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Perspectiva Geográfica

Print version ISSN 0123-3769

Perspectiva Geográfica vol.18 no.1 Tunja Jan./June 2013  Epub June 06, 2024

 

Artículos

América Latina ante el desarrollo territorial sostenible: retos e incertidumbres en un mundo globalizado

Latin America facing the sustainable territorial development: challenges and uncertainties in a globalized world

Roberto González Sousa1 

1 Doctor en Ciencias Geograficas de la Universidad Estatal de Moscú, Rusia. Profesor titular de la Facultad de Geografía de la Universidad de La Habana, Cuba. rgsousa@geo.uh.cu


Resumen

La construcción de territorios transnacionales en América Latina dominados por el capital financiero internacional, desarrolla e impone un espacio de gobernanza a diferentes escalas geográficas. Como proyecto neoliberal debilita la economía de la región y la somete a la volatilidad del capital especulativo, el cual carece de sentido territorial y es de fácil movilidad frente a las tensiones sociales, económicas o políticas que lo pongan en riesgo. Esta investigación se propone sistematizar y abarcar el acontecer del proceso de construcción territorial en la región, a partir de la objetividad en el análisis de una realidad determinada históricamente por agentes exógenos al territorio latinoamericano. El estudio contribuye al debate sobre la gestión territorial en una región donde la teoría se ha subordinado al trabajo empírico, y la reflexión y la propuesta sobre un futuro propio han sido sustituidas por la adopción de modelos importados. Se le presta atención a las nuevas concepciones del desarrollo que se implementan en Bolivia, Ecuador, Venezuela y Argentina, dado que se constituye en un importante campo para la reflexión y la acción sobre los procesos territoriales.

Palabras clave: territorio; gobernanza; desarrollo sostenible; gestión territorial

Abstract

The construction of transnational territories in Latin America, dominated by the international financial capital, develops and imposes a governance space at different geographic scales. As a neoliberal project it debilitates the economy of the region and subjects it to the volatility of the speculative capital, which lacks of territorial sense and is of easy mobility in front of the social, economic and political tensions that put it in risk. The aim of the investigation is to systematize and enclose all what occurs in the territorial construction process of the region, considering the objectivity in the analysis of a reality historically determined by external agents of the Latin American territory. This study contributes to the debate about territory management, in a region where theory has subordinated to empiric works, and the reflections and the proposals about an own future have been replaced by the adoption of imported models. Attention is given to the new conceptions of development implemented in Bolivia, Ecuador, Venezuela and Argentina, due to they are constituted in an important field for thinking and acting on territorial processes.

Keywords: territory; governance; sustainable development; territorial management

Introducción

Una introducción necesaria: el regreso al territorio ¿la construcción de alternativas de desarrollo o de modelos de desarrollo alternativos ante el fracaso de las políticas neoliberales?

Desde las últimas décadas del pasado siglo y después de las crisis energética y económica que se prolongan hasta el presente y cuyo fin no se avizora en el panorama económico actual, la incapacidad manifiesta de los postulados recogidos en los modelos de política económica neoclásico, keynesiano y neoliberal, para dar solución a los graves problemas que enfrenta hoy la humanidad relacionados con el cambio climático, la pobreza y las desigualdades económicas, sociales, tecnológicas, culturales y territoriales, se ha hecho mucho más evidente.

En este contexto emergen un nuevo discurso y una importante producción teórica que le asignan un significativo papel a las políticas microeconómicas como mecanismo para establecer una división de funciones y donde se responsabiliza al Estado de las actuaciones macroeconómicas, mientras se transfiere a la microeconomía y a las escalas regional, provincial y local la responsabilidad de las acciones de creación de empleo, disminución del desempleo y fomento de nuevas actividades económicas. Esta división de funciones supone un impulso al desarrollo económico y sitúa a las políticas microeconómicas como un complemento de las políticas tradicionales de desarrollo y como las responsables de promover la economía en aquellos territorios opacos -según escribiría Milton Santos (1996)-, o perdedores, como los califica el discurso neoliberal.

En este escenario de crisis e inequidades fruto de modelos políticos y económicos excluyentes, es donde la producción teórica sobre el desarrollo registra una marcada tendencia a dirigir su interés hacia el territorio y su valoración como factor de desarrollo. ¿Puede existir desarrollo fuera de la dimensión territorial que la sociedad construye? ¿Es posible el desarrollo territorial al margen de los intereses de clase en el proyecto neoliberal? ¿Hablamos de la búsqueda de alternativas de desarrollo dentro de la lógica capitalista o de modelos alternativos de desarrollo que se aparten de ella? Estas interrogantes constituyen el objeto del estudio que sometemos a la consideración de los lectores y nos conduce a plantear como hipótesis de la investigación que: "El reconocimiento de la importancia de la dimensión territorial del desarrollo, del territorio como construcción social y expresión de las actuales contradicciones en las relaciones sociales de clase como resultado de los modelos de desarrollo impuestos en América Latina y el Caribe, tiene en el avance de los gobiernos de izquierda y progresistas y de las estrategias integradoras, que promueven las oportunidades que tales procesos representan como soporte a modelos alternativos de desarrollo territorial de cara al neoliberalismo".

En las últimas décadas las políticas ortodoxas de ajuste estructural en América Latina han dado absoluta prioridad a la búsqueda de la estabilidad macroeconómica y la orientación de sus economías nacionales hacia los mercados internacionales, todo ello bajo el supuesto de que así se asegura el desarrollo económico. Las prescripciones neoliberales contenidas en este discurso político-económico se orientan a restituir el papel rector del mercado sobre la sociedad, mediante la reducción del gasto público, las políticas monetarias restrictivas, en particular, el crédito, las reducciones salariales, el desmantelamiento del llamado Estado benefactor y la privatización de empresas estatales. El territorio construido socialmente se descompone y reconstruye como espacio de gobernanza en la aplicación de las políticas promovidas por transnacionales e intereses de los grupos económicos que controlan los gobiernos de los países de la región.

Estamos, como comenta Harvey (2004a), ante una alianza contranatura entre los poderes estatales y los aspectos depredadores del capital financiero [que] forman la punta de lanza del capitalismo de rapiña en su fase actual. La corporativización y privatización de activos, hasta ahora públicos (como universidades), la ola privatizadora (del agua y servicios públicos de todo tipo), son indicativos del cercenamiento de los espacios comunes. La reprivatización de derechos comunes ganados en luchas pasadas (el derecho a una pensión pública, a la sanidad, al bienestar), ha sido una de las más flagrantes políticas de desposesión aplicadas en nombre de la ortodoxia neoliberal.

1. América Latina: dos modelos geopolíticos en pugna: globalismo y localismo

Milton Santos se refería a la existencia "...de un conflicto, que se agrava, entre un espacio local, vivido por todos los vecinos, y un espacio global, regido por un proceso racionalizador y un contenido ideológico de origen distante que llegan a cada lugar con los objetos y las normas establecidos para servirlos" (Santos, 1996, p. 127,128). Este conflicto se agudiza con el paso del tiempo y el avance de las políticas neoliberales.

Está en marcha lo que puede ser calificado como la construcción de territorios transnacionales dominados por el capital financiero internacional, que impone y desarrolla un espacio de gobernanza a diferentes escalas. Estos territorios son la fuente de conflictos entre los proyectos de desarrollo de la sociedad, donde domina una territorialidad excluyente, y otros proyectos que expresan la territorialidad de los dominados.

Harvey señala al respecto:

Nos aproximamos así a la paradoja central: cuanto menos importante son las barreras espaciales, mayor es la sensibilidad del capital a las variaciones del lugar dentro del espacio, y mayor el incentivo para que los lugares se diferencien a fin de hacerse atractivos para el capital. El resultado ha sido producir una fragmentación, una inseguridad y un desarrollo desigual efímero en un espacio económico global altamente unificado de flujo de capital. (1998, p. 327)

Este nuevo escenario para cualquier territorio ".implica la obligatoriedad, so pena de quedar condenado a formar parte del equipo de los perdedores, de ubicarse en cuatro nichos de la contemporaneidad: el nicho de la competitividad, el nicho de la modernidad, el nicho de la equidad y el nicho de la participación" (Boisier, 1997, p. 14). Introduce este autor el término de perdedores y con ello reconoce tácitamente la existencia de territorios ganadores, y con él uno de los presupuestos básicos de la interpretación neoliberal de los procesos socio-territoriales dominantes, alejado de los conceptos de solidaridad y cooperación entre los territorios.

Sin embargo, la actual competitividad entre las empresas, destaca Santos (2004, p. 28), "...es una forma de ejercicio de la plusvalía universal. [que] .vuelve exponencial la pelea entre las empresas. [los territorios y las personas]". Más adelante, el autor de referencia puntualiza:

Dentro de ese cuadro, las personas se sienten desamparadas, lo que las incita a adoptar en sus comportamientos ordinarios prácticas que algunos decenios atrás eran moralmente condenadas. Hay un verdadero retroceso en cuanto a la noción de bien público y de solidaridad, del cual es emblemática la disminución de las funciones sociales y políticas del estado, la ampliación de la pobreza y los crecientes agravios a la soberanía, mientras se amplía el papel político de las empresas en la regulación de la vida social (Santos, 2004, p. 35).

La globalización, acunada en la doctrina neoliberal, mata la noción de solidaridad y conduce a la insostenibilidad de los modelos de desarrollo vigentes, lo que coloca el diseño realizado hasta el presente de las políticas de desarrollo regional y local para América Latina, y de formas de gestión territorial que enlacen la planificación territorial y la sectorial, en el campo de los ejercicios académicos o de la construcción de utopías que reflejan el futuro deseado para esta región.

El territorio de la América Latina es utilizado hoy con particular intensidad como espacio de gobernanza en la aplicación de las políticas promovidas por transnacionales, y apoyadas por los grupos económicos nacionales y gobiernos en el poder. Esas políticas forman modelos de desarrollo territorial ajenos al entorno en que se ejecutan, causan impactos socioterritoriales y generan constantes conflictos. Como resultado de estos conflictos se agudiza el significado de las relaciones sociales y su lucha por el control de los diferentes tipos de territorios.

Ramírez (2003, p. 169) acentúa sobre la naturaleza de este proceso cuando señala: "A pesar de que se insiste mucho en la necesidad de no oponer territorios y grupos, y de que existen relaciones que no necesariamente se expresan en conflicto ¿cómo argumentar que en la conformación de las relaciones existen intereses de clase que necesariamente ponen en conflicto a grupos, agentes y proyectos?". Más adelante, este autor (p. 170) puntualiza: "La política aparece en el encuentro de la generación de las relaciones".

El territorio, comprendido solo como un espacio de gobernanza, pasa a ser utilizado entonces como una forma de ocultar los diversos territorios y garantizar la subordinación entre relaciones y territorios dominantes y dominados, considerándolo una homogeneidad que favorece el desarrollo del proyecto neoliberal. Harvey (1998) insiste en el contenido de clase o social, como núcleo de intensas luchas sociales que presentan las prácticas espaciales y temporales, y la ausencia de neutralidad en su devenir es manifiesta.

Esta conflictividad se manifiesta en el carácter asumido por la gestión territorial. Al respecto, Massiris subraya:

Un común denominador en la gestión territorial en América Latina ha sido el divorcio entre la planificación territorial y la sectorial, y la desarticulación interescalar de la primera. En dicha gestión es evidente la ausencia o debilidad de principios fundamentales como los de integralidad, coordinación, concurrencia, concertación y cooperación que caracterizan a la gobernanza contemporánea. (2012, p. 19)

Con la globalización y el proyecto neoliberal, dos modelos geopolíticos se confrontan,

…dos formas diferentes de concebir la transformación del mundo y la forma de incluir aquellos lugares en el proyecto: uno como general, neutral, estático, de flujos que corren sobre el espacio, homogéneo y dado. Otro generando inclusión dentro de la transformación natural de la sociedad y no del progreso, desde la comunidad o el territorio, reconociendo diferencias y movimientos en el espacio. (Ramírez, 2003, p.74)

"El lugar es la oportunidad del acontecer (...) la posibilidad de construir en el lugar una historia de las acciones que sea diferente del proyecto de los actores hegemónicos. Ese es el gran papel del Lugar en la producción de la Historia e indicarlo es la gran tarea de los geógrafos en este fin de siglo", sentencia Santos (1996, p. 149).

2. Globalización y organización espacial de la actividad económica. Una visión desde los territorios

"Vivimos con una noción de territorio heredada de la Modernidad incompleta y de su legado de conceptos puros (...) Es el uso del territorio y no el territorio en sí mismo, el objeto del análisis social" (Santos, 1996, p. 123). Esta afirmación sobre la recuperación que acontece en el objeto de análisis, se refleja en la producción teórica sobre desarrollo y las vías para superar las dificultades que impiden alcanzar esta condición, o estatus, realizada durante las últimas cuatro décadas, donde se registra una marcada tendencia a dirigir su interés hacia el territorio.

Sin embargo, nunca la sociedad local ha sido tan penetrada y fragmentada por los mecanismos de manejo de los excedentes a escala mundial como en el presente. Nunca como ahora el uso de los recursos naturales y los servicios ambientales depende tanto de las necesidades y dinámica de la reproducción ampliada del capital a escala mundial.

Los nuevos patrones de acumulación del capital han acentuado las formas coloniales de división internacional del trabajo y la división internacional de la llamada naturaleza. En este modelo de acumulación por desposesión (...), tanto África como América Latina quedan reafirmadas en su papel de suministradoras de bienes primarios o commodities: agrícolas, energéticos y mineros (Lander, 2011, p. 131).

Desde una perspectiva política, estos fenómenos enunciados han provocado que los países, regiones, municipios e inclusive ciudades se encuentren sujetos a formas de internacionalización de las decisiones en atención a los mecanismos de acumulación del capital a escala global; desde la perspectiva de la planificación económica y territorial, las grandes corporaciones transnacionales reemplazan en grado creciente el papel de los Estados nacionales en la formulación y puesta en marcha de programas llamados eufemísticamente de desarrollo territorial (local) y de políticas públicas a tales efectos.

No resulta ocioso insistir en que el proceso de acumulación capitalista es uno a nivel de país, en el cual se insertan todos los territorios, aunque en grado diverso y atendiendo a las demandas de una economía globalizada. Esta situación genera una articulación de las economías territoriales diferenciada, donde los territorios en que se asientan los sectores económicos que generan mayores ingresos en divisas a los países, se articulan con los territorios de menor desarrollo utilizando sus "excedentes" de fuerza de trabajo barata y sus recursos naturales y ambientales de singular valor, pero usualmente sin transferir recursos a los mismos, lo cual frena o, en el mejor de los casos, distorsiona toda manifestación de desarrollo territorial en esas localidades (Moncayo, 2001).

Ante estos hechos y parafraseando a Massiris (2012, p. 20) es necesario ". pensar en un nuevo paradigma del desarrollo, concebido a partir de un concepto y estrategia integradores de las políticas socioeconómicas, territoriales y ambientales, y de cambios profundos en los sistemas de producción, en la gobernabilidad y gobernanza, en los valores ético políticos y en la planificación territorial".

No obstante, el diseño de las políticas públicas de desarrollo territorial debe ser objeto de un cuidadoso análisis crítico, ya que estas se orientan no solo a la transformación de la estructura económica de los territorios, sino fundamentalmente a asegurar la introducción de innovaciones tecnológicas y organizativas en la base productiva de cada territorio, necesarias para el funcionamiento de las empresas transnacionales. Procesos que pueden incrementar, como de hecho está sucediendo, su dependencia no solamente en el plano tecnológico sino también económico, sociocultural y político. Se construye un territorio de las transnacionales, no un territorio de la ciudadanía. Las dinámicas territoriales de gran magnitud que registran la actividad turística, la producción de commodities, entre otras, desde hace ya varias décadas en América Latina, representan un interesante campo de estudio y valoración de la situación descrita.

El territorio, como construcción social, pasa a reflejar las actuales contradicciones del sistema globalizado, donde distintos grupos sociales coexisten pero no conviven en él. Constituiría una seria equivocación en el sendero metodológico abordar esa fragmentación social y territorial como fenómeno en sí, desconectándolo de las contradicciones actuales del sistema político y económico dominante y de la modalidad actual de polarización global que le es inherente.

En concordancia con lo antedicho, el territorio registra las consecuencias de una marcada y creciente diferenciación económica y social, cuyo resultado es la existencia de una cantidad mayor de bolsones de pobreza y marginación, con un nuevo fenómeno social: la exclusión. Los excluidos constituyen un grupo marginal de la población que se manifiesta en la periferia de las ciudades, en sus zonas de mayor riesgo para la vida de las personas, y de manera creciente en las áreas rurales de los municipios donde llegan a predominar. Esto hace de la desigualdad territorial una característica frustrante y, al mismo tiempo, uno de los efectos resultantes de las dinámicas territoriales promovidas por políticas públicas y de gestión territorial generada en América Latina en un contexto signado por la globalización neoliberal. De ello emana la urgente necesidad de actuar en contra de la desigualdad y la marginación, acciones que deben ser prioridades en los programas de desarrollo territorial.

Teorías sobre el desarrollo con enfoque espacial y sistémico han alcanzado una enorme difusión en la región, suponen que la globalización y las transformaciones políticas como la descentralización han creado las condiciones para un creciente protagonismo económico y social, incluso político, de los territorios, las regiones, las ciudades, lo local. ¡Cuán lejos para algunos y cuán cerca para otros está la utopía de transformase en realidad!

El avance de gobiernos de izquierda y progresistas en la región está llamado a convertirse en un "concepto y estrategia integradores necesarios para dar soporte a modelos alternativos de desarrollo territorial de cara al posneoliberalismo o posdesarrollo que comienza a vivirse en algunos países de América Latina" (Massiris, 2012, p. 20).

3. La producción del territorio (o de los territorios) como resultado de las relaciones sociales de clases en permanente conflicto

En América Latina, más allá de las dificultades geográficas e infraestructura-les, el desarrollo de las distintas formas de organización de la actividad económica, tanto regionales como locales, ha encontrado serias limitaciones vinculadas a la especificidad que ha tenido el modelo de desarrollo económico, social e institucional de la región y, muy en especial, a las formas de inserción de este territorio en la economía internacional. Todo esto ha imposibilitado el desarrollo endógeno de sistemas productivos competitivos (Cebrián et al., 2001). A ello se le suma que el territorio no ha representado el fundamento para las actividades económicas, sino solo un simple espacio contenedor en el que se ejecutan las operaciones económicas (Boscherini & Poma, 2000).

Se puede hablar de la separación que existe aún entre lo que Gilly y Torre (2000) denominan proximidad geográfica, proximidad organizacional y proximidad institucional, lo que provoca que el territorio no se considere un elemento construido, resultado de las interacciones entre agentes locales, y entre estos y agentes no locales. Es justamente en el marco de esta dinámica compleja de interacciones donde era de esperar que los distintos agentes establecieran el vínculo local-global, y se lograra la articulación de lo geográfico, organizacional e institucional.

Las causas que obstaculizan el logro de este objetivo y que han estado influyendo en la producción de territorios se deben buscar en las contradicciones en las relaciones sociales de clase en permanente conflicto como resultado de los modelos de desarrollo impuestos a la región. Avanzar en el conocimiento de los procesos que sustentan la producción de los distintos tipos de territorios y la organización del tejido económico y social que contribuye a su identidad, debe estar despojada del tecnicismo propio de querer encontrar en hechos puntuales la explicación a fenómenos estructurales de los sistemas económicos y su expresión en el accionar geopolítico.

Contribuye al debate Ramírez (2003, p. 8) cuando se cuestiona "¿cómo hacerlo en países como los latinoamericanos del sur (…), donde la teoría se ha subordinado al trabajo empírico, y la reflexión y la propuesta sobre un futuro propio y autodeterminado han sido sustituidas por la adopción de modelos importados, y siguen presentes en los debates contemporáneos, sin adecuarse a nuestras realidades". En párrafo siguiente, esta autora subraya. ".hemos dado prioridad a los trabajos empíricos sobre cómo cambian los territorios, más que a la reflexión sobre las causas, lineamentos y orientaciones que originaron en lo general, dichos cambios".

Massiris (2012, p. 45) apoya esta ausencia de reflexión teórica cuando recalca que ".la gestión del desarrollo territorial en América Latina ha respondido, desde la conquista española hasta la actualidad, al menos a tres modelos de desarrollo capitalistas: el primario exportador (agrominero) dominante desde la conquista española hasta los años treinta del siglo pasado, el modelo de industrialización sustitutiva de importaciones (ISI) imperante desde los años cuarenta hasta los años setenta del siglo pasado, y el actual modelo neoliberal dominante desde los años ochenta". A cada uno de estos modelos en su devenir espacio temporal lo ha caracterizado un conjunto de relaciones que expresan las contradicciones de clases entre dominantes y dominados.

Ramírez (2003, p. 170), en su obra, reflexiona al respecto y acentúa que: ". las relaciones no son neutras, sino que efectivamente toman partido por grupos, y están inmersas en un contenido político que no podemos negar; en donde además de vincular agentes directamente se encuentran enfrentando proyectos a los que se subsumen grupos y agentes de diverso origen y objetivos. En ese sentido, esos planes están hablando de formas de poder que llevan a tensiones entre ellos y que son la manifestación contemporánea del conflicto de clases".

El siglo XXI muestra la aparición en los Estados Unidos de América de un engendro financiero integrado por Wall Street-Reserva Federal-FMI, capaz de controlar las instituciones globales y de orquestar un vasto poder financiero a escala planetaria a través de las instituciones estatales y financieras, el cual ha venido jugando un importante, creciente y problemático papel en las dinámicas territoriales del capitalismo global durante los últimos años.

Harvey (1998, p. 189) incursiona en la explicación de este proceso y destaca: ".siempre existió bajo el capitalismo un delicado equilibrio entre el poder financiero y el estatal, pero el fracaso del keynesianismo fordismo, evidentemente significó un desplazamiento hacia el fortalecimiento del capital financiero frente al estado nacional".

Esta profundización del proyecto neoliberal y sus consecuencias para la región latinoamericana, las destaca Massiris (2012, p. 51) cuando señala: "La aplicación de las reglas neoliberales en América Latina debilitó la economía de estos países al someterla a la volatilidad del capital financiero especulativo, el cual carece de sentido territorial y es de fácil movilidad frente a las tensiones sociales, económicas o políticas que lo pongan en riesgo, situaciones que siempre están presentes en la realidad latinoamericana". En este avance del proyecto neoliberal y sus efectos, encontramos en la actualidad la principal limitante en la producción de territorios incluyentes en la región, en la construcción de modelos alternativos de desarrollo.

Una síntesis de las limitantes que se derivan y fortalecen con el proyecto neoliberal y que frenan en la actualidad el avance en el diseño de políticas y formas de gestión territorial sostenibles, son: a) la injerencia casi permanente de intereses foráneos en las políticas nacionales, regionales y subregionales; b) el dominio que ejerce el capital extranjero sobre las economías a distintas escalas territoriales, acrecentado por la difusión de la doctrina neoliberal; c) la ausencia de una capacidad empresarial autónoma, así como de relaciones entre las empresas y, en un sentido amplio, entre los agentes económicos e institucionales; d) un insuficiente grado de desarrollo del sistema institucional que acompaña y apoya las actividades del sector económico y de la sociedad civil, y e) las distintas formas de proteccionismo que ejercen los principales mercados de la producción latinoamericana, en especial, los Estados Unidos de América

En la perspectiva de una alternativa de desarrollo dentro de la lógica capitalista o de un modelo de desarrollo alternativo, señala Massiris:

... las nuevas concepciones del desarrollo que se están implementando en Bolivia, Ecuador, Venezuela y Argentina, entre otros, parecen estar indicando nuevos rumbos en este sentido. Los conceptos de desarrollo y de ordenamiento territorial se revalorizan y reconceptualizan bajo la égida del territorio, que adquiere ahora un protagonismo en la concepción de las políticas de desarrollo. Es aquí donde el concepto de desarrollo territorial sostenible cobra importancia para una gestión territorial integral. (2012, p. 53)

4. El despojo de los territorios, la destrucción de identidades, grupos y clases sociales, y el fin de la sostenibilidad

El territorio, comprendido solo como un espacio de gobernanza, enmascara la existencia de diversos territorios y garantiza la subordinación entre territorios dominantes y dominados a partir de las relaciones que entre ellos se establecen (Fernandes, 2005, 2008).

Cuando se analizan estas relaciones en el seno de la expansión del capitalismo como formación socioeconómica, se produce lo que Harvey (2004) define como acumulación por despojo, caracterizada por la desterritorialización de las relaciones sociales, fenómeno que lleva implícito la destrucción de puestos de trabajo, la precariedad de las relaciones laborales, la destrucción de los territorios campesinos e indígenas y la segregación y marginalidad urbana. La acumulación por despojo significa un estado avanzado de las relaciones capitalistas que necesitan cada vez menos reproducir y mantener las relaciones no capitalistas en los territorios subordinados.

Haesbaert (2004) afirma que no hay manera de definir al individuo, al grupo, a la comunidad, a la sociedad, sin al mismo tiempo inscribirlos en un determinado contexto geográfico, territorial. Los sujetos producen sus propios territorios y la destrucción de estos territorios significa el fin de esos sujetos. Entonces, el despojo también destruye sujetos, identidades, grupos sociales y clases sociales. En la idea de acumulación por despojo de Harvey (2004) está el fundamento teórico e ideológico que impulsa la lucha por el territorio, que sustenta la disputa territorial que llevan adelante los pueblos de la región frente a las grandes transnacionales apoyadas en la mayoría de las situaciones por las burguesías nacionales que controlan el poder económico y político en sus países. Sujetos, grupos sociales, clases sociales, no existen sin sus territorios. Este es el sentido supremo de la lucha por los territorios de los habitantes de ciudades y pueblos, de campesinos e indígenas en el espacio rural.

El capitalismo siempre se apropió y subordinó las relaciones sociales en los territorios a los intereses de los actores hegemónicos. El despojo que hoy se observa en la región latinoamericana representa la intensificación de la destrucción de los territorios no subordinados a los intereses del capital, y es exactamente en este proceso donde la resistencia emerge en los espacios urbanos y rurales. Frente a la escalada que se registra en la concentración del capital financiero a escala global, los movimientos sociales se organizan en defensa de sus territorios, pues en el territorio está su identidad y su propia existencia.

No obstante, señala Delgado (2012, p. 16):

...aunque los gobiernos progresistas están haciendo esfuerzos importantes de transformación social, y han contribuido a la introducción del Buen Vivir (BV) y los Derechos de la Naturaleza (DN) como metas de acción social, las limitantes y tensiones para avanzar las dimensiones más radicales de la agenda son evidentes. Aparte de la encarnizada defensa de los órdenes establecidos por parte de las viejas y nuevas derechas y los intereses imperialistas, las tensiones y contradicciones de los proyectos transformadores son enormes.

El proceso de acaparamiento mundial de tierras, según Borras y Franco (2010), expresado en el auge de operaciones comerciales nacionales o transnacionales de tierras (y especulación con tierras) en los últimos años, vinculado a la producción, la venta y la exportación de alimentos y biocombustibles en América Latina, reproduce las escenas que durante varios siglos de colonialismo económico y dependencia política caracterizaron las relaciones Norte-Sur.

A medida que se va desplegando el acaparamiento mundial de tierras, se va transformando también el discurso de los actores hegemónicos en torno a este proceso. Este cambio se fundamenta en la idea de que hay una importante oportunidad en los actuales acuerdos sobre tierras para el desarrollo rural y se sustenta en una particular visión del éxito del desarrollo económico capitalista nacional. Desde esta perspectiva, la cuestión no es un problema relacionado con la tierra, sino un problema de inversiones como la principal solución a la pobreza rural (Borras & Franco, 2010).

Esta fórmula no aborda los graves problemas asociados con la explotación extractiva de tierras y aguas en el sur para abastecer las demandas de alimentos y energías de países industrializados y mantener los beneficios de las grandes empresas. Lo que es posible esperar de este tipo de actuación sobre las tierras son más expulsiones y desposesiones en el nombre de la transformación de tierras marginales en espacios económicamente productivos. Además, la regeneración de las llamadas tierras degradadas suele llegar en forma de monocultivos industriales que, aunque se presentan como respetuosos con el medio ambiente, socavan los suelos desde el punto de vista ambiental.

Los gobiernos progresistas del continente se enfrentan al dilema de promover el viraje de sus economías abiertas -dependientes de las exportaciones y vulnerables a los caprichos del capital financiero- hacia las necesidades de sus pueblos. En este orden de ideas, las prioridades se han orientado a potenciar el mercado interno mediante una redistribución de la riqueza y un mayor control sobre sus recursos naturales, invirtiendo en educación, salud, en autosuficiencia alimentaria, en proyectos de desarrollo territorial a escala local, y a comenzar a paliar cinco siglos de expoliación y saqueo de pueblos y riquezas de los territorios latinoamericanos.

A su vez, se promueven desde estos gobiernos -como una de las formas de superar la vulnerabilidad y dependencia de los países de la región-, cambios en la forma de inserción en el escenario internacional, ya sea a través de la integración regional en el ejemplo del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), la negociación de acuerdos comerciales con otros países del Sur u organizaciones como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), Unión de Naciones del Sur (UNASUR) y la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC).

No obstante, debido al peso histórico del liberalismo y el imperativo modernizante, el Estado en América Latina está mejor capacitado para controlar o gobernar de acuerdo con el modelo desarrollista, que para potenciar las energías de los movimientos sociales en la lucha por el territorio y sus recursos.

No hemos podido cambiar el modelo de acumulación. El modelo de acumulación no lo hemos podido cambiar drásticamente. Básicamente estamos haciendo mejor las cosas con el mismo modelo de acumulación (...), pero sí es nuestra intención tener una sociedad más justa y equitativa. Todavía nos falta el cuarto elemento para lograr equidad, que es la democratización, la mejor distribución del acervo social. Todo estaba hecho para perjudicar a los más pobres…,

señala Rafael Correa en entrevista al diario El Telégrafo de Ecuador (2012, 20 de febrero).

Este modelo continúa causando estragos en el entorno natural debido a su dependencia de la acumulación, alimentada por la explotación de los recursos naturales, sean hidrocarburos u otros recursos de la minería no renovables, y productos de la agricultura como soja, caña de azúcar, palma aceitera, banano, entre otros. En los modelos económicos de la mayoría de los gobiernos progresistas y de la América del Sur en su totalidad, predomina el neoextractivismo donde se mantiene el mito del progreso y del desarrollo bajo una nueva hibridación cultural y política (Lander, 2011).

Estas acciones orientadas a la búsqueda de un nuevo modelo de desarrollo constituyen, según Harvey (2004), la única forma de sobrevivir en medio de la ofensiva del llamado nuevo imperialismo. En este nuevo escenario internacional, las viejas formas de acumulación, reaparecen bajo nuevas modalidades a las que denomina este autor, acumulación mediante desposesión. A su vez, declara que el equilibrio entre acumulación mediante desposesión y acumulación por expansión de la reproducción, ya se ha roto a favor de la primera, y es improbable que esta tendencia haga sino acentuarse, constituyéndose en emblema del nuevo imperialismo.

Pero, para que este proceso funcione, es necesario que el mundo esté interconectado. Esto trae a un primer plano la necesidad de contar en los países de la región con instituciones financieras nacionales capaces de mantener su autonomía frente a los flujos de capital transnacional, una producción orientada básicamente hacia el mercado interno, el control de los recursos naturales y de las tecnologías.

Los nuevos procesos políticos que avanzan en la región, en particular aquellos dirigidos por gobiernos de izquierda, deben tener la voluntad política suficiente para continuar oponiéndose al chantaje y presiones de los Estados Unidos de América (EUA) y de sus centros financieros, de las grandes empresas transnacionales, que son las verdaderas beneficiarias de la apertura de las economías latinoamericanas. Eso implica, inevitablemente, la consolidación de los procesos de integración regional. Un importante proyecto en esta dirección, lo constituye la creación del Banco del Sur.

Las transnacionales aprendieron a presionar a los gobiernos para producir leyes a su favor, y produjeron una legislación que es tan legal como la otra, la que protege a las clases populares, pero ahora es una legalidad que les permite a gobiernos y transnacionales hacer cosas que antes no podían hacer. Y por eso, muchas de esas leyes que se crearon para concesiones de minería y recursos naturales y todo lo referente al extractivismo, tienen una serie de condicionantes que se olvidan, después, de la protección ambiental, el desplazamiento forzado de la población rural y de los pueblos indígenas, entre otras actuaciones que desarraigan a la población de estos territorios y promueven la desterritorialización de la relaciones sociales como resultado de la denominada acumulación por despojo.

Vega (2012) se refiere al despojo territorial en Colombia y utiliza el término acuñado por Harvey (2004), de acumulación por desposesión, para referirse al proceso de mercantilización y privatización de la tierra y la expulsión violenta de habitantes del campo, junto con la transformación de los derechos comunes en derechos privados, en consonancia con el papel del capital financiero como instrumento de endeudamiento de la población, urbana y rural, y como soporte legal de la expulsión de campesinos e indígenas, reducidos a la servidumbre por deudas.

Vega (2012) menciona varios procesos que han acelerado en las últimas décadas este proceso de acumulación por desposesión o de legalización del despojo en Colombia: la expansión de los cultivos de exportación, que se sustenta en la expropiación de tierras en varias regiones del país, y que tienen como destino sembrar productos como la palma aceitera, con la propuesta de convertir a Colombia en la "Arabia Saudita del biodiesel"; la explotación de las riquezas mineras, para lo cual en las regiones donde existen riquezas minerales se expulsan indígenas y campesinos, como ha sucedido en la Costa Atlántica con la explotación del carbón, por ejemplo.

Houtart caracteriza muy acertadamente el alcance de este despojo cuando señala:

Las miles de hectáreas de palmeras que se acumulan en los llanos después de haber destruido los bosques y expulsado a los campesinos de Colombia, Ecuador, Costa Rica, Honduras, Chiapas, y atravesando el océano alcanzan a los de Camerún, Nigeria, Congo, para llegar a indonesia y Malasia y extenderse hasta Papúa-Nueva Guinea; los tristes monocultivos de soya que han disminuido la biodiversidad y rechazado a los humanos del paisaje en Paraguay, Argentina, Brasil; el azúcar amargo que se volvió en combustible maloliente, fruto de trabajo esclavo, todo ello ha acabado por crear un rumor creciente que se transforma poco a poco en clamor ensordecedor, mezcla de los gritos por la tierra y de los oprimidos, que pronto los pretextos de la racionalidad económica no podrán acallar. (2009, p. 146)

5. Políticas públicas y desarrollo regional en América Latina: ¿el regreso a la dimensión territorial en la planificación?

La preocupación por la dimensión territorial del desarrollo, donde el territorio deja de ser considerado un espacio banal o contenedor, pasivo y neutro, está presente hoy más que nunca en el quehacer de los especialistas e instituciones dedicadas al estudio de las desigualdades territoriales. Como tal, debe ser vista como una alternativa más que puede ayudar a construir un espacio donde se supere la racionalidad dominante por una racionalidad superior (Santos, 1993, 2000).

Alburquerque (2004, p. 158) destaca que "la naturaleza territorial del desarrollo económico ha conocido durante mucho tiempo una situación de marginalidad teórica. Sin embargo, para algunos autores la crisis del modelo fordista de producción en serie ha facilitado el redescubrimiento teórico de las formas de producción flexible a nivel local".

No puede ignorarse que en la actualidad la inserción de los países latinoamericanos en los mercados internacionales ocurre principalmente sobre la base de las ventajas comparativas que representan sus recursos naturales y servicios ambientales. Este enfoque orientado a la obtención de rápidos beneficios económicos se encuentra entre las causas principales que provocan que las iniciativas de desarrollo local no encuentren el respaldo suficiente en la política de los gobiernos, ya sea a escala nacional como estatal y municipal, cuya prioridad se asigna a la integración de las regiones industriales (maquiladoras), agrícolas, mineras, turísticas, etc., en el proceso de globalización neoliberal.

Ello sitúa en un lugar secundario la necesaria articulación sociedad, economía y territorio. No han faltado los estudios para modificar esta forma de inserción de la región a la economía internacional y de promoción de las políticas de desarrollo territorial (CEPAL, 1993, 2002; Lira, 2003). No obstante, una salvedad se impone: no hablamos de modelos de desarrollos alternativos, sino de alternativas de desarrollo dentro de la lógica capitalista ante el fracaso de una gestión territorial excluyente.

Varios son los retos que debe enfrentar la región en el camino hacia el desarrollo territorial sostenible, pero antes de señalar varias de las situaciones que en el plano interno son evidentes y dificultan los avances, aunque no están desconectadas de los procesos globales, es necesario insistir en el planteamiento de Ramírez:

La política aparece en el encuentro de la generación de las relaciones. En ese sentido, el conocimiento de las diferencias tiene una doble acepción: una intelectual para conocer las relaciones que permitan interpretar la realidad y otra, que no es diferente de la anterior, en donde esas relaciones tienen una dimensión política, que implica que a través de ellas se vislumbra un proyecto social de cambio mucho más incluyente que el que hasta el momento la modalidad capitalista ha implantado. (2003, p. 120)

Los graves efectos causados por el desarrollo capitalista acentuado por la globalización neoliberal en el desarrollo territorial, también se manifiestan en otros retos de enorme trascendencia que se presentan para abordar la problemática del desarrollo territorial sostenible: a) la superación de la pobreza en la región, fenómeno que se incrementa convirtiéndose en uno de los mayores obstáculos para la movilidad y cohesión social; b) la superación del espíritu rentista tradicional, apoyado en bajos salarios y en la depredación de los recursos naturales y servicios ambientales que caracterizan las ventajas comparativas de la competitividad latinoamericana, en un contexto de dependencia y crisis económica, y c) la compatibilidad con la conservación del medio ambiente, lo que significa invertir las tendencias negativas del agotamiento de los recursos naturales y su creciente deterioro por contaminación y explotación irracional. Estos retos dan prioridad a un discurso que clama por políticas públicas que favorezcan el crecimiento con equidad, y una gestión territorial que lleve implícito la formación de un tejido económico incluyente y sostenible.

Estos retos prevalecen en el actual discurso político y académico, y se transforman en metas por lograr, aunque distan mucho de los fines prácticos perseguidos por la globalización neoliberal dominante en la economía internacional, así como de las posibilidades de su alcance por los países de la región sumidos en un orden internacional que privilegia a las grandes transnacionales de la producción y los servicios.

Es necesario recordar que la globalización en su curso actual, bajo los modelos del sistema capitalista, es una globalización segmentada, una globalización de exclusión que afecta selectivamente a personas, países y regiones. Su avance genera una nueva división internacional del trabajo (DIT). La esencia de esta nueva DIT consiste en la reagrupación de las actividades productivas y de servicio en tres categorías: estratégicas -actividades del más alto nivel tecnológico dominadas por EUA-, lo que garantiza su liderazgo a nivel internacional; especiales -actividades modernas y de tecnología avanzada controladas por EUA, Canadá, Japón y determinados países de la Unión Europea-, y comunes - actividades modernas que no tienen el significado estratégico de las anteriores y se dispersan en países desarrollados y algunos subdesarrollados- (Esteves, 1998).

Esta deslocalización territorial relativa o como también se le denomina "modernización selectiva", alcanza aquellos territorios y sectores económicos que resultan o pueden resultar de interés para el capital transnacional. Para aquellos territorios que escapan a esta selección, la promoción de dinámicas territoriales no trasciende más allá de las funciones asignadas por las demandas globales, sea una función maquiladora o de comercialización de los recursos naturales, de la minería y los servicios ambientales, según el territorio en cuestión (González, 1997).

Esteves, (1998, p. 99) se manifiesta en esta dirección cuando destaca que "... el funcionamiento del sistema capitalista históricamente ha sido desigual en el espacio, en el tiempo y entre los países". Y señala más adelante: ".pareciera que las zonas de influencia, de ampliación o simplemente de control de la periferia, según del momento histórico de que se trate, han sido prácticamente imprescindibles para apuntalar el crecimiento de los países del centro". Aparecen así como rasgos consustanciales a la globalización neoliberal, la existencia de mayores niveles de pobreza y desigualdad. Comprender estos procesos implica considerar esta realidad en su totalidad donde se produce la interdependencia entre todas las partes (Santos, 1990, 2000).

Una valiosa contribución en este orden de idea la realiza De Jong, cuando afirma:

el espacio como producto social es cada vez menos el resultado exclusivo de la sociedad que lo habita, de su estilo propio de organización, de la circulación, de sus formas de asentamiento, de la tecnología propia utilizada para dominar los recursos y las distancias. Es, por el contrario, el resultado del sistema social de alcance globalizado con su correlato de formas de dominación y sus efectos sobre esas y otras variables de alta respuesta en la organización del territorio. (2002, p. 70,71)

Es entendible entonces, el porqué y cómo la globalización neoliberal de la economía se ha traducido en los países latinoamericanos en una mayor apertura de sus economías, la reestructuración de la estructura productiva y el incremento de la competitividad, sobre la base, principalmente, de un nuevo modelo de desarrollo dominado por la acción de factores externos, donde el desarrollo territorial sostenible no pasa de ser una necesidad del discurso político y, en no pocos casos, académico.

Las perspectivas de un desarrollo territorial sostenible son más difíciles aun de alcanzar con la pérdida de soberanía política y económica de las naciones. Al respecto, Todaro señalaba:

Sabemos, por ejemplo, que en los enclaves económicos del Tercer Mundo (...) los extranjeros pagan unas rentas muy bajas por la utilización de la tierra, llevan capital extranjero y mano de obra cualificada extranjera, contratan mano de obra no cualificada local a unos salarios de subsistencia y, por lo general, tienen un efecto ínfimo sobre el resto de la economía, aún cuando pueden generar unos ingresos significativos por exportación. (1984, p. 459)

Esta frase refleja las características de la gobernanza contemporánea, donde los territorios ven su crecimiento económico determinado por la actividad agroexportadora, minera y turística en América Latina. Las excepciones que se destacan, marchan en la región a la par que se produce el avance de los gobiernos progresistas en los proyectos de recuperación del patrimonio natural.

Hoy, las economías de las diversas regiones y localidades de Latinoamérica tienen capacidades muy distintas para responder eficientemente a la competencia, ya no solo nacional sino mundial. La creciente internacionalización y apertura a la que está sometida su economía plantea la necesidad de promover una gestión territorial orientada al desarrollo territorial sostenible y la disminución de las desigualdades entre las entidades territoriales. En este entorno dominado por la globalización neoliberal, aunque parezca paradójico, el análisis y la gestión territorial adquieren una nueva y mayor importancia.

No obstante, el problema sigue siendo cómo realizar el potencial productivo de regiones y lugares desde un modelo de desarrollo que prefiere la visión sectorial, evitando que ello favorezca la formación o agudización de las desigualdades territoriales (Bendesky, 1994). En este sentido, el análisis de la distribución territorial de las actividades económicas (Myrdal, 1959), de los encadenamientos hacia atrás y hacia delante que se generan en los procesos de crecimiento y desarrollo, adquieren singular importancia. Sin embargo, conspiran en esta dirección la apertura y la liberalización económica, pues estas generan sus propias fuerzas de concentración y repulsión a escala territorial.

Ante esta realidad que caracteriza a las economías de la región, cabría esperar una política regional de inversiones públicas que tendiera a favorecer un desarrollo territorial sostenible. Sin embargo, todo parece indicar que la distribución sectorial y geográfica de las inversiones en los últimos años invita a pensar que se están reforzando los Estados, municipios y ciudades con mayores posibilidades de competir en el espacio global.

Myrdal (1959) subrayaba en su teoría sobre la causación circular acumulativa, que a partir de una aglomeración inicial en una región, la existencia de economías de escala y externalidades tecnológicas, atrae nuevos recursos que refuerzan circularmente la expansión del mercado, lo contrario ocurre en las regiones rezagadas. Se reafirma así la idea que rodea hoy el acontecer económico latinoamericano, la formación y diferenciación de los espacios en opacos y luminosos según su grado de inserción en la economía global (Santos, 2000).

La urgente necesidad del diseño de políticas de desarrollo territorial sostenible para los países de la región, se hace más evidente cuando analizamos una de las principales particularidades de su desenvolvimiento económico: su carácter coyuntural. América Latina en 2009 sufre una de las contracciones más severas de sus últimos 72 años de historia económica, se recupera en 2010 gracias al incremento de los flujos comerciales donde los principales factores de estímulo son, según CEPAL (2010, p. 58), "...el renovado impulso de la economía mundial, incluida la marcada recuperación de la propia región, y la sostenida demanda de China y el resto de Asia de varios de los productos básicos que América Latina y el Caribe exporta (que) ha acentuado el protagonismo algo excesivo de los commodities, con una reducida incorporación de conocimiento y de progreso tecnológico".

Ello conlleva a la formulación de nuevos postulados científicos para la construcción de un modelo de planificación y gestión del desarrollo territorial que responda a las necesidades de la economía y la sociedad de los países de América Latina, en un contexto matizado por la globalización neoliberal, la hegemonía del capital financiero, las acciones militares de corte imperial, la regionalización de los mercados mundiales, la actual situación financiera de la región a partir de los altos precios de los commodities y el avance de los procesos y gobiernos progresistas en la región.

Massiris (2006, p. 20), en la introducción de su obra Políticas latinoamericanas de ordenamiento territorial: realidad y desafíos, define de manera magistral el estado de la cuestión de políticas territoriales en la región, cuando afirma como su tesis central: "la política de ordenamiento territorial de los países latinoamericanos surgió como respuesta a los estilos de planificación desarrollistas, que subvaloraron las dimensiones ambiental y espacial, y se desarrolló bajo condiciones económicas, sociopolíticas y administrativas adversas...". En la culminación de esta obra, su autor destaca (2006, p. 223): "Uno de los mayores retos (...) lo constituye la compatibilización entre la economía de mercado y el ordenamiento territorial, es decir, entre la racionalidad del mercado, asociada a políticas macroeconómicas, y la racionalidad social y ambiental del ordenamiento territorial, asociada al interés colectivo".

6. Conclusiones

Uno de los mayores retos presente ante los pueblos y gobiernos de la región, frente al avance del proyecto neoliberal, lo constituye la construcción de un modelo de planificación y gestión del desarrollo territorial sostenible que responda a las necesidades de la economía y la sociedad latinoamericana, en un contexto matizado por la globalización neoliberal, la hegemonía del capital financiero y las acciones militares de corte imperial, opuestas al avance de los procesos y gobiernos progresistas en la región.

El despojo de los bienes patrimoniales que hoy se observa en la región representa la intensificación de la destrucción de los territorios según los intereses del capital, y es exactamente en este proceso donde la resistencia emerge en los espacios urbanos y rurales. Frente a la escalada que se registra en la concentración del capital financiero a escala global, los movimientos sociales se organizan en defensa de sus territorios, pues en el territorio está su identidad y su propia existencia. Este es el sentido supremo de la lucha por los territorios de los habitantes de ciudades y pueblos, de campesinos e indígenas en Latinoamérica.

En el avance del proyecto neoliberal y sus efectos, encontramos en la actualidad la principal limitación para la producción de territorios incluyentes en la región, para la construcción de modelos alternativos de desarrollo. Los nuevos patrones de acumulación del capital han acentuado las formas coloniales de división internacional del trabajo. En este modelo de acumulación por desposesión, a la América Latina se le asigna por las transnacionales y los grupos hegemónicos a escala internacional, el papel de suministradora de bienes primarios o commodities: agrícolas, energéticos y mineros.

En América Latina, más allá de las dificultades geográficas e infraestructura-les, el desarrollo de las distintas formas de organización de la actividad económica, tanto regionales como locales, ha encontrado serias limitaciones vinculadas a la especificidad que ha tenido el modelo de desarrollo económico, social e institucional de la región y, muy en especial, a las formas de inserción de este territorio en la economía internacional, resultado, entre otros factores, de las dinámicas territoriales promovidas por políticas públicas y de gestión territorial de carácter desarrollista.

La velocidad creciente de este proceso se acelera en los inicios del siglo XXI con el fortalecimiento de la concentración financiera a escala planetaria por medio de las instituciones estatales y financieras, lo cual desempeña un importante, creciente y problemático papel en las dinámicas territoriales del capitalismo global durante los últimos años.

La creciente internacionalización y apertura a la que están sometidas las economías de Latinoamérica, alcanza aquellos territorios y sectores económicos que resultan o pueden resultar de interés para el capital transnacional, léase, territorios para la comercialización de los recursos naturales, la minería y los servicios ambientales, el desarrollo de la función maquiladora, por ejemplo. Este carácter selectivo de la globalización neoliberal marca la diferencia entre territorios llamados eufemísticamente ganadores, reconocimiento que generalmente conduce a su degradación ambiental y social, y la expulsión de sus pobladores, y perdedores, territorios donde hasta ese momento el capital transnacional y de los grupos económicos naciones no avizora interés económico para su apropiación. En este nuevo escenario internacional, las viejas formas de acumulación capitalista reaparecen bajo nuevas modalidades, que se producen mediante desposesión de los recursos patrimoniales a sus históricos dueños.

Ante la desigualdad y pobreza manifiesta en los países latinoamericanos, cabría esperar una política regional de inversiones públicas que tendiera a favorecer un desarrollo territorial sostenible. Sin embargo, todo parece indicar que la distribución sectorial y geográfica de las inversiones en los últimos años está reforzando los Estados, municipios y ciudades con mayores posibilidades de competir en el espacio global. En este entorno dominado por la globalización neoliberal, aunque parezca paradójico, promover una gestión territorial orientada al desarrollo territorial sostenible y la disminución de las desigualdades entre las entidades territoriales, adquiere para los países de la región una nueva y mayor importancia. Es, justamente, la política de ordenamiento territorial, la respuesta a los estilos de planificación desarrollista y muestra de esta voluntad de acción.

Por otra parte, el avance de gobiernos de izquierda y progresistas en la región, así como de la integración como estrategia política y económica, está llamado a convertirse en el soporte a modelos alternativos de desarrollo territorial frente al neoliberalismo. ¿Está preparada América Latina, no solamente en lo académico sino en la práctica, para la construcción y gestión de formas de organización de la economía, la sociedad y el espacio que promuevan el desarrollo territorial sostenible? ¿Cómo podemos contribuir a superar el dominio del paradigma neoliberal en la gestión territorial desde las ciencias que estudian la construcción de los territorios?

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Recibido: 17 de Julio de 2012; Revisado: 23 de Octubre de 2012; Aprobado: 05 de Febrero de 2013

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