del fuego se dieron cita para elaborar un diagnóstico global del continente. Así, en contacto permanente con la vida política y cultural de la ciudad, los latinoamericanos abordaron una serie de debates que se convirtieron en el núcleo de una reflexión sobre su lugar en el mundo, entre los cuales estaba la producción literaria y plástica, el indigenismo, y la necesidad de enfrentar la hegemonía de los Estados Unidos (EE.UU.) en América Central y el Caribe.

Quienes han contextualizado la aparición de la idea de América Latina en el proyecto expansionista de Napoleón III han caído en el error de supeditar la búsqueda de la "unión latina" a su política exterior.2 La prensa de la época prueba que los proyectos de unión y confederación no sólo tuvieron una vertiente gala, sino que hubo múltiples declinaciones efectuadas por portugueses, españoles y latinoamericanos. Una de las virtudes de Die Haupstadt Lateinamerikas se encuentra precisamente allí, pues su autor demuestra a través de una rigurosa investigación archivística que la idea de América Latina fue el fruto del trabajo paciente de un grupo de publicistas latinoamericanos que se hallaban insertos en el microcosmos parisino. Además de aspirar a conformar un bloque homogéneo contra EE.UU. (p. 202), esos publicistas también se preocuparon por iniciar una exploración sobre la identidad cultural y el sentido histórico de sus propias naciones.3

Otros trabajos documentaron los casos de los creadores de la idea latinoamericana (Fernández Cabrelli 1984; Moya 2012; Phelan 1969; Rivadeneira Vargas 1989), pero uno de los aportes de Streckert consiste en estudiar las formas institucionales que difundieron el discurso latinoamericanista en París. La primera asociación de latinoamericanos de la ciudad se creó en 1877, por iniciativa del cubano Severino de Heredia. Entre los miembros fundadores se encontraban el embajador venezolano Modesto Urbaneja, y los nicaragëenses Crisanto y Francisco Medina (p. 200).

El ejemplo más revelador de esta generación germinal fue el del colombiano José María Torres Caicedo, quien junto al chileno Francisco Bilbao fue uno de los primeros en emplear la expresión América Latina en su poema "Las dos Américas" (1857). El 29 de enero de 1879, Torres Caicedo fundó en un edificio de la calle Montigny la asociación Union Latino-Américaine, que reunió a numerosos representantes de la diplomacia y de las artes de la ciudad. Frente a un público heteróclito, el colombiano hizo un llamado a renunciar a las nacionalidades para construir una identidad latinoamericana común:

    "(…) habrá un momento para todos nosotros en el que no seremos ni Peruanos, ni Bolivianos, ni Argentinos, ni Dominicanos, ni Haitianos, ni Uruguayos, ni Venezolanos, ni Ecuatorianos, ni Colombianos, ni Centroamericanos… seremos todos latino-americanos!" (p. 203).4

La reelaboración de la identidad latinoamericana en París continuó durante todo el período de la Tercera República, combinando asociaciones científicas, políticas y culturales. En 1886, Torres Caicedo, Pedro S. Lamas y el brasileño Santa Ana Nery fundaron la Académie de l'Amérique Latine, cuyo propósito era acercar moral y materialmente a América Latina y a Europa. La academia esperaba consolidarse como una sociedad de conocimiento en la que "se articularan todas las formas de investigación política, histórica, social, geográfica y etnológica sobre América Latina" (p. 223). Además de estar afiliada a otras sociedades científicas de París, Francia y Europa, contaba con un órgano de difusión propio (p. 223-224).

Una pregunta que conviene plantear es si Londres o Nueva York podrían matizar el papel dominante que Streckert atribuye a París en el surgimiento de una sociabilidad transnacional latinoamericana. De hecho, Londres fue una de las ciudades más frecuentadas por las élites de esta parte del mundo durante la primera mitad del siglo XIX, sobre todo después del reconocimiento inglés de los gobiernos independientes. El americanismo de Miranda, Bolívar y Bello se construyó en contacto permanente con la city, y Londres fue el punto privilegiado durante casi un siglo para adquirir empréstitos y ofrecer las materias primas con las que los países latinoamericanos se integraron al comercio mundial (Decho y Diamond 1998). Por otra parte, en el cambio de siglo, Nueva York se convirtió en un punto de encuentro de los latinoamericanos, en particular de quienes abrazaron como causa común la independencia cubana o huyeron de México al inicio de la revolución de 1910 (Lázaro 1988).

No obstante, frente a tales cuestionamientos, Streckert parecería oponer el que en dichas ciudades no se articulara cultural e institucionalmente una comunidad con el mismo grado de importancia demográfica y cohesión con que los latinoamericanos se organizaron en París durante la Tercera República. El peso del número es, pues, fundamental.

2. Los números

Según Streckert, una de las características de la comunidad de latinoamericanos en París durante la Tercera República fue su crecimiento demográfico sostenido.5 De 4.000 latinoamericanos en la década de 1870 se pasó a 6.000 en 1900, y a 15.000 en 1924, año en el que se registró el punto más alto de crecimiento.6 La crisis económica mundial de 1929, que forzó a los latinoamericanos a abandonar la ciudad masivamente, restableció una cifra cercana a la de 1870.

A lo largo del siglo XIX, y durante buena parte de la Tercera República, los brasileños fueron el segmento nacional más numeroso de los latinoamericanos. El fenómeno es explicable por la continuidad de las relaciones entre el régimen monárquico brasileño y las monarquías europeas.7 Sin embargo, entre 1920 y 1924 los argentinos los sobrepasaron en términos absolutos, convirtiéndose en la comunidad latinoamericana más numerosa de París hasta los inicios de la Segunda Guerra Mundial. (tabla 1)

Una segunda característica de la población latinoamericana en el período estudiado es su composición en parejas y familias. A diferencia de lo ocurrido antes de 1870, cuando la mayoría de los latinoamericanos que residían en la ciudad eran hombres jóvenes y solteros, en la Tercera República se creó una paridad entre el número de hombres y mujeres. El censo de 1896 señala que entre los residentes procedentes de América Latina hay 3.595 personas, de las cuales 1.887 son hombres (52,5%) y 1.708 mujeres (47,5%). En la década siguiente, entre 1901 y 1911, el porcentaje de mujeres se equilibró con el de hombres. La proporcionalidad entre mujeres y hombres se acompañó del crecimiento y la estabilización de la población infantil (p. 60-61).

Otras cifras presentadas en publicaciones no oficiales de la época duplican y triplican las cifras presentadas por Streckert. En 1885, la Revue Sud-Américaine señalaba que la cifra de latinoamericanos que albergaba la ciudad no podía ser inferior a 40.000 personas, mientras que el periódico L'Argentine sostenía que había 7.000 argentinos viviendo allí; un diplomático brasilero aseguraba que en la ciudad había por lo menos 10.000 de sus compatriotas antes del inicio de la Primera Guerra Mundial (p. 77).

En buena medida, el desfase entre las cifras de Streckert y las de los contemporáneos puede explicarse porque el primero se basó en la categoría "residentes" de la ciudad (aquellos que poseían un domicilio registrado en París), mientras que las publicaciones mencionadas incluyeron una muestra de población más amplia que también incluyó a los viajeros y a quienes pasaban temporadas de varios meses en la ciudad.

3. Los latinoamericanos: una comunidad transnacional

El proceso de construcción de la identidad latinoamericana se ha efectuado en diferentes lugares y momentos. Los viajes, las estadías prolongadas en otros países y el exilio político, han actuado como dinamizadores de una reflexión intelectual que busca entender la pertenencia a una comunidad de origen. El recorrido y las ideas de Miranda, Bolívar u O'Higgins indican que Londres constituyó una referencia primigenia para la evolución de una identidad transnacional latinoamericana, pero no fue la única.

En el curso del siglo XIX, el americanismo independentista que ligaba a los latinoamericanos con Inglaterra y EE.UU., cedió terreno a un latinoamericanismo que rechazaba el poderío anglosajón. Las amenazas inglesas de bloqueo marítimo, la invasión estadounidense a México en 1846 y la amarga suerte de la Cuba independiente -que pasó de la dominación directa de Madrid a la dominación indirecta de Washington (Ferrer 1999)- hicieron que el mundo anglosajón fuera percibido como una amenaza, e impulsaron un nuevo proceso de identificación de los Estados latinoamericanos con el republicanismo francés. Junto al aumento del flujo de habitantes del continente americano a Francia, ese viraje resultó decisivo en la creación de una comunidad transnacional latinoamericana en París.

En el París de la Tercera República, el abandono de una identidad nacional para subrayar la pertenencia latinoamericana estuvo acompañado de una simbiosis entre diplomáticos, escritores y periodistas.8 Los escritos y las trayectorias de Torres Caicedo, del nicaragëense Rubén Darío o del guatemalteco Enrique Sánchez Carrillo indican que la disolución de las fronteras nacionales también estuvo vinculada a una versatilidad en el terreno de la práctica profesional. Si el acceso a los círculos diplomáticos y a los grupos de reflexión sobre la producción artística crearon escenarios de debate de lo latinoamericano, el periodismo constituyó el medio que permitió difundirlos al otro lado del Atlántico (p. 89-92).

El arte fue uno de los escenarios más importantes en la creación de la identidad latinoamericana. Entre la Exposición Universal de 1900 y el inicio de la Primera Guerra Mundial, los espacios de sociabilidad de los artistas patrocinaron la emergencia de una perspectiva transnacional que desdibujaba las fronteras nacionales para promocionar un "arte latinoamericano" (p. 121). En el período de entreguerras, las trayectorias de Armando Maribona, Alejo Carpentier, Diego Rivera y Heitor Villa-Lobos, demuestran la vitalidad de los debates que animaban a los artistas latinoamericanos que se encontraban en París en torno a la creación de una identidad artística continental (p. 122).9

4. Personas

¿Quiénes eran los latinoamericanos de París en la Tercera República? ¿A qué se dedicaban? ¿Qué vínculos tenían con otras ciudades y con otras comunidades de inmigrantes? En el segundo capítulo de su trabajo, Streckert propone una lectura de los perfiles de los actores basada en las actividades profesionales, la proveniencia económica y la actividad política, que vale la pena comentar.

a. Diplomáticos, intelectuales y artistas

Un primer actor concreto, que los estudios literarios e históricos delimitan en la comunidad de latinoamericanos de París, es el escritor/diplomático. Santa Anna Nery, César Vallejo o Rufino Blanco Fombona son ejemplos que ilustran la figura del hombre de letras, poseedor de una copiosa educación literaria que le permite absorber y difundir la ciencia y la cultura que París irradia al resto del mundo. En una época en la que la transmisión de imágenes y sonidos no está a la orden del día, las calidades narrativas de los escritores son ampliamente valoradas por los Estados que poseen legaciones en París (Raquillet 1995). Streckert comenta al respecto:

    "En el siglo XIX muchos países de América Latina nombraron en sus misiones diplomáticas en París a reconocidos escritores. Esta práctica dio lugar a una estrecha relación entre el medio literario y diplomático, lo que hace que una separación entre los dos grupos carezca de sentido. Los casos de escritores diplomáticos o diplomáticos escritores eran típicos. Los escritores diplomáticos utilizaban comisiones diplomáticas para financiar una estadía en París o los diplomáticos consignaban los recuerdos de sus años de servicio de forma literaria" (p. 79).

Junto a los diplomáticos-escritores coexistía un grupo de personas que se articulaba al mercado editorial español, portugués y latinoamericano de la ciudad luz. Se trataba de traductores, correctores y lexicógrafos quienes trabajaban en las casas editoriales que publicaban libros en español y portugués o que realizaban traducciones al francés. Las tres editoriales que agolparon a esta pequeña comunidad de especialistas fueron la de los hermanos Garnier, la Bouret y la Ollendorf.10

En el grupo de artistas que pasaron temporadas importantes en París durante la Tercera República, hay que destacar a los pintores Diego Rivera y a Tarsila do Amaral. Rivera llegó a París en 1909 y, salvo por una corta interrupción durante la Primera Guerra Mundial, vivió en la ciudad hasta 1921. Además de estar rodeado de otros pintores y artistas latinoamericanos como el chileno Manuel Ortiz de Zárate y los mexicanos Gerardo Murillo y Roberto Montenegro, Rivera frecuentó los círculos artísticos de Montmartre y Montparnasse, donde conoció a Amadeo Modigliani, Piet Mondrian y Pablo Picasso. No sería posible evocar los años franceses de Rivera sin pensar en su contacto con los inmigrantes rusos de París, como lo prueban los dos hijos que tuvo con las pintoras Angelina Beloff y Maria Worobjowa-Stebelskaja, así como su amistad con Leon Trotski, Igor Stravinsky e Ilia Ehrenburg (p. 114).

La brasilera Tarsila de Amaral fue uno de los ejemplos más interesantes de lo que podía provocar la congregación de latinoamericanos que se hallaba en la ciudad en el período de entreguerras. Su taller de la calle Hégésippe Moreau fue uno de los puntos de encuentro característicos de la vanguardia de artistas latinoamericanos y europeos. De Amaral conoció el indigenismo que impulsaba la creación literaria y pictórica de otros artistas latinoamericanos mientras se encontraba en París. Integrada a los círculos diplomáticos y académicos junto con su esposo Oswald de Andrade, formó parte del Grupo dos cinco, que ideó la Semana del Arte de São Paulo y fundó el modernismo brasilero de los años veinte y treinta (Fonseca 1990).

b. Élites sociales y económicas

Los testimonios de viajeros, las memorias, los diarios femeninos y los anuncios de la prensa parisina dan cuenta del lujo (e incluso de la extravagancia) de las élites latinoamericanas instaladas en la metrópoli francesa. Las alusiones a los mejores vestidos o a las más elegantes mujeres latinoamericanas del público de las carreras de caballos en Neuilly son numerosas, tanto como lo son los matrimonios entre hijos de la élite parisina, porteña y santiaguina (p. 133).

La presencia de las élites latinoamericanas en la opinión pública de la ciudad aumentó durante toda la década de 1920 (les années folles) cuando se transfirieron grandes sumas de dinero desde las capitales latinoamericanas, que fueron invertidas en la vida mundana y en la adquisición de suntuosas propiedades dentro y en los alrededores de París.11 La notoriedad pública hizo que las élites fueran uno de los actores fundamentales de la comunidad latinoamericana en la capital francesa.

Los casos más significativos fueron los del cubano Antonio Emmanuel Eusebio Terry y del boliviano Simón Iturri Patiño. Perteneciente a la sacarocracia cubana de finales del siglo XIX, Terry fue una de las figuras más comentadas del jet-set latinoamericano de París. Apasionado por las mujeres, los caballos y el dinero, se trasladó a la capital francesa después de la muerte de su padre, el patriarca Tomaso Terry, y residió allí con su familia durante muchos años. Terry no sólo compró una suntuosa casa en la avenida de los Campos Elíseos, sino que también adquirió el castillo de Chenonceau en Indre-et-Loire (p. 143-145).

Casi al mismo tiempo que Terry residía en París, surgió en las montañas andinas un empresario que dividió en dos la historia económica boliviana del siglo XX: Simón Iturri Patiño, el propietario de la mina de estaño más grande del planeta en el departamento de Potosí. Llegó a Europa en 1912 y se estableció en Hamburgo, donde poseía contactos gracias a su amistad con el empresario alemán Gustavo Hinkel. Antes de la Primera Guerra Mundial, Patiño se desplazó con su familia a París. Allí se instaló en una de las suites del Hotel Carlton y después adquirió una propiedad en la avenida de los Campos Elíseos. De Patiño se comentaba en los periódicos que era uno de los pocos habitantes de la ciudad que disponía de un auto y se le fotografió en numerosas ocasiones en el parque de Vincennes. Su emporio comercial adquirió una dimensión sin precedentes: sus redes se extendían desde Bolivia hasta Malasia y su holding poseía bancos, líneas de navegación de vapor y propiedades inmobiliarias alrededor de todo el planeta. Abandonó París y se desplazó a Nueva York en 1939, antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial (p. 147-148).

Junto a las grandes fortunas había un grupo de latinoamericanos empleado en el sector terciario. Médicos, comerciantes y banqueros animaban una parte de la vida económica que unía a París con los países latinoamericanos. El doctor peruano F. Arriaga y Ponce ofrecía en su gabinete de operaciones de la calle de Bac la protección a todos sus "compatriotas de América del Sur" en 1873, mientras numerosos comerciantes vendían café colombiano, mate argentino y chocolate brasilero en diferentes puntos de la ciudad. Un grupo de bancos ingleses que empleaba latinoamericanos aseguraba las transferencias de dinero entre las sucursales de París y los países de Centroamérica, el Caribe y Suramérica.12

c. Exiliados, políticos y activistas

Streckert ofrece una serie de estudios de caso que permiten identificar a un grupo de activistas, publicistas políticos y exiliados que hacen parte de la comunidad latinoamericana de París.

Una primera división dentro de este grupo la conforman los intelectuales que debieron abandonar sus países tras el acenso de gobiernos autoritarios. Rufino Blanco Fombona, por ejemplo, debió abandonar Venezuela durante la dictadura de Juan Vicente Gómez. Desde la ciudad luz el venezolano desarrolló una crítica mordaz contra Gómez que difundió en un libro publicado en la editorial Garnier en 1912, El Judas Capitolino, y en numerosos ensayos y artículos periodísticos. Blanco Fombona fue uno de los pensadores liberales venezolanos más fecundos de la primera mitad del siglo XX y desarrolló una obra histórica, política y literaria original que reflejó la búsqueda permanente de una identidad venezolana y latinoamericana.

Otro caso interesante es el de Alejo Carpentier, quien huyó de La Habana en 1928 con una identidad falsa para escapar a la dictadura de Gerardo Machado. Los años que el cubano pasó en la capital francesa fueron un momento de reflexión literaria, política y de ejercicio de una asidua crítica contra Machado a través de un periodismo radial y escrito difundido en Europa y América Latina (p. 163-164).

Los casos de dirigentes políticos que debieron abandonar sus países luego de transformaciones de régimen o cambios de gobierno, como los de Pedro II y Porfirio Díaz, fueron los más comentados en la Tercera República.

Con el inicio de la era republicana en 1889, la familia imperial brasilera abandonó América y se dirigió a Europa. La llegada y la vida cotidiana de Pedro II en París fueron objeto de una nutrida atención por parte de todos los periódicos de la ciudad. Don Pedro II mantenía una exigente agenda de actividades que incluía la correspondencia con numerosas academias europeas, visitas y reuniones con políticos franceses y una gran cantidad de citas con los brasileros de la ciudad. Su muerte, en el Hotel Bedford en 1891, provocó una crisis política en Brasil, un hecho que ilustra los vínculos que existían entre la vida cotidiana de la ciudad y la política interna brasilera.

El estallido de la Revolución mexicana en 1910 forzó al exilio al General Porfirio Díaz, quien se desplazó al año siguiente a la capital francesa. Díaz estuvo rodeado de otros dignatarios latinoamericanos que se encontraban en la ciudad y varias de sus apariciones públicas provocaron verdaderas manifestaciones latinoamericanistas, como su encuentro con el expresidente colombiano Rafael Reyes en el Hotel Majestic en 1913, que fue catalogado como un "almuerzo de familia latinoamericano" que congregó una reunión de hermanos "bajo la gran bandera latino-americana" (citado por Streckert, 171). La misa de su muerte se realizó en la iglesia de Saint-Honoré d'Eylau, el templo católico por excelencia de los latinoamericanos en París durante la Tercera República, que contaba con un vitral consagrado a Santa Rosa de Lima, la primera santa de América del Sur (p.154).

5. Actividades

La comunidad latinoamericana de París se aglutinó en torno a varias actividades asociativas, editoriales y periodísticas. Del mismo modo, la celebración de festividades y la inauguración de plazas y monumentos que evocaban la historia latinoamericana la congregaron en los espacios públicos de la ciudad.

a. El mundo asociativo

El tejido asociativo fue uno de los principales escenarios de socialización y congregación de los latinoamericanos de París. Según Streckert, entre 1870 y 1890 hubo un primer momento de desarrollo bajo la dirección personal de intelectuales latinoamericanos, que fundaron asociaciones políticas y culturales de vocación continental. De ese período datan la Union Latino-américaine, la Exposition permanente de l'Amérique Latine, la Académie de l'Amérique Latine y la creación de una Société Latino-Américaine que financió e instaló la Bibliothéque Bolívar en 1883.13

Un segundo momento correspondió al período de entreguerras. Para ese entonces los Estados latinoamericanos y el Estado francés crearon plataformas institucionales que favorecieron el intercambio entre los dos continentes. Una de las características de ese momento fue la creación de grandes asociaciones de estudiantes universitarios que se articularon y movilizaron en la ciudad para oponerse al intervencionismo de los EE.UU. en América Central y los países del Caribe. Si esta oposición ya había estado presente en la primera fase, en la segunda adquirió una dimensión diferente al tematizar el "anti-imperialismo" como nuevo punto de convergencia de los latinoamericanos.

Dos ejemplos de esta coyuntura fueron la Association Générale des Étudiants Latino-américains, fundada en 1924, y la Union Latino-américaine des Étudiants, fundada en 1932, cuya creación puede entenderse como una reacción a la big stick policy de los años 1905 a 1930. Muchas de las actividades de ambas agrupaciones estuvieron dirigidas a criticar las medidas económicas, diplomáticas y militares de los EE.UU. que atacaban la soberanía de los Estados latinoamericanos, como las intervenciones en la República Dominicana (1915-1924), Nicaragua (1912-1933), Honduras (1919-1925) y Guatemala (1920) (p. 209 y 217).

b. Fiestas y lugares

El descubrimiento de América, las fiestas nacionales y las fechas conmemorativas de los natalicios y las muertes de Bolívar y San Martín constituyeron momentos claves de la congregación de la comunidad latinoamericana de París.

Aunque Streckert menciona que no es posible construir una base documental que permita rastrear la evolución de las celebraciones, los anuncios de periódicos y revistas de la época muestran la importancia que revestía la fecha del Descubrimiento de América como ícono de congregación de la comunidad latinoamericana de la ciudad.

La Société Latino-américaine-Bibliothèque Bolívar congregó "a las señoras y caballeros distinguidos de las colonias americanas de París" a una gran reunión en el Hotel Continental en 1883 para celebrar los vínculos existentes entre "las familias de origen americano residentes en esta capital" (p. 232). Más tarde, en 1925, los representantes diplomáticos de los países hispanoamericanos y de España se reunieron para festejar el 12 de octubre en el Hotel Lutecia, y en 1926, los cuerpos diplomáticos de Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Cuba, México, Perú, El Salvador y Uruguay se volvieron a reunir allí para conmemorar el Día de la Raza (p. 232-234).

La Tercera República significó un momento de refundación de la identidad política republicana que quedó grabada en la toponimia de las calles, plazas y parques de las ciudades francesas. Esta tesis clásica, que Streckert extrae de la obra de Maurice Agulhon, da cuenta de la voluntad de los nuevos gobiernos republicanos de reapropiar el pasado revolucionario de 1789 y de matizar la herencia imperial de Napoleón I y Napoleón III (Agulhon 1989). En el caso de París, la transformación urbanística emblemática que resultó de ese ideal fue la construcción de la Place de la République, donde antes estaba la Place du Château d'eau.

En la segunda fase de la Tercera República, la nomenclatura y la configuración física de París incluyeron una cuota de íconos republicanos internacionales. La vocación universalista del modelo republicano francés se expresó a través de la erección de estatuas y monumentos de líderes mundiales entre los que se encontraban varios latinoamericanos. La consagración oficial de la calle Simón Bolívar en avenida y la denominación de dos caminos en el parque Buttes Chaumont con los nombres del General San Martín y de Jacques Liniers en 1927, motivaron una celebración de gran trascendencia en el distrito 19 (p. 244).

La iconografía y la nomenclatura latinoamericanas se insertan en lo que Agulhon llamó la "bipolaridad parisina", es decir, en una geografía simbólica en la que coexisten dos proyectos políticos diferentes. Si en el Este se encuentra la ciudad revolucionaria y republicana, que alberga los grandes símbolos de la izquierda francesa como la Place de la Nation, la Place de la Bastille y la Place de la République, en el Oeste está la ciudad imperial y patriótica, que se manifiesta a través de la tumba de Napoleón, de los grandes monumentos consagrados a los triunfos militares como la columna de la Place Vendôme, de los arcos del triunfo y de las estatuas de los soldados desconocidos (Agulhon 1992). Las avenidas Simón Bolívar y las calles Hidalgo y San Martín, al Este de la ciudad, y sus estatuas ecuestres y militares, en el Oeste, obedecen a la misma lógica.

c. Periódicos

La mejor prueba del dinamismo periodístico latinoamericano en París durante la Tercera República es la cantidad abrumadora de revistas y periódicos publicados. Antes de 1870 hubo cuatro publicaciones en español impresas en la ciudad que abordaban temáticas relacionadas con América Latina. Otras noticias se obtenían por medio de la importación de periódicos latinoamericanos.14 La proclamación de la Tercera República transformó ese panorama por completo. Entre 1870 y 1939 había diecisiete publicaciones impresas en la metrópoli francesa dirigidas a latinoamericanos, cuya dirección y elaboración incluyó a los latinoamericanos que vivían en la ciudad.15

Según Streckert, una de las características dominantes de estas publicaciones fue su composición transnacional:

    "La composición de los equipos de redacción y de las contribuciones no se limitaban a ejemplos nacionales, ni tampoco representaban los intereses de una sola nación. En general, los diarios de Centro y Suramérica no eran publicados por Mexicanos, Colombianos o Uruguayos para sus países de origen, sino por latinoamericanos en nombre de todo el continente" (p. 301).

Entre 1881 y 1922 se publicó en París Le Brésil. Courrier de l'Amérique du Sud, que fue el proyecto periodístico latinoamericano de mayor permanencia en la capital francesa. Contaba con el sustento financiero de miembros de la élite brasileña que residían en la ciudad.16 Santa Anna Nery fue su primer jefe de redacción. Le Brésil se distribuía en los principales quioscos de periódicos, en las estaciones de tren y en el metro. Si la actualidad brasileña era revisitada en cada número, el periódico publicaba también anuncios sobre las actividades que congregaban a la comunidad latinoamericana de la ciudad y noticias sobre política y catástrofes naturales en otros países suramericanos. Según Streckert, la publicación finalizó en 1922, cuando se fusionó con otras publicaciones latinoamericanas en la Revue L'Amérique latine (p. 267-270).

Otro ejemplo es la Revue Sud-Américaine que apareció en París entre 1882 y 1890, y volvió a imprimirse brevemente en 1913. Su editor era Pedro S. Lamas. En la década de 1880, la revista apareció cada quince días y a partir de 1888 empezó a publicarse semanalmente. Las ediciones alcanzaban las cincuenta páginas y se podían adquirir mediante suscripción o en todas las oficinas de correos, además de poder consultarse gratuitamente en salones de lectura, establecimientos públicos, y en bolsas y sindicatos comerciales. La revista informaba a Europa sobre las inmensas posibilidades comerciales y culturales de los países suramericanos y tenía como objetivo "afianzar los lazos de fraternidad y solidaridad entre todas las comarcas de América Latina" (p. 271).

La orientación económica de la publicación hizo que varios gobiernos y empresarios privados la emplearan como medio para divulgar estadísticas de importaciones y exportaciones, noticias bursátiles y licitaciones. Cada tiraje contaba con una crónica sobre la actualidad latinoamericana y europea además de poseer estudios especiales sobre países o regiones. La partida de Lamas de París puso fin a la publicación en 1890. A pesar de su éxito y prestigio, la publicación desapareció definitivamente después de que Lamas publicara un nuevo número en 1913.

Par-Sud-Am. Paris-Sud-Amérique. Journal des Américains latins en France et des Français en Amérique, después llamado Paris-Sud et Centre-Amérique, se publicó entre 1925 y 1938. Fundado por el periodista Louis Forest, Par-Sud-Am contó con la colaboración del argentino Manuel Ugarte, el peruano Juan Francisco Elguera, el costarricense Francisco Cordero y el cubano Armando Maribona. Además de las noticias sobre los países suramericanos, Par-Sud-Am cubrió regularmente las noticias de América Central y del Caribe, lo cual le dio un alcance que otras publicaciones no tuvieron. Como en el caso de Le Brésil, Par-Sud-Am era un órgano de difusión de las actividades de los latinoamericanos en París: matrimonios, enfermedades, muertes, cenas y fiestas, reuniones de asociaciones, diplomáticos y escritores, inauguraciones de plazas y calles eran anunciados regularmente en la sección Mondanités à Paris (p. 292). La depresión de 1930 y la desintegración de la comunidad latinoamericana de la ciudad pusieron fin a la publicación.

Conclusiones

Los latinoamericanos de París durante la Tercera República fueron un grupo de extranjeros en medio de muchos otros. Sin embargo, al compararlos con los españoles, los portugueses, los italianos o los rusos, su singularidad reside en el hecho de que actuaron y fueron percibidos como miembros pertenecientes a una misma comunidad compuesta por nacionalidades diferentes.

Esa percepción, a su vez, estaba respaldada por prácticas y escenarios de sociabilidad concretos. El latinismo, el indigenismo y el anti-imperialismo nutrieron la idea de unidad latinoamericana y permitieron la creación de grupos culturales, académicos y científicos que dieron a las aspiraciones de cohesión una base material. Escritores, pintores, publicistas y diplomáticos tuvieron un papel decisivo en la difusión continental de los debates que se gestaron en esos círculos y que respaldaron la identificación a una misma comunidad espiritual. París surgió como un punto de referencia de una construcción identitaria cuya difusión sería difícil de imaginar desde cualquier ciudad latinoamericana en el cambio de siglo.

Sin embargo, en el interior de esa comunidad transnacional también hubo límites. Salvo por los casos del periódico Le Brésil o de la pintora Marsila do Amaral, la cisión entre una América hispánica y otra portuguesa siguió teniendo un peso considerable y sería un error pensar que el credo continental logró superarla. Los contactos esporádicos entre brasileros e hispanoamericanos no son suficientes para sostener que hubo un diálogo y una compenetración reales. En esa medida, la comunidad transnacional instalada en París continuó reflejando la distinción secular entre el Brasil y el resto de naciones latino-americanas.

Si Nueva York también acogió una cantidad importante de latinoamericanos a finales del siglo XIX, no hay trabajos que demuestren que "la Gran Manzana" tuviese una comunidad y una red de actividades latinoamericanas tan amplia y activa como la que existió en la capital francesa entre 1870 y 1940. Es evidente que en diferentes períodos otras metrópolis globales como Londres, Madrid y Miami acogieron comunidades de latinoamericanos, pero en la cronología estudiada por Streckert, París fue un punto de encuentro y un núcleo demográfico latinoamericano inédito.

Además de constituir una herramienta básica para estudiar los fenómenos de circulación de personas e ideas entre América Latina y Francia, el libro de Strecker sitúa la construcción de lo latinoamericano en una dimensión global. Este es uno de los aportes esenciales del libro. La búsqueda de raíces culturales y de tropismos primarios no sólo se efectuó en círculos definidos por la pertenencia a una u otra nacionalidad, sino que resultó de un contacto permanente con sociedades y movimientos artísticos que no se originaron en América Latina. En esa medida, la construcción de la identidad latinoamericana se enmarcó dentro un escenario global que se nutrió tanto del intercambio entre latinoamericanos como del diálogo entre estos y otras sociedades.

Aunque Die Hauptstadt Lateinamerikas asegure que la Primera Guerra Mundial no tuvo una incidencia directa en la cohesión de la comunidad latinoamericana de París, hubiese sido deseable que su autor proveyera más información sobre el impacto del conflicto en la imagen que los latinoamericanos tenían de Francia y de la cultura europea como polos de la civilización occidental. Sostener que los latinoamericanos se alinearon incondicionalmente a Francia no es suficiente para comprender toda la complejidad del conflicto para los latinoamericanos de París y, de manera más general, para América Latina.


Comentarios

1 El libro Die Haupstadt Lateinamerikas. Eine Geschichte der Lateinamerikaner im Paris der Dritten Republik (1870-1840) o La capital de América Latina. Una historia de los latinoamericanos en París durante la Tercera República (1870-1940) no ha sido traducido al español. Salvo indicación contraria, todas las citas que figuran en el presente documento son traducciones del alemán al español hechas por Daniel Emilio Rojas.

2 El emperador francés buscó limitar el poderío anglosajón para darle a Francia un lugar privilegiado en el concierto de las grandes potencias y para eso promovió un panlatinismo opuesto a los EE.UU. e Inglaterra.

3 Ver, por ejemplo, el artículo de François-Xavier Guerra "La lumière et ses réflets: Paris et la politique latino-américaine", (Guerra 1989).

4 En español en el texto.

5 El autor obtuvo los datos en los Archives nationales de France, Archives de Paris, Archives de la Préfécture de Police, y en la Bibliohtèque nationale de France, así como en estadísticas que figuran en diarios de viaje, informes, memorias y períodicos. Una lista exhaustiva de los períodicos que Streckert empleó en su trabajo figura en las páginas 11 y 12 del presente estudio.

6 En 1924, París tenía tres millones de habitantes. Los latinoamericanos equivalían al 0,5% de la población total (p. 75-76).

7 Una razón que Roderick Barman esgrime para explicar la afluencia de brasileros a París es el capital cultural que estos podían capitalizar visitando París, pues a su regreso a América podían posicionarse como portadores de los verdaderos valores de la civilización (Barman 2000).

8 Ver al respecto Rauillet 1995.

9 Las celebraciones también eran momentos de encuentro continental que permitían apreciar el fenómeno transnacional en toda su complejidad. A la inauguración de monumentos, calles o plazas que conmemoran el Descubrimiento de América, o el natalicio y la muerte de los héroes de las independencias, asistía una comunidad integrada, cuya congregación no dependía de los particularismos nacionales y que era identificada por otros observadores como latinoamericana (Ver p. 254 y 255 del presente documento).

10 Para más información sobre las editoriales que publicaban autores y temas latinoamericanos en París ver las páginas 108 a 112 del libro.

11 Este proceso adquirió una importancia inédita en el período de entreguerras, cuando el consumo de lujo se convirtió en uno de los pilares de la recuperación económica francesa tras la Primera Guerra Mundial.

12 En este grupo estaba el English Bank of Rio de Janeiro, The New London and Brazilian Bank y el Anglo South-American Bank (p. 142).

13 Para más información ver el capítulo III.

14 Las publicaciones son El Eco Hispano-americano (1854-1872), el Eco de Ambos Mundos (1859-186?), la Sátira de Ambos Mundos (1852-1855) y el Correo de Ultramar (1842-1886), dirigido por Torres Caicedo. Según Streckert, en París circulan 23 periódicos importados de América Latina antes de 1870.

15 Los periódicos y revistas analizados por Streckert son El Américano: ilustrado, politico y literario (1872-1874); Europa y América. Revista quincenal ilustrada de literatura, artes y ciencias (1880-1895); Le Brésil. Courrier de l'Amérique du Sud (1881-1922); Revue Sud-Américaine (1882-1890, 1913); La Estrella de Chile. Órgano de la colonia chilena en Europa (1891); América en París. Revista quincenal (1891-1892); La République Cubaine. La República Cubana (1896-1897); L'Argentine. Économique, politique, sociale. Premier organe de la solidarité argentine en Europe (1908-1809, 1912-1914, 1920-1922); Smart. Petite revue mensuelle (1910-1912); Mundial Magazine. Arte, ciencias, historia, teatros, actualidades, modas (1911-1914); Elegancias. Revista mensual ilustrada artística, literaria, modas y actualidades (1911-1914); Revista de América (1912-1914); Revue de l'Amérique latine (1922-1932); Par-Sud-Am. Paris-Sud-Amérique. Journal des Américains latins en France et des Français en Amérique, también Paris-Sud et Centre-Amérique (1925-1938); Parisina. Espejo de las elegancias parisienses (1926-1928); La Antorcha. Revista hispanoamericana (1931); La Revue Argentine (1934-1939, 1945).

16 En particular con el de varios miembros de la aristocracia rural, del servicio diplomático y de las fuerzas armadas brasileras.


Referencias

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