Introduction
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), se han convertido en un problema de salud a nivel mundial, el incremento de casos, especialmente en adolescentes, enciende las alarmas de varios países en el mundo (Hernández & Luna, 2017; Fajardo et al., 2017). Los adolescentes se enfrentan a multiples cambios físicos, psicológicos y emocionales que pueden ser influenciados por el constante flujo de información que reciben de los medios de comunicación (macrosistema) y de los diferentes contextos donde se desenvuelven (mesosistema: colegio, vecindario, grupos lúdicos, entre otros). La población adolescente ha tomado como nuevo ideal social, el preocuparse excesivamente por adquirir o conseguir a cualquier coste el cuerpo ideal y las medidas perfectas (Valbuena, 2017). Como respuesta, pueden desarrollar conductas inadecuadas relacionadas con el cuidado de su cuerpo y su salud; y de esta manera, puede aumentar el riesgo de sufrir TCA, junto con otros problemas de tipo emocional. Por ejemplo, diversos estudios resaltan que los adolescentes con algún TCA tienen una alta probabilidad de presentar al mismo tiempo algún tipo de comportamiento suicida, tal como la ideación, planificación o acto suicida, ansiedad y/o depresión (Martinez et al., 2017; Rodríguez et al., 2013).
El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (2014), en su quinta edición, define a los trastornos de la conducta alimentaria y de la ingesta de alimentos como una alteración en la alimentación o en la conducta relacionada con ésta, que causa deterioro en la salud física y en la dimensión psicosocial. Entre los trastornos que hacen parte de esta categoria diagnóstica se encuentra la anorexia nerviosa (AN), que se entenderia como la restricción en la ingestión de alimentos que conduce a un peso significativamente inferior al esperado con relación a la edad, el sexo y el curso de desarrollo. Los individuos con anorexia nerviosa tienen un miedo intenso a aumentar de peso, a pesar de que este se encuentre muy por debajo de lo esperado. Existe una percepción alterada del propio peso que influye en la negativa a consumir alimentos. También, se encuentra la bulimia nerviosa (BN), que se caracteriza por constantes sucesos de atracones, es decir, por la ingesta de alimentos de forma desmesurada en cortos periodos de tiempo, seguidos de una serie de conductas compensatorias impropias que impiden el aumento de peso, tales como, el abuso de laxantes, la aceleración en la actividad física, el abuso de diuréticos, entre otros (APA, 2014).
En las últimas décadas, se ha podido evidenciar un aumento en la población con trastornos de la conducta alimentaria de 0,5% a 3,7%, estos se presentan con mayor frecuencia en las mujeres (Bermúdez et al., 2016). En el caso particular de Colombia, el riesgo de padecer TCA se encuentra en un 8,3% (Borda et al., 2015). Bahamón (2012) menciona que en Colombia se han llevado a cabo estudios que demuestran que cada vez hay más casos de TCA en la adolescencia, pero que, debido a un escaso abordaje de todas las variables relacionadas con los mismos, resulta más complejo detectar e intervenir a la mayor parte de la población en riesgo. Distintos estudios realizados a nivel nacional encontraron que la depresión y la ansiedad son dos factores emocionales que pueden aumentar el riesgo de conductas alimentarias inadecuadas (Barriguete et al., 2017; Borda et al., 2015; Borda et al., 2016; Ferrer et al., 2018; Gascón & Migallón, 2012). Otros países latinoamericanos han encontrado que la ansiedad y la depresión tienen una alta correlación con los TCA (Mérida & López, 2013).
La comorbilidad de los TCA varía entre los trastornos de ansiedad. Se ha hallado que la anorexia nerviosa tiene alta comorbilidad con la fobia social, y la bulimia con la ansiedad generalizada y la fobia social (Hernández & Cabrera, 2014; Medina-Gómez et al., 2019; Pineda et al., 2014). Pascual, et al., (2011) aseguran que el estado de ànimo en la etapa de la adolescencia depende, la mayoría de las veces, de la percepción del peso ideal, de la imagen corporal y del tipo de alimentación.
Varios estudios muestran que los trastornos de la conducta alimentaria se asocian significativa o moderadamente con síntomas depresivos (Osorio, 2019; Risco & Aros, 2019). Vega et al. (2009) llevaron a cabo una investigación en Buenos Aires, Argentina, que buscaba analizar si el trastorno de depresión presenta alguna relación con la sintomatología de los TCA, para ello, tomaron una muestra participante de 700 mujeres adolescentes con un rango de edad de 12 a 21 años. Los autores hallaron una relación significativa entre TCA y depresión. Por su parte, Hernández y Londono (2013) realizaron un estudio en Colombia y los resultados revelaron que la interacción entre las variables como el deseo de disminución del peso, el estilo de afrontamiento evitativo, los antecedentes psicológicos familiares, la satisfacción con la imagen corporal, el género y el trastorno de depresión, en conjunto prevén el riesgo de presentar un TCA.
Algunas zonas en Colombia no tienen ninguna información sobre la presencia de TCA y de su comorbilidad con ansiedad y/o depresión. Por ejemplo, se tiene conocimiento, que en el departamento de Sucre nunca se han llevado a cabo investigaciones al respecto. El departamento de Sucre se encuentra en el mar caribe, y es una zona caracterizada por tener una dieta rica en harinas; sus comunidades rurales se dedican a actividades agropecuarias como el cultivo de yuca, name y plátano, las cuales soportan gran parte de la economía de la región. El tipo de alimentación podría ser un factor protector para obtener una dieta balanceada que contribuya al bienestar y calidad de vida de las personas, no se sabe si en el departamento de Sucre el riesgo de presentar trastornos de la conducta alimentaria es elevado. Hasta ahora se sabe que, en este departamento las tasas de comportamiento suicida han aumentado en los cinco últimos años (Restrepo, et al., 2019), además, se han encontrado altos niveles de depresión y ansiedad en adolescentes (Castillo, et al., 2015; Romero-Acosta, et al., 2018), problemas que se han asociado a la presencia de TCA en otras regiones del país y en otros países de Latinoamérica (Bahamón, 2012; Barriguete et al., 2017; Borda et al., 2015; Ferrer et al., 2018; Gascón & Migallón, 2012; Mérida & López, 2013; Osorio, 2019; Risco & Aros, 2019; Vega et al., 2009). Debido a todo lo anterior, el objetivo de esta investigación es analizar la relación entre los síntomas internalizados y el riesgo de trastornos de la conducta alimentaria en adolescentes de la ciudad de Sincelejo-Sucre, Colombia.
Método
Participantes
La muestra estuvo conformada por 791 adolescentes dentro del rango de los 14 a 19 años de edad, de 10 instituciones educativas de la ciudad de Sincelejo -Sucre, de los cuales 306 son mujeres y 485 hombres. Esta información se encuentra más detallada en la tabla 1. La muestra es de tipo no probabilística (Hernández, Fernández y Baptista, 2010). Se entregó el consentimiento informado a los grados que estaban disponibles para trabajar en el momento que visitamos a los colegios, y únicamente participaron aquellos que dieron su consentimiento oral, y tuvieran el consentimiento informado de los padres.
Criterios de inclusion y exclusion
Para llevar a cabo esta investigación, se tuvo en cuenta que los participantes se encontraran dentro del rango de edad establecido, esto es, estudiantes de 14 a 19 años, que no presentaran problemas del neurodesarrollo y no tuvieran alguna discapacidad que les impidiera la correcta utilización de los cuestionarios.
Diseño
El enfoque de esta investigación es cuantitativo, con diseno correlacional y corte transversal.
Instrumentos
Eating Atitude Tests-26, conocido como EAT-26, es un instrumento tipo Likert, compuesto de 26 reactivos con 6 opciones de respuesta, donde 0 es igual a nunca, 1 a rara vez, 2 a veces, 3 frecuentemente, 4 casi siempre y 5 a siempre; contiene 4 dominios, los cuales son: la preocupación por la comida, la bulimia, el control oral y la dieta. El punto de corte en población colombiana es de igual o mayor a 11, es decir, si una persona obtiene esta puntuación, se considera en riesgo de tener TCA (Constaín et al., 2014). Las propiedades psicométricas del instrumento se han evaluado en población femenina y masculina mayor de 14 años, por esta razón, el rango de edad de los participantes de este estudio se encuentra entre 14 a 19 años (Constaín et al., 2014; Constaín et al., 2017). El alpha de Cronbach del EAT-26 en este estudio es ,81.
The Screen for Child Anxiety Related Emotional Disorders, SCARED. Birmaher, et al., 1997; Birmaher et al.,1999). Es una prueba tipo Likert que fue disenada con el fin de medir la sintomatología ansiosa, específicamente pánico-somático, ansiedad por separación, ansiedad generalizada, fobia social y la fobia escolar. Tiene 41 ítems con tres opciones de respuesta, donde 0 equivale a nunca o casi nunca, 1 es igual a algunas veces y 2 es frecuentemente o casi siempre. En población clínica estadounidense y población espanola, el punto de corte es de 25. Lo que indica que, un participante presenta sintomatología ansiosa cuando consigue 25 puntos o más en la puntuación total. Doménech y Martínez (2008) citado por Pérez, et al. (2016). El alpha de Cronbach del EAT-26 en este estudio es ,88.
Children's Depression Inventory, Kovacs, CDI, disenado por María Kovacs en el ano 1982, utilizado para evaluar síntomas depresivos en ninos y adolescentes, es un autoinforme, consta de 27 ítems y cada uno con 3 opciones de respuestas, las cuales están subdivididas por cinco escalas: baja autoestima, estado de ánimo negativo, ineficacia, anhedonia y dificultades interpersonales. El alpha de Cronbach del CDI en este estudio es ,84.
Procedimiento
Esta investigación hace parte de un proyecto de la Corporación Universitaria del Caribe -CECAR intitulado: "Diagnóstico e intervención de problemas emocionales en ninos y adolescentes de Sincelejo, Sucre". La información que contiene este trabajo pertenece al momento del diagnóstico. Para la ejecución de este estudio, se visitaron los centros educativos participantes. Se les explicó el proyecto de investigación a las psicólogas y rectores encargados de cada institución. Luego de haber obtenido el permiso de entrada, y programadas las fechas de acceso a la población, se realizó una segunda visita, en la que se entregaron los consentimientos informados a los estudiantes. Estos consentimientos daban una explicación clara del proyecto, el objetivo, la importancia, la necesidad y la confidencialidad del mismo. Posteriormente, en los salones de clases se procedía a la aplicación de los instrumentos, haciendo la salvedad de que no había respuestas malas ni buenas, ya que, solo eran preguntas sobre sí mismos.
Análisis estadísticos
Para el análisis de la información recolectada y el cálculo de las medidas y frecuencias, se utilizó el paquete estadístico Statistical Package for Social Science - SPSS V.20. Se obtuvieron frecuencias, porcentajes y medias. Se compararon las medias del grupo con riesgo de sufrir TCA y del grupo sin riesgo de sufrir TCA. También se ejecutó una regresión lineal múltiple en la que la variable dependiente fue: el riesgo de la conducta alimentaria.
Resultados
1. Riesgo de trastornos de la conducta alimentaria en la muestra
El riesgo de padecer un trastorno de la conducta alimentaria se encontró en 259 individuos, es decir, en 32,7% de la muestra. No se encontraron diferencias significativas en la presencia de riesgo de trastorno de la conducta alimentaria entre el sexo masculino y femenino (p=,169), tampoco entre colegios públicos y/o privados (p=,506).
2. Presencia de síntomas internalizados y de depresión en los individuos con riesgo de trastorno de la conducta alimentaria
En general todos los grupos de síntomas fueron significativamente más altos en los participantes con riesgo de trastorno de la conducta alimentaria: Síntomas de depresión (p<,000), síntomas de ansiedad (p<000), síntomas de ansiedad generalizada (p<,000), síntomas de pànico (p<,000), síntomas de ansiedad por separación (p=,001) y síntomas de ansiedad escolar (p<000). El único grupo sintomático cuya presencia no fue significativamente más alta en los individuos con riesgo de trastorno de la conducta alimentaria fue el de ansiedad social. Esta información se puede ver con más detalle en la tabla 2.
3. Relación entre síntomas internalizados y riesgo de trastorno de la conducta alimentaria Los síntomas depresivos y los síntomas de ansiedad generalizada (p=,002), se asociaron positivamente al riesgo del trastorno de la conducta alimentaria, el grupo sintomático de ansiedad social (p=,005), se asoció negativamente al riesgo de padecer un trastorno de la conducta alimentaria. Esta información se encuentra con más detalle en la tabla 3.
Discusion
El presente estudio analizó la relación entre los síntomas internalizados y el riesgo de trastornos de la conducta alimentaria en adolescentes de la ciudad de Sincelejo-Sucre, Colombia. En líneas generales se halló que 32,7% de la muestra tiene riesgo de sufrir un TCA. Este es el porcentaje más alto de riesgo de TCA que se ha encontrado en Colombia. Fajardo et al. (2017) hallaron 30,1%; Becerra-Bulla et al. (2018) encontraron 9.4%, y Cristancho et al. (2015) 13.0 %. Lo anterior podría deberse a: la utilización de distintos instrumentos, la estandarización de las medidas relacionadas en cuanto a la determinación de un factor de riesgo, y/o el punto de corte establecido.
También se encontró la nula relación entre riesgo de sufrir TCA, el tipo de escuela y el nivel socioeconómico; caso distinto a los resultados publicados por Ávila y Jauregui (2015), quienes encontraron que los jóvenes pertenecientes al estrato socioeconómico alto tienen una mayor probabilidad de desarrollar algún TCA. En el departamento de Sucre, tanto los jóvenes de colegios públicos como privados, presentan elevado riesgo de padecer TCA. Llama la atención que no se encontraron diferencias significativas entre el género masculino y el género femenino, así como en los estudios de otros autores, en donde las mujeres fueron quienes presentaron mayor riesgo de padecer TCA (Ponce et al., 2017; Cristancho et al., 2015). O en la investigación realizada por Radilla et al. (2015), quienes resaltan a los hombres con mayor riesgo de padecer TCA. Una de las razones que podría explicar estos hallazgos es que el Caribe colombiano no es un entorno en dónde se valore la delgadez como un prototipo de cuerpo ideal o perfecto, sino por el contrario, es aceptado socialmente que hombres y mujeres mantengan físicos voluptuosos y robustos a diferencia de otras zonas del país dónde el ser delgado se ha convertido en el patrón ideal para encajar en la sociedad actual. No obstante, se requieren realizar más estudios al respecto, pues, a pesar de este hecho, el porcentaje de riesgo de TCA ha sido el más alto encontrado en el país. Del mismo modo, este resultado podría indicar que el desarrollo de los TCA no se encuentra relacionado directamente con un género en específico, puede darse de igual forma tanto en hombres como en mujeres, por lo que, al momento de realizar nuevas investigaciones e intervenciones al respecto, ninguno de los dos sexos debe ser excluido.
Uno de los principales hallazgos de esta investigación, fue la relación significativa que existe entre los síntomas depresivos y el riesgo de sufrir TCA. Esto guarda una estrecha relación con lo senalado por los autores Risco y Aros (2019); Osorio (2019); Hernández y Londono (2013), quienes encontraron alta comorbilidad entre TCA y depresión. El DSM-5, también menciona que el trastorno de depresión mayor se asocia frecuentemente a los TCA, específicamente a la anorexia y a la bulimia nerviosa (APA, 2014).
Del mismo modo, se encontró un vínculo representativo entre la ansiedad generalizada y el riesgo de sufrir TCA. Resultado que va acorde con lo publicado por los investigadores Radilla et al., en el ano 2015, y Persano et al., en el 2019. En estos estudios se indica que las altas puntuaciones en las escalas de ansiedad aplicadas a los adolescentes se convierten en un factor de riesgo para el desarrollo o mantenimiento de los TCA. En Sucre se han hallado niveles altos de ansiedad y de depresión en los adolescentes, además, se ha incrementado el comportamiento suicida en el departamento (Castillo, et al., 2015; Restrepo, et al., 2019; Romero-Acosta et al., 2018). Sucre es uno de los departamentos más vulnerables de Colombia, ya que gran parte de su población ha sido víctima del conflicto armado o se ha visto afectada directa o indirectamente por el mismo, lo cual, podría generar más probabilidades de desarrollar trastornos de ansiedad o de presentar niveles altos de sintomas internalizados (ansiedad-depresión-somatizaciones, Pérez et al., 2016). Sería interesante desarrollar una línea de investigación más de tipo cualitativo para observar una posible relación entre experiencia de hechos violentos y riesgo de TCA y problemas emocionales.
Por otro lado, se halló que la ansiedad social se asoció negativamente con el riesgo de TCA. Lo cual genera interés, debido a que, en estudios anteriores se ha encontrado una relación positiva entre estas dos variables (Hernández & Cabrera, 2014; Pineda et al., 2014). Levinson y Rodebaugh (2016) resaltan que la ansiedad social puede ser un factor desencadenante, predisponente y persistente en los TCA, puesto que, este puede llegar a manifestarse o exteriorizarse como una fobia social. Por el contrario, en los resultados obtenidos en el presente trabajo se encontró que este grupo sintomático se asocia negativamente al riesgo de padecer trastornos de la conducta alimentaria, esto es, a más riesgo de TCA, menos presencia de síntomas de ansiedad social. Esto podría deberse al tipo de síntomas que contiene la subescala SCARED que mide síntomas de ansiedad social. Casi todos los ítems indagan sobre realizar actividades con personas que los adolescentes no conocen bien, tales como hablar, ir a fiestas o lugares con personas poco conocidas; igualmente, indaga sobre la timidez. Algunos adolescentes con riesgo de TCA pueden no considerarse tímidos o no tener problema para hacer actividades con personas que no conocen bien. Estos hallazgos ameritan más investigación. Sería interesante repetir este estudio en otras poblaciones del país, con los mismos instrumentos, y observar si se sigue manteniendo la misma relación negativa entre los dos grupos sintomáticos.
El trabajo que presentamos hoy nos abre un abanico de posibilidades de investigación. En primer lugar, se evidencia un alto porcentaje de adolescentes con riesgo de TCA, en comparación con otros estudios realizados en Colombia. Sería interesante llevar a cabo estudios cualitativos que puedan dar cuenta de lo que sucede más allá de la aplicación de instrumentos de cribado y estudios de correlación. Ciertamente el papel de la familia y de la red social es fundamental para el inicio y el mantenimiento de este tipo de problemas.
En segundo lugar, como se senaló anteriormente, en Sucre la presencia de problemas emocionales en los adolescentes es elevada (Castillo et al., 2015; Romero-Acosta, et al., 2018) y estudios anteriores han hallado una relación significativa entre problemas emocionales y los TCA (Hernández y Londono, 2013; Risco y Aros, 2019; Osorio, 2019). Podrían llevarse a cabo nuevos trabajos que estudien la relación entre el riesgo de sufrir TCA, y los problemas internalizados (diferentes tipos de ansiedad, depresión y somatizaciones). De esta manera, se podría comparar la relación entre ansiedad social y TCA entre futuros estudios y el presente trabajo.
En tercer lugar, se podría estudiar la relación entre el riesgo de sufrir TCA y la comorbilidad de diferentes tipos de ansiedad y depresión. Esto porque, posiblemente los adolescentes con TCA que presenten altos niveles de ansiedad y depresión al mismo tiempo, tengan más posibilidad de desarrollar algún TCA. Conocer qué tipo de comorbilidad es la más prevalente, podría tener implicaciones clínicas para el tratamiento de los problemas de TCA en el contexto sucreno.
Mediante la realización de este estudio, se presentaron situaciones, las cuales, fueron factores limitantes en el transcurso su ejecución. Tales es el caso de que, en Colombia, país donde fue realizado esta investigación, en el segundo semestre del ano escolar, las instituciones educativas tanto del sector público como privado tienen un receso escolar, situación que llevó a suspender la aplicación y el seguimiento de los instrumentos utilizados. Por otra parte, es importante destacar que este estudio es de corte transversal, lo cual quiere decir que los resultados encontrados son tomados en un único momento y no se da un seguimiento a través del tiempo, lo que no podría permitir hacer una generalización en los resultados hallados.
Los resultados arrojan información sobre la comorbilidad entre síntomas internalizados y el riesgo de sufrir TCA. Esto quiere decir que los pediatras podrían aplicar instrumentos de cribado de ansiedad y depresión para aquellos adolescentes que tengan riesgo de TCA. Además, estos resultados abren un abanico de oportunidades para la intervención y el abordaje de estos trastornos, permitiendo así, poder desarrollar programas para la promoción de hábitos y estilos de vida saludables, campanas psicosociales y educativas acerca de la importancia de tener y mantener una buena salud mental. También, se pueden realizar guías prácticas que evidencien recomendaciones, sugerencias, e indicaciones que eviten la exacerbación de los niveles de ansiedad y depresión en personas con riesgo de padecer TCA y disenar nuevos instrumentos clínicos para la detección temprana de este grupo de síntomas. Es de vital importancia resaltar que los trastornos de la conducta alimentaria han sido poco estudiados en el departamento y no se tiene evidencia de su oportuna intervención.