Introducción
La constante reconfiguración del escenario global ha transformado y expandido la práctica e indagación de la diplomacia. En consecuencia, los estudios diplomáticos ahora deben considerar una amalgama de esferas, actores y prácticas que trasciende las categorías tradicionales. Con esto en mente, invitamos a los lectores a cuestionar los cánones más restrictivos y atávicos sobre la diplomacia que se derivan de una perspectiva caricaturesca que tiende a dibujarla como una práctica “ligera”, de naturaleza elitista, burocrática, realizada en reuniones secretas o cócteles, y ejecutada exclusivamente por actores estatales. Para realizar dicha labor, el objetivo principal de este artículo es explorar, de manera teórica y empírica, transformaciones de la diplomacia contemporánea.
En general, la diplomacia es un concepto polisémico y polivalente, cuyo elemento más esclarecedor, quizás, gira en torno al conjunto de actividades realizadas por los representantes o enviados de una entidad política A en un territorio foráneo B.1 El estudio de las transformaciones de esta visión tradicional de la diplomacia se ha desarrollado en el marco de dos grandes criterios. El primero: ¿quiénes participan?; la visión más ortodoxa de la diplomacia sugiere que son exclusivamente los actores estatales quienes realizan estas actividades a partir de intereses nacionales. En la actualidad, la distinción entre los diplomáticos estales y no estatales es más un axioma que un postulado controvertido (Cooper 2013; Langhorne 1997). En particular, desde hace varias décadas se ha venido explorando la participación de actores no estatales. Esto ha sido conceptualizado bajo el nombre de nuevas diplomacias (Heine 2008; Sofer 1988); se ha reconocido entonces la influencia y agencia de actores como empresas multinacionales en la práctica diplomática. Por ejemplo, el concepto de diplomacia triangular se refiere a los acercamientos Gobierno-Gobierno, Gobierno-empresa y empresa-empresa (Stopford, Strange y Henley 1991; Strange 1992).
A partir de este primer criterio, se ha indagado también por las actividades internacionales que desarrollan grupos cuyas gestiones han sido excluidas de los análisis diplomáticos tradicionales. Esta categoría considera, pero no se limita a, la participación de gobiernos regionales o locales (Jackson 2018; Royles 2017) y segmentos de la sociedad civil (Clark 1995; Holsti 2004; Lopes, Antunes y Mendonça 2015) que ejercen lo que se conoce como paradiplomacia (Zeraoui 2016). Este último ejemplo ha sido denominado diplomacia desde abajo (Ghilarducci 2020) y constituye, en muchas ocasiones, una acción paralela de gobiernos y actores locales que contrasta con la diplomacia oficial de los Estados. De hecho, los agentes paradiplomáticos reivindican manifestaciones diplomáticas que por su naturaleza misma compiten con la política exterior de un Estado o un Gobierno particular. Por el contrario, el conjunto de nuevas diplomacias aquí observado, que incluye diplomacia cultural, diplomacia económica y diplomacia comercial, complementa la diplomacia convencional, no rivaliza con ella. Por lo tanto, lo que se observa en el caso de los actores culturales, económicos y comerciales que hacen diplomacia es un acoplamiento de agendas.
El segundo criterio que ha abordado las manifestaciones más innovadoras de la diplomacia, al menos desde un punto de vista teórico-conceptual, se condensa en la pregunta ¿en qué esferas o áreas temáticas se desarrollan prácticas de diplomacia? Al resolver este interrogante, es posible observar un espectro mejor delimitado de los ámbitos que se han integrado a la labor diplomática. Aquí, las subcategorías más populares de la diplomacia se concentran en áreas específicas. Por ejemplo, la diplomacia científica, a menudo descrita como el encuentro entre el mundo político y el mundo científico (Bonilla 2018; Kaltofen y Acuto 2018). En este artículo nos enfocamos en dos grandes esferas: 1) la diplomacia cultural, entendida como una práctica estatal que involucra actores no estatales, tiene dimensiones nacionales e internacionales, y reúne objetivos culturales y no culturales que transcienden la acción cultural (Ang, Isar y Mar 2015; Carter 2015; Kizlari y Fouseki 2018); 2) la diplomacia económica y comercial, cuyos actores avanzan en iniciativas relacionadas con el comercio, las inversiones y la cooperación para el desarrollo (Bayne y Woolcock 2017; Woolcock 2017).
Siguiendo a Hayden (2012) y Rodríguez (2015), en este trabajo no asumimos la diplomacia cultural como sinónimo de poder blando (Nye 2008), de diplomacia pública (Cull 2008; Malone 1985) ni de relaciones internacionales culturales (Iriye 1979). Por el contrario, diferenciamos claramente estos conceptos. Primero, el poder blando se refiere a la habilidad de un Estado para influir en otros Estados, con el propósito de obtener resultados deseados mediante la atracción y no a través de la coerción. Esta conceptualización del poder recae sobre los recursos con los que un país cuenta, asociados a su cultura, sus valores y sus normas (Nye 2008). De manera intuitiva, se podría equiparar el poder blando con la diplomacia cultural, dadas las similitudes entre ambos. No obstante, la diplomacia cultural exhibe objetivos y motivaciones distintos alrededor del diálogo y la cooperación, cuyo propósito no necesariamente es el de ejercer influencia. Adicionalmente, puede ser ejecutada por actores estatales y no estatales para el logro de objetivos que trascienden el ejercicio político. Por lo tanto, la conceptualización de Nye (2008) resulta limitada para analizar nuestro objeto de estudio.
Segundo, la diplomacia cultural puede ser vista como una parte de la diplomacia pública que pretende entablar conexiones con audiencias extranjeras para difundir los recursos culturales nacionales como las artes, la lengua y demás tradiciones. Sin embargo, ambos conceptos no son equivalentes, puesto que la diplomacia pública constituye una estrategia multidimensional de comunicación política estatal que busca mejorar la imagen y percepción de un país frente a instituciones e individuos en otros países (Pamment 2012). Tercero, la esfera de la diplomacia cultural es mucho más reducida que la de las relaciones internacionales culturales. Sin embargo, es fundamental distinguir entre ambas. Por ejemplo, para Iriye (1979) las relaciones internacionales son también relaciones interculturales. En este sentido, las primeras se refieren a las interacciones que se dan entre naciones; una nación es un sistema cultural, por tanto, las relaciones entre naciones son interacciones entre sistemas culturales. Estas aluden a todo tipo de intercambios que cruzan las fronteras de los Estados. Sin embargo, ocurren de manera orgánica y sin intervención gubernamental. Las segundas constituyen actividades específicas diseñadas e implementadas por instituciones gubernamentales o privadas (Bélanger 1994). Por lo tanto, la diplomacia cultural puede ser vista como un punto de intersección entre la diplomacia pública y las relaciones internacionales culturales, pero no como un equivalente.
Ahora bien, un tercer criterio para rastrear las innovaciones diplomáticas sería de naturaleza espacial y responde al interrogante ¿en qué escenarios ocurren las prácticas diplomáticas? En contraposición a la imagen más estereotipada de la diplomacia moderna, que vendría a ser una “diplomacia de cóctel” dirigida a sujetos diplomáticos en estricto sentido, las conceptualizaciones y manifestaciones de la diplomacia pública sugieren una orientación diferente, centrada en audiencias más amplias (Cull 2008), como estudiantes, grupos de interés o ciudadanos en general. La innovación diplomática más reciente bajo esta perspectiva sucede en espacios digitales que trastocan las lógicas de las fronteras geográficas en las que antes se desarrollaban actividades de diplomacia pública (Simons 2018). Estas aproximaciones exploran particularmente redes sociales digitales como Facebook (Spry 2018) o Twitter (Duncombe 2017; Sobel, Riffe y Hester 2016).
El enigma que esta investigación aborda gira en torno a un cuarto criterio para el estudio de la diplomacia contemporánea: las relaciones e interconexiones entre diversas esferas, actores y prácticas diplomáticos. Es decir, bajo este criterio surgen inquietudes como: ¿existe interacción entre distintas esferas y actores de la diplomacia? ¿Acaso se han establecido puentes entre las diversas temáticas y la pluralidad de actores que ahora pueden ser categorizados como diplomáticos? De ser así, ¿de qué forma ocurren estas interacciones y qué elementos las facilitan? Para explorar de manera empírica este fenómeno, investigamos el proceso de difusión, entendido como el movimiento y la posterior adopción de elementos similares en entornos diversos (Weyland 2005) de prácticas de diplomacia cultural en los ámbitos del comercio y la cooperación para el desarrollo.
Específicamente, analizamos la difusión de prácticas de diplomacia cultural hacia espacios de diplomacia económica y comercial, en los que se encuentran agencias de cooperación internacional y cámaras de comercio binacionales. Los casos de la diplomacia de Corea del Sur y Japón en Colombia ilustran este fenómeno. Se trata de un caso paradigmático, ya que, a pesar del distanciamiento histórico y el limitado dinamismo de sus vínculos bilaterales, las relaciones entre estos países se han estrechado de manera significativa durante la última década (2009-2018). En particular, desde el inicio de la negociación del Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Corea en el año 2009 durante el gobierno de Juan Manuel Santos.2 Incluso, fueron elevadas a la categoría de “asociación estratégica” por sus respectivos Gobiernos. En este renovado marco, se han realizado acercamientos en materia comercial y de cooperación para el desarrollo. Resulta interesante que, en medio de las nuevas dinámicas políticas y comerciales, las prácticas de diplomacia cultural de estos países asiáticos en Colombia se hayan multiplicado considerablemente (ver tabla 1).
De acuerdo con lo anterior, nuestros interrogantes centrales son: 1) ¿cómo ha sido el proceso de difusión de prácticas de diplomacia cultural a las gestiones de agencias de cooperación internacional y cámaras de comercio binacionales de Corea y Japón en Colombia entre los años 2009 y 2018?; 2) ¿por qué ha sucedido la difusión?; y 3) ¿cuáles son las implicaciones de este proceso de difusión para el estudio de la diplomacia contemporánea? Los dos primeros son abordados transversalmente en la sección 3; el tercero se explora en la sección 4.
Nuestro interés investigativo se centra en el proceso de difusión de prácticas de diplomacia cultural entre instituciones y en un contexto internacional, así como en sus implicaciones analíticas. Por lo tanto, no abordamos pormenores sobre la ejecución o los efectos de prácticas específicas de este tipo de diplomacia, y planteamos interrogantes para cada una de las etapas del proceso de difusión: a) ¿cuál es el origen de prácticas de diplomacia cultural de Corea del Sur y Japón?; b) ¿qué mecanismos facilitan el proceso de difusión?; y c) ¿cuál ha sido el resultado del proceso de difusión de prácticas de la diplomacia cultural japonesa y coreana en Colombia entre los años 2009 y 2018?3
Argumentamos que los diplomáticos culturales analizados en este estudio han logrado compenetrar sus propios intereses con los objetivos de política exterior de los Estados a los que representan. Consideramos que este no es un ejercicio aislado, sino que, por el contrario, refleja dinámicas que dan cuenta de las transformaciones del escenario diplomático global. A pesar de su creciente notoriedad y trascendencia, los esfuerzos teóricos y empíricos por develar y comprender el estado actual de la diplomacia, cada vez más complejo, son limitados. Si bien la literatura sobre diplomacia cultural es extensa, muchos trabajos se han enfocado en actores tradicionales u obvios: en países de Norteamérica y Europa Occidental; y en entidades como museos, bibliotecas, centros de cultura, entre otros.
Los estudios que rastrean la recomposición de la diplomacia contemporánea con un enfoque geopolítico y organizacional divergente a la ortodoxia son escasos. Por lo tanto, esta investigación contribuye al abordaje de brechas existentes en la literatura y ofrece nociones sobre las interconexiones e interrelaciones que existen entre la diplomacia cultural, económica y comercial. Nuestra aproximación sigue la tradición de autores como Strange (1992), quien planteó desde hace décadas la necesidad de que las relaciones internacionales (RRII) como disciplina evolucionen a la par de las transformaciones y dinámicas del escenario global. Nuestros hallazgos contribuyen a discusiones en la intersección entre los estudios globales y la economia política internacional (EPI) (Chenou y Quiliconi 2020; Okano-Heijmans 2011).
Para esta investigación comparada, de naturaleza cualitativa, se realizaron entrevistas semiestructuradas a funcionarios y directivos de alto nivel. Entre ellos, representantes de las cámaras de comercio y las agencias de cooperación de Corea del Sur y Japón en Colombia, representantes de la Cancillería colombiana, funcionarios del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo de Colombia (MinCIT) y la Agencia Presidencial para la Cooperación de Colombia (APC). Adicionalmente, se analizaron publicaciones académicas, documentos oficiales de los ministerios de Relaciones Exteriores de Corea y de Japón, sus agencias de cooperación y cámaras de comercio en Colombia, notas de prensa, material audiovisual y contenido de redes sociales. La información fue analizada utilizando categorías generadas a partir del enfoque teórico de la difusión.4
Los casos de la diplomacia de Corea del Sur y Japón en Colombia no solo ilustran el proceso de difusión que nos compete, sino que contribuyen a la literatura sobre la creciente importancia de las relaciones entre Asia y Latinoamérica. Si bien, diversos trabajos han explorado los objetivos explícitos e implícitos de la diplomacia cultural de países del norte global como Estados Unidos y Francia (Glade 2009; Schneider 2009; Sretenovic 2009, Tickner y Blaney 2013) o los programas de diplomacia de base cultural de países emergentes como China e India, enfocándose en intercambios intracontinentales (Nair 2019; Otmazgin 2012; Rawnsley 2012), en nuestra revisión, no encontramos trabajos que investiguen de manera teórica y empírica las prácticas y estrategias concretas desplegadas específicamente por Corea y Japón en su interacción con América Latina. Menos aún, sobre su diplomacia cultural.
Este artículo está dividido en cinco secciones. Primero, introduce el marco teórico con el que exploramos cada una de las etapas del proceso de difusión de prácticas de diplomacia cultural a esferas no culturales, como el comercio y la cooperación: fuente, transmisión y resultado. Segundo, describe los antecedentes y la actual coyuntura de las relaciones colombo-coreanas y colombo-japonesas utilizando tres categorías de análisis: diálogo político, panorama comercial, y la presencia de actores de diplomacia económica y comercial, como agencias de cooperación internacional y cámaras de comercio binacionales. Tercero, presenta los hallazgos de los casos de estudio derivados de las tres etapas del proceso de difusión y propone tipologías para cada una de ellas. Cuarto, discute las implicaciones de los hallazgos para el estudio de la diplomacia contemporánea y de procesos de difusión en los estudios globales y la EPI. Quinto, concluye y plantea futuras alternativas de indagación.
1. Marco teórico: procesos de difusión
Los estudios de difusión permiten rastrear el recorrido de elementos puntuales de un espacio o esfera a otro, es decir, de una fuente a un adoptante. Los trabajos sobre difusión son centrales en los estudios globales (De Oliveira y De Faria 2017; Zhukov y Stewart 2013). Esta aproximación ha sido empleada para analizar la difusión o propagación de políticas, guerras (Midlarsky 1975; Simowitz 1998), golpes de Estado, identidades nacionales (Checkel 1999), regímenes democráticos (Starr 1991), políticas económicas liberales (Simmons, Dobbin y Garrett 2008), movimientos sociales (Keck y Sikkink 1998), entre otros. Dentro de la EPI, el estudio de la difusión se ha concentrado en las formas en que un fenómeno particular viaja desde países desarrollados a países en desarrollo (Weyland 2005). Los análisis coinciden en que estos procesos se llevan a cabo en tres etapas (Elkins y Simmons 2005; Klingler-Vidra y Schleifer 2014; Strang y Soule 1998) que serán exploradas a continuación.
a. Etapa I: fuente
En los procesos de difusión, elementos específicos viajan o se propagan. Por lo tanto, es fundamental definir claramente cuáles son los elementos de difusión y dónde se originan. Los elementos de difusión han sido entendidos como ideas, principios, normas o procedimientos para la toma de decisiones (Krasner 1983; Urrego-Sandoval 2017). En esta investigación, los elementos de difusión constituyen prácticas de diplomacia cultural (ver tabla 1). Esta primera etapa explora cuál es el origen de prácticas de diplomacia cultural de Corea del Sur y Japón.
b. Etapa II: transmisión
Esta etapa examina los mecanismos que facilitan el proceso de difusión, así como los actores que participan en este proceso (Simmons, Dobbin y Garrett 2008; Strang y Soule 1998). Existen dos tipos de mecanismos. Los mecanismos externos o no solicitados, como coerción y competencia. La coerción describe situaciones en las que asimetrías de poder establecen condiciones para que actores externos impongan preferencias y, de esta forma, generen presiones que promuevan la adopción de políticas similares (Cohen 2008; Jakobi 2012). La competencia describe circunstancias en las que se replican modelos que parecen exhibir una ventaja competitiva (Dobbin, Simmons y Garrett 2007; Elkins, Guzman y Simmons 2006). Los mecanismos internos incluyen emulación y aprendizaje, los cuales sugieren que los adoptantes copian modelos existentes o aprenden de otras experiencias.
c. Etapa III: resultado
La última fase explora el interrogante sobre cuál ha sido el resultado del proceso de difusión. La literatura contempla cuatro resultados posibles: adopción, adaptación, localización o rechazo (Acharya 2004; Falkner y Gupta 2009; Urrego-Sandoval 2017). Cada uno de estos sugiere un fenómeno distinto que refleja el grado de congruencia que desarrollan los elementos de difusión en el contexto local o de acogida.
2. Casos de estudio: relaciones colombo-coreanas y colombo-japonesas
Las relaciones bilaterales entre Colombia y Corea del Sur y Japón, respectivamente, han sido amistosas y estables en el ámbito cultural y de la cooperación, pero históricamente limitadas en el plano económico y comercial. Esta sección ofrece una caracterización de su estado del arte. Es importante resaltar que, en las últimas décadas, Corea y Japón han expandido y diversificado sus programas diplomáticos para fortalecer sus vínculos con países latinoamericanos como Colombia. Estas estrategias les han permitido expandir su área de influencia más allá de su contexto regional.
a. Corea del Sur y Colombia
Diálogo político
El momento más icónico en la relación bilateral fue la participación del Ejército y la Armada de Colombia en la guerra de Correa. En 1951, el Batallón Colombia, conformado por alrededor de 5.000 personas, apoyó a los surcoreanos en el conflicto contra Corea del Norte.5 Sin embargo, las relaciones diplomáticas entre ambos Estados solo se establecieron en 1962. Por décadas se ha reforzado la idea de la cooperación en temas de seguridad (Barbosa 2012). En el año 2011, la visita del presidente colombiano, Juan Manuel Santos, a Corea fue clave para revitalizar las relaciones. En ese momento la relación binacional fue elevada a la categoría de asociación de cooperación estratégica (Cancillería de Colombia 2020b). Esto impulsó la realización de varias visitas de Estado. El presidente coreano Lee Myung-bak visitó Bogotá en 2012, en el marco de la conmemoración de los cincuenta años de relaciones bilaterales; tres años más tarde, la presidenta de Corea, Park Geun-hye, estuvo en Colombia.
Panorama comercial
En 2009 iniciaron las negociaciones para la firma del Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Corea del Sur que entró en vigor en 2016, después de su firma en 2013. El acuerdo busca promover el intercambio comercial entre los dos países. Paralelo a esta negociación, en 2013 se suscribió un acuerdo bilateral de inversión. Entre 2014 y 2018, en promedio 7.783 turistas coreanos arribaron a Colombia cada año (CITUR 2019). De hecho, Corea es el segundo emisor de turistas hacia Colombia en Asia. Este fenómeno ha influenciado las actividades de promoción del turismo del Gobierno colombiano (ProColombia 2017).
Agencia Coreana para la Cooperación (KOICA)
La agencia fue fundada en 1991 y desde 2009 tiene una oficina en Bogotá (2018). KOICA es una entidad adscrita a la Embajada de la República de Corea en Colombia. Esta organización ejecuta los recursos de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) destinados a programas de cooperación no reembolsable.6 Antes de 2016, KOICA desarrollaba actividades en múltiples sectores. Sin embargo, esto cambió cuando Colombia fue designada como país aliado prioritario por parte del Gobierno coreano y estableció la Estrategia Alianza País 2016-2020, cuyo objetivo es concentrar la ayuda en cuatro áreas: desarrollo rural, desarrollo industrial, transporte y posconflicto (KOICA 2020). Corea se ha convertido en un importante donante para Colombia. Entre 2014 y 2018, los montos de AOD sumaron 33.907.120 dólares (APC y KOICA 2018). Junto con Bolivia, Perú y Paraguay, Colombia es uno de los principales destinos de la cooperación coreana en Suramérica (KOICA 2020).
Cámara Colombo Coreana de Comercio e Industria (CCC)
Es un canal privado de apoyo institucional y logístico a las actividades comerciales, culturales y de formación entre Colombia y Corea (CCC 2019). Fue creada en 1986 para promover las relaciones comerciales entre los dos países y asesorar a inversionistas coreanos interesados en Colombia.7 Uno de los objetivos de esta organización es convertirse en el interlocutor más importante entre el sector privado de Colombia y el de Corea, con la intención de promover, establecer y fortalecer vínculos empresariales, comerciales y culturales (CCC 2020).
b. Japón y Colombia
Diálogo político
Japón es el país asiático con el que Colombia tiene las relaciones más longevas. Los viajes presidenciales de Virgilio Barco, César Gaviria, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos dan cuenta de la importancia que ha tenido Japón para Colombia. La última visita tuvo lugar en 2011, cuando el primer mandatario colombiano se reunió con el emperador Akihito, el primer ministro Yoshihiko Noda y representantes del sector privado japonés (Cancillería de Colombia 2020a). Sucesivamente, en 2014, el primer ministro japonés Shinzo Abe realizó una visita oficial a Colombia y el canciller japonés, Taro Kono, también visitó el país andino en 2018. La Cancillería colombiana reconoce que las relaciones bilaterales entre Japón y Colombia “están en su mejor momento”.8
Panorama comercial
Colombia y Japón negocian un acuerdo de asociación económica desde diciembre de 2012, proceso que no ha concluido y atraviesa un periodo de estancamiento. Lo anterior debido a serios cuestionamientos sobre las posibilidades de acceso a mercado para productos agrícolas, sector de gran importancia para Colombia. Ambos países suscribieron un Acuerdo para la Promoción y Protección Recíproca de Inversiones, vigente desde 2015 (MinCIT 2018). Entre 2014 y 2018, 37.791 visitantes de Japón ingresaron a Colombia (CITUR 2019).
Agencia de Cooperación Internacional Japonesa (JICA)
Se estableció en Colombia en 1980. Desde entonces ha brindado AOD, cooperación técnica y donaciones.9 En el año 2008 la institucionalidad de la AOD japonesa fue restructurada. Así, JICA asumió la ejecución de la Cooperación Financiera No Reembolsable de Japón, conocida como la Gran Donación Cultural. Esta modalidad de cooperación en Colombia durante los años anteriores era realizada por la Embajada japonesa (JICA 2020). Ahora, las tres áreas priorizadas para la cooperación son: desarrollo económico sostenible, medio ambiente, y paz y posconflicto.10 Gran parte de las actividades se han enfocado en la cooperación técnica según el convenio marco vigente.11
Cámara Colombo Japonesa de Comercio e Industria (CCJ)
Esta organización binacional y privada se fundó en 1988 y tiene como propósito apoyar la consolidación de las relaciones bilaterales de Colombia y Japón en los ámbitos del comercio, la cultura y la integración (CCJ 2017b). Actualmente, cuenta con dos oficinas en las ciudades de Bogotá y Medellín. Las acciones fundamentales que ejecuta la Cámara incluyen: asesoría y organización de misiones comerciales, realización de encuentros empresariales, formación en negociación exitosa con Japón, divulgación de información sobre acuerdos comerciales, y oportunidades de negocio entre Colombia y Japón (CCJ 2017a).
3. Difusión de prácticas de diplomacia cultural de Corea del Sur y Japón en Colombia
Siguiendo el proceso de difusión presentado en la sección 1, nuestra investigación encontró que: 1) las carteras de relaciones exteriores son la fuente de las prácticas de diplomacia cultural, en todos los casos examinados; 2) los mecanismos a través de los cuales ocurrió la difusión fueron internos: aprendizaje y emulación; y 3) debido a la proximidad institucional entre las agencias de cooperación y las cámaras de comercio con la fuente y sus representantes, hallamos que las primeras (entidades estatales) aprendieron y luego adaptaron los elementos de difusión. Mientras tanto, las segundas (entidades no estatales) emularon y después adoptaron estos elementos de diplomacia cultural. A pesar de los matices en los mecanismos que facilitaron la difusión en cada caso y de las diferencias en cuanto al resultado de cada proceso, en definitiva, observamos una convergencia de prácticas entre la fuente y los adoptantes. A continuación, se presentan detalladamente los hallazgos en cada etapa del proceso de difusión y se plantean tipologías de análisis.
a. Etapa I. Fuente: factores intervinientes y elementos de difusión
Uno de los interrogantes subsidiarios de este estudio es ¿cuál es el origen de prácticas de diplomacia cultural de Corea del Sur y Japón? Los hallazgos de la investigación indican que el origen de las prácticas de diplomacia cultural de los casos analizados son sus ministerios de Relaciones Exteriores. Dentro de estas organizaciones, identificamos tres elementos que han promovido las prácticas de diplomacia cultural.
La cultura como herramienta de política exterior
Corea y Japón emplean explícitamente aproximaciones culturales para fortalecer su posición regional y global. Ambos países destacan la relevancia estratégica de emplear recursos culturales para alcanzar sus objetivos de política exterior. Otmazgin (2018) sugiere que “una parte integral de la estrategia japonesa para incrementar su influencia internacional es explotar sus recursos culturales contemporáneos” (55). Por ejemplo, la publicación del año 2019 del Libro azul diplomático de Japón establece que la promoción activa de la cultura japonesa contribuye a un mayor entendimiento de Japón con la comunidad internacional y es de gran importancia en materia económica (MOFA Japan 2019, 298).
La diplomacia coreana se concentra en la diplomacia cultural y plantea tres componentes clave en su estrategia: 1) diplomacia de la identidad nacional, para promover una imagen nacional más atractiva; 2) diplomacia emocional, para utilizar los bienes culturales del país; y 3) diplomacia ciudadana, para cooperar con el sector privado (Republic of Korea Ministry of Foreign Affairs 2020). Este país tiene por objetivo “alcanzar audiencias extranjeras mediante las artes, el conocimiento y el lenguaje coreano” (Republic of Korea Ministry of Foreign Affairs 2013). Recientemente, un portavoz del Gobierno coreano sugirió que “el poder de Corea comienza con la diplomacia cultural” (Republic of Korea Ministry of Foreign Affairs 2019). A través de muestras artísticas, exhibiciones y festivales, Corea ha afianzado sus vínculos con otros Estados. Este proceso ha sido acompañado de la expansión de la ola coreana de cultura pop, representada, por ejemplo, en la música (K-pop) y las telenovelas (Kdrama) del país, que han ganado millones de seguidores alrededor del mundo (Han 2017).
Esta visión se ha materializado en la creación de fundaciones y centros especializados. Por un lado, Japan Foundation (1972), una entidad adscrita a la Cancillería cuyo objetivo es promocionar la cultura y las artes, la enseñanza del idioma japonés, los estudios sobre Japón y el intercambio intelectual. Por otro lado, Korea Foundation (1991) promueve un mejor entendimiento de Corea a nivel global y busca fortalecer lazos de cooperación. Trabaja en cuatro áreas: estudios e investigación académica sobre Corea, intercambios culturales, enseñanza de la lengua coreana, y la publicación y difusión de material bibliográfico y recursos digitales. En términos de promoción de la lengua y la cultura coreana, el Instituto Sejong (2007) busca “establecer una pequeña Corea en cada país del mundo […]. Esta institución cuenta con 180 sedes en 55 países y espera abrir otros 20 centros en el mediano plazo (“El Instituto Sejong abrirá 30 nuevos centros en 2020” 2019). De manera similar, Japón creó la iniciativa global Japan House, que promueve el arte, el diseño, la gastronomía, la innovación y la tecnología japonesa. Estos centros cuentan con sedes en São Paulo, Los Ángeles y Londres.
Misiones diplomáticas fuertes y diseminadas
Las prioridades expresadas en su política exterior se ven reflejadas en el fortalecimiento de sus cuerpos diplomáticos tradicionales y en el reconocimiento de la labor diplomática. En Japón, el Ministerio de Relaciones Exteriores emplea a más de 5.000 personas y se divide en 10 oficinas: 5 funcionales y 5 regionales (Hook et al. 2011). Desde hace 70 años se estableció el Instituto de Entrenamiento del Servicio Exterior (gaimushō kenshūsho) donde se capacita a oficiales y diplomáticos del ministerio, proceso que se ha fortalecido en los últimos años. Japón cuenta con el quinto cuerpo de diplomacia más numeroso del mundo: 240 puestos diplomáticos distribuidos en 148 embajadas, 63 consulados, 9 misiones permanentes y 20 representaciones (GDI 2017). De manera similar, la red diplomática de Corea está dentro de las 10 más grandes del mundo. En total, funcionan 183 oficinas diplomáticas distribuidas en 116 embajadas, 49 consulados, 5 misiones permanentes y 13 representaciones (GDI 2017).
Diplomacia multiactor y multitemática
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Corea entiende que la política exterior se ha extendido más allá de los actores gubernamentales, e involucra a la sociedad civil y a las organizaciones no gubernamentales. En Corea, a la hora de definir la estrategia de proyección internacional, es “cada vez más importante no solo emplear activos como la política y la economía, sino también la cultura y la imagen nacional” (Republic of Korea, Ministry of Foreign Affairs 2013). Japón, por su parte, ha incorporado prácticas de full cast diplomacy, lo que se traduce en la generación de sinergias entre el pueblo japonés, las organizaciones de la sociedad civil, los gobiernos locales, las pequeñas y medianas empresas, los medios, los académicos y demás actores interesados en maximizar los intereses nacionales de Japón. Esta aproximación considera que existen múltiples áreas emergentes en las relaciones entre Estados que suponen “un nuevo desafío diplomático” (Gemba 2012).
b. Etapa II. Transmisión: vehículos facilitadores y mecanismos de difusión
Los elementos de difusión, en este caso las prácticas de diplomacia cultural coreana y japonesa, se han desplazado desde sus países de origen (específicamente desde sus ministerios de Relaciones Exteriores) hasta las agencias de cooperación y las cámaras de estos en Colombia. En este proceso, los elementos de difusión en cuestión han encontrado un vehículo facilitador en el contexto colombiano: las embajadas de Corea y Japón en Bogotá. Con respecto a la pregunta ¿qué mecanismos facilitan el proceso de difusión?, nuestra investigación identificó el uso de dos mecanismos. Aprendizaje, en el caso de las agencias de cooperación que son entidades estatales; emulación, en las cámaras de comercio o entidades no estatales. En ambos casos los procesos de aprendizaje y emulación han ocurrido gracias a tres elementos puntuales: i) el grado de proximidad institucional; ii) una percepción de beneficio asociada a evitar la duplicación de esfuerzos o a elevar el prestigio; y iii) una convergencia de intereses entre la fuente y el adoptante.
Aprendizaje: agencias de cooperación KOICA y JICA
El aprendizaje es un mecanismo interno que sugiere que los adoptantes consideran de manera autónoma los pros y contras de aceptar nuevas prácticas. Por lo tanto, estos actores tienden a modelarse a sí mismos imitando a instituciones que perciben como legítimas (DiMaggio y Powell 1983). En otras palabras, los actores acogen prácticas o políticas que consideran efectivas, a partir de la experiencia de otros. Dado que las agencias son de índole estatal, el aprendizaje de prácticas de diplomacia cultural ha sido fluido. Presentamos una tipología de las variables internas que facilitan la difusión de prácticas a nivel institucional.
Proximidad institucional: KOICA y JICA aprendieron prácticas de diplomacia cultural a partir de las experiencias de sus respectivas embajadas. Ambas agencias de cooperación están adscritas a la delegación diplomática de los Gobiernos a los que representan en Colombia y sus funcionarios se reúnen de manera frecuente en el marco de comités e iniciativas conjuntas. Por ejemplo, el equipo de KOICA en Bogotá participa, con frecuencia, en reuniones de coordinación con funcionarios de la Embajada de Corea en Colombia y personal del Instituto Sejong. Del mismo modo, la interacción y el acoplamiento entre la oficina de JICA en Bogotá, la Embajada de Japón en Colombia y el Centro del Japón, ubicado en la Universidad de los Andes, son recurrentes
Percepción de beneficio: en las entrevistas con los funcionarios de las agencias se hizo evidente que ellos perciben que realizar actividades de diplomacia cultural contribuye al logro de sus objetivos, pues este tipo de prácticas son uno de los enlaces centrales que les permiten establecer esfuerzos conjuntos y cooperativos con otras entidades del Gobierno al que representan.
Convergencia de intereses: las agencias consideran que estas prácticas apoyan no solo sus objetivos misionales, sino también el conjunto de políticas culturales y no culturales definidas por sus Gobiernos.
Emulación: Cámara Colombo Coreana y Cámara Colombo Japonesa
En el proceso de difusión, la emulación es un mecanismo interno que sugiere que los adoptantes incorporan elementos específicos debido a sus cualidades construidas normativa y socialmente, y no por sus características objetivas (Gilardi 2013). Por lo tanto, estos actores tienden a integrar a sus gestiones prácticas que perciben como acertadas y exitosas. Identificamos que las dos organizaciones incluyeron en sus gestiones prácticas de diplomacia cultural utilizando el mecanismo de emulación. En contraste con las agencias de cooperación, las cámaras de comercio han integrado a sus operaciones elementos de diplomacia cultural de manera más discreta.
Proximidad institucional: las cámaras de comercio analizadas han participado en la práctica de diplomacia cultural debido al establecimiento de vínculos con las embajadas. Así, ha surgido una alianza de cooperación de carácter público-privada. Las entrevistas revelaron que, en los últimos años, la CCJ ha avanzado en una alianza estratégica con la Embajada de Japón en Colombia, lo que le ha permitido “trabajar mucho el tema cultural”.14 El director de esta Cámara relata que fue en el marco de la celebración de los 110 años de relaciones diplomáticas entre Colombia y Japón que la organización se acercó a la Embajada japonesa. Debido al limitado número de personas que trabajaban en el área encargada de la Embajada y a las dimensiones de la celebración, la Cámara pudo brindar apoyo logístico, de planeación y de divulgación. Esto ocurrió en el 2018 cuando la Cámara celebraba 30 años de operación. “Así como la Embajada organizó sus 110 años con nosotros, nosotros organizamos nuestros 30 años con ellos”, señaló el director de la CCJ.15 De igual modo, la CCC mantiene vínculos constantes con la Embajada de Corea en Bogotá. El presidente de esta cámara -otrora embajador de Colombia en Seúl- participa frecuentemente en la planeación y evaluación de actividades conjuntas con la oficina del embajador coreano.
Percepción de beneficio: trabajar en la promoción cultural, en la mutua comprensión y en el desmantelamiento de prejuicios es una actividad socialmente reconocida como acertada y conveniente. En consecuencia, las cámaras de comercio paulatinamente han incursionado en la puesta en marcha de prácticas culturales porque percibieron que así podrían aumentar el prestigio de su institución. Concluyen que acompañar sus fines naturales en la esfera del comercio de prácticas de diplomacia cultural conllevaría una mayor aceptación de sus audiencias locales. Por una parte, la CCJ practica diplomacia cultural porque la considera beneficiosa para avanzar en su propia agenda. No es fácil llegar a un grupo de personas y empresas tan herméticos, pero al contar con el respaldo de la Embajada y del área cultural, “las puertas se abren”. Por otra parte, la CCC espera convertirse en el “interlocutor más importante” entre el sector privado de Colombia y el de Corea (CCC 2020). Esta meta institucional involucra establecer enlaces con empresarios, tomadores de decisiones, consumidores, académicos, entre otros. Al emular prácticas de diplomacia cultural, esta entidad comercial amplía su abanico de oportunidades para insertarse en espacios que trascienden la esfera del comercio.
Convergencia de intereses: esta práctica contribuye al logro de los objetivos políticos exteriores establecidos por Corea y Japón, aunque en principio esta no es su función, lo que permite además alcanzar audiencias más amplias en el territorio receptor. Las cámaras de comercio intentan enganchar sus agendas con los lineamientos de política exterior establecidos por Corea y Japón. El intercambio comercial, su área primaria de acción, puede desenvolverse lentamente, debido a las disparidades económicas entre los países de Asia Pacífico y Colombia, o debido a las trabas y demoras que se presenten en los trámites de negociación de instrumentos comerciales bilaterales. En contraste, el área del intercambio cultural se desempeña más ágilmente y, en general, no atraviesa por periodos de adversidad. Los Gobiernos coreano y japonés, así como sus representantes, están empeñados en emplear sus recursos culturales para acercarse a audiencias extranjeras. Las cámaras se han percatado de ello y lo han aprovechado a su favor.
c. Etapa III. Resultado de la difusión: adopción o adaptación
A pesar de las diferencias en su naturaleza jurídica y objetivos, las agencias de cooperación y las cámaras de comercio exploradas se asemejan en que todas realizaron prácticas de diplomacia cultural durante el periodo analizado (ver tabla 2). Sin embargo, no lo han hecho del mismo modo ni por las mismas razones. Tal como se evidenció en la etapa II del proceso de difusión, las agencias de cooperación y las cámaras de comercio utilizan diversos mecanismos de acuerdo con su proximidad a las embajadas. Su identidad estatal o no estatal y sus grados de cercanía con las embajadas también impactan el resultado del proceso de difusión. En relación con el interrogante ¿cuál ha sido el resultado del proceso de difusión de prácticas de la diplomacia cultural japonesa y coreana en Colombia?, los hallazgos de la investigación sugieren que, en el caso de las agencias de cooperación, el resultado es adaptación, mientras que para las cámaras de comercio es adopción.
Adaptación
KOICA Colombia ha adaptado prácticas de diplomacia cultural. La adaptación va más allá de la adopción porque implica crear un modo autóctono de ejecutar los elementos de difusión que han incorporado. A pesar de la cercanía a la Embajada coreana, el enfoque de KOICA con respecto a las prácticas de diplomacia cultural es un poco distinto. Las prácticas culturales se han incorporado a dos de los tres programas de la agencia: 1) voluntarios y 2) cursos. Primero, tal como relataron los entrevistados, los voluntarios apoyan diversas actividades de promoción de Corea, como cursos de lengua y cultura coreana en instituciones educativas colombianas. De hecho, establecieron el programa Voluntario en el Idioma Coreano, que ha tenido un gran alcance, ya que muchos de los voluntarios trabajan en colegios y universidades por fuera de la capital. Las actividades de promoción cultural de KOICA llegan a otras regiones donde no hacen presencia la Embajada coreana ni el Instituto Sejong.16 La diplomacia cultural de KOICA Colombia se distingue porque está orientada a alcanzar audiencias en comunidades vulnerables. Esta práctica ejemplifica cómo la agencia concilia su misión tradicional en el ámbito del desarrollo con las prácticas culturales. Adicionalmente, KOICA desarrolló una plataforma propia denominada KOCO Supporters, un grupo conformado por universitarios colombianos interesados en la cultura coreana, dispuestos a colaborar, participar y aprender de los eventos realizados por KOICA (KOICA Colombia 2020). Es importante resaltar que esta agencia reconoce explícitamente las labores de diplomacia cultural: festivales, exposiciones de arte, muestras artísticas, conferencias, cursos de idioma y cultura, entre otros.
JICA Colombia también ha realizado prácticas culturales inspiradas por la Embajada de Japón, pero ajustadas a su naturaleza institucional. Un ejemplo de ello es la orientación que brindan sobre becas y estudios en Japón, y sobre eventos culturales (Embajada del Japón en Colombia 2019). Sin embargo, estas labores fueron recientemente asumidas por el Centro Cultural, Académico y Económico de Japón de la Universidad de los Andes en Bogotá. La principal adaptación de la agencia en términos de diplomacia cultural es el programa de voluntarios jóvenes y jubilados japoneses, quienes realizan prácticas de naturaleza cultural. De acuerdo con su perfil, estos voluntarios son asignados a una misión centrada en la implementación de iniciativas en los sectores de educación, artes y cultura. Los programas de diplomacia cultural impactan directamente a muchas más comunidades en diversas regiones del país, en comparación con algunas iniciativas de cooperación técnica que realiza JICA.17 Encontramos que los intereses de la Embajada de Japón y la oficina de JICA en Bogotá, en temas de cooperación cultural y cooperación técnica, pero en sus respectivas agendas, convergen en ciertas áreas y en determinados momentos. En particular, ya que el propósito de la agencia de cooperación al apoyar la cultura es contribuir a la generación de espacios de comunicación, diálogo, visibilidad y entendimiento que posibiliten el cumplimiento de sus objetivos (JICA 2020).
Adopción
La CCC ha apoyado y replicado prácticas culturales que impulsen sus objetivos comerciales. Si bien los directivos de las cámaras de comercio consultados no expresan explícitamente que las entidades que lideran estén integrando a su gestión prácticas de diplomacia cultural, sí se encuentran familiarizados con estas. El presidente de la CCC señaló que “una forma para aprender cómo hacer negocios con los coreanos es entendiendo aspectos culturales, legales, históricos y económicos de Corea”.18 De acuerdo con la experiencia de la CCC, los principales problemas que enfrentan la burocracia tradicional y los potenciales comerciantes son el desconocimiento y la falta de preparación en relación con cómo negociar con Corea y con respecto a su cultura. Para suplir este vacío, la CCC organiza y colabora con la Embajada de Corea en Bogotá para la puesta en marcha de conmemoraciones, festivales gastronómicos, foros y conferencias.
La CCJ realiza, desde hace ya algún tiempo, prácticas de diplomacia cultural como parte de su labor misional. De hecho, la CCJ despliega permanentemente eventos de cultura japonesa, asesorías para becas en Japón, servicios de interpretación y traducción de documentos, muestras audiovisuales, conferencias y talleres (CCJ 2017b). El proceso de difusión ha permitido realizar prácticas de diplomacia cultural similares, pero ejecutadas por agentes diversos. Esto sugiere confluencia de intereses entre estos actores y genera convergencia de agendas.
La figura 1 ilustra el modelo de difusión explorado. Allí se evidencian una única fuente para cada caso, el vehículo que facilita la propagación, los mecanismos de difusión que tienen lugar y los resultados de dicho proceso.
4. Discusión: convergencia de prácticas y agendas
Nuestros hallazgos señalan que las agencias de cooperación y las cámaras de comercio analizadas han integrado a sus gestiones prácticas de diplomacia cultural porque las perciben como beneficiosas y debido a que, mediante esta incorporación, han logrado compenetrar sus propios intereses con las agendas de política exterior de los Estados a los que representan. Al explorar en detalle este proceso de difusión de prácticas a lo largo de las tres etapas definidas por la literatura, el marco analítico de este artículo planteó interrogantes para cada una: 1) ¿cuál es el origen de prácticas de diplomacia cultural de Corea del Sur y Japón?; 2) ¿qué mecanismos facilitan el proceso de difusión?; y 3) ¿cuál ha sido el resultado del proceso de difusión de prácticas de la diplomacia cultural japonesa y coreana en Colombia entre los años 2009 y 2018? A continuación, discutimos los hallazgos y contribuciones de la investigación.
En la etapa I: fuente, encontramos que el origen de las prácticas de diplomacia cultural de los casos estudiados son sus ministerios de Relaciones Exteriores. Identificamos tres factores del contexto nacional que han favorecido la difusión a nivel internacional: 1) la cultura entendida y utilizada como una herramienta importante de política exterior por Corea y Japón; 2) estos actores cuentan con una misión diplomática fuerte y ampliamente diseminada; y 3) sus Gobiernos han establecido una aproximación multiactor y multitemática a la diplomacia.
En la etapa II: transmisión, identificamos que los mecanismos de difusión utilizados han sido 1) aprendizaje, en el caso de las agencias de cooperación KOICA y JICA; y 2) emulación en las cámaras de comercio. Para esta fase presentamos una tipología de las tres variables internas que facilitaron la difusión de prácticas a nivel institucional: 1) proximidad institucional, 2) percepción de beneficio y 3) confluencia de intereses.
En la etapa III: resultados, hallamos que los adoptantes y su contexto institucional y local determinan los resultados del proceso de difusión. En el caso de las agencias de cooperación KOICA y JICA el escenario resultante fue de adaptación. Las prácticas de diplomacia cultural más recurrentes en estas organizaciones son becas y cursos, orientados sobre todo a la enseñanza del idioma y la cultura nacional, y la organización y ejecución de eventos culturales y exhibiciones artísticas. En cambio, el resultado de incorporar prácticas culturales en las gestiones de la CCC y la CCJ se describe mejor como una situación de adopción. Las prácticas de diplomacia cultural preferidas por las entidades de comercio analizadas incluyen eventos académicos (como seminarios y conferencias) y festivales culturales.
Los resultados de la investigación indican que la difusión de prácticas de diplomacia cultural coreana y japonesa en las agencias de cooperación internacional y cámaras de comercio binacionales que estos países tienen en Colombia deriva en una convergencia de agendas, materializada en un engranaje de prácticas que han convertido a estas instituciones en diplomáticos culturales. Las entidades estudiadas han logrado compenetrar sus intereses misionales y organizacionales con los objetivos de política exterior de los Estados a los que representan. Este fenómeno genera nuevos cuestionamientos como: ¿tienen las agencias de cooperación otra alternativa distinta a converger con los Estados a los que representan? ¿En qué casos un proceso de difusión similar que involucre este tipo de agencias terminaría en rechazo y no en convergencia? ¿Qué implica que actores no estatales como las cámaras de comercio binacionales asuman la representación de los Estados en los que se encuentran incrustadas? ¿Es legítimo y, en cualquier caso, efectivamente factible que actores sectoriales como asociaciones comerciales tengan la posibilidad de valerse de iniciativas gubernamentales para apuntalar sus intereses particulares? Dejamos estas inquietudes como posibles puntos de partida de análisis ulteriores.
El tercer componente de nuestro interrogante central es ¿cuáles son las implicaciones del proceso de difusión analizado para el estudio de la diplomacia contemporánea? En este sentido, evidenciamos un escenario internacional cada vez más diverso y con mayores interrelaciones e interconexiones entre actores estatales y no estatales, esferas públicas y privadas, y distintos niveles (internacional, nacional, institucional, local, etc.). Los actores y las esferas abordados interactúan e implementan prácticas de acuerdo con las convergencias que tengan frente a intereses particulares. Las circunstancias que identificamos y describimos representan una oportunidad de investigación y análisis que requiere ir más allá de estereotipos, aproximaciones y métodos ortodoxos de la disciplina. En consecuencia, consideramos que el estudio de difusión de prácticas de diplomacia cultural (también de diplomacia económica o comercial) representa una ruta de indagación relevante para los estudios globales y la EPI. De esta manera, nuestros hallazgos contribuyen a avanzar en la caracterización y a comprender la reconfiguración de la diplomacia contemporánea.
Conclusiones
Como resultado de la exploración y caracterización del proceso de difusión de prácticas de diplomacia cultural que realizan las agencias de cooperación KOICA y JICA, y las cámaras de comercio binacionales de Corea y Japón en Colombia, los hallazgos de la investigación brindan herramientas conceptuales, teóricas y analíticas, así como información empírica, para el estudio de la difusión de prácticas diplomáticas de una esfera a otra, y también entre diversos grupos de actores. En el ámbito conceptual, este artículo arroja luces sobre las interacciones e interconexiones entre el concepto y la práctica de la diplomacia cultural, la diplomacia económica y la diplomacia comercial. En el plano teórico, contribuimos al estudio de procesos de difusión en los estudios globales y la EPI.
El estudio del nivel institucional en el proceso de difusión de prácticas contribuye a discusiones y reclamos dentro de las RRII en relación con la obsesión estadocentrista de la disciplina. Superar este sesgo no implica desechar a priori el análisis del Estado nación, sino, por el contrario, encontrar alternativas de estudiar lo estatal y, por supuesto, profundizar las observaciones de lo no estatal. Esto es justamente lo que proponemos en este artículo al abordar una manifestación relativamente reciente del Estado: las agencias de cooperación internacional; y una clase de actor no estatal bastante particular y ajeno a los análisis tradicionales, como lo son las cámaras de comercio binacionales. De modo que reiteramos la invitación a explorar un universo de actores más amplio, como lo hacen los estudios globales.
Nuestra investigación evidencia que la cultura constituye una herramienta relevante en la construcción de la política exterior de los países analizados y en el desenvolvimiento de las instituciones. La diplomacia que realizan y replican estos actores se mueve en una amalgama de esferas, actores e interrelaciones que ha sido sistemáticamente ignorada en indagaciones previas. A nivel internacional, el zénit económico que han alcanzado Corea y Japón ha significado que estos actores busquen nuevas estrategias para potenciar su proyección internacional. Estos casos demuestran que, en las circunstancias actuales, los recursos culturales han recobrado centralidad en los esfuerzos de inserción internacional de los Estados y, más importante aún, el despliegue de estas prácticas es plausible para todos los actores del escenario global. Bien sea desde una perspectiva realista de potencias mundiales, regionales o poderes medios, desde una visión de la EPI de países desarrollados y en vías de desarrollo, o desde una lectura estructuralista de centro-periferia, unos y otros cuentan, por lo menos, con el elemento primario de cualquier iniciativa de diplomacia cultural: una cultura nacional distintiva.
El resultado del proceso de difusión analizado fue un escenario de convergencia de prácticas, sustentado en intereses comunes. Se requiere multiplicar los estudios empíricos para explorar si tales desenlaces constituyen una práctica generalizada. O si, por el contrario, los resultados evidencian la localización o el rechazo de prácticas. El marco de análisis que presentamos es replicable en la exploración de futuras investigaciones que analicen otras esferas, actores y prácticas. En consecuencia, es útil para identificar otros elementos facilitadores y mecanismos de difusión de prácticas de diplomacia cultural.
El diseño de la investigación permitió responder a interrogantes sobre cómo y por qué actores no culturales han incorporado prácticas de diplomacia cultural y discutir sus implicaciones. Futuros trabajos podrían explorar, por ejemplo: 1) en qué medida las actividades de actores como las cámaras de comercio contribuyen al logro de los objetivos de política exterior de un Estado o si existe alguna correlación entre la AOD y el número de iniciativas de diplomacia cultural o económica de un binomio de actores determinados; 2) de qué forma la diplomacia digital ha influenciado el desarrollo de prácticas de diplomacia cultural.
La diplomacia contemporánea involucra diversos actores, esferas y prácticas. Su estudio riguroso requiere trascender las concepciones paradigmáticas y las imágenes establecidas alrededor de quiénes ejercen y pueden ejercer estas prácticas. Por ejemplo, en medio de la pandemia de COVID-19, afloran interrogantes sobre las interconexiones e interrelaciones entre esferas como la diplomacia científica, la diplomacia comercial y el rol de actores estatales y privados, como las empresas farmacéuticas, en los procesos de negociación de acceso a vacunas y opciones de tratamiento. Estos análisis requieren un diálogo interdisciplinar y transdisciplinar que genere aproximaciones más comprehensivas al panorama actual de programas de diplomacia que ponen en marcha distintos actores, particularmente aquellos que se encuentran en Asia, América Latina o África.