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Memoria y Sociedad
Print version ISSN 0122-5197
Mem. Soc. vol.15 no.30 Bogotá Jan./June 2011
RESEÑAS
Fernández-Armesto, Felipe.
1492. El nacimiento de la modernidad.
Bogotá: Mondadori, colección
Debate, 2010, 371 pp.
Abel López
Pontificia Universidad Javeriana
abel.lopez@javeriana.edu.co
Después de un extenso recorrido político, económico y geográfico por el mundo entonces conocido, este libro de historia mundial concluye que en 1492 comenzó el ascenso de Europa, el cual no fue resultado de su superioridad sino "de la indiferencia de los demás y el abandono de los rivales" (221). La primera parte de esta tesis no está demostrada, solo enunciada; pasa por alto los desarrollos industriales y las modificaciones agrícolas de Europa a finales del siglo XV. Mostrar los éxitos comerciales de China no debiera conducir a desconocer los avances europeos, para lo cual se debe recurrir a estudios recientes. Este libro es rico en fuentes primarias, pero modesto en el recurso a la bibliografía moderna, por lo menos en lo que corresponde a Europa. Esta limitación incide en la demostración de sus tesis. Es el caso de la suposición de Fernández, según la cual hubo deterioro económico con motivo de la expulsión de los judíos, lo que fue puesto en duda desde hace rato por estudios de Pierre Vilar y otros historiadores teniendo en cuenta que se trató también de transferencia de riquezas, y que con alguna probabilidad los judíos más ricos se quedaron en Castilla. El subtítulo en inglés, The Year the World Began, fue traducido como El nacimiento de la modernidad. Sin duda que el original corresponde con mayor exactitud al propósito y a la conclusión del libro: en 1492 se inicia una era de convergencia en reemplazo de una de "divergencia". El tema de la modernidad no es central. Al contrario, Fernández-Armesto sostiene que la modernidad "no empieza nunca" (338); está en contra de la tradición que sitúa el origen de la modernidad alrededor de 1500, cree que ni el Renacimiento ni la Reforma Protestante pueden considerarse modernas, como tantas veces se ha repetido. Así que es una traducción poco afortunada. Como también lo es hablar de maíz en el África del siglo XV.